NOTAS DE LA AUTORA.

1) Cositas varias antes de que empecéis a leer. Lo primero, muchísimas gracias a los que leísteis las notas que publiqué tras la infame entrevista de JKR y me comprendisteis. Gracias por vuestros ánimos, por vuestra comprensión, por vuestra paciencia y, sobre todo, por vuestras palabras. A aquellos que me acusaron de egoísta e inmadura y me dijeron que por qué me quejaba, que estaba claro desde el principio que iba a ser R/Hr, y me acusaban de dejar de escribir porque no sabía aceptar lo que JKR había decidido, sólo decirles un par de cosas. Lo primero, SOY SHIPPER H/Hr, y a muchísima honra. No voy a repetir las razones por las que este fic quedó en hiatus, ya que probablemente les daríais la vuelta y me haríais quedar como una cría caprichosa a la que le dan pataletas cuando no pasa lo que ella quiere. Si queréis pensar eso, adelante, me da exactamente igual. Si os lo pasáis bien criticando a la gente que, como yo, se ha sentido dolida, pues nada, hacedlo. Perdéis toda la razón que pudierais tener. Volved a HarryLatino, a King and Queen o a los foros de Mugglenet y cachondeaos si queréis. Pero ¿sabéis? Me dais pena. Porque nosotros estamos sabiendo perder mucho mejor de lo que vosotros habéis sabido ganar.

2) Este capítulo es largo, y cuando digo largo, quiero decir LARGO. Al menos para mis estándares. Tiene 28 páginas en Word a tamaño 11 y algo más de 12.000 palabras. De verdad, espero no aburriros. Añadir que, muy probablemente, éste sea mi capítulo favorito, y en general estoy bastante contenta con él, lo que viniendo de mí es decir mucho. MUCHÍSIMO.

3) Este capítulo lo he publicado en cuanto lo he acabado, simplemente porque ya tenía ganas de quitármelo de encima. Esto quiere decir que, salvo algunas partes en concreto, está sin corregir, y que no he contestado los reviews, cosa que lamento muchísimo, pero lo único que habría hecho respondiéndolos habría sido prolongar la espera. También quiere decir que, tal vez, notéis que algunas partes están escritas como un poco… aceleradas. Es bastante probable que ésas sean las últimas que haya escrito y que den esa sensación porque, verdaderamente, me moría de ganas de terminar ya.

4) Por último, pero no por ello menos importante, dedicarle este capítulo a mis mosketeras, mis niñas, mis amigas. Lidia, Sara, Flor, gracias por unos días maravillosos. Y Mane, a ti también, para que podamos compartirlos pronto.

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LA VIDA EN NEGRO Capítulo 9: Juegos de poder

Abre los ojos cuando los primeros rayos de sol empiezan a iluminar la habitación.

Parpadea, intentando acostumbrarse a la débil claridad, y se incorpora apoyándose en los codos, temblando levemente cuando el aire frío que entra por alguna ventana abierta roza su piel desnuda; y es esa misma sensación de frío la que le hace ser plenamente consciente de todo lo ocurrido la noche anterior.

Un intenso rubor cubre sus mejillas, y de forma casi instintiva baja la mirada al lado izquierdo de la cama, sintiéndose entre decepcionada y aliviada cuando ve que Draco ya no está ahí. Las sábanas tibias, sin embargo, le dicen que no ha pasado mucho tiempo desde que se ha levantado, y paseando la mirada por el otro extremo de la habitación descubre que las cortinas que cubren la puerta al balcón están descorridas, dejando pasar la luz y ondeando con la suave brisa.

Tras unos instantes de duda se levanta. Aprieta firmemente las sábanas en torno a su cuerpo, tras una infructuosa búsqueda de su ropa por los alrededores, y camina hacia el balcón. Se estremece ligeramente cuando las plantas de sus pies descalzos hacen contacto con la fría piedra del suelo, y tras exhalar un suspiro tembloroso y adoptar una pose de aplomo y valentía que está muy lejos de sentir, sale al balcón.

Ignora el frío del ambiente y contiene el aliento. Praga está amaneciendo ante sus ojos. A su derecha los rayos de sol le arrancan destellos dorados a la normalmente blanca piedra del castillo, y en el extremo opuesto, empequeñecida por la lejanía, la Plaza de la Ciudad Vieja parece brillar con luz propia. Está tan concentrada en la fascinante vista que se despliega ante sus ojos que no se fija en Draco, apoyado en la baranda de piedra al otro lado del balcón y, por una sola vez, ni siquiera es consciente de la intensidad de la mirada fija en ella.

