Capítulo 13
Dos días después de la boda de Jane, Violet y William regresaron a Londres. Lamentablemente para los enamorados, William tenía muchas cosas pendientes después de haber pasado casi diez días en Hertfordshire. Aunque él se había mantenido en contacto con sus empleados por correspondencia, había muchas cosas que sólo podía hacer en persona. Además, resolver los asuntos del señor Bingley le había tomado parte de su tiempo y sabía que estando cerca de Elizabeth su motivación para trabajar sería mucho menor.
Violet invitó a la señora Bennet y a todas sus hijas a Londres por una semana para que ayudaran a Elizabeth a comprar su ajuar y las cosas necesarias para el matrimonio. Pero en realidad lo que hizo fue distraerlas para que Elizabeth pudiera comprar las cosas a su gusto acompañada de tía Gardiner mientras ella paseaba con la señora Bennet y sus tres hijas menores. Incluso, ella le compró vestidos nuevos a todas porque les dijo que deseaba que todo fuera perfecto en la boda de su hijo.
La señora Bennet comprendió que Violet y el señor Dalton tenían mucho más dinero del que aparentaban. Además, se enteró que su futuro yerno heredó de su padre una próspera compañía importadora de telas en Manchester y que estaba iniciando una nueva en Londres. Con sus dos hijas mayores casadas con hombres ricos ella ya no tenía que preocuparse por su futuro y si su marido fallecía sus hijas la ayudarían.
Violet viajó con Elizabeth y su familia a Longbourn una semana antes de la boda y ayudó a la señora Bennet a decorar la iglesia y preparar los menús para el desayuno de boda. Finalmente, William llegó a Hertfordshire seis días antes de la boda y se alojó en Netherfield. A él le hubiera gustado haberse quedado en la posada de Meryton, pero le había prometido al señor Bingley que supervisaría los trabajos del establo. Además, Caroline y Louisa estaban en Londres por lo que no tendría que soportar sus continuos ataques y menosprecios. Aunque él sólo dormía allí porque pasaba gran parte del día con su prometida y su familia.
A él aún le costaba relacionarse con la señora Bennet y Lydia porque no les interesaba hablar de nada que a él le pareciera interesante. Por el contrario, con el señor Bennet podía jugar ajedrez, hablar de política, de libros que habían leído en común y de sus experiencias en Oxford porque ambos habían estudiado allí. Pese a que le parecía un hombre agradable, no lograba entender aquella pasividad con la que enfrentaba la vida en general, pero, sobre todo, la forma en que había descuidado la educación de sus hijas menores.
Violet le había dicho a su hijo que deseaba ayudar a esas pobres niñas, y aunque él no estaba de acuerdo porque quería que su madre descansara, sabía que no podría hacer nada para convencerla. Ella era una mujer buena y una excelente cristiana siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitaba. Algo muy similar había hecho adoptándolo y transformándolo en el hombre que él era hoy.
Dos días antes de la boda de Elizabeth y William, Charles y Jane regresaron a Netherfield. Ellos habían estado cuatro semanas de luna de miel y se sentían más enamorados que nunca. Ellos habían estado viajando por la costa y disfrutando de los encantos que ofrece la vida al lado del mar.
"¿Cómo te sientes al estar de regreso en casa, mi querido ángel?" preguntó el señor Bingley a su esposa y después le besó los labios tiernamente.
"Mi amor, estando contigo yo siempre estoy feliz. Gracias por haberme invitado a ese viaje tan hermoso," replicó Jane sonriendo.
"Si no fuera porque tu hermana se casa en dos días, podríamos habernos quedado cuánto tiempo hubieras querido," replicó el señor Bingley alegremente.
"Lo sé, pero no podía perderme la boda de mi hermana," dijo Jane con resignación.
Después de refrescarse del viaje, Jane fue a hablar con el ama de llaves para enterarse de las cosas de la casa. La señora Morris aprovechó la ocasión para entregarle cuatro cartas que habían llegado, dos para ellas y dos para el señor Bingley. Como era de esperarse, las cartas eran de Louisa y Caroline intentando convencerlos de que fueran a Londres a pasar la temporada.
