CAPÍTULO 3
La oscuridad de Ciudad Academia
Strange_Darkness.
Parte 1
— No me gusta este lugar, Maruo… —murmuró Yukiko, caminando al lado de su amigo.
Con muchas dificultades, porque ningún transporte oficial llevaba directamente a aquel sitio, finalmente habían llegado a Strange. Observando cómo era aquel lugar, tampoco era de extrañar que no siquiera los mensajeros quisieran pasar por allí para realizar sus entregas. Estaba en el Distrito Escolar 10 de Ciudad Academia, ubicado en el extremo sur de la Ciudad. En general el distrito completo era un desastre, con seguridad muy pobre, servicios baratos, y repleto de fábricas y laboratorios cuyas investigaciones eran completamente desconocidas para la población general. Además, tenía un cementerio, el cual estaba destinado a ser la última morada de todos aquellos criminales que trabajasen para el Lado Oscuro de Ciudad Academia, así como para enterrar lo que muchos científicos llamaban "experimentos fallidos".
Además, estaba esa área en específico: Strange. Bastaba una mirada al lugar para saber que era peligroso, incluso para su ubicación con respecto a los demás distritos. Las paredes de los destartalados y sucios edificios estaban cubiertas por grafitis casi en su totalidad. Las ventanas estaban rotas, y la acumulación de polvo y basura podía notarse aún sin verla, puesto que el olor era repugnante.
"¿Cómo puede haber gente que se quede a vivir aquí?", pensó Maruo, avanzando con cautela. Era cierto que las pocas residencias eran baratas, pero no creía que valiera la pena rebajarse a tanto con tal de ahorrar un poco. En los demás distritos también había apartamentos baratos… y lo más importante: limpios. La noche comenzaba a caer, y la ausencia de lámparas se hacía notar, ya que la mayoría estaban rotas o simplemente no funcionaban.
— Oye, Maruo… ¿De verdad crees que Kishi-kun esté por aquí? —preguntó la chica, comenzando a dudar de su propio juicio al creer que su amigo estaría por allí.
— Es lo más probable. Ya lo dijimos antes, ¿no? Él no atacaría a Niveles 0 sin motivo, a menos que pertenecieran a organizaciones peligrosas. Y es justo aquí donde más abundan…
— Lo sé, pero… Prefiero creer que no está por aquí e irnos…
Maruo suspiró. No estaba acostumbrado a ver a Yukiko tan preocupada. Normalmente era una chica ruda e impulsiva, así que verla de aquella forma le resultaba un poco extraño. Pero tampoco podía reprochárselo, ya que la fama general del lugar no era nada buena (y, nuevamente, bastaba con ver—y oler—los alrededores para saber que muchos de los rumores eran ciertos).
— Nos iremos en cuanto haya oscurecido, ¿de acuerdo? Vendremos mañana más temprano. Ya no podremos perdernos en el camino ahora que conocemos la ruta.
Pese a que se habían encaminado hacia Strange desde alrededor del mediodía, se habían desviado mucho en su llegada. Ciudad Academia era enorme, por lo que llegar hasta el Distrito Escolar 10 sin un transporte directo era demasiado tardado. Además, a quien preguntaran cómo llegar a Strange siempre se alejaba sin responder, mirándolos como si estuvieran locos.
Aunque buscar tan fervientemente una de las cunas del crimen en Ciudad Academia era algo que únicamente haría un loco, ¿no?
Siguieron avanzando unos minutos más, evitando pasar por callejones o zonas particularmente oscuras (aunque, nuevamente, en aquel lugar las precauciones no valían para nada). Tuvieron suerte de únicamente visualizar en la lejanía a algunos grupos de tres o cuatro personas haciendo grafitis en las paredes, o simplemente riendo estruendosamente. Un par de ellos llegó a observarlos fijamente mientras caminaban, pero sólo se limitaron a ir en la dirección opuesta, desapareciendo por los callejones cual ratas ocultándose del exterminador.
— Hey, nena, ¿no quieres venir a divertirte un rato? —dijo un chico alto, sin sacarse el cigarrillo de la boca y manteniendo una larga y lasciva mirada en el trasero de Yukiko.
— ¡Cierto, cierto! Deja a ese tipo y ven con nosotros —añadió otro chico, de complexión delgada y cabello rubio, bastante largo.