- Si hubiera sabido el aspecto que tienes de recién levantada, te puedo jurar que no habría esperado tanto.

Se sobresalta visiblemente y se vuelve con rapidez hacia el lugar de procedencia de la voz. Draco la contempla con una mezcla de curiosidad e interés en sus ojos grises. Su cabello rubio está desordenado; no se ha molestado en calzarse y su camisa, arrugada en varios puntos, hace que su apariencia sea mucho menos impecable que de costumbre.

Ginny intenta que su lengua formule algún comentario medianamente coherente, pero finalmente, tras unos segundos de silenciosa desesperación, lo da por imposible. Esboza una débil sonrisa y cruza los brazos sobre el pecho, asegurándose de que la sábana no se vaya a caer cuando haga algún movimiento.

- Gracias. Creo.

Él ladea la cabeza ligeramente y la mira.

- Era un cumplido.

No recuerda nunca haberse sentido así de nerviosa. Agacha la cabeza y se muerde el labio inferior, como si con aquel simple gesto pudiera tranquilizarse, y cuando vuelve a alzar la vista Draco está a menos de medio metro de ella. Sin darse cuenta da un paso atrás, sintiéndose absurdamente incómoda, y agradece el que Draco no diga nada.

- Deberías haberme dicho que era el día de la toga. Me habría vestido para la ocasión.

El comentario, hecho sin duda para aliviar un poco la tensión en el ambiente, cumple su objetivo. Sus labios se curvan en una sonrisa que quiere pero no puede contener, y responde:

- La próxima vez me aseguraré de que lo sepas.

En cuanto la frase sale de su boca se da cuenta de lo que ha dicho y se muerde la lengua, sintiendo que sus mejillas se vuelven a teñir nuevamente de rojo y maldiciéndose por su reacción inconsciente. Durante unos instantes, Draco no dice nada, pero finalmente da un par de pasos hacia delante, reduciendo al mínimo el espacio existente entre ellos, y le toma la barbilla con la mano derecha.

- Espero que eso sea una promesa.

La capacidad del lenguaje parece haberla abandonado de golpe, porque abre los labios para intentar decir algo, pero las palabras no quieren acudir, y finalmente tiene que cerrar la boca y agachar ligeramente la cabeza para que él no vea lo turbulento de su expresión. Toma aire profundamente y, cuando se siente capaz de enfrentarle, vuelve a alzar la vista. Porque en ese momento la decisión ya está claro.

- Podría serlo – dice, curvando los labios en un gesto de nerviosismo.

Draco la mira y sonríe levemente.

- Me alegro de eso.

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Esa noche tiene una pesadilla. Se ve encerrada en una habitación circular de piedra, sin ventanas, sumida en una oscuridad casi total. La única luz proviene del resplandor verdoso de las paredes, dotando a la estancia de un ambiente tétrico.

Tiene mucho frío. Tirita incontrolablemente y el aliento sale de su boca en forma de nubecillas blancas. Hay alguien más con ella, una figura oscura, sin rasgos definidos, tendida en el suelo, a unos pasos de distancia. Y cada vez hace más frío. Sus dedos están empezando a adquirir una tonalidad morada y cada vez le cuesta más moverse. Los latidos de su corazón se aceleran y tiembla con más violencia.

Toma una bocanada de aire, pero ese aire está tan frío que sus pulmones se congelan, y ni siquiera tiene tiempo de gritar antes de que la oscuridad la engulla.

Despierta de golpe, con el cabello pegado a la frente y un grito de angustia en la punta de la lengua. Durante unos instantes permanece totalmente quieta, como una estatua, sintiendo una intensa claustrofobia y apretando los ojos con fuerza hasta que la leve sensación de mareo parece pasarse.

Traga saliva casi dolorosamente y saca las piernas por el lado izquierdo de la cama, sintiendo el suelo de piedra casi templado al tacto, en contraste al terrible frío de su pesadilla. Se pone en pie y se abraza a sí misma, clavando la vista en el pequeño reloj que hay encima de la mesilla de noche y que le indica la una de la madrugada.

Maldice por lo bajo. El sueño ha sido tan vívido que está segura de que no podrá volverse a dormir y, con un suspiro y tras unos instantes de duda, sale de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Draco está sentado sobre la cama con las piernas cruzadas, mordisqueando una manzana mientras lee un periódico con aire distraído. Levanta la vista al oírla entrar, y en su rostro se pinta una expresión de sorpresa durante un breve instante.

