Disclaimer: Harry Potter y todos sus personajes son propiedad de Doña Rowling

Harry Potter y el Enigma de Elspeth

Capítulo 25

El Vuelco

Pero, la sensación de bienestar no podía durar mucho... Y la angustia volvió a Harry, para golpearle duro en la nariz, pues, al despertar la mañana siguiente, todo el alumnado recibió un puñado de sorpresivos anuncios.

Las clases de ese día de Encantos, Tranformaciones y Artes Oscuras habían sido suspendidas, notificándoles de ello en un escueto comunicado colgado en el cartel de anuncios de la sala común.

Al menos la mitad del staff de profesores estuvo ausente durante el desayuno, en el cual también les fue anunciada la suspensión, hasta nuevo aviso, de las clases prácticas de Astronomía (que eran impartidas a medianoche).

Una ola de rumores se desató entre los alumnos, quienes vagaban por el castillo durante sus repentinas horas libres, y se concentraban en pequeños grupos en pasillos y salones vacíos.

Como era de esperarse, no había señal de Dumbledore, de Bill y Charlie, o de la profesora Luminous.

Los profesores no hacían comentarios, y se llamaban a un sospechoso silencio cuando algún alumno preguntaba acerca del paradero de sus colegas.

Los más disparatados rumores llegaban a oídos de Harry mientras pulía su escoba en la Sala Común de Gryffindor. Lavender Brown aseguraba que había una epidemia de Mirikitosis, una extraña afección altamente contagiosa. Angus Croft era más dramático, y apostaba a un ataque-emboscada a través de cierta magia que sólo funcionaba cuando la víctima estaba dormida. Dean Thomas, de mente más terrenal, creía simplemente que los profesores estaban en huelga para obtener un aumento en sus salarios.

Harry y Ginny intercambiaron miradas extrañas en un par de ocasiones, como si la charla de la noche anterior hubiese cobrado un nuevo y preocupante significado.

La edición vespertina del Profeta trajo consigo algunas respuestas.

El Ministerio de la Magia informaba sobre la desaparición de diecisiete magos pertenecientes a las Fuerzas de Choque mientras realizaban una incursión en las colinas de tiza de Dover.

Otro artículo trataba, con aterradora simpleza, sobre la desaparición de un pequeño poblado muggle, treinta kilómetros al sur de Gretna Green.

Harry se preguntaba cómo el resto podía mantenerse medianamente calmo mientras el caos se desataba abruptamente a su alrededor.

Era cierto que prefería el ruido al silencio, pero aquello no implicaba que pudiera mantenerse impávido.

Era de esperarse que el ruido fuera del castillo produjera cierta reverberación entre las paredes de piedra. Tal era así que la sala común parecía, en vez de llena de alumnos, sólo llena de voces lúgubres y miradas inquietantes.

Todo esto ponía a Harry extremadamente incómodo.

Sentía, repentinamente, que perdía el tiempo. Que mientras él seguía dentro de la cómoda seguridad del castillo, Voldemort estaba allí afuera, haciendo de la vida un peligroso vendaval.

¿Qué era lo que debía esperar? Se preguntaba Harry. ¿Cuánto tiempo más debía esperar para encontrarse con él?

Apretó mucho los puños, la mano alrededor de su varita, en el bolsillo de su túnica.

¡Ya era la hora¡Ya debía enfrentarse a él y detenerlo¡YA!

Un rayo de luz rojo salió disparado de la punta de su varita, haciendo un hueco en su túnica y atravesando el cristal de la ventana, haciéndolo añicos.

Apenas se movió o parpadeó cuando el cristal estalló en mil pedazos.

- - ¿Harry?- preguntó una voz cantarina junto a él.

Ginny se había acercado hasta donde él estaba. Volteó hacia ella repentinamente, percatándose de que en la sala común solo quedaban los chicos de quinto, que estudiaban para sus MHB.

- - AH... Eh...- balbuceó, aflojándose.

La muchacha reparó el cristal y luego le miró a los ojos.

- - ¿Estás bien?- preguntó en un susurro.

- - Si... Mmmm... Tenía la cabeza en otra cosa- asintió, aún si moverse de su sitio.

Los de quinto, que se le habían quedado mirando, regresaron a lo suyo murmurando por lo bajo.

Harry respiró muy hondo. Se sentía inquieto. Como un gato encerrado en una jaula.

Ginny regresó a su asiento, mirándole con sospecha, y Harry subió las escaleras apresuradamente.

Lo más silenciosamente posible, para no despertar a Dean, Seamus o Neville, buscó su capa de invisibilidad y regresó a la sala.

Como quien no quiere la cosa, caminó con disimulo hacia el hueco del retrato.

- - ¿Harry?- canturreó Ginny desde su silla.

Él volteó sobre sus talones, sonriendo.

- - ¿A dónde crees que vas?- le susurró ella, con falsa indignación- No podemos salir de la Torre.

Le imprecaba, en broma, blandiendo los apuntes de Hermione del año anterior en una mano.

Harry no necesitó explicar nada, pues quienes estaban en la sala proseguían con sus murmuraciones insoportables, y más de uno, gesticulizaba hacia él.

Ginny arrugó la nariz.

- - Voy contigo- declaró ella, y lanzó el manojo de pergaminos, sin ninguna ceremonia, sobre la silla más cercana.

Ahogando una carcajada, Harry abrió el hueco del retrato.

Antes de salir, Ginny extendió su varita hacia la sala común y dio una gran floritura, diciendo algo en voz baja.

- - ¿Qué has hecho?

- - Un pequeño hechizo Confundador... ¿O era Desmemorizante?...- Se encogió de hombros, al tiempo que se guardaba la varita en el bolsillo.- En fin, la profesora Luminous nos lo enseñó a Hermione y a mí un día que los Creevey nos oyeron hablar de las clases de Artes Oscuras.

Sonrió complacido, y se echó la capa encima, invitando a Ginny a cubrirse con ella también.

- -¿A dónde vamos?- preguntó ella, emocionada.

