Amor, loco amor.
Parte II:
Campamento.
Kagome cerró el bolso con dificultad. Sus ojos azules se posaron en su habitación, como chequeando de que nada se le olvidara. Quería llevar a Kirara, pero eso sería demasiado... tendría que sacar su diario íntimo y eso sí que no; al menos estaba segura que Sota y su abuelo no se enteraran de nada... extraño, por decirlo de alguna manera.
Sentándose bruscamente en la cama, miró por la ventana. El día era hermoso, el sol golpeaba con gracia la ciudad y el cielo era tan azul… como debería serlo. Parecía un día de primavera, más que de otoño. Sus codos se apoyaron en su rodillas, y sus manos sostuvieron su rostro, y suspiró.
Los finos dedos acariciaron sus labios, recordando el dulce sabor de ser besada por la persona que, en ese momento, más quería. Recordó perfectamente sus brazos alrededor suyo, apretándola hacia él, besándola con casi desesperación… pero fue tan dulce, tan tierno, tan… de InuYasha.
Pensó en el campamento, totalmente extrañada porque él los acompañaran. Bueno, sabía que algunas veces los profesores de materias extras curriculares los acompañaban a las excursiones largas, pero… ¿InuYasha, por qué él en especial?
¿Por qué… temía tanto de verlo? En realidad, no tenía miedo, tal vez lo que tenía era vergüenza. Sí, eso era. ¿Cómo podría ver sus ojos violetas y no desear que la besara otra vez¿Cómo resistir a la tentación de no decirle nada de sus sentimientos?
Suspiró. Mañana sería un día largo, demasiado y la única persona en la faz de la Tierra que sabía lo ocurrido era Sango, su mejor amiga. Sí Ayumi, Eri o Yuka se enteraran, seguramente formarían un escándalo y pronto toda la escuela lo sabría, hasta que llegara al oído de los profesores y luego se lo dirían a su madre y ella, tal vez, haría un juicio que…
Negó con la cabeza, tratando de no pensar en las consecuencias. No debía dejarse llevar por las noticias de la televisión, si ella no abría la bocota como aquella chiquilla que terminó todo en desastre, tal vez hasta ella e InuYasha podrían formar una relación..
"No te dejes guiar por un beso, Kagome", pensó para sí misma, seriamente. ¡Por supuesto! No podía darse las ilusiones de formar algo con su profesor. ¡Él tenía veintiún años, pronto cumpliría los veintidós! Pero ella cumpliría los dieciocho, los dulces dieciocho… Pero para eso faltaba, más o menos, cuatro semanas; todo un mes.
La puerta se entreabrió, dejando que una pequeña gatita color crema pasara a la habitación y se subiera a las piernas de Kagome. Estaba sorprendida¿cómo hizo para entrar? Sonrió cariñosamente y le acarició detrás de las orejas, Kirara ronroneó.
–Al menos tú no tienes todos los problemas que yo, Kirara –le dijo a la gatita, acariciándola, ésta parpadeó y la miró, como diciéndole: "Oh, no se compara con los míos" -. Sólo tienes que dormir, dormir y dormir... bueno, comer y dormir. Gatita perezosa eres –y volvió a sonreír.
No esperaba a que fuera mañana para volver a verlo, al menos, esta sería la primera vez que lo vería en ropa informal. La imaginación de Kagome empezó a volar.
Debía admitirlo, le abrió su corazón como a ningún chico se lo había dado. Él, sin quererlo, había cautivado su corazón y ahora... la estaba matando de amor. Aún podía recordar sus ojos violetas, oscuros, brillantes, deseos de devorarla a besos.
Soltó un suspiro enamorado, acostándose en la cama y ocultando su rostro en la almohada. Hizo un extraño ruido, entreabrió los labios y, por unos instantes, le apareció verlo entrar por la ventana... acercarse a ella y...
–.–
InuYasha estornudó cuando Buyo se enredó entre sus piernas. El chico se agachó y alzó al gato rechoncho, acariciándole el lomo.
–¿No seré alérgico a los gatos, verdad? –le preguntó InuYasha a su mascota, él le devolvió la mirada con sus ojos verdes brillantes -. ¡Bah! Alguien debe estar hablando de mí.