- Vaya, bienvenida a mis dominios – dice, torciendo la boca en un amago de sonrisa - ¿Ocurre algo?

Ginny se siente inmediatamente estúpida. Clava la mirada en la pared y murmura:

- He tenido una pesadilla – luego se vuelve hacia él, que la contempla con expresión interrogante, y titubea antes de continuar -¿Te... te importa que duerma aquí esta noche?

Draco enarca las cejas, y durante un instante aterrador está absolutamente segura de que se va a burlar de ella, pero finalmente sólo dice:

- Claro. Mi cama es tu cama.

Se levanta y, sin molestarse en calzarse, camina hasta ella, poniéndole cuidadosamente una mano en la mejilla.

- Por Merlín, estás helada. ¿Te encuentras bien?

Ginny alza la vista y esboza una trémula sonrisa.

- Sólo ha sido una pesadilla.

- Entonces dime, Ginny Weasley... – pregunta, dándose golpecitos con el dedo índice en la barbilla - ¿Alguna vez has tenido un sueño agradable? Porque, francamente...

Ella ríe suavemente y niega con la cabeza, apoyándose contra la cómoda.

- Aunque te parezca mentira, sí. De vez en cuando tengo sueños bonitos. El último que tuve, por ejemplo... – se muerde el labio inferior, pensativa – Soñé que estaba en París. Era la noche de Fin de Año y yo iba en uno de esos enormes barcos que navegan por el Sena, y cuando pasábamos junto a la Torre Eiffel se iluminaba de repente. Era fantástico. Desde entonces me muero de ganas de cumplir eso.

- ¿Ir a París en Fin de Año? – le pregunta él, pareciendo interesado.

- Sí. Me encantaría.

- Te gustaría París – dice Draco, mirándola con aire pensativo – Es una ciudad bonita.

Ginny se tapa la boca con la mano para ahogar un bostezo y asiente, con aire soñoliento, mientras sus ojos se cierran sin su permiso. Parpadea rápidamente y antes de darse cuenta Draco la ha tomado de la mano y ha tirado de ella hasta sentarla en la cama.

- Será mejor que duermas, Ginny – dice mientras le coge los pies con suavidad y los eleva por encima del borde de la cama – No servirás de nada si no estás descansada.

Ella le deja hacer, y cuando se encuentra acomodada bajo las sábanas y la manta, en un gesto instintivo, le coge de la parte frontal del pijama y le atrae hacia ella.

- Muchas gracias – murmura, con la voz cargada de sueño, y sin saber por qué, pero sin dudar ni un segundo de que eso es lo que más quiere en ese momento, se incorpora ligeramente y aprieta con suavidad su boca contra la de él, separándose casi enseguida, mientras un intenso rubor cubre sus mejillas.

Él enarca una ceja y clava los ojos en su rostro, rodeándole el cuello suavemente con la mano derecha.

- ¿Sabes? – murmura – Tal vez no deberías hacer eso. Podría acostumbrarme.

Y sin decir nada más, sin darle siquiera tiempo a sopesar sus palabras, se inclina sobre ella y la besa, y al igual que la noche anterior, mientras la besa, mientras la estrecha contra él, sus labios y su piel saben a fuego, y cuando la abraza con fuerza y la aprisiona contra el colchón el mundo a su alrededor se desvanece tras una cortina oscura y sólo existen ellos.

Después de esa noche, ya no vuelve a dormir a su habitación.

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Las horas se convierten en días, y los días en semanas, y, a pesar del paso del tiempo, Ginny no está muy segura de poder acostumbrarse a la súbita intimidad que se ha establecido entre ellos.

La acepta como algo lógico dadas las circunstancias pero, en algunas ocasiones, cuando se pone a pensar en lo que está ocurriendo, le da miedo. Porque no sabe muy bien cómo manejar la situación, y a veces siente como si su mundo estuviera sumido en un caos que ella no puede dominar, y eso le aterra. Teme estarse metiendo demasiado profundamente en algo de lo que luego no podrá salir, no poder reaccionar a tiempo, pero, sobre todo, se teme a sí misma. Porque cuando está cerca de Draco no se comporta de manera lógica ni racional, y eso, aparte de sorprenderla, es algo que la desconcierta y hace que los cimientos del cómodo mundo que había construido se tambaleen de manera violenta.

