Amor, loco amor.
Parte VI:
Vio como los labios de InuYasha se curvaban en una tranquila sonrisa. Daba la sensación de que alguien le había sacado un gran peso de encima, de que finalmente podía estar tranquilo y relegarse. Tuvo la impresión de que ese nuevo profesor de arquería le iba agradar mucho.
Aunque, ahora, ya no estaba tan segura de querer seguir dando esa materia extra curricular, ya que necesitaba aplicarse a los estudios. Eso era lo malo de ser aún una colegiala que debe ir a la universidad para alcanzar su sueño.
Kagome se rió, entrelazando sus dedos con los de InuYasha, quien la apretó más contra sí, besando con infinita ternura su sien. Luego de tantos problemas con la boda, lo feliz que se encontraba su madre y lo enfadado que estaba el joven Hoyo, merecían estar así… Tranquilos.
–¿Qué pasó con Kikyo, InuYasha? –preguntó Kagome, enredando su dedo con un mechón de cabello azabache de él -. Todavía no terminaste de contarme.
El chico, para su sorpresa, aún mantenía su tranquila sonrisa y no parecía en absoluto recio a contarle todo. Bueno, era oficial: esto tal vez resultaría demasiado raro pero se podría acostumbrar a vivir así.
–Pues bien, aquí voy –soltó aire InuYasha, jugueteando con los bucles de Kagome -. Luego de que te desmayaste, y que yo le diera tremenda tunda al maldito mocoso ese; Kikyo pidió que siguiera con la boda…
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Los ojos negros de Kikyo se encontraban enfadados por la interrupción, pero, después de eso, parecía totalmente ajena a la situación que había vivido. Observaba con el cejo fruncido como InuYasha tomaba a la muchacha inconsciente en brazos y le dirigía una mirada llena de veneno al chico que intentaba controlar la sangre en su nariz.
–¿Qué harás, InuYasha? –preguntó Kikyo, colocando sus manos en las caderas, todos los presentes estaba desconcertados por la actitud del novio -. ¿Te olvidas que te casarás conmigo, eh¿Acaso no te importa tu hijo? –no mencionó absolutamente nada de Kagome.
InuYasha parecía confuso por su comportamiento, pero en ese momento lo único importante aquí era Kagome. Tragó saliva con dificultad¿y si ella… estaba embarazada? Fijó su mirada débil en la novia, y luego en el rostro dormido de la muchacha. De repente sintió la enfurecida mirada de su medio hermano mayor sobre su nuca y lo comprendió.
Quiso reír a carcajadas de sí mismo. Quiso gritarse que era un estúpido, un completo y reverendo idiota por creerse semejante mentira. ¿Realmente le creyó a él¿Le creyó a ese sujeto que siempre le hizo la vida imposible?
La señora Higurashi, casi a gritos, había llamado a una ambulancia que no tardó en llegar. Junto con los paramédicos, InuYasha acompañó a Kagome hasta la camioneta, aún preocupado y con la duda creciente en su cerebro. Jamás lo perdonaría si estaba realmente embarazada.
–Señora… –susurró el joven Igarashi, con la vista baja, cuando Sota y el abuelo entraron a la ambulancia y la mamá de Kagome se acercó a él -. Yo quería decirle…
La señora Higurashi le mostró una sonrisa, apretando su hombro fraternalmente.
–Descuida, Kagome se pondrá muy feliz si vienes a visitarla cuando despierte –y después de aquello entró, dejándolo totalmente confundido. En vez de escuchar su gritos, o por lo menos una cacheteada¿la mujer le había pedido que visitara a su hija?
¿Él?
La ambulancia se fue, derecho para el hospital que se encontraba un poco alejado de la iglesia. InuYasha la siguió con la mirada hasta que fue un puntito blanco y desapareció. Soltó una palabrota y se desanudó la corbata, desabrochándose los primeros botones de su camisa. También se soltó el pelo.
Primero quería arreglar unos cuantos asuntos familiares. Se tronó los nudillos y entró en la iglesia. Una vez que echó a todos los invitados, diciendo a casi gritos histéricos que no habría ninguna boda y echado prácticamente de una patada al chico que por poco y casi besa a Kagome, InuYasha se acercó a su medio hermano y a Kikyo.
