La vida en negro

Capítulo 5: Voces en la noche


Hace mucho frío.

La niebla parece surgir del mismo suelo y cubre todo el paisaje como un manto fantasmal. Se arremolina a su alrededor como movida por una invisible ráfaga de aire y se pega a sus manos, a su rostro, a su cabello. Aprieta la capa en torno a su cuerpo y apresura el paso, mientras ve cómo su aliento se convierte en nubecillas de vapor blanco al entrar en contacto con el frío aire de la mañana.

Con paso firme, esquivando las deterioradas lápidas que a ras de suelo se empeñan en complicarle el camino, se dirige al mausoleo. Una certeza absoluta que no sabe de dónde viene le dice que es allí donde debe ir, que allí obtendrá las respuestas que le faltan.

Después de unos minutos, la enorme estructura de piedra aparece ante sus ojos. En tiempos debió ser un monumento impresionante; ahora el musgo recubre su gris superficie en muchos puntos y la desgastada inscripción de la entrada apenas se ve ya. Aunque eso no es necesario, porque se la sabe de memoria.

Cotidie damnatur qui semper timet.El hombre con miedo constante se condena día a día.

La tumba de los héroes. De los que dieron su vida por la vieja causa. De los que una vez lucieron orgullosos la Marca Tenebrosa y que ahora yacen recubiertos de olvido.

Una enorme losa cubre la entrada. Saca la varita y, apoyándola en un punto en concreto, dice una simple palabra que hace que la piedra gris desaparezca de repente, permitiéndole el paso. Respira profundamente y entra.

La estructura consiste en un simple pasillo que va a desembocar en una pequeña cámara circular, que es el único punto en el que la construcción recibe la luz del día. Camina con paso firme, ignorando los nichos que hay a ambos lados del pasillo, y cuando llega a la cámara se para de golpe y respira profundamente.

Hay alguien tumbado en el suelo como un muñeco desmadejado. La túnica que lleva, elegante en otro tiempo, está sucia y desgarrada en varios puntos. El cabello rubio ceniza cubre el rostro del caído, que no se mueve salvo por la débil subida y bajada de su pecho con la respiración.

Se acerca hasta él en silencio y le ayuda a incorporarse. Cuando le ve el rostro, tiene que aguantar las ganas inmediatas de apartarse cuanto antes. La piel está arrugada y cubierta de pústulas y el tamaño anormal del labio, cubierto de sangre reseca, le dice que probablemente esté partido. Unos ojos azules se abren de golpe y clavan en él una enloquecida mirada.

- No te muevas, Creevey – dice, intentando ignorar el olor metálico de la sangre que impregna toda la estancia – Te voy a sacar de aquí.

- No hay… tiempo –alza una mano temblorosa y le agarra la manga de la túnica con más fuerza de la que le hubiera creído capaz en esas circunstancias – Les he contado todo. Quise unirme a ellos, pero… - traga saliva de modo audible - Malfoy… saben lo de Grimmauld Place.

Un frío intenso invade su cerebro. El corazón se le queda parado durante unos instantes para volver a latir dolorosamente.

Colin deja caer la mano a su costado.

- Debes irte – murmura, echando la cabeza hacia un lado. El aire sale de sus pulmones con un extraño silbido, y Draco supone que debe tener alguna costilla rota – Avísales.

- Maldita sea, Creevey… - murmura, tapándose el rostro con las manos durante un instante. Se yergue y da media vuelta para salir de allí, pero la débil voz de Colin le detiene.

- Necesito… necesito que hagas dos cosas por mí.

Draco se queda parado durante un momento eterno. Finalmente, se da la vuelta y le mira.

- Tú dirás.

La boca de Colin se tuerce en una débil sonrisa y vuelve a cerrar los ojos.

- Por favor… prométeme que no se lo contarás a Ginny.

La mente de Draco pondera durante unos segundos su petición. Si algo se merece ese bastardo, es que todo el mundo sepa cómo es en realidad; pero, por algún extraño motivo, se ve inclinado a aceptar.

- Lo prometo. ¿Y lo otro?

- Quiero que me mates.

Su voz no vacila ni un instante al decir las palabras. Y Draco sólo tiene que pensar en lo que debe estar sufriendo. Sabe las maldiciones que probablemente han utilizado en él. Sabe lo que le están haciendo por dentro. Y también sabe lo que le gustaría que sucediera si sus posiciones estuvieran invertidas.

