Todo volvió a la normalidad, o al menos lo que nosotros asociábamos a eso. Hubo cosas que ocurrieron a nivel internacional que la verdad no tengo muchas ganas de detallar, pero todo pareció estabilizarse. O bueno, todo lo que podía estabilizarse teniendo en cuenta que una organización criminal acababa de asaltar nuestra aldea, ya saben, otro día normal en el mundo ninja.
Claramente tenía ganas de hablar con mi amado, pero como supondrán, al ser él líder de una aldea que casi pierde a su figura política más importante, tenía cosas más importantes que hacer que saber cómo estaba yo. Obviamente me sentí ninguneada, pero Yuki me insistió en que tuviera paciencia, que ya podría ir a hablarle cuando la situación lo quisiese. Cuando sería esa situación, yo no tenía la más mínima idea.
Sin embargo, tenía una cosa de la que preocuparme antes que encarar todos mis sentimientos en la presencia de mi amado. Y eso era confesarle a Mika el hecho de que se aparecía en mis trances con una frecuencia abrumadora, y nunca para algo bueno.
Tuve mucha suerte, porque me la encontré de casualidad en la calle, un día que me habían mandado a comprar algunas cosas para mi casa. No sabía si estaba en condiciones como para tener una conversación profunda conmigo, pero teniendo en cuenta que me había demostrado una amplia confianza y tranquilidad el otro día, tal vez no se molestara mucho si me atrevía a decirle un par de cosas. Según Yuki, mientras más tiempo le ocultara esta cuestión, peor. Así que decidí hacerle caso a mi mejor amigo, por lo general solía dar el clavo con estas cosas.
—¡Hola Mika! —dije yo, probablemente con más énfasis del que solía otorgarle a mi voz.
Ella se giró a verme, algo sorprendida de que me dirigiera a ella de esa manera.
—Hola Isu… —me respondió ella—. ¿Cómo estás?
—Bien, creo —mencioné yo—, aunque algo aburrida si te soy honesta. Ya me olvidé cuando fue la última vez que me llamaron para una misión.
—Es cierto… todavía no han vuelto las actividades de siempre. A mí me gustaría que me llamen también, estoy cansada de perder mi tiempo en esta aldea llena de inútiles.
No me esperaba otra crítica tan vehemente a nuestra aldea, pero tal vez Mika había quedado incluso más drenada que yo luego de despertar de mi horroroso trance. Me intrigó un poco saber si tenía más información del tema, pero quise terminar con lo que había venido a hacer, sin perderme demasiado en otras conversaciones.
—Pero bueno, somos Jonin, creo que nos daremos cuenta cuando empiecen a restablecerse las actividades normales. ¿Qué estabas haciendo? —me preguntó, y me resultó algo extraño verla tan interesada en lo que fuera que yo tuviera que hacer.
—Tengo que hacer mandados… pero tampoco son urgentes. ¿Tú que hacías? —le pregunté con amabilidad.
—Estaba por ir a ver a Kuro. Me topé con uno de sus hermanos y me dijo que le vendría bien una visita. La verdad no sé cómo mierda estará después de lo que pasó… pero si sigue solo lo único que va a hacer es caerse en un pozo sin fondo —dijo Mika francamente—. ¿Quieres venir, o estás muy ocupada? —me ofreció.
No esperaba que me hiciera ese tipo de ofrecimiento, pero no veía a Kuro desde la fatídica catástrofe de las semanas anteriores, y a pesar de que su situación no parecía bonita, era mi amigo y sentía que debía apoyarlo.
—Pues… supongo que sí. Aunque… —me paré a mí misma en seco al darme cuenta de que no estaba haciéndole llegar mi mensaje a Mika— me gustaría hablar contigo de algo antes. Es… algo que creo que debo contarte… sobre todo luego de estar en el hospital.
Pude ver en los ojos de mi compañera que ella estaba sorprendida y al mismo tiempo confundida ante el hecho de que le estuviera haciendo ese tipo de propuesta. No sabía si era porque ella no estaba acostumbrada a que le dijeran ese tipo de cosas, o si tal vez no se vio venir algo así de mí. De igual forma, tampoco pareció intimidarse por lo que acababa de decirle. Definitivamente intimidar a Mika Shinobu no podía ser algo que una persona como yo consiguiera.
