Llegó a Hogwarts, un anochecer de septiembre, que recuerdos de aquellos primeros años, aquel contraste entre el bello y calmo atardecer del otoño, y el bullicio y la ira que sentía. Era demasiado tarde, por mucho que lo intentó, no hubo manera de convencerlos, no quería estudiar en Hogwarts, quería quedarse en España. Tenía 11 años, y pasarían aún siete años más que la convertirían en lo que ahora era.
Si me vieran sentada en este tren, cabeceando contra la ventanilla e intentando insuflarme un valor que desconozco, si me vieran como una mujer derrotada, que no ha sido capaz de construir su propio futuro, todos se reirían de mi maldito orgullo Gryffindor, y seguramente yo con ellos. Pero ¿estarían orgullosos de mi, esta preguntaba cruzaba su mente tan rápido como los pueblos se iban quedando atrás. A cada minuto, a cada kilómetro que se acercaba, era consciente de la dificultad de su vuelta… Lord Voldemort ha regresado, el joven Potter se queda sin tutor en el mundo mágico, su padrino desaparece tras el velo en una trágica noche en los Ministerios, y de repente se desencadenan los sucesos.
Una lechuza pica su ventana, en su cálida casa de España, y la incita a volver a enfrentarse a su deber, cumplir una promesa. El destino la empujaba a su regreso, un regreso predestinado desde el mismo momento del adiós. Es necesario obrar con rapidez, es necesaria su vuelta a Hogwarts, su abuelo le pide que debido a su magnífica situación en el Ministerio, debe realizar los tramites necesarios para se la tutora legal del señor Potter, y como no, una vez más, su abuelo está detrás de todo. Luego debe pasarse por casa de la Srta. Granger a recogerla, al fin y al cabo nunca se sabe donde piensa atacar ElQUENODEBESERNOMBRADO…
Corremos tiempos difíciles y no sabemos como van a sucederse las cosas, esperamos que todo salga bien… que seamos el bando ganador, y necesitamos para ello que recuerdes los favores que te deben en el ministerio, para conseguir la custodia del SR. Harry Potter, para luego venir a Howarts. Además, también está la Srta. Granger una bruja hija de muggles, amiga íntima del Sr. Harry Potter, y que por su propia seguridad estaría mejor aquí nosotros, que perdida en el mundo muggle. Ella ya está enterada de tú llegada, recógela en su casa y llévala contigo su dirección es…
Gracias de nuevo.
Sutil, claro y contundente, y así se vio en el ministerio solicitando la custodia de un adolescente que no conocía y enfrentando con 25 años a un Harry herido y abatido y a una Hermione nerviosa y preocupada. Albus me las vas a pagar… No sólo tengo que volver a Hogwarts, no sólo tengo que ocupar un puesto de profesora que no sé si seré capaz de defender, no sólo tendré que enfrentarme a él. Sino que lo haré sabiendo que si abandono, estaré faltando a aquella palabra que di hace años y que ahora no sé si podré cumplir.
Una sonrisa resignada asomó a su rostro, mientras su mirada se perdía, una vez más, en el paisaje monótono, y gris que observaba el rápido, y acompasado movimiento del tren. Un tren que la alejaba de la vida solitaria que había intentado empezar, y la acercaba cada vez más a esos recuerdos, que no conseguía olvidar. En su mente el presente, y el pasado empezaban a mezclarse en una vorágine de imágenes donde ya no era posible discernir el uno del otro. La cabeza apoyada contra la ventanilla, los pueblos pasaban rápidamente tras el cristal, tan rápido como ella iba recordando viejas historias, iba sintiendo viejos deseos, tan rápido como se acercaba de nuevo a él.
-¿Y cómo era tu familia?- la voz de Harry la sacó de sus pensamientos.
