Este capítulo contiene sexo bastante explícito así que si crees que te puede incomodar por favor no lo leas.

Disclaimer: no me pertenece nada

Sakura-Diana-Black: muchas gracias por tu review! A mi también me encanta Sirius, espero que te guste este capítulo. Por cierto, te lo dedico a ti por ser mi primera lectora ;)

Ni siquiera estaba segura de cuánto tiempo llevaba dando vueltas en la cama. Había probado a dormirse contando las piedras de la pared, había intentado vaciar su mente siguiendo las ondulaciones de las llamas, pero cada mínimo atisbo de pensamiento acababa derivando hacia quien había sido su amor durante tantos años. Cuando abandonaron Howgarts se había creído curada de esta obsesión pero ahora, sabiendo que estaba a sólo unos metros de ella, no podía apartar su imagen de su cabeza.

Decidió levantarse a tomar un vaso de agua, un pequeño paseo quizá la relajase lo suficiente para permitirle dormir. Se negó a sí misma que en realidad estuviese esperando encontrar a Sirius y se puso por encima la túnica ya seca.

Bajó despacio las escaleras y, al pasar ante el salón para llegar a la cocina, pudo ver que la chimenea estaba aún encendida y que, sentado en el sof�, Sirius dormía profundamente.

Harriet tuvo la sensación de que el corazón le iba a romper la garganta. De pronto se dio cuenta de que sus piernas habían actuado por cuenta propia llevándola con pasos silenciosos hasta el interior del salón. Sin poder hacer nada por evitarlo sus rodillas se doblaron hasta que su cara quedó a la altura de la de Sirius. Se quedó así, observando a tan escasa distancia su piel gruesa y prematuramente envejecida, el movimiento leve de sus pestañas, la curva suave de sus labios entreabiertos. Extendió con cuidado la mano para posar levemente las puntas de los dedos en la mejilla de Sirius; notó el contacto de su piel como una descarga eléctrica y, con sumo cuidado para no despertarle, recorrió la distancia hasta la comisura de su boca. Sintiéndose como en una especie de trance, el cuerpo de Harriet actuó una vez más en contra de las órdenes de su cerebro e inclinó la cabeza hacia delante para rozar sus labios con los de él. Alzó los ojos rápidamente con temor de haberle despertado pero comprobó aliviada que seguía dormido.

Sin separar los labios de la piel de él recorrió su nariz, su mejilla, la línea de su mandíbula y finalmente acomodó la cabeza en el hueco de su cuello, aspirando para llenar su pecho del aroma de él.

Sirius había sentido un tacto suave en su cuello, que le había empujado desde el sueño profundo hasta un estado de semivigilia. Con la mente borrosa notó bajo su barbilla el cosquilleo de un mechón de pelo. Sin abrir los ojos alzó la mano para acariciar la cabeza que se apoyaba en él.

Lily…-murmuró aún entre sueños.

Harriet se sobresaltó. Por unos segundos deseó con toda su alma no haber salido nunca de la cama pero enseguida comprobó que Sirius se había movido en sueños; de no haber sido así probablemente ya se habría levantado de un salto para apartarse de ella. Harriet volvió a relajarse sobre el hombro de Sirius, sintiendo el contacto de la mano de él sobre su cabeza. No tardó en olvidarse de que él ni siquiera sabía que ella estaba allí; sólo podía pensar en lo afortunada que era por encontrarse como siempre había deseado estar: abrazada por Sirius Black. Sintió la necesidad de seguir besándole y se dejó llevar por ella.

Esta vez Sirius sí se despertó. Bajó la vista y encontró a su invitada recostada contra él, acariciándole con suavidad y repartiendo pequeños besos por su pecho. Su primer impulso fue apartarse pero por algún motivo encontró que la situación no le era desagradable del todo y decidió no moverse.

Harriet, ajena a lo ocurrido, sentía que cada pequeño contacto con el cuerpo de Sirius hacía que la sangre palpitara con más fuerza en cada rincón de su organismo, tanto que una pequeña parte de su mente empezó a desear que él se despertara. Con las mejillas encendidas comenzó a recorrerle el cuerpo, al principio sin posar apenas las puntas de los dedos en la tela de su túnica, pero poco a poco fue incrementando la presión de sus caricias, casi sin darse cuenta.

Sirius la contemplaba sin moverse. A pesar de que la chica no le había parecido ni siquiera atractiva en un principio, la situación le resultaba excitante. Trataba de controlar el ritmo de su respiración para que ella no se diera cuenta de que le había despertado, pero le resultaba difícil. Deseaba tirarla en el sofá para poder tocarla, apretarla entre sus manos.

