LA VIDA EN NEGRO

Capítulo 7: Revelaciones

(N/A: Esta vez, debido a que se empeña en hacer cosas raras, he sustituido los guiones como marca de diálogo por las dobles comillas. Perdón por las molestias)


Le duele la cabeza.

Siente la boca seca.

La garganta estropajosa.

Tiene una sensación desagradable en la boca del estómago.

Mantiene los ojos cerrados unos instantes, sabiendo que, en cuanto los abra, la creciente luz de la estancia le molestará considerablemente.

Maldice por lo bajo. Ya apenas recordaba lo que era despertarse con resaca, y habría pagado un buen puñado de galeones por no estar experimentándola en este momento.

Por fin, con desgana, parpadea rápidamente. La brillante luz de la mañana se le clava en la cabeza como un millón de cuchillos y hace que sus cansados ojos lagrimeen ligeramente. Ahoga un gemido y se lleva las manos a las sienes, apretando con fuerza, como si así pudiera librarse de las molestas consecuencias de su exceso con los licores de la noche anterior.

Se incorpora con torpeza, bostezando ampliamente mientras se frota los ojos para ahuyentar los últimos restos de sueño, y ve la camisa tirada descuidadamente a los pies de la cama. La recorre lentamente con la mirada, sin comprender, y entonces se fija en la mancha de sangre reseca de la manga izquierda, lo que hace que todo lo ocurrido la noche anterior regrese a su mente de golpe.

Aprieta los ojos, sintiéndose repentinamente sin fuerzas, y los vuelve a abrir apenas unos segundos después. Siente algo extraño en su mano izquierda, y al bajar la mirada su vista se tropieza con un pañuelo de seda. Toca suavemente con la punta de los dedos la delicada tela, ahora manchada de sangre y probablemente ya arruinada, y tras un instante de duda al no sentir dolor deshace el nudo y alza la mano frente a sus ojos, frunciendo el ceño.

No hay corte. Ni cicatriz. Ni la más mínima señal de que la noche anterior hubiera sangrado de la manera que lo hizo. Toca con las yemas de los dedos la piel sin marcas y se pregunta cómo es eso posible. De no ser por el pañuelo habría creído que se había imaginado todo y que lo ocurrido apenas horas antes había sido sólo un sueño o una alucinación.

Piensa intensamente, intentando recordar lo sucedido después de la marcha de Draco, pero su mente está totalmente en blanco a partir de ese punto y al final desiste de buscar una explicación.

Se levanta poco después. El reloj dorado que hay sobre la cómoda le dice que hace tiempo que pasó el mediodía, pero ella se siente increíblemente cansada, como si no hubiera dormido. Se da una ducha y se viste rápidamente, y tras decidir que probablemente será tan inútil buscar a Draco en la casa como esperar su regreso, coge su abrigo y su bufanda y sale a la fría mañana de Praga.


Caminan a buen paso por el recinto del castillo.

Ivana habla animadamente, contándole leyendas y mitos locales que en otra ocasión habría encontrado extremadamente interesantes, pero que en este momento, dadas las circunstancias, sólo aumentan su dolor de cabeza y la impresión de haberse equivocado moviéndose de la casa.

Se envuelve más en su abrigo y mete las manos en los bolsillos, agachando la cabeza para protegerse de la brisa helada que les viene directamente de frente, e intenta escuchar a lo que Ivana está diciendo, pero su mente vuelve una y otra vez a los sucesos de la noche anterior, a la pelea que tuvo con Draco, y se siente tan mal que no puede hacer otra cosa que apretar los ojos y desear olvidarse de todo.

"Ivana" dice de repente. "¿Has visto a Draco esta mañana?

Ella se para y la mira, dubitativa, como atravesándola de parte a parte con la mirada azul.

"Sí" dice por fin, después de un rato de silencio "Cuando me levanté me lo encontré en la biblioteca. No me contó nada, sólo me pidió ropa limpia y me dijo que pasaría el día fuera. ¿Ha... ocurrido algo?"

Ginny suspira y sus labios se curvan en una sonrisa resignada totalmente carente de alegría.

"Tuvimos una... pelea anoche "se coloca un mechón de pelo tras la oreja y se para, mirándola "Nos dijimos unas cosas bastante feas. El caso es que, sobre las cuatro de la mañana, él se fue y no le he vuelto a ver desde entonces."

"Entiendo." Ivana le aprieta tenuemente un brazo, en señal de ánimo, y dice, en tono más alegre: "Yo no me preocuparía. Probablemente esté aquí mañana, o lo más tardar el jueves. Otra cosa no sería propia de él."

"Hay muchas cosas que no son propias de Draco. Y aun así, las hace" murmura ella, sintiendo un escalofrío ante una ráfaga de aire frío especialmente fuerte "A veces no sé cómo comportarme con él."

"Draco es una persona complicada" dice Ivana, amablemente, esbozando una sonrisa comprensiva. "Hay que conocerle bien para saber cómo tratarle. Y debido a vuestras... circunstancias, eso es algo de lo que no has tenido oportunidad. Sólo dale un poco de tiempo. Verás cómo las cosas se solucionan".