- - Pensaba ir a visitar a Hagrid.- le dijo él, echando a andar.

Ella asintió, entusiasmada.

Caminaron por los pasillos poblados de fantasmas y prefectos.

- - Sería genial si pudiéramos pasar junto a Ron y asustarle- exclamó Ginny en un susurro.

- - Ah... No lo había pensado... Podría haber traído el mapa del Merodeador para encontrarle...

Suspiró desilusionada.

- - ¡Tanta libertad ilegal frente a nosotros y ningún Weasley cerca para molestar...!

Atravesaron un atajo entre tapices, evadiendo gente, tropezando con profesores, y aún así, Harry jamás se había sentido tan a solas con Ginny.

Pero no se sentía incómodo. De hecho, jamás se había sentido tan a sus anchas.

Ella le otorgaba un sentimiento de seguridad indescriptible.

Ya había entendido lo que la profesora Luminous le había dicho, había notado la diferencia entre lo que sentía cuando estaba con la profesora y sus sentimientos para con Ginny. Definitivamente esto era real, inextinguible. Aún cuando Ginny volteara la mirada, sus ojos seguían grabados en la memoria de Harry, toda ella.

No hablaron hasta llegar al hall de Entrada, donde había un buen número de estudiantes que regresaban del comedor tras una tardía cena.

Se acercaron a la enorme puerta, asegurándose que nadie le preste atención, y la abrieron sin problemas.

Todavía no era tan tarde como para que Hagrid se alarme por su presencia, y cuando salieron al prado, no se apresuraron a caminar.

Bordearon el huerto, sintiendo el aire fresco, libre del humo de las antorchas.

Vieron las luces de la cabaña encendidas, y a Fang jugueteando junto a la puerta.

Harry intentó apresurar el paso, pero algo hizo que desviara la mirada hacia los oscuros árboles que formaban parte del jardín trasero de Hagrid.

Se detuvo en seco, conteniendo el aliento. Sentía algo acercándose por el bosque, algo que le daba mala espina.

- - ¿Harry?- preguntó Ginny, pero él le indicó que guardara silencio.

Despacio, sacó su varita. Oyó a Ginny hacer lo mismo.

Aguardaron un instante, y oyeron pasos saliendo del bosque.

Harry se preparó para atacar.

- - ¡No! Espera...- exclamó Ginny, tomándole la mano- ¡Mira!

Entornó los ojos.

La profesora Luminous salió de entre la espesura, cojeando, y los miró detenidamente.

- - No deberían estar fuera a estas horas- les dijo jadeando, antes de caer de rodillas en el césped.

- - ¡Profesora!- gritó Ginny.

Se quitaron la capa y se lanzaron sobre ella.

Fang ladraba, alarmado.

La profesora estaba herida, tenía unos feos cortes en las piernas, un labio partido y varios rasguños en el resto del cuerpo. Estaba consciente, pero apenas.

Hagrid había salido de su cabaña para ver lo que causaba los ladridos de Fang, y el sabueso le guió hasta donde estaban Harry y Ginny, inclinados sobre la profesora.

- - ¿Harry?- Exclamó Hagrid.- ¡Profesora Luminous, Señorita!

Fang gimoteaba.

- - Voy a necesitar ayuda, Hagrid- susurró la profesora mientras acariciaba a Fang con una mano. Sus guantes parecían haber perdido sus ataduras, dejando ver sus antebrazos, generalmente ocultos.

Hagrid le levantó del suelo sin ningún esfuerzo.

- - Voy a hacer como que no les he visto- les dijo el semigigante.- Pónganse la capa y regresen conmigo.

- - Ah... Caramba... ¡Cómo arde!- exclamó la profesora, sonriendo.

Pero Harry se dio cuenta que sufría mucho, pues no parecía capaz de poder moverse con facilidad. Su brazo derecho colgaba laxo a un lado de su cuerpo, el guante desatado, balanceándose sobre la mano, dejando al descubierto unas horribles cicatrices verdosas que le recorrían el antebrazo, cual gruesas venas, entrecruzándose como telarañas, visibles y protuberantes bajo la piel pálida y transparente.

- - Ah...- decía ella- Creo que usaré este medio de transporte más seguido... ¡A mi despacho, Hagrid!

Evidentemente, aún le quedaban fuerzas para bromear. O, Harry pensó, estaba intentando mantenerse despierta.

Hagrid abrió la puerta y entró al Hall, llevando a la profesora en brazos.

Afortunadamente, estaba vacío.

- - Directo a la Torre- les dijo la profesora, pero ya sus ojos no se enfocaban en el objetivo.

Harry y Ginny tomaron un atajo hasta la Torre, caminando en silencio y lo más rápido posible.

La Dama Gorda, entredormida, les dejó pasar sin siquiera darse cuenta que llevaban la capa de invisibilidad encima.

Ron y Hermione estaban de pie frente a la chimenea, murmurando por lo bajo. Ron daba vueltas, casi en su lugar, y maldecía.

Harry tiró de la capa repentinamente y Hermione dio un grito de sorpresa.

- - ¿Dónde estaban?- chilló Ron- ¡Nadie sabía dónde se habían metido¡Pensábamos que algún Mortífago les había secuestrado...!

- - Si... Un Mortífago, Ron- acotó Hermione, volteando los ojos.- Cuando regresamos de las rondas, todos parecían un tanto...

- - Fui yo- exclamó Ginny.

- - Lo sospeché- murmuró Hermione, frunciendo mucho el ceño.

Los ojos de Ron se le clavaban en la nuca a Harry cual cuchillos, pero no se atrevía a devolverle la mirada. Agradeció que Ginny comenzara a narrarles de la aparición de la profesora detrás de la cabaña de Hagrid. Tener que darle explicaciones a Ron acerca del porqué había sacado a Ginny del castillo era algo para lo que Harry no estaba preparado.

Decidieron irse a la cama, y Ron y Harry se separaron de las chicas en el rellano de la escalera.

Antes de desaparecer escaleras arriba, Ginny le dedicó a Harry (o al menos eso creyó ver él) una significativa mirada, y lo llenó de una seguridad extraña y saltarina, que hizo que se sonría un poco para sus adentros y mucho para sus afueras.