Al menos tenía la esperanza que fuera… No, no, no. Volvió a sentarse en el sofá, dónde un bolso negro rebosante de ropa descansaba. Quería llevarse al gato, a ver sí por lo menos era más efectivo que el repelente y matara a los mosquitos. "¡Idiota! No hay mosquitos en otoño", reprimió su cerebro.
Tomó el control remoto y empezó a pasar de canal en canal, pero sin mirarla realmente. A esta hora, había demasiados noticieros y mucho no le agradaban, en especial la noticia que cada uno de ellos pasaban. Otra vez, la misma. Una chica fue abusada por su maestro.
Tragó saliva dolorosamente. Pero… ¿De qué diablos se preocupaba¡Kagome le respondió, él no abusó de ella pues porque la muchacha le respondió! Y, volviendo al tema¡¿Qué diablos le pasó¡¿Por qué rayos le besó¡Era Kagome, su alumna, la misma que veía todas las mañanas salir disparada hacia el colegio! Una pequeña Kagome, una niña, una alumna...
Sintió culpa. ¿Y sí ella se sintió en la obligación de responder a sus besos? Seguramente Sesshômaru se lo veía venir, tal vez por eso… ¿Y él que hacía pensando en su medio hermano¡Keh! Se estaba volviendo estúpido.
Lo qué estaba pensando era algo estúpido. Y lo que le pasó en la cabeza al besar a Kagome fue algo demasiado, muy, estúpido de su parte.
Aún así… sabía que, muy, muy, muy, muy en el fondo no estaba arrepentido de besarla. Bueno, podría decirse que sólo quería besarla, pues porque... ¡Quería besarla¿Entienden? No es que realmente estaba enamorado de ella, la besó porque… ¡Porqué la besó y listo!
Una parte de él se rió, sin siquiera creerle.
Aquél beso desató algo dentro de él, algo que quería más y más y más. Y algo en los ojos de Kagome le hizo entender, que ella también quería algo más y más y más. Pero no estaba seguro de haber hecho lo correcto¡encima en las escaleras de su casa¿Y si la madre salía para ver sí llegaba, o algún familiar y justo los veía a los besos?
Pero ese no era el problema en sí. El único problema que veía era… ¿Cómo rayos vería a Kagome ahora! Gracias a su estupidez, no se veía con las agallas de ni siquiera observarle algún mechón de su cabello. Sabía que, sí le dirigía una mirada a ella, no se resistiría y no podía ver las cosas que haría, o se imaginaría… Suficiente tiene con los sueños de volver a besarla.
¡Geez!
¿Y qué pensará ella¿Lo odiaba, no lo quería volver a verlo, o se asustaría de que hiciera lo mismo? No sabía por qué, pero cada una de sus preguntas le hacía un nudo en la garganta y un amargo sabor en la boca, más cuando sus ojos violetas se posaban en la televisión y veía aquella noticia que conmocionaba al país.
Alumna abusada por su profesor. La niña declaró que ella realmente… lo quería y que había estado con él porque quería. Su madre sigue afirmando que el hombre la obligaba y sólo dice eso por temor a que le suceda algo. El profesor sigue diciendo… que aún la amaba.
Apagó el aparato, sintiéndose repentinamente mal. Se imaginó al día siguiente cuando sus ojos se encontraran.. ¿Por qué malditamente aceptó el estúpido y endemoniado viaje! Buyo se dio la vuelta, mostrando su barriga para que le hiciera mimos, tal vez notando su preocupación.
–Creo que lo hice por querer verla otra vez, Buyo –soltó InuYasha, respondiendo a lo que el gato le pedía, viendo como cerraba los ojos y ronroneaba -. Lo sé, soy un tonto¿no?
Los ojos verdes del gato parecían decir todo lo contrario: "No, eres un tipo enamorado". InuYasha frunció el ceño, entendiendo la mirada que el gato le daba, y pensando… que tal vez no estaba del todo mintiendo.
Agarró las patas delanteras de su gato, éste se sostuvo por las traseras y comenzó hacerlo 'bailar'. Buyo soltaba maullidos en protesta, pero InuYasha ya estaba familiarizado con eso. Miró hacia el cielo y la recordó.