"No es una situación agradable", replica, reanudando el paso "Y sé que mi actitud con él tampoco ha sido la mejor."

"¿Ves? Por lo menos sabes por dónde va el problema. Ahora lo único que tienes que hacer es poner todo lo que esté en tus manos para solucionarlo."

Ginny aprieta los labios y clava la vista en las baldosas grises.

"Lo intento. Pero..."

Ivana se vuelve a parar. La toma por la barbilla y la mira con un gesto entre serio y preocupado, finalmente la suelta y dice, suavemente:

"No es algo malo que te sientas atraída por él."

Por algún motivo, a Ginny no le sorprende excesivamente esa frase. Supone que Draco no es el único que sabe perfectamente lo que pasa por su cabeza, y se pregunta si realmente es tan fácil de leer para ellos..

"Sé que no es malo" responde por fin, alzando la vista y maldiciendo el ligero enrojecimiento de sus mejillas "Es sólo que..."

Se calla, sin saber muy bien cómo continuar. Ivana le dirige una mirada evaluadora y dice:

"Ha sido un cambio muy brusco. Es normal que no sepas cómo comportarte o cómo actuar. Y como ya te he dicho, Draco no es una persona fácil de entender, luego el saber cómo relacionarse con él es un arte en sí mismo" esboza una pequeña sonrisa y le aprieta el brazo con cariño "De todos modos intenta pensar en otras cosas, Ginny. Como por ejemplo... tus clases de vals. ¿Cómo las llevas?"

Ginny sonríe levemente y entra tras ella en una oscura cafetería de aspecto acogedor. Se sientan en una mesa situada junto a un ventanal que da a la entrada principal del castillo y después de que Ivana hable con el camarero dice:

"Bastante bien. Aunque supongo que en ello influye el hecho de que Draco sea un buen maestro."

"Es paciente" Ivana coloca las manos sobre la humeante taza de café que el camarero coloca pocos instantes después ante ella "No tienes que preocuparte, seguro que lo harás muy bien."

Ginny asiente cortésmente, pero no dice nada. Se lleva la taza a los labios y toma un sorbo de su té a la menta, luego la deposita cuidadosamente en el plato y se echa hacia delante, apoyando los codos en la mesa.

"Tengo un... pequeño problema" empieza a decir, sintiéndose ligeramente ridícula. Ivana alza una ceja, interrogante "A mí nadie me había dicho que iba a haber una fiesta de este tipo y... digamos que no tengo nada adecuado para la ocasión."

"Por eso no tienes que preocuparte" replica Ivana, con gesto alegre "Hablaré con Igor, mi sastre. Él se encargará de hacerte algo "entorna los ojos y la mira fijamente "Rojo, claro está. O tal vez un color burdeos, seguro que te sentará bien."

Ginny esboza una pequeña sonrisa y mira por la ventana. Clava la vista en el cielo nublado y, con la voz de Ivana de fondo, piensa en él. Como siempre.


Cuando entra en la casa lo primero que oye es la música. Cierra la puerta cuidadosamente y se queda parada, mientras el vestíbulo se inunda con las notas del Claro de Luna de Beethoven. Camina en silencio hasta la biblioteca y se detiene a la entrada, apoyando la mano levemente en el marco de la puerta.

Draco está sentado ante el hermoso piano de cola que hay junto al enorme ventanal. Tiene el entrecejo fruncido en una expresión de concentración y sus manos se mueven con agilidad sobre las teclas. Tiene arremangado hasta los codos el jersey color hueso, la única prenda que alguna vez le ha visto que no es de color negro, y mechones de su cabello, empapado a causa de la lluvia, se le pegan a la frente.

La oye moverse y cuando alza la vista y la ve la música se interrumpe de golpe. Sus miradas quedan prendidas durante unos instantes eternos hasta que, finalmente, Draco cierra cuidadosamente la tapa que protege el teclado y se levanta, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón y sin apartar sus ojos de ella ni un solo momento.

Ginny traga saliva, sintiéndose inexplicablemente nerviosa, y dice en un tono de voz que es apenas un murmullo:

"Por favor, sigue."

Draco niega lentamente con la cabeza y da un par de pasos hacia delante, quedándose parado en el centro de la estancia.

"No me gusta tocar con público."

Por algún extraño motivo cuando Ginny oye esas palabras se siente como si la hubiera abofeteado y camina hacia atrás, intentando desesperadamente alejarse de allí lo más rápido posible.

"Bien" dice por fin, su voz más fuerte de lo que habría pensado "Estoy... cansada, voy a intentar dormir un rato. Si quieres algo, estaré en mi habitación."