Recordó que no estaba sola en el tren, no allí delante tenía sentados a dos adolescentes, que tan apuradamente había conocido Harry y Hermione, dos muchachos que tenían más preocupaciones que las que podían soportar. Y ella egoísta se había vuelto a encerrar en su mundo, en su celda privada de aislamiento. Quizás fue eso mismo, o quizás el echo de ser unos perfectos desconocidos, o simplemente la necesidad, lo que le llevo a soltarse. Respiró hondo, y comenzó a hablar, las palabras se convirtieron en frases, las frases en monólogos sin fin…
-Mi familia-respondió Marina- mi familia era especial. Mis padres, dos de los más grandes magos que han existido en la orden de primera clase de Merlín. Aurores consagrados a la lucha contra el mal, que mostraron su valor en innumerables contiendas en este mágico mundo en declive. Dos sangres limpias como vulgar, y cruelmente se gusta recalcar, en determinados círculos mágicos. Mi padre fue el hijo mayor de una familia de Slytherins, mi abuelo, mi abuela y como no mi tía, la hermana menor de mi padre. Y mi madre una mujer maravillosa, cansada de intentar vencer el silencio de su madre y su incomprensión… e intentando que su padre le hiciera caso. Pero será mejor que empiece por el principio ¿no, una familia no es nada sin la historia que le precede y la que ella misma marca.
En ese instantes miles de recuerdos afloraron de lo más profundo de su memoria, lo recordaba todo como si fuese ayer. Había tenido una infancia agradable, la que se puede tener, cuando tu abuelo es quien es, su madre Hera Dumbledore, e hija de Albus Dumbledore, y Athenea Lockharm. Ambos habían estudiado en Hogwarts, el día en que quedaría marcado su destino, el día en que se enamoraron, el día que el sombrero seleccionador los había mandado a Gryffindor.
Mi madre se crió en el colegio donde mi abuelo daba clases de transformaciones, mientras mi abuela perseguía magos terribles por las calles de Londres, una vida que le pasó factura, y dejó huérfana a mi madre con sólo 10 años. Mi abuelo nunca lo llego a superar, la amaba profundamente, y perderla de esa manera… cada vez que miraba a su hija la recordaba a ella, con su fuerza su vitalidad.
Hubieron de ser años terroríficos, que estuvieron a punto de acabar en un camino que solo le conduciría a su propia perdición. Y en ese momento, apareció algo que no esperaba una alumna, Minerva McGonagall, y el amor volvió a surgir en él de nuevo.
Se dio cuenta que estaba mal, que era su alumna, que no podía hacerlo, así que al final alejó a Minerva de su vida, fue muy duro con ella, le dijo cosas de las que se arrepentiría para toda su vida, pero quien era él para arrebatarle su juventud, para retenerla, tenía que alejarla de él. Minerva merecía algo mejor, merecía un hombre que la amase completamente y no sólo en contadas ocasiones, no sólo las tardes de domingo. Hoy lloraría pero dentro de unos años, se reiría al recordar su relación con un profesor, y volvería a sonreír a otro hombre, y dormiría acurrucada en los brazos de otro. El amor de su hija lo ayudó a sobrevivir, su pequeña lo ayudó a sobrevivir.
Años más tarde se le había presentado una emergencia, al renunciar el profesor Daniel Dush, a su plaza de profesor de transformaciones, cuando a penas quedaban cuarenta y ocho horas para el inicio de las clases. Sin tiempo el ministerio le envió una lista de sustitutos. Aquella tarde, mi abuelo recibió una visita, una vieja amiga llamó a su puerta, tenía un posible candidato, una amiga de ella que era buena en transformaciones. Estaba en Hogsmeade, podía pasarse aquella tarde por allí, y ver si cumplía los requisitos. Que tenía que perder, nada, así que concertó una cita para aquella noche.
