LA VIDA EN NEGRO
Capítulo 8: El calor del hielo
Tiembla ligeramente cuando la puerta del balcón se cierra tras ella y el aire frío de la noche roza sus hombros casi desnudos. Deposita cuidadosamente su copa de vino en el suelo, junto a sus pies, y apoya los codos en la elegante baranda de piedra, apoyando el rostro en una mano mientras contempla los impresionantes jardines situados en la parte trasera de la mansión de Milos.
Hasta el momento la fiesta ha ido todo lo bien que cabría esperar. A Milos le ha entusiasmado el regalo de Draco, cosa que a Ginny no le ha sorprendido en absoluto, y la cena ha sido realmente espectacular. Pero ha llegado un momento, justo después de que abandonaran al comedor para pasar a otro salón un poco más pequeño, que se ha sentido agobiada por la gente desconocida que en muchos casos habla de temas que no entiende y ha salido al balcón.
El cielo está excepcionalmente despejado y la luna brilla con una fuerza inusitada esta noche. Los árboles se mueven levemente, mecidos por la suave brisa, y en el ambiente se respira una calma total. La puerta se abre a sus espaldas y deja pasar por un breve instante el ruido del interior de la estancia, que se apaga casi inmediatamente. Convencida de que es Draco, se vuelve, pero las palabras mueren en sus labios cuando se encuentra con una mujer desconocida. Lleva el pelo castaño muy corto, casi como un hombre, y va vestida con una vaporosa túnica color verde agua que ondula elegantemente tras ella. Sus ojos castaños la escudriñan de forma poco amable, haciéndola sentir incómoda, y tiene la boca torcida en una sonrisa de suficiencia.
- Así que tú eres la nueva amiga de Draco - dice con acento eslavo, en un tono duro y cortante. Ginny parpadea, un poco sorprendida ante ese brusco saludo. - Es todo un honor conocerte, Ginevra.
Debido al obvio sarcasmo con el que dice su nombre, Ginny está totalmente segura de que conocerla es cualquier cosa menos un honor. Se endereza totalmente y cruza los brazos sobre el pecho, sintiendo un tenue orgullo al comprobar que le saca más de media cabeza.
- Lástima que no pueda decir lo mismo - responde, en un tono dulce que rivaliza en sarcasmo con el que empleó la checa antes. - Pero temo que no sé quién eres.
Ignorando el desafío en su voz, la otra mujer da un paso hacia delante.
- Soy Ryba. Ryba Blazeck.
Enseguida recuerda el nombre saliendo de los labios de Marco la nefasta noche que Draco la llevó a un bar muggle. La reacción del propio Draco ante la frase del italiano y su extraño mutismo durante todo el camino de vuelta. Y no tiene más que sumar dos más dos para entender el desagradable saludo de la mujer. Se apoya ligeramente en la baranda, sintiendo que no tiene ganas para enfrentarse a esto, y adopta una pose aburrida.
- ¿Blazeck? Familia del marido de Ivana, supongo.
- Sobrina.
Ginny hace un gesto de asentimiento, por simple cortesía, y se agacha para recoger su copa, luego se vuelve hacia Ryba y dice:
- Encantada de haberte conocido. Pero creo que volveré dentro, debo hablar con Draco de algo importante.
Cuando se da media vuelta y se dispone a volver a entrar en el salón, la voz de Ryba la detiene en su sitio.
- Supongo que os estaréis divirtiendo mucho ¿no?
- ¿Disculpa? – pregunta Ginny, irritada, mirando hacia atrás.
- Vamos... no creo que seas tan ingenua - replica Ryba, con una sonrisa maliciosa. - Seguro que sabes a qué me refiero. A una persona como Draco Malfoy le entretiene mucho enfundar a chicas inocentes en despampanantes vestidos y adornarlas con hermosas joyas. Divertirse un rato... Es parte de su dinámica ¿sabes?
La mano con la que Ginny sostiene la copa tiembla imperceptiblemente. Respira profundamente, intentando que Ryba no note su malestar, y la mira con una ceja levantada y lo más parecido a una expresión burlona que puede conseguir.
- ¿Dices eso porquees lo que hizo contigo?
Ryba no tiene aspecto de sentirse molesta con el comentario. Niega lentamente con la cabeza, sin que la sonrisa desaparezca del todo de su rostro.
- Oh, claro que lo hizo conmigo… Pero no te engañes, querida. Lo hace con todas.
Esas simples palabras, sin saber por qué, le sientan como si le hubieran dado una bofetada. Aprieta los puños con fuerza, clavándose las uñas en las palmas, y se muerde la lengua para evitar las ácidas palabras que está a punto de decir. Por supuesto, sabe perfectamente lo que ocurre. Vio los celos y la envidia escritos en el rostro de Ryba en el primer momento que la miró a los ojos, y sabe que le ha dicho eso con la única intención de hacerla sentir mal. Cosa que, por más que le moleste admitirlo, ha conseguido.
- Gracias por la advertencia, querida - replica por fin, tratando de no perder el control y lográndolo a duras penas - pero no la creo necesaria.
Se da la vuelta dignamente y echa a andar hacia la puerta. Ya tiene la mano en el picaporte cuando la escucha volver a hablar.
- Te puedo asegurar que sí es necesaria, Ginevra. Dentro de un tiempo te darás cuenta de que tengo razón.
Ginny se vuelve con rapidez y clava en ella una mirada iracunda.
- Contéstame a una pregunta - dice, todo rastro de fingida cortesía desaparecido de su voz -¿Eres verdaderamente consejera sentimental o simplemente te molesta que ya no sea contigo con quien juegue?
Ryba abre los ojos de par en par, totalmente tomada por sorpresa. Aprovechando ese momento de desconcierto, Ginny abre de un tirón la puerta y vuelve a entrar al salón, inundado por la música de violines de la orquesta situada en un lugar especialmente preparado para ellos, en un extremo de la estancia. Sintiéndose infinitamente irritada, busca con la mirada a Draco, pero al no verle por las cercanías decide que no piensa aguantar ni un minuto más en aquel lugar.
Deja en una mesita que hay junto a la ventana su copa de vino y, apretando con más fuerza el chal en torno a su cuerpo, echa a andar hacia la salida. Al cruzar la marea de gente que inunda la pista de baile, choca con alguien y cuando levanta los ojos se encuentra con la mirada amable de Milos.
