Ultimátum

Platinum suspiró, buscando paz interior, sus fuerzas se iban de su cuerpo de tan solo pensar en lo complicada que era su vida en los últimos días a falta de 2 meses para cumplir 18 años.

Porque aquella noche ajetreada de lunes, sentía que su 2do desmayo en menos de una semana estaba próximo.

Se ahogaba en conflictos y responsabilidades.

La chica recordaba, vívidamente que el coronel Shelby le había mandado a prácticamente ser una espía y averiguar los planes de PenDragón, pero ni siquiera había podido salir de su casa con la llegada de sus padres, situación que estaba agendada con antelación pero que su cerebro había saltado olímpicamente por estar pensando en sus otros problemas que le saltaban al rostro.

Y si, se refería al conflicto con Pearl y Diamond.

Hundir su nariz en libros y en cenas amenas con sus progenitores le quitaba por momentos la tristeza que embalsamaba su corazón.

Pero luego no sabía si estudiar el libro sobre minas, terminar la tesis que el profesor Rowan le había mandado a realizar o seguir estudiando el patrón extraño en las fechorías de los bandalos que comenzaba a notar en el mapa de colores que había dibujado con sus amigos aquel sábado…

Y luego lo recordaba.

A PenDragón.

Él siempre al final del camino.

Podía cerrar los ojos y pensar en su silueta altiva y misteriosa que le invadía los sentidos.

Se lo imaginaba también montado en su Staraptor, volando… libre.

Platinum suspiró de nuevo tratando de no caer en ese pensamiento repetitivo que siempre se regañaba.

Porque comenzaba a ser una costumbre divagar con PenDragón o con Diamond… Era extraño… o tal vez lo más normal viendo que en su cercano futuro se casaría con quien su padre le dictara y ella, como escapatoria mental recurria a fantasear con chicos lindos.

Bueno… Pearl también es lindo, y recordaba que de más joven tuvo un leve crush con el rubio pero todo quedó superado en ese aspecto.

Suspiró por tercera vez de manera sonora.

Lo mejor, para la ocasión, era concentrarse en lo que tenían a mano.

Si.

Era lo más razonable, pensaba la heredera montada en el carruaje junto a sus amigos en un absoluto silencio, tal vez el más sepulcral desde la última pelea que tuvieron hace más de dos años.

Diamond y Pearl se miraron de soslayo, sorprendidos de verle suspirar tanto, pero viendo por igual lo concentrada que estaba en lo que sea que estuviera pensando decidieron no interrumpirle atentos al momento en que la cabeza de la chica comenzase a generar chispazos de energía o humo.

Y así hicieron hasta llegar al destino.

—señorita —le llamó Diamond sacándola de sus pensamientos. Ella giró a verle, conectando sus ojos grises con los azules del chico —llegamos a Hearthome city —le avisó el azabache fuera del carruaje, tendiéndole la mano para ayudarle a bajar.

Aquel gesto minúsculo, casi imperceptible que Dia había curtido con los años y que, por mucho que aún no hubiesen hablado sobre el altercado del viernes, él no dejaría de comportarse como su guardaespaldas y amigo ante ella.

—gracias Dia —agradeció la ojigris, tomándole de la mano para bajar con parsimonia y elegancia del transporte. El calor que sintió entre sus manos fue corto pero placentero.

Inclusive dentro de la más fina tormenta, ellos seguirían siendo ellos mismos, tronase o relampaguease.

Exactamente habían detenido el coche frente la catedral de la ciudad, porque divisaron al coronel Shelby en el lugar.

—¡Prácticamente nos dio un ultimátum, chicos! —les dijo el coronel apenas los vio. —¿Qué se ha creído ese vándalo? —

Pearl, Platinum y Diamond se le acercaron, nerviosos y expectantes en partes iguales, sin saber que sucedería en aquella noche escuchando al mayor hablar a toda voz, pues cualquiera a kilómetros le escucharía claramente.

Nervios, porque nunca habían visto tantos policías en un solo lugar.

Expectantes, porque parecía que iba a suceder algo grande.

Hearthome parecía una base militar.

La más grande redada en la historia de Sinnoh para el enemigo público número 1, o eso le habían escuchado decir Shelby al momento como político en campaña.

Tras el parlanchín coronel, se hallaban 2 policías más, y a juzgar por las estrellas en la gabardina, deberían de ser de rango como el coronel y no solo rasos.

—Pero que descuidado soy —comentó Shelby, girando a mirar al rubio cenizo a su derecha que acariciaba a un gran Flygon temerario. —he recordado que no les he presentado a los chicos —habló, de manera sonriente, volviendo luego su mirada a los Holders —sargento Tannen, le presento a los salvadores de Sinnoh, chicos, el sargento Dae Tannen: honor al mérito, placa dorada, primero en su clase y medalla al valor

—que apellido tan largo —

Pearl y Dia tuvieron que taparse la boca para no reír frente al comentario de la segunda persona tras Shelby y a un lado de Tannen que aun no había sido presentada y que miraba extrañado a Tannen.

