Parado detrás de la mujer que llamó su atención, Rick Hunter se acerca aún más a ella para hablarle casi al oído porque la música estaba demasiado fuerte en ese momento. Quería conocer quién era y en qué sector de la nave trabajaba. Instantáneamente Hunter comienza a recordar una infinidad de cursilerias que oyó por boca de su hermano, Roy Fokker, decirle a las chicas que traía a casa, siendo este un adolescente y Rick un curioso hermano menor. Hunter no tenía la personalidad segura y entradora con las mujeres. Era más bien reservado y observador, por lo menos en un inicio, pero esa noche sentía una chispa que le estaba dando valor.
–Tengo dos copas de champagne y necesito a una bella dama para mi próximo brindis. ¿Me harías el favor de acompañarme?
La mujer se quedó de espaldas petrificada, fue solo por un momento, pero para Rick pareció una eternidad. Quizás él había hablado demasiado bajo y aunque estaba tan cerca, ella no lo había escuchado bien a causa del ruido. Otra posibilidad era que ella estaba ignorandolo por completo y cuando ese pensamiento comenzo a inundar su mente, Rick comenzó a sentirse el mas tonto de todos los tontos del mundo. «Si tan solo tuviera la mitad de la seguridad de Roy para hablar con una mujer», se lamentó Rick. Y fue en ese instante que la mujer parada de espaldas frente a él, se da rápidamente la vuelta moviendo su larga cabellera de manera sensual, e inundando con un delicado perfume a rosas el escaso espacio que había entre ambos. Ella tenía un brillo especial en sus ojos verdes y estaba mordiendo sus rojos y carnosos labios para esconder su tímida sonrisa.
–Por supuesto, Hunter. ¿Y por qué quieres brindar, piloto? –responde la mujer.
Ahora el que estaba petrificado era el teniente más bocafloja del SDF-1. Sorprendentemente se había quedado sin palabras. No se había acercado a una desconocida teniente que trabajaba en algún recóndito lugar de la nave, sino a la implacable comandante que desde el TacNet del puente de mando dirigía a toda la flota de pilotos durante las batallas.
«Diablos Rick. Como pudiste equivocarte justamente con esta mujer» pensó Hunter sin salir de su asombro. La apariencia de la Lisa Hayes parada frente a él era completamente diferente a lo que usualmente se le venía a la mente al piloto, cuando alguien mencionaba ese nombre. El cabello completamente suelto, las caderas pronunciadas por lo entallado de la cintura del vestido y esa espalda tan sensual habían confundido a Rick. Él sabía que Lisa Hayes tenía un delicado cuerpo femenino con buenas curvas porque había visto a su comandante en su traje de vuelo en el planeta Marte, justo cuando la rescató segundos antes de la explosion de la base Sara. Pero aquel día la había visto tan abatida cuando finalmente la trajo sana y salva al hangar del SDF-1, que Rick en ese momento estaba más preocupado por el estado anímico de su comandante, que en observar con detenimiento el atlético cuerpo que aparecía bajo el ceñido traje de piloto de la mujer que acababa de rescatar.
Mientras Lisa lo miraba expectante, Rick reaccionó rápidamente devolviéndole otra sonrisa cómplice a Lisa, mientras le alcanzaba una de las copas a la mano de su oficial superior y alzaba la otra copa a modo de brindis.
–Brindo por nuestro Capitán. Gracias a su temple y valentía, aun seguimos con vida. Espero que este sea el primero de muchos cumpleaños que pueda festejar junto a este hombre que he aprendido a admirar.
–Por Henry Global –dijo Lisa levantando su propia copa–, el mejor jefe y mentor de toda la galaxia –agregó.
Ambos oficiales chocaron sus copas y comenzaron a beber el champagne sin romper el contacto visual.
Cuando Lisa escuchó la voz de Rick Hunter susurrándole al oído, lo primero que pensó fue que se había equivocado de persona. Era imposible que el piloto con el que más se peleaba a través de la radio fuera el único de toda la fiesta que se animara a acercarse a ella. Dudó por un momento si le estaba jugando una broma y si debía ignorarlo, pero después decidió darle el beneficio de la duda otorgándole una oportunidad a este movimiento completamente inesperado por parte de Hunter hacia ella. El aliento de Hunter tan próximo a su cuello le había erizado la piel instantáneamente. Lisa había ingresado a la fiesta dispuesta a derribar sus prejuicios, incluso si se le acercaba a ella el mismísimo Maistroff. Y definitivamente coquetear en una fiesta con Rick Hunter caía dentro de la categoría de los preconceptos a derribar por la nueva y renacida Lisa Hayes.
Conversar sobre cualquier tema entre Lisa y Rick fue una grata sorpresa para ambos. Estaba resultando demasiado fácil y fluido. Hablaron de sus mascotas, de las vacaciones más memorables de su niñez, de la edad que tenía Rick cuando debutó volando un avión, de la edad que tenía Lisa cuando ingresó a la academia militar. Incluso se dieron cuenta que ambos habían perdido a sus madres exactamente a la misma edad. Otra de sus coincidencias era que tanto la madre de Lisa, como la madre de Rick eran gemelas.
–¿No tuviste hermanos gemelos?
–No. Soy hija única –dijo en tono melancólico.