- ¿Te vas? - pregunta, claramente sorprendido.
- Acabo de tener un encuentro algo desagradable - replica Ginny, sin lograr del todo no sonar malhumorada - y la verdad es que no me apetece que se repita.
En los ojos de Milos hay un brillo de comprensión. La agarra suavemente por el brazo y se va abriendo paso entre la gente para conducirla al otro lado del salón, donde está la mesa con las bebidas.
- No hagas caso a Ryba - dice cuando llegan hasta allí. - Molestar a la gente es su pasatiempo favorito. Y si la gente a la que molesta tiene algo que ver con Draco, mucho mejor. - Frunce el ceño, claramente disgustado, mientras busca a alguien con la mirada. - Su padre era un gran hombre, lástima que ella no haya heredado de él cualidades algo más positivas.
Localiza a quien buscaba, y haciéndole un gesto para que se quede quieta, penetra entre el gentío. Instantes después Draco aparece a su lado, con las manos metidas en los bolsillos de su impecable traje y una expresión molesta en el rostro.
- Me ha dicho Milos que has hablado con Ryba - dice, sin disimular el malestar de su voz, mientras le hace una seña para que se acerque a la mesa y le tiende una copa de vino blanco. - No hagas caso a esa mujer. Por algún motivo que no alcanzo a comprender, me odia.
Ginny aprieta los labios fuertemente, pero no dice nada. Bebe de un trago el contenido de su copa, bajo la sorprendida mirada de Draco, y luego la deja en la mesa y se vuelve hacia él.
- Creo que tiene algo que ver con el hecho de que ya no estés con ella - dice mordazmente. - Me ha hecho unos comentarios muy interesantes.
Draco frunce el ceño.
- Comentarios propios de una mujer celosa y que no sabe aceptar las cosas tal como son. Lo nuestro acabó hace bastante, y duró apenas un par de meses. Aún así, demasiado tiempo.
- Pues ella parece creer que tiene algún tipo de derecho de propiedad sobre ti - replica Ginny, intentando sonar indiferente y sin conseguirlo. - Ha sido desagradable y poco cortés. Y la verdad, yo no tengo por qué aguantar comentarios de ese tipo ni de Ryba ni de nadie.
Para su sorpresa, los labios de Draco se han curvado en algo que apenas es la sombra de una sonrisa.
- Lamento enormemente habérmelo perdido - dice él finalmente, mirándola con expresión divertida. - No todos los días se tiene la oportunidad de ver a Ryba Blazeck sin palabras.
- Siento que no hayas podido presenciar el espectáculo – replica Ginny, sin saber exactamente qué es lo que la molesta tanto de toda aquella situación. - La próxima vez te avisaré con tiempo. Para que luego tengas algo que contar y todo eso.
Se da media vuelta con toda la dignidad que es capaz de reunir y empieza a caminar con la intención de alejarse de allí, pero Draco la agarra firmemente por el brazo, impidiéndola moverse.
Le mira con expresión desafiante y está a punto de abrir la boca para protestar cuando él alza la mano y le coloca tras la oreja un mechón de cabello rebelde que se ha escapado de su elegante recogido.
- No te molestes - murmura, en un tono de voz totalmente hipnótico, poniendo una mano en la parte baja de su espalda y conduciéndola hacia donde hay varias parejas bailando. - Ryba simplemente no sabe reconocer cuándo ha perdido y hace lo que puede para hacerte sentir mal a ti. No cometas el error de caer en su juego, Ginevra.
Se para ante ella y flexiona un brazo en el aire, mirándola con expresión inquisitiva. Ginny deja escapar un leve suspiro y, tras unos instantes de duda, alza una mano dubitativa y la apoya en su hombro, luego desliza suavemente su mano en la suya más grande, que la estrecha con firmeza. Cuando la música vuelve a sonar, empiezan a moverse.
Ginny se deja llevar por él, y se sorprende al descubrir que es infinitamente más fácil de lo que había pensado. La música les envuelve como un manto cálido, acunándoles mientras se mueven con ligereza por la pista de baile. Permanecen así unos instantes, sin hablar, con el único sonido de fondo de el maravilloso Vals de las flores mientras a su alrededor las voces se comienzan a convertir en murmullos y la gente desaparece en medio de la música.
Ginny deja escapar un leve suspiro y levanta la vista para encontrarse con la mirada gris de Draco. Sonríe ligeramente, y dice en voz baja:
- Esto es totalmente surrealista.
Él esboza una media sonrisa y ladea la cabeza, mirándola con un brillo de diversión en los ojos.
- Probablemente, si alguien te hubiera dicho hace un mes que hoy estarías conmigo en Praga bailando un vals, le habrías recomendado que se fuera a hacer una visita a San Mungo - dice, guiándola hacia una zona de la pista menos concurrida. - De todos modos, hace unos años no le habría extrañado a tanta gente. Entonces no nos llevábamos demasiado mal.
La sonrisa de Ginny vacila y se queda repentinamente seria.
- No - dice suavemente, tras unos segundos - no nos llevábamos mal.
A estas palabras le siguen unos instantes de un silencio pesado e incómodo. Ginny agacha la cabeza y fija la vista en el elegante suelo, como intentando huir de los recuerdos y de la culpa, que parece ser su eterna compañera desde que se enteró de la verdad sobre Colin. Mucho tiempo después, o al menos así le parece a ella, Draco vuelve a hablar, imprimiéndole a su voz un tono ligero para aliviar la tensión que ambos parecen sentir.
- De hecho - dice, bajando la mirada y observándola con atención, divertido - me parece recordar que incluso me besaste.
Ginny se queda con la boca abierta, totalmente tomada por sorpresa, y se maldice internamente al notar el intenso rubor de sus mejillas.
- No te vayas a creer que aquello fue por tu encanto personal - murmura, mirando al suelo y sin atreverse aún a enfrentarle. - Ninguna de las dos veces era yo misma. La primera había tomado demasiado vino en una fiesta con las chicas, y la segunda estaba tan enfadada que...
- Vamos, vamos, no hace falta que te excuses a ti misma - la interrumpe Draco, poniéndole el dedo índice sobre los labios mientras esboza una sonrisa de suficiencia. - Sé que soy absolutamente irresistible. No pudiste evitarlo, y lo entiendo.
Ella alza una ceja y le mira con expresión de censura.
- No hay quien te aguante cuando te pones así.
- Lo sé - replica él, suavemente.