—y el cabo Marx —presentó el coronel Shelby sin mucho ánimo al pequeño policía a su izquierda que sonrió luego de su inocente comentario extendiendo la mano a cada Holder. Shelby ignoró esto y volvió a mirar a su derecha —como les decía, el futuro del sargento Tannen es tan brillante como el cristal jajaja —terminó de presentar luego de la interrupción.

El rubio cenizo, a diferencia de Marx, hizo el saludo marcial de primeras y luego una reverencia a la dama presente. —sargento Dae Tannen a sus servicios, agradezco que colaboren en la operación —comentó sin dejar de inspeccionar a los presentes —Solo tengo una pregunta ¿Se han encontrado con PenDragón? —

El ambiente habia vuelto a ser serio y de esa manera, sin dudar los 3 respondieron a lo unisonó un rotundo: —No —

Platinum se regañó mentalmente sintiendo que era mala para mentir. Pearl aparentó fijarse en algo en el cielo y Diamond solo siguió con su cara apacible, mirando de la misma manera que le veía el sargento pues lo notaba tenso y decidido.

Algo en la manera de responder de los chicos no le inspiraba confianza al sargento, aun así, prosiguió —pues yo sí, es impredecible y temerario, es un peligro que hoy personalmente me encargaré de esposar —

Shelby sonrió feliz, al tiempo que los Dex Holder se miraban entre sí.

—díganos sargento —habló Pearl, llamando la atención del mencionado. —¿Cómo podemos ayudarle? —

—tengo todo bajo control —respondió, dándole una palmada amistosa a su Flygon, éste movió su cabeza, emocionado —sin embargo, si por un extraño caso todo sale mal y PenDragón se nos escapa, confío en que ustedes 3 lo atrapen en nombre de la ley —dictaminó, determinante en sus palabras y mirada.

Platinum, Pearl y Diamond temblaron interiormente, cada uno por causas diferentes. Ni en sus peores sueños habían pensado estar en tan apretada situación.

Tan solo pudieron asentir, dándoles su confianza al sargento rubio.

—Ey —dijo Pearl, señalando al policía pequeño, recordando fugazmente de donde lo había visto anteriormente —eres el policía que me pidió un autógrafo el viernes en Eterna —

Todos miraron a Marx, este negó con las manos—…no… bueno si —

Dae Tannen pensó que, definitivamente la policía admiraba a aquellos chicos, pero algo en la situación frente a él le encrespaba el cuerpo, como si un escalofrió interior le advirtiese del peligro.

—Que buen Flygon tienes, Sargento —comentó Diamond apreciando al gran pokemon frente a él.

Dae Tannen miró al azabache con interés, su abrigo y su bufanda le resguardaban del frio, no era más alto que él, pero su cabello negro y su estatura le recordaban a alguien, sin embargo, no lograba rememorar bien a quien.

—…Él te respeta mucho —volvió a hablar Dia, con una leve sonrisa, refiriéndose al pokemon.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó el rubio policía al azabache, sin dejar de escudriñarle con la mirada.

Diamond tan solo sonrió, pensando en que no podía poner en palabras el cómo sentía el afecto de los pokemon o de las personas, para él era entendible, pero incluso explicárselo a Pearl era difícil y comprenderlo aún más.

Tal vez la palabra "sexto sentido" o "intuición" calzarían.

Dae quiso seguir cuestionando, pero la voz molesta de Marx -según el propio sargento- le sacó de sus pensamientos.

—Pero, coronel —habló el cabo, concnetrando en mover su cabeza de un lado a otro como si deliberara algo importante que aun seguía en su mente.

—¿Qué sucede ahora, cabo Marx? —

—vera… aun no me queda claro, ¿dijo que la carta ultimátum llegó hoy a su oficina? —preguntó, llevando se la diestra a su quijada de manera pensativa.

—afirmativo, cabo —habló Shelby.

—¿de su oficina en el piso 10? —preguntó otra vez Marx.

—es correcto —le respondió Shelby, calmado.

—¿de la jefatura central, señor? —volvió a preguntar Marx por tercera vez, sin salir de su asombro.

—así es —afirmó por tercera vez en menos de un minuto el coronel Shelby.

Marx, un chico pequeño, pero de sonrisa brillante les miraba ahora con curiosidad, se rascaba la cabeza mientras pensaba bien que decir.

Para el cabo, hoy era su día libre, sin embargo, el pelirrojo comodoro Maitland le había enviado a ser parte de la guarnición bajo mando de Tannen por el día de hoy así que por ello estaba ahí o esa era la orden que decía los papeles y permisos —caray, coronel Shelby, no lo puedo creer —

Shelby se sulfuró —¿crees que miento? —

—¡Oh no, señor! —se rectificó inmediatamente sintiendo el peligro, por alguna razón siempre tenía la sospecha de que su presencia no era agradable al coronel —me refiero a PenDragón, allanar su oficina me resulta algo pasado de la raya, no es lo que acostumbra. —

Claude Shelby bufó sonoramente —de ese individuo esperaría cualquier cosa, es una alimaña —acomodó su chaqueta en pose digna, mirando fijamente a su derecha, al individuo de los 3 que no había hablado en absoluto —y ya sabe, Sargento Tannen, que se hace con las alimañas…

Dae Tannen asintió en silencio. Hoy era la noche, no se le volvería a escapar.

