Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

14

TenTen Ama miró por encima de la multitud que había llenado la galería principal del museo de Arte de Charlemont. Había muchos rostros que reconoció, tanto los que conocía personalmente como aquellos que había visto en los noticieros, televisión y en la gran pantalla. Muchas personas la saludaron a medida que captaban su mirada, y fue lo suficientemente cortés, levantando su mano a cambio.

Esperaba que ninguno se acercara a ella. No se encontraba interesada en conectar más allá de un beso en la mejilla y una investigación sobre su esposo o una introducción a su acompañante de la noche. No quería que se le agradeciera, una vez más, por su generosa donación del mes pasado de diez millones de dólares para iniciar la campaña para la expansión del museo. Tampoco quería tener que reconocer el préstamo permanente de su padre de ese Rembrandto25 o el huevo de Fabergé26 que fue regalado en honor de su difunta madre.

TenTen quería estar sola para buscar entre la multitud el único rostro que esperaba. El rostro que quería… necesitaba… ver. Pero Neji Otsutsuki, una vez más, no iba a venir. Y sabía esto no porque había estado allí de pie en las sombras durante la última hora y media mientras los invitados llegaban a la fiesta que organizó en nombre de su familia, sino porque ella había insistido en ver una copia de la lista de asistencia una vez a la semana, y luego diariamente, previo al evento. Él no había respondido en absoluto. Ni un "sí, asistiré con gusto", ni tampoco con "pido disculpas, no podré asistir." ¿Realmente podía estar sorprendida?

Y sin embargo, le dolía. De hecho, la única razón por la que había ido a la fiesta de Madara Otsutsuki la noche anterior fue con la esperanza de ver a Neji en su propia casa. Después de que no regresara a sus llamadas por días, meses, y ahora años, ella había pensado que tal vez él haría acto de presencia en la mesa de su padre y podrían volver a encontrarse de manera natural. Pero no. Neji tampoco había estado ahí.

—Señorita Ama, estamos listos para que los invitados se sienten, ¿si eso está bien con usted? Las ensaladas están colocadas en las mesas.

TenTen le sonrió a la mujer con el portapapeles y el auricular.

—Sí, atenuemos las luces. Daré mi discurso tan pronto como se encuentren en sus asientos.

—Muy bien, señorita Ama.

TenTen respiró hondo y observó el rebaño de ganado caro hacer lo que se les dijo y encontrar sus lugares en todas aquellas mesas redondas con elaborados centros de mesa, sus placas doradas y sus menús grabados sobre las servilletas de lino.

Antes de la tragedia, Neji siempre había estado en estas cosas: lanzando sus sonrisas sardónicas mientras otra persona lo encantaba para pedirle dinero para sus causas. Pidiéndole ir a bailar como una maniobra de rescate cuando ella era acorralada por un cercano conversador. Mirándola y guiñando el ojo… solo porque podía. Habían sido amigos desde el Día de Charlemont. Competidores comerciales desde que él se graduó de Wharton y ella obtuvo su máster en Administración de Empresas de la Universidad de Chicago. Cohortes sociales desde que entraron en el circuito de cena-caridad cuando su madre falleció y la de él comenzó a retirarse a su habitación con cada vez mayor frecuencia. Nunca habían sido amantes. Ella nunca lo había querido. Durante todo el tiempo que lo había conocido, al parecer. Pero Neji se mantuvo al margen, pegado a un segundo plano, incluso emparejándola con otras personas. Su corazón siempre había sido de él para tomarlo, pero nunca había tenido las agallas para caminar sobre esa línea que parecía tan determinado de establecer entre ellos. Y entonces… pasó hace dos años. Dulce señor, cuando escuchó que se dirigía a otro de esos viajes de negocios a América del Sur, ella tuvo una premonición, una advertencia, un mal presentimiento. Pero no lo había llamado. Ni alcanzado. O tratado de hacer que tomara más seguridad o algo así. Así que, de alguna manera, siempre se había sentido parcialmente responsable. Tal vez si hubiera… Pero, ¿a quién engañaba? Él no se habría detenido de ir por ninguna razón que no fuera el mal tiempo. Neji había sido un verdadero competidor en la industria del licor, el heredero aparente de la Compañía de Bourbon Uchiha no solo por derecho de nacimiento, sino por su increíble ética de trabajo y experiencia.

Después del secuestro y la petición de rescate, su padre, Madara, había intentado muy duro liberarlo, negociando con los secuestradores, colaborando con la embajada de los Estados Unidos. Todo había fallado hasta que, al final, un equipo especial fue enviado y rescataron a Neji. No se podía imaginar lo que le habían hecho.

Y este era el aniversario de cuando consiguieron emboscarlo mientras viajaba.

Todo el asunto era una pena. América del Sur era uno de los lugares más hermosos del mundo con comida deliciosa, paisajes fantásticos y una historia increíble; ella y Neji siempre habían bromeado que se retirarían ahí en fincas al lado del otro. El secuestro y rescate de ejecutivos de negocios era una de las advertencias a los viajeros para ciertas áreas, pero no era nada diferente a alguien que se le dijo que no fuera al Central Park a las tres de la madrugada: Elementos negativos podían ser encontrados donde quiera que estuvieras, y no había razón alguna para condenar a todo un continente por una minoría de malos actores. Desafortunadamente, Neji se convirtió en una de las víctimas. Después de todo este tiempo, solo quería verlo con sus propios ojos. Hubo un par de fotos borrosas que habían estado en la prensa, y ciertamente no aplacaron su mente. Aparecía mucho más delgado, el cuerpo encorvado, su rostro siempre agachado y lejos de las cámaras. Sin embargo, para ella, seguiría siendo hermoso.

