III.- Anhelos

-...Eso es la cocina y al fondo está el baño. No tengo más que una habitación, así que tendremos que compartirla. Ya sé que no es muy grande y que está desordenado, pero...- decía el muchacho trenzado entrando trabajosamente en el recibidor.

Acababan de darles el alta a los dos, los médicos que se habían asombrado de la recuperación de Heero ahora también alucinaban con la de Duo, que apenas en unas semanas estaba prácticamente recuperado de una lesión que normalmente lo tendría meses postrado en la cama. Aún llevaba la pierna vendada y necesitaba muletas para caminar, pero al menos podía andar.

-Está bien, Duo, de verdad... basta y sobra para dos. Además, ya me había acostumbrado a compartir habitación contigo, ya sabía que muy ordenado no lo eras- dijo guiñándole un ojo a su compañero, que sonrió sacando la lengua.

Heero había aceptado encantado la proposición de Duo; al fin y al cabo, no recordaba dónde vivía, y compartir aquel minúsculo apartamento con su compañero de habitación, era la mejor propuesta que había recibido... aunque desorden no era la palabra que más se ajustaba al estado del pequeño apartamento, caos la habría definido mejor. Montones de ropa por el suelo y los sillones, libros y comida en la única mesa de la salita, la cama deshecha, los platos hacinados en el fregadero... Duo se sonrojó al ver el desbarajuste, y aún más cuando vio que Heero se subía las mangas del jersey que le había prestado Trowa y empezaba a limpiar.

-Huh... oye, no hace falta que lo hagas, de verdad, ya lo...- en ese momento una de sus muletas resbaló con un jersey tirado en el suelo y casi se va al suelo con vendaje, muletas y todo. Suerte de Heero que lo cogió a tiempo... aunque al estirarse también tropezó con algo en el suelo, y perdió el equilibrio, acabando en el suelo debajo de Duo.

La primera reacción de ambos fue reírse de la estrambótica situación... pero sus risas se cortaron cuando fijaron la mirada en el otro.

Duo no podía creerse que su boca estuviera a sólo unos centímetros de la del piloto moreno... tuvo que apelar a todo su autocontrol para dominarse, todo su ser le gritaba que venciera la corta distancia que los separaba y tomara posesión de esos labios que parecían tan suaves... pero no, sabía que eso sería el fin de su relación con Heero, fuera cual fuera. Intentó levantarse, pero su cuerpo no lo obedecía, como si quisiera prolongar el contacto con el del muchacho bajo él.

Mientras, Heero no podía apartar la vista del ruborizado rostro de su compañero, como si sus hermosas facciones encerrasen un hechizo que lo hubiera embrujado, y se preguntaba qué hacían ese ardor en su pecho y ese temblor en sus rodillas... no recordaba haberse sentido así jamás, claro que él no recordaba nada, pero de un modo u otro supo que jamás se había sentido así antes... Lo que le asustaba era saber que era un chico el que le producía esas sensaciones que aún no sabía cómo llamar...y el que, fuera lo que fuera aquello, era tan agradable...

-Yo...creo que sí que conviene que limpie- se oyó temblorosa la voz del japonés, sorprendiéndolo incluso a sí mismo.

Duo pareció despertar ante esa voz y maniobró rápidamente su cuerpo para liberar a su compañero, que le ayudó a ponerse en pie. Se sentó en una silla sin decir palabra mientras veía cómo Heero recogía y ordenaba el pequeño apartamento, a una velocidad de vértigo y en un mutismo total...

Heero no sabía explicar por qué, pero no se sentía capaz de mirar al muchacho trenzado... y Duo aún sentía escalofríos ante lo que había estado a punto de hacer, aunque no sabía bien si era por haberlo pensado o por no haberlo hecho.

-Si piensas que voy a dejarte dormir en ese sillón tan incómodo es que te diste más fuerte de lo que creía- Dijo Duo mirando socarronamente a Heero. Éste le observó con una mueca de disgusto, pero en el fondo divertido también.

-Y si tú piensas que voy a dejarte dormir ahí con esa pierna rota es que tú también debiste golpearte la cabeza- respondió -así que ya me dirás lo que hacemos, no hay más que una cama-.

-¿Lo echamos a suertes?-.