PenDragón no le vería de nuevo la cara de tonto, se dijo el sargento.

Diamond y Pearl se miraron en silencio. Se alegraban de por fin poder conocer a la "manzana podrida" que mencionaba el espantapájaros en una de sus cartas anteriores.

Pero Dae Tannen parecía, a primera vista, bastante comprometido con la causa.

Algo no estaba bien en todo esto.

Además, para Platinum, una carta nueva de PenDragón a pocos días de haber sido proclamado la persona más buscada de Sinnoh le parecía bastante fuera de lugar.

—esta vez nos hemos preparado mejor que el accidente en Sunnyshore, este hecho ha sido premeditado —hablaba con orgullo el coronel Claude Shelby ajeno de los pensamientos de los salvadores de Sinnoh —y he tenido una charla con Fantina, ha sido difícil convencerla de cancelar el recital que tenían en el auditorio para hoy, está por ahí echando fuego por la boca jaja —seguía hablando de lo más normal.

Pearl miraba a su alrededor con curiosidad, admirando a policías y pokemons correr de aquí para allá, protegiendo cada centímetro de la basta ciudad, alerta a cualquier avistamiento del enmascarado por cielo y tierra.

Y Diamond no dejaba de sentir que estaba cayendo a un oscuro agujero negro de maldad sin comprender quien o que exactamente los empujaba al mismo.

Nervioso, sin saber encontrar el peligro latente se acercó un poco más a Platinum queriendo estar pendiente de poder protegerla por cualquiera situación espontánea pues por más que pensase en qué sucedería se encontraba en blanco con la incógnita de qué haría ahora el espantapájaros problemático.

Platinum seguía pensando en la carta. ¿por qué tan pronto? Se seguía preguntando, carburando mil ideas y posibilidades. ¿le habría pasado algo? ¿o tal vez fue porque no había acudido a revisar la pista en la carta personal que le había dejado en su balcón, esa misma que había comenzado la trifulca entre ella y sus amigos y en la que lastimosamente no había verificado su validez pues sus padres se encontraban en casa y no le habían dejado sola en ningún momento en todo el fin de semana.

—espero que ese rufián sea puntual —seguía hablando Shelby —tengo un hermano mayor que es muy puntual, es uno de sus mejores hábitos a decir verdad y-

—coronel —interrumpió Platinum el monologo de los presentes pues una gran idea había surcado su mente —usted dijo que la carta le llegó a su oficina, ¿es posible que la tenga y me permita verla? —preguntó, sintiéndose tonta de que aquella idea no se le hubiera ocurrido antes.

Shelby pensó por unos momentos hasta que comenzó a sonreír. —claro que sí, permítame un momento…—rebuscó en los bolsillos internos de su gabardina sacando un pequeño sobre blanco —aquí tiene —

Dentro del sobre se hallaba un papel blanco, algo arrugado, escrita a mano con caligrafía descuidada rezaba la frase que ya sabían.

"Los reto,

aquí y ahora.

No huiré,

en el auditorio me detendré."

Y debajo el dibujo de una luna creciente junto a la fecha del día de hoy.

Platinum olió el papel, giró el mismo, observando su superficie con interés juzgando cada minúsculo rasgo que resaltara a sus ojos.

—¿me puede repetir cómo llego la carta a sus manos, coronel? —preguntó Pearl viendo que la inspección de Platinum se alargaba más de la cuenta.

Shelby sonrió, respondiendo automáticamente —el aviso de PenDragón llegó a la jefatura de policía, hace 45 minutos antes que llegaran ustedes, chicos, a Hearthome —

—coronel ¿está seguro que esta carta la envió PenDragón? —preguntó Platinum, sin poder evitar expresar su duda.

Shelby asintió sin titubear —afirmativo, señorita. —

—¿lo vio dejar la carta? —preguntó denuevo la chica del trio.

Sin embargo, Tannen se apresuró a interrumpir queriendo acercarse a la chica —¿duda del coronel, señorita Berlitz? —

Diamond, que estaba cerca de la chica dio un paso al frente deteniéndole en su camino hacia la chica. Ambos varones se miraron a los ojos por unos segundos, Dia de manera taciturna y Tannen frunciendo levemente el ceño poro la acción sorpresiva.

Pearl apretó los labios, incomodo de ver como el tal prodigio osaba querer intimidar a la señorita, ¿Qué se creía? Además, anotaría mentalmente en felicitar a su amigo en esa salvada principesca.