El señor Bingley fue a revisar los arreglos del establo y se sorprendió mucho al ver como estaba casi todo listo. Además, aprovechó de conversar con el señor Kane, el nuevo administrador de Netherfield y quedó gratamente sorprendido al ver lo eficiente que era. En tres semanas había logrado poner los libros al día, cobrar a los inquilinos morosos y supervisar los sembradíos para la próxima cosecha.
Cuando regresó a la casa, Jane le entregó las cartas de sus hermanas y después de que ambos las leyeron, quedaron muy pensativos. Caroline y Louisa habían usado todos los argumentos que sabían harían dudar a su hermano. Mientras que a Jane le dijeron que la extrañaban mucho y le recordaron en más de una ocasión que ella ahora era una Bingley y que una buena esposa siempre apoyaba a su marido en todo.
"Querido, ¿en qué piensas?" preguntó Jane al ver a su esposo tan distante. En media hora más cenarían y sólo estaban esperando que William llegara para sentarse a la mesa.
"En lo que Louisa y Caroline me contaron en sus cartas. Al parecer, esta temporada está más entretenida que nunca y el señor Darcy nos invitó a su palco al estreno de una nueva obra y a la ópera. Además, el señor Parker, uno de los buenos amigos del señor Darcy, nos invitó al baile que está organizando en honor de su hija que se acaba de comprometer con el barón Rockwell." El señor Bingley le contó con lujo de detalle a Jane todas las cosas entretenidas que sus hermanas habían planeado.
"¿Y qué quieres hacer tú, querido? Quiero que sepas que yo te apoyo en todo," dijo Jane en tono sereno.
"Me encantaría que fuéramos a la ciudad para poder presentarte a todo el mundo y divertirnos como nos merecemos. Además, el señor Kane es un excelente administrador y tiene todo en orden. Yo podría pedirle que me mantuviera informado de todo, no creo que sea necesario que esté aquí. Mi amor, creo que debemos ir porque aquí no hay tantas actividades entretenidas. Además, Londres es insoportable en verano por lo que podríamos pasarlo aquí. ¿Qué te parece?"
"Si tu quieres ir, yo te apoyo querido," dijo Jane contenta.
William llegó y pasaron todos al comedor a cenar. El señor Bingley aprovechó la oportunidad para agradecerle por su ayuda. "Dalton, estoy muy feliz con el nuevo administrador y la reparación del establo está casi terminada. No hubiera conseguido nada de esto si no fuera por ti y por eso quiero darte las gracias y decirte que estoy muy contento de que en unas pocas horas más seremos hermanos."
"Fue un gusto ayudarte, como bien dices, muy pronto seremos familia y para eso está la familia, para ayudarse y apoyarse mutuamente," replicó William sinceramente.
"Pero además mi ángel y yo tenemos muy buenas noticias. Después de tu boda con Lizzy nos iremos a pasar la temporada a Londres," explicó el señor Bingley sonriendo.
William se quedó callado por varios segundos y Jane vio claramente que él no estaba de acuerdo con la decisión de su esposo.
"Te quedaste mudo, Dalton, y creo que es porque no estás de acuerdo con mi decisión," dijo el señor Bingley despreocupadamente.
"Bingley, no es que esté en desacuerdo es sólo que creo que tal vez no es el mejor momento." Al ver la cara de curiosidad del señor Bingley, William decidió explicarle su razonamiento. "Estás recién aprendiendo el manejo de una hacienda y creo que es esencial para ello que estés aquí trabajando con el administrador y los inquilinos para que te conozcan y tú los conozcas a ellos."
"Pienso pasar todo el verano aquí así que tendré tiempo suficiente para interiorizarme del funcionamiento de este lugar. Además, el señor Kane es muy eficiente y él me mantendrá informado de todo."