—Bueno… no sé qué sea —me respondió con honestidad—, pero si sientes que tienes que decírmelo debe ser porque es importante. ¿Quieres ir al parque? Ahí te voy a poder escuchar mejor.
—Sí, creo que es mejor.
Nos dirigimos a aquel parque donde solíamos juntarnos con el resto de nuestros amigos. Era algo extraño, yo nunca me había imaginado que un día estaría a solas con Mika allí, pero evidentemente la vida estaba llena de casualidades. El parque no estaba vacío, había un par de niños jugando a la pelota y también unos pocos grupos de adultos. Pero definitivamente estaba más habitable que el lugar donde estábamos recién, y había menos posibilidad que algún chismoso escuchase lo que habláramos. No porque fuera un secreto de estado, pero no tenía ganas de sentirme abrumada por mi propio entorno. Menos cuando iba a hablar de cosas como esta.
Nos sentamos en un pequeño banco. Ella procedió a mirarme a la cara, con una importante seriedad, como entendiendo que no estábamos por tener una conversación casual. No sabía si su seriedad me estaba ayudando o me estaba intimidando, Mika podía generar esas confusiones en mi con muchísima facilidad. Sin embargo, no hubo más tiempo para maquinaciones, porque ella procedió a dirigirme la palabra.
—Bueno. ¿Qué es lo que quieres decirme? Imagino que no será una confesión de amor, si así fuera no tengo duda que el Kazekage se sentiría abandonado.
De nuevo, ver ese lado más burlón de Mika me resultaba algo extraño y apabullante. Y sobre todo me shockeaba que sacara con tanta facilidad los sentimientos que yo tenía hacia el líder de nuestra aldea. Obviamente, me ruboricé y me sentí incómoda, pero no dejé que eso me dejara sin habla.
—¡No!... No es eso… —musité intentando evitar contacto visual, y no tenía duda que debía estar viéndome como una imbécil—. Es… algo más desagradable. Creo… que tú sabes bien que cuando hago Genjutsus suelo entrar en trances algo… extraños.
—Sí, lo sé. No como que te hubiera visto desmayarte dos veces por culpa de eso —dijo sarcásticamente.
—No me estás ayudando —bufé yo.
—Oh… perdón —respondió ella, mirándome con algo de sorpresa y dándose cuenta de que la forma en la que se estaba dirigiendo a mí no estaba dando resultados. —Bueno, ¿Y qué pasa con ellos? Aparte de que te dejan con secuelas psicológicas que no me gustaría nunca enfrentar.
Estuve por decirle que ese comentario tampoco era muy útil para que me abriera, aunque definitivamente ella tenía razón. Pero decidí ir directo al grano, sin dar más vueltas.
—Bueno… tú te apareciste dos veces en ellos. Y no precisamente para cosas buenas. Una vez te fusionaste con el Shukaku e intentaste matarme. Y la otra… que fue lo de la vez pasada… bueno… me ofreciste que me comiera la mandíbula de Yuki, como si eso me hiciese dejar de sufrir.
Noté que mi descripción la había dejado bastante anonadada, y la verdad eso no me sorprendía para nada. Aunque yo imaginaba que estaba algo acostumbrada a situaciones violentas y sanguinarias, pero tal vez no se lo esperaba viniendo de mí, quien sabe. Finalmente, me miró, y pareció terminar de procesar lo que acababa de contarle.
—Mierda… —fue lo primero que sus cuerdas vocales pudieron soltar ante semejantes palabras—. ¿Tú estás bien?
—No sé, a veces creo que sí y a veces creo que no. Depende de cómo me venga sintiendo —confesé honestamente, en un pésimo intento de darle menos importancia a lo que acababa de decir.
—¿Tú me dijiste que Yuki siempre escucha todos los detalles de tus trances? —me preguntó ella.
—Sí.
—Dios ¿Cómo hace ese idiota para aparentar tanta tranquilidad?
—Creo que ya se ha acostumbrado —comenté.
Luego se hizo un corto silencio, pues Mika todavía parecía estar procesando aquella interpretación que hacía yo de ella.
—Bueno… primero quiero que sepas que yo nunca te mataría. Por más inestable y exagerada que seas… a menos que algún día me traiciones y te pongas en contra mía… aunque quiero creer que tienes bien claras tus lealtades, así que imagino que eso no va a pasar. Pero jamás intentaría algo así… eres mi amiga y creo que te tengo el aprecio suficiente como para no hacerte daño.