Saca la varita del bolsillo derecho de la túnica y da un paso hacia atrás, apuntándole con ella. Colin parece tranquilo y mucho más en paz de lo que le ha visto nunca. Y en ese preciso momento, Draco duda. No sabe si lo que va a hacer implica cruzar una línea invisible que no tiene vuelta atrás. La mano le tiembla ligeramente.

- ¿A qué esperas?

Draco aprieta los párpados con fuerza. "Maldita sea, tiene que haber otra manera".

- ¡JODER, TE ESTOY DICIENDO QUE LO HAGAS!

El grito es seguido por la tos de un hombre moribundo, por un signo de debilidad que hace queabra los ojos. La cámara circular parece replegarse sobre él, haciendo desaparecer toda la luz, quitándole el aire. Sin dedicarle un último pensamiento, y sin dudar esta vez, hace lo que él ha pedido.

- Avada Kedavra.

Se despierta de golpe. Los ecos de un grito resonando en su garganta, el inicio de lágrimas en sus ojos, el fulgor verde aún vívido en su mente. La voz de Colin Creevey aún en sus oídos.

Emite un sollozo estrangulado y se lleva las temblorosas manos al rostro, respirando profundamente e intentando calmar el acelerado latido de su corazón, que en ese momento parece un caballo desbocado dentro de su pecho. Cuando repentinamente una nueva imagen asalta su mente acompañada de un escalofrío, se da cuenta.

El sueño no ha sido suyo.

Echa hacia atrás las sábanas y se pone en pie. Tiembla ligeramente ante el contacto de sus pies con el suelo y, abrazándose a sí misma para paliar en lo posible el penetrante frío de la estancia, sale al pasillo. Camina lentamente los pocos metros que separan su habitación de la de Draco, y se para dubitativa ante la puerta cerrada. Finalmente, con un débil suspiro, entra en el cuarto.

Sus ojos tardan unos instantes en acostumbrarse a la absoluta oscuridad. Oye un ruido a su derecha y se gira para distinguir apenas los contornos de una cama de dosel, muy parecida a la suya. Se acerca despacio a ella y mira hacia abajo.

Draco parece estarlo pasando mal. Las sábanas de la cama están desordenadas y enredadas en torno a su cuerpo, como si hubiera estado peleando con algún ser invisible. Está empapado en sudor y algunos mechones de su rubio cabello se le pegan a la frente. Murmura algo incomprensible y de vez en cuando su rostro se contrae en un gesto de angustia tan grande que a Ginny se le parte el corazón.

Conteniendo sus propias ganas de llorar ante las traicioneras imágenes que siguen invadiendo su cerebro, se sienta en el borde de la cama, sintiéndose extremadamente cansada y mucho más mayor que sus veintiséis años.

- Despierta... por favor.

Él no reacciona. Sigue inmerso en una batalla con sus pesadillas, y ni tan siquiera da signos de haberla oído. Con lentitud, Ginny extiende el brazo, y apenas ha alcanzado a rozarle la fría mejilla con el dedo índice cuando los ojos de Draco se abren repentinamente. Con reflejos que debe haber adquirido durante sus muchos años como jugador de Quidditch, le apresa el brazo antes de que ella se llegue a dar cuenta de lo que está sucediendo, y rueda sobre su espalda, cubriendo todo el cuerpo de Ginny con el suyo propio e impidiéndole cualquier posibilidad de movimiento.

Cuando empieza a notar el dolor en su brazo alza la vista y le mira. Los ojos de Draco están clavados en los suyos; su respiración es errática y agitada y traga saliva de forma casi audible. Abre la boca para pedirle que la suelte, pero él se le adelanta:

- Maldita sea, Weasley – su voz tiene un tinte extraño que no sabe identificar y que le hace no darse cuenta de que él ha vuelto a usar su apellido - ¿Qué diablos te crees que estabas haciendo?

- Sólo intentaba... despertarte – replica Ginny, incapaz de pensar en otra cosa que no sea en la firmeza con la que él le agarra y en el dolor punzante que le provoca – Estabas teniendo una pesadilla.

- Eso ya lo sé – el cálido aliento le roza la mejilla, y sólo en ese momento ella se da cuenta de la situación en la que están – Lo que quiero saber es qué hacías... en mi mente

La pregunta le choca tanto que por unos instantes no sabe qué contestar. Finalmente, desistiendo totalmente de intentar liberarse, gira el rostro hacia un lado y contesta con voz monótona:

- Es Legeremancia. Normalmente me controlo... pero en algunas ocasiones, cuando tengo las defensas bajas o cuando las emociones son muy intensas, me meto en la mente de otras personas... sin pretenderlo.