Shelby detuvo del hombro al sargento, sin dejar de sonreír. Encontró bastante normal la reacción del pelinegro conociendo que era guardaespalda de la joven heredera, además, conocía, como todos en la región, que ambos individuos eran bastantes buenos en batallas y por más que apreciase a Dae Tannen no le quería ver enfrascado en una pelea contra un salvador de Sinnoh —calma, chico… señorita Berlitz, la carta estaba en el escritorio de mi oficina que estaba cerrada con llave, en el piso 10. La ventana estaba abierta, alguien rebuscó mis cajones y mis expedientes, me faltan documentos de investigaciones en curso —explicó con parsimonia.

Las palabras llegaban a ella como un zumbido, algo semejante al silencio, porque Platinum, tras Diamond, apreciaba, sorprendida, la espalda del chico que por tantos años ya no veía solo como un amigo.

El calor de las dudas que quería emanar de su garganta murió con la sorpresa de la situación, porque viendo los hombros anchos y su cabello corto bajo su inseparable gorro le costaba recordar que Diamond ya no era un niño, había crecido, no solo en estatura, también en madurez, que su voz le arrullaba y que sus ojos le escandilaban el alma, que su sonrisa le derretía y que la sensación de tranquilidad, amistad y protección que le brindaba cada día era incomparable con cualquier cosa en la tierra.

Cerró los ojos rápidamente, volviendo a la tierra, recordando donde estaba.

Y frente a quien hablaba.

Y que no tenía el tiempo ni tampoco era la ocasión para fantasear con Diamond y lo mucho que había cambiado para bien ante sus ojos en estos años.

Así que Platinum salió de detrás del azabache -ya que su estatura le tapaba a ella en la visión del sargento- y miró al coronel Shelby, en una atmosfera que le parecieron milenios a ella pero que, en realidad, solo fueron 2 segundos terrícolas de fantasear y procesar la situación a máxima velocidad.

—eh… coronel, disculpe —comenzó a decir ordenando sus ideas — ¿me está queriendo decir que PenDragón entró a su oficina, y revisó en sus cosas, de paso le dejó una carta? ¿y todo en una misma noche? —cuestionó la chica, sin perder el hilo de la conversación.

Shelby rió sin gracia —no entiendo por qué es difícil de comprender —comentó con su apacible tranquilidad de siempre.

Diamond sintió algo extraño en el lugar, que abarcaba toda la ciudad y que desconocía su origen, como si aquella oscuridad de la que hablaba antes se hubiera transformado en arena movediza y estuvieran hundiéndose todos poco a poco, sin escapatoria. Tembló levemente. No le gustaba.

—coronel —gritaba alguien a lo lejos. Era Fantina.

Shelby cerró los ojos, presagiando lo peor —excúsenme un momento, sargento Tannen, acompáñeme también. —le dijo al rubio, caminando luego ambos al encuentro con la líder de gimnasio que se notaba bastante enojada y dejando la… ehm… ¿discusion? Con la heredera a medias.

Y los Holders se miraron entre sí. Tal vez, la amistad de años les sirvió para crear una tregua silenciosa y ponerse de acuerdo en que algo extraño sucedía ahí.

—¿lo vieron? Está escrita a mano —comentó Platinum, bastante indignada por la carta que Shelby le había arrebatado de las manos antes de irse a hablar con Fantina y Tannen. —con un intento de rima y un dibujo, ¿no creen que es falsa? —

—y si fuese así —habló Diamond analizando la situación. —¿Quién podría entrar al despacho del coronel? Es demasiado para una broma —

—solo es una teoría, pero, existen muchos entrenadores con pokemons voladores que fácilmente podrían llegar a ese piso —siguió defendiendo Platinum su teoría.

Pearl asintió, chasqueando los dedos mientras pensaba en lo que sus amigos debatían

—¿y que ganarían con ello? —preguntó Dia, lamentándose el hecho de no poder hablar con franqueza frente a Platinum, porque Dia y él, conocían la caligrafía verdadera del espantapájaros y la de la carta definitivamente No era la de PenDragón.

El rubio del grupo se cruzó de brazos, pensativo, miró al frente viendo como sus amigos seguían hablando de la situación hasta que notó algo… o a alguien —¿Marx? —preguntó el joven viendo al coronel entre ellos.

Se habían olvidado de él.

¿Era un ninja? Pensó Platinum tapándose la boca con ambas manos pues no se había percatado de la presencia del cabo entre ellos.

—oh chicos, no se preocupen por mi —les tranquilizó Marx a los Holders —estoy acostumbrado a esa situación, ¿saben? Siempre era el último que elegían para jugar a la pelota y así —elevó los hombros restándole importancia.

—amigo, que triste —le dijo Diamond, sintiéndose apenado por él.

—uno se acostumbra —respondió el cabo. —con una placa en el pecho la gente te presta más atención jajaj además, estoy de acuerdo con ustedes, encuentro extraño el asunto de la carta Ultimatum, debo de informárselo al comodoro Maitland cuanto antes, de eso depende mi ascenso —habló, sonriendo de oreja a oreja, como si el infortunio de otro fuese la suerte de él.