Dicho esto, y sin esperar la respuesta de Draco, da media vuelta y empieza a subir las escaleras, lentamente, sintiéndose infinitamente cansada, como si alguien le hubiera absorbido toda la energía. Cuando llega a su cuarto se deja caer de golpe en la cama sin ni tan siquiera cambiarse y se frota enérgicamente los párpados, intentando sacudirse el agotamiento. No por primera vez se pregunta qué es lo que está haciendo exactamente. A dónde la lleva aquella situación que parece estarla volviendo loca y sino sería mejor olvidarse de todo lo que está ocurriendo y volver a la vida más o menos tranquila que tenía antes de que Draco Malfoy entrara de golpe en ella.

Se tumba de lado y encoge las piernas, cerrando los ojos y respirando profundamente, y apenas unos instantes después se queda dormida.


Se despierta cuando la puerta de la habitación se abre con un leve crujido. Parpadea rápidamente, hasta que sus ojos se acostumbran a la oscuridad del cuarto, y entonces le ve.

Está de pie junto a la cama, contemplándola con una expresión indescifrable en sus ojos grises. Un mechón de cabello rubio que parece no notar le cae descuidadamente sobre la frente y sus labios están fruncidos en un gesto de concentración. Tiene las manos metidas en los bolsillos de unos pantalones que le quedan demasiado anchos y, aunque su postura parece totalmente casual, Ginny puede notar la tensión que siente, que emana de su cuerpo como el calor de una hoguera.

Cuando la ve mirándole da un par de pasos hacia la cama y se sienta en el borde, sin decir nada. Como siempre, parece traspasarla con la mirada, pero esta vez Ginny se siente demasiado cansada para que le importe. Se incorpora, apoyándose ligeramente en los codos, y abre la boca para hablar, pero no sabe qué decir y la vuelve a cerrar. Siente un peso enorme en el pecho y la invade un súbito sentimiento de tristeza que no sabe de dónde viene, pero que cree que puede tener algo que ver con la soledad que lleva meses, incluso años sintiendo, y que se ha acentuado bruscamente estos últimos días. Y entonces algo se rompe dentro de ella, y antes siquiera de pensar en lo que está haciendo se pone de rodillas en la cama y le abraza, casi con desesperación, enterrando la cara en el hueco de su cuello y clavándole las uñas en la espalda.

Y quiere llorar, pero no puede, porque las lágrimas parecen haberse atascado en sus ojos negándose a salir. Entonces él mueve los brazos y le rodea la cintura con una torpeza palpable, como si no estuviera acostumbrado a hacerlo, y con ese simple gesto hace que todas sus defensas se derrumben. Emite un sollozo ahogado y le estrecha con más fuerza aún, hasta que entre sus cuerpos no queda ni el más mínimo espacio. Nota que las manos de Draco suben por su espalda, que se enredan en su cabello; le oye decirle algo al oído pero el aliento sobre su piel, el tacto de las yemas de sus dedos y la forma en la que la abraza la distraen de tal manera que es incapaz de entender.

No sabe cuánto tiempo pasa así, abrazándole como si le fuera la vida en ello. Respirando su olor a lluvia, sintiendo el tacto de su piel, escuchando el sonido de su respiración. El temblor de su cuerpo va disminuyendo gradualmente y se queda quieta, en silencio, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en su hombro, abandonándose a la marea de sensaciones que siempre provoca en ella.

Finalmente, después de unos instantes, Draco se separa y la mira. Están tan cerca que puede ver perfectamente la pequeña cicatriz de su barbilla y el deseo de besarle es tan repentinamente fuerte que por una vez se olvida de erigir todos esos muros y defensas que siempre construye cuando está con él. Se pregunta qué pasaría, qué cambiaría si se decidiera a dar aquel paso. No puede evitar imaginarse cómo sería un beso suyo, pensamiento que hace que sus mejillas se tiñan de un intenso color rojo que espera que él no haya notado.

Le oye hablar como si su voz viniera de muy lejos y tiene que hacer auténticos esfuerzos para entender lo que le está diciendo.

"Hagamos algo" su voz carece de su habitual tono sarcástico, ahora reemplazado por una extraña amabilidad que no recuerda haber percibido nunca antes en él. "Olvidemos lo de anoche¿de acuerdo? Como si no hubiera pasado nada."

Ginny intenta hablar, pero no parece ser capaz de encontrar las palabras adecuadas, y esboza una pequeña y cansada sonrisa, mientras le siente trazar líneas sin sentido en su brazo con la punta de los dedos.

"Olvidemos."

Él sonríe levemente. Alza la mano y con las yemas de los dedos traza la curvatura de su cuello, la línea de su mandíbula, el contorno de sus mejillas. Como siempre que Draco la toca el aliento se le congela en la garganta y todos los motivos cuidadosamente razonados por los que debe evitar situaciones de este tipo se vienen abajo como un castillo de naipes.

Aprieta los párpados y respira profundamente; luego, reuniendo los restos de su escasa fuerza de voluntad, dice en voz baja:

"Por favor, no hagas eso."

Abre los ojos cuando su mano deja de moverse y se encuentra con su mirada gris, clavada en ella con una intensidad a la que no está acostumbrada.

"¿Por qué no?"