- Está bien que lo sepas – murmura Ginny, intentando evitar la sonrisa que amenaza con tocar sus labios - Ahora únicamente falta que le pongas remedio.
- ¿Y para qué iba a querer hacer eso? – pregunta Draco, en un fingido tono de sorpresa, con la risa bailando en sus ojos – Me da cierto encanto.
Ginny se contiene para no poner los ojos en blanco.
- Desde luego. Tanto encanto como el Polo Norte.
- Eso me ha dolido – responde él con gesto teatral, sin aparecer molesto en lo más mínimo – Pero bueno, supongo que no está mal del todo la comparación. El Polo Norte tiene cierto misterio. Me gusta.
- ¿Acaso te sientes identificado con un trozo enorme de hielo? – dice Ginny, con sorna – Oh, bueno. Tienes razón. Supongo que tenéis ciertos puntos parecidos.
- Claro, eso es lo que yo he dicho – le dice Draco, empleando un tono de infinita paciencia – Lo del misterio y todo eso.
- Ciertamente. En realidad, ahora que lo pienso, yo sé tanto del Polo Norte como de ti, con lo cual lo del misterio sí que debe ser verdad.
- Yo no soy misterioso – protesta él, sintiéndose insultado – Simplemente no os tomáis la molestia de intentar conocerme mejor. Ni que yo ocultara cosas.
- Las ocultas, pero bueno, eso ahora no viene al caso – Ginny siente que una idea se abre paso en su mente – Entonces, si yo "intentara conocerte mejor" haciéndote alguna pregunta¿la contestarías de verdad?
- Hay cierta curiosidad por aquí – replica él en un tono ligero, sin perder del todo la expresión divertida – Adelante, Ginny Weasley, pregunta lo que quieras. Aunque que sepas que hay ciertos secretos que un hombre debe guardarse.
Ginny sonríe ligeramente, con aire pensativo, mientras enreda en su dedo índice un mechón de cabello pelirrojo. Finalmente, después de meditarlo durante mucho rato bajo la atenta mirada de Draco, habla.
- ¿Recuerdas… poco tiempo después de que yo empezara a salir con Colin? – su corazón da un pequeño vuelco al decir su nombre. Pero, esta vez, no viene acompañado por el habitual escalofrío. Ni por el peso en el pecho. Ni por las ganas de llorar. Y se da cuenta de que, por fin, empieza a curarse. Carraspea para librarse del nudo que se ha formado en su garganta y continúa, con voz firme:- Fue… unos días antes del cumpleaños de Harry, creo. Tú, Harry y Hermione estuvisteis unos días fuera, en unas reuniones en Viena, y cuando volvisteis…
- Me fui de viaje – Ginny se sorprende al notar la súbita rigidez en su cuerpo y el radical cambio en su tono de voz – Sí, lo recuerdo.
- El caso es que… - se corta en seco, dudando de si debe continuar, pero finalmente su curiosidad puede más que la necesidad de ser prudente – Bien, lo que quería saber es si ese viaje tuvo algo que ver con el hecho de que Harry y Hermione decidieran llevar su… amistad a otro nivel.
Draco se para repentinamente. Ginny, pillada por sorpresa, trastabilla y está a punto de caer, pero él la sostiene con fuerza y la ayuda a erguirse, mirándola con una expresión extraña.
- ¿Y se puede saber… por qué crees eso? – su voz está totalmente desprovista de emoción y, precisamente por eso, por algún motivo que desconoce, Ginny sabe que ha tocado un punto débil.
- Draco… - suspira y trata de no pensar en la fuerza casi excesiva con la que él la toma por la cintura – Te fuiste a Rusia. Tú eres una persona que, normalmente, piensa mucho antes de hacer las cosas. Y lo de irte a Moscú, prácticamente sin avisar, durante dos meses, es lo que yo llamaría una decisión precipitada.
El silencio que sigue es pesado. Tenso, expectante. Ginny se mueve un poco, sintiéndose extrañamente incómoda, y cuando pasan un par de minutos durante los cuales ninguno de los dos hace ni dice nada, él pregunta, en un tono de voz que no puede identificar:
- O sea¿pienso antes de actuar¿Y qué más sabes de mí, Ginny Weasley?
Por algún motivo, la forma en la que dice su nombre le hace estremecerse. Alza la vista, preguntándose si ésa ha sido una pregunta retórica, pero al ver el brillo expectante en sus ojos comienza a decir, en tono dubitativo:
- Sé que no te importa lo que los demás piensen de ti. Sé que, aunque no lo parezca, no eres tan indiferente a lo que te rodea como pretendes hacer creer. También creo que ves la vida de una manera muy negativa. Tal vez por eso – y sonríe levemente – vistes siempre de negro.
Draco no dice nada. Simplemente la mira, intensamente, con una ceja levantada y un brillo de sorpresa e interés en sus ojos grises. Finalmente su boca se tuerce en una media sonrisa.
- No está mal, Ginevra. Nada mal
- Bueno, no tiene mucho mérito – replica ella, en tono de broma – Después de todo, soy experta en Legeremancia.
La expresión de alarma en el rostro de Draco es tan obvia que no puede evitar reírse al verla.
- Oh, vamos – hace un gesto negativo con la cabeza y se coloca tras la oreja un mechón de pelo que se empeña en escaparse de su moño – Jamás haría eso. No estoy muy segura de querer saber lo que hay en tu mente.
Él tarda en contestar, pero cuando lo hace su boca esboza un gesto travieso que a Ginny no le pasa inadvertido.
- Haces bien, Ginny. Probablemente después no podrías volver a mirarme a la cara – ella le mira con la boca abierta y está a punto de preguntar cuando Draco continúa, en un tono de voz muy diferente:- Respecto a tu pregunta anterior… digamos simplemente que Potter no sólo me ha ganado al Quidditch.
Ginny no dice nada, sólo asiente levemente y clava la mirada en el extenso jardín que puede vislumbrarse a través de los amplios ventanales, intentando ignorar el extraño peso que siente en el pecho pero, más aún, intentando que Draco no se percate de su malestar, que ni ella misma comprende.
Pero él debe haber notado algo, porque la contempla fijamente con expresión evaluadora y dice:
- ¿En qué piensas?
Ginny esboza una media sonrisa carente de alegría y alza el rostro para mirarle.
