Lo de siempre, estos personajes no son mios, no me pertenecen son de J.K.Rowling y de la Warner y no gano nada con esto simplemente me divierto.
Marina despertó aquella mañana sintiéndose distinta, una cálida sensación se extendía por todo su cuerpo. Los recuerdos de la noche anterior se hicieron presentes en su mente y no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa mientras un leve estremecimiento recorría su cuerpo. Severus dormido a su lado, no fue inmune a las reacciones de Marina, y su largo entrenamiento como mortifago le avisó que su dulce amante había despertado. Sus ojos hasta entonces cerrados disfrutando de la magnífica sensación de despertar con Marina a su lado se abrieron, observando la cantidad de sensaciones que recorrían el rostro de Marina al despertar. De repente los cálidos ojos de Marina se fijaron en los suyos. Marina esbozó una ligera sonrisa.

- Buenos días dormilona- le saludó Severus depositando un suave beso en su boca.

- Buenos días Severus- le respondió Marina estremeciéndose ligeramente ante el roce del cuerpo de Severus con el suyo propio.

- Creo jovencita que deberíamos levantarnos, aunque sea domingo seguramente tenemos cosas que hacer- le reprochó Severus mientras arrastraba su desnudo cuerpo fuera de la cama- además conociéndote como te conozco creo que odiarás saltarte el desayuno¿o me equivoco?

- No creo que no profesor Snape- le respondió Marina estirándose en la cama y ofreciéndole a Severus una magnífica visión de su cuerpo.

- Me alegra seguir siendo tan suspicaz­- sonrió Severus mientras se giraba intentando apartar de su mente el apetecible cuerpo de Marina desnudo sobre la cama-Si no te importa tomaré una ducha antes de salir.

Marina simplemente meneó la cabeza en señal de asentimiento, estaba demasiado ocupada intentando encontrar su ropa interior que la noche anterior había quedado esparcida por todo el dormitorio. Marina recolocó la ropa, y se sentó en la cama esperando que Severus acabara de tomar su ducha. El ruido del agua la sacó de su ensimismamiento y le trajo imágenes de Severus desnudo, bajo el agua de la ducha, siendo acariciada por esta, mientras el jabón se deslizaba por cada trozo de piel. Marina se levantó como por inercia, y se dijo a sí misma que si Severus había disfrutado de ella la noche anterior y la había llevado a la gloria ahora era ella la que debía resarcirlo de ello. Desnuda tal y como estaba al despertar se dirigió al cuarto de baño, abrió suavemente la ducha, aún siendo consciente que Severus la había sentido mucho antes de que abriera siquiera la puerta del baño, por algo era uno de los mejores mortifagos.

Observó la torcida sonrisa de Severus apoyado sobre la pared de la ducha.

- Me preguntaba cuanto tardarías en venir a hacerme compañía- le susurró Severus mientras acercaba sus labios peligrosamente a su cuello.

- Esta mañana me toca a mi- dijo Marina mientras se arrodillaba en el suelo mirando embelesada el pene semi-erecto de Severus.

Severus sonrió ante la osadía de esa mujer, pero pronto sus pensamientos fueron por otros derroteros al sentir como su miembro era aprisionado por la boca de Marina que succionaba una y otra vez obteniendo del estoico profesor de Defensa pequeños gemidos. Severus estaba intentado controlarse, si no todo acabaría demasiado pronto, esa mujer sabía excitarlo hasta límites inimaginables. Notó de repente las manos de Marina que se deslizaban hacía sus testículos, masajeándolos, excitándolos mientras su boca seguía entretenida en obtener una recompensa del arduo trabajo sobre su pene. Severus supo que no aguantaría mucho más, la agarró fuertemente de las muñecas y tiró fuertemente de ella hacia arriba. La giró y colocándola contra la pared la penetró sin más detenimiento, necesitaba penetrarla, volvía a necesitar sentirse dentro de esa mujer, sentir la calidez con que su cuerpo lo envolvía. Marina respondió con un suave jadeo a la intrusión y pronto se acopló al movimiento del propio Severus, llevando a este a una vorágine de sensaciones maravillosas.