"Mi marido va a hacer esto por mí, señor Dalton. Él tiene pensado presentarme en sociedad y darme la oportunidad de conocer a sus amigos y disfrutar de las diversiones de la ciudad," dijo Jane en tono firme. Tal como le había dicho Caroline, el futuro esposo de Elizabeth era un hombre controlador que deseaba manejar a Charles a su antojo.
"Entiendo," replicó William entendiendo que no haría entrar en razón a los Bingley.
El resto de la cena, el señor Bingley habló animadamente de todo lo que pensaba hacer en Londres e incluso le dijo a William que estaba pensando en organizar un baile en honor de Jane y Elizabeth.
Una vez concluida la cena, William se excusó y se retiró a su cuarto porque tenía mucho trabajo acumulado. Los últimos días las reparaciones del establo le habían consumido gran parte de su tiempo libre y necesitaba contestar algunas cartas de su procurador.
Por su parte, Jane y el señor Bingley se quedaron conversando hasta tarde de todas las cosas maravillosas que harían en Londres juntos y de lo mucho que se iban a divertir.
P&P
William sólo se tranquilizó en el momento en que escuchó al párroco proclamarlos a él y a Elizabeth marido y mujer. La noche anterior había tenido toda clase de sueños horribles en los cuales Elizabeth se arrepentía a última hora de casarse con alguien tan inferior a ella socialmente. Pero además, él había notado que la señora Bingley no lo miraba con buenos ojos y sabiendo lo cercana que era a su futura esposa, él tenía miedo que ella pudiera hacerla cambiar de opinión.
Pero su alegría no podía ser más grande cuando salió de la iglesia con Elizabeth Dalton tomada de su brazo.
El desayuno de boda fue mucho más reservado que el de Jane. Sólo unos pocos amigos y los parientes más cercanos asistieron. Pero sin la presencia de personas desagradables como las hermanas del señor Bingley y el señor Wickham, hizo que todos la pasaran mucho mejor.
"Mi amado William, sé que tu padre te está mirando desde el cielo y está tan contento como yo al saber que eres tan feliz. Te mereces esto y mucho más," dijo Violet mientras abrazaba a su hijo llorando.
"Lo sé, madre. Yo siempre llevo a mi padre presente en mi corazón y en todo lo que hago, él siempre está a mi lado guiándome. Pero por favor no llores, en una semana más nos tendrás contigo en Londres," dijo William y abrazó a la mujer a la que tanto le debía.
Por su parte Elizabeth también se despedía de toda su familia. Kitty y Lydia estaban felices con el matrimonio de su hermana, no porque les gustara mucho William sino por Violet. Ellas la veían como a la abuela que nunca habían tenido. Ella no sólo era generosa, sino también divertida y muy cariñosa. Mary también apreciaba mucho a la suegra de Elizabeth, pero porque la tomaba en cuenta y siempre la escuchaba. Todas ellas se despidieron alegremente y le desearon felicidad a su hermana.
Por su parte, la señora Bennet no paró de llorar por varios minutos, mientras el señor Bennet intentaba cubrir con su humor sarcástico lo triste que estaba por la partida de su hija.
"Lizzy, espero que tengas una muy linda luna de miel, aunque sea solo por una semana. Además, espero que puedas ser tan feliz con tu esposo como yo lo soy con el mío," dijo Jane y abrazó cálidamente a su hermana.
"Gracias, Jane por tus buenos deseos. Supe que estarás en Londres así que podremos vernos seguido en mi casa, la tuya o la de tía Gardiner," replicó Elizabeth sinceramente.
"Claro que sí, espero podamos vernos y hablar un poco más de nuestras nuevas vidas. Adiós, Lizzy," dijo Jane y le besó la mejilla a su hermana.
"Adiós, Jane," replicó Elizabeth muy triste. Ella sintió en su corazón que ese adiós de Jane, de alguna forma, había sido el adiós a la relación cercana que siempre tuvieron.
"¿Está lista, señora Dalton?" preguntó William a su esposa.
"Sí, estoy lista, mi amor," dijo Elizabeth.