Su sonrisa se desvaneció apenas encontró los ojos de Ron.

Harry apretó los labios antes de preguntar nada. Tenía la impresión de estar a punto de ser regañado por Snape.

- - ¿Qué?- preguntó. Susurraba, un poco porque no quería despertar al resto de sus compañeros de cuarto, y mucho porque sin saber por qué, tenía un poquito de miedo a lo que Ron podría decirle.

Ron negó con la cabeza sin mirarle, murmuró algo por lo bajo.

Y luego, haciendo que Harry deje de contener el aliento, sonrió.

Aquello fue más que suficiente.

Harry se quitó la ropa y, en la oscuridad, mientras se abotonaba la pijama, caminó hasta la ventana.

- - ¿Sucede algo?- le preguntó Ron en un susurro desde su cama.

Negó con la cabeza.

El bosque se desplegaba bajo la luna, su inmenso mar de copas de árboles y su intensa oscuridad, como si dentro éste hubiese una enorme bestia esperando en silencio para lanzar sus garras sobre su presa... Esperando al momento indicado... Esperando.

Toda sospecha fue confirmada la mañana siguiente, cuando los altavoces del colegio anunciaron que todo el alumnado debía reunirse antes de las clases en el Gran Salón, a horas del desayuno.

Dumbledore, acompañado del resto del staff, estaba sentado en su silla, al frente de las mesas.

Todos le miraban inquisitivamente, y guardaron silencio cuando se puso de pie, llamándoles la atención con una mano en alto.

- - Mis queridos alumnos- dijo Dumbledore, y Harry se preguntó brevemente si ensayaba su tono ceremonial frente a un espejo- Días aciagos se presentan ante nosotros, tal y como lo esperábamos. Estoy seguro que han sabido de las novedades del mundo mágico a través del Profeta o por boca de otros compañeros. No crean ni por un momento que estos sucesos no son reales, en todo caso, permítanse dudar acerca de lo exacto de la descripción de estos hechos, pero no duden que las fuerzas oscuras se están moviendo, ciñéndose sobre nosotros sin piedad.

Harry abrió los ojos a más no poder, pues le dio la impresión que Dumbledore estaba induciéndoles al pánico.

- - Como siempre ha sido mi política, les considero merecedores de la verdad, y les considero también, parte fundamental del Mundo Mágico. Es por ello que sólo protegerlos no es suficiente. Hay que informarles, mantenerles al tanto. Y creo que en sus profesores pueden encontrar toda la información que necesiten.

Ensimismado, Ron masticaba el mismo trocito de arenque ahumado desde el comienzo del discurso.

En la mesa de los profesores, no había una sola silla vacía. Los ojos del staff se perdían en el mar de cabezas con sobrero frente a ellos.

Madame Trelawney asentía con la cabeza mientras Dumbledore hablaba de las tragedias por venir, y cada vez que lo hacía, se oía un leve tintineo. Firenze permanecía inmóvil, casi como una imponente estatua, frente a su plato intacto de huevos revueltos y arenque.

La profesora Luminous, junto a Snape, sólo presentaba ahora un rasguño en la cara, pero unas manchas sanguinolentas en sus medias rayadas le indicaron a Harry que sus heridas aún no habían sanado del todo.

- - Es por eso- prosiguió Dumbledore- que las medidas de seguridad han sido elevadas al máximo nivel. Aquellos infractores serán severamente castigados.

"Este es un momento crucial en nuestra historia. Y como tal, demanda de nuestra parte, decisiones igualmente cruciales.

Quizá hayan oído ciertos rumores acerca de las alteraciones en el comportamiento de los habitantes del bosque. Nuestra proximidad a él hace que debamos tomar un dramático cambio de rumbo.

Durante la próxima semana será conjurado un muro de protección que separará el bosque del castillo, y evitará que corramos riesgos innecesarios, tanto para ustedes como para los moradores del bosque.

A esto acompañará la terminante prohibición a los alumnos para salir al prado sin compañía de un profesor durante los próximos días, y tras la finalización del conjuro, se les prohibirá acercarse al bosque en un radio de setenta metros.

Por último. Ojos, oídos y mente alerta. ¡Kachum, Kachum y Tururú!"

Y se sentó en su silla, alcanzando el tenedor, y llevándose un buen bocado de arenque a la boca.

Hasta los profesores voltearon hacia él para dedicarle una mirada curiosa, excepto la profesora Luminous, Snape y Firenze, que aún mirando hacia el frente, sólo levantaron una ceja.

Cinco minutos más tarde, oyeron un sonoro campanazo, y todos salieron del Gran Salón, ahogándose en un mar de preguntas.

A partir de ese desayuno, la vida cotidiana en Hogwarts dio un vuelco fantástico.

Magos pertenecientes a la Orden y al Ministerio comenzaron a hacerse ver en los pasillos y fuera del castillo.

Ginny se apresuró a decir, mientras caminaba junto a Harry después de su clase de Adivinación, que seguramente habría un número aún mayor de magos trabajando de incógnito.

Sin precio aviso, un montón de lechuzas sobrevoló el Gran Salón durante el almuerzo, llevando cartas a casi todos los que allí se reunían.

Lavender Brown, sentada junto a Harry, abrió su carta y la leyó rápidamente, como si ésta llevara noticias que no eran inesperadas para ella.

Parvati Patil se le acercó, y ambas comenzaron a cuchichear.

Después de la primer clase de la tarde, ya corría el rumor de que varios alumnos serían retirados del colegio antes del fin de semana.

Flitwick tuvo que pedir silencio a gritos al menos seis veces cada media hora, y la mayoría se preguntaba qué noticias tendrían al salir del aula.

Era como si ya nadie contara el tiempo en términos duraderos. Como si las palabras "días", "meses" y "años" hubiesen sido reemplazadas por "segundos", "minutos" y "horas".

