Los días se sucedían demasiado rápido para el gusto de Marina, entre las clases, su preocupación porque Harry se sintiera bien y algún que otro problema que solucionar para la Orden, no tenía mucho tiempo libre. Pero en el fondo lo agradecía, porque tiempo libre significaba pensar, y pensar siempre la llevaba de un modo u otro al pasado, a todo aquello que había querido olvidar, a todo aquello que Severus le estaba obligando a recordar.
No habían vuelto a hablar desde aquel día de viaje al callejón Diagon, era duro asumir que después de siete años las primeras palabras que se dirigieran fueran de reproche, pero ella lo entendió. La seguía manteniendo alejada de él, le había vuelto a fijar de manera clara una barrera invisible que ella no debía cruzar. Y ella volvió a aceptar como siete años atrás, volvió a buscar un sitio al margen de Severus, y en ese silencio que compartían, en esa forma de ignorarse, estaba implícito todo aquello que algún día se dijeron. Por lo menos habían alcanzado un equilibrio. Pero porque si era lo que ambos querían, porque si cada vez que lo veía creía odiarlo más, porque entonces le dolía tanto.
Sentada en su ventana, seguía pensando, veía a los alumnos correr por el patio del castillo, a las nubes volver a anunciar una lluvia incesante y de repente unos golpes en la puerta la sacaron de su aturdimiento.
- Voy- chilló desde el fondo de su habitación.
Los golpes continuaban, seguidos, pero cada vez más débiles. Y al abrir la puerta allí estaba Harry, tirado en el umbral, con una mano sobre su cicatriz, y la otra apoyada en la puerta.
- Va a matar- susurró en los brazos de Marina mientras esta intentaba llevarlo hasta la cama.
- Harry, ¿Qué pasa, Harry!- preguntaba histérica.
Lo tumbó sobre la cama y le suministró una poción para que se calmara y remitiera el dolor. Llamó a Albus por la chimenea y en menos tiempo del esperado el director de Hogwarts, la jefa de la casa Gryffindor y el profesor Snape estaban allí.
- Hola Marina hay que llevarlo urgentemente a la enfermería- informó Albus.
- No, no va a salir de mi habitación hasta que lo haga por su propio pie o hasta que alguien me explique que está pasando- respondió Marina.
- Ese no es el procedimiento profesora Müller- la increpó el profesor Snape mientras Minerva meneaba sutilmente la cabeza.
- Perdone profesor, pero los procedimientos han sido obviados ya tantas veces, que una vez más no va a ser un problema- la decisión en la mirada de Marina frenó al jefe de las serpientes - quiero saber que pasa!. Harry está estable y calmado en estos momentos, por lo tanto quiero, no, no quiero, exijo una explicación!. Soy su tutora legal, espero que no lo hayan olvidado.
- Tranquila- intervino Albus- Marina, la noche en que Voldemort atacó a Harry pasaron muchas cosas que desconocemos, algunas le hemos ido averiguando durante estos años, otras supongo que las averiguaremos más adelante. Voldemort, pasó parte de sus poderes a Harry, incluidas ciertas habilidades que este poseía como hablar pársel, además parece ser que la cicatriz que le dejó permite a Harry conectarse de algún modo con Voldemort, saber sus sentimientos, cuando está contento, enfurecido, etc. Y ahora por lo que me cuentas también puede leer parte de lo que piensa.
- ¿Pero Voldemort puede sentir y ver lo que piensa Harry también entonces?.
- Pensamos que hasta ahora no es consciente de que Harry tenga este vínculo con él. Hasta el año pasado Harry recibía clases de Oclumancia con Severus, pero sucedieron ciertos problemas entre el profesor Snape y Harry, de modo que estás acabaron prematuramente. Aunque sería bueno para el Sr. Potter, que las volviera a recibir, para evitar que Voldemort pudiera controlar al Sr. Potter de alguna manera.