Los recién casados subieron a su carruaje dejando atrás la vida que Elizabeth había conocido hasta ese entonces.
P&P
Richard sabía que debía tocar el tema de Wickham con sumo cuidado porque su tío siempre lo defendía, incluso por esa razón muchas veces se peleó con su familia y amigos. En el camino de regreso de la boda del señor Bingley, Georgiana le había contado cómo el señor Wickham desde que cumplió dieciséis años había cambiado por completo su actitud hacia ella, incluso tomándose libertades como besarle las manos o acariciarle el rostro que a ella la hacía sentir muy incómoda.
Él tenía pensado hablar directamente con el señor Darcy, pero él había recaído nuevamente de la gripe y estuvo casi dos semanas en cama. Richard decidió mudarse temporalmente a la casa Darcy para poder cuidar a su tío y proteger a Georgiana. Pero había recibido órdenes de que la semana siguiente debía viajar a Brighton y permanecer allí por lo menos por seis semanas.
Él ya había conversado con la señora Annesley sobre el particular, y no tuvo que darle explicaciones porque ella también estaba preocupada por la forma en cómo ese hombre importunaba a la señorita Darcy. Aunque su tío aún estaba convaleciente, él no podía posponer más esa conversación.
Cuando entró a la pieza y vio a su tío tan demacrado sentado en su silla favorita junto a la chimenea le dio mucha pena. Él era uno de los mejores hombres que había conocido y sin embargo la vida lo había tratado muy injustamente. Por eso le daba más rabia aún que el desgraciado de Wickham se aprovechara del cariño y respeto que él había sentido por sus padres.
"Pasa, Richard, no te quedes allí mirándome. Pese a lo débil que me veo puedo asegurarte que me siento mucho mejor. Supe que pronto nos dejarás, pero antes que me digas lo que sea que viniste a decirme, permíteme darte las gracias por pasar todos estos días con nosotros y hacerle compañía a este viejo enfermo."
"No tienes nada que agradecer, tío. Sabes muy bien lo mucho que te quiero a ti y a Georgiana."
"Te equivocas, Richard. Tengo mucho que agradecer porque un muchacho de tu edad debería estar divirtiéndose y no haciéndole compañía a un viejo decrépito.'
"Basta de tonterías, tío. Sabes muy bien que no me gusta oírte hablar así."
"Está bien, querido, no diré nada más. Pero creo que viniste a hablar de algo importante conmigo porque cuando entraste a la habitación estabas muy serio."
"Así es, tío." Antes de hablar de Wickham, Richard le explicó a su tío que Georgiana ya no era una niña y que debía prepararse para ser presentada en sociedad en dos años más. Además, le explicó que su prima era muy inocente y que por esa razón estaba expuesta a hombres que podrían querer aprovecharse de ella para tener acceso a su dote y a su fortuna.
"Sabes muy bien que, porque tengo todo esto bien claro, es que quiero que te retires del ejército. Pero bueno, aún quedan dos años más para eso. Por ahora mi niña sólo se relaciona con familia y amigos cercanos de la familia con los que no corre ningún peligro."
"Precisamente, porque no podemos confiar en esos amigos cercanos es que quiero pedirte que mantengas a Wickham lo más alejado de Georgiana posible," dijo Richard enfático.
"Richard, ¿qué estás diciendo? George es como un hermano para Georgiana y estoy seguro que él y tú son los únicos que pueden protegerla desinteresadamente."
"Te equivocas, tío. George Wickham es un canalla que ha usado tu confianza para importunar a Georgiana…"
"Basta, ni una palabra más, Richard. Estoy seguro que debe haber un mal entendido."
"¿Otro mal entendido? ¿Cómo cuando desapareció todo el dinero de la caja chica de la señora Reynolds, o cuando alguien vendió dos libros de colección de la biblioteca de Pemberley, o cuando el señor Miller te dijo que ese canalla embarazó a su hija para luego abandonarla? Y el maldito no tuvo ni la decencia de mandar una corona de flores cuando ella y la criatura murieron en el parto."
