AMANDO LA VIDA

Disclaimer: Estos personajes no son de mi propiedad. Ni de la propiedadde J.K. Rowling, ni de la Warner... Estos personajes son tuyos,lector, porque eres tu quien da vida y valor a nuestros mundos maravillosos en tu cabeza. Nunca dejes de hacer volar tu imaginacion...


3. TRAS LA VIDA...

- Tome esto, señorita Granger, se sentirá mejor – ante una Hermione muy débil apareció un tazón humeante que la chica, siguiendo la orden de su profesor de Pociones, tomó entero en dos tragos.

- ¿Mejor, Hermione? – preguntó Lupin con amabilidad - ¿Ya estáis todos mejor?

Los tres muchachos asintieron, inclinados sobre la enorme mesa. Los dos adultos intercambiaron una mirada de preocupación. Acto seguido, el licántropo se dirigió a Ron, que parecía el más recuperado de los tres.

- Ron, tienes que explicarnos lo que ha pasado. Si no lo hacéis, no podremos ayudaros.

Ron observó asustado a su ex –profesor, antes de contestar vagamente:

- La verdad es que... No sé muy bien lo que hemos hecho... – el chico titubeó antes la la penetrante mirada de Snape – Nosotros... Hicimos un hechizo... Convocamos a... Lo único que tratábamos de hacer era traerlo...

- Basta de incongruencias, señor Weasley. – le interrumpió Severus con tono terminante – Necesitamos una explicación clara y concisa de el qué han tratado de hacer esta noche.

- ¿Dónde está Harry? – inquirió Lupin como cayendo en la cuenta.

- Esta arriba, cuidándolo. – murmuró Ginny entre las mantas que la arropaban.

- Cuidándole... ¿Cuidando a quién? ¿Qué...? – gruño Snape confuso.

Hermione apartó el tazón vacío y se incorporó suavemente para mirar a los dos profesores.

- Hemos convocado a Thorbeg.

Lupin la miró sin comprender, pero Snape abrió los ojos como platos, aterrorizado.

- No lo habéis hecho. – afirmó éste de forma rotunda.

- Si que lo hemos hecho. Hemos formado el círculo, le hemos convocado y yo he pasado la prueba.

- No habéis podido hacerlo. Ninguno de vosotros tiene el poder suficiente... Además, casi nadie conoce el ritual, y la vasija... Lleva años desaparecida... – Snape se negaba a creer a su alumna.

Hermione le miro desafiante.

- La tenía un muggle. Un anticuario. Se la compre este verano. Busqué los libros en el Callejón Knockturn, todo venía explicado en ellos.

- Pero... ¿Por qué habéis hecho esa tontería? – Snape ni siquiera se molestó en gritar, parecía demasiado confundido para hacerlo.

- Teníamos que traer...

Lupin, que seguía la conversación sin entender ni una palabra, alzó la mano pidiendo silencio. Por segunda vez durante esa noche, los dos hombres echaron mano de su varita a la vez que avanzaban hacia el vestíbulo, seguidos silenciosamente por los tres muchachos.

Al llegar a la entrada, ambos alzaron la vista hacia la escalera, donde creían haber oído un ruido. Los dos hombre se quedaron petrificados. Sirius Black bajaba lentamente las escaleras, ayudado por su ahijado. Débil, consumido... y vivo.

Remus miró a su amigo anonadado, fascinado ante su visión, sin saber si era él el que había muerto o si estaba soñando. Fue incapaz de decir ni una palabra o de moverse; simplemente se quedó allí, en el sitio, totalmente quieto, con la mirada brillante por la humedad de sus ojos.

Severus miró a Black sin saber como reaccionar. Abrió la boca varia veces para intentar decir algo sin conseguirlo, asemejándose a un pez fuera del agua. Aquello no le entraba en la cabeza, era totalmente imposible que aquellos mocosos... Mente y corazón luchaban por hacerse oír por el profesor, que notaba a la vez una emoción que lo embargaba y le llenaba de una alegría indescriptible. Él también se quedo paralizado, al igual que su compañero, mirando aquel milagro.