Esa misma noche cuando la puerta del despacho se abrió, Albus levantó la vista y se encontró a Minerva, su Minerva delante de él, lentamente como si pensara que lo que estaba viviendo era un sueño se acercó a ella y la besó, sus labios se juntaron en lo que había empezado siendo un beso; su lengua pidiendo permiso para entrar, ella dándoselo, sus manos recorriendo su cuerpo… No supo cuanto tiempo estuvieron así besándose y abrazados, la noche caía en Hogwarts y Minerva no volvió a irse de allí. Nadie es capaz de decir a ciencia cierta que relación hay entre ellos, si siguen manteniendo el amor que los volvió a unir, si este se apagó y queda una buena complicidad. O quizás si se sepa pero eso es otra historia…
Albus todavía honra la memoria de su mujer, la madre de su hija, pero yo creo que una de las cosas que le da fuerza todas las mañanas para levantarse y luchar es Minerva, su Minerva como él le llama.
- ¿y tu madre? ¿Qué fue de tu madre?- preguntó Hermione.
- Mi madre, ahora os lo cuento, pero primero comamos algo después, la familia de papá.
Se levantaron lentamente del compartimento en el que iban y se desplazaron al vagón comedor, ellos tenían hambre había oído sus tripas mientras les estaba contando la historia, y ella, ella necesitaba tiempo para recordar, para asumir que también tenía su historia y cómo tal tendría que enfrentarla y contarla.
Marina,… Marina- llamaba Harry.
¿Si? Perdona, estaba pensando- contestó Marina.
Casi hemos terminado de comer, y aun no has probado ni bocado.
Deberías comer algo- recalcó Hermione.
No os preocupéis, la verdad es que no tenía mucha hambre, ya comeré algo cuando lleguemos al colegio. Volvamos al vagón.
¡Eso tienes que contarnos una historia! -dijo Harry.
Si Harry, aún tengo que acabar mi historia.
Hermione y Harry la observaban, esos silencios, esas luchas interiores. Había pasado todo el almuerzo mirando por la ventana, aquel hermoso paisaje, aquellos parajes llenos de un aroma que bien conocía, y que tan lastimosos recuerdos le infligían, cuantas veces había pasados por aquellos paramos en dirección a Hogwarts. El tren se deslizaba lentamente mientras el sonido del viento se colaba por esas grietas añejas, que escondían secretos de enamorados, las promesas lanzadas al viento y traían el murmullo del triste atardecer.
Llegaron a su vagón y se sentaron cómodamente en los sofás, sabían que quedaba un buen trecho de viaje y una buena historia para acompañarlo. Por un momento, Marina se imaginó en su casa, en España, al lado de la chimenea, con su abuela contándole las bellas historias de princesas y caballeros, de guerreros valientes y de magos buenos. Miró a los dos chicos que tenía delante, estaban ansiosos, expectantes, y por un momento, sonrió, del mismo modo que un interlocutor lo hace a una sala llena de gente, ellos la iban a ayudar a enfrentar su destino.
- Veamos , podría seguir con la vida de mi madre- empezó Marina- pero creo más conveniente empezar con la familia de mi padre, al fin y al cabo llegado un momento mi padre y mi madre tienen un pasado común que debe ser contado junto.
"Mi padre, Mathias, al contrario que mi madre, pertenecía a una acomodada familia de serpientes, mi abuela Elga y mi abuelo Klaus eran Slytherin, y evidentemente sus padres, hermanos, primos y demás también. Profesaban un amor profundo por su casa, eran astutos e inteligentes, pero no restrictivos. Nunca creyeron que las demás casas fueran mejores o peores, ellos eran slytherin, el resto lo que el sombrero decidiera. Ni tampoco creyeron a Quiennodebesernombrado, no creían en la ley de la sangre limpia. Esto hizo, que tanto mi padre como su hermana, se criaron en una casa libre, sin perjuicios, sin miedo. Se negaron rotundamente a unirse a las filas de Quiennodebesernombrado, lo que les trajo, el exilio y a la muerte. Mi padre y su hermana fueron a Slytherin, y fue allí cuando siendo prefecto de esta casa conoció a mi madre, de la que se enamoró perdidamente. Ni Albus, ni mis abuelos paternos pusieron impedimento a la boda, y mis padres se casaron poco después de acabar Hogwarts, de allí se fueron a formarse como aurores, de los mejores.
