DISCLAIMER: Ojalá fuera mío, pero no. Yo sólo tomo prestado los personajes y algunos lugares de JK Rowling.Las fechas fueron extraídas de la línea de tiempo de "Lexicon". Todo lo que no reconozcan... mi imaginación (algo tenía que poner, no?)
ADVERTENCIAS: Este ff es SLASH. Si no te gusta o no sabés lo que es (relación entre hombres) mejor que vayas desapareciendo de acá. Habrá algo parecido a "muerte de un personaje".
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CAPITULO 8: LA TORMENTA.
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La Era del Terror no solo había comenzado, sino que continuaba. Los Aurores nada podían hacer contra un grupo creciente de magos oscuros que ocultaban sus rostros bajo máscaras blancas y que estaban entrenados para atacar y desaparecer en escasos minutos.
En Hogwarts, los alumnos continuaban viviendo sus infancias y adolescencias ignorantes de lo que afuera sucedía. Tal vez debido a su propia inocencia, tal vez porque quienes manejaban los destinos políticos del mundo mágico no deseaban reconocer que la situación se había escapado de sus manos y se volvía incontrolable.
Signatus era consiente de que demasiados de sus Slyterhin ya habían elegido -por su propia voluntad o por presiones familiares- y habían elegido seguir a Riddle. Le dolía. Era ridículo porque desde el comienzo supo que iban a hacerlo, pero le dolía que tan solo niños se vuelquen hacia un futuro oscuro y sin salida.
El que verdaderamente le quitaba el sueño era Severus. Él sabía que no pensaba unirse a Voldemort. Pero algo tenía que estar por suceder, pues sabía que definitivamente lo haría. Estaba preocupado, desolado por la perspectiva de que su alumno preferido se convirtiera en un asesino.
Signatus reconocía que el afecto que sentía por el pequeño Snape rivalizaba al que sentía por James, su propio ahijado. Pero simplemente no podía evitarlo cuando lo veía tan pequeño y desamparado, tan perdido en la vorágine de Hogwarts. Los alumnos iban y venían, riendo y bromeando, mientras que Severus pasaba sus tardes estudiando o acompañándolo.
Su protección hacia Severus le estaba por costar el afecto de Potter. Lo sabía y no podía hacer nada por evitarlo. Y cuanto mas se acercaba al Slytherin, James mas lo odiaba y mas se ensañaba contra él. Mas cruelmente se comportaba y mas daño le hacía. Y era peor aún, porque entonces Harry lo protegía mas visiblemente y James enfurecía. Era un círculo que solo iba a acabar con la muerte de James, y lo sabía.
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Corría Junio cuando sus alumnos de quinto año rindieron sus Matrículas de Honor en Brujería. El último examen era el de Defensa contra las Artes Oscuras. Eso significaba dos cosas muy importantes para Signatus. La primera, que sus alumnos demostrarían que tan buen profesor era; la segunda, cuando salieran de allí, James y Sirius iban a pelear con Severus.
Supo que el examen había terminado cuando miró desde la ventana de su despacho y vio a Potter, Black, Lupin y Pettigrew sentarse en los jardines. Lupin leía un libro, Sirius bostezaba y Potter jugaba con algo que aparentaba ser una Snitch, mientras Pettigrew lo alentaba.
Recordaba ese incidente pues lo había visto en el pensadero que Dumbledore le había prestado a Snape cuando era Harry Potter. Recordaba la humillación en los ojos de Snape cuando salió del pensadero y también recordaba que no sabía como había terminado. Algo dentro suyo le dijo que debía intervenir.
En el momento en que atravesaba las puertas de entrada al castillo, Lily Evans casi lo tira al suelo.
-¡Profesor¡Que bueno que está aquí! Tiene que...
-Ahora no Evans. -dijo sin siquiera mirarla y se acercó con paso rápido hacia el grupo de alumnos que reía sin parar.
Al acercarse un poco mas, pudo escuchar la inconfundible voz de su ahijado.
-¿Quién quiere ver como le quito los calzoncillos a Snape? -la carcajada fue descomunal y todos comenzaron a corear "yo" "yo" como si fuera un espectáculo de un circo. -Ustedes lo pidieron...
-¡POTTER! -exclamó Signatus desde fuera del círculo, y fue suficiente para que el grupo de alumnos que tenía frente suyo le dejaran paso. -¿Qué se supone que estás haciendo?
-Yo... ¡Él me atacó!