Pero, aparte de esto, y en claro contraste, se siente bien. Hacía tanto tiempo que no se sentía así que no puede por menos que dar la bienvenida a todas las sensaciones redescubiertas, y está relativamente a gusto con la situación, aunque de vez en cuando una vocecita en su cabeza le dice que tal vez no debería implicarse tanto.

No han vuelto a tener noticias de Milos desde lo que le ocurrió a Ryba, pero eso no les ha impedido mantenerse ocupados. Han jugado al ajedrez, con Draco perdiendo casi siempre de manera bastante estrepitosa, practicado esgrima, con Ginny perdiendo de manera más estrepitosa aún, han leído, oído música, paseado por los alrededores de la casa y discutido por las cosas menos importantes. Pero, aun así, en cierto rincón de su mente existe una cierta preocupación ante la falta de noticias, y aunque Draco no lo dice, sabe que él también comparte su desasosiego.

Aquella mañana de principios de diciembre han estado paseando por el centro de la ciudad. Vuelven sumidos en una interesante conversación sobre leyendas y mitos confundidos por los muggles con la realidad, y están tan absortos que cuando entran en la biblioteca sólo se dan cuenta de la presencia de Ivana cuando ella carraspea ligeramente.

Ginny se dispone a saludar, pero ve algo en el rostro de Ivana que hace que las palabras se le congelen en la lengua. La checa se levanta y se dirige hacia ellos, lentamente. Le pone a Ginny una mano en el hombro, mirándola con angustia en los ojos, y dice, muy despacio:

- Debéis volver a Londres. Ha ocurrido algo.

Ginny se siente que los músculos de todo su cuerpo se tensan.

- ¿Qué ha pasado?

Ivana suspira. Se pasa la mano derecha por los ojos, en un gesto de infinito cansancio, y cuando se vuelve a mirarla Ginny se sorprende al descubrir que sus ojos están brillantes y enrojecidos y que su labio inferior tiembla levemente.

- Les tendieron una emboscada – la voz se le quiebra, y tiene que respirar profundamente antes de continuar – Ron…

Ginny se queda como congelada en su sitio. Lo único que puede hacer es mirar fijamente a Ivana, como si no la hubiera oído hablar, mientras las palabras penetran con lentitud en su mente. A su espalda, Draco se mueve, y le agarra con suavidad del codo mientras se inclina hacia adelante para hablar con Ivana.

- ¿Cómo está?

Ella niega con la cabeza.

- Mal. Le llevaron inmediatamente a San Mungo, los medimagos le están tratando. Harry me acaba de avisar.

Ginny siente un extraño pitido en los oídos. Traga saliva de manera casi dolorosa, y la mano le tiembla violentamente cuando la eleva para apartarse un mechón de pelo de los ojos. Repentinamente, un sollozo estrangulado escapa de su garganta, y se tapa la boca con la mano, como si así pudiera evitar mostrar otro signo de debilidad.

- Podéis ir a Londres, os he preparado un traslador – Ivana clava la mirada en ella brevemente y luego se vuelve a hablar con Draco. Aunque están a su lado, Ginny tiene la sensación de que les oye hablar a mucha distancia. Como en otro mundo – Pero mañana por la noche como muy tarde tenéis que estar aquí, no podré cubriros durante más tiempo ante Milos. Es imprescindible que regreséis entonces¿me entiendes?

- Desde luego – replica Draco, con firmeza - No te preocupes, no habrá ningún problema – Luego se vuelve hacia ella y dice, suavizando un poco su tono de voz – Vámonos, Ginny.

No necesita que se lo diga dos veces.

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No es la primera vez que ha estado en San Mungo. Debido a su trabajo, en más de una ocasión se ha visto obligada a recorrer sus grises pasillos en busca de noticias. Pero esos pasillos nunca le han parecido tan infinitamente largos, y nunca la persona a la que iba a ver era su propio hermano.

Prefiere no pensar demasiado, así que camina con rapidez, sin molestarse siquiera en comprobar si Draco la sigue. Conoce de memoria la distribución del hospital, y sabe perfectamente a dónde debe ir. Una escalera, otra. Pasa una puerta señalizada como el pabellón de heridas mágicas, y unos metros más allá dobla una esquina. Y se para de golpe.

Al final del pasillo hay un grupo de gente. Puede distinguir a Hermione, sentada en un banco con la cabeza entre las manos; a Tonks, hablando airadamente con Kingsley Shacklebot en una esquina; a Lupin, con las manos en los bolsillos de su túnica raída y mirando distraídamente a través del cristal de una puerta; a Harry, que no hace más que recorrer una y otra vez el mismo círculo, teniendo toda la apariencia de un león enjaulado. Parece haber sentido su llegada, porque levanta la vista, y se para de repente. A su lado, la conversación de Tonks y Kingsley se detiene de golpe.