¿Qué importaba ahora la tarea de Pociones para el lunes si en apenas horas todo el mundo se había visto trastocado¿Y qué podía llegar a importar el examen de MHB de los de quinto, que ahora parecía tan lejano como la vejez?

Hacia el final del día, varios baúles se habían amontonado en la sala común de Gryffindor, pertenecientes a todos aquellos que dejarían el colegio tan pronto como amanezca.

Aquella habitación jamás hacía estado tan atestada de gente y tan silenciosa a la vez.

Con Crookshanks en su regazo, Hermione miraba compasivamente a un grupo de chicos de primer año que parecía haber sido golpeado con un objeto contundente.

Parvati y Lavender lloraban silenciosamente en un rincón, ya que los padres de Lavender irían por ella antes del desayuno y la retirarían del colegio definitivamente.

Harry miraba el constante ir y venir de lechuzas fuera de la ventana.

Apenas habían pasado unas cuantas horas desde su charla con Ginny, cuando habían establecido entre ellos aquel lazo invisible que los mantenía unidos de manera tácita, construyendo entre ellos dos algo mucho más significativo que lo que antes había allí.

El opulento desayuno de la mañana siguiente parecía constituido únicamente de vacío y ruidos de cucharas rascando el fondo de los platos.

Durante los días que siguieron y sus correspondientes noches, la profesora Luminous fue suplantada en Defensa Contra las Artes Oscuras por Snape, y en Artes Oscuras por la profesora McGonagall, especialista en evasión de magia oscura y tácticas de ocultamiento y defensa.

La profesora Luminous se dedicaba exclusivamente al conjuro del muro mágico, entrando y saliendo el bosque, sin regresar al castillo siquiera para comer.

- - Algo ha pasado- decía Hermione, mientras creaba una tormenta de nieve dentro de una campana de vidrio.

- - No lo habíamos notado- dijo Ron, sarcásticamente.

Hermione hizo una mueca.

- - Algo que el Ministerio ya no puede ocultar.- le respondió ella entre dientes.

- - A ver... déjame pensar... ¿Mortífagos evadidos de Azkaban¿Dementores en todo el país¿Al menos una muerte al día¿Pueblos que simplemente desaparecen de los mapas? Uhhhmmmm... Me pregunto qué podría ser...- dijo Harry, y recibió una horrible mirada por parte de Hermione.- Vamos, ya todos sabemos que algo ha pasado... Y ya todos sabemos qué es lo que está ocasionando los cambios... Voldemort ha empezado a moverse.

¿Había manera de detenerlo? Pensó Harry mientras veía un pequeño árbol crecer dentro de su campana de cristal. Fuera de la ventana, un haz de luz surgió desde alguna parte del bosque.

- - Hace ya varios días que está allí- dijo Ron, señalando con la cabeza hacia el bosque.

- - Terminará esta noche- dijo Hermione, sin dejar de mirar su libro de Transformaciones.- La Séptima noche del Séptimo día.

- - ¿Se puede saber como lo sabes tú?

- - Leo, Ron... Me intereso...

- - ¡Yo también leo y me intereso!- se defendió él.- Pero comprendo mejor las cosas cuando me las explicas tú.

- - Si tan sólo lo dijeras en serio y no buscando una excusa para tu haraganería- masculló ella, poniéndose colorada.

- - Lo digo en serio...- respondió él, tratando de sonar confiable.

Harry volteó los ojos, y volvió a sumirse en su campana, donde el árbol perdía las hojas y se llenaba de escarcha.

Como aprovechando los últimos momentos juntos, todo el castillo cenaba en el Gran Salón, donde la mayor parte de los profesores brillaba por su ausencia, y al menos la mitad de los de primer año, que habían sido retirados del colegio, faltaba en las mesas.

El cielo estrellado del salón no parecía combinar con el gris humor que se posaba sobre los estudiantes.

Harry revolvía su puré de papas con desgano, la cabeza apoyada en una mano.

- - ¿Dónde se ha metido?

Oyó una voz aguda muy cerca suyo.

- - Ah... Este ha pasado por la granja de Hipogrifos... ¡Qué peste!... Ahora... ¿Hacia dónde queda el Este...?

Harry levantó la cabeza y miró a los lados, frunciendo el ceño, pues la voz le era extremadamente familiar, y a la vez, como una que jamás había oído antes.

A su alrededor, todos hablaban en susurros.

Ron comía despacio, mientras hablaba con Neville en voz baja. Hermione leía un libro de Aritmacia, y Ginny hacía como que leía sus apuntes de MHB.

- - ¿Eh?- preguntó Harry en voz alta, en caso que alguien responda.

- - ¿Mmmm?- preguntó Ginny.

- - ¿Qué?... ¿No has dicho nada?... Algo...-dijo Harry, entrecerrando los ojos.- Algo viene de...

Si no estaba errado, la voz provenía desde debajo de la mesa.

Mientras Ginny le miraba interrogante, Harry metió la cabeza debajo del mantel, donde se encontró con un mar de piernas y zapatos.

Miró con detenimiento. Allí estaba. Indudablemente.

Rápidamente, Harry volvió a sentarse, muy erguido, el rostro en blanco.

- - ¿Qué sucede?- oyó la voz de Hermione.

No respondió. Apenas parpadeó.

- - Eh... Tú... La de botas acordonadas...- Oyó Harry- Muévete, si no quieres que te muerda.

Inspiró repentinamente, atemorizado.

- - Ginny... ¿llevas botas acordonadas?.

Ella asintió con la cabeza.

- - Levanta los pies al mismo tiempo...- le ordenó.

Confundida, la muchacha obedeció al tiempo que Harry volvía a meter la cabeza debajo de la mesa.

- - Magnífico... Ahora tengo que morder al menos treinta pares de pies más...

La voz le pertenecía a una pequeña serpiente color verde brillante, que se escurría por entre los zapatos, como si se moviera dentro de un laberinto.

- - ¿Y tú que me miras, cuatro ojos¿Tengo renacuajos en la cara¿Quieres que te muerda la nariz?

- - No- respondió Harry con prontitud.