Harry fue el primero que, viendo la estupefacción de todos, reaccionó y dijo algo:

- Él está aun muy confundido. Creo... Creo que está muy débil. Profesor Lupin, ¿no podría darle una poción revitalizante o algo de eso? O... Salgo que le haga entrar en calor, o que le despeje, no sé... Algo.

Snape fue el primero en hacerse cargo de la situación, ordenando imperiosamente a sus músculos que respondieran y actuasen.

- Lupin, ayúdale... ¿A que esperas? – con lentitud, Remus se dirigió hacia su amigo, tomándole del brazo libre – Dale algo que le despeje, no... No hagas movimientos bruscos ni hables alto. Está confuso, no le asustes.

Asintiendo de forma imperceptible, Lupin guió a Sirius hacia la cocina, acompañados por Harry, que se negaba a soltar a su padrino.

-Potter, venga aquí inmediatamente – el tono de Snape no admitía discusión. Disgustado, Harry dejó a Sirius al cuidado del licántropo y se dirigió hacia su profesor. – Ustedes cuatro y yo vamos a tener una larga conversación...


- ¿Mejor? – preguntó Remus sentándose al lado de Sirius, que bebía con lentitud de una taza. Éste asintió, notando como la visión de la cocina y de su amigo se iba aclarando poco a poco.

- ¿Dónde...? ¿Dónde has...? Creímos que habías muerto... – preguntó sin poder evitarlo su amigo.

- Yo... No sé donde... No sé que es esto... – el susurro de Sirius fue acompañado de un gesto de desesperación, llevándose las manos a la cabeza y enterrándola bajo sus brazos. Por sus sacudidas, Lupin se percató horrorizado de que Sirius estaba sollozando.

- Sirius, venga, compañero, tranquilo... – Remus le pasó un brazo por los hombros intentando reconfortarle. Su amigo alzó la cabeza, mirándolo con unos ojos que expresaban profunda tristeza.

Sin poder contenerse, Lupin abrazó a su amigo, que le correspondió con vaguedad, como quien ya está cansado de todo.

- Vamos, Canuto, amigo. Tranquilízate. Ya te iras acostumbrando... – la voz de Remus temblaba fuertemente cuando se apartó de Sirius – Termínate eso – comentó señalando la taza – Te sentará bien. Luego iremos arriba, necesitas descansar.

Sin fuerzas, Sirius se levantó de la silla, pero antes de que pudiese dirigirse hacia la puerta, Lupin le agarró de los hombros con fuerza, obligándole a mirarle.

- Vamos a cuidar de ti, ¿de acuerdo? – Sirius asintió débilmente – Voy a cuidar de ti...


Snape no se atrevía a gritar por miedo a despertar a Sirius, que estaba en la habitación de Lupin intentando dormir. Los cuatro chicos veían claramente que si no hubiese sido por esa circunstancia, su profesor les habría dejado sordos.

- ¿Qué demonios creíais que hacíais? No se puede jugar así con la vida de una persona. ¡Este mundo tiene sus normas, y vosotros os las habéis saltado todas!

- No jugabamos con la vida de nadie. Sirius no estaba... – comenzó a rebatir Hermione a su profesor.

- ¡Black estaba muerto! Cuando se cruza ese velo, se desaparece de este mundo, y eso es morir.

- Sirius estaba en otra dimensión. Estaba pasándolo mal y... – murmuró Ron.

- Las dimensiones están separadas por una buena razón, Weasley. Nadie tiene derecho a jugar con estas cosas.

- No hemos jugado con nada – afirmó Hermione levantando la voz - ¡Por el amor de Dios, no me diga que hemos sido los primeros que...!

- Habéis sido los primeros. Muy poca gente tiene tanta información relativa a ese velo de la Cámara de la Muerte. Muy pocos conocen el hechizo que habéis realizado esta noche. Solo dos o tres personas en toda la historia han intentado abrir puertas interdimensionales. Ninguno ha sobrevivido a la prueba. La gente no lleva a cabo esos hechizos porque son muy peligrosos, más de lo que creéis... – explicó Snape mientras enviaba a la chica una mirada asesina.