Ginny lo ve todo como a través de una nube. Ve a Draco, que tras dirigirle una mirada cargada de preocupación se acerca a Harry en dos largas zancadas y habla con él en susurros. Ve los ojos enrojecidos de Hermione, la preocupación en el rostro de Lupin, las manos temblorosas de Tonks. Harry y Draco acaban de hablar y entonces Harry se dirige hacia ella, apoyándole amablemente una mano en el hombro.

- ¿Cómo está? – se escucha decir. Se sorprende de la inesperada fortaleza de su voz, y sólo un observador avispado se habría percatado de la palidez inusual de su piel y del pequeño temblor de sus manos.

Pero, desde luego, Harry se da cuenta. Su boca se tuerce en algo que pretende ser un gesto de ánimo, pero que se queda en poco más de una mueca y, finalmente, desistiendo, da un paso adelante y la abraza. Ginny le rodea inmediatamente la espalda con los brazos, agradeciendo el tibio calor de su cuerpo, y esconde la cabeza en su hombro, mientras la voz de Harry alcanza sus oídos.

- Fue culpa mía, Ginny – le oye decir. Su cuerpo tiembla y Ginny quiere gritar porque éste es Harry, y Harry nunca manifiesta sus emociones así – Me dieron un chivatazo y envié a Ron y a Jordan a comprobarlo. Fue una emboscada, en ningún momento tuvieron la más mínima oportunidad – su voz se quiebra y tiene que tomar grandes bocanadas de aire antes de continuar – Jordan está muerta. Y Ron... – un estremecimiento especialmente fuerte sacude su cuerpo y se separa de ella, llevándose las manos al rostro y apretando fuertemente los puños contra los párpados para contener el llanto – Ginny, está mal. No saben si saldrá adelante.

Se queda allí, parada, en medio del pasillo. Se siente totalmente insensible a todo lo que la rodea, como si fuera incapaz de aceptar la realidad que le está sucediendo. Toma aire. Una vez. Dos veces. Pero sus pulmones parecen incapaces de llenarse. Es como si todo aquello le estuviera ocurriendo a otra persona, como si nada tuviera que ver con ella. De repente, la cabeza le empieza a dar vueltas, y da un paso adelante.

- Quiero verle.

Harry no dice nada, sólo la toma de la mano y la conduce hasta la puerta que hay al final del pasillo. Los demás se apartan al pasar ellos, y se quedan mirándola, en silencio. Cuando se detienen, Harry se vuelve a mirarla.

- Tienes que saber... que no han podido curarle totalmente. Algunas maldiciones que les lanzaron estaban hechas precisamente con el fin de que eso ocurriera si sobrevivían – el tono de su voz es bajo y aprieta los párpados fuertemente antes de continuar – Te lo digo porque... no es una visión agradable, y es mejor que estés preparada – Ginny se muerde un labio, casi hasta el punto del dolor, y asiente débilmente con la cabeza – No estés mucho rato¿de acuerdo? Necesita reposo.

Ginny vuelve a asentir, luego apoya la mano en el picaporte y respira profundamente. Finalmente, después de unos segundos, entra en la habitación.

La puerta se cierra tras ella, mientras sus ojos no se pueden apartar del cabello pelirrojo que destaca claramente entre las sábanas blancas. Ron tiene la cabeza parcialmente vendada, su labio superior está deformado y manchado con restos de sangre seca. Tiene el ojo izquierdo amoratado y los párpados parecen hundidos entre la masa de carne hinchada que les rodea. Su piel aparece marcada por quemaduras y cortes sin curar y está terriblemente pálido.

Ginny abre la boca y jadea, buscando aire, mientras las lágrimas se agolpan tras sus párpados y, finalmente, recorren sus mejillas. Se lleva una mano cerrada a la boca y se muerde los nudillos, con fuerza, intentando ahogar los sollozos histéricos que escapan entre sus labios. Sus piernas parecen repentinamente demasiado débiles para sostenerla, y dando unos pasos vacilantes hacia delante se deja caer en la silla que hay junto a la cama y le toma de la mano, con fuerza, y cuando él no le devuelve el apretón, hunde la cabeza entre las sábanas blancas y llora, con lágrimas ardientes, que parecen quemarle la piel. No sabe cuánto tiempo pasa así, apretándole fuertemente la mano y regando su piel con sus lágrimas, pero, finalmente, se siente capaz de hablar.