- En nada especial – miente – Simplemente, que quién lo hubiera pensado. Después de cómo… - hace una breve pausa, intentando encontrar las palabras adecuadas –…te comportabas con ella cuando estábamos en Hogwarts.
- Ya, bueno… - Draco suspira y en un gesto totalmente inconsciente sus manos suben por su espalda y acarician ligeramente su piel. El contacto de las yemas de sus dedos envía un escalofrío por todo su cuerpo y Ginny aprieta los labios con fuerza, rezando internamente a todos los dioses que conoce para que él no se haya dado cuenta – La verdad es que es difícil de explicar.
- Vaya… - murmura Ginny, casi para sí, jugueteando sin apenas darse cuenta con la solapa de la chaqueta del elegante esmoquin que Draco luce esta noche.
Él la mira con curiosidad, levantando una ceja.
- ¿Vaya qué?
Ginny se encoge de hombros, intentando aparentar una indiferencia que en realidad no siente, y finalmente, ante la muda insistencia de Draco, se decide a responder.
- No sé… es que resulta un poco sorprendente.
- No tanto en realidad – replica él, reanudando el recorrido de sus manos por su espalda – Después de todo, tú ya lo sabías.
Ginny agacha la cabeza, sintiéndose inexplicablemente triste, y responde, en un tono de voz muy distinto al que usa normalmente:
- Ya, pero no es lo mismo sospecharlo que saberlo con certeza.
Draco la observa con los ojos entrecerrados y tras unos segundos de silenciosa deliberación se aparta de ella y se acerca al balcón más próximo. Abre la puerta y, sujetándola con la punta del pie, se vuelve a mirarla.
- Demasiados oídos curiosos – se limita a decir.
Ginny sonríe levemente y asiente con la cabeza; luego sale al balcón y se da la vuelta en el preciso momento en que la puerta se cierra tras Draco. Él se queda parado unos instantes, con aire dubitativo. Finalmente, se acerca a ella y se apoya ligeramente en la barandilla de piedra, observándola con expresión interrogante.
- Respecto a lo que estábamos hablando antes... ¿Te importa?
La pregunta puede parecer extraña, pero ella la comprende a la perfección, y niega con la cabeza.
- Claro que no. Después de todo, es tu vida; eres totalmente libre para hacer lo que quieras.
Vuelve el rostro hacia el horizonte y aprieta más fuertemente la estola en torno a su cuerpo, maldiciendo el haber dejado que la conversación llegara tan lejos, y traga saliva de manera casi dolorosa, preguntándose qué diablos le está ocurriendo y por qué se siente así. Entonces, de repente, siente la mano de Draco en su barbilla, tirando suavemente de ella, y cuando sus ojos se vuelven a encontrar, él le dice:
- Escucha… está muy bien que pienses eso. Pero también tienes que saber que las cosas cambian – extiende la mano y la apoya en su mejilla, en algo que no es tanto un roce como una caricia, y añade: - Las personas cambian.
- ¿Y cuándo has cambiado tú? – pregunta en un susurro, mientras piensa que no puede ser posible que no haya notado el temblor de su cuerpo. Ni la forma en la que el aliento se le ha congelado en la garganta.
- Muy recientemente – ladea el rostro y la mira con una extraña luz en los ojos – Puede que incluso ahora mismo.
No. No, no, no. No puede ser que él le diga esas cosas. No puede esperar una respuesta coherente a eso.
- En el fondo sigues siendo el mismo – murmura por fin, sin atreverse a mirarle directamente.
- Lo dudo – la mano sobre su mejilla se mueve y va a rodearle el cuello, enredando apenas los dedos en su cabello pelirrojo - ¿Acaso tú no has cambiado?
Ella no contesta porque sabe que, en el fondo, no hay respuesta posible a esa frase. Se limita a respirar profundamente, recreándose con el tacto de los dedos en su cuello y, cuando se siente lo suficientemente fuerte, alza la mirada.
Y se pierde. En sus ojos. En la forma en que la mira. En su olor. En el tacto de su piel. Y por eso no le importa que él le ponga la mano izquierda en la cadera y la atraiga suavemente hacia sí, ni que entierre la nariz en su pelo, ni que deposite un beso casi inexistente en su frente antes de apartarse ligeramente y volver a mirarla.
- Estás preciosa esta noche.
Y Ginny, que ya apenas puede recordar la última vez que alguien le dijo eso, se da por vencida. Eleva los brazos, rodeándole el cuello, y luego esconde el rostro en su pecho, apretándose contra él, respirándole. Draco la estrecha con firmeza y sigue recorriendo su espalda con caricias casi dolorosas, que le quitan el aliento y hacen que todos y cada uno de los poros de su piel clamen por más.
Entonces, sin apenas pensar en lo que está haciendo, enreda los dedos en su pelo casi albino. Y es ella la que se separa y le mira como si fuera la primera vez que le ve; y se pone de puntillas, y es ella la que acerca su rostro al de él hasta que su aliento y el de Draco se nutren del mismo aire; y es ella la que, finalmente, da el último paso y le besa.
Cuando sus labios se encuentran una descarga eléctrica la recorre de la cabeza a los pies y le abraza con más fuerza. Deja de escuchar la música de orquesta y de sentir el frío y repentinamente su mundo se reduce sólo a él. A las manos en su cintura, a la forma en que la besa, al calor de su piel.
Pero entonces, de repente, el ruido de la puerta del balcón abriéndose penetra dolorosamente en su subconsciente y se separa de él, sintiendo arder violentamente sus mejillas cuando Milos les mira con una mezcla de sorpresa y de algo más que no sabe identificar en sus ojos verdes.
- Espero no interrumpir – ante eso Ginny enrojece aún más y baja la vista al suelo, sintiéndose totalmente incapaz de mirar a Draco – Es tarde y supongo que os iréis pronto, así que por si acaso no os veía luego, sólo quería deciros que mañana tenemos una reunión. Nos encontraremos a las doce de la noche en el segundo patio del castillo, junto al pozo. Ya sabes dónde es, Draco.
- Sí, claro. ¿Cuál es el motivo de la reunión?
Por un momento, Ginny no puede evitar sentirse irracionalmente enfadada con él cuando le mira por el rabillo del ojo y ve el aspecto perfecto y tranquilo que presenta. Traga saliva y clava la mirada en un punto indeterminado de la pared, mientras Milos vuelve a hablar.
- Os enteraréis... a su debido tiempo. Espero veros allí.