Durante unos momentos eternos les envuelve el silencio. Ginny cierra los ojos y hace una profunda inspiración; y como él sigue sin hablar, vuelve a mirarle.

Ahora su respiración es tranquila y sosegada, y parece haber recuperado parte de la compostura perdida durante los últimos minutos. Los débiles rayos de luna que se logran colar entre los pesados cortinajes enmarcan ligeramente su silueta, de manera que Ginny puede distinguir sus facciones con bastante claridad. Tiene el ceño fruncido en una mueca de concentración y, aunque ha aflojado un poco la presión de sus dedos, aún no la ha soltado. Recorre su rostro con la mirada, y cuando sus ojos van a detenerse en una minúscula cicatriz que tiene justamente bajo la barbilla, tiene que controlar el impulso de extender la mano y comprobar cómo se siente su piel bajo sus dedos.

Se ruboriza intensamente ante el pensamiento y agradece que la oscuridad no le permita a Draco ver claramente el vivo color de sus mejillas. Por fin él parece reaccionar y le pregunta, en una voz tan baja que apenas le escucha:

- ¿Lo has visto todo?

Sin decir nada, ella asiente, tragando dolorosamente el nudo que se ha formado en su garganta ante el recuerdo de lo que ha visto. Intenta controlarse, pero algo de lo que siente debe reflejarse en su cara porque casi inmediatamente nota que Draco mueve el brazo y le toca la mejilla, en un roce tan leve que casi cree habérselo imaginado.

- Lo siento.

Esbozar una sonrisa le resulta totalmente imposible, así que se limita a negar con la cabeza y a fijar la vista en un punto indeterminado de la pared. Lejos de su mirada.

- No tienes que sentirlo – se pregunta interiormente si su voz ha sonado tan débil como a ella misma le ha parecido – No has hecho... nada por lo que tengas que pedir perdón.

Las últimas palabras salen de su boca en un débil susurro, como si decirlas le hubiera costado un esfuerzo sobrehumano. Se siente helada por dentro, como si una enorme garra de hielo le apresara el corazón, y se pregunta si alguna vez se librará totalmente de ese frío. Cuando está a punto de pedirle a Draco que se quite para que pueda irse a su habitación, él se mueve otra vez. Le suelta el brazo y pone su mano izquierda bajo el cuello de Ginny, enredando cuidadosamente los dedos en su cabello pelirrojo. Luego se inclina más sobre ella y esconde su rostro en el hueco entre su hombro y su cuello, rozándola levemente con la punta de la nariz.

Ante el roce de su piel siente un escalofrío que nace en el punto donde él la ha tocado y se extiende por su cuerpo, por sus extremidades, como despertándolas después de un prolongado letargo.

Como en un sueño, alza los brazos y sus manos se posan suavemente en la espalda de Draco, anhelantes del tibio calor que todo él parece proporcionar. Dibuja con las yemas de sus dedos las formas angulosas de los hombros y los omóplatos, la suave línea de la columna.

Le oye hablar, pero su voz parece llegarle desde muy lejos. Sólo es capaz de pensar en los músculos tensos bajo sus manos, en el cosquilleo de su aliento, en la manera en que sus cuerpos parecen encajar perfectamente.

Entonces siente que los labios de Draco acarician su cuello en algo que puede haber sido tanto un roce casual como un beso deliberado, y una especie de corriente eléctrica la recorre de la cabeza a los pies, haciendo casi dolorosa la acuciante necesidad de abrazarle y sentir esos labios sobre los suyos.

- Ginny.

Su voz es apenas un susurro. Pero su tono anhelante y vulnerable es suficiente para hacerla volver de golpe a la realidad. En un gesto que parece contrariar todos los deseos de su cuerpo, le pone las manos en el pecho y le empuja suavemente a un lado, intentando ocultarle las oleadas de intenso pánico que la recorren ante lo que ha estado a punto de ocurrir.

- Necesitaba... respirar – dice en un intento desesperado por eliminar la pesada tensión que se ha instalado entre ellos – No eres precisamente una pluma.

Espera su respuesta, rezando a todos los dioses de todas las religiones de las que alguna vez ha oído hablar para que él deje el tema. Para que no quiera saber.

Finalmente, después de unos segundos que parecen alargarse inexplicablemente, la boca de Draco se tuerce en su característica media sonrisa, y Ginny respira aliviada sabiendo que, al menos de momento, no hablarán.

- No sé muy bien cómo debo tomarme eso – dice por fin, apoyando la cabeza en la almohada y bostezando ampliamente - ¿Es un insulto?