- Bueno... No importa, a ninguno nos ha pasado nada que... – comenzó a decir Ginny.

- ¡No es sólo por vosotros, niña egocéntrica! – bramó el profesor, aunque enseguida volvió a bajar la voz – El universo tiene sus leyes. Si Black atravesó ese velo, fue porque había llegado su momento. Él murió porque desapareció de nuestro mundo, me da igual donde estuviese. No sé si su muerte fue o no justa, pero eso no os da derecho a alterar todas las leyes que rigen el cosmos. Si hay consecuencias... – murmuró Snape más para sí mismo que para los chicos.

- ¡No podíamos dejarle allí! ¡Él estaba sufriendo, teníamos que ayudarle! ¡No podíamos quedarnos de brazos cruzados mientras Sirius estaba siendo torturado o quien sabe que cosas horribles! – gritó Harry fuera de sí.

- Ah... Ya veo, Potter. ¿Así que lo hicisteis por él? Porque a mí me da la sensación de que lo hicisteis por puro egoísmo. Os sentíais culpables de la muerte de Black, y en vez de afrontar esos sentimientos como adultos, recurristeis a la magia para sentiros mejor. Muy maduros, ya lo veo... – el tono de Snape parecía dar a entender que hablaba por experiencia. Ninguno de los chicos se atrevió a rebatirle, y por la mirada que captó en Harry, Severus notó que había acertado con sus sospechas, al menos en parte. Sobre todo, porque eso era lo que él mismo había sentido...

- Sirius está durmiendo. Vosotros cuatro deberíais iros a la cama también – la voz de Lupin desde el umbral de la puerta los sobresaltó a todos, que se quedaron pensando cuanto tiempo llevaría allí.

- Pero... – intentó protestar Snape.

- Pero nada. Harry, Ron, chicas, a la cama. – los amigos se dirigieron hacia sus habitaciones, echando a los adultos una última mirada. Cuando los chicos desaparecieron, Remus se dirigió a Snape con voz cansada – Severus, creo que deberías ir a ver a Dumbledore. Infórmale de todo lo que ha ocurrido. Lo mejor será que venga de inmediato.

- Lupin... ¿Qué va a pasar? ¿Y si decide revertir el hechizo?

- Nadie va a revertir nada. No voy a permitir que mi amigo vuelva a sufrir. Dumbledore puede decidir lo que le dé la gana, otra cosa es lo que después le deje hacer. No pueden traérmelo de nuevo para después arrebatármelo otra vez...

Para sorpresa de Remus, Snape asintió y le dirigió una mirada compasiva.

- Tranquilo. Nadie le hará nada. Ahora vete a descansar, te va a hacer falta. Volveré a primera hora de la mañana. Encontraremos la forma de ayudar a Sirius.

- Gracias. De verdad, muchas gracias, Severus.

Sin despedirse, Snape salió de la casa, dejando a sus espaldas a un perplejo Lupin, que juraría haberle visto mucho más animado. Extrañándose aún por el comprensivo comportamiento de Snape, se dio cuenta que sus ultimas palabras le habían transmitido confianza, y se sintió aliviado por primera vez en toda la noche.

"Le ha llamado Sirius..." Sacudiendo la cabeza, se dirigió a la habitación de su amigo. No iba a dejarle solo.


Hermione seguía recostada en la almohada, fingiendo dormir, aunque su cerebro no paraba de darle vueltas a todo lo sucedido desde la noche anterior. El profesor Dumbledore había estado hablando con ella a primera hora de la mañana. No había dormido bien, ni mucho menos, aunque hubiese agradecido un par de horas mas de descanso. El director no parecía enfadado por lo que ella y sus amigos habían hecho, pero si se mostraba suspicaz mientras Hermione le relataba detalladamente como había conseguido toda la información sobre el ritual y sus circunstancias.

La chica no terminaba de comprender la desconfianza que Dumbledore había mostrado. Sabía que la suya no había sido la manera más correcta de obrar, pero debían traer a Sirius de vuelta; no podían abandonarlo después de todo lo que él había arriesgado por Harry y por la Orden. Así se lo hizo saber al director, cuya respuesta fue ambigua.