En el fondo no le sorprende que Draco le haga esa pregunta. Se lo ha preguntado a sí misma tantas veces que ha perdido la cuenta, y la única respuesta lógica que se le viene a la mente es la que le dice a él:

"Todo se complicará."

Se sorprende al responder. Durante el tiempo que lleva durando esta situación de tira y afloja entre ellos dos es la primera vez, que ella recuerde, que hablan más o menos abiertamente de que entre ellos haya algo más que una simple relación de dos aurores que comparten una misión. El rostro de Draco, como de costumbre, no refleja ninguna emoción, pero cree percibir algo en sus ojos en lo que no se había fijado nunca antes, y la intensidad de lo que ve la asusta.

Durante unos instantes reina el silencio, que él rompe diciendo.

"Rara vez el camino fácil es el correcto."

Y la forma en que lo dice, la forma en que la mira, hace que sus rodillas tiemblen y que el corazón le lata dolorosamente rápido dentro del pecho. Siente como si una fuerza invisible estrujara sus pulmones, dejándola sin aire, y abre la boca para hablar, pero Draco se le adelanta.

"¿Crees en el destino, Ginny Weasley?"

El susurro en el que él dice estas palabras hace que un escalofrío la recorra de la cabeza a los pies. Rebusca en su cerebro la respuesta a esa extraña pregunta y finalmente, sin saber muy bien cómo, logra decir:

"No creo que tengamos un futuro prefijado. Me gusta pensar que soy yo la que lo voy construyendo."

Él sonríe perezosamente y sus dedos retoman su movimiento sobre la piel de su brazo.

"En eso estamos de acuerdo; a mí me gusta creer que yo controlo mi vida. Sin embargo..." se inclina hacia ella y le habla al oído "...también pienso que hay algunas cosas que son inevitables."

Ginny puede jurar que su corazón se ha parado. Le mira en silencio, intentando controlar el torbellino de emociones en su interior, y cuando ya está a punto de mandar al traste todas sus preocupaciones y miedos él le toma la cara entre las manos y hace algo totalmente inesperado y perfecto.

La besa en la frente.

Su boca la roza un segundo más de lo necesario y, cuando finalmente se separa, sus ojos no le dicen nada, pero, a la vez, gritan todas las palabras del mundo. Ginny entreabre los labios ligeramente, para decirle de una vez por todas lo que pasa por su cabeza, pero no parece ser capaz de encontrar las palabras adecuadas.

Inclina la cabeza hacia un lado y esboza una tenue sonrisa.

"Gracias" dice simplemente.

Aunque Draco no sonríe, hay un brillo especial en sus ojos que hace que todo su rostro se ilumine y, por un momento, parece que se le ha quitado un peso enorme de los hombros.

"No ha sido nada."


La mirada de Ginny se clava unos instantes en el alegre fuego que arde en la chimenea y finalmente sus ojos vuelven a fijarse en el libro que tiene sobre las rodillas, un ajado volumen titulado "Mitos y leyendas de la ciudad de Praga" que la tiene absolutamente fascinada.

Su lectura es bruscamente interrumpida cuando la puerta que da al jardín se abre de golpe y Draco entra en la estancia, dejándose caer de golpe en el sofá en el que ella se ha sentado y estirando ante sí sus largas piernas. Ginny alza una ceja, mirándole con expresión interrogante, y él simplemente dice:

"Hace frío."

"Bueno, es de esperar¿no crees?" replica ella, en tono burlón "Digamos que no estamos precisamente en una ciudad con clima cálido."

"Eso ya lo sé" bosteza y se frota los ojos, con aire cansado "Pero hace incluso más frío que de costumbre. Y créeme, eso es mucho decir."

Baja la vista hacia sus manos y quita una pequeña mancha de tierra de su palma, gesto que le recuerda a Ginny algo que quería haberle preguntado sin falta. Marca cuidadosamente la página por la que va y deposita el libro encima de la mesita que hay ante el sofá; luego se acerca a una silla en la que dejó su abrigo cuando volvió esa mañana y saca un pañuelo del bolsillo, que le tiende a Draco sin decir nada.

Él alza una ceja y lo coge, frunciendo el ceño cuando ve la mancha de sangre reseca. Ante su mirada interrogante, Ginny se vuelve a sentar a su lado y dice:

"Anoche me lo prestaste" intenta que su voz suene lo más neutra posible, pero le resulta extremadamente difícil "Me corté en la mano izquierda con un vaso que se rompió y tú me lo diste para parar la hemorragia. Pero¿sabes? Ha ocurrido algo extraño."

"¿Ah, sí?" pregunta Draco, con un tono de extrema cautela.

"Sí" extiende el brazo hacia él con la palma hacia arriba "Que no hay corte. Ni cicatriz. Nada. Y como me pareció algo... muy curioso, creí que estaría bien preguntártelo, a ver si me podías contar cómo es posible."

Se sorprende al ver que Draco palidece repentinamente. Deja el pañuelo en el sofá y se levanta, metiendo las manos en los bolsillos y caminando con un paso engañosamente tranquilo hasta la ventana. Finalmente se vuelve.