Tal vez sí se había enamorado de Kagome.
–.–
Los estudiantes estaban alrededor de una vitrina, leyendo las reglas del campamento. Regla número uno: nunca andar solos, ya que ese bosque era muy extenso y peligroso. Número dos: Llevar las ropas etiquetadas con sus nombres. Número tres¡Diviértanse!
Eri, Yuka y Ayumi miraban preocupadas entres la multitud, fijándose en el reloj de la escuela. Kagome aún no llegaba, y si no llegaba entonces… Las miradas asesinas de Eri y Yuka se fijaron justamente en su 'querido' profesor de arquería. Éste hablaba amenamente con la profesora Midoriko, y la directora del instituto, Kaede. Las dos fruncieron el ceño, molestas.
–¡Oi, Kagome-chan, aquí! –gritó Ayumi, levantando la mano y balanceándola, tratando de llamar la atención de la ojiazul, que se encontraba un poco pensativa.
La muchacha de cabellos negros alzó la vista y dio con la reluciente y risueña cara de su amiga. Sonrió forzadamente, aparentando que no había sucedido nada, pero se moría de ganas por contárselos; Yuka y Eri harían un escándalo y medio mundo se enteraría. Ojalá estuviera Sango con ella, pero tuvo que irse a una competencia por Osaka de gimnasia artística, le deseaba mucha suerte.
–¡Buen día, chicas! –saludó alegremente Kagome, poniendo en el suelo la gran mochila amarillas, que parecía pesar varios kilos, y una bolsa de dormir color bordó. Su madre siempre pensando en ella, se había olvidado del detalle de la bolsa.
–¡Buenos días, Kagome-chan! –respondieron las tres al unísono.
–Qué bueno que has venido a tiempo, Kagome –suspiró Ayumi, un poco preocupada.
–Sí, hemos oído que el joven Hoyo te estaba buscando –comentó Yuka con una sonrisa y mirada pícara.
–¿Qué querrá el joven Hoyo de ti, Kagome-chan? –sentenció Eri, sonriendo malignamente de lado, viendo por sobre el hombro de la muchacha.
Kagome no podía descifrar con claridad lo que las miradas de sus amigas quería decir. La de Ayumi mostraba desacuerdo; La de Yuka era bastante pícara y la de Eri… maligna. Siguió la mirada burlona de su amiga, y dio justo en el blanco: Hoyo de iba acercándose a ella. Y lo que es peor, InuYasha lo estaba mirando de reojo, frunciendo el ceño.
¿Por qué estaba tan molesto, se preguntó Kagome¿serán celos?
Sacudió la cabeza¡qué tontería¡InuYasha celoso, Dios mío! Ella sabía que jamás podría pasar. 'Pero te besó', replicó una vocesita de su cabeza. Kagome frunció el ceño, totalmente desacuerdo con ello. Por más que la besara, por más molesto que estuviera, él era alguien mayor y no podría fijarse en alguien como ella… Una chiquilla.
–¡Hola, Higurashi! Te dejaron venir¿eh? –dijo Hoyo, una vez que se acercó a la muchacha ojiazul. Kagome miró los ojos grises de su amigo, podría ser un chico atractivo… pero aquél aire infantil y de chico bueno, no le daba una chispa que pudiera hacerle gustar.
–Sí, Hoyo-kun –suspiró Kagome, escuchando la campana del colegio, avisando que ya tendrían que abordar los buses que los llevarían al campamento -. Bueno, no vemos¿sí?
–Claro, Higurashi –hubo un poco de desilusión en su voz, pero que la chica no lo notó. ¿Cómo iba a notarlo? La mirada de reproche y molestia que InuYasha le dirigió a Hoyo fue suficiente para distraerla, en especial cuando sus ojos se mezclaron.
Tembló ligeramente cuando InuYasha le dio un vistazo rápido a la ropa que llevaba puesta, un temblor extraño, como si una llama se prendiera dentro de sí. Se sintió expuesta ante aquella mirada violeta, completamente desnuda, y aquello le cortó la respiración. Se remojó los labios, parpadeando y enviándole la misma mirada intensa. Cuando despertaron, desviaron la vista rápidamente, sonrojados.
