Era la primera vez que Draco fallaba en algo. Bueno, la segunda. Pero el Quidditch no contaba. McFly, Allison, lo había plantado en medio del comedor. Increíble. Sin duda, había sido una ruptura extraña. Ella lloraba y le llamaba cabrón, como siempre, salvo que quien lo estaba dejando era ella. Para ponerle broche final a la alucinación, la nena le había dicho que lo sentía por él, de verdad, que la gente tiene muchos prejuicios. ¿Y a él de qué coño le hablaba?

Inmediatamente había salido del Gran Comedor y se había retirado a una zona poco transitada del séptimo piso. Para pensar, ¡qué coño para pensar! Para que no se le acercase ninguna lagarta nueva. Cuando estaba enfadado no elegía bien.

De repente se dio cuenta de que frente a él estaba sentada una niñata (su denominación de niñata incluía a las chicas uno o dos años menores que él) pelirroja que lo mirada con furia contenida. La reconoció como Weasley, olvidado el nombre.

-El sitio está ocupado. Vete a llorar tus penas a otro lado. – le gruñó ella, sacudiendo la cabeza.

-¿Mis qué? Oye, mira, Weasley, lárgate tú. No estoy de humor.

Ella le tiró un objeto que no fue capaz de identificar. Un jarrón, tal vez. Ladeó la cabeza para evitar el golpe.

-¿Potter te volvió a dejar?

-Que yo sepa es la primera vez que me deja, gilipollas.

Se planteó si merecía la pena contestar. Qué pringada. Aunque ya debía saber que McFly… bueno, al carajo, lo suyo era más patético.

Silencio.

-¿No tienes alcohol? – preguntó ella, como si estuviese hablando del tiempo.

-¡Por diosss! ¿Piensas que voy a emborracharme solo por… por… "eso"? Joder, sí que estás loca.

-Nadie ha dicho que tuvieses que bebértelo tú. No me estaba refiriendo a si te ibas a emborrachar. Solo preguntaba si tienes algo con graduación de más de quince grados.

Silencio.

El whisky se le había acabado. Ahora que lo recordaba, había comprado una petaca nueva el sábado, con Goyle, en Hogsmeade; pero todo Slytherin había querido probar el whisky tan caro que compró y en esos instantes la petaca, hecha una mierda por las babas, debía que estar en manos de cualquier pringado que estuviese intentando ligar, y rellena de alcohol de la enfermería. En cualquier caso, no se la hubiese dado. A la Weasley.

-Te veo un poco confundido, Malfoy.

-¿Perdona? – le ofende. Esa tía estaba loca de verdad.

Ella solo se ríe.

Silencio.

Se vuelve a reír.

-Alguien ha hecho circular por todo el colegio el rumor de que eres gay…

Más silencio. Sigue pensando en sus cosas, así que el tono de querer hacerle un favor no sería del todo intencionado. Joder.

Se da cuenta de que él no contesta.

-No es broma. – le lanza algo a los brazos.

Lo mira. ¿Brownies?

-A falta de alcohol, bueno es el chocolate. Te regalo la bolsa. Me quedan otra tres…

Los prueba. Esperaba sabor a frigorífico y masa seca y correosa, pero estaba bastante buenos y le supo a puro chocolate y mantequilla.

-Nadie tiene una idea clara de quien comenzó con el rumor. Pero yo me jugaría la mano derecha, y la izquierda si fuese necesario a que fue Zabini. Es un gilipollas. Le encanta hacer esas cosas.

¿Zabini? ¿Zabini el colega? ¿Zabini el que le consigue licor de hierbas y granadina? ¿De verdad que le gusta joder a otro Slytherin? (Y él sin enterarse…) Qué hijo puta. Así le dejaba fuera de juego. Qué cabrón.

-En realidad no es que me interese, pero en un tío como tú llama la atención. ¿En verdad lo eres?

-¿Qué?

-Que si eres gay…

No le cabía en la cabeza ni como la tía podía llegar a planteárselo. Con lo que era él. Bueno, vale, sería medio metrosexual. Pero no del todo. No era mariquita. Era todo un machote. TODO un machote.

-Tú misma has dicho que era solo un rumor.

-No. Yo no he dicho que sea solo un rumor. He dicho que es un rumor. Sin el solo. No tiene por qué ser verdad, pero tampoco tiene por qué ser mentira.

Qué flipe.

-A ver si me entiendes. Ahora estoy sin novio porque corrió el rumor de que me di el lote con Anthony Goldstein, de Ravenclawn, en la fiesta del lago. – Draco no quiso preguntar ni qué era la fiesta del lago. Sin duda una mierda de reunión de cuatro amigos que se aburren y no tienen pasta para más que tres botellas de vodka barato y un montón de refresco de limón – Pero lo cierto es que ME DÍ el lote con Anthony Goldstein, de Ravenclawn, en la fiesta del lago. Así que…

Si pretendía que se creyese que Potter la había dejado porque ella le puso los cuernos iba de culo. Vamos, eso no se lo tragaba ni ella. Pero "cornudo" era un adjetivo nuevo cojonudo para soltarle al cara rajada en medio de clase de pociones. Ya probaría.

-Pues no. No soy gay. – se levantó del suelo. Tenía cuentas que ajustar con Zabini.

Dio un par de pasos y se volvió para mirar a la niñata Weasley, que devoraba un brownie de un bocado.

-¿Quieres un consejo? No te arriesgues a coger diez kilos por culpa de Potter. Él no merece que estropees tu culo.

Bajó un escalón.

-¡Eh! – giró de nuevo. Encima que le daba un consejo y todavía se le iba a quejar - … ¿no me das las gracias? Por los brownies…

-Claro. – dijo, recuperando su punto de chulería.


Vio como se agachaba poco a poco frente a sí. Sintió su aliento en la cara. No le dio tiempo. Notó sus labios fríos posarse en los suyos y enseguida su lengua caliente recrearse en su boca. Duró apenas unos segundos. Hubiese estado bien que durase un poco más. Se largó sin decir palabra. No besaba mal. Miró la foto de Harry partida en cuatro cachitos a su lado. Solo estaba un poco bebida. Solo fue un puto rollo que no llegó a más y que no duró veinte minutos. Nada hubiese ocurrido si ÉL (Harry) hubiese estado allí. A saber cuantos polvos le había echado él a Pavarti Patil o, exagerando menos, cuántas veces le habría comido la boca a Cho Chang, así, sin compromiso, solo por el alcohol y porque ella estaba estudiando. Pero el hecho es que ella estaba ahora sola, compuesta, y sin novio.

Se metió otro brownie, entero, en la boca, y se perdió en el sabor del chocolate. Había que joderse. Su madre los hacía buenísimos…