Platinum tenía que prestar bastante atención a sus palabras pues, sentía que el cabo hablaba demasiado rápido para su gusto.

A los segundos se les acercó Tannen, avisándoles, bastante enojado, a los cuatro que la operación entraría en su fase media, ya que se cumplirían próximamente 60 minutos desde que la carta fue hallada por el coronel en su despacho.

Así que el sargento Tannen iría a pararse frente al Auditorio, lugar especificó donde lo citaba PenDragón en la carta Ultimatum.

El perímetro estaba libre y vigilado por sus hombres de más confianza.

Los Holders y Marx le siguieron, esperando a unos metros de distancia prudentes entre aquella trinchera que había detenido la circulación de peatones en la ciudad.

Lo demás fue esperar, esperar y esperar.

Pasaron 15 minutos, 25, 45… 1 hora, 2… y nada sucedió.

El tiempo seguía pasando, la temperatura descendía y aquello helaba los huesos de todos en la intemperie de la ciudad.

—esto es una pérdida de tiempo —susurró Pearl, sentado en la acera de la calle apoyando su cabeza con sus manos.

Marx a su lado, estornudó y Diamond le pasó un pañuelo que gustoso aceptó.

Platinum se abrazó a sí misma.

2 horas perdidas de su tiempo.

2 horas en que la policía de toda Sinnoh se fortificó en Hearthome para atrapar al ser más buscado de la región que había "avisado" desde antes que llegaría al lugar a un duelo, un reto, un ultimátum según el coronel Shelby.

La joven Berlitz hizo un mohín de tristeza, recordando que sus padres saldrían hoy a una cena romántica y que ella tenía el deseo de recibirlos en casa con una sonrisa como pocas veces tenía el placer.

La cena era en uno de sus restaurantes al este de Sinnoh, si no mal recordaba.

—Plati —le llamó Diamond en susurro habiendo caminado hacia la chica. Ella levantó la mirada para verle, haciéndole saber que le había escuchado —¿te encuentras bien? —

La ojigris asintió, abrazándose más a sí misma. Girando su cuerpo hacia él —sí, tan solo… Dia, son muchas cosas, y estamos aquí esperando una señal divina de algo que sabemos no sucederá. —susurró también.

—Siento algo extraño en todo, señorita —comentó Diamond comenzando a caminar junto a ella, alejándose de sus amigos.

—Yo también, Dia, todo esto es una parafernalia… —luego suspiró, agarrándose la cabeza

Los dos encontraron privacidad en la fachada de una boutique cerrada, camuflándose entre la oscuridad para hablar con soltura.

Diamond asintió a las palabras de la chica… la apreció unos segundos en el claroscuro de la noche, viendo como volvía a abrazarse a sí misma por el frío.

—deberíamos de irnos —

—el sargento Tannen dijo que nadie podía irse —

—Plati —le llamó Diamond haciendo que ella lo mirara. Diamond sonrió —No somos policías, ¿lo recuerdas? Podemos irnos cuando queramos

Le encantaba cuando le llamaba así, pensaba la heredera. Lo hacía solo cuando estaban solos, porque toda su no-relación era secreta, hermética. Privada. Solo ellos dos, nadie más.

—Lo comprendo, Dia, pero… —Claro está, ellos no eran policías, pero fungían como asesores del coronel Shelby y, cabe aclarar, los policías a sus alrededores se sentían ligeramente más confiados y seguros si los tenían su lado. —solo no podemos irnos… —

El azabache asintió, viendo que sería imposible convencerla.

—discúlpame por lo del sábado… —le dijo Diamond mirándole a los ojos, apoyado en la pared.

Platinum negó inmediatamente —No, Dia, yo soy la que debe disculparse —

—No señorita, fui yo el que se fue sin siquiera escucharte, estuvo mal —

Platinum sonrió fugazmente, sintiendo felicidad en poder hablar con su amigo al fin de aquel tema —No no, Dia, sabes bien que yo hice mal, y lo siento mucho —

El corazón de Diamond se encogió hallando sinceridad en sus palabras.

—ustedes son los mejores amigos que he tenido, debí de compartir el contenido de la carta desde que la encontré en mi balcón a la mañana siguiente. Lo siento, enserio, no fui justa —Platinum bajó levemente la cabeza.

Pero Dia no la dejaría así sin más, se acercó más a ella para abrazarle, haciéndole notar que aceptaba sus disculpas. Ella correspondió el abrazo, sintiendo el frio desaparecer de su cuerpo.

Y solo así de esa manera, Diamond podía sentir que la podía proteger verdaderamente de todo y contra todo en el mundo.

Porque, frente a tantos años, aquello era lo único que habían avanzado en su No-Relación de pareja, a un abrazo sincero y un beso inocente en la frente.