—Señorita Ama, ¿estamos listos si usted lo está?

Sacudiendo la cabeza para concentrarse de nuevo, TenTen vio que la multitud de mil personas se encontraba sentada, hurgando en sus ensaladas, y listos para escucharla hablar…

Sin previo aviso, un repentino rugido de energía golpeó su cuerpo, sacando sudor a través de su pecho, sobre la frente, debajo de sus brazos. A medida que su corazón saltaba en el ritmo de un redoble de tambores, olas de mareo hicieron que se acercara a una pared para mantener el equilibro. ¿Qué pasaba con ella…?

—¿Señorita Ama?

—No puedo —se escuchó decir.

—¿Perdone?

Colocó las fichas que había escrito tan cuidadosamente en las manos de la asistente.

—Alguien más necesita…

—¿Qué? Espere, ¿a dónde…?

Alzó las manos y retrocedió.

—… dar el discurso.

—Señorita Ama, usted es la única que…

—Te llamaré el lunes, lo siento, no puedo hacer esto…

TenTen no tenía idea de a dónde se dirigía mientras sus tacones altos repiqueteaban una retirada sobre el suelo de mármol. De hecho, no fue hasta que una ola de calor la golpeó que se dio cuenta que había dejado el edificio a través de una salida de incendios y que había aparecido en el lado oeste del complejo, afuera en el aire húmedo de la noche. Lejos del estacionamiento, en donde su chofer la esperaba.

Colapsando contra la pared de yeso del museo, respiró profundamente, lo que no hizo nada para aliviar la aplastante sensación de asfixia. No podía quedarse aquí toda la noche. Más concretamente, quería correr rápido y lejos, correr hasta que este sentimiento de terror saliera de su sistema. Pero eso era una locura… ¿verdad? Dios, estaba perdiendo la cabeza. Finalmente la presión de todo la estaba alcanzando. O quizás era, una vez más y siempre, Neji Otsutsuki.

Era hora de ponerse en movimiento. Esto era ridículo.

Quitándose los tacones de aguja y sosteniéndolos por las correas del tobillo, comenzó a pasar por el césped, quedándose cerca de las piscinas iluminadas por las luces de seguridad. Después de lo que le pareció una eternidad, el estacionamiento que buscaba apareció cuando giró otra esquina, excepto que entonces se confundió por el número de coches y limusinas aparcadas en el espacio al aire libre. ¿Dónde estaba su aut…? Por algún golpe de suerte, el Mercedes C63 negro la encontró, el gran sedán acercándose frente a ella, la ventana del pasajero bajando en silencio.

—¿Señorita? —dijo su chofer, alarmado— Señorita, ¿se encuentra bien?

—Necesito el auto —TenTen rodeó el auto dirigiéndose hacia él, los faros destellando un brillante blanco contra su vestido plateado y sus diamantes— Necesito el auto, necesito…

—¿Señorita? —El hombre uniformado salió de detrás del volante— La llevaré a donde sea que tenga que ir…

Sacó un billete de cien dólares de su pequeño bolso de noche.

—Aquí tiene. Por favor, consiga un taxi, o llame a alguien, lo siento. Lo siento mucho, tengo que… irme…

Negó hacia el dinero.

—Señorita, puedo llevarla a cualquier lugar…

—Por favor. Necesito el auto.

Hubo una breve pausa.

—De acuerdo. ¿Sabe cómo conducir esto…?

—Me las arreglaré —Puso el dinero contra su palma y envolvió la mano de él en un puño— Quédese con esto. Estaré bien.

—Preferiría llevarla yo mismo.

—Le agradezco su amabilidad, de verdad.

Se encerró en el auto, subió la ventana, y miró en busca de la palanca de cambios o…

Ante el golpe en el cristal tintado, la bajó de nuevo.

—Está ahí… a un lado del volante —dijo el chofer— Ahí es donde está la marcha y reversa. Ahí lo tiene. Y el direccional está… sí, eso es. No debería necesitar los limpiaparabrisas, y las luces ya están encendidas como puede ver. Buena suerte.

Dio un paso atrás, algo así como lo que harías si alguien estuviera a punto de ponerle un fósforo a unos fuegos artificiales. O a una bomba.

TenTen pisó el acelerador, y el poderoso sedán se abalanzó hacia adelante como si hubiera un motor de jet bajo el capó. En el fondo de su mente, hizo un rápido cálculo de cuántos años habían pasado desde que condujo ella misma a algún lugar, y la respuesta no fue alentadora. Pero al igual que todo lo demás en su vida, lo averiguaría… o moriría en el intento.


—¿Te importa si tomo un poco más?

Cuando Sakura le dio un "¡Oh, por favor! Hazlo, Sasuke" se levantó y se dirigió a la nevera. La comida ayudaba a aclarar su cabeza o tal vez era su compañía… Probablemente más que solo estar en su presencia.

—Esto es muy bueno —dijo mientras abría la hielera y sacaba otra porción.

Su suave risa lo hizo detenerse y cerrar los ojos, así podría absorber el sonido aún más profundamente.

—No eres más que amable —murmuró.

—Honesto.

Poniendo el plato en el microondas, esperó seis minutos y vio como el bloque congelado fue dando vueltas y vueltas.

—Voy a tener que hablar con Neji —se oyó decir.