–¿Qué es eso de que no hay boda, InuYasha? –rugió Kikyo, tirando el ramo y golpeando el piso con su pie -. ¡Necesito una explicación!
El muchacho se cruzó de brazos, y soltó un bostezo. Sesshômaru no pudo evitar soltar un gruñido en modo de antipatía, Kagura le apretó el antebrazo. Esto no pasó desapercibido por InuYasha.
–Eso, Kikyo, no hay boda. ¿Cómo quieres que te lo diga? –preguntó retóricamente el muchacho de ojos violetas, poniendo una mueca divertida -. Como te dije aquella vez: No salgas con tu juegito del bebé, porque sé que no es mío.
Kikyo soltó una exclamación, totalmente sorprendida. InuYasha miró desafiante a su hermano mayor, mostrándola una sonrisa arrogante. ¿Qué haría ahora Sesshômaru, se preguntó ansioso¿saltaría diciendo que InuYasha era el padre o la dejaría sola a Kikyo?
Algo estaba claro, había arruinado los planes de Sesshômaru. "Perfecto", pensó InuYasha, con los ojos brillantes.
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Kagome se reincorporó, completamente confundida.
–¿Arruinarle los planes a Sesshômaru¿Cuáles planes? –preguntó Kagome desconcertada, sintiendo de que algo no le había quedado -. Espera… ¿Cuántos meses estuviste con Kikyo?
InuYasha cerró los ojos y la apresó por la cintura, chocando su frente con la de ella.
–¡Keh! Nunca cambiarás; hablas demasiado –dijo InuYasha suavemente, con una sonrisa burlona al ver como la muchacha se sonrojaba y apartaba la mirada -. Bueno, lo de Kikyo –frunció el ceño, en señal de concentración -, creo que fueron seis meses.
–¿Cómo que creo?
InuYasha asintió.
–Sí, porque cuando me enteré de que ese bebé no era mío –contó, con la mirada un poco rencorosa; Kagome entendió que no era un recuerdo agradable para él -. Interrumpí la boda, que justo cayó en día de nuestro aniversario.
La chica hizo como si no escuchó, tocando con sus dedos las perlas negras del collar de InuYasha. Se lo había comprado en el bar del hospital y le había parecido perfecto para él. El chico simplemente no dijo nada y al día siguiente apareció con el collar puesto.
Así era InuYasha, no había nada que hacerle.
–Continúa –pidió Kagome, unos minutos después, casi sin aire luego de estar regalándole pequeños besos.
InuYasha asintió y sonrió traviesamente.
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Sesshômaru tomó asiento, cruzándose de piernas. Su rostro estaba completamente frío, pero los ojos mostraban su ira. Kikyo tomó la misma actitud del hombre y simplemente se limito a fulminar con la mirada a InuYasha, frunciendo el ceño.
–¿Entonces? –siguió InuYasha, completamente complacido ver como los planes de su medio hermano estaban completamente echados al caño -. ¿Por qué me hicieron esto? No, retiro lo dicho – el chico sacudió la cabeza, sus cabellos siguiendolo -. No necesito preguntarte a ti –señaló a Sesshômaru -. ¿Por qué hiciste todo esto, Kikyo?
La mujer se sacó con furia el velo y lo tiró al suelo. Se acercó peligrosamente a InuYasha, éste no se inmutó.
–¿Por qué¡¿Por qué¡Por qué sí, InuYasha¡Por qué sí! –estalló Kikyo, lágrimas salían de sus ojos -. ¡Porque no aguantaba no tenerte a mi lado! Porque yo te amaba…
El chico se rió, Kagura lo miró alzando una ceja, extrañada.
–Si realmente estuvieras enamorada de mí –le mostró una leve sonrisa irónica, con una mirada despectiva -, no te hubieras acostado con otro. No creo que en estos meses estuviste sola, Kikyo, te conozco.