"Richard, la madre de George dio su vida intentando salvar a mi hijo, ¿cómo no puedes entender que tengo una deuda moral de por vida con él?"
"Lo entiendo, tío. Yo lo único que te estoy pidiendo es que lo mantengas lejos de Georgiana, nada más. Si quieres seguir pagando sus deudas de juego o tolerando sus vicios, te juro que no diré nada."
"Déjame hablar con George antes de decidir cualquier cosa," dijo el señor Darcy y comenzó a toser. Richard le dio un vaso de agua y lo acompañó hasta que se sintió mejor.
Al día siguiente, el señor Darcy llamó a Wickham para conversar con él. "Pasa George, necesito hablar de algo muy serio contigo."
"Por supuesto, padrino. Sabes que estoy para ayudarte en todo lo que pueda," dijo George un poco intrigado.
"George, quiero que te mantengas alejado de Georgiana, al menos por un tiempo."
"Haré lo que me pides, padrino. Pero por favor, creo que lo menos que puedes hacer es explicarme por qué me estás pidiendo algo como esto."
El señor Darcy se puso de pie y le dijo a Wickham todo lo que Richard le había contado. El señor Wickham mantuvo todo el tiempo rostro de preocupación e inocencia, aunque por dentro maldecía a Richard.
"¿Y qué dice Georgie, padrino?"
"A ella la mantendremos fuera de todo esto, ¿está claro?"
"Por supuesto. Lo único que puedo decir en mi defensa es que quiero a Georgiana como a una hermana y siento mucho que Fitzwilliam y su amigo el comerciante ese, sean tan mal pensados para mal interpretar mi afecto hacia tu hija, querido padrino. Pero haré lo que me pides para demostrarte que no tengo nada que ocultar y de ahora en adelante, sólo veré a Georgiana cuando tú o alguien más de la familia esté presente."
"Gracias, ahijado. Después de escucharte hablar me quedo mucho más tranquilo," dijo el señor Darcy.
Después de hablar por cinco minutos más, Wickham salió enfurecido del estudio de su padrino, y no le extrañó para nada ver que Richard estaba fuera del estudio. "Me imagino que debes estar muy contento, Fitzwilliam."
"Si mi tío te puso en tu lugar, no te voy a negar que estoy inmensamente feliz."
"Digamos que has ganado esta batalla, pero no la guerra. Algún día yo seré el dueño de todo esto y tú no serás más que un pobre y miserable soldado."
"Desaparece de mi vista si no quieres que te deje peor de lo que te dejó Dalton," replicó Richard con voz amenazante.
El señor Wickham prefirió no tentar a la suerte y salió de casa Darcy rápidamente. Pero él no se estaba dando por vencido. Él sabía que podía enamorar a la tonta de Georgiana, sólo necesitaba tener acceso a ella. Pero si él no conseguía lo que quería por las buenas, estaba dispuesto a hacerlo por las malas.
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Elizabeth estaba sentada sobre las piernas de su marido y acurrucada entre sus brazos mientras él le besaba la frente, la mejilla y los labios. Ellos estaban en un pequeño sillón cerca de la chimenea y con vista al mar a través de una amplia ventana. La noche anterior hubo tormenta y el mar todavía estaba un poco picado. Ellos acababan de desayunar y William llevaba su camisa de dormir y bata, y Elizabeth llevaba sólo su camisola de dormir. El día estaba frío, pero ellos estaban junto a la chimenea y abrazados por lo que no sentían frío.
William había arrendado una pequeña cabaña ubicado en lo alto de una pequeña colina desde donde se veía la playa y el mar. Además, él había contratado unos sirvientes para que se encargaran de todo pero que pudieran ser discretos y no interrumpieran los momentos en los que ellos quisieran estar solos.
"¿En qué piensas, mi amor?" preguntó William a su bella esposa.