—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

Se aclaró la garganta. Sintiendo que le picaba un poco por beber algo.

—Fue…

Por un momento, él se perdió, imaginándose cómo podía preguntarle si tenía alguna bebida en la casa.

—Guau.

—¿Así de largo?

—En realidad, pensaba en otra cosa —Es decir, era muy posible que tuviera un problema con la bebida— Pero vamos, después de un día como el de hoy, ¿quién no sería un alcohólico?

—¿Qué?

Oh, mierda, ¿habló en voz alta?

—Lo siento, mi cerebro es un desastre.

—Me gustaría que hubiera algo que pudiera hacer para ayudar.

—Lo haces.

—Así que, ¿cuándo viste a Neji por última vez?

Sasuke cerró los ojos. Pero en lugar de hacer un poco de cálculo mental que revelaría la suma de lo terrible que era como hermano, retrocedió en el tiempo a la noche de año nuevo cuando Neji fue golpeado por culpa del resto de ellos.

ZzzzZzzzZ

Él y Kiba se quedaron en el salón de baile, silenciosos y temblando, ya que su padre había obligado a Neji a subir. Cuando los dos pares de pisadas subieron la escalera de honor, Sasuke gritó con toda la fuerza de sus pulmones, pero solo internamente.

Era demasiado cobarde para saltar y detener la mentira que lo salvó a él y a su hermano.

Debo ir allá —dijo mientras pasaba el tiempo.

Pero, ¿qué puedes hacer? —susurró Kiba— Nada va a detener a padre.

Podría…

Excepto que Kiba tenía razón. Neji mintió, y su padre le haría pagar por una transgresión que no era suya. Si Sasuke decía la verdad ahora… su padre simplemente los golpearía a todos. Al menos que él y Kiba se quedaran dónde estaban, podrían evitar…

No, esto estaba mal. Era deshonroso.

Voy allá arriba —Antes de que Kiba pudiera decir algo, Sasuke agarró el brazo de su hermano— Y tú vienes conmigo.

La conciencia de Kiba debió molestarlo también, porque en vez de discutir como siempre lo hacía con todo, lo siguió en silencio por las escaleras delanteras. Cuando llegaron a la cima, el gran pasillo se encontraba vacío salvo por las molduras de lujo, las pinturas al óleo y los ramos de flores que se encontraban en mesas antiguas o burós.

Tenemos que detener esto —siseó Sasuke.

Uno tras otro, se movieron rápidamente sobre el corredor alfombrado… hacia la puerta de su padre. En el otro lado de los paneles, los sonidos de los azotes eran agudos y fuertes, de las bofetadas de cuero golpeando la piel desnuda hasta los gruñidos como si su padre estuviera poniendo fuerza en ello. Neji se encontraba en silencio.

Y mientras tanto, los dos se quedaron allí, en silencio y estúpidos. Todo en lo que Sasuke podía pensar era en que ni él ni Kiba serían ni la mitad de fuertes. Ellos dos terminarían llorando.

El impulso para ser justos y honestos se volvió más débil con cada uno de esos golpes… hasta que los nervios de Sasuke se perdieron totalmente.

Vamos —se atragantó con la vergüenza.

Una vez más, Kiba no dio la batalla. Era evidente que era demasiado cobarde también.

La habitación que compartían se encontraba más lejos, y Sasuke abrió la puerta. Había un montón de habitaciones de sobra para que durmieran por separado, pero cuando Kiba empezó a tener terrores nocturnos hace un par de años antes, se convirtieron en compañeros de cuarto por defecto: Kiba comenzó a meterse a escondidas en la habitación de Sasuke y despertarse en la mañana. Con el tiempo, la señora Chiyo añadió otra cama, y eso fue todo. Su cuarto de baño era compartido y la habitación al otro lado del largo y delgado espacio era de Neji.

Kiba se metió en su cama y se quedó mirando hacia el frente.

No deberíamos haber ido allí. Es mi culpa.

Es culpa nuestra. —Miró a Kiba— Tú te quedas allí. Voy a ir a esperar a que vuelva.

Cuando entró en el baño, cerró la puerta detrás de él y oró porque Kiba siguiera las órdenes. Tenía un mal presentimiento acerca de en qué tipo de condición Neji estaría cuando su padre terminara con él.

Oh, Sasuke quería volver en el tiempo y rehacer la decisión de ir a la sala.

Bajando el asiento del inodoro, se sentó y escuchó los latidos de su corazón. A pesar de que no podía oír más azotes, no importaba. Sabía lo que pasaba en el pasillo.

Por alguna razón, se mantuvo mirando sus tres cepillos de dientes, los cuales se encontraban de pie en una taza de plata junto a las toallas de mano plegadas sobre el mostrador. El rojo era de Neji porque era el mayor y siempre elegía primero. El de Kiba era el verde porque era el más viril de lo que quedaba. Sasuke se quedó con amarillo y lo odiaba. Nadie quería azul…

Un suave clic y el roce de una puerta abriéndose rompieron el silencio. Sasuke esperó hasta que hubo un segundo clic y luego se puso de pie y miró a la habitación de Neji. En la penumbra, Neji caminaba hacia el baño, todo encorvado, con un brazo alrededor de su vientre, y el otro extendido para mantener el equilibrio en el buró, en la pared, en la mesa.

Sasuke se adelantó y tomó la cintura de su hermano.

Vomitar —se quejó Neji— Voy a vomitar.

Oh, Dios, sangraba por la cara, el sello del anillo de su padre había cortado su piel cuando fue esposado.