–¡Yo no…¡Estaba borracha, fui a la fiesta de una amiga y me emborraché! Apareció ese sujeto y… –balbuceó Kikyo, InuYasha entendía que se hallaba nerviosa y que decía cualquier cosa por justificarse.
–¿Qué sujeto? –interrumpió Sesshômaru.
–Musou.
Y, después de eso, el hombre albino no habló más. InuYasha escuchó con los oídos medios sordos a Kikyo, su versión de cómo quedó embarazada del sujeto ése. Como había estado borracha, el hombre aprovechó y pasó el momento, luego de aquél día se vieron varias veces, y como Kikyo ni él tomaron precauciones… Bueno, la muchacha quedó embarazada y como él no quiso hacerse cargo de su bebé...
–¿Entonces que el papel de estúpido lo hiciera yo, verdad? –preguntó InuYasha, tratando de calmar el tono de su voz y ver, medio sorprendido, como Kikyo asintió -. Lamento decepcionarte, Kikyo, pero búscate a otro estúpido. Yo no haré ese papel por ti –se dio media vuelta, agarrando el chaleco del traje -. Si me disculpan, debo ver a alguien en el hospital…
Sesshômaru abrió un ojo y soltó una risa sarcástica, InuYasha se volteó, aún sonriendo arrogantemente. Debía sentirse confiado, porque sino, tal vez…
–¿Así que… verdaderamente te has enamorado de aquella chiquilla, eh, InuYasha? –dijo Sesshômaru, chocando con su mirada dura contra la fuerte de su medio hermano -. Je, típico de ti: siempre buscas las inútiles.
InuYasha siguió avanzando, cerró los ojos por un momento y pensó en la sonrisa de Kagome. Sí, realmente se había enamorado de aquélla chiquilla tonta.
–Y tú las prostitutas –respondió.
Y, sin que nadie dijera más, InuYasha salió tranquilamente y silbando de la iglesia.
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–Bueno, eso fue todo… creo –finalizó InuYasha, volviendo abruptamente al presente. Por suerte ahora todo se encontraba viento en popa y... su vista se fijó en Kagome, quien se había quedado tranquilamente dormida entre sus brazos. El chico sonrió dulcemente -. Está bien, es oficial: soy bueno para hacer dormir a la gente.
En especial si esa gente resultaba ser Kagome, porque así podría verla dormida... ver a su chica dormida y segura entre sus brazos. Suspiró, sintiéndose un poco agotado. Por suerte la madre no tuvo ningún problema; 'mientras ella sea feliz…'. "Mientras que Kagome sea feliz… tal vez…", pensó InuYasha adormilado.
Tal vez podrían estar juntos para siempre, como en los cuentos de hadas. Resultaba cómico que él pensara en esas cosas, él: InuYasha, el orgulloso y terco InuYasha deseando estar al lado de una chiquilla tonta y despistada, pero con un enorme corazón y dulzura que lo cautivó.
Pero, como se dice, siempre hay una primera vez para todo. Para cometer errores, para escapar, para pensar. Siempre hay una primera vez para besar, para amar, para sentir. Y bueno, esta vez se hizo una excepción muy grande.
De aquí en adelante, Kagome fue su primer amor y se conocieron en la secundaria, por razones muy personales se fue y cambió de colegio. Bueno, no es que estuvieran de todo mintiendo, pero debía omitir el detalle de que era su profesor de arquería.
"Tres años… mañana se cumplen… tres años...", lentamente los ojos de InuYasha se fueron cerrando.
Ahora estaban haciendo una vida en pareja común y corriente. Al cumplir los dieciocho años, Kagome dijo que quería vivir con él (luego de una amena charla con su familia e InuYasha mismo), y hacer una vida en pareja. La madre estaba muy contenta, el hermanito menor, Sota, empezó a tratarlo como su 'hermano mayor' y el abuelo… Eh, el abuelo, el abuelo. Era simpático el viejo (como InuYasha le decía a sus espaldas), pero demasiado descabellado y tomó un poco de tiempo hasta que finalmente él lo aceptara como miembro de la familia.
Aunque todavía no había boda.
Por lo menos, estaban juntos y eso era lo que realmente importaba. Lo único que importaba.