- Vaya, veo que para ser adulto también pierde los nervios profesor Snape- murmuró sarcásticamente Marina.
- Tú no sabes nada – contestó Snape
- Ya basta!- intervino fríamente Albus.
Marina miraba fijamente el joven de ojos verdes que en estos momentos dormía profundamente en su lecho. Ese joven merecía más admiración de la que realmente se creía, su fuerza y su poder eran indescriptibles.
- Bien creo que debería haber sido informada de esto previamente pero, supongo que tendréis una buena disculpa- respondió Marina- Harry se queda aquí hasta que se recupere, puedes mandar venir a la señora Pomfrey, si quieres que le eche un vistazo. Pero él no se mueve de aquí, además estoy de acuerdo contigo en lo de las clases de Oclumancia. Creo que son necesarias. Así que mañana mismo le diré a Harry que empezareis las clases de Oclumancia.- dijo sin a penas dar tiempo a que Snape vacilase
- Yo… - comenzó Snape. Para luego acto seguido decir - No creo que Harry deba dormir en su cama- le espetó Snape a Albus.
- Y yo no creo que necesite seducir a jóvenes alumnos para que mi vida sexual sea más activa que la de un caracol. – lo enfrentó Marina
Eso fue un golpe bajo, y Marina lo sabía, pero no lo pudo evitar, además las palabras salieron de sus labios antes de poder contenerlas. Severus había acusado ese golpe, sí, ella lo había notado, podía ser el genio de las máscaras pero ella había aprendido a leer en su rostro en sus ojos, y en estos momentos él estaba dolido con sus palabras.
- De todos modos Marina no es ético que Harry permanezca en tu dormitorio- la reprendió la profesora McGonagall, intentando apaciguar los ánimos de algún modo.
- Creo que en esta guerra la ética es lo de menos, la esperanza de este mundo mágico es un joven, huérfano, que no ha recibido en su vida más cariño que el de un perro abandonado. Cuyo miedo a perder a los que ama lo hace estar serio e introvertido, tiene miedo a entablar relaciones serias porque cree que cada amigo suyo es un nuevo objetivo de Voldemort. De verdad, en estos momentos, para mí, y para todos nosotros, Harry es nuestra máxima prioridad y si tengo que saltarme trescientas normas de este absurdo colegio me las saltaré.
En ese momento, un silencio se ciñó sobre la habitación, por una vez todos estaban de acuerdo con ella, Harry era su única esperanza.
- Te enviaré a Madame Pomfrey dentro de un momento, y creo que también deberíamos avisar a Ron y a Hermione- indicó Albus- lo que es raro es que ellos no estuvieran con Harry.
- Abuelo, dos son pareja, tres multitud y tengo la ligera impresión de que Harry ya se ha dado cuenta.
Todos sonrieron ante la insinuación implícita de una posible relación entre Ron y Hermione. Albus los empujaba lentamente fuera de la habitación, dejando a Marina con un Harry que dormía plácidamente en su cama.
La señora Pomfrey no tardó en llegar, y tras dejar claro que estaba de acuerdo con la profesora McGonagall y el profesor Snape de que Harry debería estar en la enfermería, pasó a mirar como se encontraba el interesado. La hinchazón de la cicatriz había disminuido considerablemente. Tras hacerle prometer, que la llamaría en caso de cualquier cambio, y que le daría una poción reconstituyente cada 2 horas se marchó, dejando a Marina preparándose para enfrentarse a un nuevo Harry.
- Vaya, buenas tardes bello durmiente- saludó Marina a Harry.
- ¿Marina? – se incorporó lentamente en su cama- ¿dónde estoy?
- En mi dormitorio- sonrió Marina- cosa que hay de decirte me costó sangre, sudor y algún que otro discurso no falto de cursilería y dramatismo. Llevas durmiendo 20 horas, exactamente desde poco después de que llamaras a mi puerta… ¿lo recuerdas?
- Si, siempre recuerdo todo después- comentó un abatido Harry.