Te tengo —murmuró Sasuke— Me ocuparé de ti.

La marcha fue lenta, las piernas de Neji luchaban por mantener su torso erguido. La parte superior de su pijama había quedado atascado en la cinturilla de sus pantalones cuando fueron recolocados en su lugar después de los azotes, y todo en lo que Sasuke podía pensar era en lo que había debajo. Las marcas, la sangre, la hinchazón.

Neji apenas pudo llegar al baño a tiempo, y Sasuke se quedó durante todo el vómito. Cuando terminó, tomó ese cepillo de dientes rojo de la copa de plata y tomó la Crest. Después de un cepillado, ayudó a su hermano a salir y llegar a la cama.

Por qué no lloras —dijo Sasuke cuando su hermano se sentó en el colchón con todo su cuerpo herido— Solo llora. Él se habría detenido tan pronto como lo hubieras hecho.

Era la forma en que sucedía cuando le daban a él y a Kiba una paliza.

Ve a la cama, Sasuke.

La voz de Neji era agotada.

Lo siento —susurró Sasuke.

Está bien. Acuéstate.

Fue difícil salir, pero ya había metido la pata una vez esa noche y mira lo que sucedió.

De regreso en su propia habitación, se metió entre sus sábanas y miró hacia el techo.

¿Está bien? —preguntó Kiba.

Por alguna razón, las sombras en su habitación eran completamente intimidantes, parecían ser arrojadas por los monstruos que se movían y acechaban en la periferia.

¿Sasuke?

Sí —mintió— Está bien…

ZzzzZzzzZ

—¿Sasuke?

Sasuke se sacudió, y miró por encima del hombro.

—¿Qué?

Sakura señaló el microondas.

—¿Ha terminado?

Bip… Bip…

Se quedó allí y parpadeó, tratando de volver del pasado.

—Cierto, lo siento.

En la mesa, puso la comida humeante y se sentó en su asiento… solo para descubrir que había perdido el apetito. Cuando Sakura se acercó y puso su mano sobre la suya, tomó lo que ella ofrecía y se la llevó a la boca para un beso.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Sakura.

—¿De verdad quieres saber?

—Sí.

Bueno, no tenía tantas cosas de las que elegir.

Mientras esperaba una respuesta, miró su rostro durante más tiempo. Y luego sonrió un poco.

—Ahora… en este mismo momento… Estoy pensando que si tengo una oportunidad contigo, Sakura Haruno, voy a tomarla.

El rubor que golpeó su rostro fue cubierto cuando ella levantó las palmas.

—Oh, Dios...

Se rió en voz baja.

—¿Quieres que cambie de tema?

—Sí —dijo desde su escondite.

Él no la culpaba.

—Está bien, estoy muy contento de haber venido aquí. Oriental es como una soga alrededor de mi garganta en este momento.

Sakura se frotó los ojos, y luego dejó caer esas manos.

—Sabes, no puedo creer lo de Shizune.

—Eso es simplemente horrible —Se echó hacia atrás en su silla, respetando su necesidad de otro tema— Y escucha esto. Kakashi Hatake, ¿el diputado del sheriff? Me llamó de camino aquí. La opinión inicial del forense es la cicuta.

—¿Cicuta?

—Su cara… —Rodeó su mano con la suya— ¿Esa sonrisa espantosa? Fue causada por algún tipo de una parálisis facial, que pasa a estar bien documentada con esa variedad de veneno, al parecer. Hombre, voy a decir una cosa, no es probable que olvide como se veía por mucho tiempo.

—¿Es posible que la mataran?

—No lo creo. Se necesita una buena dosis de cicuta para ello, así que es más probable que lo hiciera ella misma. Además sus Nikes eran nuevas y tenían hierba en el fondo.

—¿Nikes? No llevaba nada excepto zapatillas.

—Exactamente, pero la encontraron con este par de zapatillas puestas, evidentemente, acababa de comprarlas y salió a caminar. Por lo que dijo Kakashi, en la época romana, la gente solía tomar el veneno y luego deambular para que funcionara más rápido. Así que de nuevo, apunta a que lo hizo ella misma.

—Que… horrible.

—La pregunta es por qué… y por desgracia, creo que sabemos la respuesta a esa pregunta.

—¿Qué vas a hacer ahora?

Se quedó en silencio por un tiempo. Y entonces sus ojos se alzaron hacia los de ella.

—Para empezar, pensaba llevarte arriba.

Sakura se sonrojó nuevamente.

—¿Y qué vas a hacer conmigo en el segundo piso?

—Ayudarte a doblar la ropa.

Ella soltó una carcajada.

—Odio decepcionarte, pero ya lo he hecho.

—¿Tender tu cama?

—Lo siento. Hecho.

—Maldita sea tu ética de trabajo. ¿Zurcir tus calcetines? ¿Botones que necesiten ser reemplazados?

—¿Estás diciendo que eres bueno con una aguja e hilo?

—Soy un principiante rápido. Entonces… ¿te importaría coser conmigo?

—Me temo que no tengo que atender nada como eso.

—Hay algo más en lo que te pueda ayudar entonces —dijo en voz baja— Algún tipo de dolor que pudiera calmar. ¿Algún fuego que podría apagar, con mi boca, tal vez?

Sakura cerró los ojos, y se balanceó en su silla.

—Oh… Dios…

—Espera, ya sé. Qué tal llevarte al segundo y desordenar tu cama… luego podemos rehacerla.