"Si lo que quieres saber es si te lo curé" dice, en un tono de voz totalmente imposible "Te diré que sí, lo hice."

Ginny se muerde el labio inferior, pensativa, y tuerce la cabeza ligeramente, pensando cómo seguir.

"El caso es que me preguntaba" continúa por fin, después de unos instantes de duda "cómo es eso posible, si la magia no funciona en esta casa."

La máscara de tranquilidad de Draco parece derrumbarse de golpe y se pasa una mano por el pelo, claramente inquieto. La mira y abre la boca para decir algo, pero finalmente suspira y se acerca a ella.

Sus dedos largos se dirigen a los botones de su camisa negra y los desabrochan rápidamente; al ver la expresión de estupor de su rostro no puede evitar que sus labios se curven en una media sonrisa traviesa.

"Mira."

Se quita del todo la camisa y se da media vuelta. Ginny clava la mirada en el arco de su columna, preguntándose qué debe buscar exactamente, cuando algo que ve por el rabillo del ojo llama su atención y ahoga la exclamación que está a punto de salir de sus labios.

Se levanta con rapidez y sin apartar la vista de su espalda ni un momento llega hasta él en dos zancadas. Antes siquiera de pensar en lo que está haciendo alza la mano y traza suavemente con la punta de los dedos la marca que aparece claramente dibujada sobre su omóplato derecho. Nota que él se pone tenso ante el roce, pero no le importa, porque lo que está viendo es demasiado asombroso para prestar atención a detalles menores.

Recorre lentamente con sus dedos y su mirada el intrincado diseño de líneas que se entrecruzan sin principio ni final y que aparece claramente grabado en la pálida piel. Contiene el aliento, sin apenas poderse creer lo que está viendo. El nudo infinito. El símbolo que, durante muchos siglos de su historia, algunos muggles han utilizado como representación de la eternidad, de la longevidad y la continuidad de la vida, pero que en el mundo mágico, desde tiempos inmemoriales, tiene un significado distinto.

"Eres... un sanador" dice en apenas un murmullo, sorprendiéndose incluso de que haya sido capaz de sacar algo de voz de su garganta.

Draco se vuelve hacia ella, mirándola con una mezcla inédita de curiosidad y preocupación a partes iguales. Sintiendo de repente que aquella situación la supera, Ginny se deja caer pesadamente en el sofá y baja la mirada, que casualmente se va a posar en su antebrazo izquierdo, el lugar donde se percibe claramente la Marca Tenebrosa. No puede contener un escalofrío y, al ver eso, Draco dirige su mirada hacia abajo.

Se queda en silencio unos instantes y, finalmente, alza la vista.

"Es bastante... irónico" en su voz hay un evidente cansancio, y ella se sorprende ante aquella inesperada muestra de debilidad "que alguien como yo, destinado a llevar una marca de muerte, esté destinado a salvar vidas¿no crees?"

Ginny no sabe qué decir. Nunca, en toda su vida, se ha sentido así de confusa, y le gustaría decir algo inteligente, pero su cerebro no parece ser capaz de formular ninguna pregunta medianamente coherente.

"¿Hace... cuánto lo sabes?" logra decir por fin, mientras él se vuelve a abrochar los botones de la camisa.

"Ocho años" vuelve a meter las manos en los bolsillos y se sienta a su lado, con expresión pensativa "Me enteré el día... que pasé la prueba."

Ginny aprieta los ojos, sin estar del todo segura de querer saber lo que él va a contarle. El pasado de Draco como mortífago ha sido un tema tabú entre ellos el mes y medio que llevan en Praga, y, en realidad, desde que él se unió a los aurores, hace algo más de siete años. Nunca se ha hablado abiertamente de ello, y Ginny sospecha que el motivo principal es porque se trata de algo en lo que sus compañeros de trabajo prefieren no pensar.

Vuelve a abrir los ojos y le mira; y cuando él le devuelve la mirada se da cuenta de que, a pesar de todo, quiere saber. Necesita saber Porque aquello es una parte importante del enigma que es para ella Draco Malfoy. Hay muchos misterios que le rodean y quiere comprenderle mejor. Saber por qué, repentinamente, decidió ponerse de su parte. Saber por qué actúa como actúa.

Ante su silenciosa respuesta, Draco se acomoda mejor en el sofá y cruza los brazos sobre el pecho.

"Era el otoño después de acabar Hogwarts" empieza por fin, tras unos segundos de vacilación "Mi padre había escapado de Azkaban y se había ocultado en un refugio de Bristol que tenían dispuesto para situaciones de ese tipo; desde allí me mandó un mensaje y me dijo que el Señor Oscuro quería verme. Que ya era hora de que... ocupara el lugar que me correspondía entre los suyos" su tono es claramente desdeñoso, y se para un instante, para ordenar sus pensamientos "La prueba es distinta para cada uno, así que no sabía con qué me iba a encontrar. El caso es que, cuando llegué…"

Deja de hablar y cierra los ojos, pasándose la mano derecha por el rubio cabello. Ginny sabe que aquello debe ser todo menos fácil, así que le pone una mano sobre el brazo y dice, con voz suave:

"No tienes que contarlo si no quieres, Draco. No voy a pedirte eso."