–Yo tampoco. Supongo que al tener también a Roy en casa mis padres decidieron que con dos revoltosos hijos ya era suficiente.
Lisa ríe ante la ocurrencia de Rick, pero sabe perfectamente a lo que se refiere. Claudia constantemente se queja de lo desordenado que está el camarote de Fokker.
–Quizás –agrega Rick–, tú y yo tengamos gemelos. Se dice que a veces la predisposición al embarazo múltiple se saltea una generación y aparece en la siguiente.
El comentario de Rick tomó bastante desprevenida a Lisa y por eso paró en seco su risa. Rick se dio cuenta de lo que había dicho y trató de arreglarlo.
–Lo que quiero decir es que…, tú tendrás gemelos…, y yo también tendré gemelos…, cada uno por su lado…–dijo un dubitativo Rick.
«Mejor no aclares que oscureces, Hunter», pensó para sí el piloto. «La estás embarrando aún más.»
Como el volumen de la música seguía a niveles demasiado fuertes, Rick cada tanto acercaba completamente su cuerpo hacia Lisa para responderle. Dado la proximidad de sus cuerpos, el piloto colocaba de tanto en tanto su mano de forma envolvente en la cintura de Lisa, rozando por momentos la piel desnuda en su espalda. Con cada toque de Rick, el cuerpo de Lisa se estremecía.
Lisa intentó justificar la turbulencia corporal que sentía por Rick Hunter era en gran parte porque ella hace demasiado tiempo que no estaba de manera tan cercana e íntima con un hombre. A pesar de su extendido noviazgo con Karl Riber, hubo gran parte del mismo que ambos enamorados estaban viviendo en planetas diferentes. Esa era la explicación racional que Lisa se daba a sí misma cada vez que se ponía nerviosa por las imperceptibles caricias de Hunter. Era imposible dentro del pensamiento de Lisa Hayes admitir que quizás su cuerpo de manera inconsciente deseaba a Rick. Seguramente se debía a su falta de práctica para coquetear con cualquier hombre dado a sus insistentes rechazos cuando alguien intentaba seducirla en el pasado.
Luego de dos copas más ya estaban riendo y bromeando entre ellos. Lisa estaba bajo el hechizo de la mirada intensa de los ojos azules del piloto. Ella sentía una extraña familiaridad que la invitaba a confiar en él sin restricciones. Lentamente comenzó a abrir su corazón.
–Gracias por salvarme la vida en Marte, Hunter. Nunca llegué a agradecerle personalmente, Teniente –dijo Lisa sonrojándose por su vulnerabilidad.
–No hay nada que agradecer, Comandante. Además le debía una. Ya estamos a mano.
–¿A qué te refieres? –preguntó sorprendida.
–Bueno, a pesar de tener que dirigir a un sin fin de pilotos durante la cruda batalla que se desenvolvió en la Isla Macross, usted tuvo los nervios de acero para explicarme con paciencia y determinación como cambiar de modalidad el VT. Estaba cayendo en picada sin control y gracias a su asistencia pude lograr un aterrizaje forzoso salvando mi vida de una destrucción segura.
Lisa sonrió ante la mención del primer encuentro entre ambos a través de TacNet. Ella lo recordaba perfectamente. De hecho luego de averiguar que había enviado por error a la batalla a un simple civil, quedó completamente sorprendida por la habilidad de dicho piloto sin siquiera tener entrenamiento formal para usar correctamente un VT.
–Me alegra entonces que me haya devuelto el favor, Teniente –agrega con una pizca de picardía en su sonrisa–. Quizás en un futuro tenga que volver a su estatus de civil para acatar mis órdenes, ya que como oficial dentro de la RDF las desobedece bastante seguido.
Ante esta ocurrencia de Lisa Hayes, Rick Hunter rió abiertamente. Estaban bromeando entre ellos y eso le agradaba. Sentía como una tibia caricia que hacía palpitar su corazón. ¿O era la mujer que decía esas inocentes bromas lo que realmente le gustaba? Era un enigma para Rick entender lo que estaba ocurriendo esa noche entre ambos.
–Creo que llegó el momento de presentarnos formalmente, Comandante. Dado que ambos estamos en una fiesta vestidos de civil, creo que sería más apropiado llamarnos por nuestro nombre, ¿no lo cree? –dijo Rick intentando contener la sonrisa que le provocaba divertirse a costa de su bella oficial superior. Extendiendo su mano en forma de saludo, agregó.
»Gusto en conocerla, bella dama. Mi nombre es Richard Hunter, pero mis amigos me dicen Rick. Aunque algunas también me llaman Sr. Pervertido.
Los ojos de Hunter brillaron de deseo por traer a colacion el primer encuentro embarazoso que habian mantenido entre ambos a bordo del SDF-1 cuando Rick sorprendió a Lisa mientras ella consideraba comprar una sensual lenceria femenina color negro con detalles de encaje. El fue descubierto infraganti por el Trío, y Sammy Porter lo llamó "pervertido" frente a todas las chicas del puente. De golpe Rick considero que era altamente probable que Lisa estuviera usado esa misma ropa interior ahora mismo haciendo juego con su vestido negro. Por alguna extraña razón, comenzó a sentirse algo nervioso.