-Mmm... Naah, salga lo que salga no vamos a estar de acuerdo... así que sólo se me ocurre una solución- empujó a Duo por sorpresa, haciéndolo caer sobre un lado de la cama mientras daba la vuelta para sentarse en el otro.

-¡Auch!- se quejó el piloto del Deathscythe -¿Se puede saber que demonios estás haciendo?

-Como ninguno quiere que el otro duerma en el sillón, los dos tendremos que compartir cama, ¿no? estaremos estrechos, pero si no te mueves demasiado creo que cabremos- Heero guiñó el ojo -Bueno, a no ser que te moleste dormir conmigo, claro...- se arrepintió de haber dicho esto en cuanto reparó en el rostro sonrojado de Duo. Lo miró expectante, teniendo sin siquiera saberlo el corazón en un puño...

-No hombre, claro que no me importa, sólo vamos a dormir, además si tengo que compartir cama, mejor hacerlo contigo... Quiero decir, al menos ya hemos compartido habitación, ¿no?- Aagh, cada vez que hablaba la liaba más, así que optó por lo más sensato, cerrar la boca por una vez... se cambió de ropa en silencio, evitando mirar a Heero, que empezaba a hacer lo propio al otro lado de la cama. Se metió bajo las mantas, dándole la espalda a su improvisado compañero de cama y a todas las ideas que se le estaban viniendo a la cabeza.

Calor, un calor húmedo, agobiante... Negro, todo es negro, todo salvo sus manos, sus manos son rojas, bañadas en sangre, en su propia sangre... Todo a su alrededor es ruido, estruendo, gritos... Ahí está, es esa voz, su voz otra vez, gritando su nombre... es extraño, que entre todo ese barullo de ruidos confusos el sonido de esa voz humana sea tan nítido... no sabe por qué, pero cuando lo oye, toda la oscuridad, todo el calor, todo el dolor pasan a un segundo plano, su atención se centra en el dueño de esa voz, pero no lo logra, no logra llegar hasta él, algo se lo impide... ¿Qué es eso, una correa? ¿Esta atado con una correa? No, parece un cinturón, un cinturón de seguridad... ¿Y esa silla? ¿Dónde está sentado? Si no estuviera todo tan oscuro... ¿Dónde está?

Diablos, no conseguirá llegar hasta esa voz... Oh no, ese grito no es nada bueno... Ya no la oye, se ha callado... No por favor, que no le haya pasado nada, por favor,¡¡¡ por favor, No!

-¡¡¡Heero, Heero, despierta, es solo un sueño, Heero!-.

Abrió los ojos de golpe. Duo le zarandeaba en la oscuridad, sus hermosas facciones deformadas en un rictus de ansiedad.

Oh, por Dios, estaba bien... todo fue un sueño, él estaba bien...

-Heero... ¿Qué pasó? ¿Fue una pesadilla como las de siempre? Parecías muy angustiado...-.

No pudo terminar la frase, se quedó mudo por la sorpresa cuando su compañero se lanzó a sus brazos y se le abrazó fuertemente.

-Duo...- era lo único que podía articular el piloto moreno –Duo...- Quería decirle tantas cosas, que estaba tan contento de que estuviera bien, que se le encogía el alma sólo con pensar en que pudiera sufrir, que haría cualquier cosa para proteger al que se había convertido en su único amigo... ¿Amigo? ¿Estaba seguro de que sentía sólo amistad hacia el muchacho trenzado que ahora lo sostenía?

La respuesta le vino cuando notó unos brazos abrazándolo protectoramente, y una suave y tranquilizadora voz que sonaba a través de sus oídos y directa a su alma.

-Ssshhh, tranquilo... todo pasó, no te preocupes, todo está bien...-.

Definitivamente no, aquello que sentía hacia aquel muchacho que ahora lo consolaba no era amistad, era algo diferente, más fuerte, más puro, más hermoso...

Por su parte, Duo estaba medio mareado por todas las sensaciones que se le venían a la mente... Tener al hombre con el que soñaba así, tan cerca, cobijado en sus brazos, era más de lo que su pobre y dolido corazón parecía poder soportar... En aquel momento no le importó en lo más mínimo estar engañando a Heero, que ése no fuera el muchacho del que se había enamorado, la sensación que producía la piel del otro contra la suya era tan intoxicante que simplemente no le dejaba pensar... En aquel momento el momento le pareció casi perfecto, aunque... casi... si se atreviera a...