—Gracias… —dije, sintiéndome algo conmovida, aunque su forma de expresarme su cariño por mí no resultaba del todo convencional. Pero tampoco iba a forzarla a hablar igual que yo, en definitiva, esa no era la idea.
—Segundo. Creo que puedo entender por qué subconscientemente me ves así. Digo… no soy precisamente la persona más cálida y no es que el ambiente en el que crecí me ayude a apreciar mucho la vida de los seres humanos. Creo que he llegado a un punto de mi vida que ya he perdido la cuenta de a cuantas personas he matado —musitó, no precisamente muy orgullosa de eso.
—A él… —dije refiriéndome a Gaara—, le pasó algo parecido. Digo… sobre lo de matar gente.
—Teniendo en cuenta lo que nos dijiste de él, no me sorprende.
—Yo… creo que tú te apareces junto a él, porque esa forma que tienes de no dudar en matar… me recuerda a cuando el Shukaku lo poseía, y lo único que quería era asesinar gente.
—Tendría sentido —dijo fríamente—. Y bastante sano parece ahora, ese chico probablemente haya crecido en un ambiente todavía peor que el mío. Aunque ahora… le han quitado a su bestia.
—Sí, lo sé. No sé bien que pasará con eso —dije, dubitativa, sobre todo debido a la fuerte ambivalencia que siempre me había generado el mapache a la hora de representar a la identidad del chico que me gustaba.
—Yo tampoco sé. Bastante que sigue vivo después que se lo sacaran. No debería estarlo.
No me gustó escuchar esas palabras venir de Mika, pero tampoco le reproché lo que estaba diciendo, pues tenía razón.
—No me gusta que ustedes se me aparezcan. Preferiría que se apareciera alguien que no conozco a golpearme, es horrible ver a gente que quiero en su peor estado posible —confesé, un poco dolida ante ese hecho.
—Sí... no tengo duda que debe ser horrible. Tal vez deberías tener más cuidado en los momentos en los que estás usando tu genjutsu. Buscar… una forma de contrarrestar los trances. Tal vez no los puedas evitar, pero en lugar de someterte a todo lo que pasa, intenta luchar contra eso. Al final del día, es tu propia cabeza la que te atrapa. Y tú la conoces mejor que todos nosotros.
Mi amiga tenía mucha razón, y aprecié enormemente que me diera ese tipo de consejo.
—Nunca… lo había pensado.
—A veces hasta lo más básico se escapa de nuestras cabezas. Mi madre siempre dice que reconocer que tienes un problema es el primer paso para empezar a remediarlo. No me gusta darle la razón, pero ella entiende las emociones mucho mejor que yo, lamentablemente —bufó ella.
No me esperaba ese tipo de información de su vida familiar, pues no era algo que Mika dijera a la ligera. Podía ser una forma de mostrarme su confianza, pero la realidad era que no sabía. Lo que si sabía era que no me sentía intimidada por Mika, al menos había logrado progresar un poco respecto de ese hecho.
—Gracias por escuchar —fue lo único que pude decirle.
—De nada, para eso están los amigos supongo —musitó ella con seriedad—. No es que sea la mejor para mantenerlos, pero creo que hago lo posible porque no me odien… creo. Y hay otra cosa que quiero que sepas Isu.
—¿Qué cosa? —pregunté yo.
—Sí algún día vuelves a tener otra duda sobre mí, o algún problema con tus trances, puedes decírmelo. Incluso si son cosas horribles, prefiero que seas honesta conmigo antes de que me tengas miedo. Créeme, tú y los chicos son más importantes para mí de lo que parece… —musitó, intentando restarle importancia a la situación y mirando hacia el horizonte.
Probablemente aquellas palabras fueron lo más bonito que había escuchado en los últimos días, por lo que, extrañamente, no pude contener mis emociones y me fui directo a abrazar a mi amiga. Mi yo de hace unas semanas seguramente intentaría parar en seco al yo de aquel instante, reprochándole a mí misma por hacer semejante acción inconsciente. Sin embargo, no me importó.
—Gracias —dije, muy conmovida.