Aunque, siendo sinceros, Diamond prefirió abrazarle, porque el corazón le dolía. Ella se disculpaba frente a él por ocultarle algo, cuando él también le ocultaba cosas a ella… Arceus, todo se estaba complicando mucho más. La culpa comenzaba a corroerle vivo. Y ahí, en la oscuridad, le escuchó hablar sobre la carta y sobre lo que había investigado estando sola en la mansión aquel fin de semana…

—Oye Pearl —le llamó Marx sentados aun en la acera de la calle. —¿te estas durmiendo?

El rubio abrió los ojos rapidamente, girando a ver al cabo —¿qué? No —mintió rápidamente tratando de espabilarse.

—menos mal, quería preguntarte ¿Cómo le haces para acostumbrarte a ser el violinista del grupo? —le preguntó.

Pearl, aun adormilado, frunció el ceño sin comprenderle, pero inmediatamente recordó a sus dos amigos.

No los vio a su alrededor así que pensó que ya se habrían ido a arrumar a algún lugar oscuro y estaba bien con eso —No es tan malo como aparenta —le respondió, quitándole importancia, acostumbradísimo a la situación.

Marx asintió, sin comprender del todo —por cierto… quería agradecerte por el autógrafo que me diste el viernes, a mi hija le encantó —

Pearl sonrió —caray ¿enserio tienes una hija? Pensé que estabas mintiendo y que era para ti jajaja —

El cabo se rascó la mejilla, apenado, en algún inicio ese fue su plan, pero recordó que su pequeña de 6 años admiraba a Pearl así que su plan cambió.

—Por cierto —recordó Pearl un asunto importante —¿de casualidad tu no estabas en el incidente de Sunnyshore de hace un año? —preguntó.

Marx, que miraba distraído como su Bronzor levitaba de arriba hacia abajo, giró a mirar al holder, con extrañeza. Hablar del incidente era un tema muy complicado —…afirmativo. Serví en las fuerzas aéreas del comodoro Maitland, pero rápidamente me movieron a trabajo administrativo —

—¿qué? ¿por qué? —preguntó Pearl, recordando que estar en la división aérea implicaba tener un buen manejo de la aerodinámica con tu pokemon volador.

—bueno, sucedió uno que otro incidente que no se reveló a la prensa, aparte de los heridos por el terremoto, el destacamento aéreo en donde estaba sufrió bajas fuera de batalla, perdí a mi mejor amigo Angus en todo ese revuelo snifsnif y no hemos sabido aun que le ocurrió. —

¿bajas fuera de batalla? Se dijo Pearl, desconociendo la información y del qué significaba eso.

—y nunca encontraron el cuerpo —seguía hablando Marx, sin tapujos —Angus era el líder del escuadrón aéreo, el mejor, por eso no entendí nunca como murió, se supone que llevaba suministros para ayudar a los refugiados en Sunnyshore por su rapidez y efectividada y de un día para otro ya no lo vieron más —

—¿qué?! —preguntó Pearl —¿y no lo buscaron? —

—Si, pero con tantas personas que ayudar en Sunnyshore, dejaron en segundo plano la desaparición de un policía, snifsnif —

Ya para este tiempo, el cabo Marx era un mar de llanto que trataba de ocultar con el pañuelo que minutos atrás Dia le había ofrecido.

Pearl no dudo en acercarse al chico y darle leves toques en la espalda dándole ánimos o eso pensaba hacer cuando Diamond se le acercó tocándole el hombro fuertemente.

—Pearl, ven —declamó.

—¿Qué pasa? —preguntó, extrañado de verle tan exaltado. Rápidamente se levantó reconociendo que su amigo no se pondría así por cualquier cosa.

Caminó junto a él unos metros hasta llegar donde estaba Platinum murmurando para si una que otra cosa.

Entonces, los 3 se reunieron bajo el techo de la boutique que a esas horas estaba cerrada pero que donde, minutos antes, Platinum y Diamond se abrazaban en privacidad.

—¿recuerdas la carta? —le dijo el pelinegro.

—¿Cuál de todas? —preguntó Pearl, mirando a su amigo comenzando a marearse de tantas cartas.

—la que me dejó PenDragon —susurró Platinum entrando a la conversación.

Pearl calló un momento, rememorando el suceso del sábado —la que mencionaba a Oreburgh, ¿verdad? la recuerdo. —

Platinum hizo aspavientos, llevándose las manos al cabello, era tan claro, pero no lo había notado. Había dejado la carta en casa, pero recordaba su contenido. —PenDragón menciona 3 cosas importantes, la obvia es la mención de una ciudad —explicó. Los chicos asintieron dejándose llevar por el relato. —Luego habla de que alguien está tratando de crear una estratagema contra él —

Eso no le gustaba para nada a los chicos que conocían que el maldito espantapájaros estaba molestando a las personas incorrectas.