"En lo lindo y relajante que es mirar al mar, aunque sea durante una tormenta," contestó Elizabeth. Luego se acomodó para poder mirar a su esposo a los ojos, le besó la mejilla y le dijo. "Gracias amor mío por planear esta luna de miel tan hermosa."
"No tienes nada que agradecer, querida. Sé lo mucho que amas la vida al aire libre y que creciste rodeada de árboles y campos por eso quise mostrarte esta otra cara de la belleza de la naturaleza. Sólo siento no poder haber podido planear una luna de miel más extensa. Pero pienso recompensarte y darte una bonita sorpresa para este verano."
"¿Una sorpresa? ¿Qué sorpresa?" preguntó Elizabeth inmediatamente.
"Señora Dalton, sé muy bien que usted es una dama muy inteligente y que conoce muy bien el significado de la palabra sorpresa," replicó William riendo.
"William, soy muy curiosa, dime por favor," dijo Elizabeth con cara de ruego.
"Elizabeth, si te digo deja de ser una sorpresa," contestó William riéndose.
Por eso Elizabeth decidió cambiar de táctica. Después de una semana de estar casada sabía muy bien cómo conseguir lo que quisiera de su marido. "Amor, dime por favor," decía Elizabeth mientras lo besaba con ternura en un principio y con pasión después. "Me vas a decir amor mío, o me vas dejar sufriendo sin saber," continuaba diciendo Elizabeth mientras le acariciaba el pecho a su amado William.
"Oh, Elizabeth, cómo puedes hacerme esto. Sabes que cuando te pones así no te puedo negar nada," contestó William y besó por varios minutos a su esposa hasta que ella interrumpió el beso y lo miró con una sonrisa burlona.
"¿Me vas a decir?"
"Está bien, malvada esposa. Pero después que te diga tú y yo…" William le susurró algo al oído a Elizabeth desatando una serie de risitas nerviosas nerviosas en ella. "En el verano tengo planeado tomarme un mes completo de vacaciones y llevarte al Distrito de los Lagos y recorrer toda esa zona. Esa era mi sorpresa que ya no es sorpresa."
"Me encantó tu sorpresa, mi amor, aunque…" dijo Elizabeth y empezó a contar con los dedos.
"¿Hay algún problema?"
"No cariño, es sólo que estaba calculando. Si viajamos en junio es posible que tenga sólo tres meses de embarazo y no creo que sea un problema viajar. Eso es todo."
William se puso pálido y preguntó muy sorprendido, "Mi amor, estás en cinta… ¿cómo lo sabes?"
Elizabeth no pudo evitar reírse. "No cariño, bueno no lo sé, pero después de todos estos días en que tú y yo…" Elizabeth se ruborizó un poco y concluyó, "bueno, podría ser, ¿no crees? Aunque por tu reacción no sé si estés preparado para una noticia así," dijo Elizabeth bromeando.
"No digas eso ni en broma, mi amor. El día que Dios nos bendiga con un hijo seré el hombre más feliz de este mundo, te lo aseguro. Pero tienes razón, es posible que en estos momentos haya un hijito o hijita mía aquí," dijo William acariciando el vientre de su hermosa esposa. Luego la besó con mucha ternura, y finalmente la llevó en brazos hasta la cama donde le hizo el amor con mucha ternura.
"Te amo, William," dijo Elizabeth sin poder evitar derramar unas lágrimas de felicidad.
"Y yo a ti, mi amada señora Dalton," replicó William. Luego abrazó a su esposa y ambos se quedaron dormidos felices pensando en un futuro lleno de amor y alegría.
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Afortunadamente, el tiempo estuvo bueno y en el viaje desde la playa a Londres Elizabeth y William no tuvieron inconvenientes. A William nunca le había gustado viajar, pero le parecía hasta gracioso que junto a Elizabeth todo fuera tan divertido. Durante el camino, ella leyó para él, le contó anécdotas de su infancia, durmieron abrazados, pero además se besaron mucho, se acariciaron las manos y disfrutaron de las últimas horas de aquella mini luna de miel.