Era extraño todo esto y apenas llevaban dos días conviviendo. No se acostumbraba verla preparando la cena y sonriendo dulcemente. No se acostumbraba tener el departamento tan lleno de vida. No se acostumbraba ver el plato de Buyo siempre lleno, y el gato un poco más gordiflón de lo que ya era. Pero, seguramente, ya se estaba acostumbrado hacerse la idea de tenerla siempre con él, estar así acostados hasta que la chica tuviera que irse hacia el instituto.
Con aquél pensamiento, tuvo unos de sus dulces sueños.
–.–
Kagome sonrió al pasar el cepillo por el negro cabello de InuYasha. Debía admitirlo, siempre sintió curiosidad de cómo sería tocar el cabello de él y ahora su fantasía se estaba cumpliendo. Era maravilloso sentir como las hebras se deslizaban con delicadeza de sus dedos, eran tan suaves como la seda misma.
InuYasha hacia unos instantes había terminado de bañarse, y al verlo cepillándose frente a espejo… Bueno¿por qué no? Se acercó y le preguntó si podía ayudarlo. InuYasha asintió, un poco confundido, y no habló nada hasta que terminó.
–Mmm... ¿InuYasha? –llamó Kagome, con voz apenas audible.
El chico volteó su cabeza para mirarla, y por inercia sonrió al verla levemente sonrojada.
–¿Qué quieres, Kagome?
La chica bajó la mirada, todavía más avergonzada aún. Se acercó con la cabeza gacha hacia el chico y recostó su frente en su hombro y lo abrazó por detrás, apretándolo hacia ella. InuYasha frunció el ceño en señal de desconcierto¿y ahora qué pasaba?
–Mmm... InuYasha, yo… –dejó de abrazarlo bruscamente, y se alejó de él, sonriendo falsamente -. No, nada, déjalo.
El muchacho puso los ojos en blanco.
–Habla.
–Pero no es nada…
–¡Habla, te digo! –rezongó InuYasha, volteándose a ella y cruzándose de brazos. Kagome bajó la mirada, como una alumna que fue retada por su profe… Sacudió la cabeza, debía dejar de pensar en eso.
–Pero no te rías… –reclamó Kagome por anticipado, soltando un suspiro de resignación -. Siento que esto es irreal, que sigo en el hospital inconsciente y que tú estás casado, viviendo con Kikyo -¿por qué tenía que sentir esto? -. Tengo miedo de…
–De que esto desaparezca¿no? –terminó InuYasha por ella, Kagome lo miró con ojos brillosos y asintió, sintiéndose culpable por esa sensación de miedo -. Jejejeje –empezó a reírse levemente InuYasha, hasta que rompió en carcajadas.
Kagome lo contempló boquiabierta, jamás lo había visto con aquella libertad, nunca en su vida creyó verlo reírse… Hasta que entendió, a su parecer, que se estaba riendo de ella. Kagome agarró una almohada y se la lanzó, callándolo por completo.
–¡Te dije que no te rieras! –exclamó Kagome, mitad en juego, mitad de enojo.
InuYasha se acercó a ella, la chica volteó la mirada; repentinamente sintió como los ojos le ardían y las lágrimas salían; de repente sintió como si una roca se estacara entre su pecho y garganta. Ahora sí lo tomaba en serio, pensó InuYasha preocupado.
Estuvo lo suficientemente cerca como para rodearla y abrazarla, la abrazó fuertemente; apretándola contra sí. Kagome lo rodeó por el cuello, dejando que toda su preocupación saliera de su cuerpo y mente, lo abrazó para estar segura que no era todo un sueño.
Tomó valor, y se separó un poco, simplemente para verlo. Quería decir algo, pero no sabía lo que realmente debía decir.
–Discúlpame… discúlpame… –balbuceó Kagome, las lágrimas parecían pequeño diamantes recorriendo sus mejillas.
–¡Tonta! –dijo InuYasha con ternura, Kagome lo contempló extrañada, todavía con su expresión triste. Sintió como lentamente sus mejillas se encendieron, no sabía si podría decirlo; por lo tanto cerró los ojos y la apretó levemente contra sí -. Mira, no empieces a llorar… lo que tengo que decirte es muy importante, así que no me interrumpas…
Kagome abrió su boca, justo para decir un simple:
–¿Eh?