Cuando por fin lo miró, sus párpados se encontraban bajos y sus ojos eran cálidos.

—Sabes… eso suena como un plan perfecto.

—Me encanta cuando los dos pensamos en lo mismo.

Se pusieron de pie juntos, y antes de que pudiera detenerlo, fue hacia ella y la levantó en sus brazos.

—¿Qué estás haciendo? —Empujó su agarre mientras se echaba a reír— Sasuke…

—Es lo que parece —Él salió de la cocina— Te estoy llevando arriba.

—Espera. Espera, peso demasiado…

—Oh, por favor.

—No, en serio, no soy una de esas diminutas mujeres…

—Exactamente. Eres una mujer de verdad.

Él llegó a las escaleras y siguió su camino.

—Y de eso es lo que los hombres de verdad se sienten atraídos. Créeme.

Ella dejó caer la cabeza sobre su hombro, y cuando sintió sus ojos buscar su rostro, pensó en lo que Shion hizo con su padre. O al menos, lo que dijo que hizo. Sakura nunca lo había traicionado. Ni en pensamiento ni en hechos. Ella simplemente no era así. Lo que la hacía una mujer de verdad, y no solo porque no pesara los cincuenta kilos que la sociedad exigía.

—No, no tienes que decirlo —murmuró mientras los antiguos peldaños crujían bajo sus pies.

—¿Qué?

—Que esto no significa nada. Sé que me quieres solo como un amigo, y lo acepto. Sin embargo, debes ser consciente de una advertencia.

—Cuál sería —susurró ella.

Dejó que su voz se volviera profunda.

—Estoy preparado para ser un hombre muy paciente cuando se trata de ti. Te seduciré por el tiempo que sea necesario, te daré espacio si lo necesitas o te seguiré como la luz solar en tu hombro, si me lo permites —Sus ojos se clavaron en los de ella— Perdí mi oportunidad contigo una vez, Sakura Haruno, no va a suceder de nuevo.


Mientras Neji se sentaba en su silla, estaba flotando en una nube de ginebra Beefeater, su cuerpo entumecido hasta el punto en donde en verdad era capaz de albergar una fantasía de tener una fuerza potencial y flexibilidad. De hecho, podía imaginarse que el ponerse de pie sería un impulso seguido fácilmente de un cambio sencillo e inconsciente de ubicación que requeriría de nada más que un pensamiento pasajero y un par de músculos del muslo que se encontraran lo suficientemente felices —y capaces— de hacer el trabajo.

No se encontraba lo suficientemente borracho para en verdad darle una oportunidad, sin embargo… El sonido de un golpe en su puerta hizo que levantara su cabeza.

Vaya, vaya, vaya.

Dado que no se encontraba preparado para tratar con todo el asunto de levantarse, al menos esta llegada representaba otra alternativa de la realidad en la que podría participar. Y esta no la negaría.

Con un gruñido, trató de enderezarse un poco en su silla. No iba a ir y a abrirle a la mujer, y se sentía mal por eso. Un caballero siempre debía realizar un servicio de este tipo hacia un miembro del sexo débil, y no importaba que su huésped fuera una prostituta, la mujer merecía ser tratada con respeto.

—Entra —gritó, arrastrando las palabras— Adelante…

La puerta se abrió lentamente… y lo que se encontraba en el otro lado, de pie directamente bajo la luz del pórtico era… El corazón de Neji dejó de latir. Y luego empezó a martillear.

—Tenían razón —exhaló— Finalmente, Beau tenía razón.

La mujer parpadeó.

—¿Lo siento? —dijo con voz ronca— ¿Qué dijiste?

También la voz. ¿Cómo habían coincidido con la voz?

—Entra —dijo con voz áspera, haciéndole señas con su mano libre, la que no tenía el vaso en ella— Por favor.

Y no tengas miedo, pensó para sí mismo.

Después de todo, en su posición actual, se encontraba sentado en la oscuridad, la iluminación de los innumerables trofeos en aquellos estantes no alcanzaban del todo su rostro o su cuerpo. Lo cual era a propósito, por supuesto. No le gustaba mirarse a sí mismo, no había razón para hacerle el trabajo a la prostituta más difícil de lo que ya era al obligarla a tener una imagen clara de él.

—¿Neji? —dijo.

En su borrachera, todo lo que pudo hacer fue cerrar sus ojos mientras se quedaba sin fuerzas… y se ponía duro en un lugar muy crítico.

—Suenas… tan hermosa como recuerdo.

No había escuchado la voz en persona de TenTen Ama desde antes de su viaje hacia el sur, y después de que regresó, no había sido capaz de escuchar ninguno de sus mensajes de voz. Hasta el punto en donde había terminado lanzando ese teléfono y ese número en particular.

—Oh, Neji…

Querido Dios, había dolor en esa voz. Como si la mujer estuviera mirando dentro de su alma y respondiendo a la maraña de angustia que llevaba a su alrededor desde que le habían dicho que, de hecho, iba a vivir. Y de hecho, era tan cercano a como en verdad sonaba TenTen.

Es curioso, durante su cautiverio, perdió la conciencia tres veces a lo largo de los ocho días que estuvo capturado. Cada vez que se encontró en el proceso de desmayarse, TenTen había sido lo último en lo que pensaba, imaginaba, escuchaba, murmuraba. No había sido en su familia. No en su amado negocio. Ni en la casa en la que se había criado, ni en la riqueza, ni en todas las cosas que iba a dejar sin hacer. Había sido en TenTen Ama. ¿Y esa tercera vez? Cuando ya no había sido capaz de ver, cuando era incapaz de decir cuál era su sudor y cuál era su sangre, cuando la tortura lo había llevado a un lugar en donde el interruptor de supervivencia había sido apagado y ya no rezaba para que lo liberaran, sino para que lo mataran… TenTen Ama había sido, una vez más, lo único en su cabeza.