«Ni se te ocurra pensar esas cosas, Rick» se repetía a sí mismo el piloto. «Ella es una mujer hermosa, delicada, sensual, provocativa. Uf. ¡Ya basta! Hayes es tu oficial superior. Es una mujer completamente inalcanzable para cualquier piloto. Trata de pensar en otra cosa que te distraiga. Quizás en otra mujer. Si, eso sería lo más seguro.»
Lisa no pudo evitar reírse de la broma que Rick le estaba haciendo. El todavía estaba con su brazo extendido esperando el saludo de ella, por lo tanto la joven comandante decidió seguirle el juego.
–El gusto es todo mío, piloto. Mi nombre es Elizabeth Hayes, pero mis amigos me dicen Lisa. Aunque algún que otro piloto bastante bocón se anima a llamarme Comadreja Parlanchina –dijo con una gran sonrisa Lisa Hayes.
La cara de Rick inmediatamente se puso roja de la vergüenza. En ese mismo momento Lisa toma la mano extendida de Rick para saludarlo, y el contacto entre ambos fue un shock eléctrico que recorrió como un rayo el cuerpo de ambos. Tanto Rick como Lisa abrieron sus ojos bien grandes por lo sorpresivo e inesperado de lo que provocó entre ellos ese apretón de manos. Casi como si sus manos quemaran, enseguida ambos se soltaron y quedaron estáticos procesando lo ocurrido.
En ese momento se les acerca Claudia Grant para decirle algo a Lisa. La música seguía muy fuerte, por lo que las dos amigas tenían que hablarse mutuamente al oído, por lo tanto Rick no podía saber cuál había sido el intercambio entre ellas.
–Hazla brillar, piloto –dijo Claudia guiñandole un ojo a Rick cuando esta se alejaba. Con este comentario, Lisa comienza a golpear su pie en el suelo de manera rítmica, necesitaba aplacar sus nervios.
–¿Pasó algo?
–Claudia me acaba de informar que soy la última en bailar con el Capitán –Lisa seguía golpeando su pie en el suelo–. Cada una de las integrantes del puente va a bailar una canción de Frank Sinatra con Global. Según el Coronel Maistroff, cuando el Capitán era más joven en las fiestas del ejército solamente bailaba cuando tocaban algún tema de Sinatra. Creemos que Maistroff tiene razón y a Global realmente le gusta el cantante americano. En su oficina, entre los discos de música rusa, tiene un par de discos con los temas más emblemáticos de Sinatra.
–Mi abuelo, al igual que mi padre, fue un tiempo piloto de la Fuerza Aérea. Siempre me decía que no había mejor forma de distenderse luego de una feroz batalla, que celebrando la vida en una buena fiesta. Que era el deber de un buen soldado bailar para sacar la amargura de la batalla. Creo que Frank Sinatra es perfecto para eso. No por nada es el favorito de mis abuelos.
–Mi abuelo también decía que saber bailar era el deber de cualquier soldado. Pero…
–¿Estás nerviosa? ¡No puedo creerlo! Lisa Hayes nerviosa –dijo con una sonrisa traviesa en el rostro.
–No es gracioso Hunter. No creo poder hacerlo –decía Lisa mordiéndose el labio.
–Vamos Hayes, si puedes guiar a tus hombres en una batalla, puedes dejarte guiar por Global en un baile. El secreto está en dejarse guiar por tu compañero. Y estoy seguro que como subordinada te dejas guiar por el capitán cuando te da una orden. Esto sería lo mismo, pero trasladado al baile –dice Rick tratando de tranquilizarla. Luego se acerca aún más a ella para susurrarle al oído–. Yo voy a ayudarte. Confía en mí.
Tener sus labios tan cerca de la parte más sensible del lóbulo de su oreja, más el aliento del piloto acariciando su cuello, lograron incrementar los decibeles de los nervios de Lisa.
–Claudia empieza con "New York, New York''. Luego sigue Vanessa con "Fly me to the Moon". A continuación le toca a Kim con "The Lady is a Tramp''. Anteúltima se encuentra Sammy con "I´ve got you Under my Skin", y para finalizar, a mi me tocó bailar con Global el tema "My Way".
Lisa larga un fuerte suspiro. Necesita calmarse. Hunter tenía razón. Tiene que pensarlo como una batalla, quizás un poco más agradable porque no habría vidas en juego. Tener las miradas de toda la tripulación posadas en ella y el Capitán era suficientemente peligroso. No quería hacer el ridículo. Ella había sido entrenada como soldado pero…, ¿bailar? Nunca supo bien cómo hacerlo.
–Claudia me pidió que no espere hasta la última canción para unirme a la pista de baile. Luego de bailar con Global, Claudia va a continuar en la pista pero bailando junto a Roy. Quiere que me una a ellos para no dejarlos tan expuestos. Pero no se como hacerlo, ni con quien.
Bueno, en realidad sí sabía con quién. Claudia prácticamente lo dio como un hecho cuando se acercó a decirle a su amiga cuál era su plan para el baile. Pero Lisa por alguna extraña razón no se animó a ser tan directa con Hunter sobre este tema. Si fuera una orden militar, no lo dudaría, pero ellos no estaban con uniformes, no estaban en una misión. Esto era una fiesta y eran un chico y una chica pasando un inolvidable y mágico rato juntos.