—¿Hace…falta esto? —preguntó ella, algo dura ante el hecho de que nuestros cuerpos estaban tan cerca, y también reacia a corresponderme el afecto.
—¿Acaso Hana nunca te abrazó?
—Un par de veces… pero tampoco dejo que lo haga mucho. No es precisamente lo que más me gusta.
—Pues no todo lo que pasé en tu vida te va a tener que gustar —le dije yo, devolviéndole algo de su dosis de sarcasmo.
—Claramente no —bufó con seriedad, pero correspondiendo levemente el abrazo.
Considerando su aprehensión al contacto físico (y también la mía) no tardé mucho tiempo en alejarme y en dejar a su cuerpo libre. Al poco tiempo, ella procedió a pararse, y me miró a la cara.
—Bueno ¿Vamos a la casa de Kuro, o no?
—Vamos —respondí yo, sonriéndole.
Procedimos a caminar hasta la casa de nuestro amigo. Creo que no recordaba haber entrado en ella nunca, y tampoco conocía a su familia. De por si mi vínculo individual con Kuro no era muy profundo, pero creía tener la cercanía suficiente por el como para acompañarlo en el luto. Aunque eso no era algo que yo supiera hacer muy bien, la verdad sea dicha, por muy frecuente que fuera la muerte en mi rubro laboral.
Mika tocó la puerta de la casa de nuestro amigo. Nos atendió un señor que parecía la versión adulta de Kuro, era un hombre con pelo bastante corto pero ondulado, gesto fruncido y facciones algo cuadradas. Su piel era tan clara que parecía como si le faltaran nutrientes, a pesar de que no se veía escuálido. Vestía una camisa negra y pantalones azules, y sus ojos tenían unas ojeras con un tono fuertemente violáceo.
—Buenos días señor Saki —lo saludó Mika, quien parecía menos sorprendida que yo ante la apariencia medio moribunda del hombre. — Venimos a visitar a Kuro, mi amiga Hana le dijo que yo vendría.
—Ah, cierto. Buen día Mika —musitó, intentando demostrar interés porque fuéramos a visitar a su hijo, pero fallando estrepitosamente — ¿Y tú eres? —dijo refiriéndose a mí.
—Isu Dare —me presenté yo—. Soy amiga de Kuro, mi equipo ha trabajado mucho con él.
—¿Estas en el equipo del niño ese con pelo blanco? —me preguntó el hombre.
—Sí… —susurré, sin entender muy bien a que venía esa pregunta, sabiendo que se refería a Yuki.
—¿Está por aquí?
—No —respondí, no muy conforme en mis afirmaciones monosílabas.
—Pues dile que no se haga el cobarde. Ya lo he visto intentar acercarse aquí y el momento que alguien lo registra huye despavorido cual liebre.
No esperaba que el padre de Kuro revelara aquella información de mi mejor amigo, la cual él no me habia hecho saber. Pero ya quedaría reprocharle eso para más tarde, ahora tenía que centrarme en mi amigo sensible.
—¿Podemos pasar, Señor Saki? —se atrevió a interrumpir Mika.
—Sabes que puedes decirme Fukai, no hace falta que seas tan formal conmigo Mika —habló, de repente con un tono más amable —. Y sí, pueden pasar. Le vendría bien verles, aunque dudo que una visita lo convenza de dejar de llorar —se quejó, y su tono demostraba estar bastante harto de la situación que estaba describiendo, y nos hizo pasar—. Si necesitan algo no duden en pedírmelo, Kuro está en su habitación.
Mika empezó a guiarme hacia la habitación de nuestro amigo, y juré escuchar un susurro proveniente del señor Fukai, algo que aludía a las lloraderas y al hecho de ser mujer. Decidí dejar esa cuestión afuera de mi cabeza, y centrarme en lo que había venido a hacer. Mika avanzó por la casa, una no muy distinta a la mía, pero decorada de forma más lúgubre y apagada. Noté un pequeño altar en la esquina de lo que parecía ser el comedor familiar, con varias velas encendidas, y la foto de otro chico de pelo visiblemente oscuro. Llegué a divisar que el chico estaba sonriendo, algo que me parecía imposible de relacionar con la persona de Kuro. Me apenaba no haberle visto nunca en mi vida, y que ya no estuviera ahí.