-¿Estás seguro que no me mientes, James? -preguntó Signatus dándole una última oportunidad -Ve a mi despacho.
-Pe...
-Tu y Black. A mi despacho ahora. -dijo sin mirarlos, y luego se volvió hacia los demás, que intentaban alejarse con discreción. -Todos ustedes recibirán quita de puntos por haber alentado a sus compañeros. ¡Lupin! Como Prefecto, hubiera esperado un mejor comportamiento de su parte.
-Si Señor. -dijo Remus bajando la cabeza avergonzado.
-10 puntos menos para Gryffindor por su comportamiento. -dijo Signatus al licántropo y luego se volvió hacia Severus. -¡Finite incantatum! Sígame usted también a mi despacho Snape.
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Cuando entró a su despacho, con Snape tras él, Signatus se enfrentó con la mas furiosa mirada de odio que su ahijado le había dirigido jamás. Los ojos cafés del pequeño Potter destellaban, demostrando ira y traición. Signatus intentó no suspirar demasiado audiblemente, pero la situación no era nada fácil.
Después de acomodar tres sillas frente a su escritorio y de que sus tres alumnos estuvieran sentados en ellas, tomó su lugar y los miró seriamente durante algunos minutos.
-Esta no es la primera vez que los encuentro en esta posición. -dijo Signatus de forma severa. -He intentado absolutamente todo para que dejen de agredirse entre ustedes, pero al parecer no lo harán. Es una lástima que jóvenes tan inteligentes desperdicien su tiempo y talento de esa manera. ¿Quién va a explicarme lo que sucedió?
-El nos atacó cuando salimos del examen de Defensa, Profesor Suseldom. -dijo Sirius al ver que ni James ni Severus hablaban. -Se acercó a nosotros e intentó maldecirnos.
-¿Y qué mas, señor Black? -Sirius se mostró complacido de que su profesor estuviera creyendo su historia, mientras Severus lo miraba impasible, pero Signatus sabía que estaba furioso.
-Y... Y le dijo "sangre sucia" a Evans.
-Bien. -Signatus se puso de pie y caminó hacia una ventana. -Quitaré 10 puntos a Gryffindor por mentir tan descaradamente, señor Black.
-Pero yo no... -la sola mirada de Signatus fue suficiente para silenciar a Sirius.
-Quitaré 20 puntos mas por cada uno de ustedes por agredir a un compañero sin motivos. También quitaré 10 puntos a Slytherin por responder a la agresión.
-Si señor. -dijeron sus tres alumnos a la vez.
-Como las detenciones no funcionan con ustedes, mantendré una reunión con el Director para considerar un castigo diferente. Pueden irse.
Cuando los tres llegaron a la puerta del Despacho, Signatus cambió de opinión.
-James.
-¿Si, Profesor?
-Quédate un minuto, quiero hablar contigo. -el niño volvió a tomar asiento en el mismo lugar donde había estado hacía menos de cinco minutos y miró expectante a su profesor, mientras Sirius y Severus partían.
-¿Qué sucede, Profesor?
-¿Por qué James¿Por qué te empeñas en hacerle la vida imposible? El no te ha hecho nada y lo sabes.
-Disculpe Profesor, pero...
-Estoy hablándote como tu padrino James. Necesito entenderte.
-¡Tu no sabes lo que él me hizo! -respondió James furioso. -¡No tienes ni idea!
-Dime entonces. Dime que fue lo que hizo.
-¡El quiere alejarte de mi¿No lo ves¡¡Snivellus está todo el tiempo detrás tuyo, esperando que lo ayudes con sus tareas, o que le enseñes nuevas cosas, o que tan solo lo mires¡¡Y tu eres MI padrino¡¡MIO!
-James... nadie podrá cambiar eso jamás. -dijo Signatus acercándose a la silla -Nadie hará que deje de ser tu padrino, y que te adore como sabes que lo hago. Pero Severus... él... el necesita alguien que lo ayude y aconseje, y yo debo hacerlo. Soy el jefe de Slytherin, es mi deber solucionar los problemas de mis estudiantes y ayudarlos en cuanto pueda.
-Entonces... ¿Sólo lo haces porque es tu obligación? -en los ojos castaños de James había una súplica tan visible que Signatus no pudo evitarlo.
-Si. -respondió y sintió por alguna razón que él también deseaba creer eso.
-Eso es bueno. -dijo James despeinándose el cabello mas de lo habitual. -Digo... saber que sigues siendo mi padrino.
-Siempre lo seré. Y, aunque estos años estuvimos un poco distanciados, yo se todo de ti, James.
