Harry Potter y todos sus personajes son propiedad de J.K.Rowling y otros.

Harry Potter y el Enigma de Elspeth

Capítulo 20

La Habitación del Este

Harry se encontró entrelazando los dedos de sus manos con nerviosismo.

La confesión de la profesora Luminous, contrario a lo que hubiera esperado de sí mismo, no le había llenado de temor, sino de una extraña ansiedad.

Una vez más, para el enojo de Harry, Dumbledore había estado en lo cierto: algunas de las explicaciones le habían llegado de manera inesperada, pero en lo que parecía ser el momento indicado.

- ¿Te preocupa, Harry?… ¿Que él te encuentre?- le preguntó ella dulcemente.

No supo qué responder. Por un lado, temía que Voldemort le encontrara. Su último encuentro aparecía aún en la mayoría de sus pesadillas. Pero a la vez, sabía que un nuevo enfrentamiento era casi inevitable, y decir "casi" era ser extremadamente generoso.

La profesora se resignó a no recibir respuesta alguna, y sólo atinó a sonreír.

- Mientras estés bajo la protección de Albus Dumbledore, nada puede pasarte. - He oído eso tantas veces que ya no me lo creo… Desde que estoy bajo la protección de Dumbledore he estado cerca de morir en muchas ocasiones… Parece que cuanto más me repiten esa frase, peores cosas me suceden…

Era la primera vez que mostraba flaquear su confianza en Dumbledore.

Miró a la profesora con recelo, los pocos que se atrevían a criticar al Director, no tenía lugar en la lucha contra el lado oscuro.

Ella observaba la mesa sin emitir opinión.

- Albus es quizá el más poderoso mago de los últimos tiempos, y definitivamente uno de los más influyentes en la historia mágica, pero… Sigue siendo un ser humano… Y los seres humanos cometemos errores…

Harry debía admitir que a veces lo olvidaba. Pero la fama de Dumbledore le precedía. Era fácil pensar en él como un hombre que podría solucionarlo y enfrentarse a todo, sorteando cualquier impedimento. Tenía que reconciliarse con la imagen que él mismo tenía del director. Dumbledore había cometido errores que le resultaban muy difíciles de perdonar, pero también debía comprender que el pedestal en que él lo había colocado era quizá demasiado exagerado. Sabía que le resultaría difícil… Más difícil quizá, que enfrentarse nuevamente con Voldemort.

- Dumbledore dijo que había aceptado su consejo al hablar conmigo… ¿qué quiso decir? - Verás… Como me mantuve al margen de todo lo que ha pasado en los últimos tiempos, a veces puedo dar un punto de vista bastante objetivo- dijo ella con demasiada simpleza- Le dije a Dumbledore que tú querrías saber del ataque, eso es todo…

¿Debía dar las gracias? No estaba muy seguro de que la explicación fuera cierta. A estas alturas, Harry había desarrollado un sexto sentido para las cosas que otros se callaban. Incluso había momentos en que podía oler cuando los demás dejaban de decir algo… Lo bueno de esto es que también había aprendido a callarse y no insistir, y fue eso lo que hizo.

Una taza más de café los entretuvo durante un rato, y poco después, la profesora propuso un juego de ajedrez mágico que Harry aceptó de buena gana.

Amanecía ya para cuando la profesora perdía a su reina de manos de un caballo de Harry, y cuando su alfil asesinó a sangre fría al Rey enemigo, ella decidió no presenciar semejante atrocidad y se alejó del tablero para molestar a los hermanos Weasley hasta que despierten.

Tras una serie de agravios e insultos por parte de los muchachos, ambos, no sin sendos bostezos, se les unieron en la cocina.

- ¿Y el café? ¿Y las tostadas? ¿¡Qué clase de servicio es éste!?

Con un rápido movimiento de la varita, la profesora le lanzó a Charlie un hechizo trancadilla, y el pobre, sin previo aviso, cayó de bruces al suelo.

Guardaron silencio de repente al oír el chirrido de una puerta en el piso superior.

Atento, Bill se apresuró a preparar, por arte de magia, una bandeja con un desayuno para dos personas.

Cuando tía Petunia se asomó por la puerta vistiendo su bata amarilla, les dedicó una mirada de horror. Probablemente había pensado que todo había sido una pesadilla y que despertaría ese día para encontrar que nada había roto la rutina que llevaba Privet Drive.

- Preparamos el desayuno, señora Dursley- dijo Bill con amabilidad.

Entrecruzando miradas con ambos pelirrojos, ella asintió muy lentamente.

- No le digan nada a Vernon- fue todo lo que dijo, y volvió a la planta alta cargando la bandeja.

Los cuatro desayunaron lentamente y cuando el sol ya se alzaba en el cielo, decidieron emprender el camino de regreso.

Harry subió a su cuarto para aprontar sus cosas. Supuso que tía Petunia preferiría encontrar la casa vacía de magos al bajar la escalera a una incómoda despedida.

Se vistió rápidamente, cerró su mochila y se la echó al hombro.

Al voltear hacia la puerta, casi se cae del susto, porque allí estaba tía Petunia, de pie, aún envuelta en su bata amarilla, con grandes ojeras que Harry no había notado más temprano.

- Ah…- dijo él, recuperándose- Ya nos vamos… Gra… Gracias… Por todo.

Estaba tan nervioso que apenas podía articular palabra, y no sabía por qué su tía seguía interponiéndose entre él y la salida, la cual quería alcanzar desesperadamente.

- Si necesito enviarte una carta… Tu… Lechuza…- dijo ella, y Harry notó que estaba tan o más nerviosa que él. - Sí… Mi lechuza, Hedwig, seguramente vendrá cuando necesites hacerlo…

Avanzó despacio hacia la puerta, y aún ella no se movió.