Y sin añadir nada más, vuelve a entrar a la sala, dejándoles solos.
Ginny no se atreve a mirarle. Se coloca torpemente la estola y dice, en voz baja:
- Estoy muy cansada. Creo que lo mejor será... que me vaya a dormir.
Él no dice nada, ni se mueve. Pero cuando Ginny, sin esperar ya una respuesta, pone la agarra el picaporte para abrir, le oye decir:
- Hay barreras que tarde o temprano tendrás que derribar, Ginny.
Aprieta los ojos y se queda parada unos instantes; finalmente, tras unos segundos de duda, abre la puerta y se va.
No le ve durante todo el día siguiente. Ginny se pasa la mañana en el centro de la ciudad, haciendo algunas compras para su familia y diciéndose a sí misma que no lo hace por evitarle, y cuando regresa él no está, así que guarda todo lo que ha comprado y pasa el resto de la tarde en la biblioteca, entre viejos volúmenes escritos en idiomas cuyo nombre ni siquiera conoce, pero que le ayudan a mantener la cabeza ocupada en cosas poco importantes.
El sonido de la campanada de las once y media la encuentra caminando hacia el castillo. Va vestida con una túnica negra con capucha como la que llevaba Milos la primera vez que le vio y la varita firmemente empuñada en una mano, aunque oculta entre los pliegues de la amplia manga. Cuando llega al segundo patio del castillo Draco ya está esperándola junto al pozo. No dice nada mientras acorta la distancia que les separa ni dice nada cuando está lo suficientemente cerca como para distinguir sus facciones; simplemente, se da media vuelta y presiona con la punta de su varita en un punto concreto de la piedra del pozo, a la vez que dice unas palabras que Ginny no comprende.
Una sección de la pared del pozo desaparece y por el hueco asciende silenciosamente una escalera de piedra, que a Ginny le recuerda enormemente a la que se utilizaba en Hogwarts para entrar al despacho de Dumbledore. Draco se sube en el primer escalón y espera a que ella haga lo mismo; luego vuelve a decir otra palabra y la escalera empieza a descender, hundiéndoles en las entrañas de la tierra.
La cámara donde se reúnen tiene forma circular. Está presidida por un enorme pilar, decorado con extraños símbolos que Ginny no reconoce. La mesa central, de un color negro brillante, está ubicada delante del pilar, quedando situada exactamente en el punto central de la inmensa estancia.
Milos se coloca entre la mesa y el pequeño grupo de gente. Se baja la capucha que le cubre el rostro y pasea la mirada por todos los presentes antes de comenzar a hablar.
- Nos hemos reunido esta noche por un motivo sumamente desagradable - dice, cruzando los brazos sobre el pecho y contemplándoles con una frialdad poco característica. - Que sea una situación que, digamos, no nos pilla totalmente de sorpresa, no la hace menos dolorosa ni más fácil de solucionar.
Un murmullo de curiosidad recorre el grupo de mortífagos y Ginny se siente inmensamente aliviada de enterarse de que Draco y ella no son los únicos que han acudido a la reunión sin saber qué es lo que se iban a encontrar. Milos hace un gesto con la mano derecha, acallando todas las voces, y vuelve a hablar.
- Como sé que estáis intrigados, iré directamente al grano: alguien de los reunidos aquí es un espía de los aurores.
Ginny puede jurar que, en ese mismo momento, el corazón se le congela en el pecho. Oye la exclamación ahogada de Draco tras ella y cuando las terribles consecuencias de esa revelación se hacen claras en su mente, traga saliva e intenta calmar el enloquecido latido de su corazón, que parece haberse vuelto a poner en marcha de manera casi dolorosa. Antes siquiera de que haya podido pensar qué deberían hacer, Milos continúa.
Sabéis lo que pienso de la traición. Sabéis que, de por sí, lo considero totalmente imperdonable. Pero - baja el tono de voz hasta convertirlo en un susurro, - es más imperdonable aún cuando el traidor es quien menos habríamos podido imaginar.
Hace una seña con la cabeza a alguien que Ginny no puede ver e, instantes después, dos mortífagos que no se han quitado la capucha entran apuntando con sus varitas a una tercera persona que flota entre ellos. Cuando llegan al frente, Ginny contiene una exclamación, y la ira presente en las voces de los que están a su alrededor le confirma que sus ojos no la engañan.
Ryba.
La mujer está atada de pies y manos por una soga invisible. Tiene sangre seca en los pómulos y en la raíz del corto cabello, su túnica está rota por varios sitios y sus ojos castaños vagan sin parar por la estancia, como enloquecidos. Uno de los hombres que la acompañan la apunta con una varita y Ryba cae al suelo con un gemido cuando su pie derecho se aplasta bajo su peso.
Ginny contiene el aliento, sin saber muy bien qué pensar, y está a punto de volverse para susurrarle a Draco una pregunta urgente cuando la voz de Milos, en la que se mezclan una rabia y un tono de venganza que Ginny no ha oído jamás, vuelve a interrumpir todas las conversaciones.
- ¿Hay algo que quieras decir en tu defensa?
- ¡Yo no he hecho nada! - grita ella, poniéndose en pie a duras. - ¡Nunca os traicionaría!
Los ojos de Milos se nublan.
- Respuesta errónea. ¡Laceratus!
La luz, de un color amarillo intenso, golpea a Ryba directamente en el pecho. La mujer se queda totalmente quieta durante una milésima de segundo y después cae al suelo como una marioneta desmadejada, mientras de sus labios sale un grito desgarrador que taladra los oídos de Ginny. Ve las heridas que de la nada se abren en la blanca piel de los brazos y del rostro de Ryba, y sólo pensar el dolor que debe estar sintiendo le hace temblar. Siente que, a su espalda, Draco se pone tenso, y le oye mascullar algo por lo bajo, pero sus aterrorizados ojos están tan fijos en el cuerpo tembloroso que se encoge en el suelo, a apenas un metro de su posición, que no puede prestar atención a nada más.
Milos vuelve a apuntar a la checa con su varita y dice una palabra que Ginny es incapaz de entender, pero que hace que, como consecuencia, el grito de Ryba se rompa en un sollozo ahogado y que su rostro se contraiga en un gesto de dolor y sufrimiento tan extremo que la joven no puede soportarlo ni un instante más. Dispuesta a acabar con aquel horror, da un paso hacia delante, pero encuentra frenado su avance cuando, desde atrás, alguien le rodea la cintura en un abrazo de hierro que le impide moverse.