—Neji…

—No —Sostuvo en alto su mano— Ya no hables.

Ella ya lo hacía tan bien. No quería que la mujer se luciera y metiera la pata.

—Ven aquí —susurró— Quiero tocarte.

Abriendo los ojos, la observó acercarse. Oh, qué perfecto era ese vestido plateado; el dobladillo llegaba hasta el suelo, las joyas sorprendentemente de buen gusto brillaban incluso cuando la luz estaba detrás de ella. Y también tenía el tipo de ropa que TenTen siempre había llevado con ella para eventos formales, el pequeño cuadrado de seda teñido perfectamente al tono del vestido aunque, como ella siempre decía, "hacer juego con todo" era "tan de los cincuenta".

—¿Neji?

Había confusión y anhelo en su voz a la vez.

—Por favor —se encontró a sí mismo rogando— Solo… no hables. Solo deseo tocarte. Por favor.

Mientras su cuerpo temblaba ante él, sintió el cambio de la realidad y se permitió a sí mismo dejarse llevar por el engaño, cayendo en una fantasía de que en realidad era TenTen, que había venido a él, que por fin iban a estar juntos. A pesar de que él estaba arruinado.

Dios, eso era suficiente para que se pusiera lloroso. Pero eso último no duró… porque ella tropezó y sus ojos se abrieron de una forma imposible. Lo que significaba que había visto su rostro.

—No me mires mucho —dijo— Sé que no soy lo que solía ser. Es por eso que las luces están bajas.

Neji extendió sus manos y se las mostró.

—Pero estas… estas se encuentran iguales. Y a diferencia de muchas de mis partes, todavía funcionan bien. Déjame… tocarte. Seré cuidadoso, pero tienes que arrodillarte. Ya no soy muy bueno de pie, y debo confesar que he bebido.

La prostituta estaba temblando de la cabeza hasta los pies mientras empezaba a arrodillarse, y él se inclinó hacia adelante, ofreciéndole su brazo como si fuera una dama bajando de un auto, a diferencia de una chica trabajadora dispuesta a dejar que un lisiado tuviera relaciones sexuales con su cuerpo a cambio de mil dólares.

Cuando se recostó de nuevo, una repentina ola de mareo se apoderó de él, testimonio de que más alcohol bombeaba en su sistema. Sin embargo, como todos los borrachos, sabía que era un problema temporal que se regularía por sí solo. Especialmente teniendo en cuenta en todo lo que tenía que centrarse: incluso con su visión borrosa, incluso con la penumbra, incluso estando muy bebido… tenía temor. Esta era tan hermosa, casi demasiado hermosa para ser tocada.

—Oh, mírate —susurró, extendiendo su mano para acariciar su mejilla.

Sus ojos de nuevo se encendieron, o al menos pensó que lo hicieron —tal vez solo imaginaba cosas debido a la forma en la que ella respiró rápido. Era muy difícil de saber, difícil de seguir lo que sucedía… la realidad ahora se tambaleaba, girando sobre sí misma hasta que no se encontraba seguro de que la prostituta en verdad lucía como TenTen y lo mucho que la proyectaba solo porque tenía cabello oscuro y largo, y cejas arqueadas, y una boca que era perfecta como la de Grace Kelly. El cabello de la mujer estaba suelto, tal y como él había pedido que lo tuviera, y pasó sus mano por las ondas hasta que sintió la curva de sus hombros.

—Hueles tan bien. Igual que como lo recordaba.

Y luego estaba tocando más de ella, sus dedos viajando a través de su clavícula, por encima de su collar de diamantes, debajo de la curva de su escote. En respuesta, ella empezó a respirar con más dificultad, la bomba de sus pulmones acercando sus pechos a sus manos.

—Amo este vestido —murmuró.

El vestido era del estilo de TenTen: hermosamente elaborado, hecho a la medida del cuerpo que lo llenaba, hecho de gasa que era de color gris como una paloma.

Sentándose hacia adelante, llevó su pecho magro hacia el suyo espectacular y extendió su mano para encontrar la cremallera oculta con cuidado. Mientras se lo bajaba, el sonido del cierre parecía escucharse muy alto. Podía haber jurado que se quedó sin aliento como si la hubiera sorprendido. Y eso, oh, fue tan perfecto. Exactamente lo que TenTen habría hecho. Y luego sí, oh, sí, la puta regresó a su exploración, sus manos temblorosas subiendo por sus brazos delgados. Dios, odiaba todo el temblor que recorría su cuerpo, pero entonces no tuvo más dudas sobre tener sexo con ella. Al menos por la forma en la que ahora se encontraba.

—Desearía haber hecho esto antes —dijo en una voz que se quebró— Mi cuerpo fue una vez digno de ver. Debí haber… debería haber intentado tenerte antes, pero era demasiado cobarde. Era un cobarde arrogante, pero la verdad era, que podría haber soportado cualquier cosa menos que me rechazaras.

—Neji…

La interrumpió colocando su boca contra la suya. Oh, era buena. Tan buena como siempre había imaginado que sería, la sensación resbaladiza de su lengua deslizándose en la suya y la forma en la que gemía como si hubiera estado esperando toda una vida por esto, haciéndole olvidar en lo que se había convertido.