Kagome no podía creerlo, lo había deseado. Pero no era igual a que la besara o abrazara como siempre le pasaba, no fue aquella inocencia que InuYasha despertaba; era deseo. El mismo deseo con que una mujer deseaba un hombre, con la misma fuerza.
Nunca le había sucedido aquello, pero fue… excitante. No había otra palabra para decirlo; fue excitante. Tan nuevo, tan extraño. Cuando, tímidamente, volvió a fijarse de reojo vio que InuYasha también la miraba, espiándola sobre el hombro de una alumna. Sin poder evitarlo, le sonrió levemente… su regalo fue una sonrisa y una mirada extraña; podría decirse tierna.
El corazón le latía muy rápido.
Sin decir más, y viendo que Hoyo seguía parado frente a ella como un tonto. Agarró a sus amigas, despidiéndose con una sonrisa forzada del muchacho, y las llevó a rastra, seguido de las quejas de sus mejores amigas.
–¡Bien! Como somos demasiados, los dividimos en dos grupos: el rojo y el azul –exclamó Midoriko, poniéndose entre el medio de los grupos -. ¡Ya hemos formados los grupos, y a quién le toca, le toca; no quiero quejas! –con esto último, le lanzó una mirada inquisidora a cualquier chica que sus ojos negros encontraron.
Kagome y Ayumi quedaron en el equipo azul, y Yuka y Eri se quedaron en el equipo rojo. Los equipos tenían líderes, en el equipo rojo era, como no, Midoriko. Y en el equipo azul, para desgracia y alivio de Kagome, el líder era InuYasha.
Cuando él estaba controlando que los chicos subieran, sin querer la mano del muchacho rozó la piel cálida de Kagome. Ésta se detuvo, mirándolo con un brillo extraño, a igual que él. Al llamado de Ayumi, Kagome siguió, pero le sonrió cómplice a InuYasha. Él sintió como el corazón le hacia un vuelco, era imposible no desearla...
El vieje fue tan largo, tan aburrido, tan… silencioso, que casi todos quedaron dormidos al instante. La primera en caer fue Ayumi, Kagome se encontraba leyendo una revista. Al fijarse para ver quien estaba dormido, pudo ver que eran todos, sin ninguna objeción; todos.
–Al parecer no pueden resistir los viajes largos¿no? –preguntó una voz detrás de su espalda. Kagome se sobresaltó, sonrojándose para mirar al serio InuYasha, cruzado de brazos y ceño fruncido, apoyándose en un asiento vacío.
–Profesor… –gimoteó Kagome débilmente, sonrojándose más y sintiendo como la piel se erizaba. ¡Oh, dios! Lo miraba y le hacía recordar la misma mirada que le dirigió. La misma que ella le regaló. Aquél deseo inexplicable encendiéndose en su interior, como una llama que pronto se transformaría en una hoguera. ¡Geez! Tiritó ligeramente.
–Ya te dije que no me llamaras así –gruñó InuYasha, sentándose en el asiento vacío y mirándola, tan intenso, con sus ojos violetas teñidos de un color extraño… muy extraño. Kagome se mordió el labio, al ver como se había enrollado las mangas de su camisa, dejando ver sus brazos algo musculosos, pero no demasiado.
Tragó saliva. ¿Eso significaba que deseaba a InuYasha¿Eso quería decir qué…? Se imaginó por un instante, aquellos ojos, sus manos desvistiéndola y acariciando las curvas de su cuerpo. Se sonrojó furiosamente, haciendo que la revista cayera de sus manos.
¡Torpe!
–L-Lo siento, pero es que… Tú eres mi profesor, y nos estás cuidando y... –balbuceó Kagome, tanteando la revista, sintiéndose tonta.
InuYasha se rió con levedad. Se detuvo en seco, jamás una mujer lo había hecho reír de esa forma, jamás se sintió tan cómodo hablando con una.. Miro a Kagome, dando justo en sus lagunas azules, cristalinas y brillantes. Era un peligro besarla ahora, debía aguantarse.