Ginny se encoge de hombros, y contesta con una pequeña sonrisa que él no puede ver.

- Supongo que podrías tomártelo así.

- Eso es genial – murmura Draco, tumbándose de lado y mirándola con una expresión soñolienta en sus ojos grises – Me siento como si estuviéramos de vuelta en el colegio. ¿No pensarás echarme ahora la maldición mocomurciélago, verdad?

- Bueno... – ella se recuesta también en la almohada y se frota los ojos, luchando contra el sueño – Si no eres un chico malo, no será necesario tomar esas medidas.

- Tenemos un problema – Draco apoya la mejilla en la mano derecha y levanta una ceja – Yo siempre soy un chico malo.

Cuando la mente de Ginny asimila el doble sentido de esa última frase, ella se encuentra demasiado cansada como para molestarse en buscar una réplica adecuada, así que se limita a encogerse sobre sí misma, dándole la espalda, y a aceptar la mano tendida que Morfeo le ofrece.


Cuando abre los ojos, los primeros rayos de sol de la mañana ya se cuelan entre los pesados cortinajes y tiñen los magníficos muebles de un tenue color dorado. Permanece unos instantes sin moverse, con la vista clavada en el techo, y respira profundamente, sintiéndose más descansada que en muchos días.

De manera casi inconsciente su mano izquierda se mueve sobre el lugar donde Draco ha dormido esta noche. Descubre, con una cierta decepción que no sabe explicar, que él ya se ha levantado, y su mano viaja por las sábanas aún templadas.

Suspira y vuelve a cerrar los ojos; finalmente, después de unos instantes de total relajación, se incorpora y se estira perezosamente; luego se levanta. Se pone una fina bata de raso que encuentra cuidadosamente doblada en una silla junto a la cama, y sale de la habitación.

Mientras baja por la impresionante escalinata de mármol, su mente viaja a lo ocurrido la noche anterior, y cuando le parece volver a sentir la piel de la espalda desnuda de Draco bajo sus dedos, un leve rubor cubre sus mejillas y no puede evitar pensar qué habría ocurrido si ella no hubiera parado.

Un abanico de posibilidades aterradoras se abre en su mente. Se detiene en medio de las escaleras y respira profundamente, intentando recuperar el control que pareció haber escapado de sus manos la noche anterior. Se queda totalmente quieta unos instantes, hasta que se siente capaz de enfrentarse a él sin desear que la tierra se hunda bajo los pies, y se vuelve a poner en marcha.

Mantiene frescas en su memoria las indicaciones que le dieron para no perderse en la casa y caminando con paso ligero llega a la cocina en escasos minutos. Cuando entra se queda congelada en la puerta.

Draco está sentado ante la mesa, leyendo atentamente un periódico checo y removiendo con aire ausente un café que seguramente ya se ha quedado frío. Tiene el ceño fruncido en un gesto de concentración y sus ojos grises se mueven velozmente recorriendo la página impresa. Su normalmente ordenado cabello rubio está despeinado y alborotado; aún no se ha quitado los pantalones del pijama y se cubre con una camisa negra desabrochada que contrasta violentamente con la palidez de su piel.

Levanta la cabeza al oírla entrar y sus miradas quedan clavadas durante unos segundos; finalmente, él alza la ceja a modo de saludo y le dice, con la voz ligeramente ronca de quien se ha levantado hace poco:

- He hecho café – echa un vistazo al líquido de su taza y añade: - Aunque tal vez prefieras hacerlo tú o tomar otra cosa. No sé si esto será muy sano.

Esbozando una sonrisa muy a su pesar, Ginny se deja caer en una silla y, decidiendo que prefiere no arriesgarse con el café, coge una tostada de un plato y se pone a mordisquearla con aire ausente.

- ¿Cómo te encuentras? – dice Draco, después de unos instantes de silencio únicamente roto por el sonido de las páginas del periódico.

- Bien – se echa hacia atrás en su silla y cierra los ojos, dejando que los tibios rayos de sol acaricien su piel – Necesitaba descansar. La noche de sueño me ha venido bien.

Casi puede verle levantar una ceja.

- ¿Una noche? Ginny... has dormido algo más de treinta y seis horas.

Ella casi se atraganta con el pedazo de tostada que está masticando y vuelve a abrir los ojos para mirarle con escepticismo.

- ¿De qué hablas?

- Pues lo que te he dicho – Draco dobla cuidadosamente el periódico y lo deposita encima de la mesa, con un brillo de diversión en los ojos grises – La poción que tomaste estaba preparada con el fin de que no te despertaras totalmente hasta que no estuvieras mejor.