–Bailarás conmigo. Vamos a usar esas tres canciones previas a la tuya para practicar. Ni bien Roy se acerca para bailar con Claudia, nosotros vamos a la pista juntos. Voy a enseñarte cómo dejarte guiar por Global cuando bailes con él –dijo con confianza–. Para que el baile salga perfecto tienes que ceder el control a tu compañero. ¿Crees que podrás hacer eso, Lisa?
Ella asiente con la cabeza. No tiene otra alternativa mejor. De golpe se escucha el tema New York, New York y Claudia se acerca al Capitán con una sonrisa pidiéndole bailar con ella. Henry Global está sorprendido. Era completamente inesperado para el capitán que alguien bajo su mando esté dispuesto a bailar con él. Honestamente no pudo negarse a una de sus canciones favoritas. Automáticamente todos dejan de bailar y se creó una gran ronda alrededor de la pareja. Claudia parecía una sirena con su vestido dorado hasta los pies. Y para sorpresa de toda la tripulación, el taciturno y reservado Capitán, era un eximio bailarín.
Segundos antes de terminar el tema, Vanessa ya estaba parada en la pista de baile esperando su turno para "pedir la mano de Global". Entonces Roy salió al encuentro de Claudia. El curtido comandante tenía los ojos posados únicamente en su exuberante novia. Hunter se dio cuenta que nunca había visto los ojos de su hermano tan enamorados como en ese momento. Entonces Rick miró a Lisa de manera expectante y le extiende el brazo. Lisa veía en los ojos azules de Hunter una calidez que inspiraban confianza y una solidez que le aseguraban el poder confiar ciegamente en él.
Cuando Lisa tomó su mano, nuevamente siente el mismo shock que recorrió todo su cuerpo al momento del saludo burlón. Rick tira de ella con fuerza y la guía hasta la pista. Su sonrisa, su mirada, la expresión de toda su cara, habían hipnotizado a Lisa Hayes. Hunter la envuelve en sus brazos, y posa una de sus manos en su espalda desnuda. En ese mismo momento Lisa se arrepintió de haber elegido este vestido. Parecía el más inocente de los tres, pero terminó siendo demasiado sensual.
–Dejalo fluir –le susurra el piloto acercando su mejilla a la de ella.
En ese instante Lisa decide entregarse por completo al piloto que le salvó la vida. Su cuerpo está a merced de este hombre, y quizás también su corazón.
Comienzan a moverse al compás de la canción y cuando empiezan los acordes estridentes Rick decide hacer que Lisa Hayes comience a girar en sus brazos. Había logrado que su oficial superior se relajara y era hora de hacerla brillar. Ambos estaban volando a la luna en los brazos del otro. Absortos en la mirada del otro. En la sonrisa que ambos tenían por lo bien que se sentía el estar bailando juntos.
Tan bien la estaban pasando, que sin darse cuenta la canción de Kim había concluido y era el turno de Sammy. Por acto reflejo Rick comienza a profundizar aún más el abrazo, y estaban bailando con sus cuerpos pegados. Quizás era por la letra de la canción que lo embulleron de hacer exactamente lo opuesto a lo que su mente le estaba indicando. Debía poner distancia con ella. No dejar que Lisa Hayes se meta debajo de su piel. Pero fue inevitable. El cuerpo del piloto quería a su primera oficial más cerca suyo, casi dentro suyo. Debajo de su piel. Debajo de su cuerpo. Quería tocarla, besarla. Quería ir al cielo y sentir el éxtasis junto a ella. La deseaba. Su corazón latía con fuerza, y su cuerpo reaccionaba al perfume de rosas. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlar lo excitado que estaba. Lo listo que estaba para ella.
Se dió cuenta que la canción ya estaba llegando a su fin, y ambos se separaron lentamente. Era el turno de Global. Rick debía dejarla ir. Cuando finalmente la soltó, sintió un frío en todo el cuerpo. El calor de Lisa Hayes se había ido. Tener a Lisa como su mujer era solo una ilusión, un deseo imposible de concretar.
Ella era su jefa. La comandante que constantemente le puntualiza cada movimiento. Rick no debía darle cabida a su deseo de saborear a la exquisita mujer que se encontraba hace unos instantes en sus brazos. Eso era algo prohibido
Quizás lo bueno de haber compartido de manera inesperada con ella la noche en esta fiesta, es que ahora no solo conocía a Lisa Hayes la comandante, sino que también a Lisa Hayes la amiga incondicional. Pero Lisa Hayes, la sensual mujer que despierta en él sus más intensas pasiones, solamente en sus fantasías. Nunca sería una realidad.
Cuándo Global y Hayes bailaron el tema My Way, no quedaban dudas para toda su tripulación que era el tema perfecto para ambos. Henry Global era un oficial ruso, que nunca le interesó el juego sucio de la política sino el mérito de esforzarse para ser un buen líder. Logró conseguir ser el Capitán del SDF-1, estar al mando de la joya de la corona de la RDF, únicamente por su calidad como soldado. Casi el diablo mete la cola en la votación cuando fue electo Capitán del SDF-1, pero Donald Hayes, siendo un zorro viejo y astuto, desarticuló el plan de la avaricia política y le dio el voto de confianza que Global necesitaba para su nombramiento. Nadie imaginó que un inglés apoyara de manera incondicional a un ruso, pero el Comandante Supremo de la RDF tenía la cintura suficiente para saber cuando jugar para los intereses de la supervivencia política, y cuando poner por sobre todas las cosas el bien común ante todo. Y el mando del SDF-1 era demasiado valioso para la humanidad como para desperdiciarlo en un candidato blando. El planeta Tierra necesitaba al mejor, y ese era sin dudas Henry Global.