Mika tocó la puerta de la habitación que yo asumí era la de Kuro. No se escuchó nada durante unos segundos, por lo cual Mika volvió a golpear la puerta y decidió hacerse presente con su voz.
—Kuro soy yo, Mika. He venido con Isu. ¿Podemos pasar?
No tuvimos una respuesta inmediata, y cuando la escuchamos, parecía una voz que no tenía ningún ápice de vida en su tono.
—Pasen —bufó.
Le hicimos caso a sus palabras. Entramos en una habitación que no era muy pequeña, pero se veía bastante hacinada, a pesar de que sus ventanas estuvieran abiertas. Había una cama muy deshecha, donde hasta el cubrecama estaba hecho una bola, y un montón de sabanas desparramadas. Juré que el colchón tenía manchas de colores que no debían estar ahí, pero no indagué en eso. Al lado de esa cama había una biblioteca bastante sobrecargada de libros y lo que parecían ser revistas, muchas las cuales estaban desparramadas en el piso. El piso también estaba lleno de pañuelos, que supuse que se debían a su llanto.
Nuestro amigo se encontraba sentado encima de una mesa, la cual parecía funcionar como escritorio. Estaba con la mirada perdida, mirando por la ventana que estaba a su izquierda, tenía ojeras mucho más grandes que las de su padre, y el pelo muy despeinado. La vestimenta tampoco lo favorecía, tenía un pantalón gris sumamente andrajoso y una remera blanca que le quedaba un poco ajustada. Me dio algo de cosa verlo en esa situación, hasta sentía que estaba viendo algo que no debía ver. El no estaba llorando, sin embargo, cosa que me tranquilizó un poco.
Procedimos a pasar, mientras sentía que estaba entrando en áreas restringidas. Mika, sin embargo, no parecía tan descolocada como yo ante ese panorama.
—Hola Kuro —fue lo primero que pudo decirle mi amiga— ¿Cómo estás?
—No quieres saberlo —le respondió el chico, con voz muy ronca.
—Sí quiero, para eso vine —afirmó ella, poniéndose algo firme.
—Estoy mal pedazo de estúpida —se quejó el— ¿Acaso no es obvio?
—Ey… no hace falta que te pongas así — le reprochó Mika.
—No es como si hubiera otra forma en la que ponerme. Si me pongo feliz, es obvio que la muerte va a estar esperándome para que me pase lo mismo que le pasó a Hairo.
Supuse que ese tal Hairo debía ser su hermano muerto. Noté en los ojos de Mika que esta situación la estaba exasperando, pero al mismo tiempo intentaba lo posible por no arremeter contra Kuro. Estaba claro que sabía que eso era una pésima idea.
—Hola Kuro —decidí intervenir yo, dándome cuenta que iba a necesitar mi ayuda.
—Hola Isu —dijo mirándome a la cara, con una expresión un poco menos angustiada— No esperaba verte aquí. ¿Podrías cerrar la puerta por favor?
Obedecí, aunque esperaba que esto no estuviera indicando que Kuro pensaba hacer algo perturbador con nosotras. Me mantuve alerta mientras tocaba la madera, por las dudas.
No supe bien que decirle tras eso. Quería preguntarle cómo estaba, pero tampoco quería que me respondiera de la misma forma que le había respondido a Mika. Sentía que claramente mi amiga no había venido aquí solo para sentir lastima, o bueno, en general ella no era una persona que sintiera lástima ni hasta por el mas desamparado. Y menos con Kuro, alguien a quien ella conocía muy bien. Noté que estaba por decirle algo, pero Kuro pareció anticiparse a eso.
—¿Cómo estás Isu? Escuché que te internaron.
—Sí, salí hace menos de dos semanas.
—¿Estás bien?
—Sí, creo que lo estoy. Creo que me sentiría mejor si me llamaran a hacer algo, porque estoy harta de esta inactividad —confesé con honestidad, esperando que mis palabras hicieran algún efecto en el evidente sedentarismo del chico—. Pero bueno, supongo que queda esperar.
—A mí la inactividad me cura —confesó el.
—No es cierto, te hace daño —dijo Mika.
—¡Eso no lo sabes! —le espetó a su compañera— ¡Si no me muero seguramente el momento que salga cualquier otra cosa va a hacerme daño! ¿No te das cuenta que es mejor que esté aquí?