Durante unos segundos Ginny le mira fijamente, intentando descubrir si le está gastando una broma, pero ante su expresión inusualmente seria no le queda más remedio que creerle. Suspira profundamente y se encoge de hombros con indiferencia, mientras extiende la mano para coger la taza de café que él tiene ante sí y da un sorbo.

- En ese caso, gracias. Lo necesitaba de veras – hace un gesto de disgusto y le devuelve la taza – Tenías razón. Esto está intragable.

- Tengo muchas habilidades – replica él con una sonrisa – Pero, por desgracia, hacer café no está entre ellas. Nadie es perfecto.

La ceja de Ginny se eleva hasta el infinito y le mira con expresión de censura.

- Acabas de darle un nuevo significado a "falta de modestia". Menuda opinión tienes de ti mismo.

- Si yo no pienso bien de mí mismo, ¿quién lo hará? – bosteza ampliamente y se echa hacia atrás en la silla, mirándola pensativo – Milos estuvo aquí ayer.

- ¿Qué quería?

- Sólo saber cómo han sido los primeros días – frunce el ceño, pensativo, y tamborilea en la mesa con el dedo índice – A decir verdad, estoy algo preocupado. Se está rodeando de un secretismo anormal incluso para él; intuyo que está preparando algo grande. Pero la verdad, no tengo ni idea de qué puede ser. Y eso me frustra.

- Supongo que nos enteraremos… a su debido tiempo – Ginny suspira y apoya los codos en la mesa, jugueteando con un mechón de su largo cabello pelirrojo – Lo cual es como decir que probablemente sabremos de qué va todo unos minutos antes de que empiecen a suceder las cosas.

- Eso no me gusta – Draco tiene la boca torcida en una mueca de enfado y sus ojos grises tienen un brillo peligroso – Odio que me dejen de lado. Odio no enterarme de las cosas. Pero, por encima de todo, odio las sorpresas. Son desagradables.

- Sólo esperemos que cuando sepamos lo que está pasando no sea demasiado tarde – echa la silla hacia atrás y se levanta – Voy a hacer algo decente de desayuno. ¿Qué te apetece?

- Ahora mismo nada – su expresión no ha perdido del todo el enfado y ha empezado a dar golpecitos en el suelo con los pies descalzos – Le diré a Zeus que mañana nos prepare algo. Hace tanto que no vengo a esta casa que se le debe haber olvidado que por las mañanas me gusta llevarme al estómago algo que no suponga un riesgo para mi salud.

Ginny apoya las manos en el respaldo de la silla y le mira, interrogante.

- ¿Zeus?

- Es el elfo doméstico de Ivana – explica Draco, levantándose también para depositar su taza en el fregadero – No te molestes en preguntar dónde está, ni siquiera yo lo tengo muy claro. He estado decenas de veces en esta casa y le debo haber visto tres veces. Ivana le ha dado demasiada libertad, está muy mal acostumbrado. Se ha olvidado de cómo debe hacer las cosas.

- Pasen y vean al Draco Malfoy de sus peores días – Ginny no puede evitar el tono recriminatorio de su voz – Eso que has dicho ha estado muy feo.

- Oh, por favor – se burla él, con un bufido – No me digas que eres alumna de Granger y me vas a dar todo el discurso ése de la situación de los elfos domésticos en el mundo actual, porque, francamente, no me importa.

Ginny alza la barbilla, con dignidad.

- No te iba a dar ningún discurso. Pero sigo pensando que eso que has dicho no ha estado bien.

Se da media vuelta y se dispone a salir de la cocina cuando la voz de Draco la detiene.

- Espera un momento.

Se vuelve a mirarle, cruzando los brazos con aire impaciente. Draco la observa con una expresión entre curiosa e interesada, con la boca curvada en una pequeña sonrisa. Por algún extraño motivo, eso la pone nerviosa, y se dispone a decir algo, pero él se le adelanta.

- ¿Por casualidad sabes bailar vals?

La pregunta la descoloca tanto que por unos momentos no puede hacer más que mirarle con expresión de incredulidad.

- Pues por casualidad, no, no sé. ¿A qué viene la pregunta?

La sonrisa de Draco se hace más amplia. Se levanta y camina hacia ella, parándose a unos pasos y mirándola divertido.

- ¿Recuerdas lo que comentó Ivana del cumpleaños de Milos? – Ginny asiente con la cabeza – Bien, pues él nunca se ha caracterizado por la sencillez, y sus fiestas son… una especie de recreación de reuniones de gala de la alta sociedad de finales del siglo diecinueve y principios del veinte. Lo que incluye trajes de noche, grandes salones, música de orquesta… y vals.