- No puedes hacerme esto, Ron – su voz suena débil y temblorosa, y tiene que hacer grandes esfuerzos para poder continuar – Tienes que ponerte bien¿me oyes? Me prometiste que algún día haríamos un viaje por Europa, y que veríamos Atenas, y París, y Moscú, y Venecia. Tienes que cumplir tu promesa, Ron. No puedes morirte.

Y es al decir esa palabra cuando se hace plenamente consciente de la situación, y entonces le suelta la mano, mientras un grito de angustia pugna por salir de su garganta. Oye que la puerta se abre, y siente que alguien se acerca a ella y la ayuda a levantarse con gentileza. Y Ginny quiere impedirlo, porque Ron está ahí en esa cama, pálido y solo, y la necesita, pero no puede, porque se siente demasiado débil como para intentarlo, así que deja que tiren de ella suavemente hasta sentarla en uno de los bancos del pasillo y, cuando la puerta se cierra, su lúgubre sonido le recuerda al doblar de una campana, y entonces esconde el rostro entre los brazos para aislarse del mundo.

Oye la voz de Hermione a su lado, susurrándole palabras tranquilizadoras, y se oye a sí misma como desde muy lejos preguntándole dónde están sus padres y sus hermanos. Escucha sus explicaciones, algo de que ha habido problemas para comunicarse con ellos, pero es incapaz de comprenderlas totalmente.

Levanta la cabeza y a su alrededor todo está cubierto por una especie de neblina. Draco se sienta junto a ella, silencioso. También está pálido, y en su normalmente inalterable semblante hay un gesto de dolor y preocupación claramente visible; y sin pensar en lo que hace vuelve el rostro hacia él y lo esconde en su hombro, con su cabello pelirrojo cubriendo sus facciones como una cortina, y le clava las uñas en el brazo, con fuerza, hasta el punto que piensa que tiene que estar haciéndole verdadero daño. Pero él no se queja; simplemente, con la mano izquierda, le recorre la espalda en una caricia reconfortante, y le dice al oído algo que no entiende, pero el sonido cálido de su voz la tranquiliza.

Nota los ojos de Hermione clavados en ella. Pero no le importa.

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No sabe cuánto ha pasado. Podrían haber sido segundos u horas. El tiempo parece discurrir de manera extraña entre el ir y venir de los medimagos y las miradas preocupadas que todos le dirigen. Se frota los ojos, cansada, y alza la vista, justo a tiempo de ver acercarse por el pasillo, a paso rápido, a sus padres y a los gemelos.

Se levanta como un resorte y se dirige hacia ellos, caminando como en un sueño, y cuando su padre la abraza con fuerza esconde la cara en su pecho, deseando por un momento volver a ser una niña pequeña, cuando no tenía que preocuparse por tantas cosas. Su madre le acaricia con ternura la cabeza y le dice, en un susurro tembloroso:

- ¿Cómo está Ron, cariño?

Ante la pregunta, nuevas lágrimas amenazan con brotar de sus ojos, pero las contiene y contesta todo lo firmemente que puede.

- Está mal, mamá. No saben si lo superará.

Molly no dice nada, sólo le aprieta con fuerza el brazo y se vuelve hacia sus otros dos hijos, que en ese momento parecen sólo una sombra de los bromistas de sus días escolares. Ante la pregunta que no llega a decir, asienten con la cabeza, y les siguen hasta la puerta de la habitación de Ron. Ginny va tras ellos, arrastrando los pies, y cuando entran en la habitación, emite un suspiro cansado y entra también.

En cuanto la puerta se cierra tras ellos, Tonks se vuelve hacia los demás y dice, con cansancio:

- Odio esto – se frota los ojos con fuerza y suspira. Lupin le pone una mano en el hombro y le da un pequeño apretón, gesto de ánimo que ella le devuelve con una pequeña sonrisa.

- No es plato de gusto para nadie – murmura Draco. Está apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos – Odio tener que ser yo el que haga la pregunta... pero¿qué oportunidades reales tiene?

- Tiene oportunidades – es Hermione la que responde, clavando la mirada en él desde su posición en el banco – Sus heridas son serias, pero los medimagos dicen que todo depende de su fuerza de voluntad y, que si pasa de esta noche, tiene mucha batalla ganada.

- Pasará de esta noche – dice Harry, firmemente – Ron es fuerte, siempre lo ha sido. No dejará que esto acabe con él.