Y la serpiente se le quedó mirando, mostrándole de vez en cuando su bífida lengua.

- - Podrían pisarte- le dijo Harry- Te sacaré de aquí.

Sin pensar en que podía ser mordido, estiró la mano y alcanzó a la escurridiza serpiente, que no intentó escapar de entre sus dedos.

Con disimulo, se llevó la mano al bolsillo y se puso de pie.

- - Tengo algo que hacer- se excusó, y salió del salón sin prisa, sintiendo la fría piel de la serpiente enredada entre sus dedos.

Cuando se encontró solo en un pasillo, sacó a su acompañante de entre su túnica.

- - Así que tú eres Harry Potter- le dijo la serpiente.

Él asintió.

- - ¿Podrías decirme donde está Asellus?

Le miró, algo desconcertado.

- - Ella está en el Bosque- explicó- ¿Tú perteneces al bosque?

- - No. Pertenezco a Asellus.- dijo- Se supone que debo hablar con ella.

Harry frunció la boca, pues repentinamente se detuvo a pensar que estaba hablando con una serpiente una vez más.

- - Creo que regresará hoy en la noche- repuso en un susurro, que alguien le oiga hablar Pársel en esos días no sería algo bueno.

- - Bueno, kalaa- dijo la serpiente, desenredándose de entre los dedos de su captor.- Déjame en el piso. Voy a dar una vuelta por el colegio.

Horrorizado ante la idea de semejante criatura, posiblemente venenosa, suelta en la institución, Harry no obedeció.

- - Te llevaré con ella apenas regrese- le propuso- ¿Por qué no te quedas conmigo? Te evitarías el ser aplastado.

- - De acuerdo, no-tan-kalaa- exclamó la serpiente, volviendo a enroscarse en la muñeca de Harry.

Sonrió divertido.

- - ¿Tienes un nombre?- le preguntó, intentando no sonar brusco.

- - EllianZhadowaZaia Rabiznhaneppe... Pero Asellus me llama Zha.

- - ¡Gracias a Merlín!

Ginny asomó su pelirroja cabeza por una esquina del pasillo.

- - ¿Harry?- susurró, y se le quedó mirando, pues parecía estar hablando sólo.- ¿Ha pasado algo malo?

- - No- se dio la vuelta sonriendo- Encontré algo bajo la mesa.

Levantó la muñeca, sonriendo, para mostrarle la serpiente verde, que ahora levantaba su cabeza sólo para alardear.

Ginny se quedó quieta, levemente atemorizada.

- - No te hará daño- le dijo Harry, y se acercó a ella muy despacio- Ginny, te presento a Zha.

Sonriendo, pero un poco asustada, Ginny se acercó un par de pasos. Zha balanceó su cabeza en el aire, como si estuviera analizando muy bien a la muchacha que tenía enfrente, y luego, en un tono extraño, exclamó:

- - Mucho gusto. Soy Géminis, mi color favorito es el magenta, y me gustan los deportes extremos... Y las pelirrojas.

Harry se hizo el tonto, y no tradujo.

- - Pertenece a la profesora Luminous...

- - Pero podemos salir con otras personas- interrumpió Zha.

- - ... A la profesora Luminous...-prosiguió Harry, obviando el comentario- Le cuidaré hasta que ella regrese.

Ginny se le quedó mirando, medio confundida, medio con admiración.

- - Había olvidado que podías hablar con las serpientes.- exclamó, embelesada.

Y se quedaron en silencio, mirándose, por un tiempo que Harry creyó, se extendía por toda una eternidad.

- - ¡Pst! Si no le besas ahora, te muerdo- oyó a Zha- Bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala, bésala...

Harry se metió rápidamente la mano en el bolsillo, y tuvo que contener una sonrisa cuando le dijo a Ginny que regresaran al comedor.

Esa noche, pasada la medianoche, Harry vio que las luces en el bosque se habían extinguido.

Supuso que la profesora había regresado al castillo, aún cuando no lograba hallarle en el mar de puntitos sobre el Mapa del Merodeador.

Estaba deseoso de deshacerse de Zha, quien, escondido en el bolsillo de su protector, no hacía más que emitir filosos comentarios en los momentos menos oportunos, haciendo que Harry deba contener más de una carcajada.

Ron había sido su blanco favorito, y aunque sí les había presentado, Harry obvió toda traducción posible, pues la mayoría de las reptiles acotaciones eran referidas a su amigo y Hermione.

Cuando la mayoría ya se había ido a dormir, Harry tomó su capa de invisibilidad, y con Zha aún en su bolsillo, salió de la sala común.

Ron y Hermione se decidieron a escoltarle durante un buen trecho, y cuando se despidió de ellos, Zha les gritó algo que Harry se negó a registrar mentalmente.

Cuando al fin llegó al despacho, estaba agotado. Habían dado un gran rodeo para evitar a un enorme número de miembros de la orden, y, gracias a su bífido nuevo amigo, había tenido que contener mucho la risa.

Golpeó a la puerta y la voz del otro lado le indicó que entrara.

Encontró a la profesora sentada sobre uno de sus mullidos sillones frente a la chimenea, aplicándose ungüento sobre varios horribles y aún lacerantes cortes que tenía en las piernas. Estaba tan pálida que Harry creyó se desmayaría en cualquier momento. Sus ojos vidriosos se clavaron en Harry, y en sus labios se dibujó una débil sonrisa.

- - ¿Fuera de la torre una vez más?

Se acercó a ella cerrando la puerta tras de sí, teniendo una mejor perspectiva de la profundidad de sus heridas, y el olor a sangre se le insinuó por sobre el de lavanda que solía reinar en aquella habitación.

Sintió que preguntar acerca de esas heridas estaría fuera de lugar, por lo que se concentró en la tarea que tenía entre manos.

- - Vengo a traerle algo, profesora.

- - ¿Un regalo?- preguntó ella, el rostro iluminándosele levemente.

Negó con la cabeza y se metió la mano en el bolsillo para develar a la escurridiza serpiente.

- - ¡Tadaaaa!- canturreó Zha.