- ¿Me estás diciendo que tengo que aprender? – pregunta ella lentamente, sin dar crédito a lo que oye.

- Sí, bueno, en realidad te estoy diciendo que yo te tendré que enseñar, puesto que Milos nos ha invitado a esa fiesta – y luego, con un tono de advertencia, añade – Y lo siento, pero no te puedes librar.

- ¿Y por qué no? – se queja ella, sintiéndose invadida por un súbito malhumor – Odio bailar. Es más, se me da fatal. Y supongo que no querrás que te deje mal delante de toda esa gente de la alta sociedad.

- No puedes ir a una fiesta como ésa y negarte a bailar – replica Draco simplemente, al parecer disfrutando mucho con la situación – Es como… ir a Venecia y no montar en góndola, o como viajar a París y no subir a la torre Eiffel. O sea, un sinsentido.

- Pero ya te lo he dicho, soy muy mala bailando – dice Ginny, en un intento desesperado por salir de esa situación – No sé muy bien qué tengo que hacer con los pies. Te lo advierto, soy extremadamente torpe para moverme con música, y prometo que si me obligas a hacerlo te pisaré.

- Estoy dispuesto a correr el riesgo – Draco pasa por su lado, dirigiéndole una mirada de soslayo, y se para a la puerta – Además, no te preocupes, tenemos dos semanas. Para entonces te prometo que serás la reina de ese baile.

- Entonces tienes mucho trabajo por delante – replica ella, dejándose caer nuevamente en la silla con aire derrotado y escondiendo la cara entre las manos con un suspiro.

- Pues empecemos cuanto antes – le escucha decir. Alza la cabeza y le mira – Sube a cambiarte. Te espero en el salón en media hora.

Y entonces sale de la cocina, dejándole con una réplica airada en la punta de la lengua y con la sensación de que debe tenerle más miedo a esas lecciones que a lo que sea que esté planeando Milos.


Cuando entra en el salón, un rato después, Draco está inclinado sobre una mesita que hay junto a un ventanal sobre la que ha colocado un precioso gramófono que haría las delicias de Remus Lupin. Rebusca entre un montón de discos que tiene a su lado y, finalmente, parece encontrar lo que busca y lo pone en el aparato, colocando la aguja con cuidado encima de la negra superficie. Las primeras notas de Danubio Azul llenan la estancia y Ginny no puede evitar sonreír ampliamente al escuchar la que siempre ha sido una de sus piezas favoritas de música clásica.

- Siento decepcionarte, Ginny, pero no estamos jugando a las estatuas – la voz de Draco llega hasta ella y la sobresalta.

- Simplemente estaba escuchando – se defiende, moviéndose hacia él – Me encanta esta música.

- Bueno, quizá aún tengas futuro – se burla Draco, parando el gramófono y volviéndose hacia ella – Asumiré que no tienes ni la menor idea de cómo se baila esto, así que lo mejor será que empecemos desde cero.

- No creo que eso sea mucho asumir – replica Ginny, molesta – Yo misma te lo he dicho hace un rato.

- Vamos, era una forma de hablar. ¿Tienes que encontrar una réplica para todo?

Ella está a punto de abrir la boca para contestarle cuando se fija en su sonrisa y se maldice mentalmente por haber caído en su juego. Cruza los brazos y le mira con expresión furibunda.

- Si empezamos así, no tendré ningún problema en dejarte asistir solo a esta estúpida fiesta – advierte - Siempre puedes decir que vas con una compañera invisible.

Por algún motivo, su tono molesto parece divertir aún más a Draco, que se encoge de hombros sin que la sonrisa le abandone del todo y avanza hasta situarse frente a ella.

- La verdad es que sería una situación extremadamente interesante. Tal vez lo pruebe alguna vez – se acerca a Ginny y le pone la mano derecha en la cintura, alzando ligeramente el brazo izquierdo con la palma vuelta hacia ella – Ahora tienes que cogerme la mano y apoyar la mano izquierda en mi hombro; esto se llama posición cerrada.

Sintiéndose extremadamente incómoda con la situación, posa suavemente la mano izquierda en su hombro y desliza los dedos entre los suyos más largos, que los estrechan con firmeza.

- ¿Sabes? – Draco habla muy bajo y tiene que hacer un auténtico esfuerzo para escucharle – Se supone que no tiene que caber otra persona entre nosotros.