- Tengo que irme- dijo finalmente Harry a modo de excusa.

Tía Petunia se hizo lentamente a un lado, y él apenas le miró cuando pasó junto a ella.

Algo sucedió entonces, que hizo que Harry se clavara en el piso. Un escalofrío le recorrió de pies a cabeza. No recordaba que algo así haya ocurrido antes, jamás.

La mano huesuda de tía Petunia, repentinamente tibia y suave, se posó sobre su hombro.

Todo alrededor de Harry pareció detenerse. Todos los sonidos a su alrededor parecieron silenciarse.

Fue como un viaje al pasado, a un tiempo en que él era un bebé y seguramente ella le cargaba en brazos, aún si no quisiera hacerlo.

Como desde fuera, logró verse a sí mismo, delgado, alto, pálido… Pero sano. Había logrado crecer para llegar a ser el esbozo de un hombre, aún tras once años de penurias ininterrumpidas bajo el yugo de los Dursley.

Se quedaron los dos inmóviles, mirándose fijamente el uno al otro, con aquella comprensión que había surgido entre ellos, dos veranos atrás, y que Harry no había logrado retener. Ninguno dijo nada, y aún así el mensaje fue tan extenso, y el momento tan inmenso y significativo, que no se atrevían siquiera a pestañear.

Tenía que decir algo. Tenía que romper el fino hilo que los unía en ese instante.

- Ustedes también cuídense- dijo al fin, siendo todo lo que, con mucho esfuerzo, logró sacar a través de su garganta seca.

Y siguió su camino, la mano de tía Petunia abrasándole el cuerpo, aún cuando ya no estaba sobre su hombro.

Le resultó simplemente demasiado. No habían pasado ni veinticuatro horas desde su llegada a Privet Drive y su cerebro aún no podía procesar todo lo que había ocurrido.

El frío de la mañana le pareció increíblemente renovador, y le permitió relajar tanto los músculos de la cara como el resto de su apabullado ser.

Cuanto más llevaban caminado a través de las aceras de Little Whinging, más se arrepentía de la noche de insomnio.

Sin embargo, tenía la impresión que esa conversación con la profesora Luminous se le quedaría grabada por el resto de su vida, así como todas las otras charlas que había tenido con ella. Su sinceridad, su sencillez, todo ella, no era algo fácil de olvidar.

Por momentos, deseaba ser Charlie Weasley, y tener la familiaridad que tenía con ella.

Se encontró a sí mismo frunciendo el ceño al pensar en los dos juntos.

¿Celos? Eso era extraño. ¿Por qué tenía la impresión de sentir celos?

Se hubiera echado a reír ante esa idea, pero tropezó con una losa de la acera y Bill tuvo que sostenerle por un brazo para evitar que se rompa la nariz contra el piso.

- ¿Estás bien, Harry? Pareces algo distraído- comentó Bill.

Él asintió con la cabeza y decidió prestar más atención al camino.

- Frío, ¿verdad?- dijo Charlie. - Cierto- dijo la profesora Luminous- Si la casa está intacta, podríamos tomar algo caliente antes de regresar a la casa de Arabella Figg para reportarnos… - Pero Remus dijo que la zona estaba limpia- añadió Bill. - Es verdad, pero eso no implica que mi casa esté completa… - Estemos atentos en caso que Tonks esté por aquí- dijo Charlie mirando a su alrededor. - Jaden Leudigann se veía bien, ¿no creen?- dijo la profesora. - Sí… Es una pena que no recuerde nada de lo sucedido.- terció Charlie.- En fin… Oye… A simple vista, todo parece estar bien… Los arbustos, intactos; los cristales, enteros; el garaje cerrado…

Harry observó lo que le rodeaba. Parecían no haberse movido, porque todas las casas por allí, incluso la que señalaban, eran iguales a las casas de Privet Drive.

- Ah… Aprovechemos esta oportunidad.- susurró la profesora Luminous, señalando con la cabeza- Allí están el señor y la señora Ramsgate… Se ven bien… ¿o no?

Charlie miró de soslayo.

- Asellus… ¿Debería preocuparnos que lleven trajes de baño… en febrero? - No… Yo me preocuparía más por la sombrilla…- dijo Bill. - O por las sandalias… - canturreó su hermano. - Caramba… - exclamó la profesora Luminous. - Esto no está bien- dijo Charlie conteniendo una carcajada.

Mientras su escolta comentaba las anormalidades en el comportamiento de los Ramsgate (que no eran pocas), Harry apenas podía respirar.

- ¿Cómo está, señor Ramsgate? - Ah, señorita Luminous, hacía tiempo que no le veíamos. ¿Está trabajando en el extranjero otra vez?- preguntó Ramsgate al tiempo que se untaba protector solar en la nariz. - Sí… - dijo ella, apenas conteniendo sus lágrimas de risa. - Pensábamos ir a celebrar Pascuas a la playa, pero el sol se ha escondido… - Si… Eh… Eso parece- dijo ella con los ojos empañados. Se inclinó a sus acompañantes y susurró: - se les ha ido un poco la mano… - Apuesto a que fue Ojoloco- agregó Bill.- Harry… ¿Estás bien?

Harry oyó a voz del mayor de los Weasley, pero sentía la lengua paralizada. Si se movía, temía que sus piernas se doblen como gelatina.

Es que el señor Ramsgate era un hombre muy alto y musculoso. Su esposa tenía voz chillona, y ambos le resultaban más que vagamente familiares.