–¡Cállate! –pidió InuYasha, exasperado, completamente sonrojado hasta la medula, volvió abrir sus ojos, esta vez para mirarla y acercó su boca hacia la suya, rozando sus labios -. Yo… Te amo.
Los ojos de Kagome se abrieron como plato, luego sonrieron; si, sonrieron con felicidad, con esa sonrisa que sólo el alma podía regalar atraves de los ojos. InuYasha también sonrió y la besó, la besó con el cariño que sentía, con el amor que le profesaba, con la ternura que le radiaba.
Yo te amo mucho… Pero esto nunca pude decírtelo…
Esas palabras fueron las que dieron a entender que esto no era un sueño. Era pura realidad, la más pura y verdadera realidad.
Fue la primera vez que InuYasha le dijo 'te amo'. La primera vez, pero no la única.
Después de todo… Kagome era su amor, su loco amor¿no?
Fin…
–¡Espera!
Kagome se separó bruscamente de InuYasha, mirándolo como una niña tiene su berrinche. El muchacho parpadeó confundido.
–¿Cómo hiciste para darte cuenta de que ese bebé no era tuyo?
InuYasha volvió a reír a carcajadas.
–Usando el sentido común…
–¿Cuál? –Kagome levantó una ceja, extrañada -. ¿Tú tienes sentido común?
InuYasha entrecerró los ojos rencorosamente, por su puesto, mitad en broma… mitad verdad.
–Ja, ja, ja, muy graciosa, Kagome –contestó InuYasha, sin dejar de abrazarla -. Pues… la cuestión es que… –se sonrojó levemente -. Nunca tuvimos relaciones.
La chica lo miró con ojos abiertos… y luego se echó a reír. ¿Era verdad? No pudo aguantar más, lloraba de la risa. ¿InuYasha, virgen! Aquélla frase era más para un chiste.
–¿Estás bromeando¡Tú nunca pudiste ser virgen!
El sonrojo de InuYasha aumentó más.
–¿Y qué te importa, eh! –reclamó InuYasha, tratando de salvar lo inexistente de dignidad que tenía -. No es mi culpa que las chicas huyeran de mí –y volteó hacia otro lado, más sonrojado aún, escuchando las carcajadas estridentes de Kagome -. ¡Déjate de reírte, tonta!
Pero Kagome negó con la cabeza, riendo más y más. InuYasha soltó un suspiro y la acostó bruscamente sobre la cama, la chica paró al instante de reírse. El joven se acercó, rozando su nariz con la de ella, y soltó su acostumbrado: "Keh"
–¿Quieres que te demuestre que no yo virgen? –le preguntó en un tono muy juguetón.
Kagome volvió a reírse, pero esta vez pícaramente.
–Mm... Es que me dá un no sé qué, InuYasha sensei.
El chico besó el principio de su cuello.
–Deja que el profesor InuYasha te lo demuestre, Higurashi.
Y, con alegría, la amó.
Ahora si¡Fin!
Buaaa…Primer fic terminado, que petina :( no quería que llegara a su final. Pero bueno, lo más extraño es que fue mi segundo fic que terminó primero… Bueno, me descargaré con "Aún no es tarde para volver a comenzar" y con "Flores Amarillas"
Fue un gusto ver como la historia les cayó tan bien a ustedes, chicas. Quiero decirles que esto costó mucho, más de lo que se imagian. Y muchas canciones me acompañaron, en especial en los ultimos capítulos.
Espero que la parte del final les haya causado un poco de risa, porque tuve que contener una que otra carcajada, a imaginarme a InuYasha en esa situación. ¡Ah! Antes que quede un clabo suelto por allí: InuYasha y Kikyo simplemente estuvieron seis meses, y los dos terminaron cuando Kagome perdió el campeonato ese. Muaak, que las notas ya son más largas que el capítulo en sí.
Besos.
¡MUCHISIMAS GRACIAS POR SUS REVIEWS, DE VERDAD!