Severus continuó entonces su exploración por el cuerpo de Marina, ella estaba apoyada contra la pared, permitiéndole el acceso a cada parte de su cuerpo que quisiera. Severus comenzó a masajear sus pechos, pero lo pensó mejor y siguió descendiendo, su mano se entretuvo entonces en el clítoris de Marina. Esta nueva intrusión de su intimidad provocó una intensa oleada de placer en Marina, su cuerpo se curvó hacia atrás, permitiendo así a Severus que su boca comenzara a juguetear con su cuello. Marina se movía ahora más impetuosamente, necesitaba más, ambos necesitaban más. De repente Marina no pudo más, su cuerpo se convulsionó en una oleada de sensaciones que arrancaron de su boca el nombre de Severus. Este notó la tensión en el cuerpo de Marina, notó como la estrecha cavidad que lo albergaba se estrechaba si cabe más y con una última penetración alcanzó su propio orgasmo, cansado, exhausto pero feliz. Sólo esa mujer era capaz de elevarlo a esas cumbres de placer, solo ella.

- Creo que ahora sí debemos ducharnos- le insinuó Severus tomando el bote de gel de una de las estanterías.

- Claro profesor, usted siempre tiene razón- le contestó Marina robándole un tierno beso.

La ducha se alargó de nuevo más de lo necesario, los besos robados, y alguna que otra caricia acabaron por llevarlos desnudos a la habitación. Ambos se vistieron en silencio, y abandonaron juntos el dormitorio, se despidieron en las escaleras principales, sin muchos alardes, como si fueran dos profesores intercambiando un saludo formal.

Marina se dirigió de vuelta a su despacho, y Severus pasó por la cocina donde encargó dos desayunos uno ligero para él, y otro para Marina. Por lo que Severus suponía el desayuno en el gran comedor estaría a punto de finalizar.

Mientras tanto Albus sonreía por lo bajo en el gran comedor, la ausencia de Severus en el desayuno, lo preocupó en un principio y se preguntó si el Lord no habría vuelto a llamar a sus súbditos. La falta de su propia nieta le propició varios deseos que esperaba ver cumplidos. Si todo iba como esperaba estos dos habían pasado la noche juntos. La falta de ambos profesores no pasó tampoco desapercibida para ciertos jovencitos de ambas casas, que sonreían abiertamente ante las posibles consecuencias de esto.

Albus acabó su desayuno y tras despedir a Minerva con unas rápidas palabras se dirigió a la cocina.

- Buenos días Sr. Director- le saludó Dobby- Dobby ¿puede hacer algo por usted?

- Gracias Dobby, quería que prepararas un desayuno y se lo subieras a mi nieta que seguramente está trabajando en su despacho- le pidió amablemente el director acompañando sus palabras con una dulce sonrisa.

- El desayuno de su nieta le fui subido hace 10 minutos, el mismo profesor Snape se encargó de que así fuera Señor- le contestó Dobby alegremente.

Albus sonrió entonces abiertamente, y se apuntó mentalmente una charla con su nieta, total Severus no le iba a decir nada.

- Señor¿Dobby puede hacer algo más por usted?- le preguntó el elfo doméstico preocupado por la expresión risueña que mostraba el rostro del director.

- No Dobby, gracias, ya has hecho demasiado por mí.

Albus salió de la cocina sonriendo, por mucho que se torcieran hoy las cosas siempre habría algo bueno que obtener de todo ello.

Marina pasó el día trabajando en su despacho, tenía que acabar de corregir los famosos trabajos, ya llevaba posponiéndolo demasiado. No bajó a comer, aunque Dobby de manera análoga a lo que había hecho al desayuno le subió una rápida comida que devoró mientras leída con avidez el trabajo de Hermione Granger. A veces se preguntaba porque seguía leyendo los trabajos de esa chica, si con ponerle una A estaba todo arreglado.