De hecho, Harry también conocía a las hijas de los Ramsgate. Y no solo eso… Había estado también en la mismísima casa de los Ramsgate, aunque haya sido por mero accidente.

Miró a su alrededor buscando algo que confirme sus sospechas.

Efectivamente. El cartel en la esquina certificaba que volvía a estar de pie frente al número cuatro de Thistle Drive.

- ¿Son ellos?- dijo en un aliento. - Sí… Ellos son los Ramsgate… Harry, estás pálido… - Usted… Usted vive en la casa de junto… - Sí… En el número seis.

El corazón le latía tan rápido que estaba jadeando. La unión que existía entre él y la profesora pareció hacérsele más presente que nunca.

Aquella noche de verano, él había llegado hasta esa parte de Little Whinging guiado por sus propios pies. Recordaba tener la sensación de estar en el sitio correcto.

Una idea le heló la sangre (por enésima vez en lo que iba del día): si una de las opciones a las que se refería Dumbledore acerca del ataque era que Voldemort y sus enviados estaban buscando al a profesora Luminous, ¿qué no habría podido utilizarle a él para la búsqueda, aprovechándose del nexo entre ambos?

Harry recordaba como había logrado zafarse del maleficio Imperio en una ocasión, pero, ¿qué no era posible que hubiera estado bajo su influjo una vez más y que pudiera haberlo contrarrestado a voluntad?

Miró a la profesora fijamente, como esperando que ella note las cosas que pasaban por su cabeza en ese momento.

Ella, aparentemente sin darse cuenta de la mirada interrogante de Harry, les indicó a Bill y Charlie que busquen al guardia de turno, Tonks probablemente, y se aseguren una vez más de que la zona estaba libre de tenebrismo.

Después que los Weasley los hubieron dejado solos en el jardín de la casa del numero 6 de la calle Thistle, ella le invitó a entrar.

Le siguió a través de aquella casa, que era exactamente igual a la de sus tíos, pero que casi no tenía decoración, y que estaba equipada con unos pocos muebles, apenas suficientes para hacer del sitio un lugar habitable.

- Voy a verificar que el coche esté en perfecto estado- dijo ella saliendo por una puerta que había a un lado de la cocina.

Volvió apenas unos instantes mas tarde con un gesto de satisfacción en el rostro.

- ¿Quieres un té?- le dijo, abriendo el grifo y dejando correr el agua durante unos segundos antes de colocar la tetera bajo el chorro. - Profesora… Yo ya había estado aquí…- dijo, jadeando entre las palabras. - ¿Aquí en mi casa? Imposible… - dijo ella sin darle importancia. - No… Pero si en esta calle… Thistle Drive…- Comenzaba a agitarse por los nervios. - Bueno… Little Whinging es un lugar pequeño… Es posible que hayas pasado por aquí un millón de veces si te gusta caminar por la zona… - No- terció él con seguridad. Y soltó, con lujo de detalles, la historia de su huida en la noche de casa de los Dursley y su encuentro con los (ahora lo sabía) Ramsgate. - Fue Leudigann quien me ayudó a regresar… Me indicó que camino tomar… De allí le conozco… - ¿Dices que Leudigann te habló?… Pero qué idiota… - ¡Pero eso no es lo que importa!- se exasperó Harry- ¿Qué no ve que Voldemort pudo haber estado utilizándole a mí para hallarla a usted?

Ella solo le miró fijamente a los ojos y dio una vuelta alrededor de la mesa para dirigirse a la tetera que silbaba anunciando que el agua ya estaba lista.

- También puede significar que te estaban siguiendo el rastro a ti, que de hecho lo hicieron hasta la casa de los Ramsgate y fueron ahuyentados por la presencia mágica de Jaden Leudigann… O que sintieron una presencia mágica distinta de la de Jaden y creyeron haberme encontrado… O que al seguirte el rastro y notar que había un guardia, los Mortífagos hayan creído que te habían encontrado… Hay muchísimas posibilidades, y aún así ninguna de estas cambia el hecho de que hay que reforzar la seguridad en casa de tus tíos… - Pero si yo estuve aquí, en casa de los Ramsgate… ¿Qué eso no aumenta las posibilidades de que hayan estado buscándome a mí y no a usted? - Sólo un poco… ¿pero qué diferencia hace eso? - La diferencia que hace es que usted puede relajarse… - Pero si yo me relajo, entonces te toca a ti preocuparte… - Sí, pero yo ya estoy acostumbrado… - Sí… Por supuesto- concluyó ella sonriendo.- Aún así, no te alarmes… Tendremos tiempo de sobra para preocuparnos, y más de una oportunidad para ello…Ahora, fuera de lo que me has contado, los Ramsgate son gente encantadora… ¿No te gustaría conocerles? - No… No realmente…- contestó Harry llevándose instintivamente una mano al sitio donde la escoba de la señora Ramsgate le había golpeado ("encantadoramente", claro está, pero golpeado al fin).

Charlie y Bill regresaron a la casa un rato más tarde y aceptaron el pequeño refrigerio que la profesora Luminous les ofrecía.

Cuando emprendieron el camino de vuelta a casa de la señora Figg, a Harry comenzaban a darle escalofríos debido al cansancio.

La profesora Luminous se le acercó sigilosamente y le habló al oído, haciendo que Harry se estremezca de pies a cabeza (un poco por las cosquillas, otro poco por los nervios, un poco por la falta de sueño, y mucho por otras razones que desconocía o no se atrevía a reconocer).

- Tómate n sorbo de esto- le susurró ella, alcanzándole una botellita llena de un líquido color miel- te mantendrá despierto por una hora más y hará que te sientas mejor… Te necesito alerta durante el viaje de regreso al castillo.