Y justo cuando Duo estaba debatiéndose entre hacer o no hacer algo que iba a cambiar su vida, para bien o para mal... se encontró con los zafirinos ojos de Heero, que cuajados en lágrimas lo observaban en la oscuridad.

Y la expresión que estos mostraban era una que jamás había visto, y que quizá no volvería a ver jamás. Aquella mirada azul mostraba tanto dolor, tanta amargura, tanta necesidad de afecto...

Oh, qué diablos... pensó al apretar bruscamente los labios contra los de Heero, con toda la sed que había guardado en su corazón, que ahora clamaba por poder disfrutar lo más posible de esos labios antes de que su dueño lo rechazara...

Y ese trémulo corazón saltó de gozo cuando esos labios que tanto había deseado probar se entreabrieron, dando acceso a una boca que la suya devoró hambriento, desesperado, liberándose por fin de toda la duda y el temor que lo estaban corroyendo por dentro.

Ninguno de los dos estaba ya seguro de lo que estaba pasando... ya no pensaban, sólo sentían, ya habría tiempo para pensar después, ahora era el momento de rendirse a las sensaciones que el otro les provocaba... lo demás podía esperar, todo podía esperar...

El aire que precisaban les obligó a separase, pero sólo momentáneamente, pues en instantes volvieron a unirse como si un potente imán los atrajera... Tras ese primer beso hubo otro, y otro, y decenas más, cada uno más osado que el anterior... ya no se reconocían sólo con sus bocas, ahora también con sus manos, con su pecho, cada pedazo de piel descubierta les servía para encontrarse, para memorizarse, para impregnarse de la esencia del otro... suaves gemidos empezaron a escucharse por la habitación, era imposible retenerlos por más tiempo...

-Mmm... Duo...- la voz de Heero fue sólo un susurro, pero retumbó en los oídos del muchacho de trenza como un trueno.

Y con ella retumbó también la realidad, una realidad que ni siquiera sabía que existía.

Él no quería hacer esto con Heero. No con ESE Heero.

Él quería hacerlo con el Heero frío y cortante del que se había enamorado, aquél que sabía que jamás lo aceptaría... El muchacho con el que estaba ahora era sólo una sombra de la persona que amaba, era como estar con un hombre diferente... Y no era eso lo que anhelaba. No se había dado cuenta hasta ese momento, pero no era eso.

Suavemente se separó de su compañero, que lo miró con una mezcla de extrañeza y temor.

-Heero, yo...- murmuró –esto no está bien, yo... lo siento, no he debido...-.

Esas palabras golpearon la cabeza de Heero como un martillo. ¿No estaba bien? ¿No debió?

-¿Por qué?- el dolor que reflejó su voz le dolió a Duo en el alma -¿Qué he hecho? Yo...

-¡No, no, no eres tú, de verdad... soy yo, no debería... perdóname, Heero, por favor, no puedo hacer esto... no todavía... lo siento...-.

Trabajosamente salió de la cama y de la habitación, no podía llorar delante de él, no, pero aunque su corazón lloraba por lo que había hecho su mente le repetía que aquello era lo correcto, que si algún día el Heero que esperaba despertaba se lo agradecería, aunque... después de lo que acababa de hacer, quién sabe, quizá sentiría repugnancia y lo alejaría de él para siempre, y eso... eso era más de lo que su alma podría soportar...

Heero quedó estático en la cama, su mente era un mar de dudas... No entendía nada de lo que estaba pasando, por qué Duo se había comportado así, primero besándolo de aquella manera y luego... ni siquiera entendía lo que sentía cerca del americano, lo deseaba, sí, pero había algo dentro de él que... casi se alegraba de no haber llegado más lejos, pero no sabía, no sabía lo que estaba pasando, ni con él ni con Duo, y el no saber amenazaba con volverlo loco...

En el sillón, convenientemente alejado del otro muchacho, Duo permitió al fin que sus lágrimas surgieran... Lo había estropeado sin remedio, eso pensaba, tanto si Heero despertaba como si no él jamás le perdonaría lo que acababa de pasar... Se acabó, la única esperanza de estar con él, todo estaba arruinado, y sólo quedaban aquellas lágrimas amargas por lo que habría podido ser y ya nunca sería...