La tarde empezaba a caer sobre Hogwarts y febrero no era un mes que se prodigara en muchas horas de luz, por lo que Marina se levantó para encender un pequeño fuego y unas pequeñas lámparas. Se perdió en el color de este, en ese rojo y amarillo entremezclados, era tan excitante y atrayente el fuego. Marina desvió entonces la mirada hacia el mapa de Inglaterra que descansaba en la mesa contigua a la chimenea, había olvidado por un momento que su lucha continuaba, que aún tenían que luchar contra Lord Voldemort. Perdió su mirada en todos y cada una de las montañas de Inglaterra, en todas y cada una de sus llanuras, preguntándose que era lo que buscaban, que estaba allí delante pero no eran capaces de ver. Un ruido en la puerta la sacó de su ensimismamiento.

- Adelante- indicó mientras se colocaba tras su mesa.

- Buenas tardes profesora- le saludó Draco Malfoy asomando su rubia cabellera por la puerta.

- Buenas tardes Sr. Malfoy ¿Qué le trae por aquí?- le preguntó Marina sorprendida de verlo por alli.

- Venía a saber como se encontraba- le respondió Draco poniendo cara de niño bueno.

- Sr. Malfoy a mi su cara de niño bueno no me cuela y sus buenas intenciones tampoco.- le sonrió Marina.

- ¿Está con Severus?- le preguntó ahora directamente mientras perdía su mirada por el despacho de la profesora.

- ¿Porqué no se lo pregunta a su padrino Sr. Malfoy?

- Porque él nunca me lo diría, es más seguramente se cabrearía simplemente por la osadía de haberlo preguntado.- le respondió sinceramente Draco.

- Pues me parece que yo tampoco le voy a responder, eso es algo personal. – le dijo Marina- pero si quiere contarme algo más. ¿Qué tal le va con sus compañeros'

- Ahora mejor, me dejo caer de vez en cuando por la sala común para que no crean que me he cambiado de bando, pero les he hecho creer que el director aún cree que puede cambiarme y por eso me ha dado una habitación aparte- le empezó a contar Draco mientras se sentaba en una silla enfrente de ella-creen que el loco del director es demasiado crédulo, pero por lo menos he dejado de recibir.

- ¿Y el resto?- le dijo Marina- ¿qué tal con la Srta. Weasly?

Draco levantó la vista fijamente y la clavó en Marina, iba a contestar cuando un ligero petar en la puerta los sobresaltó a ambos. Draco se levantó y se desplazó entonces hacia la chimenea.

- Adelante- indicó Marina mientras observaba a Draco.

- Buenas tardes¿podemos pasar?- le preguntó la Srta. Granger.

- Claro que sí- respondió Marina mientras esbozaba la mejor de sus sonrisas.

Los tres jóvenes leones entraron en el despacho, inevitablemente la mirada se dirigió al Sr. Malfoy que se encontraba en una esquina intentando, nadie sabe como, pasar desapercibido. Hermione se tensó al instante, pero supo recomponer pronto la compostura, Harry ni se inmutó simplemente mostró una ligera sorpresa y Ron se enfadó al instante.

- Vaya, vaya así que hoy es la tarde oficial de las visitas- comenzó Marina intentando romper el hielo.

- Pero si estás ocupada no pasa nada- comentó Ron dirigiéndose ya hacia la puerta.

- No quedaros, podemos merendar aquí los cinco y pasar una agradable tarde de domingo, ya que la tarde no parece muy apetecible para pasar fuera- le corrigió Marina indicándoles con la mano que tomaran asiento.

Los cuatro tomaron asiento cerca de Marina, que llamó a Dobby el cual estaba encantado de poder hacer algo para el Sr. Potter.

- ¿Y que os trae por aquí chicos?-preguntó Marina.

Los tres se miraron como decidiendo quien debía hablar.

- No te vimos en el desayuno ni en la comida y se nos ocurrió pasarnos por si necesitabas algo.- dijo Hermione.

- Vaya, no sabía yo que mis ausencias eran tan notables.

Dobby no tardó en llegar con la merienda, y los cinco se centraron en intentar comer algo de manera que la tensión en el ambiente no se hiciera tan palpable. Marina sacó varios temas de conversación, Hermione y Harry respondieron a sus expectativas, intentando mantener una conversación fluida, Draco con grandes esfuerzos, se acopló a pasar la tarde con cuatro leones. Ron taciturno y callado no tenia intención de entrometerse en una conversación donde para él uno de sus invitados sobraban. Sus únicas aportaciones, a parte de su voraz apetito, eran los bufidos y miradas asesinas de las cuales Draco era el elegido.