¡Pero sentía que si no la besaba ahora, estallaría! Se fijó en el conductor, éste miraba simplemente la carretera. Sí, era Miroku, como si tratara de darle ánimos, hizo un gesto con la cabeza. InuYasha frunció el ceño, apretando la mandíbula. "Imbécil…"
–Tranquila, no te mataran –replicó InuYasha, volviéndose a ella y sonriéndole, quería aparentar tranquilidad -. Eres una cobarde¿lo sabías, Kagome?
Como si al pronunciar su nombre le hubiera tocado un lugar sensible, Kagome soltó nuevamente la revista al cielo. Soltó un suspiro resignado, y volvió a recogerla. Necesitaba tranquilizarse, o si no haría sospechar a InuYasha. "¡Todo está bien, Kagome!"
Pero su profesor tenía razón, era una cobarde… cuando sus ojos se encontraban con los de ella.
–.–
Cuando llegaron al campamento, todos se quedaron boquiabierta al ver lo oscuro que parecía ser el bosque. Todo llenos de árboles, plantas, unas ultimas mariposas revoleteando por ahí. Algunas muchachas tuvieron escalofríos, los chicos se frotaron las manos.
–¡Bien, si siguen aquí derecho, encontraran una soga con las cintas rojas y otra soga con las cintas azules, síganlas hasta llegar a las carpas! –gritó Midoriko, señalando dos direcciones completamente opuestas -. ¡Los del equipo rojo, síganme¡Los del equipo azul, vallan con el profesor Igarashi!
Todos murmuraron excitados.
Kagome estaba hablando con Ayumi, cuando se encontraron a un circulo de árboles. Era grande, y se podía ver el cielo casi oscuro, puesto que era el atardecer. Una fogata ya se encontraba prendida y había cuatro carpas, dos de ellas tenía carteles que decían: "Chicas" y las otras dos, decían: "Chicos". Cuando InuYasha mandó a que todos entraran en las carpas, y que se cambiaran para preparar los juegos nocturnos, llamó a Kagome.
–¿Qué…? –empezó a decir la ojiazul, de repente el muchacho la agarró por el antebrazo y la llevó hacia los árboles, escondiéndose de la vista de los demás.
–¡Keh! Soy un idiota, y tú eres… eres una tonta –rugió InuYasha, molesto, caminando de aquí para allá, pasando una mano por su cabello, exasperado.
Kagome frunció el ceño.
–¡Oye¿Qué te sucede, eh? –replicó Kagome, enojada¡no entendía nada del por qué la llamó y viene ahora a decirle tonta!
–¿Qué me sucede¡Todo me sucede, y es por tú culpa, Higurashi! –exclamó InuYasha, a punto de golpearse la cabeza contra un árbol. Cuando ella abrió la boca para protestar, la agarró por los hombros y la estampó contra un árbol.
Por unos momentos sólo se miraron, frunciendo el ceño y finalmente, cerrando sus ojos, se dejaron llevar. Se besaron con desesperación, fundiéndose en un abrazo. Tenían que estar juntos, y un día fue demasiado para ambos, aunque InuYasha no quería reconocerlo. Fue duro, tenía tantas dudas aún, pero aún así… no podía olvidar aquel sabor dulce que tenían sus labios, la misma sensación de desesperación al besarla.
Pero ahora había algo nuevo, y era lo que más temía: deseo. Lentamente, el beso dejó de ser desesperado, para volverse uno salvaje, pasional. Se deseaban, como si repentinamente le hubiera nacido el capricho de estar más juntos, más unidos. Un deseo primitivo, uno que jamás imaginó tener. Y tampoco esperaba que ella lo tuviera.
Al separarse supieron que el campamento sería… extraño. Tres días y dos noches para estar ocultos entre las sombras, como ahora, y tener esos momentos furtivos.
Sería una aventura un tanto peligrosa…
"Excitante", pensaron InuYasha y Kagome, regresando al campamento, tratando de huir de sus miradas.
Excitante.
Continuará…
¡Ah! Una cosa, chicas. Quiero avisarle que el próximo capítulo habrá lemon. Síp, damas y chicas (no creo que haya chicos :P), tenía pensado ponerlo en el capítulo cuatro, pero me urge que sea ahora. Además, será un mini fic, con apenas seis o siete capítulos o en su completo defecto, diez.
¡Gracias por sus reviews!