Él clava la mirada en su rostro y niega lentamente con la cabeza. El cansancio que pudo apreciar en su rostro minutos antes es mucho más acentuado ahora que le ve más de cerca; hay pequeñas bolsas oscuras bajo sus ojos y su aspecto no es, ni mucho menos, tan compuesto como de costumbre. Se pasa la mano por el pelo, desordenándolo más de lo que est� y sigue hablando.

"Habían capturado a la hija de un funcionario del Ministerio, al parecer amigo de los muggles y los sangre-sucia. Se llamaba Agnes. Agnes Richardson" sus ojos se ensombrecen al decir su nombre, y a Ginny le da la impresión de que tiene que hacer auténticos esfuerzos para continuar. "No tendría ni diez años; la habían tenido encerrada varios días y cuando llegué yo estaba absolutamente aterrorizada. El caso es que... me pidieron que la matara" Ginny ahoga una exclamación, y aprieta la mano derecha con fuerza, clavándose las uñas en la palma "Cuando el Señor Oscuro ordena, tú no te cuestionas sus motivos, ni le preguntas el por qué de sus decisiones. Simplemente, obedeces o mueres. Tan sencillo como eso. Y digamos que por aquel entonces yo tenía demasiado aprecio a mi vida como para pensar en negarme, así que... lo hice."

Durante unos instantes el único sonido que se escucha en la enorme estancia es el crepitar del fuego en la chimenea. Ginny puede sentir todos sus músculos en tensión, a la expectativa. Ha contenido a duras penas la exclamación que ha estado a punto de surgir de sus labios ante la confesión de Draco, pero algo le dice de que le falta más por saber, y se queda quieta en su sitio, esperando a que él se decida a continuar, lo que ocurre apenas un par de minutos después.

"Debes entender algo" dice, levantando el rostro y mirándola por primera vez desde que empezó a hablar "Un sanador da vida. No está en su naturaleza aceptar la muerte, y mucho menos administrarla. Es algo que va en contra de sí mismo. Así que cuando dije la maldición asesina dirigida a ella..." se estremece ligeramente, y cruza los brazos sobre el pecho, como para protegerse de un invisible aire frío "Lo sentí. Sentí cómo se moría, cómo se paraba su corazón, cómo dejaba de ver. No puedo explicarlo. Sólo... sólo sé que, por un momento, fue como si yo estuviera compartiendo su destino. Creí que era yo quien me moría. Durante unos instantes no supe lo que estaba pasando, pero cuando volví a ser consciente, la niña estaba muerta. Descubrí la marca en mi hombro y después de eso me di cuenta de que jamás podría volver a hacerlo. Por eso, cuando días después mi padre me dijo que había pasado la prueba y que podía unirme a ellos, no pude soportar la idea de vivir eso una y otra vez, así que me escapé. Fui a Dumbledore y él me acogió sin hacerme demasiadas preguntas y me mantuvo oculto un tiempo, hasta que mi padre y su grupo cayeron en una trampa que les habían puesto los Aurores. Creo él que nunca supo qué ocurrió en realidad."

El silencio que sigue a sus palabras es absoluto. Ginny le mira atentamente, intentando digerir lo que acaba de contarle, intentando entender. Y cuando la injusticia de lo que le ha tocado vivir cala totalmente en ella no puede evitar que las lágrimas se agolpen en sus párpados, y tiene que hacer denodados esfuerzos por contenerlas. Tras unos segundos de duda, extiende la mano y la apoya en su mejilla, en algo que no es tanto una caricia como un gesto de apoyo. Draco alza la mirada y la clava en ella, y le pregunta suavemente, intentando que su voz no se quiebre.

"¿Entonces cuando Colin...?"

Draco aprieta los párpados.

"Es peor cuando conoces a la persona" responde a la pregunta no formulada, en algo que es apenas un murmullo.

Ginny siente que su labio inferior tiembla, y se lo muerde con fuerza.

"No es justo."

Draco abre los ojos y los clava en ella; luego dice suavemente:

"Nadie dijo que la vida fuera justa."


Comen inmersos en un silencio extraño pero cómodo. Ginny da vueltas a la comida en su plato, aún abrumada por las revelaciones que él le ha hecho, y Draco toma pequeñas cucharadas de un cuenco de sopa mientras ojea con aire distraído un periódico muggle que salió a comprar un rato antes.

Decidiendo finalmente que su estómago no admite más, Ginny deja caer el tenedor ruidosamente en el plato y se levanta, sacudiendo las migas que han caído sobre su pantalón vaquero. Draco alza la vista, sobresaltado, y aparentemente percibiendo el nerviosismo que la embarga, baja el periódico y dice, en un tono tranquilizador.

"Deja de preocuparte por lo que te conté antes, Ginny. No tiene..."