Poniéndose involuntariamente tan colorado como parecía posible, Harry obedeció.

Bebió un sorbito de la exquisita poción e inmediatamente sintió como se le aflojaban los músculos del cuello y la espalda, y como sus cansadas piernas recuperaban su vigor usual, mientras algo parecía darle calor desde dentro hacia fuera.

Le devolvió el frasquito a la profesora sintiéndose mucho mejor.

Había menos magos en casa de Arabella Figg, pero seguía pareciendo un sitio muy ajetreado.

Los incontables gatos de la señora Figg se habían refugiado en cuanto recoveco encontraron y maullaban en señal de alarma cuando alguien estaba a punto de pisarlos o patearlos por accidente.

La propia señora Figg, bastante resignada (y visiblemente despeinada), canturreaba con voz muy aguda, sentada en una silla a la mesa, abrazando a un potus con maceta y todo, mientras Mudungus Fletcher jugaba una partida de solitario frente a ella.

- Ah, Figgy- decía Dung con su acostumbrado acento de Derbyshire.- Ya tranquilízate. Verás como nos iremos pronto y ni siquiera sabrás que estuvimos aquí…

Como respuesta, la señora Figg sólo subió el volumen de su canción y cada vez que Mundungus alzaba la vista, le cambiaba las cartas de lugar.

- Llegaremos a tiempo para almorzar- dijo Charlie mirando su reloj.- ¿Bill? - Traslador, traslador… - Sí… Ya lo sabía… Pero… ¿Te has dado cuenta que pasaste San Valentín con nosotros?- dijo su hermano inocentemente. - Cielo santo…- murmuró la profesora Luminous con falsa sorpresa- Hay que ver como le explicas esto a tu novia… He oído que es una muchacha difícil… No quiero ni pensar en lo que podría hacerte si se enfada… - Imagínate Asellus… Sobretodo cuando Bill es un perrito faldero… - secundó Charlie.- Y de repente, se rebela… - Ya basta, ustedes dos… Ya no los soporto…- dijo Bill con fastidio- Apenas puedo esperar a regresar para deshacerme de ustedes… - Oh, por Merlín…- dijo la profesora dramáticamente al tiempo que se llevaba una mano al pecho- ¿Cómo podremos superarlo, Charles? - Debemos ser fuertes, Asellus… - YA- gritó Bill, perdiendo la paciencia. Tomó un vaso de papel que había sobre la mesa y le tomó a Harry por el hombro no muy suavemente.

Intentando mantener la compostura, la profesora Luminous volvió a tomarle la mano y Charlie se aferró a su mochila.

- ¡Cállense!… Portus… Nexum Inbrak… - ¡ADIOS!- chilló la profesora Luminous- ¡Bill no nos deja despedirnos…! - ¡Cuanta crueldad!- acompañó Charlie. - ¡CÁLLENSE! ¡YA VAMONOS!

Los cuatro apoyaron un dedo en el vaso y todo a su alrededor se transformó en una nube de colores que los llevaba de regreso a Hogwarts.

- Finite Incantatum- dijo Bill bruscamente.- Hemos vuelto…

El despacho de la profesora Luminous jamás le había parecido a Harry tan acogedor, ya que la poción energizante dejaba de hacerle efecto poco a poco.

En el pasillo se despidieron: los tres magos se dirigirían al despacho de Dumbledore para contarle de su pequeña excursión, y Harry aprovechó que todos sus compañeros estarían almorzando, para entrar a la Torre de Gryffindor a hurtadillas y tomarse una merecida siesta.

Al entrar en el cuarto común se encontró a Hedwig en el alféizar de la ventana, quien le saludó con un ululato.

Le dejó entrar y posarse en su hombro.

- No te creerías todo lo que ha pasado- le dijo Harry, acariciando lánguidamente su plumaje con un dedo.

Hedwig dio un gorjeo y volvió a salir por la ventana aún abierta.

Harry se tendió en su cama y se hizo un ovillo, quedándose dormido en un santiamén.

Despertó al oír un grito de sorpresa proveniente de Dean Thomas.

- ¡Ay!- y luego le miró analíticamente.- ¡Tú!… Pensé que eras un intruso o algo así…

Por su parte, Harry se sentía muy confundido. Le parecía apenas haber cerrado los ojos, pero fuera de la ventana estaba oscureciendo.

- ¿Dónde has estado, amigo?- preguntó Seamus. - Eh…- logró decir Harry con voz pastosa.- ¿Qué… Hora… es? - Son más de las 5… No te vemos desde ayer.- comentó Dean mientras revolvía en su baúl. - Yo… Eh…- balbuceó Harry sentándose en su cama. - ¿Aún dormido?- le dijo Seamus riendo.- Bueno. Despabílate y baja a comer...

Ambos se despidieron de él y salieron por la puerta.

Harry estaba seguro de que si se cruzaban con Ron y Hermione les dirían que él ya estaba de regreso.

Tal y como había previsto, ambos llegaron casi corriendo al cuarto de los chicos.

- ¿Cuándo llegaste?- preguntó Ron ocupando rápidamente un sitio junto a Harry. - Hoy al mediodía... - ¿Y se puede saber por qué no nos avisaste?- gritó Hermione sin poder contenerse.

Bostezando entre palabra y palabra, Harry explicó que estaba muy cansado y se había ido derecho a dormir, ya que había pasado la noche en vela. Aprovechó que ya estaba bastante despierto para contarles de tía Petunia y su asombrosa transformación.

