Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.
La Última Hija del Mar
Apolo tomó el libro. ―Capítulo 39: Creo que he visto un lindo gatito.
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Cuando volví a la vida (ahora como Penélope o Penny), una vez más visité este mismo lugar: el museo Smithsoniano y nuevamente, compré esa cosa, en la tienda de regalos. Una sonrisa apareció en mis labios, cuando dejé de correr, y revisé mi mochila, con desesperación.
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― ¿Para qué quieres la comida de astronauta? ―preguntó Deméter, frunciendo el ceño. ―Eso no es sano en ningún sentido, cariño. ―Zeus, Hera, Poseidón, Hades y Hestia, giraron los ojos.
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Una risa brotó de mis labios, y supe que todos me estaban mirando como una loca: vine hace ya muchos años y sí, allí estaban. De alguna forma, cuando era muy pequeña, recibí una especie de recuerdo de este día y compré la comida de astronauta previamente. ¡Era por eso, que yo estaba cargando con esta mochila al final del ciclo escolar!
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―Eso sí que es ser previsora, muy bien hecho ―dijeron los orgullosos Poseidón, Anfitrite y Sally. Penny se sonrojó ante esas palabras.
―Pero todavía no nos dices, qué harás con eso ―replicó Hera. Todos (incluidos sus padres) asintieron.
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Cuando volví con mis compañeras, les enseñé los seis sobres plateados con la comida de astronauta y ellas asintieron. Rápidamente, Bianca le explicó a su hermana Hazel, lo que había hecho yo la última vez. Ella sonrió y asintió.
―Entonces, ¿Dónde está Luke? ―preguntó Thalía, con una fiereza en su mirada y empuñando su escudo y lanza.
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El Luke Castellan, que estaba presente en la sala del trono, intentó escapar lentamente, retrocediendo a pasos lentos y mirando de reojo nerviosamente a la pelinegra de ojos azules.
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―En una enorme estancia redonda, con una galería que la rodeaba un metro por encima del suelo. En esa dirección ―hice memoria, lo mejor que pude, mientras apuntaba en dirección hacia donde estarían Luke, el Dr. Espino y el padre de Zoë. ―En aquella galería había al menos una docena de guardias mortales, además de un par de Dracanaes.
―Vamos por él ―dijeron Zoë, Bianca y Hazel, yo asentí, y las guie en dirección al lugar. Bianca y Hazel, usaron sus poderes de sombras, y nos ocultaron, volviéndonos casi totalmente invisibles.
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―Creo que ese es el mejor poder de padre/mi señor ―dijeron al mismo tiempo Nico y Perséfone, quienes se tiraron mutuamente, miradas de muerte. Eso hizo suspirar a Hades, Bianca, Hazel y Percy.
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— ¿Y bien? —preguntó el hombre de la silla. Sonó tan profunda y grave, como la recordaba. La misma voz que tenía aquella similitud, como si la tierra misma se hubiera puesto a hablar. Su resonancia llenaba la sala pese a que no estaba gritando.
Zoë, Thalía y yo, apretamos nuestras armas, conteniendo nuestros deseos de matar a Atlas, pero lo necesitábamos.
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― ¿Para qué lo necesitan? ―Preguntó Atenea. ―Solo eliminen a las amenazas.
Zoë separó sus labios, para contestar. Pero Penny colocó su mano, encima de la mano de la cazadora, quien la miró. ―Dejemos que el libro responda algunas dudas, ¿no? ―Zoë volteó a mirar a Penny y la besó en los labios.
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El doctor Espino se quitó las gafas oscuras. Sus ojos de dos colores, marrón y azul, relucían de pura excitación. Después de una rígida reverencia, habló con su extraño acento francés. —Están aquí, General.
—Eso ya lo sé, idiota —respondió el hombre con voz tonante—. Pero ¿dónde?
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―Frente a ellos, literalmente ―bromeó Apolo.
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—En el museo de cohetes.
—El Museo del Aire y el Espacio —corrigió Luke con irritación.
El doctor Espino le lanzó una mirada furibunda. —Como usted diga, señorrrrr...
Me dio la sensación de que habría preferido traspasarlo con una de sus espinas.
— ¿Cuántos? —preguntó Luke. Espino fingió no haberlo oído.
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Todos se rieron un poco, de que Espino ignorara a Luke. Él suspiró.
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— ¡¿Cuántos?! —insistió el General.
—Cuatro, General. La chica con el pelo negro en punta y con ropa... ¿Cómo se dice?... punk, armada con ese escudo espantoso...