-¿Ah si?
-Si. ¿Qué tal tus progresos con Lily Evans?
-¡QUÉ!
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Sirius caminó cabizbajo hacia su habitación. Había recibido una importante quita de puntos unos días antes de que terminara la escuela y su mejor amigo estaba siendo retenido por el Profesor Suseldom.
Por una vez, no le importó las miradas que los demás le enviaban en los pasillos. Por una vez no se preocupó por lucir perfectamente bello. Por una vez no le sonrió a cuanta señorita pasaba a su alrededor. Por una vez, su mente se vio inundada por un color miel tan brillante que se asemejaba al dorado.
Desechó esos pensamientos inmediatamente. No sabía de donde provenían o por qué. Sólo sabía que estaban mal, que era incorrecto pensar ese tipo de cosas de un amigo. Que no debía pensar en sus ojos, en su boca o en su piel. Estaba mal, porque ellos eran amigos.
El problema fue que al arribar a su habitación no fue tan fácil de desprenderse de sus pensamientos dorados. Remus estaba allí, con tan solo una toalla cubriendo sus caderas, y de espaldas a la puerta.
Sirius podía ver claramente la cicatriz en su hombro. Esa que había sido el detonante de su condición y que ocupaba parte de la espalda. También estaban a la vista el resto de las cicatrices que se había hecho a sí mismo cada luna llena, hasta que ese año ellos habían logrado transformarse y darle a Remus el mejor regalo que alguien le hubiera dado jamás.
-Remus...
-¡Padfoot! -exclamó el licántropo cubriéndose el cuerpo por completo. Odiaba que alguien viera sus cicatrices. -No te escuché entrar. ¿Cómo les fue con Suseldom?
-¿Eh? Ah... mas o menos.
Como hipnotizado, Sirius se acercaba a su amigo, sintiéndose terriblemente atraído por la piel que había visto y que ahora se ocultada bajo la blanca toalla. No podía ni quería detenerse, sus hormonas había tomado el mando de su cuerpo y solo deseaba acariciar esa piel que parecía llamarlo a gritos.
-¿Padfoot? -preguntó Remus dando un paso hacia atrás. -¿Sirius?
Pero Sirius ya no le contestó. Remus se sentía tan atrapado por la mirada gris de Sirius, como lo estaba por su cuerpo y la pared. No comprendía que sucedía, pero tampoco lo ignoraba. Era como si Sirius lo deseara, lo cual era ridículo, porque nunca se le había conocido una pareja o amorío que fuera hombre. El animago extendió su mano hacia el rostro de Remus, deseando acariciarlo, deseando ser correspondido, deseando...
La magia fue rota cuando la puerta de la habitación se abrió y un distraído James Potter ingresó. Remus, viendo su oportunidad, escapó y se encerró en el baño, sin dejar de preguntarse que había sucedido allí afuera.
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Cuando James regresó a la Torre de Gryffindor era una persona renovadamente feliz. Su padrino no lo había abandonado y no protegía a Snape porque quería, sino porque estaba obligado a hacerlo.
Silbando su alegría subió uno a uno los escalones que lo llevaban hacia su habitación. Su cerebro estaba muy ocupado pensando en los consejos de su padrino con respecto a Lily Evans, por eso fue que no reparó en lo obvio cuando entró y sólo se recostó en su cama con una boba sonrisa en la boca.
No notó la mirada de odio que Sirius le enviaba y mucho menos el rostro sonrojado de Remus cuando salió del baño ya vestido y murmuró algo sobre repasar y biblioteca.
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Severus no había vuelto a su despacho desde la tarde del examen. Signatus suponía que estaba enojado, pero no tenía por que estarlo. Él había castigado a los tres por igual. A decir verdad, Severus había sido el mas favorecido con la quita de puntos. Los alumnos se iban al día siguiente y Signatus citó a Snape en su despacho.
-Severus¿hay algo que desees decirme?
-No se de que me habla Profesor. -dijo el Slytherin sin mirarlo a los ojos.
-Severus... ¿tu distancia tiene algo que ver con el incidente de los terrenos hace una semana?
-No Señor, sencillamente no quiero su lástima, ni la de nadie.
-¿Lástima¿Severus de que hablas?
-Déjeme ir por favor. Aún no empaqué mis pertenencias.
-No te irás hasta que no me digas de que estás hablando. Y es una orden.
-Yo...