Draco y Lupin intercambian una mirada cargada de dudas que Harry no ve. El pasillo se vuelve a quedar en silencio.

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Le duele muchísimo la cabeza. Se frota las sienes, con cansancio, y se apoya contra la pared. Frente a ella, su madre duerme con la cabeza apoyada en el hombro de su padre, mientras que Arthur tiene los ojos fijos en algún punto indeterminado del suelo. Ninguno de los dos ha dicho prácticamente nada desde que salieron de la habitación, hace más de siete horas, aunque de vez en cuando el rostro de Molly se contrae en un gesto de angustia y algunas lágrimas traidoras escapan de sus ojos. En esos momentos, Arthur siempre le coge la mano y deposita un beso suave en sus nudillos, algo que parece ejercer un efecto tranquilizador sobre ella.

Bosteza y clava la mirada en el techo. La noche se le está haciendo increíblemente larga. Tiene el cuerpo rígido y en tensión, a la espera de noticias. La tranquila respiración de Hermione, a su lado, le indica que su amiga está profundamente dormida. Harry y Draco han desaparecido hace unos minutos y Fred y George se pasean silenciosamente de un lado a otro del pasillo, con los ojos fijos en las baldosas grises del suelo. De vez en cuando alguno de los dos se sienta a su lado y hablan en susurros. De cosas banales, sin importancia, como intentando desesperadamente distraer su mente de los acontecimientos que están teniendo lugar. Pero, inevitablemente, acaban quedándose en silencio, con la mirada clavada en la puerta cerrada que hay en la pared de enfrente.

Parpadea y los ojos se le cierran involuntariamente. Se siente tan agotada que piensa que no pasa nada si duerme unos minutos, y cuando Morfeo la estrecha en sus brazos ni siquiera intenta luchar contra él.

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Se despierta cuando siente las manos de alguien zarandeándola suavemente. Abre los ojos, y parpadea ante la intensa luz del día que entra por los grandes ventanales. Finalmente logra fijar su mirada en Harry, que la observa con una expresión indescifrable en el rostro.

- El medimago jefe está con Ron – dice en voz baja, aunque esto es algo innecesario dado que ya está todo el mundo despierto – Muy pronto sabremos algo.

- ¿Sabemos algo de Bill y Charlie? – pregunta débilmente, mientras se endereza en su sitio.

Él se echa para atrás y niega con la cabeza.

- No han conseguido contactar con ellos. Pero no te preocupes, ya hemos enviado a alguien para que les localice. En cuanto eso suceda, vendrán inmediatamente.

Ginny asiente con aire distraído mientras se endereza y se frota los ojos, echando un vistazo a su alrededor. Arthur y Molly están parados ante la puerta de la habitación, y le dirigen una sonrisa cansada cuando ven que está despierta. La expresión en los rostros de Fred y George es igualmente tensa, y a unos metros de distancia Hermione habla con Draco, que por algún motivo parece totalmente fuera de lugar. Parece tan cansado como ella y cuando asiente levemente con la cabeza a algo que Hermione le dice levanta la mirada y sus ojos se cruzan durante un instante; y ve claramente una pequeña sonrisa de ánimo dibujada en sus labios antes de darse media vuelta y caminar al otro extremo del pasillo, desapareciendo tras la esquina.

Ginny se levanta y camina hasta donde está Hermione.

- ¿Por qué se ha ido? – pregunta, echando un vistazo a la esquina por la que él ha desaparecido.

Hermione se encoge de hombros y se deja caer en una silla, emitiendo un suspiro cansado.

- Me dijo que necesitaba tomar el aire. Pero, entre tú y yo… creo que siente que aquí sobra.

Ginny aprieta los labios, pero no dice ni pregunta nada, porque, en el fondo, puede entender lo que Draco está sintiendo. Se sienta junto a Hermione y agacha la cabeza, mordiéndose el labio inferior, justo en el momento en que la puerta de la habitación de Ron se abre y aparece el medimago que ha estado tratando a su hermano. Ginny se vuelve a poner en pie, con el corazón en un puño.

- Ron es un luchador, señores Weasley – su voz denota cansancio, pero la pequeña sonrisa que adorna sus labios hace que las esperanzas de Ginny se eleven a cotas insospechadas – Le llevará tiempo, y tendrá que esforzarse mucho, porque no va a ser nada fácil… pero no dudo de que lo superará - Molly emite un sollozo ahogado y se tapa la cara con las manos, mientras Arthur le pasa un brazo tembloroso por los hombros y la estrecha con fuerza, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas. El medimago espera, paciente, hasta que los padres de Ginny le vuelven a prestar atención – De todos modos, tengo que decirles que no se confíen. Su hijo ha sufrido muchos daños, y aunque no corre peligro de muerte, su condición clínica sigue siendo muy grave. Quizá sufra secuelas, no lo sabemos. Pero, por el momento, pueden felicitarse por tener un hijo tan valiente.