—y tercero, hace alusión de "habitantes que hay que fumigar" —

El hijo de Palmer cerró los ojos, concentrando su odio en el susodicho PenDragón, que nada le costaba hablar claro y dejarse de trabalenguas —¿podemos asumir que habla de otro grupo de traficantes? —

—¿con sede en Oreburgh? Imposible —respondió Diamond —es una ciudad pequeña con un gimnasio, los habitantes se conocen de toda la vida, si hubiera algo extraño se lo hubieran dicho a Roco —

—Exactamente —respondió Platinum —y ahí entra el otro asunto, las minas. ¿recuerdan que les dije que ubiqué con ayuda de los antiguos libros las cuevas en desuso de Sinnoh? No hablo de las que todos usan diariamente, no. —negó, tratando de explicar lo más sencillo el asunto pues se sentía una enciclopedia andante de tanto leer de aquel tema el fin de semana. — Hay vestigios de una cueva que va de Oreburgh hasta Solaceon directamente a muchos metros en profundidad que las demás en una red de laberintos que no es del dominio público. —

—¿qué? —preguntó Pearl, pensando en que eso era imposible, lo que se sabía del subsuelo de Sinnoh era que, cada área que excavaba la gente estaba dividida por "zona" y ninguna se entrelazaba. —¿está segura? —

—eso dicen los libros, estoy segura de ello. —comentó Platinum, sus ojos brillaban con emoción.

Diamond y Pearl se miraron, ¿Qué habría en esa cueva? Podría ser cualquier cosa, después de todo, bajo el subsuelo se respiraba un albedrío único que no era protegido por policías.

Platinum asintió volviendo a hablar —lo que quiero decir es que, la carta ultimátum de hoy, y el asunto de Oreburgh debe de llevar algo detrás. —

Descabellado.

—Además —volvió a hablar —PenDragon dijo que están confabulando contra él, y quien sea que haya enviado la carta ultimatum, quería mantener a la policía ocupada, y que mejor que un aviso falso provocando al policía con el que se enfrentó el sábado —de un momento a otro la adrenalina corría por todo su cuerpo porque de esa manera todo cobrara sentido.

Pearl abrió los ojos, sorprendido. Ya comprendía el problema —pero solo es teoría, no hay fundamentos —le replicó, sin creerse que algo tan bien planeado fuese real.

Platinum asintió —solo es teoría, y por ello lo comprobaremos ahora mismo. Si me equivoco, les pediré disculpas, incluso si aparece PenDragón de verdad aquí frente al sargento, entonces le pediré disculpas al coronel por dudar. —

Diamond negó —señorita, nosotros confiamos en ti —le dijo sonriendo de lado.

Pearl asintió por igual, levantando los brazos al aire, al fin algo de acción luego de dos horas aburridas —¡Si te equivocas, también nosotros, si triunfamos, lo haremos los 3, no lo dudes —

La heredera sonrió, feliz de volver a hablar con ellos como antes, la disputa estaba saldada y lo sellaron con un abrazo grupal en el momento.

Pocas veces peleaban, pocas veces discutían, pero cuando sucedía los 3 la pasaban realmente mal.

A paso seguro caminaron los 3 a la calle, decidiendo sus destinos.

—tenemos que ir inmediatamente —comentó Pearl. —Tannen puede quedarse aquí por si resulta cierta la carta —

—y hay que avisarle al coronel —comentó Diamond mirando a todos lados ¿Dónde se habría metido Shelby?

—¡Alto ahí ustedes! —escucharon a lo lejos. Dae Tannen no se había dignado en hablarles desde que se plantó frente el auditorio, pero ahora que se iban resultaba que el sargento les dirigía las palabras con el ceño fruncido y un humor de perros que Diamond vaticinó como "problemas".

—Toda la operación estuvo extraña desde que ustedes llegaron. —comentó el sargento, plantándoles cara.

Platinum le miró sin comprender —¿Cómo dice? —

—como escucha, señorita Berlitz —respondió Tannen, cruzándose de brazos. —Y ese cuento de que no han visto a PenDragón no se los creo, a ninguno… menos a él —señaló finalmente a Diamond.

El desconcierto era general. Y Diamond vio con asombro como su vaticinio era correcto.

Pero Platinum era la que mentalmente sintió un quiebre ¿Cómo era posible? ¿Cómo se atrevía el sargento Tannen a desconfiar de su Diamond?

Apenas hoy le conocían en persona, ¿Cómo podía creer que le ocultábamos algo? Tal vez ella si… ¿pero sus amigos? ¿en especial Diamond? Jamás.

Instintivamente agarró del brazo a Dia como queriendo protegerle. —sargento —comenzó a hablar la heredera con voz autoritaria, sin llegar a gritar, reflejando su hermoso rostro en coraje —Estamos aquí desde hace 2 horas y media porque ustedes nos pidieron ayuda, usted está a cargo de la redada ¿Cómo es que es nuestra culpa? —terminó de preguntar, indignada hasta la médula.

Marx llegó al lugar, viendo el alboroto que comenzaba a llamar la atención de los policías a su alrededor, el cabo quería calmar la situación, pero no sabía cómo.

Pero Tannen seguía enojado, es cierto que las cosas no estaban saliendo como quería, y definitivamente sentía que algo se traían entre manos los Holders pero, ¿echarles la culpa directamente? Tal vez se estaba pasando un poco, pensó.