Tan obstinada como su padre y testaruda como su jefe, lo era Lisa Hayes. En los pasillos de la RDF se murmuraba con una dañina envidia, que Global la había elegido a la niña consentida de papá como su Segunda Oficial por un intercambio de favores. Nadie se fijó que Lisa Hayes era la primera de su clase. Excelente en todo lo que implica ser un soldado, y una de las mejores estrategas que Global podría desear. Todos los simulacros de batalla que Lisa había liderado en la academia, había superado las expectativas, no solo de sus profesores, sino de los jovatos oficiales que habían implementado el programa de entrenamiento. Incluso Donald Hayes estaba secretamente orgulloso de su hija. A la larga, la historia se encargó de opacar los maliciosos comentarios, reconociendo a Lisa Hayes como una de las mejores estrategas de todos los tiempos. Incluso reconocido por sus propios enemigos. Y Henry Global tuvo la visión y la entereza de ver ese futuro en Lisa Hayes y ayudarla a crecer. Además, el SDF-1 no podría haber resistido tantas batallas sin su capacidad y entrega.
Cuando la música terminó, Global y las cinco mujeres que lo acompañaban todos los días en su ardua tarea en el puente se dieron un abrazo grupal, lleno de emoción y cariño. Para Henry, esas cinco mujeres eran mucho más que sus colaboradoras. En este corto pero intenso tiempo que convivieron juntos, las adoptó en su corazón a cada una de ellas como a una hija. Eran mucho más que un equipo, eran una familia.
Cuando Lisa se alejó de la pista de baile, vió a Rick Hunter en una esquina, con una gran sonrisa y dos copas de champagne en sus manos.
–Brindemos –dijo el teniente, extendiéndole una copa a su comandante.
–¿Y por qué quieres brindar esta vez, piloto?
–Por lo bien que baila mi comandante. Estoy muy orgulloso de ti, Comadreja.
Mientras chocaban sus copas con una mano, Lisa golpea el brazo de Hunter con la otra por su comentario bromista. Era más fácil para Lisa lidiar con un Hunter enojado por el TacNet, que con un Rick que bromea con ella y la descoloca por completo. La mirada de Rick era intensa, penetrante. El silencio entre ambos era asfixiante. Lisa prefería conversar con Hunter que tener esos ojos azules devorándola con la mirada.
–Gracias a ti pude hacer un baile bastante decente.
–Mucho más que solo decente. Te vi bailar con Global y la fluidez del baile era envidiable. Incluso la pollera de tu vestido se movía al compás de tus movimientos haciendo el baile mucho más agradable de ver. Tengo que admitir que estas muy hermosa esta noche, Lisa. Realmente me sorprendiste –dijo con sinceridad.
–Yo también me sorprendí a mi misma. Usar este vestido fue totalmente inesperado para mí –confesó.
–¿De verdad? ¿Por qué? –Rick consultó intrigado.
Lisa lo miró con pánico. Se dio cuenta que no debería haber abierto la boca. Quizás demasiadas copas de champagne le estaban jugando una mala pasada. No podía revelarle su secreto, y mucho menos a un piloto bocón como el Teniente Hunter.
–Por nada –dijo desviando su mirada.
–¿Seguro? –preguntó Rick con desconfianza –. Soy bueno guardando secretos.
Lisa negaba con la cabeza. No podía contarle a Hunter. Ni siquiera Claudia lo sabía. Estaba prohibido expresamente en la cláusula nro. 1 que alguien fuera del contrato lo divulgue.
–¿Por qué crees que es un secreto?
–¿Por qué no quieres contármelo?
–No debo.
Inmediatamente Lisa se tapa la boca. Se dio cuenta que Hunter estaba haciendo con ella lo mismo que ocurría diariamente en el TacNet. Estaban en una contienda verbal y el alcohol por las copas de más, le estaba dando la ventaja al piloto. La curiosidad de Rick iba en aumento, y era lo suficientemente obstinado como para dejarla pasar. Quería saber que ocultaba Lisa Hayes frente a todos. Quería descubrir cada uno de sus misterios.
–Como te salve la vida, creo que me merezco que me concedas un deseo.
–¿Qué? ¡No! –dijo Lisa sintiéndose totalmente acorralada.
–¡Si! Deseo que me confieses el secreto de este vestido. Prometo no contárselo a nadie. Por la memoria de mi madre –dice poniendo su mano derecha en su corazón.
–Es un vestido de alta costura de edición limitada. Es muy valioso y especial. Es solamente para momentos importantes, y el cumpleaños del capitán lo ameritaba. Eso es todo –dijo Lisa tratando de restarle importancia.
–¿Lo compraste en la Rue Saint-Honoré?
–¡¿QUE?! –la pregunta de Rick Hunter descolocó por completo a Lisa–. ¿Cómo lo sabes?