Harriet dejó que su mano resbalara sobre la tela de la túnica de él, descendiendo rápidamente por su abdomen. Desde luego su intención era tocarle pero se quedó paralizada al sentir entre sus dedos la erección de él. Retiró rápidamente la mano, como si se hubiera quemado, mientras levantaba la vista. Se encontró con la mirada azul de Sirius, que la observaba de un modo extraño. Harriet trató de levantarse de inmediato pero él la sostuvo por la muñeca y tiró de ella hacia abajo haciendo que volviera a posar la mano donde la tenía. Harriet no sabía qué hacer ni qué pensar pero en seguida Sirius, con su mano aún sobre la de ella, la hizo cerrar los dedos alrededor de su miembro. El cuerpo de Harriet comenzó de nuevo a actuar por su cuenta y empezó a mover la mano hacia arriba y hacia abajo. Sirius cerró los ojos y recostó la cabeza hacia atrás con un jadeo. Su mano izquierda seguía sobre la de Harriet, guiándola y apretándola más por momentos, mientras con la derecha le acariciaba el pecho. Pudo sentir los pezones de ella a través de la tela, duros por el roce, y deseó tenerlos en la boca.

Quítate eso – pidió con voz ronca, mirándola con los ojos entreabiertos.

Sin mediar palabra Harriet se sacó la túnica por la cabeza y continuó acariciándole. Él había soltado ya su mano y la dejaba hacer mientras seguía tocándola. Apenas se movió cuando ella misma le quitó la túnica pero cuando inclinó la cabeza para rozar con la lengua su glande, Sirius no pudo evitar un gemido. Introduciendo los dedos entre los mechones de su cabello le empujó un poco la cabeza hacia abajo. La calidez de la boca de ella y la humedad de su lengua le provocaban escalofríos con cada movimiento, hasta que tuvo que sostenerle con fuerza la cabeza para que no siguiera. Esperó unos segundos, respirando entrecortadamente. Harriet le miraba interrogante, como si no supiera qué era lo que había hecho mal.

Cuando hubo calmado un poco su pulso, Sirius tiró de ella hacia arriba y la empujó sobre el sof�, tumbándose encima para empezar a recorrer con la boca sus pechos. No pudo evitar morderlos ligeramente. Sentía las caderas de la chica agitándose debajo de él; sin dejar de lamer sus pezones deslizó una mano hacia abajo hasta tocar el sexo de ella. Guiándose por la humedad introdujo dos dedos en su vagina y empezó a moverlos. Los suspiros de ella se transformaron en gemidos, haciendo que Sirius metiera los dedos cada vez en más profundidad. Poco a poco descendió en sus besos hasta llegar al sexo de ella; con los dedos aún dentro comenzó a mover la lengua en círculos sobre su clítoris. En ese momento, escuchando los gemidos de ella cada vez más fuertes y aspirando su aroma, fue cuando recordó todos los años que llevaba sin estar con una mujer y apenas pudo creer que no lo hubiera echado de menos.

Rápidamente se tumbó de nuevo sobre Harriet y, levantando la rodilla de ella con la mano para separarle las piernas, la penetró. Mientras se movía sobre ella, cada vez con más fuerza, no dejó de mirarla. Le resultaba atractiva de un modo indescriptible, con el cabello despeinado alrededor de la cara, la boca entreabierta, el pecho enrojecido por las caricias de él.

Cuando no pudo aguantar más hundió la cabeza en el hombro de Harriet, y dejó que los movimientos de ella le hicieran terminar. Se quedó un momento inmóvil, disfrutando los últimos segundos y recuperando la respiración; después la besó fugazmente en el cuello y se apartó para dejarla incorporarse.

Harriet dedujo que aquel era el momento en el que ella debía volver a su habitación y se puso de pie para vestirse.

¿A dónde vas? – inquirió él desde el sofá.

A mi habitación, para dejarte dormir-

No me molestas para dormir- Harriet le miró, sin saber muy bien qué quería decir con eso. Al verla titubeante Sirius alargó la mano para indicarla que se acercase y cuando lo hizo la tomó por la cintura y la atrajo hacia él.

Harriet, sonriendo, se apretó a su lado en el sofá.

Con los ojos cerrados Sirius notó cómo ella colocaba el brazo sobre su pecho y cómo apoyaba la frente contra su pómulo. Al sentir el calor que irradiaba la piel de Harriet y el suave cosquilleo de su melena contra su mejilla, Sirius sonrió. Y, antes de dormirse, se dio cuenta de que era su primera sonrisa en mucho tiempo