—Thalía —dijo Luke. Notamos una ligera nota de emoción en su voz.
—Y una chica... cazadora. Con una diadema de plata.
—A ésa la conozco —gruñó el General. —La asquerosa traidora. ―Todo el mundo se removió incómodo.
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Lo mismo pasó en la sala. Luke se veía cada vez más nervioso.
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—Déjeme apresarlos —le rogó Luke al General—. Tenemos más que suficientes...
—Paciencia —replicó el General—. Ya deben de estar bastante ocupados. Les he mandado un compañero de juegos para entretenerlos.
—Pero...
—No podemos arriesgarte, muchacho ―finiquitó el General.
—Eso es, muchacho —dijo Espino con una cruel sonrisa—. Eres demasiado frágil. Déjenme que acabe yo con ellos.
—No. —El General se alzó de su silla y entonces pudimos verlo. Era alto y musculoso, con la piel levemente bronceada y el pelo oscuro peinado hacia atrás. Vestía un traje de seda marrón de aspecto muy caro, como los que llevan los tipos de Wall Street, aunque nadie lo habría tomado por un broker. Tenía un rostro brutal, hombros enormes y manos capaces de partir en dos el mástil de una bandera. Sus ojos eran como piedras. Tuve la sensación de estar mirando una estatua viviente. Resultaba asombroso que pudiera moverse. —Ya me has fallado una vez, Espino —tronó.
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Todos se miraron sonrientes.
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—Pero General...
— ¡Sin excusas! ―Espino retrocedió un paso. Yo lo había considerado un tipo espeluznante cuando lo vi por primera vez con su uniforme negro en la academia militar de Westover. Ahora, en cambio, de pie ante el General, parecía un novato patético. El General sí impresionaba. No necesitaba uniforme. Era un líder nato. —Debería arrojarte a las profundidades del tártaro por tu incompetencia —dijo—. Te mando a que captures al hijo de uno de los tres dioses mayores y tú me llegas con las manos vacías.
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― "Estar con mi padre, no es algo que alguien cuerdo pueda llegar a desear" ―susurró Zoë a su novia, quien la abrazó.
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El general caminó hasta un objeto cubico, que tenían envuelto en una manta, y al retirarla, vimos y escuchamos el rugido del León de Nemea.
Artemisa decidió aparecer en ese momento y comenzó a atacarlos a todos, arrojándoles flechas.
Zoë y yo, hicimos lo mismo, haciendo que nuestros enemigos, se prepararan para luchar contra nosotros, pero ante la lluvia de flechas, no les dejamos mucho lugar.
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― ¡ATAQUE SORPRESA, QUE BIEN! ―gritó Ares emocionado, haciendo que todos saltaran en sus asientos y recibiendo un golpe en la cabeza, de parte de su hija y de Atenea.
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Usando su lanza, Thalía cargó la punta con un rayo y disparó en varias direcciones, electrocutando a Luke, Atlas y la Mantícora.
Estando la Mantícora electrocutada, me fui contra ella. ― ¡Quione Alope Deméter! ―Me lancé contra ella, atacándola con muchas estocadas con el Tridente y rodeándola. Yo podía notar como mis enemigos, estaban asombrados con mi velocidad, y se horrorizaron cuando todo lo que quedó del Dr. Espino, fue su polvo.
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Todos estaban felices, de ver que el monstruo fue asesinado, mientras que Poseidón, Anfitrite y los hijos de Poseidón, sonreían orgullosos.
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El león de Nemea, era del tamaño de un camión de mercancías, con uñas plateadas y un resplandeciente pelaje dorado.
—El León de Nemea —dijo Thalía, tomando pose de combate, todos lo hicimos, y yo estaba lista, para lanzarle un corte con la guadaña—. No se muevan. ―El león rugió con tal fuerza que me puso los pelos de punta y casi me hizo la raya en medio. Sus colmillos relucían como el acero inoxidable.
—Separaos cuando dé la señal —dijo Zoë —Intentad distraerlo, hasta que Penny pueda usar su plan.
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― ¡Olvidé la comida espacial! ―dijeron Apolo y Hermes, sobresaltando a todos.
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Rodé hacia la izquierda. Silbaron varias flechas y Zoë y Artemisa le disparaban flechas incendiarias al monstruo, pero todas se partían contra su pelaje metálico sin hacerle nada.
Puede ser que Bianca y Hazel fueran muy nuevas en esto de luchar contra monstruos, pero demostraron no tener miedo, y atacaron a la criatura, aunque sin dañarla.