La sensación de quedar en ridículo con la carta Ultimatum le enervaba como una herida abierta y tal vez, por ello, el cansancio calaba su ser.

—¿Dónde está el coronel? —preguntó Diamond, pasando del tema que Tannen había traído a colación, ni siquiera le prestaría atención a la acusación.

—Él no está presente, yo estoy a cargo de la situación actual —dijo el sargento Tannen.

—y por eso se me hace tan bajo que nos eche la culpa así sin más a nosotros, cuando lo único que hemos hecho es esperar como nos dijo desde un principio —siguió hablando Platinum, comenzando a enojarse. Diamond le tomó por los hombros para calmarla y llevársela del lugar, de todos modos, ya se iban pues comprobarían en Oreburgh sus teorías. —¿sabe lo que hace el diamante, Sargento? —le gritó Platinum sin dejar de caminar. Tannen frunció el ceño viendo de reojo a Diamond que seguía tratando de calmar a la heredera —¡corta el cristal como si fuera masilla! —

Pearl, aun frente al sargento no dudó en sonreír alegre por la frase, calzaba perfecto para alguien con un "brillante futuro que resplandece como el cristal" como le había dicho horas antes el coronel.

Tannen, rojo de ira o vergüenza se adelantó hacia ellos, siendo detenido, con mucho esfuerzo, por Marx que trataba de tranquilizarle.

El comunicador de Tannen resonó a viva voz.

ggghzz Sargento Tannen, soy Fox, de la estación de Oreburgh, cambio. Ggghhhz —hablaron por el comunicador. Tannen lo tenía a todo volumen para estar pendiente a cualquiera novedad, por ello no fue problema para los Holders escuchar con claridad.

—10-2, aquí Sargento Tannen, prosiga, cambio. —

Ggghhzz tenemos un 10-15 en mi 10-12, esperamos refuerzos, cambio. —

El sargento Tannen había bajado el volumen para que solo él escuchara luego de comprender el mensaje.

Pearl, que estaba cerca del sargento desconocía el mensaje en clave.

Diamond estaba igual, no comprendía el rostro de horror de Marx y Tannen.

Pero Platinum comprendió desde el inicio. —¡Pearl, es hora! —gritó, llamando así al chico que estaba lejos de ella. Luego miró a Diamond susurrándole —hay problemas en Oreburgh, posiblemente un disturbio —

—¿disturbio? —preguntó Pearl por lo bajo luego de llegar frente a sus amigos y escuchar la situación.

—¡Chicos! —les llamó Marx, corriendo hacia ellos —tenemos un 10-18 en Oreburgh —Tannen miró con el ceño fruncido al cabo preguntándose ¿por qué les informaba a los Holders del asunto policial?

Platinum alzó las cejas, sorprendida —entonces es grave, tenemos que ir ya chicos —les dijo a sus amigos al tiempo que sacaba a su nuevo Togekiss y montaba en él.

Pearl y Diamond se miraban entre sí y fue el azabache el que le habló —oye Marx…. —

Oreburgh era una ciudad pequeña tan solo si la comparábamos con la inmensidad de Jubilife. Porque de pequeña no tenía nada.

Rodeada de montañas vastas, contaba con dos entradas y solo una de ellas podía sobrevolarse contándola como único acceso aéreo.

A los chicos les tomó 20 minutos llegar a Oreburgh con las ansias y la adrenalina corriendo por sus venas.

Habían volado y corrido todo lo más rápido que habían podido.

—Un 10-18 es una urgencia, algo que sucede en el momento y que debe de tratarse como prioridad —explicó Platinum, pasando la Oreburgh Gate a trote y admirar, junto a sus amigos la ciudad de la energía en su esplendor nocturno.

—Ya comprendo la emergencia —comentó Pearl viendo a 3 personas infundadas en una persecución aérea por toda la ciudad con el dinamismo más vivo que en las dos películas de Top Gun juntas.

—¿soy yo o uno de los que vuela es el espantapájaros? —preguntó Pearl achicando los ojos para ver mejor al sujeto sobre el Staraptor.

—eso no es lo más raro —dijo Diamond viendo a un tumulto de personas huir hacia el Este de la ciudad. Y al mismo tiempo a un Lucario pelear contra un Executor y más a lo lejos, saltar de edificio en edificio a un Gallade que batallaba a la par con un Magneton.

—¡Son los salvadores de Sinnoh! —se escuchó claramente por el callejón como eco entre todo el bullicio.

—¡Corraaaan! —gritó otro, siendo perseguido a la vez por 2 policías que trataba, sin éxito, de controlar la situación.

Incluso les pareció ver a lo lejos a Roco batallar con unos cuantos sujetos.

Y los 3 Holders de Sinnoh solo pudieron gritar a lo unísono un fuerte

—¿¡Que rayos está pasando aquí!? —


Y pues nada, esto lo tengo escrito hace dos meses pero por trabajo no he proseguido mis escritos.

A quien concierne, aquí me tiene~

¡Gracias por leer!