–Puedo ser un piloto de circo que creció en el campo, pero eso no implica que mi conocimiento del mundo sea limitado. El broche dorado que sostiene el escote de tu vestido en la parte posterior de tu cuello tiene el símbolo de Hermès.
De todas las personas que había en esta nave, Lisa jamás imaginó que sería desenmascarada por Rick Hunter. Estaba completamente arrepentida de no haber usado el vestido azul.
–¿Cómo es que sabes tanto de alta costura?
–Competí tres veces en Paris con mi avión, el Mockingbird. Siempre me alojaba en la casa de mi tía Amelia que vivía allí. Para agradecerle por cuidar de mi, siempre le regalaba un pañuelo de Hermès al final de mi estadía. Era lo que mi bolsillo podía pagar. Los días que me quedaba con ella siempre terminaba contándome sobre los últimos diseños de vanguardia en el mundo de la alta costura. Realmente era una conocedora de todos los buenos diseñadores.
–...entiendo… –Lisa no salía de su asombro. Realmente Rick la había sorprendido.
–Y ahora dime, ¿por qué tienes un vestido Hermès a bordo del SDF-1? ¿Es para competir en el concurso de Miss Macross?
–¡NO! No puedo competir –Lisa lo mira con horror. Acaba de equivocarse otra vez. Por la intriga que veía en el brillo de los ojos de Hunter, la joven comandante sabía que no tenía escapatoria.
–Mi padre no me permite competir. Si lo hago debo renunciar a la RDF. De todas formas tampoco me interesa realmente participar del concurso –dijo Lisa con resignación.
–Pero, ¿por qué no? Este vestido te dejaría dentro de las finalistas. Estoy seguro.
–Olvídalo Rick. No puedo hacerlo. ¡No voy a hacerlo!
–Está bien. Pero…, merezco una explicación. Me lo debes para complacer mi petición por salvarte la vida.
Lisa miraba a Rick con incredulidad. El obstinado piloto tenía el descaro de extorsionarla.
–Uf. Tu ganas piloto. Pero no se lo puedes decir a nadie. Mucho menos a Roy.
–Soy una tumba. Ya te lo dije antes Hayes, lo prometo por la memoria de mi madre.
Lisa toma de la mano a Rick, y lo lleva al lugar más apartado de la fiesta, donde está más silencioso y privado. Allí podrán hablar sin tanto ruido, y sin tantos espectadores que puedan accidentalmente escuchar lo que ella estaba a punto de confesar.
–Mi padre es el Almirante Hayes, Comandante Supremo de la RDF y un hombre muy difícil de tratar.
–La manzana no cae muy lejos del árbol– dice Rick con sorna.
–¡HUNTER! Presta atención o no voy a contarte nada –dijo Lisa tratando de ignorar su malicioso comentario.
–De acuerdo.
–Karl Riber fue el hombre de mi vida. Era mi prometido. Nos conocimos desde niños y me enamoré perdidamente de él –al escuchar esta confesión, Rick sintió una fuerte puntada en su corazón. No le gusto oír en los labios de Lisa esa entrega absoluta por parte de ella a otro hombre–. Karl formaba parte de la RDF, pero dentro del departamento científico. No era un soldado. Era un soñador. Se alistó para una expedición científica en el planeta Marte. Fue una separación muy dolorosa para mi. A raíz de la distancia entre nosotros fue que decidí ingresar a la RDF y hacer los méritos suficientes para que me asignen a la Base Sara en Marte.
«¿Por eso quiso descender a la Base Sara cuando el SDF-1 aterrizó en Marte?», pensó Rick. «¿Será que estuvo buscándolo y por eso quedó atrapada? Estaba tan triste cuando volvimos», recordó apenado. «Ahora entiendo porqué fue tan dura conmigo ese día.»
–Durante gran parte de mi niñez –continuó Lisa–, le había negado a mi padre de manera sistemática que no seguiría el legado de los Hayes. Que no sería un soldado como él. Me volqué a la pasión de mi madre, la música. Fui muy buena en ello. Pero ahora viéndolo en retrospectiva, creo que tengo el ADN de los Hayes impreso a fuego. La táctica y la estrategia son parte de mi ser.
Rick asintió con la cabeza. Había días que a pesar de cuestionar constantemente las órdenes de la Comandante Hayes, el Teniente Hunter admitía en la soledad de su camarote que si no hubiera sido por las precisas instrucciones de su oficial superior, muy probablemente no hubiera regresado con vida al SDF-1.
»Me esforcé para ser la mejor. Tuve el entrenamiento clásico en tierra, cielo y aire –cuando menciono esto, Rick la miró sorprendido –. No me mires asi Hunter. Aunque no lo creas, sé volar un avión –dijo Lisa cruzándose de brazos–. Algún día hasta podemos hacer una competencia aérea.
–No creo que puedas ganarme, Hayes–sonrió Rick–. No te olvides que fui Campeón Aéreo por ocho veces consecutivas –agregó orgulloso.
Lisa resopló ante el arrogante comentario del piloto y continuó con su relato.
–Ese era el requisito previo para ingresar a la Academia Robotech y recibir el entrenamiento aeroespacial. En un principio solo los soldados condecorados como Roy o los científicos como Lang podían formar parte de Robotech. Una nueva recluta como yo debía sí o sí pasar por el entrenamiento clásico.