"¿Lo sabe alguien más?" le interrumpe, poniendo en palabras sus temores e intentando no pensar lo que sucedería si aquella información cayera en malas manos.

Draco arquea una ceja, levemente sorprendido.

"Aparte de ti y de mí, no. Ni Potter, ni Dumbledore, ni mucho menos Milos. Puedes estar tranquila, te puedo jurar que, por mi parte, esto seguirá así por los siglos de los siglos."

Ginny suspira y se pasa la mano por los ojos, en un gesto de cansancio.

"Lo siento. Es sólo que... a veces tengo la impresión de que todo esto me supera. Es demasiado."

"A veces hasta a mí me pasa eso" sentencia Draco, alegremente, volviendo a retomar su lectura "Pero te puedo asegurar que hay cosas mucho más serias en el mundo. Como un pirado que salió ayer en el periódico que disparó a los setos de su vecino porque decía que le espiaban por la noche, o como la inteligencia de la gente que ha decidido que tener la llama que arde bajo el Arco del Triunfo es una buena idea. Eso sí que es preocupante."

"¿Han robado la llama que hay bajo el Arco del Triunfo?" pregunta Ginny, sorprendida.

Draco mueve la cabeza, con aspecto afectado.

"Claramente, la humanidad está en decadencia."

Ginny no puede evitar la sonrisa que curva sus labios.

"Claramente."

"Hablando de decadencia..." dice él, cerrando el periódico y sentándose de lado para mirarla "La fiesta de Milos es mañana¿tienes todo preparado?"

"Espero que sí" responde Ginny, no sin cierta inquietud "Estuve con Ivana esta mañana y me dijo que ella hablaría con su sastre para que me hiciera algo. Espero que no se olvide."

"No se olvidará" asegura Draco, con una media sonrisa "Ivana tiene una cabeza fabulosa" se levanta y se estira, luego se vuelve hacia ella "¿Quieres ver lo que le he comprado a Milos?"

"Desde luego" responde Ginny, siguiéndole hasta una de las altas estanterías "Tengo mucha curiosidad por saber qué se le regala a alguien que, aparentemente, lo tiene todo."

"Con este tipo de personas lo que vale es la originalidad" abre uno de los cajones y se vuelve hacia ella con una caja forrada de terciopelo "Siendo original, se acierta siempre."

Abre la caja y le muestra su contenido. Ginny contiene una exclamación y contempla, asombrada, la magnífica daga que descansa en el fondo del recipiente. El metal, que parece platino, refulge intensamente cuando un rayo de luz incide sobre su superficie. La afilada hoja tiene un acabado perfecto y en la empuñadora hay labrados algunos símbolos que Ginny no reconoce, presididos por una enorme piedra de color rojo sangre.

"Una Garra de Hielo" dice Draco, sacándola del estuche "Objeto raro donde los haya. Lo más especial no es que esté hecha de platino, ni el rubí. Sí se la clavas a alguien, y esa persona no muere como consecuencia de la herida, lo hará por el frío. La daga hace que el cuerpo del atacado se vaya enfriando progresivamente, hasta que sufra una hipotermia de la que no se recuperará" vuelve a guardar la daga y se vuelve hacia Ginny, que le contempla con cierta repugnancia "Vamos, no pongas esa cara. Éste es el tipo de cosas que le gusta a la gente como Milos."

"Qué... desagradable" dice Ginny por fin, a falta de una palabra mejor.

"En eso estamos de acuerdo."


"Has llegado temprano" dice Ivana, con gesto alegre, echándose hacia un lado para dejarla pasar "Podías haber usado polvos Flú y no habrías necesitado anticiparte tanto."

"Me apetecía caminar" dice Ginny con una sonrisa, observando de reojo los tétricos cuadros que adornan el vestíbulo "Hoy está un día bastante bueno."

"Y eso es un milagro en sí mismo" replica Ivana, echándose hacia atrás la espesa cabellera negra y echando a andar hacia la lujosa escalera "Ven conmigo, tengo algo para ti."

Ginny casi tiene que correr para alcanzarla. La sigue a través de un par de tétricos pasillos y oscuras habitaciones hasta que van a parar a un cuarto lujosamente decorado que, supone, debe ser el de Ivana. La checa se acerca hasta la elegante cómoda situada frente a la entrada y cuando se vuelve lleva en sus manos un paquete ancho y alargado y sus labios se curvan en una pequeña sonrisa.

"Haz los honores."

Ginny destapa con manos casi temblorosas la caja y no puede evitar la exclamación de asombro que surge de sus labios. Toca la hermosísima tela con la punta de los dedos, como temiendo estropearla, y luego alza la cabeza para mirar a Ivana, que la contempla con una expresión de regocijo.

"Es perfecto."


