La noche del 31 de agosto, trajo el bullicio típico de los alumnos correteando por el castillo, los reencuentros de amigos y de enemigos, el renacimiento de viejas rencillas entre casas, y la ilusión por ganar un año más la Copa de la Casa.
Marina observaba todo esto a su alrededor, sonriendo lentamente mientras pensaba en como los jóvenes podían hacer que hasta el más silencioso y lúgubre castillo se convirtiera en un lugar lleno de vida. Se estaba viendo a si misma, a su misma edad, riendo, escondiéndose de Flinch. Lentamente iba rememorando aquel pasado,… su pasado. Sonriendo, tristemente entró en el Gran Comedor, en unos minutos comenzaría la ceremonia de selección; después, Albus daría su aburrido discurso, anunciado las normas de toda la vida y algunos cambios en el claustro de profesores. Avanzó lentamente a través del pasillo central, y se sentó en la esquina opuesta al nuevo profesor de DCAO, que este año no podía ocultar en su rostro una sonrisa despreciativa de superioridad. Ahora empezaba lo difícil.
Los alumnos se sentaron en sus respectivas mesas, esperando ansiosos que la profesora McGonagall entrara encabezando la marcha de los asustados alumnos de primero. El sombrero esperaba pacientemente sobre el taburete, gruñendo débilmente, mientras ensayaba su nueva canción anual.
Las puertas del Gran Salón se abrieron, y los alumnos estiraban sus cabezas detrás de la imponente presencia de la jefa de la casa Gryffindor. Marina se preguntó muchas veces como una mujer tan tierna era capaz de despertar tanto temor.
- Bien alumnos- la voz de la profesora McGonagall resonó en todo el salón- ahora vamos a proceder a la selección de su casa correspondiente, cuando yo diga su nombre se sentarán en el taburete, oirán la casa a la que han sido designados y se irán a su mesa correspondientes, donde los prefectos les indicarán todo lo que deban saber.
Marina, no pudo evitar un cosquilleo en su estómago al escuchar la severa voz de la jefa de los leones, y pensar que 18 años antes; estaba sentada en ese taburete, escuchando en un susurro, la indecisión del sombrero: Slytherin, si estaría bien allí, es astuta, pero tiene buen corazón, es valiente tiene el corazón de un Gryffindor. Y eso fue finalmente lo que gritó el sombrero, Gryffindor. Recordaba como había mirado en ese momento a los ojos de su abuelo, y como este le había sonreído con satisfacción, y eso era lo que ella quería, que su abuelo la quisiera.
La noche pasó sin más contratiempo, alumnos repartidos para sus respectivas casas, saludos, aplausos, normas, y finalmente el cambio de profesorado. Un murmullo recorrió la sala cuando el director anunció a la nueva profesora de pociones, todos la miraban con sorpresa, con respeto y con recelo, como no, ese puesto había sido exclusivo de serpientes hasta ahora. Pero quizás, el temor, porque era temor no se le podía llamar de otro modo, se instaló en los ojos de los alumnos cuando Albus presentó a Snape como nuevo profesor de DCAO. Sólo los aplausos y vítores de la mesa de Slytherin, rompieron el silencio que había recorrido todo el Gran Salón.
Ahora, sentada en el rellano de la ventana de su habitación, observaba como la noche, oscura y triste, intentaba vencer en su duelo particular a la luna llena, y como su interminable guerra contra la sombra parecía esconderse a los ojos que la miraban. Ella había intentado olvidar, o mejor dicho se había obligado a olvidar. Se levantó lentamente, y se dirigió a su cama, tenía que descansar mañana a última hora tenía pociones dobles con los de sexto, tendría un salón lleno de Slytherins, Gryffindors, Huffelpuf y Ravenclaws.
Se levantó temprano, y desayunó rápidamente en el gran comedor. Quería estar en el aula cuando llegaran los primeros alumnos. Las primeras horas de la mañana pasaron rápidamente, en general no había tenido grandes problemas para mantener el orden, creía haber interaccionado bien con sus alumnos y todo había transcurrido tal como se había imaginado. Su reto comenzaba ahora, observó como los alumnos de sexto iban entrando lentamente en su aula, miraban todo con sorpresa, e iban eligiendo sus sitios, al lado de sus compañeros de casa, amigos… Los últimos en entrar fueron las serpientes, cinco minutos tarde, Marina obvió este hecho, era mejor empezar el primer día sin problemas.