-Severus yo no tengo motivos para sentir lástima por ti. Eres inteligente, audaz y uno de mis mejores alumnos. No entiendo por que puedes pensar que te tendría lástima.
Pero fue ante el silencio de Severus que Signatus comprendió. James. James seguramente había dejado ver algo así. James había usado lo que él le había dicho para lastimarlo.
-Fue James ¿verdad?
-Yo.. lo escuché hablando con sus amigos y...
-Yo le dije que solo te ayudaba porque era mi deber, es cierto. Pero no es verdad. Se que tal vez no comprendas, pero era lo único que podía hacer para retener a mi ahijado.
-Disculpe profesor, pero debo irme.
Signatus suspiró audiblemente cuando Severus abandonó el despacho y se sintió mas culpable que nunca. sólo esperaba que esa situación no desencadenara en el oscuro futuro de Severus, o no se lo perdonaría jamás.
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La tranquilidad que vivió Signatus durante las vacaciones, en las que disfrutó lo mas posible junto a su familia, no tuvo contraparte en la vida de su ahijado.
Corría aún julio cuando su madre entró asustada a su habitación por la noche y le pidió que lo acompañara a la sala. Sin comprender, James se levantó y la siguió, solo para encontrarse con su padre y un tembloroso y evidentemente golpeado Sirius Black.
-¡Sirius¿Quién demonios te hizo esto?
-James... no quería despertarte, solo... no sabía a donde ir. -fue lo último que dijo antes de desmayarse.
-¡Papá¡Hay que hacer algo!
-Debemos llevarlo a San Mungo. -dijo nerviosamente su madre.
-¡No¿Por qué no llaman a Signatus? -sugirió James -El sabrá que hacer...
-No puedo comunicarme con Signatus a esta hora. -dijo Amadeus impotente. -Habrá que llamar un médico.
Una hora después, Sirius abría los ojos y se encontraba en la cama de su amigo, tapado hasta el cuello y con algunas vendas en sus brazos.
-¿Estás mejor? -preguntó James.
-Si... gracias.
-¿Qué sucedió, Sirius?
-Discutí con mis padres. Ellos... ellos estaban diciendo cosas terribles sobre matar a los muggles y...
-Sh cielo. -susurró dulcemente una voz femenina. -Ahora solo duerme, puedes quedarte aquí el tiempo que desees.
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Cuando James bajó a desayunar al día siguiente, dejando a Sirius en su cama, escuchó las voces de sus padres, y supo que la situación no era tan sencilla.
-No se si es buena idea Ludmila -dijo Amadeus nerviosamente. -Quiero decir, los Black están locos. Son una familia de magos oscuros¿Qué crees que sucedería si se enterasen que Sirius se está quedando aquí?
-¿Y qué pretendes¿Dejarlo en la calle?
-No... pero tu sabes que lo desheredarán si no regresa. Sabes lo que sucedió con Andrómeda.
-Andrómeda era bastante mayorcita cuando la desheredaron. Y fue por casarse con quien no debía. Ahora estamos hablando de un niño... ¡UN NIÑO AMADEUS!
-Está bien... sólo... hablaré con algunos amigos para asegurarme de que los Black no puedan atacarnos por esto.
-¿Qué es lo que te preocupa, amor? Nunca antes te habías comportado así...
-Ludmila... -dijo Amadeus tomando una mano de su esposa, mientras que con la otra le acariciaba la mejilla -La oscuridad avanza, y temo que las familias como los Black o los Malfoy ganarán poder sobre nosotros. No quiero darles excusas. No puedo permitir que les hagan daño a ustedes.
-Tampoco podemos permitir que ese niño regrese a su casa si no lo desea, o si lo desheredaron.
-Tienes razón... como siempre.
-Lo se. -dijo ella sonriendo y recompensando a su esposo con un tierno beso.
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Los alumnos volvieron a encontrarse con sus amigos el 1º de septiembre en el Expreso de Hogwarts. Todos intercambiaban sus experiencias y aventuras vividas durante las vacaciones. Todos menos uno.
En el último vagón del tren, Severus Snape estaba enfrascado en un libro de pociones. Habían sido las peores vacaciones de su vida. No solo había estado solo y había tenido que soportar los gritos de sus padres peleándose, sino que se había torturado hasta el cansancio con los sucesos del curso anterior.
¿Sería verdad lo que el Profesor Suseldom decía¿O Potter y sus amigos eran los que estaban en lo cierto diciendo que el profesor le tenía lástima? No lo sabía, pero le desesperaba no saber lo que sucedía y se recriminaba haber despreciado a su profesor.