Cuando dos horas más tarde sale de la estancia y se mira en uno de los inmensos espejos que adornan el pasillo apenas se reconoce. Lleva elegantemente recogido el normalmente alborotado cabello pelirrojo, con dos mechones ondulados cayéndole delicadamente a cada lado de la cara. Un ligero toque de sombra de ojos le da más profundidad a su mirada y el tenue maquillaje oculta sus pecas y la hace parecer algo menos pálida. Los pendientes y la gargantilla que lleva, regalo de Ivana, son una preciosidad de oro blanco con rubíes incrustados que terminan en una sencilla forma de gota de agua; y mientras contempla su tenue fulgor en el espejo, Ginny no puede evitar pensar que prefiere no saber la fortuna que esa noche lleva en joyas.

Pero lo que la tiene totalmente cautivada es el vestido. Está confeccionado en seda salvaje y es de un color rojo oscuro, que contrasta perfectamente con su pálida piel a la vez que queda simplemente perfecto con su cabello. Unos finos tirantes se cruzan a la espalda y el generoso escote, más pronunciado de lo que Ginny acostumbra, muestra mucho más de lo que ella enseña normalmente, aunque sin llegar a caer en la vulgaridad. La tela se ajusta en su cintura y muslos para luego caer en un amplio vuelo desde sus rodillas, lo que le da bastante libertad de movimientos. Los elegantes guantes que le llegan hasta los codos, el bolso a juego, los zapatos de fino tacón, le hace sentir como Cenicienta.

No puede evitar reírse nerviosamente al pensar en lo irónico de quién será su "príncipe" esa noche, y con un paso ligeramente inseguro, debido sobre todo a los nervios, empieza a bajar la escalera.

Draco está de espaldas a ella y se está paseando por el vestíbulo, con aire impaciente. Mira su reloj un par de veces y masculla algo por lo bajo. Cuando la oye bajar, empieza a decir, mientras se da la vuelta:

"Ya iba siendo hora¿no te parece? Ya creía que..."

Entonces la ve. Y se calla. Y sus ojos se clavan en ella y la recorren de arriba abajo, taladrándola con la mirada. Ginny apoya la mano en la baranda e intenta sonreír, pero por algún motivo sólo le sale una mueca nerviosa. Así que así es Draco Malfoy cuando no sabe qué decir, piensa.

Finalmente él termina su escrutinio y alza la vista. Su boca se ha curvado en una amplia sonrisa, y cuando se acerca hasta el último escalón y espera a que acabe de bajar no puede ocultar el obvio brillo de satisfacción en sus ojos.

Ginny llega hasta él y entrelaza los dedos, sintiéndose totalmente insegura. Pero lo siguiente que dice Draco consigue que sus rodillas se conviertan en una inestable masa de gelatina y que su corazón lata al ritmo acelerado que siempre parece acompañar a su presencia.

"'E intentó no mirarla, como si ella fuera el Sol, pero la vio, como se ve el Sol, sin mirar'" recita, con un gesto imperturbable y un extraño brillo en los ojos, sin dejar de mirarla.

Conoce la cita, por supuesto. Sus mejillas se tiñen de rojo y haciendo caso omiso a la curvatura juguetona de sus labios pregunta, en un tono de voz que se le antoja débil:

"¿Anna Karenina?"

Su sonrisa se ensancha aún más y niega con la cabeza; luego avanza un paso más hacia ella y la toma de la mano. Se la lleva a la boca y dice, rozando ligeramente la piel con sus labios:

"Ginny Weasley."


Como siempre, cositas varias:

La marca de Draco. Lo que he intentado describir, aunque no sé si me ha salido muy bien, es el nudo celta, símbolo de la eternidad, la longevidad y la vida.

La llama bajo el Arco del Triunfo. Esto como curiosidad; bajo el Arco del Triunfo hay lo que los franceses llaman la Tumba al Soldado Desconocido, y en ella hay una llama que está ardiendo siempre, porque hay una guardia exclusivamente para recargarla por las noches con el fin de que nunca se apague.

La Garra de Hielo. Aunque sus efectos son © mi imaginación, su nombre es producto de demasiadas horas jugando al Neverwinter Nights. No preguntéis.

Si tenéis alguna duda, sugerencia y/o problema, review, por favor XD

Y notita más personal de la pesada de Mileya. Este capítulo está sin betear, así que puede tener errores y horrores. Si es así, decídmelo y los corregiré. Y otra cosita que sólo diré una vez: Perdón. La vida real conspira contra mí, y he tenido una época de exámenes diarios, problemillas personales y una muy reciente operación de anginas que me han impedido escribir lo que me gustaría. Os puedo jurar que el próximo capítulo ya está planeado y requeteplaneado, y aunque no me gusta dar plazos, lo subiré en, digamos... ¿dos semanas?

Como siempre, esto está dedicado a Flor, Lidia, Mane y Sara, por la ayuda incalculable. Y no sólo a la hora de escribir.

Perdonadme infinitamente que no conteste los reviews, pero ahora estoy cansadísima, y lo único que conseguiría sería retrasar aún más la publicación del capítulo. Prometo editar pronto para contestarlos, o sino en el siguiente. Millones de gracias a todos. No hay palabras para decir lo mucho que vuestras opiniones significan para mí : abraza a todos los revieweros en un abrazo de oso :