CAPÍTULO 5
ENTRENAMIENTO
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El entrenamiento comenzó con Gaara dando un saltó en medio del desierto.
Sari, Matsuri e Ittetsu apenas habían terminado de recoger los restos del almuerzo después de acomodar sus pertenencias en lo que les pareció sería un lugar adecuado para dormir, cuando Gaara aterrizó a unos metros de ellos para anunciarles que el descanso había terminado.
—Vamos a comenzar —dijo Gaara, haciendo una seña para que se acercaran hacia donde estaba. El sol aún se encontraba en lo alto del cielo, pero desde la posición que ocupaba ahora, la roca en la que anteriormente habían descansado les proporcionaba una sombra de mayor diámetro—. Lo que vamos a hacer es algo sencillo en realidad —explicó, con voz pausada—. Para este entrenamiento lo primero que van a hacer es llegar hasta mí —puntualizó, señalando a sí mismo con el dedo índice—. Si me tocan, ganan —añadió.
Los tres niños se miraron entre sí, confundidos.
—¿Es una competencia? —cuestionó Ittetsu, observando a sus compañeras.
—No —respondió Gaara—. Pueden trabajar en equipo o intentarlo de manera individual si así lo desean. Ustedes deciden.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —preguntó Sari esta vez.
—El que necesiten. No hay tiempo límite —Gaara se encogió en hombros antes de dar dos saltos hacia atrás, alejándose de ellos—. ¡Comiencen! —ordenó.
Sari, Matsuri e Ittetsu se quedaron inmóviles en su sitio, sin saber realmente lo que debían hacer a continuación. Si bien era cierto que ellos eran tres y el pelirrojo solo uno, ¡era Sabaku no Gaara de quien estaban hablando! Era genuinamente imposible que ellos pudieran llegar siquiera a acercarse.
—Necesitamos un plan —sugirió Ittetsu, mirando a ambas chicas.
Sari asintió.
—Lo mejor será que trabajemos en equipo —coincidió Sari. Ella e Itettsu conocían a la perfección el estilo de combate del otro y a pesar de que no eran muy buenos en ello, sabían acoplarse bastante bien. El problema estaba en que no habían tenido la oportunidad de entrenar con Matsuri para saber cómo podrían integrar el estilo de ambos con el de ella—. No hay tiempo límite, podemos empezar atacando los tres e idear una estrategia a partir de los resultados que obtenga cada uno.
Ittetsu pareció convencido ante la idea de Sari.
—¿Te parece bien, Matsuri? —inquirió él, mirando a la castaña de cabello corto.
—Yo... —comenzó Matsuri, tragando saliva—. No pase mucho tiempo en la academia antes de esto... yo nunca, nunca he entrenado... n-no sé cómo hacerlo —dejó caer los hombros con pesadez, sintiendo como las lágrimas comenzaban a picar en sus ojos.
Ittetsu rió.
—¡No te preocupes! —la animó, palmeando su espalda—. Nosotros tampoco tenemos idea de qué hacer —se rascó la nuca con una sonrisa un tanto afligida y miró a Sari, suplicando por su ayuda. No podían dejar que Matsuri se rindiera sin siquiera haberlo intentado.
—Pero será mejor si lo hacemos juntos —añadió Sari—. Si nuestras posibilidades en equipo son mínimas, solos ni siquiera existen.
Matsuri miró a Sari y después a Ittetsu, se limpió las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos con el dorso de la mano y les dio la razón a ambos.
—Está bien —aceptó—. Hagámoslo.
Los tres niños se colocaron en línea recta frente a Gaara, quien permanecía de pie a unos metros de ellos. Se suponía que debían atacarlo, pero las rodillas de los tres niños temblaban ante la idea de hacerlo, ¿y si salían lastimados? Aunque Gaara no tuviera la intención de hacerles daño, era muy probable que terminaran heridos si peleaban con él.
Ittetsu fue quien decidió tomar la iniciativa en el plan que habían ideado.
Dio un paso hacia atrás para tomar vuelo y corrió a toda velocidad hacia el chico pelirrojo que se encontraba frente a ellos. Dio un par de saltos en el aire y empuñó los dedos antes de dirigir su mano al rostro de Sabaku no Gaara.
Por supuesto, no llegó demasiado lejos.