La guerra con Quiennodebesernombrado seguía y éste exigió a mi abuelo, Klaus, que se uniera a sus filas, para salvaguardar el honor de los sangre limpia. Mi abuelo se negó, y murió aquella misma noche a manos de Quiennodebesernombrado.
Mi abuela empacó sus cosas, ella y mi tía se fueron a España, sabían que Quiennodebesernombrado iría por ellos mientras estuvieran en Inglaterra. Poco después mi madre cayó en estado de mí, y Albus creyó que sería más conveniente que se fueran a España también, donde estarían más seguros. Allí nací yo y allí pasé los dos primeros años de mi vida en una aparente tranquilidad, al cuidado de mi madre, mi abuela y mi tía. Mi padre ya de aquellas era miembro del Ministerio de Magia, y pasaba la vida entre España e Inglaterra. Poco después de cumplir los dos años, mi padre no volvió, las cosa no estaban bien y tenía que quedarse en Inglaterra, mi madre me dejó al cuidado de mi abuela y partió con mi tía. Sabía que la necesitaban, tenían muchas bajas, y cualquier ayuda era bien recibida. Sería la última vez que las vimos con vida. Sé que mi madre murió luchando, como ella quería, sé que sus tres meses en Inglaterra salvaron muchas vidas, pero eso no me impidió echarla de menos después y ahora. Su muerte y la de mi tía, fue la gota que colmó el vaso de mi padre, si ya luchaba contra Voldemort, ahora vivía para luchar contra Voldemort, seguía en Inglaterra y venía a verme cada cierto tiempo.
Mi abuela se encargó de mi educación, de la transmisión de las historias familiares y demás. Fui al colegio muggle de la zona, como cualquier niña de mi edad, y pasaba los veranos en Inglaterra, con mi abuelo Albus y con mi padre. Seis meses antes de que tú Harry, vencieras a Voldemort, mi padre cayó herido, ya no era un niño, empezaba a estar cansado y cegado por un odio muy intenso que lo estaba minando interiormente. No vio llegar al mortifago, pero sintió como éste le arrebataba la vida, murió pocos días después en San Mungo. Acudí a su funeral en Inglaterra, el gran cementerio donde descansaba también mi madre y mi tía. Y ya no volví a España, al fin y al cabo, quedaba menos de un año para mi ingreso en Hogwarts, así que mi abuela se trasladó a Inglaterra a la casa familiar que teníamos, y allí vivió, cerca mía hasta que cansada de vivir y sufrir decidió descansar con los suyos hace 10 años. Era mi válvula de escape, mi ayuda en momentos difíciles, realmente era mi madre, la mujer que me crió y educó. No penséis por ello que no he querido a mi abuelo, a él lo adoro, lo adoro por ser como es, y lo admiro más que a cualquier otra persona.
Bueno pues esa es la simple historia de mi vida.
Oye, y tus años en Hogwarts, ¿cómo fueron?... -preguntó Harry.
Si, ¿fuiste prefecta? ¿cuáles fueron tus asignaturas favoritas?- interrumpió Hermione.
Mis años en Hogwarts, vaya parece que estamos llegando, será mejor ir poniéndose las capas y coger las cosas chicos.
Hermione y Harry se miraron entre ellos, otra vez esa mirada perdida, ese nerviosismo, había algo que no les quería contar o que no estaba prepara para afrontar. Era la nieta del director, es absurdo que lo haya pasado mal en Hogwarts, pensaban. Pero había momentos en los que ella luchaba contra fantasmas interiores, intentaba sonreír pero sus ojos no lo hacían y eso le otorgaba un aire melancólico y triste.