Por otra parte, sabía que algo había comenzado a formarse dentro suyo. Algo absolutamente indebido e incorrecto, pero que crecía y crecía sin que pudiera evitarlo. Deseaba a su profesor, deseaba enterrar sus manos en su cabello negro, deseaba besar su boca, deseaba acariciar su cuerpo, y deseaba sentirlo abrirse paso dentro suyo, tomándolo y reclamándolo, porque era solo suyo. Pero lo peor era que Severus estaba seguro de que nunca iba a desear con esa intensidad a alguien mas.
Cuando la puerta de su compartimiento se abrió, Severus no tuvo que levantar la vista para saber de quien se trataba. La última persona que necesitaba ver en ese momento era Potter. Potter con sus estúpidos amigos y su ridícula relación con el profesor Suseldom.
-¿Sólo, Snivellus? -preguntó Potter con una sonrisa sarcástica.
-Si sabes lo que te conviene te irás en este momento, Potter. -mientras hablaba, Severus buscó dentro de su túnica su varita y la empuñaba con firmeza sin mostrarla aún.
-Lo único que quería era desearte un patético año escolar, como siempre. Y advertirte... no te acerques a mi padrino, Snape, o te vas a arrepentir.
-No sabes el miedo que me das, Potter. -Severus rió y movió las manos simulando temblar.
Deberías temerme Snape, deberías.
Sin mas, Potter regresó por donde había llegado y lo dejó solo nuevamente. Severus estaba convencido de que algo planeaba. Por algún motivo, el tono de voz de Potter fue diferente al de siempre, fue mas... violento. Sacudió la cabeza y continuó leyendo su libro. Pronto estaría de vuelta en Hogwarts y con el profesor que ocupaba su mente.
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La primer semana de clases fue extenuante para todos. Los alumnos debían levantarse temprano luego de unos meses de no hacerlo y permanecer despiertos durante las clases; mientras que los profesores se sentían perseguidos por el bullicio y los gritos de los alumnos. Eso, sumado a que Peeves estaba haciendo de las suyas cada vez con mas frecuencia, tenía a Signatus fuera de sí.
Por eso, cuando llegó el sabado, lo único que deseó fue quedarse en sus aposentos, completamente solo y sin recibir a nadie. No quería saber de Voldemort, ni de James, ni de nadie.
-¡ADELANTE! -gritó con odio cuando golpearon tímidamente a su puerta.
-Disculpe, Profesor. -dijo Severus asomándose tímidamente -¿Está ocupado?
-No, no. Pasa Severus. Estoy un poco cansado, eso es todo. -Signatus movió su varita y sobre su escritorio apareció su juego de te con algunos bizcochos. -Dime en qué puedo ayudarte.
-Yo... sólo quería disculparme por el modo en que lo traté antes de irme a casa.
-No es nada. -dijo Signatus sonriendo amablemente. -Estabas dolido y enojado por algo que yo le dije a mi ahijado, aunque no haya sido verdad. Me alegra que hayas comprendido mis motivos para hacerlo. Lo último que quería era dañarte.
-Lo sé.
-¿Estás bien, Severus? Te he notado algo distraído durante las comidas y las clases. ¿Hay algo que quieras decirme?
-No... yo... -Severus no sabía que iba a decirle. La distracción era su deseo hacia su profesor y era inconfesable -¿Puede darme algunas clases extra este año?
-No creo que las necesites, pero si lo deseas...
-Si, lo deseo.
Inmediatamente después de pronunciar esas dos palabras, Severus sintió gran parte de su sangre dirigirse a su rostro. Si bien lo había dicho en un sentido completamente diferente, en sus oídos sonaron como la confesión que tenía tanto miedo de hacer. No supo si el profesor notó su rubor o no, pues siguió hablando como si nada.
-Entonces estudiaré mis horarios y los tuyos y encontraré un momento apropiado. Probablemente sea durante el fin de semana o luego de clases¿estás seguro de que quieres hacerlo?
-Si, profesor.
-Bien. -sentenció Signatus sonriendo. -¿Por qué no me cuentas que has hecho en tus vacaciones?
A partir de allí, la conversación derivó a temas completamente seguros y en los que Severus no tenía ni la mas mínima posibilidad de ruborizarse. Cuando al fin fue hora de la cena, el alumno partió hacia el Gran Salón.