- Bueno jovencito, ahora voy llamar a Madame Pomfrey para que te eche un ojo, sino me mata, después te das una ducha, comes algo y te espero en un rato en mi despacho, al fin y al cabo creo que tenemos una pequeñas conversación pendiente.
- Marina… yo….-intentó protestar Harry.
Pero Marina ya no lo oía pues estaba en la chimenea llamando a la señora Pomfrey.
Dos horas después, Harry se sentaba en uno de las cómodas sillas que Marina tenía en su despacho.
- Bien, Sr. Potter, creo que tiene que contarme algo.
- Podíamos haber quedado en otro sitio- protestó Harry.
- Digamos que después vamos a tener otra visita Harry- respondió Marina- y creo que este es el mejor sitio.
- Espera- objetó Harry- ¿cómo que otra visita?
- Harry, empecemos por lo primero, y ya habrá tiempo de llegar a donde tengamos que llegar.
Harry resopló en su asiento, no tenía muchas opciones y lo sabía, así que pasó a relatarle todo lo que había pasado durante estos años. Sus conexiones con Voldemort, la forma en que podía sentir lo que este sintiera, el ataque del Sr. Weasly, todo aquello que le pareció relevante. Y como ayer, tras empezar a arderle la cicatriz notó las ansias de Voldemort por atacar, por matar, aunque no sabía ni cuando ni a que. Cuando acabó de hablar, observó como Marina lo miraba con admiración y respeto.
- Estoy sorprendida y abrumada, Harry- suspiró Marina- ¿y que me dices de las clases de Oclumancia?
- No, me niego, yo no quiero volver a estar otra vez en la misma aula solo con ese…
- Harry, ese es tú profesor, y por lo tanto le debes un respeto. Y Además es el único capaz de poder enseñarte el nivel de oclumancia que necesitas.
- Pero, quizás… Albus, pueda… -empezó a decir Harry.
- No, Harry, Snape está más preparado para esto, confía en mí. En estos momentos, Voldemort no sabe que está unido a ti, pero si por asomo lo supiera, o lo intuyera podría ser catastrófico. Harry la mente ya te jugó una mala pasada con Sirius el año que pasado, sé que aún no te has perdonado por ello, pero… Harry debes volver a las clases de Oclumancia.
- Pero ¿por qué él?-insistió Harry.
- Mira Harry, sé que todos te estamos pidiendo demasiado, sé que te hemos obligado a hacer cosas sin consultarte, pero en esto créeme yo también estoy de acuerdo.- Marina suspiró en ese momento, esto iba a ser difícil- El profesor Snape llegará en unos minutos para hablar contigo.
- También tú me estás entregando- musitó Harry.
Marina quería abrazarlo, decirle que no lo estaba entregando a nada ni a nadie, pero un ruido en la puerta la sacó de sus intenciones. Allí en el marco de la puerta estaba el oscuro y taciturno profesor Snape, mirando para ambos con su ya más que clásica sarcástica sonrisa, tan característica del mismo.
- Vaya Sr. Potter me alegra verlo recuperado- saludó Snape- sobre todo si tenemos en cuenta el sin vivir al que sometió a su tutora.
- Venga, todos nos alegramos de que Harry esté mejor profesor Snape- intervino Marina- el caso es que todavía necesita descansar…
- Y recuperar las clases perdidas…
- Si y recuperar las clases perdidas- continuó Marina- así que cuando antes acabemos mejor.
- Harry está dispuesto a recibir clases de Oclumancia con usted profesor, tres horas por semana, las colocarán de modo que interfieran del menor modo posible en sus cuestiones profesionales y personales. ¿Sr. Potter?
- Si, profesora- aceptó Harry.
- Espero que ambos olviden aquello que les llevo a dar fin a sus clases. No se espera menos de ustedes.
- Sr. Potter- respondió Snape- el lunes lo quiero en mi despacho tras la clase de DCAO, y hablamos de las posibilidades de horarios. De las gracias a la persuasión del director y a la insistencia de su tutora si no yo no estaría perdiendo nuevamente el tiempo con usted, además….