- Buenos días, como sabréis soy la nueva profesora de pociones- comenzó Marina- mi nombre es Marina Müller.
Vaya parece que cada día este colegio pierde más calidad- se oyó un murmullo procedente del grupo de Slytherin.
Bien- Marina continuo como si hubiera oído nada- Todos vosotros estáis aquí, por propia voluntad, nadie os obliga a cursar esta asignatura, así que espero que demostréis que tenéis interés, que queréis aprender. El colegio me ha proporcionado vuestras notas en los TIMOS…
Pues parece que no, si no hay gente que no estaría aquí- volvieron a comentar las serpientes entre risas.
Hay gente muy buena, y hay gente buena, no creo que nadie tenga problemas en seguir mis clases, además estaré disponible para cualquier duda que surga. Por otra parte, los viernes a la tarde, que tenéis el horario más libre tengo pensado dar unas clases de refuerzo para aquellos que las necesiten.En el tablón que tenéis al fondo del aula, hay una lista en la que podéis escribir vuestro nombre, sólo es para hacerme una idea de la gente que va a venir.
Eh! Id escribiendo el nombre de Longbotton, para todas las clases de aquí al final de curso- más risas de las serpientes.
Bien chicos vamos a empezar la clase.
Las dos horas siguientes fueron largas, Marina intentaba que todos siguieran más o menos el mismo ritmo, pero los comentarios de los Slytherins, no ayudaban a que el resto de la clase se concentrara, solo Hermione parecía estar al margen de los murmullos y risas que se extendían desde el fondo de la clase. Harry y Ron intercambiaban miradas entre el enojo y la ira, mientras Hermione que ayudaba a un nervioso Neville les susurraba que se calmaran que no merecía la pena.
Bien chicos, la clase ha terminado por hoy, embotellad la poción, ponedle vuestro nombre y dejadla sobre mi mesa y no os preocupéis, sólo quiero saber que nivel tenéis nada más.
¿Profesora Müller? – dijo Hermione -
Si, señorita Granger- respondió Marina.
¿Limpiamos los calderos y la mesa de trabajo?- preguntó Hermione.
Para que, si ella tiene práctica, al fin y al cabo fue lo único que hacía bien¿no profesora, limpiar los calderos, las mazmorras, el despacho del Profesor de Snape- puntualizó Draco arrastrando las palabras.
Lo había intentado, no había querido intervenir en la guerra que las serpientes tenían contra todo y todos, pero esto había llegado demasiado lejos. Levantó la mirada, una fría mirada que hizo estremecerse hasta los Slytherins y con una voz tan desprovista de emoción como la del mismo Snape dijo:
Eso señor Malfoy es algo que no consentiré en mis clases, sea usted quien sea. Cincuenta puntos menos para Slytherin, por cortesía del Sr. Malfoy.
Y por el esmero de la muchos de vosotros, diez puntos más a cada casa menos a Slytherin. Haber si el próximo día ponen más atención y se distraen menos. Por hoy, me encargaré de asear el aula. Venga movimiento sino llegarán tarde a comer- dijo Marina.
El silencio se podía cortar en el aula, mientras lentamente los alumnos abandonaban el aula.
Marina se giró con lágrimas en los ojos, mientras oía la siseante voz de Draco
Ya verás cuando se entere Severus, no sabe con quien se está enfrentando
¿Si, Señor Malfoy, tiene algo más que decir!- lo increpó Marina- si sé con quien me estoy enfrentando.
Malfoy salió rápidamente del cuarto, entre asustado y molesto.
Mientras tanto Marina, entre lágrimas musitó un hechizo limpiador, y esperó pacientemente apoyada en la puerta de su clase a que el pasillo quedará en absoluto silencio. Después ocultando su rostro, se dirigió a su habitación, no tenía hambre, quería estar sola. No quería bajar al gran comedor y enfrentarse a las miradas de todo el colegio, a la risa sarcástica de Snape, al ver como un leve comentario la había desbancado. No quería, sabía que a esta hora, su enfrentamiento con Malfoy sería la comidilla del colegio, y ella todavía no tenía el valor de enfrentarlo.