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- Señorita Granger, ¿es usted consciente de que todos los hechizos que ha utilizado pertenecen a una rama casi desconocida y muy poderosa de las Artes Oscuras?

- Sí, señor, pero...

- Por favor – pidió la palabra Dumbledore con amabilidad – Estoy convencido de que toda esa información sobre el velo del Departamento de Misterios no la habrá obtenido de la nada.

- La verdad es que... – Hermione dudó. No quería mentir a Dumbledore, pero tampoco podía revelarle sus fuentes.

- No es necesario que me diga nada más, señorita Granger – la salvó el director al ver su confusión – Lo hecho, hecho está, y no creo que una reprimenda vaya a solucionar nada.

- Profesor, por favor. No se si me entiende, pero estoy dispuesta a aceptar cualquier consecuencia que pueda venir. Y tengo la sensación de que un castigo no es la más grave de ellas – dijo con serenidad, señalándole las cicatrices de sus brazos, recuerdo del trance de la noche anterior – Lo que quiero decir es que no me importa. Lo volvería a hacer, por Sirius o por cualquiera.

- Muy noble, Hermione – afirmó Dumbledore asintiendo con la cabeza – Le voy a decir algo que, aunque no creo que ahora comprenda, confío en que algún día recuerde. Usted a utilizado magia negra con una buena intención, pero eso no significa que lo que ha hecho sea lo correcto. No puede hacerse algo malo por una buena razón.

Con una sonrisa fugaz, Dumbledore abandonó la habitación, dejando a Hermione sumida en sus pensamientos, reflexionando sobre aquella conversación que se le había quedado grabada a fuego.

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Unos tímidos golpes en la puerta de su dormitorio la sacaron de su ensimismamiento. Una vez dado el permiso, un Harry extremadamente cordial apareció en la habitación con una taza en las manos.

- El desayuno – informó con una sonrisa señalando lo que traía.

- ¿Qué es esto? – preguntó Hermione con cara de asco al ver su "desayuno".

- Alguna poción asquerosa que Snape a preparado. No creo que la haya envenenado, Lupin estaba delante. – la tranquilizó alzando una ceja con aire divertido – Tómatelo, te vendrá bien. ¿Cómo estas?

- Cansada – tragó un poco de liquido, torciendo el gesto y dejando la taza en la mesilla – Y dolorida.

- ¿Recuerdas lo que pasó ayer?

- La verdad es que no, pero Ginny vino a contármelo todo en cuanto desperté.

- Verás, yo... Quería disculparme – Harry se veía realmente arrepentido – Ayer, cuando estabas.. Bueno, yo no dejé a los demás que te ayudasen, pero...

- Siéntate – invitó Hermione señalando su cama. Con gesto dubitativo, Harry tomó asiento en el borde del colchón – Harry, no importa. Tu comprendiste mejor que nadie lo que estaba en juego. Querías ver a Sirius. No te culpo de nada.

- Pero fui muy egoísta, no debí haberte dejado en ese estado, no debí...

- De verdad, no importa. No hiciste nada malo. Y si lo hiciste, no importa, era necesario – Harry miró a su amiga sin mucha confianza, y ella recordó la frase que Dumbledore le había dicho hacía un rato en esa misma habitación: "No puede hacerse algo malo..." – Estás perdonado. ¿Mejor?

La sonrisa de la chica hizo recuperar a Harry parte de su seguridad, aunque la perdió al instante, cuando Hermione le dio un abrazo que dejó a ambos enterrados bajo un revoltijo de mantas y sábanas. En esta incomoda situación (para Harry) los encontró un atolondrado Ron, que abrió la puerta del dormitorio sin llamar, entrando como un huracán.

- ¡Hermione! Lupin dice que... ¡¡Ah!! Eh... Uhm... – Ron se sonrojó al ver a sus dos amigos en esa situación, aunque no tanto como Harry, que parecía estar a punto de entrar en ebullición.

- Ron, ven aquí tú también – dijo Hermione sin pizca de vergüenza, salvando lo incómodo de la situación.