Y dicho eso, la atrae hacia sí hasta que no queda espacio alguno entre ellos y prácticamente cada pulgada de sus cuerpos desde el pecho hasta las rodillas está en contacto. Ginny traga saliva dolorosamente, sintiendo la garganta repentinamente seca, e intenta desesperadamente pensar en algo que no tenga que ver con su olor a jabón y after shave y con la tibieza de la piel de sus manos, mientras que, inevitablemente, escenas de la noche anterior se repiten una y otra vez en su mente, provocando que sus mejillas enrojezcan de una manera nada discreta.

- Y ahora es muy simple – continúa él, sin darse cuenta de la turbación de Ginny – Sólo tienes que hacer lo contrario a lo que haga yo. Si yo echo el pie derecho hacia atrás, tú adelantas el izquierdo. Es bastante fácil, basta con que te dejes llevar.

Se empieza a mover suavemente y Ginny hace todo lo posible para seguirle sin pisarle ni perder el ritmo. Las indicaciones que le va dando son claras y precisas, y no tiene muchos problemas en asimilarlas y ejecutarlas a la perfección.

Pero sabe que no lo está haciendo bien.

Los músculos de sus brazos y piernas están rígidos y pesados y todo su cuerpo parece estar en tensión, por lo que los movimientos que realiza carecen de fluidez y le da la impresión de estar moviéndose como una autómata. Tras unos minutos en esa tónica, Draco se separa de ella y la mira, con el entrecejo fruncido.

- No lo haces mal, Ginny… Lástima que no haya ninguna diferencia con lo que sería bailar con el palo de una escoba.

- Te advertí que no se me daba bien – dice ella, metiéndose las manos en los bolsillos de su pantalón vaquero y mirándole con una expresión no carente de enfado – No es culpa mía que no haga bien algo que no me gusta.

- La cuestión es – interrumpe Draco, mirándola con curiosidad – que lo haces bien. Pero estás totalmente tensa. ¿Se puede saber por qué?

- No me gusta bailar – repite Ginny, con terquedad, negándose a admitir ante él el verdadero motivo por el que se siente tan a disgusto.

Él se queda en silencio unos instantes, contemplándola con aire evaluador. Ginny se mueve en su sitio, incómoda bajo su escrutinio.

- Bien – dice Draco finalmente – Vamos a hacer una cosa. Dices que te gusta esta música, ¿no? Pues lo único que tienes que hacer es dejarte llevar.

- ¿Dejarme llevar? – pregunta Ginny, mirándole con suspicacia.

Él asiente y se acerca nuevamente a ella, volviendo a poner la mano en su cintura y alzando el brazo izquierdo, a la espera de que haga lo mismo. Ginny suspira y le imita.

- Olvídate de todo, de los muebles, incluso de que ésta es la primera vez que bailas vals. Sólo sigue mis movimientos y déjate llevar por la música.

- Eso te quedó poético.

- Lo sé – replica Draco, sin ninguna modestia – Vamos a intentarlo, ¿de acuerdo?

- Está bien – acepta ella finalmente, tras unos instantes de duda - ¿Qué quieres que haga?

- Cierra los ojos.

Ginny aprieta fuertemente los párpados y se concentra. Las notas de la melodía se elevan y revolotean a su alrededor, como envolviéndola en una manta cálida, aislándola de todo lo que no tenga que ver con el sonido de los instrumentos.

Entonces siente que Draco se mueve. Casi sin pensarlo, adelanta su pie izquierdo, dejándose llevar suavemente por sus movimientos tranquilos y seguros. Un paso tras otro, un giro que apenas se da cuenta de haber realizado, un pequeño movimiento hacia la derecha. Ejecutan todas las rutinas con ligereza y seguridad, adaptándose perfectamente al ritmo de las notas. Está tan absorta en lo que está haciendo que sólo se da cuenta de que la música ha terminado cuando siente que él se para de repente.

Abre los ojos. Draco la mira intensamente, con una expresión extraña e indescifrable en sus ojos grises. Lentamente, sus labios se curvan en la sonrisa más grande que Ginny le ha visto esbozar nunca.

- Eso ha estado muy bien – dice Draco en un susurro. Su voz y su cercanía hacen que una especie de descarga eléctrica le recorra el cuerpo, y por una vez desiste de intentar analizar todas las emociones encontradas que provoca en ella – Con un poco de suerte, sí que lograremos hacer de ti la reina del baile.

Sin apenas darse cuenta, Ginny esboza una tenue sonrisa que alcanza sus ojos e ilumina su rostro.