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―Hace ya mucho, que quiero una hija ―Hades notó la mirada de su esposa, encima suyo, pero no volvió la mirada. No quería sentir su ira. ―Tengan cuidado, niñas. ―Todos la miraron con incredulidad. No podía ser normal, que Perséfone. La misma que había asesinado a tantas amantes de Hades, ahora deseara el bienestar de sus hijas.
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Thalía se interpuso en su camino con la Egida y la fiera retrocedió rugiendo. El león gruñó y dio un zarpazo al aire, pero continuó reculando como si el escudo fuera un fuego abrasador. — ¡Atrás! —gritó Thalía—. ¡Atrás! ―Cuando el gato se agachó y se preparó para saltarle encima a Thalía, ella se movió en el último segundo, todos salimos de su perímetro, y este le cayó encima a Luke, quien gritó.
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Luke palideció ante su muerte. Hermes comenzó a llorar, apenado por el destino de su hijo.
Los otros dioses, se encontraron con que casi todos los semidioses, tenían sonrisas de maldad absoluta y regocijo, ante esta situación y se preguntaron qué tan mal podrían haber estado las cosas, con Luke Castellan la última vez, como para alegrarse ante esto.
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― ¡NO! ―El general se fue contra el león, ahorcándolo igual que como lo hizo Hércules, hace ya casi tres mil años.
Corrí hacía Artemisa y extraje uno de los paquetes. ―Los compré la última vez que estuve aquí (...)
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―Ya lo sabemos ―se quejaron Hermes y Apolo, rodando los ojos. ―Lo leímos, hace no mucho.
―Ellos todavía no saben de esos recuerdos, ―les riñó Atenea ―cállense.
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(...) podremos ahogarlo, si se lo colamos en la boca. ―Le aseguré. Ella se me quedó mirando, antes de sonreírme.
Ataqué avanzando hacia el frente, lanzándole al león estocadas con el tridente, y ocasionales, con la guadaña. Deseando que abriera la boca, y esquivaba los ataques de garras del león.
Zoë le disparaba flechas, mientras que Hazel y Bianca, habían convocado unas cadenas negras (seguramente de Hierro Estigio) que ataron al león, manteniéndolo quieto. Bianca lo distraía con las dagas gemelas y Hazel con su espada Spatha.
Se veía muy enfadado y bastante mosqueado. Cuando rugió, le embutí en la garganta, tres o más paquetes del helado liofilizado, envuelta en el celofán. El león abrió los ojos de par en par y empezó a sufrir arcadas, como un gato atragantado con una bola de pelo.
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― ¡¿Era para eso?! ―preguntaron todos, sorprendidos.
Atenea y Ares, miraron a Penélope, sin poder creerse semejante plan para vencerlo.
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— ¡Hora del aperitivo! —chillé. Cometió el error de soltarme un rugido, así que le lancé otro bocado de fresa espacial a la garganta. Por suerte, aunque el béisbol no era precisamente mi debilidad, yo siempre había sido un lanzador bastante bueno. Antes de que el león dejara de sufrir arcadas, le colé otros dos sabores distintos de helado y una ración de espaguetis liofilizados. Los ojos se le salían de las órbitas. Abrió la boca del todo y se alzó sobre sus patas traseras, tratando de evitarme. — ¡Ahora! —grité, mientras retrocedía y desplegaba mi arco y le colocaba dos flechas, disparando yo primero. De inmediato, las flechas de Artemisa y Zoë cruzaron sus fauces: dos, cuatro, seis. La bestia se retorció enloquecida, dio una vuelta sobre sí misma, cayó hacia atrás y se quedó inmóvil.
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―Una grandiosa estrategia. ―Admitió Atenea, sonriéndole a Penny y con sus ojos brillando lujuriosamente. Ante esto, Artemisa frunció el ceño. Atenea podía ser su hermana, pero ella ya tenía que compartirla con su media hermana (Thalía), las hijas de su tío (Hades/Pluton), su lugarteniente y la hija de su primo (Ares) ―Jamás se me hubiera ocurrido a mí.
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Tomé la piel y se la puse encima a Artemisa, besándola en la mejilla. Me dije, que necesitaba asegurarme esta vez, de que Bianca sobreviviera.
Que nadie muriera, al atravesar la chatarrería de Hefesto.
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Ante las miradas de todos, Hefesto agarró el libro inconscientemente y gimió ante su futuro, por el nombramiento de su chatarrería, ya podía hacerse una idea de lo les que pasó. Pero al leer el título, no le pareció tan mal. ―40: Tomamos "prestado" un Lamborghini.