Ron y Hermione se emocionaban cada vez más y más a medida que Harry avanzaba en su historia, lo que hacía que éste quiera llegar al nudo de ella con mayor ansiedad.

- Guau... Suena tan irreal... Sería irreal si no hubiera sido real- dijo Ron fascinado.

Hermione levantó una ceja.

- Un maravilloso planteo de lógica- masculló ella. - Y averigüé algo más sobre la profesora Luminous...- dijo Harry, quedándose callado luego como para aumentar el suspenso. - No te hagas el interesante.- se quejó Ron- Habla o te golpeo...

Harry sonrió con un gesto de autosuficiencia.

- Podemos dejar de preocuparnos por ella... Al menos podemos dejar de preocuparnos por que sea un Mortífago. - ¿Ah sí?- preguntó Hermione con gran interés- ¿Tuviste la oportunidad de ver su brazo? Recuerda que el hecho de que no tenga la Marca Tenebrosa no significa que no esté del lado Oscuro... - De hecho... Sí tiene la Marca Tenebrosa en el antebrazo...

Ron se alejó de él de un salto, mirándole con horror. Hermione no pudo reaccionar, y se limitó a mover la boca como un pez dorado fuera del agua.

Harry comenzó a hablar lacónicamente, sin expresión, como si las palabras fluyeran de su boca sin poder controlarlas, mientras narraba la conversación que había tenido con la profesora Luminous. Inspirando profundamente, logró quitarse los escalofríos que recorrían su cuerpo al recordarle.

- Lo que dices... Parecieran compartir algún tipo de...- dijo Hermione rascándose el mentón. - Un vínculo... Sí, ya lo sé- dijo Harry ahorrándole las palabras.- Ella tampoco parece comprender muy bien el porqué de su conexión conmigo... Y no sólo eso... - ¿No SOLO eso?- chilló Ron- ¿Qué más puede haber? Tu tía actuando como si nada, la profesora admitiendo que tuvo la oportunidad de ser un Mortífago... - ¿Recuerdan la casa en la que me metí en el verano? - Vagamente...-dijo Ron sonriendo. - Pues... Esa casa está junto a la de la profesora Luminous... Esa es la casa que atacaron...

Hermione se cubrió la boca con ambas manos.

- ¿Qué?- dijo Ron mirando alternativamente a Harry y a Hermione.- ¿Qué pasa? ¿Eso es malo? - Ron... ¿Qué no entiendes?- se exasperó ella.- ESO no sólo implica que es posible que le hayan seguido el rastro a Harry, sino que es una prueba fehaciente de que Harry tiene una conexión con la profesora Luminous... - ¿Ah, si?- dijo Ron abriendo mucho los ojos, como cayendo en la cuenta- Caramba...

Cuando la mayoría de sus compañeros regresaba a la Torre, los tres amigos decidieron ir a comer algo.

Regresaron con los estómagos llenos para ubicarse en la sala común. La mayoría de sus compañeros se había ido ya a la cama, y los tres se quedaron junto a la chimenea durante un largo rato, sin hablar demasiado ni forzar una conversación.

No querían decirlo, pero ni Ron ni Hermione parecían haber podido conciliar el sueño la noche anterior. La situación que vivían era tan particular y desconocida para todos ellos, que no les era fácil comprenderla del todo.

Ambos, con enormes bostezos se despidieron al rato.

Harry aún no estaba cansado, y decidió quedarse sentado allí, mientras la sala se vaciaba paulatinamente.

Su agotada mente comenzó a trabajar una vez más.

Tenía que contarles a Ron y Hermione de la profecía. Tenía que hablar con ellos y derribar aquella barrera invisible que se había creado entre ellos.

Esa pequeña bola de cristal azul que Neville había hecho añicos lo ponía en una posición que aún le costaba comprender. Lo hacía muy diferente al resto de sus compañeros, y esa sensación le molestaba.

Oyó un bufido detrás suyo. En un ricón, Neville borroneaba nerviosamente un pergamino.

Había solo una personba en toda la comunidad mágica que estaba en su misma posición, y esa persona era Neville Longbottom. De repente, el hecho que el propio Neville no conozca la profecía, se le hizo a Harry como un abismo insondable.

- ¿Qué estás haciendo, Neville?- le preguntó cuando el muchacho bufó nuevamente. - Ah, Harry. ¿Despierto? Pensé que estaba solo... Estoy terminando este pergamino para botánica. - Ah...- dijo Harry. - ¿Dónde estuviste ayer? No fuiste a dormir... ¿Te quedaste haciendo algún trabajo? - N... No... Tuve algo que hacer- replicó, escuetamente.

Neville se echó hacia atrás en su silla.

- Oye... Harry... ¿Puedo preguntarte algo? - Sí, claro.. - Luna Lovegood me dijo que algo raro había ocurrido al SurOeste de Londres... Y como a ti te dolió la cicatriz... Bueno... supuse que algo había sucedido...

Harry le miró, y alimentado por los pensamientos que había tenido dos minutos antes, asintió con la cabeza.

- So suponía...- dijo Neville, inalterable.

La respiración de Harry comenzó a hacerse más y más pesada. Esa cicatriz que tenía en la frente bien podría estar en la de su interlocutor.

Y por un momento, se horrorizó de sí mismo. Porque se encontró deseando que hubiera sido Neville el protagonista de su propia historia, y no él mismo.

Deseó que Neville Longbottom hubiera sido aquel a quien Voldemort eligiera quince años atrás. Deseó que Neville hubiera sido el niño que vivió.

Se sintió asqueado de sí mismo.

- ¿Harry?

Cuando escuchó la voz de su amigo, volvió en sí. Tardó un poco en responderle.