—Si sigues aquí durante el resto de tu vida solo vas a sufrir y a pensar que no vale la pena hacer nada —bufó Mika, con bastante poca paciencia para cualquier cosa que Kuro tuviera que decirle.
—¡Como si tú disfrutaras de tu vida de mierda, llena de sangre y muerte! ¡Nunca sonríes y lo único que haces es quejarte de la maldad sin cambiarla! —le gritó, ahora sí bastante enojado.
En el momento que soltó esas palabras, supe que no le esperaba una buena. Temí por su salud, pero claramente yo no tenía los reflejos suficientes como para prevenir cualquier cosa que le ocurriera a Kuro.
Inmediatamente, Mika se acercó a Kuro. Noté como le agarraba la mandíbula y por un segundo tuve un extraño flashback que me generó un instinto extraño, pero mi cuerpo no parecía querer moverse para frenar el desastre. Solo me quedó escuchar y esperar que ninguna catástrofe ocurriera.
—No me salgas con esa carta de mierda —le espetó la chica, y yo hasta juré que estaba por escupirle en los ojos—. Entiendo que estés triste y que pienses que todo es horrible pero no pienso tenerte pena si sigues llorando como un inútil. No voy a alimentar tus angustias de mierda, no voy a justificar que te quedes acá como un parásito. Y si me volvés a decir algo te voy a pegar.
—¿No me vas a romper la puta cara? —se atrevió a decir Kuro entre las manos de la chica— Siempre te gustó amenazarme… —el chico iba a seguir hablando, pero Mika le apretó más la mandíbula— ¡AAAH! ¡BUENO, DÈJAME!
Mika le hizo caso y lo soltó.
—Nunca cambias —dijo el chico y procedió a sonreírle.
Mika no respondió, ni siquiera se dignó a mirar al chico a la cara. Si ya parecía drenada antes, ahora parecía al borde del colapso. Decidí dejarla estar, y yo procedí a encarar al chico.
—No sé bien porque me hace gritar —me sonrió, de manera muy falsa—. Va a hacer que aparezca mi padre y se enoje conmigo por llorón. Y él no sabe que eso no es lo único por lo que quiere que sea una mujer.
—¿Eh? —pregunté, confirmando mis sospechas de lo que había escuchado murmurar al señor Fukai— ¿Por qué dices eso?
—No le gusta reconocer que no soy como quería que fuera. Es irónico, los padres siempre se han enojado por tener hijas en lugar de hijos. Pero tengo tanta mala suerte que a mí me pasa lo contrario. Estoy seguro que a Hairo nunca le pasó eso, porque así y muerto tuvo una mejor vida que la mía —soltó, procediendo a mirar hacia afuera.
La única conclusión a la que llegué era que definitivamente ese luto confinado estaba generándole problemas a Kuro. No era que me molestara verlo verbalizar sus conflictos, pero estaba siendo bastante más pesimista de lo que solía ser y estaba manejando muchísimas frustraciones. El gran problema era que yo no lo conocía muy bien, por lo que no sabía cuál era la mejor forma de tratarlo.
—Tu padre me dijo que Yuki anduvo por aquí —fue lo único que se me ocurrió para decirle—. Creo que quiere venir a verte.
—¿En serio? —preguntó el, sorprendido por una vez en el día.
—Parece que sí. No he hablado de ti con él. Pero tu padre dijo que andaba por aquí y no se atrevía a entrar.
—Es que… lo mandé a la mierda —confesó de repente.
—¿Por? —exclamé, sin entender a que venía eso.
—Me vino a visitar apenas se enteró de la noticia. Pero me agarró llorando y pensé que iba a molestarme, y le dije que sacara su estúpida cara de mongólico de mi vista.
Sabía que Kuro a veces podía exasperarse, pero no me lo imaginaba siendo tan cruel con Yuki. Usualmente era Yuki quien era cruel con las personas que le rodeaban, pero solo cuando la situación era amena y no hería sensibilidades reales. Me interesó saber cómo había reaccionado Yuki ante semejante agresividad viniendo de Kuro. Pero sabía que era más prudente preguntarle eso directamente a mi amigo.
De repente, una extraña idea iluminó mi cabeza.
—¿Quieres verle?
—No estaría mal… si promete no insultarme —dijo con inocencia.