–¿El Trío Terrible también pasó por eso?
–Aunque no lo aparenten, son tres mujeres muy profesionales –defendió Lisa a sus tres compañeras–. La cuestión es que mi padre, al ser el Comandante Supremo, puede negar a discreción el ingreso a cualquier recluta. A pesar de mis calificaciones, me rechazaron mi postulación. La carta donde declinaron mi solicitud estaba firmada y sellada por el Almirante Hayes.
–¿De verdad? –preguntó incrédulo Rick.
–Mm…, si. Mi padre no quería que yo fuera a Marte –agregó Lisa encogiéndose de hombros–. Nunca aprobó mi relación con Karl. Creía que no era lo suficientemente valiente para estar a mi lado. Nunca vio al verdadero Karl. Al que luchaba por sus ideales a pesar de tener todos en su contra. Su valentía por no claudicar a sus principios tenía mas valor para mi que una Medalla al Valor –Rick la miraba en silencio. Justamente esa era la medalla que le otorgó el Capitan Global como distinción por salvarle la vida a Lisa Hayes en Marte. ¿Sería que Lisa no apreciaba su entrega como soldado? Viendo la decepción en la mirada de Hunter, Lisa captó su error–. No quise decir que no aprecio la Medalla al Valor. Yo misma recibí una y se el gran honor que eso significa.
–Si, claro –respondió Rick encogiéndose de hombros restándole importancia.
–En serio. Jamás voy a olvidar que me salvaste la vida, Rick. Nunca.
Hunter realmente envidiaba a Karl Riber. La forma en que Lisa lo defendía era admirable. Rick entendió que a pesar de sus esfuerzos con cualquier mujer, nunca podría ser merecedor de un amor tan puro e intenso como el que la Comandante Hayes sentía por su prometido. Realmente Riber era un hombre con suerte. Pero también era un estupido, que dejó a Lisa en la Tierra dejándola sola para ir a Marte. Solo su honor como hombre, su esencia como ser humano tendría que estar en juego, para que él abandonara a una mujer como Lisa Hayes, como lo hizo el idiota de Karl Riber.
–¿Y cómo lograste entrar a la Academia Robotech? He oido en los vestuarios por boca de otros pilotos que fuiste primera en tu clase.
–Use la mejor estrategia para derribar al enemigo –dijo con una sonrisa orgullosa–. Y logré mi objetivo.
–¿Qué fue lo que hiciste, Hayes? –preguntó bastante temeroso. ¿Cómo era posible torcer el puño del Comandante Supremo de la RDF? Había que tener mucho valor y astucia para lograrlo.
–Llame a mi tía Susan, y le pedí formar parte de su equipo dentro de su Agencia de Top Models.
–Guau. ¿Fuiste modelo? –dijo incrédulo Rick Hunter.
–Y una muy buena por cierto. Mi tía al ser titular de la agencia, me conseguía excelentes contratos. Incluso fui tres veces tapa de revista. Este es uno de los vestidos que usé para la sesión fotográfica de una de ellas. Los otros dos también los conservé. Son demasiado hermosos como para desprenderme de ellos.
–Me encantaría verte lucir esos otros dos vestidos. Si son como este que tienes puesto, creo que vas a derribar a más de un piloto con tu apariencia, Lisa –sonrió Rick con picardía, lamiéndose los labios.
Lisa volvió a ponerse nerviosa. No quería presumir frente a Hunter. Lo único que logró fue despertar una chispa de deseo en los ojos del piloto.
–Con cada tapa de revista, le enviaba a mi padre una carta de solicitud para ingresar a la Academia Robotech. Finalmente el Almirante claudicó en el tercer intento.
–¿Este es el vestido que logró torcer la voluntad del testarudo Hayes?
–No. Era uno rojo. Muy corto y escotado –contestó en tono provocativo.
Rick Hunter alzó sus cejas y mordió su labio inferior. El solo imaginar a Hayes vestida de un rojo rabioso prendió todas las alarmas del piloto.
–Voy a buscarte, Hayes. Quiero ver tus fotos.
Lisa se sonrojo. Si bien estaba muy orgullosa de su paso por el modelaje, quería dejarlo en el pasado. Debía dejarlo en el pasado.
–No vas a encontrarme.
–¿Usaste un alias? –Lisa sonrió a modo de respuesta–. Muy inteligente, Hayes. ¿Cuál era? ¿Lizzi Hayes?¿Bettsy Hayes?
Lisa echó una fuerte carcajada.
–Beth O'Donnell. Era el apellido de soltera de mi madre, y también de mi tía Susan. Además teñí mi cabello. No quería darle a mi padre ninguna excusa para que me negara la entrada a la Academia, que era lo que realmente quería. Así que no solo cambié mi nombre, sino también mi apariencia. Era una modelo morocha de ojos verdes.
–Lisa Hayes con cabello negro. Eso sí que quiero verlo.
–Ni. En. Tus. Sueños. Es un secreto. No lo olvides.
Rick le hizo un puchero como un niño pequeño. Pero sabía que Lisa tenía razón. Él le había jurado por la memoria de su madre que respetaría su confidencialidad, y Rick Hunter era ante todo un hombre de palabra.