- No había notado que tienes una varita nueva- dijo como al tuntún, tratando de que aquellos inmundos pensamientos retrocedan. - Pues...- dijo Neville, mirando con extrañeza su varita.- Sí... Mi abue me la compró este verano... Claro que antes casi me mata por haber roto la varita de mi padre... A mí también me apena, pero creo que esta funciona mejor que aquella, al menos para mí... No he hecho reventar nada todavía... - Que bien- dijo Harry más ensimismado aún que antes.

Neville regresó a su pergamino, no sin antes dedicarle una mirada interrogante a Harry, que seguía con los ojos clavados en su varita.

Harry se despidió de él poco después, un poco porque volvía a pensar en aquellas cosas horribles, otro poco porque si seguía despierto, no habría forma de despertarse al día siguiente.

El lunes hubiera sido un día maravilloso para Harry, porque Snape no acudió a la clase de Pociones y fue reemplazado por el profesor Flitwick, a quién también había que adjudicarle una clase magistral que impartió conjuntamente con la profesora McGonagall, y la profesora Luminous les avisó durante el almuerzo que el día siguiente los alumnos de sexto pertenecientes a Ravenclaw y Gryffindor irían a Hogsmeade para la primer y última práctica de aparición y desaparición.

Esto opacó los ánimos de todos, ya que estaban más que preocupados de desaparecer y aparecerse en China.

Así fue que despertaron muy temprano en la mañana del martes y se encaminaron a Hogsmeade, todos muy juntos para protegerse del frío, dando grititos de excitación y preguntándose cómo iban a ser sus prácticas.

La profesora Luminous iba acompañada de la profesora Vector, que era tan vieja que Harry comenzó a pensar que llegarían a Hogsmeade la semana entrante.

Al llegar al pueblo, se dirigieron a la plaza central, que era un cuadrado llano, de losas oscuras, en el medio del cual se erigía un círculo de enormes piedras rectangulares, formando un círculo que se elevaba al cielo solemnemente.

La plaza estaba rodeada de edificios de piedra. Uno de ellos era el Correo, que Harry ya había visto una vez, y del cual entraban y salían lechuzas de todos los tamaños y colores a increíble velocidad.

Al otro lado, opuesto al correo, se encontraba la biblioteca y un gran número de negocios muy pequeños y de apariencia corroída, que no tenían carteles o anuncios.

La calle principal, por la que iban caminando, desembocaba justo frente a la plaza central. A través del círculo de piedras, podía verse un enorme edificio que Harry había visto en varias ocasiones sin notarlo realmente.

Era de piedra blanquecina, en la cual resplandecían extraños octógonos de basalto, a modo de decoración.

La enorme puerta de doble hoja bien podría haber podido dejar pasar a dos Hagrids, uno encima del otro.

No era un edificio elegante, sino más bien brusco, rudo, sin terminación, pero a la vez, fascinante.

Entraron en fila india, mirando a su alrededor con ojos muy abiertos.

El profesor Flitwick y la profesora McGonagall les esperaban en el Hall de Entrada. El pequeño profesor de Encantamientos les recibió radiante de alegría y les indicó que se dividieran por casas, y junto a sus jefes, fueron guiados a través de dos puertas opuestas.

La profesora Luminous ingresó junto a los de Gryffindor, y la profesora Vector, rogando por una silla, acompañó a los de Ravenclaw.

Cuando entraron en la sala, se quedaron boquiabiertos al ver sus dimensiones.

Era un enorme salón, sin ventanas, que fácilmente podría haber albergado medio estadio de Quidditch en altura y dos de ancho. Tan grande era que sólo con binoculares podrían haber notado que había alguien en uno de sus extremos, justo frente a ellos.

La profesora McGonagall hizo que se agrupen a su alrededor.

- Bueno- dijo, mirando con impaciencia al individuo al otro lado de la sala, que ahora caminaba muy lentamente hacia ellos- Aquí vamos a practicar. Los que ya hayan cumplido diecisiete años podrán presentar su examen a fin de curso.

A Harry le daba vergüenza no saber dónde estaban, así que se inclinó hacia Hermione y le preguntó por lo bajo.

- Estamos en el Ayuntamiento. Aunque en realidad no es un Ayuntamiento... Es más bien como una sede del Ministerio... Pero por otro lado, no depende el Ministerio... Es más bien una entidad independiente... Como Hogsmeade es la única comunidad enteramente mágica, es como si tuviera un Parlamento aparte... ¿Comprendes?- respondió ella, y Harry se alivió que no use su tono de "Eres un ignorante... ¿No leíste Historia de Hogwarts?". - ... Y ya tiene la teoría necesaria como para hacerlo.- proseguía la profesora McGonagall- Allí pueden ver cuatro cubículos: uno rojo, uno azul, uno amarillo y uno blanco. Tendrán que aparecer y desaparecer de ellos según indique la señora...

Se quedó callada, porque el individuo estaba repentinamente a su lado.

- ¿Cómo le va, Minerva? - Bien, Bwala. ¿Cómo está usted?- preguntó McGonagall con falsa amabilidad. - Muy bien, Minerva, muy bien... El lumbago ha estado dándome algunos problemas, se me ha encarnado una uña del pie y me ha salido una extraña urticaria en la espalda, pero no me quejo...AAAAhh... Me has traído unos hermosos retoños... - Además, está ciega, Bwala... De retoños no tienen nada, y de hermosos... Bueno... No hemos venido a hablar de ello...