- - Pequeña serpiente- dijo ella, sonriendo- Hubiera preferido una bufanda, Harry.

Riendo en silencio, Harry depositó a Zha sobre el apoyabrazos del sillón.

- - ¿Se puede saber por qué has tardado tanto?- le preguntó la profesora.

- - Sabes que soy un perfeccionista- repuso Zha, ofendido.

Ella volteó los ojos.

- - Hablaremos de ello más tarde, pequeña peste- se quejó la profesora- Estoy muy cansada.

Con la varita, cerró sus heridas, provocando que su piel emita un extraño vapor que destilaba aromas exóticos.

Harry volvió a acomodarse la capa.

- - Debo regresar.

- - Gracias- esbozó la profesora, y Harry se preguntó cuánto tiempo había pasado sin dormir.

Y no pudo contenerse más.

- - ¿Se encuentra bien?- le preguntó tímidamente.

- - He estado mejor- suspiró ella.- Asegúrate que nadie te vea.

Asintió con la cabeza, y se dirigía a la puerta cuando alguien golpeó de manera apresurada desde el otro lado.

- - ¡Asellus!- se oyó la voz de Snape denotando urgencia- ¡Sal de ahí ahora mismo!

Ella le hizo señas a Harry para que se dirija a un rincón de la sala, y con mucho esfuerzo, hizo una floritura con la varita para que la puerta se abra.

- - Tenemos un problemita, Asellus- explicó Snape de modo apresurado.

- - Un problemita...- repitió ella.

- - Un gran problemita.- repuso él, sonriendo despectivamente.

- - ¿Qué tan grande?

- - Oh...- dijo él, torciendo la boca en una mueca- Yo diría que es de proporciones licantrópicas.

Ella cerró los ojos y suspiró cansinamente.

Se puso de pie y cojeó hasta la puerta. Snape no intentó ayudarle, y salió detrás de ella cerrando la puerta de un golpe.

Y Harry se quedó allí, de pie en el despacho de la profesora, prácticamente solo.

Amagó con caminar hacia la salida pero la voz de Zha le detuvo.

- - No te recomendaría que salgas. Habrá mucha gente allí.

- - Tengo que regresar- masculló Harry, pero sabía que tenía razón. No sabía que era lo que había ocurrido, pero todo indicaba que se trataba de un Hombre-Lobo cerca del colegio, lo que tendría a todos los guardias alerta.

A través de una rendija en la puerta espió el pasillo. Efectivamente, allí había más gente de lo acostumbrado, y contuvo el aliento al ver a Shacklebolt caminando bajo la luz de las antorchas, escoltado por el Barón Sanguinario.

- - ¿Ves? Te lo dije- canturreó Zha- Yo siempre hablo pero nadie me oye... ¿Ella me oye? No, no lo hace. Sigue metiéndose en esos bosques raros... La pierdo de vista un minuto y ¿qué hace¡No la veo por un año¡Perdida en quién sabe donde!

Harry se quedó quieto mientras veía a Zha arrastrarse por el suelo de piedra hasta un perchero.

- - Yo intento cuidarle, pero ¿ella me oye¿Has visto las marcas que tiene en el brazo¡Yo sí! Feas, feas, feas... Me duele la cabeza de solo pensar en cómo se las ha hecho.

Maldiciendo por lo bajo, se metió en una rajadura en la pared y su voz se silenció.

Sintiéndose un intruso en tierras extrañas, Harry caminó a través del despacho. Un invasor entre elementos que ya se le hacían familiares: el juego de tacitas ajadas y su gran tetera, los espejos cubiertos, el pedestal con su jarra de plata...

Todo allí tenía olor un olor a lavanda que nada tenía que ver con la sensación de frío que exudaban las paredes de Hogwarts.

El aroma se hizo más fuerte de repente, y se mezclo con el del eucalipto y el mazapán.

La jarra de plata emitió un leve brillo azulino y tintineó violentamente.

Cuando todo volvió a quedar en silencio, no se atrevió a acercarse al pedestal, y se alejó de éste, en dirección a los sillones frente a la chimenea.

Seguía cubierto por la capa, y le pareció lo más conveniente permanecer de esa manera, dada la situación en la que se encontraba.

Los aromas destilados por el Filiskaara hicieron que sus sentidos se adormezcan, y cuando tomó asiento, cayó en un extraño y repentino sueño.

En ese mundo en el que ahora se encontraba, se le presentó aquel murmullo insistente que le acunaba, que le susurraba sin cesar.

En ese momento, quizá porque su conciencia le decía que estaba en territorio extraño, el susurro le pareció sumamente privado, solo para él. Podía casi sentir el tibio aliento en las orejas, los labios rozándole la piel mientras decían las palabras.

- - ... Els... Peth...

Fue lo único que pudo distinguir. La única palabra que le resultó familiar.

- - ... Els...

Harry frunció el ceño, deseando oírlo una vez más, claramente.

Pero la puerta se abrió de un bombazo y la profesora le despertó gritando.

- - ¡JUNTO AL FILISKAARA, AHORA!

Atónito, obedeció. Confundido y al abrigo de la invisibilidad de su capa, se dirigió al punto en que se encontraba el pedestal.

- - ¿Se puede saber a quién le hablas?- se oyó la voz de Charlie.

- - Deberías saber que nunca me encuentro sola...- respondió ella.

Ambos entraron en la sala, caminando de espaldas, los ojos en la puerta, sus talones tanteando el terreno.

Charlie se adelantó y movió uno de los sillones a un lado.

Harry tuvo que ahogar un grito al ver que, después de ellos, entraba en la habitación la versión licantrópica de Lupin.

- - Todavía no estoy muy seguro de esto, Asellus- jadeó Charlie.

- - ¿Prefieres que le dejemos suelto en el colegio? Es lo mejor que se me ocurrió. Estará bajo mi vigilancia...

- - Debe haber un lugar mejor- repuso él, tirando de una soga que se enroscaba alrededor del cuello de Lupin.

- - Si... Estoy segura que Hogsmeade sería mucho mejor...