En cuanto la puerta se cerró, Signatus suspiró resignado y apretó el puente de su nariz con sus dedos. Lo último que necesitaba era que Severus Snape sintiera algo por él. Sólo esperaba que el rubor en sus mejillas fuera el resultado de algún recuerdo que aquellas palabras hubieran traído a la mente de su alumno.
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Durante un mes Remus había estado intentando descifrar las miradas que Sirius solía enviarle cada vez que creía que él no miraba. No entendía que era lo que le sucedía a su amigo y tampoco estaba seguro de querer averiguarlo.
No habían tenido ningún encuentro incómodo o extraño como el que, el año anterior, había sido interrumpido por James. No lograba comprenderlo y en su cabeza mil ideas y motivos se amontonaban y anudaban, sin que alguno tuviera sentido.
-¿Estás bien, Moony? -preguntó James a su lado, bajo la sombra de un árbol.
-Si, claro. ¿Dónde crees que esté Padfoot?
-No lo se. -dijo James desordenándose el cabello como siempre lo hacía -Tal vez con alguna de sus chicas.
-Si, probablemente.
Remus se tragó el grito de impotencia. Sirius nunca jamás iba a fijarse en él y había sido estúpido mantener una esperanza al respecto. No solo él era un monstruo y tenía horrorosas cicatrices, sino que también era un hombre, y a Sirius solo se lo había visto con mujeres. Se disculpó con sus amigos y se dirigió al castillo, intentando buscar algún lugar donde poder pensar.
A veces se sentía demasiado solo. Adoraba a sus amigos, pero James pasaba cada vez mas tiempo persiguiendo a Lily Evans, Sirius con su enorme séquito de chicas que lo perseguía, y Peter... Peter era un misterio. Nunca se supo de alguna chica que estuviera con él, por mas que fuera muy popular. Y tampoco de algún chico. Remus tenía la sensación de que Peter estaba enamorado y que no quería decirles de quien.
Cuando el cielo se puso negro de golpe, todos los alumnos corrieron a refugiarse dentro del castillo. La tormenta parecía haber salido de la nada y dirigirse a toda prisa y con demasiada furia hacia Hogwarts.
Justo al momento en que James y Peter entraban al castillo, Signatus y Albus lo abandonaban. Sus rostros no revelaban nada, pero algo estaba sucediendo, pues ya no estaba presente el brillo tan característico de la mirada del Director.
-Esto no me gusta, Signatus.
-Lo se. Tampoco a mi. ¿Crees que es Riddle?
-Es probable. -dijo Dumbledore sin quitar sus ojos del cielo. -¿Sientes la magia oscura?
-Albus, quédate dentro del castillo. Riddle sólo busca eliminarte. Déjame a mi.
-No. -dijo severamente el anciano. -Es mi escuela y son mis alumnos. No puedo protegerme a mí, por mas poderoso que tu seas.
-Pero... -Signatus supo que no había nada que discutir cuando vio la decisión en los amables ojos del director. -Bien¿desde aquí o a las torres norte y sur?
-Desde las torres será mas sencillo. -dispuso Dumbledore -Yo tomaré la sur. Si no logro detenerla, protege a mis niños, Signatus.
-Lo juro por mi magia.
Ambos magos corrieron hacia el interior del castillo y, sin prestar atención a las preguntas que les hacían los alumnos, el Director se dirigió hacia ellos.
-Todos deben regresar a sus Salas Comunes y no abandonarlas bajo ningún punto de vista, ni ninguna circunstancia. No hay de que preocuparse niños, -agregó al ver sus rostros asustados -es sólo una tormenta demasiado fuerte, y trataremos de desviarla. -con eso, el Director señaló a cada Jefe de Casa que se encargara de sus alumnos.
Signatus reunió rápidamente a sus alumnos de Slytherin y los llevó por el camino mas cortó a las mazmorras. Cuando al fin todos estuvieron dentro, les dio una última orden antes de partir.
-No saldrán de aquí hasta que yo regrese por ustedes¿entendido? -al ver que todos cabeceaban, se dio por satisfecho -Los Prefectos están a cargo de que cada uno se dirija a su habitación.
Al salir, alcanzó a ver la mirada ansiosa y angustiada que Severus enviaba hacia él. Sus labios se curvaron en una, esperaba, alentadora sonrisa y salió camino a la torre norte, para hacerle de apoyo al Director de Hogwarts.
No había llegado a la mitad de su recorrido cuando un rayo sacudió al castillo y escuchó el aterrorizado grito de algún alumno en las cercanías. Debía llegar a la torre, pero no podía dejar solo a ese alumno.