Bwala era una mujer muy, pero muy, pero my, pero muy, pero muy, muy, muy vieja. Tenía el cabello blanco y largo hasta la cintura, trenzado y adornado con enormes argollas doradas. Llevaba los pies descalzos y grandes pulseras alrededor de los tobillos. Vestía una túnica color verde esmeralda y un sari blanco que tenía una terminación de cuentas doradas que tintineaban a medida que se movía.

- Bienvenidos al salón del Este, el lugar donde todo comienza... Aquí realizarán su único entrenamiento de aparición y desaparición. Si logran controlar los cuatro puntos básicos, podrán llegar a cualquier parte. Aquí podrán desaparecerse y aparecerse cuantas veces deseen, estarán seguros y no podrán salirse del salón, así que no deben temer aparecerse en alguno de los Polos. Podrán preocuparse por ello en el examen oficial... Ahora, retoños... Síganme...

La mujer hablaba muy suavemente y arrastraba las últimas sílabas como con un último aliento. Escuchar todo lo que decía era sumamente complicado, porque no subía el tono de voz. Era aún peor la manera en que caminaba, y seguirle el paso sin pisarle los talones resultaba casi imposible: daba un pequeño pasito tras otro, alineando sus pies descalzos.

Claramente, se dirigía al cubículo más cercano, pero tenían tiempo de sobra como para correr una maratón y regresar al sitio antes que Bwala termine de recorrer los diez metros que la separaban del objetivo.

- A ver... Voy a necesitar a esta pequeña damita para que me asista- dijo Bwala señalando a la profesora Luminous con un largo y torcido dedo cubierto de anillos.

La profesora Luminous hizo un gesto de incredulidad y se acercó a ella no muy segura.

- No la recuerdo a usted, señorita- dijo Bwala entrecerrando los ojos. - Generalmente recuerdo a todos los estudiantes, sobretodo si se aparecen sobre mí en algún punto.

La profesora sonrió, algo incómoda.

- Yo no hice mis exámenes aquí... Los hice en Sudamérica...- se excusó. - Ah... Con mi buen amigo Rajkumar, supongo. - No recuerdo su nombre- dijo ella en tono de disculpa. - Ella es nuestra profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, Bwala. No es necesario que le interrogues.- dijo McGonagall, levemente crispada. - Retoños... Aquí tienen el primer cubículo- dijo Bwala, olvidando la conversación de la que acababa de participar.- Venga, por favor, profesora Nubilous... - Luminous... - Tubilous. Pase por aquí, en el primer cubículo.- dijo, y ella obedeció- Los cubículos son de colores para que les sea más fácil concentrarse en su destino. Una vez que logren todos los objetivos, aumentaremos la dificultad: cambiaremos colores por números, y luego lo intentaremos con personas, luego con nombres. El primer objetivo es el más difícil, así que si no lo logran al primer intento, no se preocupen.

La anciana hizo entrar a la profesora dentro del cubículo azul.

- Ahora ella les hará una pequeña demostración. La señorita Moculous... - Luminous. - ... Linternous se aparecerá en el cubículo dos, el rojo, y los esperará allí. Por favor, señorita Mimbulus. - ¡Luminous!- gritó ella, y con un leve chasquido, desapareció y reapareció al otro lado del salón, dentro del cubículo rojo.

A Harry comenzaron a revolvérsele las tripas, pero, a diferencia de Ron, no le temblaban las rodillas.

- Bien. Ahora es el turno de... ¿Minerva, tú tienes la lista? Ah, Gracias... Señorita Brown, Lavender.

Lavender suspiró profundamente, lo que le devolvió algo de color a su lívido rostro, y entró en el cubículo.

- Concéntrese en la teoría, señorita Brown- dijo Bwala con su suave voz.- Tómese todo el tiempo que quiera...

La chica cerró los ojos con fuerza y pasaron unos minutos hasta que se oyó un sonoro estampido: Había desaparecido, dejando atrás un zapato y su túnica.

Al otro lado de la habitación del Este, Lavender Brown dio un agudo grito. Había aparecido junto al cubículo, sin su túnica, y tuvo que correr rápidamente hacia atrás de la profesora Luminous para usarla como cortina.

- ¡Accio túnica! ¡Accio zapato!- se oyó el encanto de la profesora Luminous y las dos prendas salieron volando hacia sus manos. - ¡Bien!- exclamó Bwala- ¡Casi lo logra!

Todos miraban horrorizados, y querían salir corriendo a la primera oportunidad.

- Finnigan, Seamus- sonrió Bwala.

Seamus se aferró a Parvati como una garrapata.

- Vamos, señor Finnigan- le instó la anciana, y Seamus caminó hacia ella, y no pareció hacerlo por propia voluntad.- Entre y haga lo que sabe...

El muchacho temblaba debido a los nervios y sudaba a mares, pero aún así, cerró los ojos.

El sonido de su desaparición fue bastante más desagradable que la de Lavender.

Con un pedorreo, Seamus desapareció. Y si Lavender había dejado parte de su atuendo, lo de Seamus fue bastante peor.

En el lugar donde había estado el chico, aún permanecían las partes inferiores de sus dos piernas, desde las rodillas a los pies, y daban saltitos desesperados, que seguíian rítmicamente los gritos de su dueño al otro lado del salón.

- No se preocupen.- dijo Bwala en tono tranquilizador.- La profesora Colosus le explicará al señor Finnigan cómo regresar a sus piernas.

Con otro pedorreo, el resto de Seamus apareció junto a sus rodillas, y dio un nuevo grito de horror al ver sus extremidades, olvidando lo que tenía que hacer.

Haciendo ¡Plin!, la profesora Luminous apareció junto al seccionado Seamus, y con un leve y armonioso movimiento de la varita, hizo que las piernas de su alumno vuelvan a la normalidad.