- - ¿Todavía te quedan ánimos para el sarcasmo?- le gritó Charlie, moviendo ahora todos los muebles que podía hacia una esquina.

Detrás del hombre lobo, entraron Snape y Leudigann.

Con unas cuantas sogas mágicas que limitaban los movimientos de la criatura, lograron acorralarle en el centro de la habitación, lejos de Harry y frente a la chimenea.

- - Si... Creo que aquí estará bastante bien- canturreó la profesora, mientras luchaba contra la resistencia del licántropo.

- - No es un maldito florero- murmuró Snape.

Harry suponía que habían logrado administrarle algún tipo de poción calmante a Lupin, pues parecía muy cansado, y para cuando fue rodeado por los magos, apenas intentaba liberarse. Cuando aflojaron las cuerdas, solo se les quedó mirando, jadeante.

- - Sigamos con lo nuestro, Weasley- le llamó Leudigann ya desde fuera del despacho.

Charlie no demoró, se despidió con un gesto de la cabeza, y dejó el despacho.

Snape, seguro de estar a solas con la profesora Luminous y el hombre-lobo, murmuró:

- - Irresponsable... Imbécil.

Miraba fijamente hacia Lupin y apretaba la mandíbula.

La profesora le miró ferozmente mientras intentaba mantenerse de pie aferrándose a su escritorio.

- - Ah...- dijo ella, afianzando ambos pies sobre el piso- Voy a asumir que ha sido pura casualidad que Remus no se haya bebido su poción hoy... Justamente hoy...

- - Siempre ha sido un poco estúpido...- replicó Snape, encogiéndose de hombros.

Ella le observaba, desafiante.

- - ¿Sabías que el instinto de los hombres-lobo les lleva a olvidar el beber su poción?

No era realmente una pregunta, Harry se dio cuenta al punto.

- - Creí que tú eras el encargado de recordarle el beberla... Ah... Pero puede que me equivoque... Puede que mis sospechas sean totalmente infundadas.

- - ¿Debo entender que estás culpándome de algo?- preguntó Snape, y una de sus tupidas cejas se elevó por sobre el nivel de la otra.

- - No- repuso ella, su voz llena de sarcasmo- Pero si llego a enterarme que existe la más remota posibilidad de que hayas tenido algo que ver...

Snape resopló y caminó lentamente hacia la puerta.

- - Esa actitud no te sienta para nada-le dijo en tono sombrío.- Tienes demasiado corazón como para dejar que la ira te domine, Asellus.

Aquello no sonó como un cumplido. De hecho, a Harry le sonó como a descarado insulto, y casi como a un desafío.

De reojo, la vio trastabillar apenas Snape hubo abandonado el despacho.

Al otro lado de la habitación, el hombre-lobo, negándose a ceder ante la poción que le había sido administrada, daba vueltas sobre el tapete frente a la chimenea. Se veía impaciente, y curiosamente bestial.

- - No te asustes, Harry- le dijo la profesora- Está todo bajo control.

Harry le miró sorprendido, pues había olvidado que no estaba en un pensadero, y que aquello era real.

Lupin dio un salvaje gruñido, y clavando su cabeza en dirección a Harry, mostró sus amarillos dientes.

Tuvo un ápice de pánico y olvidó que no podía verle debido a la capa.

- - Caramba- resopló la profesora- No está todo bajo control... Creo que presiente que hay alguien más en la habitación... Eso le pone nervioso... Creo...

Harry se quitó la capa muy despacio, para no enfadar a la criatura, pero la revelación de su presencia no pareció hacerle nada feliz.

Avanzó un par de pasos, alejándose de la chimenea, el pelaje de su lomo erizado, la cabeza tiesa, trazando una sólida línea con su columna vertebral.

La profesora le miraba atentamente, inexpresiva. Había logrado ponerse de pie y había avanzado sin ruido en dirección a la amenazante criatura.

Lupin dejó de gruñir a Harry y su brutal cabeza volteó en dirección a la profesora.

Fascinado, Harry vio como ambos se examinaban mutuamente con la mirada, buscando puntos débiles, un punto al cual atacar.

Despacio, muy despacio, la profesora movió su mano derecha, desprovista de varita, y la levantó hasta la altura de los ojos de Lupin, que resopló expectante.

- - Creí que anoche habíamos llegado a un acuerdo, Remus- dijo la profesora avanzando un paso más- Admito que diste una buena pelea, pero... Ya deja de querer matarme... -sonrió amorosamente- Admite que no puedes matarme... Y yo no quiero matarte a ti...

Horrorizado ahora, Harry veía como la mano de la profesora se acercaba al hocico de Lupin como si fuese un bocadillo.

- - Profesora... – le susurró- No creo que... Sinceramente...

- - Casi me arranca las piernas de un zarpazo la última vez que nos vimos... Sabe que sólo puede hacerme daño, pero que al día siguiente estaré en pie una vez más...

Los largos y semienguantados dedos alcanzaron el hocico de la criatura, y éste ocultó los dientes, muy despacio...

- - ¿Lo ves?- dijo ella, dulcemente- Sólo le gusta alardear...

Su dedo índice se movió desde el hocico hasta la frente del licántropo, y repitió esta acción varias veces más.

Harry suspiró aliviado, pues Lupin parecía ahora muy calmado, casi como un perro... Un horrible perro, pero perro al fin...

- - Necesito que me hagas un favor, Harry- le dijo ella, aún en tono dulzón, pero notoriamente falso- Haremos una poción para que duerma hasta mañana¿verdad, Remus?

Su voz monótona no era un capricho, era para no perturbar al hombre lobo, que respiraba tranquilamente, pero no se daba por vencido en la pelea por mantenerse en guardia.

- - Tienes que sacar el caldero y los ingredientes de mi baúl...- le indicó con la mirada la esquina donde descansaban sus pertenencias.

Intentando revolver sin mirar, Harry tanteó todo el contenido del baúl antes de encontrar el caldero y la cajita que contenía los ingredientes necesarios.