Utilizando la voz del castillo como guía, Signatus encontró a Remus Lupin refugiado tras una mesa de trabajo en la Sala de Profesores. El niño temblaba y el mas puro pánico se reflejaba en su mirada.
-¿Señor Lupin¿Remus?
-¿Pro... Profesor?
-Vamos Remus, hay que sacarte de aquí. -Después de unos instantes, Remus tomó la mano extendida hacia él y se abandonó su precario refugio.
-¿Qué está sucediendo, Profesor?
-Hay una fuerte tormenta. -dijo Signatus sin importarle lo obvio que eso era. -Debo ponerte a salvo...
Sin decir nada mas, Signatus se acercó a una chimenea y tiró un puñado de polvos flu. Cuando las llamas tornaron el característico verde, apretó a Remus contra sí y designó el último lugar que el licántropo hubiese esperado.
-¡Sala Común de Slytherin!
Tal como lo había ordenado, el lugar estaba vacío. Sin demorarse arrastró a Remus hasta una habitación al final de engañosos pasillos y golpeó a la puerta.
-¡Profesor! -exclamó Severus Snape -¿Qué sucedió?
-Necesito que aceptes a Remus hasta que pase la tormenta. No tengo tiempo de llevarlo a la sala común de Gryffindor y no puedo usar su chimenea en situaciones de emergencia.
-Seguro. -dijo Snape entre dientes y molesto por la tarea que le había encomendado su profesor.
-Gracias, Severus. -dijo Signatus, y luego se enfocó en la temerosa expresión del licántropo. -Te quedarás aquí hasta que venga por ti. ¿Entendido, Remus?
-Si Profesor. -contestó el licántropo ingresando a la habitación.
Después de dejar a Remus a salvo, Signatus se apareció en la torre norte. Sabía que corría peligro de ser descubierto, pero de otro modo nunca hubiera llegado. Cuando lo hizo, vio a Albus Dumbledore con los brazos hacia el cielo, recitando conjuros protectores que impedirían que la tormenta se acercara demasiado.
Signatus sentía el poder fluir desde Dumbledore hacia al cielo y se preguntó como era que nunca, ni en sus épocas de estudiante, ni como Harry Potter, había notado lo increíblemente poderoso que podía ser ese mago.
Su padre, Salazar Slytherin, era mas poderoso aún, pero era diferente, porque este hombre no era un vampiro cuyo cuerpo no envejece. El poder de Albus Dumbledore no se reflejaba en absoluto en su apariencia.
Una nueva sacudida del castillo lo hizo abandonar sus cavilaciones. Dumbledore seguía firme, pero si la tormenta era demasiado para él... podía llegar a terminar con todo. No sólo con la vida del Director o de algunos alumnos, sino también con Hogwarts. Y eso era algo que no iba poder permitir.
-Por el poder que me confiere mi sangre, -empezó a recitar en voz baja y sin moverse de posición, ya que no quería que Dumbledore lo notara. -por el poder de los Slytherin, ordeno a las defensas de Hogwarts extenderse hasta los cielos, allí donde la amenaza está presente y en formación. Como Heredero de Slytherin extiendo las barreras de Hogwarts con todo su poder hacia el cielo, hacia el centro mismo de la amenaza. Los intrusos pagarán por su asaña. ¡Signatus Slytherin ordena a las defensas de Hogwarts infiltrarse en el corazón mágico de esa tormenta y destruirla de una vez y para siempre!
Se escuchó una explosión y el cielo se tornó rojo. Un mar de sangre podía competir con el carmesí del cielo. Signatus dirigió una mirada a Albus Dumbledore, que lo miraba de vuelta con algo parecido a la sorpresa y la emoción. Su secreto seguía a salvo pues no había manera de que Dumbledore lo hubiera escuchado desde tan lejos.
Unos momentos después, el cielo se tonó violáceo y fue cambiando de color hasta volver a lo normal. Un celeste muy oscuro, pues la noche ya estaba llegando a Escocia.
Estaban a salvo. Y Voldemort estaba furioso.
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La desesperación que Sirius sentía no iba a poder ser igualada jamás. En cuanto había empezado la tormenta, había entrado a la Sala Común con todos sus compañeros y luego a su habitación, tal como les había ordenado la Profesora McGonagall. Su sorpresa fue mayúscula cuando no encontró a Remus por ningún lado.
James se había preocupado también, hasta que Evans había entrado a la habitación a asegurarse de que todo estaba bien y, a falta de Remus, él había ido a acompañarla en sus dotes de Prefecta. Lo había dejado solo. Con Peter, pero era lo mismo que solo.