—Puedo convencerlo de que venga. Con una condición.
El hecho de que mencionara una condición pareció llamar un poco la atención de Mika.
—¿Cuál? —siguió diciendo el chico.
—Sí me prometes que en menos de dos semanas vas a volver a hacer misiones con las chicas. Y cuando venga mínimo ponte algo de ropa presentable, no vas a querer que te vea así.
—¡Ey! ¡Yo me visto como quiero! —reprochó— ¡Y no me puedes forzar a dejar de estar triste y volver a la normalidad! ¡Así no funciona mi cabeza!
—La mía tampoco funciona así. Y no digo que dejes de pensar en lo que le pasó a tu hermano, solo no te quedes con esa cosa y sigue viviendo —mencioné con honestidad—. Es lo que él hubiera querido.
Temí estar siendo un poco barata con esa frase, pero al parecer eso lo hizo pensar un poco sobre él.
—Hairo y yo… teníamos una relación rara. Me molestaba mucho… pero no lo hacía de malo. Pasa que yo me ofendo por todo y por eso no lo trataba bien... —musitó con angustia, de nuevo mirando hacia afuera— pero él no quería verme sufrir. Era yo el que lo hacía sufrir más en realidad —sollozó Kuro.
Noté como se absorbía en sus lágrimas, pero sin hacer el típico berrinche que hacía cuando le tocaban el ego. Era como un llanto frágil, honesto y hasta un poco dulce en su tristeza. Nunca había conocido a Hairo, pero esperaba que donde quiera que estuviese su alma esta pudiera percibir la bondad de su hermano menor, por mucho que el intentara ocultarla.
Me acerqué a Kuro y le puse la mano en su hombro. Sorprendentemente apenas hice eso me abrazó, y enterró su cabeza en mi hombro, para seguir llorando. Me descoloqué un poco ante ese gesto de afecto tan honesto de su parte, pero lo dejé estar. Efectivamente Kuro lo necesitaba.
Mika me miró de reojo desde donde estaba. No tenía expresión alguna, probablemente con todo lo que había pasado hoy hasta se encontraba convencida que yo era una experta abrazadora o algo por el estilo. Para nada más alejado de la realidad, pero bueno, no iba a rechazar a una persona que se estaba abriendo así conmigo.
Kuro se separó de mí, y procedió a sonreírme.
—Eres muy buena Isu. Si el estúpido de nuestro líder no te va a buscar para levantarte en brazos, no sé qué hace con su tiempo.
—No hacía falta que lo menciones —dije, sintiéndome algo ruborizada.
—Perdón —mencionó el, algo cohibido—. Y gracias… creo… que haré caso a lo que dices. No vale la pena que me quede aquí mucho más tiempo. A veces hasta me aburro, es muy monótono estar tanto tiempo encerrado.
Le sonreí un poco, como muestra de agradecimiento. Al segundo Mika se acercó a su compañero, y procedió a encararlo directamente.
—Perdón si fui cruel. Es que tampoco quiero que te ahogues en un vaso de agua. Ya lo hiciste muchas veces… no me gustaría que vuelvas a hacerlo.
—Tranquila Mika —le sonrió él—. Estoy muy acostumbrado a tu crueldad. Si dejaras de ser así hasta me asustaría más de lo que me asustas siempre.
Mika sorprendentemente sonrió un poco. Un cuadro que pensaba que nunca vería, pero evidentemente también había bondad en un alma como la de ella.
Kuro le dio un corto abrazo a su compañera. Ella correspondió a pesar de que este no duró ni cinco segundos. Probablemente fuera más que suficiente para su amistad. Me alegró bastante el panorama ver esos gestos tan honestos de parte de los dos. Me hacía sentir que me rodeaba de gente humana.
No quise cortar el momentum, pero recordé que el propósito por el cual había salido no era para andar con mis amigos, sino para comprar cosas para mi casa. Por lo tanto, tuve que despedirme.
—Bueno chicos. Tengo cosas que hacer. Los veo. Ya hablaré con Yuki para que venga aquí —le dije a Kuro— Adios.
—Adios —me respondieron los dos al unísono.
Yo me fui de la casa, con una extraña tranquilidad que me acompañó tanto que, durante las horas siguientes, nunca pensé en aquella ínfima posibilidad de desamor que tanto me atormentaba por las noches.