Ese vestido se desvaneció, cayendo de su cuerpo como si se encontrara en una actuación; como si tal vez estuviera recibiendo un soborno para hacer que la sesión sucediera más rápido. Y él se aprovechó de la piel que ahora se mostraba, besando un camino hacia sus pechos perfectos, succionando sus pezones, volviéndose codicioso rápidamente. Bendito el corazón de la pobre mujer; se las arreglaba para fingir las cosas tan bien, sus manos metiéndose en su cabello justo como él deseaba que lo hicieran, su agarre acercándolo más a ella, a pesar de que eso no podía ser lo que la prostituta en realidad deseaba.

Trató de no ser rudo con ella, pero Dios, de repente se encontraba tan hambriento.

—Ven a mi regazo —gruñó— Tienes que sentarte en mi regazo.

Era la única forma en la que podía tener sexo. Especialmente porque no quería someter a ninguno de ellos a la vergüenza de que tuviera que ayudarlo a levantarse del suelo después de que hubieran terminado.

—¿Estás seguro? —dijo con voz ronca— Neji…

—Tengo que tenerte. He esperado por demasiado tiempo. Casi morí. Necesito esto.

Hubo una pausa por un segundo. Entonces se movió con una rapidez admirable, levantándose del piso, liberándose de una patada del vestido, revelando; dulce Jesús, que tenía una tanga y nada más, ni medias, ni ligas. Y en lugar de perder tiempo para sacarse las cosas, las hizo a un lado mientras él buscaba el cinturón que detenía a sus pantalones de que se cayeran de sus huesos sobresalientes de su cadera. A pesar de que el resto de él se había desvanecido, su polla seguía tan dura, más larga y gruesa que nunca —y se encontraba extrañamente agradecido hacia ese órgano por ser lo único que no era completamente humillante en esto para él.

Empujando sus manos en la silla, se impulsó más hacia adelante, y ella se sentó a horcajadas, montándolo con una coordinación envidiable… Su excitación la penetró profundamente, y el agarre apretado y caliente que le dio, hizo que terminara de inmediato, pero esa no fue la parte maravillosa. Aparentemente el sentimiento de él, por algún milagro, le hizo lo mismo a ella. Mientras ella gritaba su nombre, pareció encontrar también su propio placer. O era eso, o se equivocó de vocación y debería haber sido una actriz merecedora de un Oscar.

Antes de que Neji supiera lo que hacía, empezó a moverse. Fue débil, y más bien patético, pero ella siguió el ejemplo, y esa primera liberación pronto se vio eclipsada por un orgasmo incluso más genial para los dos. Temblando, meciéndose, esforzándose, se aferró a él como si su vida dependiera de ello, su cabello metiéndose en su cara, sus pechos presionándose contra él, su cuerpo llevándolo en un paseo como nada que hubiera tenido antes. El sexo parecía no terminar nunca.

Cuando finalmente terminaron, después de un tercer orgasmo de su parte, colapsó contra la silla y jadeó:

—Voy a necesitarte de nuevo.

—Oh, Neji…

—Dile a Beau… la próxima semana. Misma hora, mismo día.

—¿Qué?

Dejó que su cabeza colgara hacia un lado.

—El dinero está por allí. Solo a ti. Solo te quiero a ti de nuevo.

Abruptamente, probablemente porque se había esforzado más en los últimos veinte minutos que en los doce meses anteriores, empezó a sentir que se desvanecía, y de hecho, parecía apropiado desmayarse y dejar que la prostituta se fuera por su cuenta.

Podía continuar con la fantasía más fácilmente de esa forma.

—Los mil dólares… en la puerta —murmuró— Tómalos. La propina vendrá…

Neji quería decir, "La propina vendrá después. Haré que alguien lo deje en donde Beau" o algo para ese efecto. Pero la conciencia se convirtió en un lujo que no pudo permitirse por más tiempo… y se entregó al olvido.

Una vez más, pensando solo en TenTen Ama.


TenTen salió a trompicones de la casa de campo de Neji. Andaba descalza y sus zapatos colgaban de sus correas, pero a diferencia de su viaje anterior por la hierba alrededor del edificio del museo, el pórtico y luego el camino de adoquines, hicieron que le dolieran los pies. No era como si le importara.

Mientras corría hacia el Mercedes, era una masa de contradicciones, su cerebro era un lío enredado, su cuerpo se encontraba relajado. ¿Había pensado que era una prostituta? ¿Sino por qué más habría hablado de dinero y de algún tipo llamado Beau? ¿La próxima semana? Oh, Dios, habían tenido relaciones sexuales… ¿Cómo habían hecho eso? ¿Cómo había dejado…?

Querido Dios, su pobre rostro, su cuerpo.

Una y otra vez los pensamientos giraban en su cabeza, hasta, como si fuera una fuerza centrífuga, todo se eliminó excepto por el hecho de que Neji no era en absoluto como había sido una vez. Su apariencia apuesta se había ido, las cicatrices en sus mejillas y por el puente de su nariz y su frente hacían que le fuera virtualmente imposible reconstruir a memoria lo perfecto que una vez fue. Había sido consciente de que él fue maltratado. Los diarios y los reportes de televisión —su única fuente de información porque él se negó a ver a cualquiera— habían detallado su duración en el hospital y estancia en rehabilitación, y ese tipo de tratamiento extenso no sucedía sin una buena razón trágica. Pero el verlo en persona fue una total sorpresa.