-¿Por qué no pruebas con el "mapa"? -había sugerido el gordito y a Sirius le pareció una excelente idea.
Claro que en cuanto ubicó a Remus enfureció. Parecía una gran broma de muy mal gusto ideada solo para destruirlo. Moony estaba en territorio Slytherin. Pero no en cualquier lado, sino en la habitación de Snape. En la cama de Snivellus.
Durante todo el tiempo que estuvieron allí encerrados, Sirius no quitó los ojos de los dos puntitos que compartían la cama en las mazmorras. Severus Snape y Remus Lupin aparecían demasiado juntos para su gusto.
Luego vio como el profesor Suseldom aparecía en escena y salía de allí, llevándose a Remus con él. Vio como el punto que pertenecía a su amigo caminaba hacia donde él estaba y cada vez se acercaba mas a la torre de Gryffindor.
Por eso, ni bien el licántropo puso un pie en la habitación, Sirius estaba listo para decirle todo. Todo lo que pensaba, todo lo traicionado que se sentía.
-¿CÓMO PUDISTE¡¡¡ES SNIVELLUS!
-¿Padfoot? -preguntó Remus confundido -¿De qué estás hablando?
-¡NO TE HAGAS EL DISTRAÍDO CONMIGO¡¡¡VI EN EL MAPA QUE ESTABAN MUY JUNTITOS COMPARTIENDO LA MUGRIENTA CAMA DE SNIVELLUS!
-Padfoot... no es lo que...
-¿DESDE CUÁNDO NOS TRAICIONAS ASÍ¿DESDE CUANDO TE COGES A SNIVELLUS¿O ES QUE EL TE LA METE A TÍ¡ME DAS ASCO LUPIN!
El rostro de Remus perdió el escaso color que poseía y sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Cómo era posible que Sirius estuviese gritándole esas cosas? Ni siquiera había dejado que le explique que Snape lo había cuidado (vaya a saber uno por que) cuando la tormenta afectó sus sentidos de lobo y el pánico lo atacó.
Y Sirius supo que había ido demasiado lejos cuando vio el rostro de su amigo contorsionarse de dolor y su cuerpo comenzaba a temblar. Pero no había nada que pudiera hacer, porque el daño ya estaba causado.
-No quiero que vuelvas a hablarme en toda tu vida. No quiero que te acerques a mí nunca mas. -dijo Remus con una tranquilidad que no poseía -Te lo advierto, Black, no quiero hacerte daño, pero si vuelves a hablarme no me dejarás alternativa.
Dicho eso, Remus Lupin abandonaba la habitación en un mar de lágrimas, mientras todos en la Sala Común lo miraban desconcertados.
James corrió hacia su habitación y se encontró con un pálido y tembloroso Peter, mirando con odio y temor a Sirius, que estaba arrodillado en el suelo, pagándole puñetazos a la cama.
-¿Qué sucedió aquí? -preguntó Potter, pero ninguno de los dos le contestó.
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RESPUESTAS A LOS REVIEWS:
Mica-redfield: Gracias... tus halagos me hicieron sonrojar. Se que tardo mucho, pero juro que no es por mala. Simplemente hago demasiadas cosas a la vez y se me complica para encontrar el tiempo y la inspiración. Gracias por leer. Besos.
Chibi-Kaisie: La época de los Merodeadores sigue. Y, como vez, hago lo posible por encontrarle las respuestas a muchas cosas que Rowling aún no nos ha revelado. Me alegra que te guste. Besos.
Snivellina: Me alegra que te guste mas la historia ahora que apareció el gran Severus. A mi también me gusta mas así, a decir verdad. En cuanto a los Merodeadores, el carácter de James se fue dando así. La verdad es que yo también veo mas cabecilla a Sirius, pero bueno, es lo que me fue saliendo. Espero que te guste este capítulo. Besos
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DIOS... CREO QUE NUNCA JAMÁS ME COSTÓ TANTO ESCRIBIR UN CAPÍTULO.
TUVE MUY POCO TIEMPO Y LA INSPIRACIÓN PARECÍA HABERME ABANDONADO.
PIDO DISCULPAS ETERNAS A TODOS POR LA DEMORA. SE QUE NO MEREZCO NI QUE LEAN ESTE CAPÍTULO.
¡BESOS! GRACIAS POR ESPERARME Y SOPORTARME.
Gala Snape