Draco se sentía mal, notaba el rechazo abierto de Ron y de manera más sutil el de Hermione que aún veía en él a un potencial enemigo. Solo la sonrisa franca de Harry le había ayudado a sobrevivir a aquella tarde de pesadilla. Se levantó deseando estirar un poco las piernas y sobre todo alejarse del genuino círculo que formaban los tres leones. Sus piernas le llevaron junto a la acogedora chimenea que caldeaba el ambiente y su mirada se posó en el mapa que Marina tenía extendido sobre la mesa.

- Si está buscando un sitio para pasar sus vacaciones profesora- comentó de manera casual- le recomiendo el norte, tiene un clima apetecible para todos aquellos que no aman especialmente el calor y sobre todo, existe sobre él un halo de misterio. Quizás usted pueda descifrar el enigma de la casa encantada.

Los cuatro leones allí reunidos levantaron la vista ante las palabras de Draco, había algo en aquella historia que les sonaba que les parecía tan familiar. Marina se levantó de su asiento, siendo seguida de inmediato por los tres jóvenes gryffindors, sorprendiendo a Malfoy por la importancia que daban a sus palabras.

- Perdona Draco, pero no te entiendo- le dijo Marina una vez hubo llegado a su altura, sin darse de cuenta que lo había tuteado.

- Decía profesora que si está buscando un lugar de vacaciones igual el norte de Inglaterra sería ideal para usted, es una zona muy misteriosa e íntima no suele haber ni muchos habitantes ni muchos turistas- continuó Draco con su explicación.

- Y lo sabes ¿ por?- le preguntó Hermione.

Draco miró a los cuatro Gryffindors allí reunidos, no tenía ganas de contar su historia, en este mismo momento fue consciente de que había hablado de más, pero quizás sincerarse con ellos era la única forma de llegar a ellos.

- Tras la caída del Señor Tenebroso- comenzó Draco­-mis padres y muchos de sus amigos hicieron el paripé de volver al lado de la luz, fingieron estar sometidos a la maldición Imperius, y pidieron perdón delante del Ministerio. Nunca tan lejos de la realidad, nunca fueron obligados por el Lord a tomar ninguna decisión y sobre todo nunca pensaron en abandonar una lucha que para ellos era la única forma de vida que conocían.

Todos lo escuchaban ahora atentamente. Draco recorrió uno a uno los rostros de cada uno de ellos, observando con detenimiento, con recelo, pero en ellos no había repulsión ni miedo solo expectación y en algunos incluso esa compasión que él tanto odiaba.

- Pensaron en continuar con sus prácticas no del todo legales, y como familias pudientes que eran compraron mansiones en un pueblo muy al norte llamando, Rovanov, un pueblo raro pero apartado.- ahora si que todos lo atendían con mucha atención, y Draco fue consciente de que cada palabra de él era esperada ansiosamente.- Pasaba allí los veranos, con los hijos de los amigos de mis padres y con nuestras niñeras. Ni que decir tiene que a nuestros padres no los veían estaban demasiado ocupados en sus oscuras fiestas como para atendernos.

- ¿Vivía alguien más en el pueblo-le preguntó Marina.

- No, no en aquel, pero si en los de alrededor, aunque se aseguraban de no acercarse a Rovanov de ninguna manera, decían que era un pueblo encantado. Cosa que hizo reír a mis padres y sus amigos, pensar que los magos pudieran tener miedo de la magia­- el mismo Draco se sonrió ante su último comentario.

- No te creas Draco, hay formas de magia que asustarían hasta al mago más poderoso del mundo- le dijo Marina.

- En aquel pueblo solo estábamos nosotros y la Gran Mansión. Era una casa enorme, encuadrada en el medio de la nada, si eso era lo que la rodeaba, nada un terreno inhóspito y yermo. No había árboles, ni arbustos, nada. Pero allí en el medio se alzaba majestuosa aquella gran casa. – Draco tenía en estos momentos los ojos cerrados como recordando, como si cada palabra reflejara un recuerdo que atesoraba en su mente.