— Te trataremos muy bien, lo prometemos —rio por lo bajo un tercer chico, más bajo y gordo que sus compañeros, acercándose a la chica.
Yukiko intentó retroceder. Su corazón latía muy rápido debido al miedo, y la sangre le hervía por la ira. Sus puños temblaban con anhelo por ser liberados en los rostros de los acosadores, pero su cerebro no paraba de repetirle "no es momento de pelear, no es momento de pelear", como una grabación en bucle.
Estaba a punto de ceder a sus impulsos cuando Maruo la acercó más hacia él, rodeándola con su brazo. Le dirigió una fugaz mirada, como instándola a dejarlo hacerse cargo de la situación:
— Lo siento, jóvenes, pero ella se queda conmigo. Y tenemos algo de prisa, por lo que agradecería que nos ahorraran problemas.
Quizás era porque lo conocía desde que eran niños, antes incluso de llegar a Ciudad Academia, pero por primera vez en su vida Maruo le pareció amenazante. El tono de su voz, sumado a su estatura y contextura ligeramente musculosa, e incluso su forma de vestir, le daban una apariencia muy similar a los delincuentes de varias series de anime de la época. Sus dos piercings, clavados en su oreja izquierda, y los anillos plateados que llevaba en los dedos anular e índice de la mano derecha, emitían un leve brillo.
— ¡Oh, vamos! ¿Por qué todas las que están buenas ya tienen novio? —exclamó el chico robusto, con tono molesto.
— ¡Cierto! Tienes cara de tenerlo fácil con las chicas. Déjanos a esa y búscate otra, no debe ser un problema para ti.
Maruo observó fijamente al grupo. Estaba sonriendo, pero sus ojos grisáceos destellaban con una furia silenciosa. Soltando a Yukiko, respondió:
— Vaya, agradezco su cumplido, caballeros. Pero creo que hay que aclarar unas cuantas cosas… Corre.
— ¿Qué? —preguntó Yukiko, notando que Maruo la miró fugazmente al pronunciar la última palabra.
— Primero, ella está completamente fuera de su alcance, por lo que deberían rendirse… Corre.
— ¡M-Maruo! ¡No los provoques—!
— ¡CORRE! —gritó el chico finalmente, dándole un fuerte puñetazo al más delgado de los tres, rompiéndole las gafas de sol y lanzándolo hacia atrás. Un fuerte crujido le indicó que, al menos, le debía de haber fracturado el pómulo y la nariz. Sintió los fragmentos de plástico barato clavándose en su piel, aunque la súbita liberación de adrenalina en su sistema le impidió percatarse de cuánto dolía.
— ¡O-Oye! ¡T-Tú…! —exclamó el más alto de la pandilla, sacando una navaja de su bolsillo.
— Segundo, no hemos venido hasta aquí para perder el tiempo con gente de su calaña.
Notando el descuido de su oponente, Maruo le lanzó una patada a la entrepierna con tanta fuerza que, por una fracción de segundo, el pandillero no pudo reaccionar. En cuanto la potente oleada de dolor llegó a su cerebro, soltó un grito ahogado. Dejando caer su arma, se encogió en el suelo, sujetándose la entrepierna. Parecía estar conteniendo las ganas de vomitar. El pandillero restante ya se había lanzado sobre Maruo por la espalda, con el puño en alto.
— Y tercero… —continuó, girándose con rapidez y recibiendo el golpe con la mano—. ¡Si te metes con mis amigos te regresaré al útero de tu madre a base de golpes!
Seguidamente, colocó su mano sobre el abdomen del pandillero, creando dos corrientes de aire lo bastante fuertes como para eyectarlo varios metros hacia atrás. Un crujido sordo se produjo cuando el proyectil humano impactó de espaldas contra el muro de un callejón.
— ¡S-Son Usuarios de Habilidades! —gritó el más delgado de los tres pandilleros, levantándose con rapidez. Tenía el rostro impregnado de rojo, goteando un poco de aquella sustancia carmesí. Por una fracción de segundo parecía que iba a atacar a su contrincante, pero lo pensó mejor. Simplemente huyó de la escena, humillado, abandonando a sus compañeros.