Además con Elizabeth él podía hablar de todo, incluso ella ya comprendía bastante bien como funcionaba su negocio y le ayudaba a ver las cosas desde otra perspectiva. Él estaba consciente de que uno de sus grandes defectos era que solía ser inflexible en sus opiniones y que cuando alguien pedía su respeto lo hacía para siempre. Pero Elizabeth le había demostrado que todas las personas merecen una segunda oportunidad y que a veces uno también puede equivocarse al juzgar a otros.
Cuando finalmente llegaron a Londres, William ayudó a Elizabeth a descender del carruaje y le susurró al oído. "Bienvenida a casa, mi amor. O mejor dicho a nuestra primera casa."
"¿Nuestra casa definitiva está en Manchester?"
"No lo sé, cariño. Sin las cosas resultan bien en Londres tal vez nos quedemos aquí. Pero quiero comprar una casa más grande y en un barrio menos comercial que éste. Quiero que nuestros hijos tengan acceso a parques y…"
"William, ¿no crees que primero deberíamos entrar a casa a saludar a tu madre y después planificar lo que haremos en diez años más?" dijo Elizabeth riendo.
"Sé lo mucho que te encanta burlarte de tu esposo, señora Dalton. Pero desde que me hiciste darme cuenta que existe la posibilidad de que los hijos puedan llegar pronto, me puse a pensar y a planificar el futuro de ellos, incluyendo las dotes de nuestras hijas," dijo William y le guiñó a su esposa.
Elizabeth le acarició el rostro a su marido y aceptó gustosa su brazo. Ella sabía que su esposo era un hombre trabajador y responsable y que no podía evitar ser quien era y por eso lo amaba tanto. "Querido, siempre tendrás mi apoyo en todo."
Cuando Elizabeth iba a entrar a la casa, William la sorprendió y la tomó en brazos.
"William, bájame, que va a pensar tu madre," decía Elizabeth entre risas y protestas.
"Mi madre va a estar feliz de vernos," replicó William también riendo.
William entró al salón donde pensaba que estaba su madre con Elizabeth aún en sus brazos y dijo. "Querida madre, ha llegado tu hijo favorito."
"Muy gracioso, te aseguro que si tuviera otro…" intentó decir Elizabeth, pero se quedó muy sorprendida al ver a Violet acompañada.
"Dalton, no sabes lo mucho que me alegra verte. Espero que no te moleste que hayamos venido, pero tengo un asunto urgente que resolver y necesito tu consejo," dijo el señor Bingley con su mejor sonrisa mientras Elizabeth y William no sabían qué pensar.
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Gracias a todos los que dejan comentarios y siguen la historia con entusiasmo.
Les cuento que estuve viajando estos días, y aproveché mis largas horas en avión para escribir. Por eso estos dos capítulos son tan largos. Mientras mis compañeros de viajes miraban películas, dormían o leían, yo escribía para ustedes :)
Otra cosa, una lectora mencionó que yo estaría usando traductor porque la estructura de mi español sería la del inglés. Ante eso no tengo nada que decir, porque cuando escribo en español yo pienso en español (de hecho en castellano que es como yo llamo a esta lengua). Tal vez otros lectores de habla hispana me pueden decir si sientes que se me ha agringado/inglesado mi español jajaja. Lo único que me faltaba era no poder escribir en ninguna lengua
Y con respecto al uso del tú y el usted tiene que ver con que estoy consciente de que por lo menos la mitad de quienes leen la historia lo hacen a través del traductor. Bueno, como ustedes saben la conjugación de los verbos para la segunda persona singular formal, usted, es la misma que la tercera persona singular, él/ella. Entonces no no puedo usar el sujeto tácito si hablo en el formal, y para no tener que estar repitiendo usted en tres oraciones seguidas, prefiero conjugar la forma del tú. Ese era el aporte gramatical del día jajaja.
En el próximo capítulo, Elizabeth conocerá a su suegro que no sabe que es su suegro.
¡Nos vemos pronto!
Saludos,
Yo