Entró lentamente en su dormitorio, y se sentó al lado de la ventana, como otras tantas veces, perdiendo su mirada en las lejanas banderas del campo de Quiddicht. Que poco sabían de la realidad, si supieran la verdad, si supieran que ella llegó a amar las mazmorras tanto como su propia casa, si supieran que por haberse quedado allí lo hubiera dado todo.
El pasado comenzó entonces a tomar forma en su cabeza, y volvió a ver recuerdos que había arrinconado, y volvió a sentir.
Flash back
Nunca supo cuando ni cómo pasó, pero lo que eran castigos, y riñas se convirtieron en charlas e intercambio de pareceres. Recordaba su primer año en Hogwarts, su primera visión del profesor de pociones, del amargado y resentido profesor de pociones. Su primer castigo, la forma en que la humillaba públicamente, la primera vez que limpió sola el aula de pociones.
Pero todo fue cambiando, ella seguía siendo castigada y humillada en público, seguía pasando más horas de los normal en las lúgubres y tristes mazmorras, pero ahora ella deseaba hacerlo. Deseaba pasar más tiempo con él, oírlo mientras le explicaba nuevamente una poción que no había entendido en clases, o mientras le corregía el ensayo que le había salido mal. Necesitaba sentirlo cerca, su presencia hacia que hasta el conjuro más complicado se convirtiera en sencillo, le gustaba limpiar sus mazmorras, sus botes e ingredientes si con ello ambos compartían la misma habitación. Porque aunque ellos aún no eran conscientes de ello, se necesitaban, sus respiraciones se acompasaban cuando estaban juntos, sus problemas eran menores y sólo oír la voz del otro, sólo una sonrisa escapada a traición de sus labios era regalo suficiente.
A veces se preguntaba si, si en algún momento hubieran sido conscientes de ello, lo hubieran detenido, lo hubieran perdido. Pero todo fue tan irreal, tan secreto, todo les sorprendió sin que ellos se dieran cuenta, sin que ellos pudieran pararlo. Por lo menos habían tenido su tiempo, habían tenido su momento, por lo menos habían amado, se habían amado…
Fin del Flash Back
Marina salió de su sueño, al notar un elfo doméstico que la miraba fijamente.
Hola soy Dobby, el profesor Dumbledore me manda traerle algo de comer.
Gracias Dobby¿quieres hacerme compañía mientras como?- preguntó Marina, mientas pensaba que debía estar loca al pedirle compañía a un elfo doméstico.
Claro, y no se preocupe, a la gente le gusta hablar, pero usted es buena me cae bien, como él- respondió Dobby.
¿él?
Si profesora Müller, como el Sr. Potter el siempre fue bueno conmigo, mire cuando lo conocí…
Su comida transcurrió de manera agradable, escuchando como un elfo doméstico le contaba su adoración por Harry. Porque creía que era bueno, como se preocupaba de él. Cuando a la tarde se dirigió a sus clases, su humor era mejor, tenía más fuerza para enfrentar a los alumnos, y como había dicho Dobby, cuando se cansaran de hablar de ella buscarían otra cosa de que hablar.
Aquella noche bajó a cenar como si nada hubiera pasado, y aunque dos semanas después aún podían oírse murmullos sobre su pasado, ella lo enfrentaba como mejor podía. La retirada de puntos a los Slytherins había hecho que estos mostraran un mínimo de respeto en sus clases. Sus alumnos avanzaban exitosamente e incluso tenía alguna serpiente en sus clases de refuerzo.
Harry parecía bastante animado, después de todo, había pasado muy malos momentos. Había vuelto a jugar al Quiddicht y le sentaba bien, le ayudaba a descargar e incluso aunque fuera a regañadientes él mismo reconocía que Snape como profesor de DCAO era bueno.
Reinaba un equilibrio en el colegio, donde cada uno cumplía su papel en particular.
Sólo a veces cuando se sentaba en su ventana, cuando se perdía en las nieblas del pasado, se preguntaba porque Snape y ella seguían jugando a este juego, en el cual sin decirlas en alto, los dos conocían las reglas, desde hace mucho tiempo.
La lluvia anunció la llegada de Octubre, y por ahora todo parecía seguir su camino.