- Gracias.


N/A: Ni siquiera me voy a molestar en empezar a disculparme por la tardanza porque me pasaría aquí toda la vida. Sólo decir que muchas veces he tenido fases de bloqueo, pero nunca me ha ocurrido algo como con este capítulo. Escribir cada simple escena era un auténtico triunfo y una desesperación a la vez porque me atascaba y no sabía cómo seguir. Me he roto la cabeza hasta para elegir el título, así que imaginaos lo que ha sido. Y nada… aquí lo tenéis. Ojalá la espera haya merecido la pena XD

Sólo decir que este capítulo se lo dedico, más que nunca, a Sara, Lidia, Flor y Mane. Mis niñas, sin vosotras esto jamás habría visto la luz. Gracias por el apoyo y los ánimos constantes.

Dama-Blanca: Ains, Lidia. No sabes bien lo que significa para mí que me digas que te ha gustado. En serio. ¿Soberbio? Buf. Eso son palabras mayores. Pero gracias… millones de veces gracias. Y no… Draco no tuvo malos pensamientos. ¿Te imaginas la situación? No creo que fuera la ideal para ese tipo de imágenes mentales que sé que tú tienes, niña de mente sucia :P. Y en cuanto a la escena que dices que te gusta de Narcisa… se me olvidó comentarlo y darle el debido crédito, pero la frase que tú dices me la dijo a mí una muy buena amiga en un momento que la necesité mucho. También va por ti, Euge, aunque no creo que nunca lo leas . En resumen… otra vez gracias. Por el comentario, por las conversaciones por MSN. Por muchos años :-)

Sthefany Weasley: Jes. Sí, Colin fue un traidor. No es una pantalla de humo como las que usa JKR para ocultarnos que la pareja final de la saga es HHr :P

Camilla Potter: ¡Holaaaaaaaaaa! ¡Qué bien leerte por aquí! Me alegro que te guste

Hecate-san: ¿Que te estás enamorando del personaje de Draco? Uff. Vaya cumplido más grande. Yo adoro a Draco, pero en los libros es un personaje plano y totalmente desaprovechado, así que lo que hago es intentar darle el carácter que a mí me gustaría que tuviera. Me alegro de que me salga bien

Deiv: ¡Deiv! ¡Que ilusión me ha hecho leerte! Me siento orgullosa de que te guste… ¡A ti, que escribes tan bien! A ver cuando publicas tus fantásticos fics aquí para que yo también pueda dejarte reviews.

Potty: Bwahahaha. Me reí muchísimo con tu review. ¿Draco de la otra acera? Por Dios, eso nunca. Draco es de Ginny y sólo de Ginny. Bueno, y mío a veces.

eowyn potter: Jeje. A ver… Milos no pensó nada extraño cuando Ginny salió corriendo, no te preocupes. Ginny se inventó lo de que Draco y ella estaban juntos de manera inconsciente, como que la mujer pasa un poco de que un mortífago le tire los tejos (otra vez). ¿Y Draco siente algo por Ginny? Mm… desde luego, siente algo, sólo que no creo que sea a lo que tú te estás refiriendo.

Flor: La forera superstar al habla :P ¡Mosquetera! ¡Por fin por aquí! Cuánto me alegro de leerte. Y me encanta que te encante, ya lo sabes. Y creo que tendré que compartir a Draco contigo sólo por toda la ayuda que me has prestado. Te lo agradeceré eternamente.

Lucy56: Ay dichosos exámenes. Bueno, ¡me alegro de que no interrumpieras tus estudios! Odiaría sentirme culpable de un suspenso :LOL: Ay… gracias por todo lo que me dices, me sacas los colores. Me haces más que feliz

Anasazi: ¡Mi querida Sara! Nuevamente por aquí, siempre un gusto leerte. Creo que te he dicho muchísimas veces lo que significa para mí que te guste lo que escribo, pero también tu ayuda y tu apoyo. Eres un cielo de persona. Y bueno, ya sabes que cierta escena es totalmente tuya, yo sólo puse en palabras tu fantástica idea. Gracias ((((Sara))))

Anzu: Gracias, gracias, gracias. Por todas tus palabras.

Y a MAKIMASHI MISAO (F.D.S.SD Potter-Black-Lupin, Yose- Malfoy-FeltonLuciana, eire, ivita black, Hermy-BlackMalfoy, aziral, Melissa, abin, Susy, adhara-15, alex malfoy y Karito 22, muchísimas gracias por vuestros comentarios y por molestaros en leer estos delirios míos. Os quiero infinitamente a todos