Todos creyeron que hasta ahí llegaría la práctica, pero la profesora McGonagall se acercó a los dos muy despacio.

- ¿Ya tiene sus piernas, Finnigan? Bien. Ahora, inténtelo de nuevo.

Seamus casi se desmaya.

- No te dolió, ¿verdad?- le susurró la profesora Luminous con una sonrisa- Y eso es lo peor que puede pasarte aquí.

Aunque pálido a más no poder, Seamus volvió a ponerse de pie y cerró los ojos.

La profesora Luminous desapareció antes que él para recibirle en el objetivo.

Y así fue que Seamus apareció con un enorme estrépito a cuatro metros del cubículo rojo.

Bwala no pareció impresionada, y rápidamente llamó a Hermione.

Ella, casi tan nerviosa como en la ceremonia de su selección, entró al cubículo azul y entrecerró los ojos, concentrándose al máximo.

Sólo Bwala se sorprendió de que realizara la aparición a la perfección.

Sonriendo muy satisfecha, Hermione se unió al resto de los que ya habían realizado la práctica.

Los restantes se apartaron de repente al darse cuenta de quien sería el próximo.

- Señor Longbottom.- llamó Bwala.- ¿Cómo se encuentra tu abuela? Hazme el favor de enviarle saludos de mi parte.

Y si Neville parecía nervioso antes de que diga aquello, al oírle casi pasa a mejor vida.

Sin sorpresas, le tomó a Neville su mayor nivel de concentración para desaparecer y aparecer intermitentemente durante varios minutos. Reapareció brevemente a seis metros del suelo, volvió a desaparecer al instante, y finalmente, luego de una caída libre de cuatro metros, aterrizó sobre el cubículo rojo, resultando ileso.

Parvati realizó el ejercicio casi tan magistralmente como Hermione, fallando por pocos metros.

El turno de Harry le llegó sin que lo quisiera. Bwala sonrió ampliamente al verle, pero si tenía algo que decir, se lo guardó.

- Conoce el procedimiento, señor Potter- le dijo suavemente, y Harry sintió como una fina capa de sudor se formaba en su frente.

Cerró los ojos, recordando las clases, y logró visualizar mentalmente un cuadrado rojo perfecto. En su cabeza, el cuadrado se tornó tridimensional.

El siguiente paso era formar una imagen de sí mismo y tomar consciencia de su cuerpo: sentir sus brazos, sus piernas, tronco, cabeza. Luego tenía que figurarse a sí mismo en el cubículo. Esto apenas le tomó unos pocos segundos.

Sintió un enorme sacudón en el cuerpo que lo desorientó por un instante. Cuando se aseguró de que ya no se movía, se atrevió a abrir los ojos.

Todo a su alrededor era rojo.

Lo había logrado. Estaba dentro del cubículo.

A Ron, sin embargo, le resultó algo más difícil, y apareció dos veces en diferentes cubículos antes de llegar al rojo.

- La vieja me puso nervioso- le susurró a Harry- Me dijo que se acordaba de mi hermano cada vez que llovía, porque eran los días en que le dolía la lesión que él le provocó al aparecerse sobre ella... Y me dijo que esperaba no acordarse de mí también... Para colmo, no podía sacarme el color de su túnica de la cabeza... Seguro que lo hace adrede.

Poco después, la dificultad se incrementó, y ya no sólo tenían que tomar por referencia el color y la forma, sino también otros detalles, incluidos sus propios compañeros, de pie dentro de los cubículos.

Cuando concluyó la primera fase del entrenamiento real, junto con la mañana, algunos de los de Gryffindor tenían huesos rotos debido a las apariciones fallidas de sus compañeros.

Los huesos rotos eran lo de menos, porque la profesora Luminous recorría los cubículos agitando su varita, sanándolos al instante.

Lo peor de todo era que el grupo entero de estudiantes sentía náuseas. Los bruscos sacudones de la desaparición, que aún no controlaban del todo, los tenía cerca del vómito masivo.

La hora del almuerzo (no muy esperada por el mareado grupo) llegó como un verdadero descanso. Irían a Las Tres Escobas, donde Madame Rosmerta les tendría el almuerzo listo.

Harry, además de las náuseas y los mareos, sentía una enorme satisfacción, que pocas veces había experimentado. Pensaba en lo acertado del nombre del salón donde practicaban, porque realmente tenía la impresión de que las cosas comenzaban allí: Estaba muy cerca de cumplir la primera prueba de su vida como un mago adulto, cerca de empezar una nueva etapa.

Y no importaba sentirse mareado, o vomitar compulsivamente:

Comenzar oficialmente su vida como un mago adulto realmente valía la pena el esfuerzo.

Notas de la Autora: Bueno, me he tomado mi tiempo para tipear este capítulo, porque estuve pensando en dividirlo en dos partes, pero me arrepentí.

Mucha info en el capítulo, lo sé... Apuesto a que algunos de ustedes se imaginaban lo de los Ramsgate, y esa fue una de las primeras situaciones que pensé al empezar a reescribir este fanfic.

Aclaraciones y preguntas? Review!! Estaré más que feliz de contestar.

Dorian-crow: espero que te guste el dibujo que te envié de Daniel Guevara y ya tendrás noticias mías. Muchísimas gracias por la dedicatoria, je, me ha gustado mucho el capítulo y me siento muy halagada por que me lo hayas dedicado. :])

Gracias por los reviewwwwsss!!!!!

En el próximo capítulo verán a Rita Skeeter, sabrán de Tía Petunia y conocerán un montón de magos!!!

Capítulo 21: El Concilio de los Magos

Adiosín!!!

MisaKats