Su otro amigo se dirigió hacia la cama, dirigiéndole a su amigo una apremiante mirada de "Tu y yo. Hablar". Viendo la indecisión del joven Weasley, la chica dio un tiró al brazo de su amigo, haciéndole caer a su lado.

- Ginny me ha contado lo que hiciste ayer.

- Eh... ¿Vale? – murmuró Ron confundido y aún colorado.

- Dice que intentaste acabar con el ritual. Que intentaste ayudarme cuando estaba en trance.

- Yo... Estaba muy preocupado, Hermione. No debiste arriesgarte tanto. Además, pensé que me iba a dar un infarto, cuando empezaste a gritar y aparecieron esos bichos... – se excusó él estremeciéndose.

- Sé cuidar de mí misma, señor Weasley – afirmó Hermione con una sonrisa – Aún así, agradezco tu preocupación. Demostraste ser un verdadero amigo – dijo, acompañando su agradecimiento con un beso en la mejilla, que hizo que no fuese posible distinguir donde empezaba el pelo de Ron.

Ahogando una risita al ver la cara de su amigo, Harry recuperó la compostura, y aparentando un tono de absoluta normalidad, preguntó:

- ¿Qué era lo que quería Lupin, Ron?

- Ah... Sí, eh, quería que bajásemos todos abajo. Dumbledore quería hablar con todos nosotros.

- Bueno, pues vamos allá – dijo Hermione incorporándose con la ayuda de sus amigos y saliendo de la habitación cogidos con fuerza.


Severus Snape aguardaba sentado en una silla, mirando fijamente la chimenea mientras giraba su varita entre las manos. Remus Lupin daba vueltas por la cocina, intentando por todos los medios no morderse las uñas ni ponerse a espiar lo que se decía en la habitación contigua. Molly Weasley trasteaba en los fogones, agudizando el oído por si le llegaba alguna palabra de la entrevista que estaba teniendo lugar en la habitación de al lado. Arthur Weasley leía con un interés un articulo de "El Profeta" sin percatarse, aparentemente, de que el periódico estaba al revés. Nymphadora Tonks trabajaba en el fregadero, ayudando a la señora Weasley mientras que, presa del nerviosismo, convertía una vajilla de doce piezas en una de noventa. Ojoloco Moody presidía la cabecera de la mesa, con su ojo mágico fijo en algún punto del interior de su cabeza y el normal en la mesa.

En otras palabras: la tensión se palpaba en el ambiente.

Con un chirrido, la puerta de la cocina se abrió y cuatro adolescentes entraron en la habitación con aire consternado.

- ¿Algo? – preguntó escuetamente la menor de los Weasley a su madre.

La señora Weasley negó con la cabeza e indicó a los chicos que tomasen asiento. No habían terminado de acomodarse cuando la puerta se abrió de nuevo, mostrando a Dumbledore y a un Sirius que parecía ligeramente mejor que la noche anterior. No estaba tan pálido, llevaba una túnica nueva, y mostraba una pequeña sonrisa de compromiso, aunque a Harry no se le escapó que seguía teniendo una mirada muy triste.

Todos los presentes se sobresaltaron y, dejando sus quehaceres, giraron sus cabezas hacia el director con una mirada expectante. Éste indicó a Sirius que tomase asiento que tomase asiento junto a Harry y se aclaró la voz.

- Bien, ahora que ya he hablado con varias personas y he comprobado cómo está la situación, he tomado una serie de decisiones que, espero, sean del agrado de todos.

Para empezar, después de hablar con Sirius, éste se ha mostrado dispuesto a seguir colaborando con la Orden. No me parece adecuado que siga viviendo en esta casa – en este momento dirigió una brillante mirada a Harry antes de continuar, y el chico recordó la discusión que habían tenido meses antes en su despacho – Así, he decidido que el señor Black se traslade a una de las muchas dependencias de Hogwarts. Allí podrá recuperarse y, llegado el momento, podrá llevar a cabo las misiones que se le asignen.

Todos asintieron y Harry dirigió a su padrino una sonrisa que este correspondió con dificultad.