Siguiendo las indicaciones de la profesora, preparó allí mismo, en su rincón, la poción, mezclando líquidos de todos los colores y polvos aromáticos provenientes de botellitas sin etiquetas.

Cuando el preparado estuvo listo, Harry hizo flotar el caldero hasta la profesora, y ella, sin mucho esfuerzo, logró que Lupin se beba la poción.

Casi inmediatamente, el hombre-lobo se tambaleó hacia la chimenea y cayó dormido sobre el tapete, cual perro labrador de vecino.

Ya sin fuerzas para mantenerse de pie, la profesora gateó hasta donde estaba Lupin y se tendió a su lado, escondiendo la cabeza entre los brazos.

- - Ah... Pensé que iba a darnos menos problemas...- luego levantó la cabeza y miró a la criatura a su lado.- Verás, Harry, nos pidió que le encerremos en uno de los calabozos... Pero... Al parecer, cuando se transforma está mucho más en control de lo que él mismo cree... Es una criatura violenta, pensante y calculadora... Supo muy bien como zafarse de los grilletes y cómo tirar la puerta abajo... Pobre Remus... No se perdonará que algo así haya sucedido.

Acarició la cabeza de Lupin con dulzura, sin que le importase que aquella bestia no sea bonita o amable.

Después le solicitó a Harry que prepare una nueva poción, que él realizó sin problemas.

Mientras se bebía un trago de este segundo preparado, Harry tuvo la oportunidad de observar de cerca las heridas de la profesora, ya simples cicatrices apenas visibles a través de las medias.

- - ¿Fue Remus quien le atacó en el bosque cuando le encontramos?

Ella negó con la cabeza.

- - ¿Dónde está Zha?- preguntó.

- - Creo que se ha ido a dormir- repuso Harry.- Es todo un personaje...

Sonrió complacida.

- - Le encontré cuando era más pequeña y le salvé la vida... Y no he podido quitármelo de encima desde entonces... Él dice que es la reencarnación de un Maharajá... Yo creo que antes de ser serpiente fue un molesto mosquito... Pero... Es un buen amigo, y un inmejorable espía...

- - Parecía tener algo importante para decirle...-

Volvió a sonreír, pero esta vez, no fue sincera.

- - Sólo le gusta llamar la atención. No me dirá nada acerca del bosque que yo no sepa ya...

- - ¿Qué es lo que hay en el bosque, profesora?- preguntó, frunciendo el ceño.

Ella miró a Lupin de reojo.

- - Elige lo que quieras... Escoge, estará allí de seguro... Jamás había visto tal cantidad de criaturas oscuras tan diversas, juntas y trabajando a la vez... Y no les agradó que yo esté allí... No les agradó nada, nada...

Harry contuvo el aliento, esperando lo peor antes de preguntar.

- - ¿Sabe...¿...Sabe usted de Grawp?

- - Ha sido trasladado a un lugar seguro en las montañas cerca de Hogsmeade. Aunque parezca difícil de creer, aún siendo hijo de la giganta Fridwulfa, tampoco estaba a salvo.

Inspiró profundamente, como si se tragase el dolor que le causaba su agotado cuerpo, y se puso de pie.

- - Llamaré a Charlie para que te acompañe. Es hora que vayas a dormir.

Caminó mucho más ágilmente que antes, y llegó hasta la puerta para llevarse dos dedos a la boca y silbar. Charlie llegó tan rápido que pareció materializarse de la nada, para obedecer a rajatabla todas las órdenes de la profesora.

Cuando llegó a la sala común, vio a Ron sentado frente al fuego.

- - ¡Hey!- le saludó Harry apenas atravesó el hueco del retrato.

- - ¿Harry?

- - ¿Y quién sino?- le replicó, y recordó que aún llevaba la capa de invisibilidad encima.- Ah, lo siento.

- - Nos tenías preocupados- le dijo Ron, con voz cansina- Hermione ha estado vigilando la sala cada cinco minutos para ver si llegabas. Yo le hice caso por un rato, pero me pareció más fácil sentarme aquí...

Hermione apareció en el rellano de la escalera, sonriendo aliviada al verle el rostro.

Frente al fuego y entre bostezos, Harry les explicó a ambos lo ocurrido, obviado sus gestos de horror cuando les narró que Lupin se había soltado de sus ataduras dentro del colegio.

- - Imagínense a Lupin despertando en la mañana, desnudo, y junto a la profesora Luminous- exclamó Ron con una carcajada.

Pero cuando Hermione se inclinó para reir también, Ron gesticuló hacia él algo que pareció como "¡Qué envidia!".

Se echó a reír aún más fuerte, aunque no pudo más que estar de acuerdo con Ron.


N/A: Okis... Hay muchas cosas que o me gustan de éste capítulo. Me resultó muy pero muy difícil escribirlo... Será porque tenía una imagen muy clara de él en mi cabeza? No lo sé, pero se me hizo eterno...

Hay un par de connotaciones más adultas, sobretodo en la última frase, y me pareció entretenido dejarla. No hace daño a nadie, y es sólo un comentario entre dos adolescentes.

Ah, Dorian-Crow: El pueblito me lo he inventado yo, creo que no existe... A menos que mi conciencia me lo haya enviado sin que me diera cuenta, y si existiera... POBRE GENTE... no es un nombre fácil de pronunciar, verdad?

No voy a dar muchas más explicaciones, espero que les haya gustado. Cualquier comentario, hagan un review que ya veré como les respondo.

Por otro lado, me he hecho mi Space en MSN. Allí pueden encontrar algunas ilustraciones de Harry Potter y el Enigma de Elspeth y contactarse conmigo de modo más directo. Aún es un space pequeñito, pero con el tiempo, estaré subiendo más cosillas.

La dirección es http/spaces. acceder directamente desde mi profile page, es decir, desde la página de mi perfil, a la que pueden llegar clickeando en mi nombre aquí mismo (arriba, junto al menú expandible de capítulos) y desde allí haciendo clic en "homepage".

Gracias gracias gracias, perdón por la espera, y espero que se pongan en contacto conmigo

Saluditos

MisaKats