- Ya vale, Harry puedes retirarte- cortó Marina- mañana ya hablaré contigo.
Harry se levantó lentamente de su asiento, no sin antes lanzar una última mirada de odio al profesor Snape. Cuando la puerta se cerró tras él, Marina oyó el murmullo de una capa que se acercaba lentamente a donde ella se encontraba.
- ¿Siempre consigues lo que quieres?- preguntó Snape fríamente.
- No, hay veces que ni toda mi persuasión consigue lo que quiero Profesor, usted mejor que nadie debería saberlo.
- Eres capaz de ser mordaz, fría y sarcástica- continuó Snape- no era así la Marina que yo recuerdo.
- Disculpe profesor, pero para usted soy la profesora Müller, y sobre mi forma de ser… tuve un buen maestro.
- Marina…-susurró Snape.
En ese momento, cuando susurró su nombre, Marina supo que debía enfrentarlo decirle todo aquello que no le dijo en su día, decirle todo aquello que se calló.
- Fuiste tú el que decidió que fuéramos sólo conocidos, fuiste tú el que tiró por la borda todo lo que pudimos ser. Me negué a aceptar lo que dijeron de ti, me negué a tacharlo de cretino y de un montón de adjetivos que no vienen al caso, aunque sólo me dio motivos para hacerlo, y luché por conocer al hombre que se escondía tras esa mirada triste y cansada. Tú ayudaste no lo dudes, juntos vencimos las habladurías, y construimos un mundo a nuestra medida, un mundo para ti y para mi. Transgredimos las normas, por el afán de tener un pedacito más del otro, por el afán de amarnos. Pero tú decidiste que no era lo correcto…
- No, era correcto pero muy peligroso- la interrumpió Severus.
- Y que, acaso creíste que en algún momento cuando me entregue a ti, en cuerpo y alma, no era participe de ese peligro, o quizás era demasiado poco para ti? - continuó Marina cada vez más agitada- dejaste claro que mi única opción era perderte, de un modo u otro pero perderte. Siete años después me recibes con la misma frialdad, me dices con ese lenguaje oculto que tú y yo compartimos que me tengo que mantener alejada de ti… pues eso es lo que hago, así que no me juzgues, así que evítame como yo te estoy evitando. Vamos profesor Snape, no es tan difícil.
Habían estado esperando ese momento mucho tiempo, durante siete años, y ahora después de tanto añorarlo, de tanto odio mal sembrado, no sabían que hacer…
Severus levantó la vista, la miró fijamente a esos ojos marrones que tanto le gustaban, iba decir algo, pero no podía, no le salían las palabras. Ahora no sabía si habían tomado la decisión correcta, ahora se empezaba a cuestionar su pasado, y supo que la amaría toda su vida. Como no amar a una mujer que sentía de esa manera, como no amarla. Se acerco, y mirando fijamente a sus labios la besó. Un beso de pasión, de una pasión tan real como imposible, no lo había olvidado, sus labios volvían a ser una narcótica droga que actuaba sobre sus sentidos. Lentamente apartó los labios de su boca y se alejó perezosamente de ella. Se giró lentamente y llegó a la puerta pero antes de salir supo que tenía que hacerlo, tenía que sacarlo de él mismo.
- Te amo más que a mi vida Marina, y te amaré siempre, lo sé, pero no podía perderte como la perdí a ella- murmuró quedamente.
Esas palabras, se repitieron por toda el aula: no podía perderte como la perdí a ella. Marina observaba la puerta por la que él había salido, todavía tenía el sabor de sus besos en sus labios, todavía podía sentir el calor en aquella zona que él había tocado, ahora comprendía porque no lo había logrado olvidar. El silencio se hizo estremecedor en el aula, mientras este le repetía constantemente sus últimas palabras, pero ¿quién era ella?