–¿Es por eso que no vas a participar del concurso de Miss Macross?
–Una de las razones. Mi padre firmó mi carta de ingreso a la Academia Robotech, pero adjunto un "Tratado de Paz". Básicamente un contrato que debo cumplir si quiero permanecer en la RDF.
–¿Y eso?
–Dijo que como una buena Hayes debo aprender no solamente a hacer la guerra, sino como comportarme en la paz, para que sea duradera. La capitulación del enemigo debe venir acompañado por reasignaciones por parte del vencedor, para no acumular rencores que en un futuro puedan convertirse en un bumerang para una próxima guerra. Así que él capituló, pero yo tuve que consensuar. Acepté retirarme de el mundo del modelaje de manera definitiva, sin poder hacer alusión tampoco a mi pasado por el mismo. Me pareció un precio justo para obtener lo que quería. La que estaba furiosa era mi tía, que no pudo utilizar a posteriori ninguna de las campañas publicitarias que yo ya había realizado.
–¿Crees que algún día logremos una paz duradera con los alienígenas?
–Por el bien de la humanidad, eso espero.
–¿Y cuál sería la otra razón por la que te niegas a participar de Miss Macross?
–La exposición que te otorga la fama es un arma de doble filo. Te da mucho, pero también te quita mucho. Si no tienes un entorno que te cuide, o la madurez para ponerle un freno, puede llevarte puesto. Lo he visto en muchas de mis compañeras que luego siguieron con el modelaje, o incluso algunas incursionaron en la actuación. Solo las más aptas, las más íntegras, las más seguras de sí mismas, llegan a sobrevivir en ese nido de víboras. No siempre alguien talentoso tiene éxito. A veces, las circunstancias son tan tentadoras que finalmente te derriban mucho antes de llegar a la meta, por más talento que poseas.
«¿Será eso lo que le ocurrirá a Minmei si gana el concurso?», pensó Rick preocupado.
–¿Qué le pasó a tus compañeras que no soportaron el peso de la fama?
–¿Por qué te preocupa, Rick?
–Tengo una amiga que está participando del concurso. Quizás podría advertirle de las cosas que tiene que tener en cuenta.
Lisa escuchó la duda en la voz de Hunter al referirse a su "amiga". «¿Será solamente su amiga? ¿O algo más?», se preguntó la joven oficial. «En realidad no es de tu incumbencia, Lisa. Lo más probable es que sea su novia. Qué importa» pensó con frustración. Por alguna razón inexplicable, el considerar la opción de que Rick Hunter podría tener novia, le había molestado un poco.
–La fama te puede convertir en alguien narcisista, egoísta, caprichoso y por momentos completamente alejado de la realidad. Pero también en alguien excesivamente vulnerable, completamente expuesto, sin privacidad. Teniendo que estar todo el tiempo disponible para tu público de manera incondicional. No es para cualquiera. Realmente es un trabajo arduo y muchas veces también puede ser bastante ingrato. Otras tantas te llenan de elogios. Es una dualidad demasiado cruda. Por eso no estoy interesada en concursar.
Rick se quedó sin palabras. Estaba procesando todo lo que le dijo Lisa. Hunter era alguien que absorbía la información lentamente. Estaba completamente abrumado por todas las cosas que le había contado Lisa. Desde su profundo amor por Riber, la forma en que logró torcer la voluntad de su padre, lo duro que podía llegar a ser la fama, pero sobre todo, lo bien que la había pasado con su compañía. Su sonrisa, la forma en que se sonrojaba, e incluso lo adorable que se veía cuando ella se enojaba con él.
–Es hora de irse, Lisa. Todos se están retirando. Te acompaño hasta tu camarote.
–Gracias Rick.
Caminaron en silencio uno al lado del otro, cada uno absorto en sus pensamientos, enfrascados en sus propios prejuicios y con un sabor agridulce porque la noche finalmente había llegado a su fin. Cuando llegaron, Lisa se detuvo apoyando su espalda en su puerta y Rick se reclinó sobre el marco. Se observaban en silencio. Ninguno de los dos se animaba a dar el saludo de despedida. Era el momento perfecto para un beso. Él la miraba con deseo. Ella estaba dispuesta a darle lo que Rick le pidiera. Su corazón estaba latiendo a una velocidad descontrolada. Rick se inclinó hacia ella sin romper el contacto visual. Estaba segura que él lo besaría, cuando de repente se escuchan risas al fondo del pasillo y en un segundo Rick vuelve a retroceder. La oportunidad se había perdido.
–Fue un placer bailar contigo, Lisa. Nos veremos mañana en el TacNet, Delta Uno.
–El placer fue todo mío, Rick. Espero que sueñes con los angelitos, Bermellón Uno.
Rick se alejó del camarote de Lisa con una sonrisa. Estaba seguro que esa noche soñaría con un angelito que usaba lencería negra de encaje.
Lisa al cerrar la puerta de su cuarto vio el vestido azul sobre la cama y no pudo evitar sonreír de manera triunfal. La nueva Lisa Hayes realmente había renacido el día de hoy. Mientras se quitaba el vestido, la joven comandante estaba segura que esa noche sería la primera de muchas que ya no iba a fantasear más con Karl Riber. Había un piloto pervertido que acababa de ocupar ese lugar…