- Ni lo pienses - dice la voz de Draco, muy cerca de su oído.
- Si no hacemos algo, la matarán - replica Ginny entre dientes, forcejeando inútilmente para liberarse. - Y no pienso consentir que muera sólo porque nosotros no intervenimos.
Draco la estrecha con más fuerza y, en un gesto que a cualquier observador despistado le podría parecer cariñoso pero que Ginny considera ciertamente amenazador, le retira un mechón de cabello del rostro y habla, en un tono duro y seco:
- Es su vida o las nuestras, Ginevra. Y, sinceramente, creo que la decisión está clara.
Ginny se revuelve con fiereza, pero Draco ni siquiera se inmuta, y está a punto de ponerle una mano sobre la boca para acallar la ácida réplica que tiene en la punta de la lengua cuando la voz de Milos corta el tenso y expectante silencio de la sala.
- Estoy infinitamente decepcionado contigo, Ryba - los sollozos de la mujer son la única contestación que reciben sus palabras. Exhibiendo una total despreocupación en todos sus movimientos, Milos se agacha ante ella y le obliga a levantar el rostro poniéndole un dedo bajo la barbilla. Ryba alza la vista con lentitud y, aun desde esa distancia, Ginny puede distinguir claramente el sudor que brilla sobre su piel, las facciones desencajadas, los regueros de lágrimas que recorren sus mejillas. Milos la suelta y se vuelve a poner en pie, haciendo caso omiso del gemido inconsciente que brota de los labios de la checa. - No sabes cuánto lamento tener que hacer esto. Pero la traición, una traición como la tuya, no puede quedar sin castigo. Sentaría un mal precedente.
Ryba se moja con la punta de la lengua los resecos labios e intenta hablar.
- Milos... sabes que yo nunca... jamás...
- Basta - la voz de Milos, teñida de una ira indescriptible, la interrumpe. - Nos has vendido, Ryba. A nosotros, tu familia. La muerte es demasiado poco para lo que mereces.
Ginny no puede reaccionar. Se queda totalmente inmóvil entre los brazos de Draco, con los ojos marrones abiertos de terror, mientras en los viejos muros se refleja la luz verde que se lleva consigo la vida de Ryba.
Ni siquiera tiene tiempo de gritar.
El aire frío de la noche penetra en sus pulmones de manera casi dolorosa. Inspira y respira rápidamente, intentando controlar los acelerados latidos de su corazón, pero sabiendo que, por el momento, le será imposible conseguirlo. Porque las imágenes están demasiado recientes en su mente.
Se envuelve en su capa negra y baja la mirada. El adoquinado gris de la Plaza de la Ciudad Vieja pasa ante sus ojos a velocidad de vértigo y es entonces cuando se da cuenta de que en algún momento sus piernas han adoptado una voluntad propia y prácticamente ha echado a correr. Como intentando escapar de los terribles hechos que poco antes han tenido lugar.
Intenta desesperadamente pensar en cualquier otra cosa. En lo hermosa que resulta la ciudad por la noche. En el cielo nublado. En el sonido de las campanadas del reloj astronómico.
Pero no puede.
Una y otra vez recuerda el rostro de Ryba. La sangre en su frente, la boca abierta, los ojos húmedos por las lágrimas. El sonido de su voz pidiendo clemencia.
Y se odia a sí misma. Con tanta intensidad que, por un momento, a su cuerpo le sacude una oleada de dolor que parece demasiado fuerte para que la pueda soportar, así que se para y se agacha levemente, apoyando las manos en las rodillas mientras la capa se enreda en su cuerpo cuando la fuerza del aire empieza a aumentar.
Tras ella escucha el sonido de unas pisadas amortiguadas por la nieve y casi enseguida un roce leve, casi fantasmal, en su brazo. Se incorpora y se aparta rápidamente, como si se hubiera quemado, dando un par de pasos hacia atrás y enfrentándose con Draco.
- No me toques - dice en voz baja, en un tono peligroso, ignorando completamente la nieve que empieza a caer. - No quiero ni que te me acerques.
Draco no le hace caso. En una zancada se acerca hasta ella y la agarra fuertemente del codo, impidiéndola seguirse moviendo.
- Dime, Ginevra¿qué querías que hiciera? - sisea, apretándole el codo hasta el punto del dolor. - ¿Que fuera lo suficientemente estúpido como para delatarnos, con lo cual ahora mismo con toda seguridad estaríamos muertos? Lo que le ha pasado a Ryba es lamentable, pero no había nada que nosotros hubiéramos podido hacer.
- ¡Maldita sea, podíamos haber sido lo suficientemente valientes para dar la cara!
Su grito resuena durante unos instantes en la plaza desierta. Draco no habla enseguida. La mira fijamente unos segundos y, por fin, la suelta, no sin antes dedicarle una mirada cargada de desdén que a Ginny no le pasa inadvertida.
- Ésa es la diferencia entre tú y yo, Weasley - dice, metiéndose las manos en los bolsillos y curvando los labios en una mueca. - Tú a eso lo llamas valor. Yo, estupidez. ¿Qué habrías conseguido diciendo la verdad?
- ¡No siempre se hace lo correcto esperando conseguir algo a cambio! - no intenta evitar la pesada carga de frustración en su voz, ni, por una vez, intenta esconder las lágrimas que amenazan con asomarse a sus ojos. - ¡Se trataba de salvar la vida a una persona!
Sin molestarse en esperar una respuesta, da media vuelta y camina hacia la casa apenas visible en medio de la ventisca, sin importarle las fuertes rachas de nieve que azotan su rostro ni el frío de la medianoche, que se hace más intenso a cada minuto que pasa. Abre la puerta principal casi de un empujón y entra en el vestíbulo, donde la reciben los gritos de los habitantes de los cuadros, molestos por haber sido tan bruscamente despertados.
Se quita los guantes y los deposita violentamente en una mesita de la estancia, sin molestarse en agacharse a recoger un pequeño joyero de plata que cae ruidosamente al suelo a causa de su excesivo ímpetu. La puerta se cierra a su espalda, impidiendo el paso de más aire frío, y cuando siente a Draco moverse junto a ella da media vuelta y camina hacia la escalinata, pero apenas ha dado un par de pasos cuando el sonido de su voz le hace detenerse en seco.