- Antes de seguir, me gustaría preguntaros algo – anunció dirigiéndose a los señores Weasley – Molly, Arthur... ¿Tendríais algún inconveniente en trasladaros al Cuartel General durante una temporada?

Los señores Weasley titubearon un poco antes de contestar que no había ningún problema, aunque, como todos, seguían sin ver las intenciones de Dumbledore.

- ¡Excelente! – declaró el director – Entonces, Remus, me gustaría pedirte que volvieses a tu antiguo empleo, dando clases de Denfensa.

- Eh... ¿Cómo dice? – farfulló el aludido sin poder reaccionar.

- No creo que halla nadie mejor para el puesto, y si Molly y Arthur se encargan de la vigilancia del Cuartel, no veo inconveniente para que regreses a Hogwarts. Algunos aún te recuerdan como un magnifico profesor – afirmó Dumbledore, mirando sonriente a sus cuatro alumnos.

- Profesor, no creo que sea conveniente, después de lo que ocurrió la ultima vez. No es seguro y va a haber muchas quejas...

- No va a haber ningún problema mientras te tomes tu poción, tu amigo va a estar allí para vigilarte y no creo que nadie se atreva poner en duda una decisión de Dumbledore después de lo que pasó el curso pasado. Y cuantos más estemos en Hogwarts, mejor.

La respuesta provenía de Snape. Todos, incluido Sirius, le miraron sorprendidos por su repentina defensa de Lupin para el puesto. Su odio a los merodeadores era tan legendario como su anhelo del puesto como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Harry intercambió con sus amigos una mirada interrogante.

- Completamente de acuerdo, Severus – dijo Dumbledore mirándolo radiante – Ya ves, Remus, que no puedes negarte.

- Eh... Bueno, bien. Muchas gracias por el puesto, señor director – balbuceo Lupin, aún sorprendido con su compañero.

- Perfecto, entonces. Sirius, te trasladarás mañana por la tarde y estarás instalado debidamente antes de que empiecen las clases. Recuerda que no pueden reconocerte, pero podrás salir con tu forma canina. Diremos--- - la sonrisa del director de acentuó – Diremos que eres la nueva mascota de Hagrid.

Harry estaba feliz como no lo estaba desde hacía mucho tiempo. El ambiente estaba mucho más relajado, mientras todos reían la broma de Dumbledore, e incluso Sirius parecía algo mas animado con la idea de volver a Hogwarts. Dirigiéndole una mirada ilusionada a su padrino, Harry se giró para charlar animadamente con Ron y Hermione.

No se detuvo lo suficiente para comprobar que, detrás de su fachada, los ojos de Sirius seguían siendo tan oscuros como el más profundo de los pozos. Pero sí que hubo alguien a quien no le pasó desapercibido este detalle.


Sirius estaba sentado bajo un árbol, tirando piedras al lago mientras miraba distraído hacia la otra orilla. Al día siguiente comenzaría el curso en Hogwarts, llegarían todos los estudiantes con su bullicio y su entusiasmo.

Él se alegraba. Estaba harto de estar solo con los cuatro profesores que le miraban como si de un momento a otro fuese a caer al suelo muerto.

Quizás con Harry y sus amigos, y con Remus de nuevo, podría ir superando el peso que llevaba consigo desde que hacía quince días había aparecido en su casa de Londres. Quizás podría olvidar...

Tan centrado estaba en sus asuntos que no se percató de la presencia de alguien a su espalda.

- Black, el director quiere verte – Severus Snape le miraba impertérrito desde las alturas.

- Ahora voy – murmuró Sirius, volviendo la vista hacia el lago.

- Creo que dentro de poco te asignará una misión. No puedes pasarte la vida dando paseos – dijo con tono despreocupado, acercándose él también a la orilla.

A Sirius no se le escapaba que Snape quería algo, pero decidió ignorarle, deseando que se marchase cuanto antes.

- Black... – el tono que uso esta vez fue incluso amable, captando así la atención del animago, aunque el orgullo le impidió girar la cabeza – Ya sé que no tengo ni idea de lo que has pasado, pero no puedes cerrarte en banda. Hay gente que quiere ayudarte.

Sirus le miró sorprendido, preguntándose que milagro llegado del lejano cielo había hecho cambiar así al viejo Quejicus.