Maruo lo observaba alejarse, aunque el levísimo ruido de una suela apoyándose sobre el suelo lo hizo percatarse de que había bajado la guardia. Girándose hacia su amiga, el chico observó una silueta que se lanzaba hacia ella desde atrás.
— ¡Hitogata-chan! ¡Cuidado! —gritó.
No obstante, la chica se giró, con la pierna en alto, recibiendo al pandillero con una patada en el rostro. El ruido de sus mocasines impactando contra la quijada de su oponente fue tal que era muy probable que hubiera uno o dos dientes rotos.
Siendo lanzado a un lado por la patada, el joven intentó levantarse, siendo detenido inmediatamente por la chica, que blandió su mochila en un movimiento descendente, dejando caer el peso de los tres libros didácticos y varios cuadernos sobre la cabeza del pandillero.
Ninguno de los atacantes restantes se levantó después de aquello. Aunque vivos, aquellas fracturas tardarían bastante en sanar. Maruo y Yukiko estarían preocupados de no ser porque, de ser delatados por sus agresivas acciones, estaba claro que fue en defensa propia. Era evidente que saldrían impunes por aquello—siempre y cuando no anduviera algún miembro de Judgment particularmente estricto rondando por la zona.
— ¿Estás bien?
Por el tono de su voz, Maruo se notaba impresionado y preocupado a partes iguales. Aunque su consternación iba más que nada dirigida al sujeto que Yukiko acababa de patear, que gimoteaba de dolor en el suelo, cubriéndose el rostro.
— Estoy bien, descuida. ¿Cómo te encuentras tú?
— Bueno, creo que me rompí un poco los nudillos, pero por lo demás estoy perfectamente. De hecho quiero disculparme, quizás pelear no fue la reacción más apropiada… —añadió el chico, frotándose la nuca con nerviosismo.
— No hay problema, agradezco que te encargaras de ellos por mí —respondió Yukiko, sonriendo ampliamente.
En cierto modo, quizás Maruo había ayudado un poco a esos pandilleros. Dado el carácter explosivo de Yukiko, probablemente tendrían heridas muchísimo peores de haber sido atacados por ella en su lugar. O al menos así sería si hubieran atacado de uno en uno.
El sonido de varios pasos acercándose interrumpió su conversación. Hasta ahora se percataban del ruido que habían causado. Un grupo bastante grande los estaba rodeando.
— No sé qué hace un par de Usuarios de Habilidades en un sitio como este, pero que hayan atacado a nuestros compañeros de esta forma… Es algo imperdonable, ¿saben?
Había hablado un chico bastante alto y fornido. Llevaba un bate de béisbol metálico sobre el hombro, y por su expresión parecía estar anhelando reventarles la cabeza con el arma, hasta abollarla con sus cráneos.
— ¡Sí! ¡Prepárense a morir! —exclamó una chica de cabello corto, teñido de un color rosa fuerte, mientras desenrollaba una gruesa cadena de sus brazos tatuados, sosteniéndola en señal de amenaza.
— Los que deberían preocuparse —dijo una voz que Yukiko y Maruo reconocieron al instante, resonando detrás del grupo de Skill-Outs— son ustedes. Tengo una seria deuda con ustedes.
Una gruesa capa de hielo surgió con rapidez, cubriendo el suelo y congelando las piernas de todos los Skill-Outs conforme avanzaba. Los delincuentes observaron en aquella dirección, girándose tanto como podían, intentando zafar sus pies inmovilizados. El hielo parecía haber surgido a los pies de una figura ataviada con una sudadera gris. Una gorra verde esmeralda le cubría el rostro, pero por la sangre y tierra en su ropa parecía haber salido airoso de numerosas peleas, dándole una apariencia algo intimidante.
Yukiko y Maruo se quedaron boquiabiertos, no solo por el inmenso alcance del hielo que había creado la figura, o por el hecho de que éste justamente los rodeaba, evitando siquiera rozarlos a ellos dos.
No. Lo que los impresionaba realmente era el creador de la capa de hielo en sí.
Por un momento habían olvidado para qué se habían metido en un lugar tan peligroso como los tugurios del Distrito Escolar 10 en primer lugar. Incluso pudieron haber perdido las esperanzas de encontrarlo allí.
Pero sus deducciones fueron correctas. Ishiki también se hallaba en Strange.