- ¿Sabes lo que pienso, Ginny?
Se vuelve hacia él. Siente el corazón como una piedra dentro de su pecho, y tiene que respirar profundamente para que sus pulmones reciban el suficiente aire.
- No lo sé - sisea. Da un paso hacia atrás y le mira, con una rabia ardiente claramente reflejada en sus ojos marrones. - ¡No quiero saberlo!
Da media vuelta y empieza a subir los escalones de dos en dos, luchando contra las náuseas y las lágrimas que amenazan con brotar de sus ojos. No puede creer lo que ha visto. No puede creer que no lo haya impedido.
Camina por el pasillo a grandes zancadas, con la única intención de ir a su cuarto y encerrarse allí. Toda la noche. O mejor, toda la vida. Cuando está a punto de llegar ante su puerta siente que Draco la agarra de un brazo y la empuja poco ceremoniosamente contra la pared, impidiéndola moverse. Ginny se revuelve, intentando liberarse, pero él le agarra también el otro brazo y la sujeta firmemente, a pesar de sus esfuerzos.
- Quizá ahora me escuches - los ojos grises de Draco nunca se han asemejado a nubes de tormenta tanto como en este momento. Ginny vuelve la cabeza hacia un lado y aprieta los ojos, con fuerza, para no verle. Pero, por desgracia, no puede evitar escucharle. - Pienso que, en el fondo, entiendes lo que he hecho. Y también pienso que reaccionas así porque estás buscando un motivo para seguir odiándome.
La frase resulta tan sorprendente que Ginny no puede evitar volver a abrir los ojos y mirarle.
- ¿De qué demonios estás hablando? - las palabras le salen excepcionalmente ácidas, aunque no cree que a él le afecten demasiado.
De manera inconsciente, Draco le aprieta el brazo derecho con más fuerza y la mira fijamente a los ojos.
- Ya lo sabes.
Y esas simples tres palabras hacen que su ira se evapore como el vapor del agua caliente y que algo se remueva en el interior de Ginny. Involuntariamente, las imágenes empiezan a inundar su cerebro, y recuerda. La mirada en sus ojos aquella primera noche, cuando la sacó de la ducha. La sensación de la piel de su espalda bajo sus dedos. El calor de su cuerpo. Las manos posadas en sus caderas con el Danubio Azul sonando de fondo. Sus labios. El sabor de su boca. La forma en la que la abrazaba. Y en todas esas ocasiones, recuerda el aliento congelado en su garganta, su corazón latiendo dolorosamente rápido. La magia incomprensible que parece emanar de él.
Claro que lo sabe. Pero ahora, más que nunca, le gustaría no saberlo. Le gustaría tener la capacidad de olvidar.
Draco espera su respuesta. Pero cuando parece evidente que ella no piensa decir nada, vuelve a hablar, con la voz firme, con un brillo en sus ojos que no recuerda haber visto nunca antes.
- El caso es que me estoy cansando de participar en un juego que no lleva a ninguna parte, Ginny - se acerca más a ella hasta que la separación de sus cuerpos es mínima, y cuando vuelve a hablar es en un susurro destinado sólo a sus oídos. - Sólo dime que no quieres esto. Consigue que te crea y te prometo que jamás volveré a acercarme a ti. Regresaré a Inglaterra si es necesario.
Ginny aprieta los ojos. Respira con fuerza. Intenta controlarse. Evitar que las emociones se reflejen claramente en sus ojos. Finalmente, alza la cabeza y le mira.
- No quiero esto.
En cuanto las palabras dejan su boca, sabe que está luchando una batalla que tiene perdida de antemano. Sabe que su voz ha temblado. Que su mirada ha vacilado. Que no ha sonado tan firme como debería. Y también sabe que Draco se ha dado cuenta.
La presión de sus dedos en sus brazos se reduce y la mira fijamente unos instantes eternos. En silencio. Por fin, habla.
- No te creo.
Ginny apenas tiene tiempo de pensar en lo que ha dicho antes de que Draco se incline sobre ella y cubra sus labios en un beso hambriento, desesperado. Abre la boca sin apenas pensarlo y deja de luchar contra él. Sus manos reptan por su pecho y encuentran el camino hasta su cabello rubio, donde sus dedos se enredan, atrayéndole hacia sí hasta que ni la partícula más pequeña cabe entre ellos.
Se siente exactamente igual y, a la vez, totalmente distinta que la noche anterior, cuando le besó en el balcón. Sus besos saben a vodka con naranja. Pero también a soledad. A rebeldía. A fuego. El mismo fuego que amenaza con quemarla viva cada vez que sus lenguas se encuentran. El mismo fuego con el que arde cuando sus manos de pianista se pierden bajo su camisa y trazan senderos invisibles sobre su piel. No sabe por qué se siente, de repente, como si ésa fuera la primera vez que alguien la besa, como si todo lo anterior fuera tan poco importante que se desvanece con un simple soplo de viento.
Cuando Draco se aparta de ella, se siente tan perdida que cree que podría llorar. Entonces nota sus labios en su cuello, besando el lugar donde late su pulso, mordisqueando la piel suave bajo su oreja. Y cree que podría morir en ese momento, entre sus brazos, en ese oscuro pasillo iluminado únicamente por el resplandor de los rayos que caen fuera.
Cuando sus bocas vuelven a encontrarse, es como si uno de esos rayos la atravesara de la cabeza a los pies, provocándole una extraña mezcla de frío y calor que se reparte por todo su cuerpo. Y de repente siente que le necesita tanto que eso no es suficiente. Que nada será suficiente esa noche. Sus manos viajan a su cintura, juguetean con el borde de su jersey, tiran hacia arriba para sacárselo. Él se separa sólo lo suficiente para que le pueda quitar la prenda y cuando la vuelve a mirar, en su mirada ya no hay gris, sólo ese fuego que hace que las piernas le tiemblen y que sus rodillas parezcan incapaces de soportar su peso.
- Si quieres que pare, dímelo ahora - El cabello desordenado. La voz ronca. La respiración agitada. - Luego no podré.
Aunque Ginny le agradece esa última oportunidad que él le da para echarse atrás, ahora sabe lo que quiere. Sus manos suben por su espalda y se detienen en el punto donde sabe que está su marca. Clava sus ojos en los de él, esperando que su mirada contenga todas las respuestas del mundo, y cuando los labios de Draco dibujan una media sonrisa, sabe que él comprende.