La arena hizo acto de presencia un segundo después de que lanzara su brazo hacia adelante. No estaba ni siquiera cerca de tocarlo cuando una pared de arena, dura como si de una pared de metal se tratara, se posicionó entre su puño y la nada.
Retiró el puño de la arena y retrocedió dando dos saltos, flexionó las rodillas y se lanzó de nuevo en dirección a él. Esta vez, Ittetsu utilizó el impulsó de sus rodillas para catapultarse a sí mismo de forma paralela al piso, como si estuviera acostado. A Gaara lo tomó por sorpresa el movimiento, dio un saltó para hacer que su armadura lo siguiera y evitar que la cabeza del niño se impactará con una pared sólida de arena. La masa de arena siguió a Gaara, sin hacer nada en contra de su oponente.
Al pasar por debajo de los pies de pelirrojo, Ittetsu lanzó en su dirección un par de kunais que Gaara desvió con una ráfaga de viento mezclado con arena. El pelinegro precipitó sobre el piso un par de metros más antes de que su cuerpo rodara sobre el piso rocoso. Cerró los ojos antes de caer, sabiendo que el impacto sería doloroso. No obstante, las rocas a su alrededor se suavizaron hasta convertirse en arena, reduciendo el impacto contra el suelo.
—Bien hecho, Ittetsu —lo felicitó Gaara, aterrizando a unos metros de él.
Apenas terminó de decir aquella frase cuando escuchó un par de pies aproximándose ruidosamente hacia él.
Los shurikens de Matsuri se encajaron en una pared de arena casi tan pronto como los lanzó. La castaña dio un salto hacia y envió más shurikens en su dirección, cayó con pesadez al suelo y antes de que pudiera seguir atacando a su líder, el grito de su compañera de equipo, Sari, captó la atención del trío.
La arena de Gaara se había aferrado a los tobillos de Sari mientras ésta saltaba para atacarlo por la espalda. Llevaba un shuriken en la mano para abalanzarse sobre él, el cual rodó junto a ella en el piso, causándole una herida en el antebrazo al caer. El pelirrojo no la había visto venir, por lo cual la arena había actuado en su defensa, arrojando con fuerza a Sari contra el piso de piedra sin que él pudiera hacer algo para amortiguar su caída.
—¡Sari! —gritó Ittetsu, corriendo hacía ella—, ¿estás bien?
"¡¿Qué demonios fue eso?!", inquirió Shukaku.
Gaara estaba tan desconcertado como él.
Sari se levantó del suelo, desenterrando el kunai que se le había clavado en el brazo tras haberlo soltado por la sorpresa de que había sido atrapada.
Sintió el rostro arder. La adrenalina del momento no le permitió sentir dolor de la herida que ella misma se había infligido.
—Sí —respondió de forma golpeada.
No quería que la vieran. No quería que se preocuparan por ella o pensaran que era débil.
Se sintió estúpida.
Gaara caminó hacía ella.
—¿Te encuentras bien? —preguntó una vez que estuvo lo suficientemente cerca para que pudiera escucharlo. Sari asintió—. Estas sangrando —puntualizó él.
Gaara no solo se refería a la herida causada kunai; las rodillas de Sari, sus brazos e incluso su rostro tenía raspones de los que brotaban hilos de sangre, manchando su piel del líquido carmesí.
"Dulce, dulce, su sangre es dulce," algo en el interior de Sabaku no Gaara se revolvió.
—No es nada —carraspeó Sari.
Gaara asintió.
Continuaron con el entrenamiento como si el incidente no hubiera tenido lugar, a pesar de ello, Gaara observaba a su alumna limpiarse la sangre de las heridas de tanto en tanto. La más problemática era la del kunai que se había enterrado al caer. No había intentado detener la hemorragia antes de seguir atacando, por lo cual con cada movimiento que hacía sangraba aún más.
Gaara no quiso comentar nada al respecto.
El entrenamiento se extendió durante casi dos horas. Como era de esperarse, ninguno de sus alumnos logró tocarlo. No obstante, el portador de Shukaku podía decir que aquel primer encuentro con sus alumnos había tenido buenos resultados. Había podido identificar cualidades en su forma de combate a las cuales podían sacarles provecho si hacía un buen trabajo con ellos.