- ¿No vivía nadie en ella?- preguntó Ron.

Draco se sorprendió de la intrusión de Ron en la conversación, era lo único que había dicho aquella tarde.

- No, no vivía nadie en ella, aunque a veces teníamos la ligera impresión de que había algo raro allí dentro.- continuó Draco- Lo curioso es que cuando crecimos se convirtió en nuestro reto personal, pero había siempre algo que nos alejaba de ella, era como una fuerza superior. Nos poseía un miedo que no lográbamos comprender cuando intentábamos acercarnos, y los pocos que lograban vencerlo, no conseguían entrar en la mansión.

- ¿Se lo contasteis a alguien?. – ahora fue Marina la que interrumpió el relato de Draco.

- Si, pero los adultos estaban demasiado ocupado en sus fiestas que no tenían tiempo para nosotros y las niñeras tenían un miedo atroz. – los ojos de Draco se centraron ahora en un punto fijo, como si estuviera intentando recordar algo

- Draco no recuerdas nada más de esa casa- le incitó Marina.

- Recuerdo, fue cuando tenía 6 años, aproximadamente. El ministerio había bajado la guardia, no creían que el Lord siguiera vivo y pensaban que Dumbeldoore era un viejo chiflado. Mis padres y sus amigos pensaron que ya podían continuar sus continuas fiestas en Londres al margen del Ministerio e hicieron una gran fiesta de despedida. – hasta la voz de Draco sonaba lejana como si volviera a estar allí, como si hubiese retrocedido en el tiempo- El último día que estuvimos allí, decidimos armarnos de valor e intentar entrar, solo 2 compañeros míos y yo llegamos a la verja, venciendo un miedo atroz. Pero solo llegamos hasta allí, había algo que nos impedía entrar dentro.

- No recuerdas nada de la verja, si tenía un dibujo o algo.- le preguntó Hermione.

- ¿Se puede saber porqué os interesa tanto esa casa?- le preguntó ahora Draco.

- Eso a su debido tiempo, recuerdas algo más. –le dijo Marina.

Draco resignó, tendría que esperar para enterarse de la verdad.

- Cuando nos volvíamos oí sonar un reloj, me giré hacia la casa puesto que si estaba deshabitada era raro que un reloj siguiera funcionando en su interior. En la verja había dos serpientes, dos serpientes entrelazadas mirándome directamente a los ojos como retándome a entrar, y debajo había algo escrito, algo que no recuerdo. Sé que me giré y salí de allí tan rápido como pude.

- Draco podrías escribirme el nombre del pueblo en un pergamino y marcarme su ubicación más o menos en el mapa.

Draco la miró como si estuviera loca, pero verlos allí tan concentrados en sus palabras le indicó que aquello no era un juego. Escribió el nombre en un pergamino y señaló en el mapa una ubicación que él consideraba más o menos la acertada.

Marina echó polvos en la chimenea y tras solicitar hablar con su abuelo, convocó una reunión urgente para esa misma noche.

- Bien chicos creo que se ha hecho tarde, deberíais bajar a cenar mañana es lunes y tenéis clases- les indicó Marina mientras los acompañaba hasta la puerta.

- Eh! Tenéis que contarme que es eso tan importante que os he dicho sin saberlo.- les increpó Draco cruzándose de brazos en el medio del despacho.

- Vamos Malfoy esta vez nos toca a nosotros-. Le dijo Hermione.

Los cuatro salieron del despacho tras despedirse de Marina, necesitaban encontrar un sitio tranquilo para poder contarle a Draco lo que sabían, y sobre todo para no ser vistos juntos.

Marina los vio alejarse, Draco necesitaba amigos, y había algo en ese chico que le decía que no era como su padre. Recogió sus cosas y se dirigió a su habitación, se daría una ducha rápida y se dirigiría a la reunión esta prometía ser una noche muy larga.


Gracias de nuevo por vuestros reviews, no sabeis como me ha alegrado que os haya gustado el capítulo anterior... ahora ya no queda mucho en un dos o tres capítulos el desenlace.

Saludos