- ¿Cómo dices?

- Dumbledore está preocupado por ti. Lupin se desvive porque tu estés más cómodo. Incluso Potter y su corte han perdido su dignidad para preguntarme si te había visto y cómo estabas.

- Vaya...

- Mira, Sirius. Haz lo que te parezca, pero tienes que empezar a ser útil. Y si necesitas mi ayuda, la tienes. Al fin y al cabo, estamos del mismo bando.

"¿Me ha llamado Sirius? ¿Me ofrece ayuda? Interesante..."

- Snape... ¡Severus! – le llamó Sirius, iluminado por una certera idea, mientras se levantaba y le seguía. Su compañero se giró y le atendió de mala gana. - ¿Te sientes culpable?

- ¿Cómo dices? – preguntó este irritado, y Sirius supo por su gesto que había dado en el clavo.

- Te sientes culpable de que yo muriese.

- No digas estupideces, Black, te lo buscaste tú solito por no atender a razones. Tuviste lo que te merecías – afirmó Snape con frialdad fingida.

- No te sientas culpable – siguió Sirius en sus trece – De hecho, te lo agradecería.

- Te digo que... ¿Cómo?

- No... No sé dónde estuve. Sé que al atravesar aquel velo, me invadió la paz. Por fin estaba en paz. Sabía que aquellos a los que quería estaban bien, y con eso me bastaba. Allí era feliz. Ahora he vuelto. Aquí todo es duro, violento y oscuro. Aquí no hay paz. No se nada sobre dimensiones, no se nada sobre religión, pero si tuviese que definir donde estuve, diría que estuve en el Cielo. Ahora vivo aquí, rodeado de dolor y oscuridad, de miedo... No hay nada peor que vivir cuando el miedo amenaza con ahogarte. Así que si te consideras responsable de mi muerte, te debo un favor.

Snape estaba perplejo. Y lo que es peor, sentía el dolor de Sirius como suyo propio, Alzó la mano con intención de consolarle, pero se lo pensó mejor, y la bajó de nuevo.

Sirius, que miraba al lago con ojos vidriosos, no se percató de la mirada horrorizada de su compañero.

- Ellos, los demás... No deben saberlo. Nunca. Solo les provocaría sufrimiento, y yo tengo un deber que cumplir. Paso la vida pensado lo que he tenido, lo que he perdido... Esto es el Infierno. Pero ellos no lo sabrán. Nunca...

Con paso decidido, Sirius se encaminó hacia el castillo, dejando a Severus Snape con la idea de que él podría haber hecho algo, y que de nuevo le había fallado. Sus palabras no dejaban de sonar en su mente...

"Rodeado de dolor, oscuridad y miedo... Esto es el Infierno..."

CONTINUARÁ...


Hola!!! A partir de ahora, empieza la accion, lo prometo solemnemente. Este capitulo me ha quedado más largo de lo normal (es el tipico chap de enlace), pero era porque queria dejar el planteamiento finalizado, para que con todas las bases puestas,los personajes empiecen a desarrollarse. Asi que, a partir de ahora, empieza lo bueno. Por favor, dejen reviews y sugerencias, no me vendrian mal algunas ideas extras. En respuesta a los r&r (muchas gracias por ellos!!!), en esta historia si que va a haber romance,de hecho bastante, y aunque esta insinuado en los anteriores capitulos, prefiero no decirlo muy a las claras y mantener todas las puertas abiertas, porque no se muy bien por donde seguirlo. Lo que sí, es que no se va a centrar en una sola pareja, porque me agotaria. Prefiero plantear un poligono amoroso o algo asi,jejejeje. Ah, el proximo libro se va a llamar "Harry Potter and the Half Blood Prince". Que por cierto, el susodicho principe no es ni Harry ni Voldemort, asi que vaya usted a saber... Yo apuesto a que va a ser Snape, pero serán mis ganas las que hablan, jejejeje...
Bueno, pues espero vuestras criticas, tomatazos o elogios, lo agradezco todo, jejeje.
Muchos besitos y hasta el proximo chap!!
Ela