Y cuando vuelve a hundir el rostro en su cuello, cuando nota la palma de su mano extendida acariciando su estómago, acepta una verdad que siempre había conocido pero que, hasta ahora, nunca había entendido totalmente.
El hielo también quema.
Supongo que, antes de nada, os debo una explicación. Aunque siento decirlo, pero la verdad es que no tengo ninguna. Simplemente, por algún motivo que no comprendo muy bien, este capítulo me ha resultado extraordinariamente difícil de escribir. Primero me atasqué con la idea general. Luego con escenas. Luego con los diálogos. Y llegó un momento en que el atasco fue TAN monumental que me planteé seriamente dejar la historia. Pero decidí tomarlo con calma, no quería haceros eso a los que la seguís desde el principio y siempre me habéis dado ánimos, así que nada, aquí tenéis el capítulo ocho. Intentaré que esto no vuelva a pasar, de todos modos, si veis que me demoro mucho en actualizar, consultad mi perfil, ahí intentaré dar noticias de la historia. Y bueno... que gracias. Muchísimas gracias por vuestra paciencia. De verdad.
Y nada, sólo comentaros que cada vez estamos más cerquita del final. Según mis cálculos, quedan como unos tres capítulos más un epílogo cortito para que este fic se acabe, así que nada, chicos/as, ya queda muy poco. Pero que sepáis que sois vosotros los que hacéis esto posible.
Una notita más: este capítulo no se lo dedico a nadie porque ha habido tanta gente que me ha ayudado a que llegara a buen término que sería injusto nombrar a sólo una persona. Lidia, Flor (nunca os agradeceré lo suficiente las ideas que me disteis, sin las cuales esto habría tardado otros tres meses en publicarse), Sara, Mane, Cris, Ariadna... Va por vosotras. Y perdón si me olvido a alguien.
Jire: Jejeje. Me encanta que te estés haciendo adicta a la pareja. Me siento extremadamente orgullosa de ello. ¿Yo dar consejos? Ay madre. XD
Jhessail Lupin: Mucho gusto leerte por aquí, Cris. Jes. Sí, grité mucho en las Fallas, aunque tanto tiempo ha pasado que la afonía ha tenido tiempo más que de sobra para curarse. Y las no-anginas estupendamente, gracias. Ya no me dan guerra y estoy emocionada . ¿Te esperabas otro beso distinto? Bueno... entonces me imagino que cierta parte de este capítulo te habrá encantado. Ya tocaba¿no? Y espero que la parte de la fiesta te guste, porque la verdad, me ha dado tantos problemas que ya no sabía si cortarme las venas o dejármelas largas. Qué trauma.
Carolina: Lo primero de todo, millones de gracias por El vals de las flores. El caso es que la melodía ya la conocía, lo que pasa es que no tenía ni idea de que se llamara así. Pero le pega perfectamente. Me alegro muchísimo de que el capítulo anterior te gustara (ahora que no me oye nadie, te diré que es el que más me gusta a mí) y sobre todo, decirte que me sacas los colores con lo que me dices de la escena del abrazo, me costó bastante escribirla pero me siento orgullosa de ella. Tienes razón, hay veces que no se necesitan grandes manifestaciones de cariño¿verdad? Qué frase tan cierta.
- En eso estamos de acuerdo; a mí me gusta creer que yo controlo mi vida. Sin embargo...-se inclina hacia ella y le habla al oído - ...también pienso que hay algunas cosas que son inevitables.
¿Esa última frase ha sido una declaración de amor de Draco hacia Ginny?
Jejeje. Pues hombre, no pretendía ser una declaración de amor, pero si a ti te gusta verlo de esa manera, adelante. Supongo que es un punto de vista tan válido como cualquier otro. ¿La frase del fic? Wow. : se pone colorá : Gracias, gracias. Y nada, no ha habido baile de Milos con Ginny, pero aquí tienes el tan anhelado beso, como tú dices. Y respecto a los momentos Harry/Hermione... la verdad es que no sé si se volverá a dar alguno, aunque me permito dudarlo. Entenderás el por qué cuando acabes de leer el fic :P Y nada, que espero de verdad que disfrutes con este capítulo.
CrisPotter: Jaja. Sí, oigo los gritos que llegan del sureste. ¡Y no sabes lo que esos gritos suben los ánimos! En serio. ¿Te has enamorado de Draco? Bueno... me da que tendrás que ponerte a la cola, hay algunas que estamos dispuestas a pelear con él. ¡Nada de facilidades! Y claro que Ginny tiene traumas... pero para eso está Draco o. Respecto a la relación que tienen, no sabes cómo me alegro de que me digas que te guste. A mí, personalmente, me gusta infinitamente más escribir este tira y afloja, como tú lo llamas. No sé cómo voy a hacer a partir de ahora, jeje. En fin, supongo que me las arreglaré. ¡Espero! Y bueno, el tatuaje de Draco no se lo hizo él, ni tampoco exactamente le apareció cuando mató a la niña. Más bien empezó a aparecer un tiempo antes, pero fue para la prueba cuando Draco se percató de lo que ocurría. Y te iba a responder a lo de la llama, pero como me parece recordar que ya lo habías investigado, mejor me callo para no resultar pesada. Pero es algo curioso¿a que sí?
Y que es un gustazo poder leer algo así
Lo que es un gustazo es que gente como tú lo leáis. Gracias infinitas.
Deiv: Jeje. ¡No te preocupes por haber tardado en reviewear! Lo bueno se hace esperar. Y bueno, también ha habido una conjura mundial para que yo no pudiera publicar este capítulo, así que supongo que estamos más o menos iguales. ¡Qué entusiasmo! De verdad, no sabes bien la alegría que me das con tus cumplidos. Creo que no me los merezco, pero te los agradezco igual. Y bueno, como siempre gracias por opinar. Te debo mail desde hace un tiempo indecente, pero prometo que, ahora que ya me he puesto a escribir, llegará pronto.
Y también gracias infinitas a Deby, Narwen Weasley, Darame, abin, Luciana, Gin W. Black, eire, Mayra Potter, AngelSusy Malfoy, KiMi10, agus lupin, Josefina, Ana Leslie, anzu, Alassea Potter, Rikbiel, Eugenia Malfoy, LadyVega, SaraMeliss, leodyn, Aiosami, KiraLevana, S. Lily Potter y Veropotter