Antes del secuestro era un jugador de polo. Un saltador de eventos. Un corredor. Un basquetbolista, tenista y un jugador de squash. Un nadador. Y debido a que Neji había sido un chico de oro no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida, había sobresalido en todos ellos.

"Desearía haber hecho esto antes. Mi cuerpo fue una vez algo digno de ver".

TenTen luchó por abrir la puerta de su auto del lado del conductor, su mano resbalándose una y otra vez como si tuviera algún tipo de accidente cerebrovascular y ya no pudiera agarrar las cosas de manera apropiada. Y cuando finalmente fue capaz de meterse en el auto, se quedó sin energía y solo colapsó en el asiento.

"Debería haber intentado tenerte antes, pero era demasiado cobarde, era un cobarde arrogante, pero la verdad era, que podría haber soportado cualquier cosa menos que me rechazaras".

¿Qué había dicho, y a quién pensaba que se lo decía? Su corazón se rompió con la idea de que él estuviera enamorado de alguien más. Estaba tan borracho. Al punto en donde justo antes de largarse, lo había revisado para asegurarse de que su corazón todavía se encontrara latiendo y que estuviera respirando —porque sí, la idea de que ella podría haberlo matado porque habían…

—Dios Santo.

¿Cómo era posible que, después de años de pensar en ello, en verdad habían tenido sexo, pero solo porque él pensó que era una prostituta que había contratado de algún lado? Y no, no habían usado protección.

Fabuloso.

Esto de salirse del camino trazado era simplemente maravilloso… especialmente porque, a pesar de que se encontraba borracho… a pesar de que ella había estado loca… y a pesar de la condición física en la que él se encontraba… el sexo había sido increíble. Tal vez fue toda la represión mantenida, quizá fuera la compatibilidad, tal vez era porque había sido una aventura de una noche, un tipo de evento debido a la alineación de las estrellas. Pero cuales sea que hayan sido las razones, él había superado a los pocos hombres con los que había estado. Y, tenía miedo, de que la hubiera arruinado para cualquier otro. Inclinándose hacia adelante, apretó el botón de encendido/apagado; y mientras el motor del coche dejó escapar un ronroneo, los faros se encendieron e hicieron que entrara en pánico. Había otras personas en los patios —tenía que ser así— y lo último que quería era ser vista. Iba a tener que encontrar una manera de lidiar con esto, y tener a la chismosa multitud hablando por ahí no iba a ser parte de sus estrategia de supervivencia, muchas gracias…

En ese mismo momento, otro auto se acercó por el callejón de árboles, y en lugar de dirigirse a uno de los graneros o dependencias, se detuvo justo a su lado. La mujer que salió era… alta, morena, y estaba vestida con un traje de noche largo. Frunció el ceño mientras miraba hacia el Mercedes. Y se acercó. TenTen bajó su ventana, porque, ¿qué más se suponía que debía hacer? Al mismo tiempo, también empezó a buscar la palanca correcta, botón o lo que sea, para hacer que el Sedán fuera en reversa.

—¿Pensé que yo estaba programada para esta noche? —preguntó la mujer de forma bastante agradable.

—Yo… ah… —Mientras TenTen tartamudeaba, un rubor la recorrió— Ah…

—¿Eres una de las chicas nuevas de las que Beau hablaba? Soy Delilah.

TenTen estrechó la mano que le ofrecía.

—¿Cómo estás?

—Oh, ¡suenas tan elegante! —Sonrió la mujer—. Entonces, ¿cuidaste de él?

—Ah…

—Está bien si lo hiciste. Algunas veces estas cosas suceden, y esta noche tengo dos otras llamadas —Levantó su mano y tiró de lo que resultó ser una peluca en su cabeza— Al menos puedo estar libre de esto. ¿Se encuentra bien?

—¿Perdón?

La mujer se acarició su cabello rubio corto mientras asentía en la dirección de la casa de campo.

—¿Él? Todos cuidamos de él, pobre tipo. Beau no nos dice quién es, pero debe ser alguien importante. Siempre es tan generoso, y nos trata a todas bastante bien. En verdad, un caso triste.

—Sí. Es bastante triste.

—Bueno, me iré. ¿Quieres que le diga a Beau que arreglamos todo?

—Ah…

—Entonces me ocuparé la próxima semana.

—No —se oyó decir TenTen— Me dijo… el hombre dijo que me quería a mí de nuevo.

—Oh, de acuerdo, no hay problema. Le avisaré eso.

—Gracias. Muchas gracias.

¿Tal vez esto era algún tipo de sueño bizarro causado por la fiebre? Mientras TenTen volvía a buscar la palanca correcta, la prostituta se inclinó.

—¿Estás buscando la reversa?

—Ah, sí, sí, lo estoy.

—Es esa que está justo allí. Levántala para dar marcha atrás. Hacia abajo es para conducir y lo empujas hasta el extremo para estacionar.

—Gracias. Es difícil.

—Uno de mis clientes regulares tiene el mismo auto. ¡Es una verdadera belleza! Conduce con cuidado.

Haciendo un ruido sin comprometerse, TenTen dio marcha atrás con cuidado, muy consciente de que la otra mujer se encontraba de pie, tan cerca con esa peluca morena en su mano. Saliendo a la carretera principal, decidió que esto tenía que ser el resultado de haber contraído la gripe y haberse quedado en su cama. En cualquier momento iba a despertar…

De verdad. Lo iba a hacer.

… Mierda, ¿cómo acababa de suceder todo eso?