Sari Mikoshi, por ejemplo, era sigilosa de una forma muy particular. Tenía una manera de andar apenas perceptible para cualquiera de ellos. Sus pies eran ligeros y sus movimientos ágiles y flexibles. En repetidas ocasiones se encontró a sí mismo sorprendido por la manera tan fácil en que casi lograba alcanzarlo. De no ser por la arena y las advertencias de Shukaku, habría sido capaz de tocarlo; lo cual explicaba porque no había podido detectar su presencia en ese primer ataque.
Matsuri, por el contrario, era rígida y pesada. Sus movimientos eran toscos y predecibles, el combate cuerpo a cuerpo no sería una habilidad que pudiera dominar con facilidad, pero quizás podría complementarlo con las habilidades de Sari e Ittetsu.
Por su parte, Ittetsu era bueno con las combinaciones de movimientos. Si su oponente hubiera sido cualquier otro ninja, estaba seguro de que habría dado una buena batalla; o al menos una lo suficientemente reñida para alguien de su edad.
Trabajarán bien en equipo, pensó Gaara.
Tenía habilidades y estilos de combate complementarios, en poco tiempo habían identificado como moverse en equipo y atacar en conjunto para incrementar sus posibilidades de conseguir llegar hasta él. No eran el trío más brillante y estaban muy por debajo de él y sus hermanos cuando se convirtieron en genin, pero tampoco eran basura.
"Creo que estás siendo demasiado optimista," cuchicheó Shukaku en su interior.
Gaara dio dos saltos hacía atrás en la última combinación de ataques de sus alumnos. Como era de esperarse, no lograron alcanzarlo.
Ittetsu gruñó frustrado.
—Es suficiente —anunció Gaara—. Hemos terminado por hoy.
Matsuri se dejó caer en el piso, respirando agitadamente.
Los tres niños jadeaban, intentando recuperar el aire de sus pulmones.
—No puede ser —Ittetsu se talló la cara con fuerza, restregándose con la manga el sudor del rostro—. ¡No hemos estado ni cerca de tocarlo!
—Lo han hecho bien —sentenció Gaara, dando media vuelta para ir a sentarse a la gran roca en el centro del predio. Detuvo un momento su caminar y se volvió hacía Sari—. Limpia bien esa herida antes de vendarla, Sari —aconsejó el pelirrojo, señalando su brazo—, no querrás que queden restos de arena dentro cuando empiece a sanar.
Sari tragó saliva y asintió.
—L-Lo haré —respondió titubeante.
—Abríguense y descansen —advirtió Gaara, dándoles la espalda—. Las noches en el desierto suelen ser frías durante esta temporada.
—Sí, Taicho —asintió Ittetsu.
Los tres niños se reunieron y caminaron detrás de él.
Sari avanzó a un ritmo lento. Las heridas y raspones que se provocó durante el entrenamiento le escocían y la temperatura ya había comenzado a bajar, lo cual no ayudaba mucho. No había adrenalina que eliminará el dolor y sentía todo su cuerpo como si de un moretón gigante se tratase. Se sintió avergonzada al notar que Matsuri e Ittetsu, a pesar de encontrarse agotados y haber luchado en las mismas condiciones que ella, apenas habían resultado heridos.
No es que ella quisiera que se lastimaran, pero... ¿por qué ella...?
Ittetsu notó su aflicción al mirarlos.
—Andando —dijo, apretando el hombro de Sari con suavidad—. Te ayudaremos a curar esas heridas, ¿verdad, Matsuri-chan?
Matsuri asintió sonriendo.
Sari clavó la mirada en el suelo por el cual avanzaban, sintiendo cosquillas en la nariz y lágrimas picando en la comisura de sus ojos.
Ella se había prometido a sí misma que no fallaría.
Tengo que ser una kunoichi digna, pensó, levantando la mirada y clavando los ojos castaños en la espalda de Gaara, que avanzaba delante de ellos.
La próxima vez lo haré mejor.
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¡Hola! Dos meses después les dejó el capítulo del entrenamiento, sé que la historia va un poco lenta, pero me gusta llevar las cosas de este modo para que se vaya entendiendo el por qué de las cosas. Si lees esta historia, hazmelo saber por medio de comentarios, me encantaria saber tu opinión.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
21 de noviembre de 2022.