Ginny se queda ahí, totalmente quieta, hasta que Fred y George se acercan a ella y la envuelven en un abrazo que le hace crujir los huesos y que le corta la respiración, pero que necesitaba tanto que ni siquiera se queja. Por encima de las cabezas de sus hermanos, mientras les devuelve el abrazo, sonríe brillantemente a su madre, que eleva el rostro surcado por las lágrimas durante un instante en el que sus miradas se cruzan y absolutamente todo vuelve a tener sentido.

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San Mungo tiene un patio interior con un pequeño pero frondoso jardín y un estanque central de aguas tan limpias que parecen un espejo. Es un remanso de paz en medio de la incansable actividad que suele tener el centro, y es allí donde Ginny encuentra a Draco unos minutos después. Se sienta a su lado en la hierba, y tira al agua con aire distraído una pequeña piedra, observando los surcos que se producen en la anteriormente lisa superficie. Siente sus ojos grises clavados en ella, y vuelve ligeramente el rostro para mirarle.

- Ron estará bien – dice suavemente. Draco exhala un suspiro de alivio y cierra los ojos durante un segundo - Sigue estando grave, y no se sabe qué secuelas tendrá… pero su vida no corre peligro.

Durante unos momentos, él no dice nada. Finalmente, alza la mirada y la clava en ella.

- Me alegro de eso – dice, en un tono de voz en el que se aprecia una total sinceridad.

Ginny sonríe levemente como agradecimiento, y entonces él se levanta y se sacude las pequeñas briznas de hierba que han quedado adheridas a su túnica.

- Voy a ir a la mansión – dice, metiéndose las manos en los bolsillos y cambiando el peso de un pie a otro, con una expresión de clara incomodidad – Hay algunas cosas que tengo que solucionar. Nos vemos allí¿de acuerdo?

- No hace falta que te vayas – dice ella quedamente, clavando la mirada en el agua.

- Lo sé. Pero estos son momentos para la familia¿no crees?

Y sin decir nada más, cierra los ojos y desaparece.

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Ginny, Harry y Hermione dejan el hospital un par de horas después, tras la llegada de Bill y Charlie, y se aparecen a la mansión Malfoy. Draco, que estaba en pie frente a una de las enormes estanterías con un libro en las manos, alza la vista cuando les siente llegar y esboza una pequeña sonrisa que desaparece enseguida.

Harry se deja caer en uno de los cómodos sillones con un suspiro y Hermione se sienta a su lado, apoyándole cariñosamente una mano en la pierna, mientras Ginny se hunde en un butacón frente a ellos. Se quedan callados unos minutos, al cabo de los cuales Harry habla.

- Creo que sería una buena idea que tomáramos algo caliente¿no creéis? – las mira, sonriendo levemente – Yo lo prepararé. Así Ginny tendrá tiempo de darse una ducha y recoger, si lo necesita antes de volver a Praga.

El corazón de Ginny se le cae de golpe a los pies y le mira, con firmeza.

- Supongo que estarás de broma¿no? No pienso regresar a Praga. Me quedo con Ron.

No le pasa desapercibida la mirada de alarma que intercambian Draco y Harry, y aprieta los labios, decidida.

- Ginny… - empieza a decir Hermione, tentativamente – Ron está en las mejores manos, y la verdad es que…

- Ni lo intentes – el tono de su voz es duro y tiene un matiz de advertencia que a nadie le pasa desapercibido – No voy a separarme de Ron. Es mi hermano, y voy a estar a su lado cuando despierte. No te atrevas a sugerir otra cosa.

- Siento decirlo así, Ginevra, pero ésa no es la decisión más inteligente – Draco cierra de golpe el libro que estaba leyendo y se gira hacia ellos – Con eso no conseguirás ni que tu hermano se cure más rápido ni que la misión llegue a buen término. ¿Qué pretendes ganar con ello?

Ella aprieta los dientes con fuerza y respira profundamente.

- Nada. Solamente estar a tu lado. ¿Te parece poco? – corta la réplica que está a punto de salir de sus labios levantándose rápidamente – Ya me dejé convencer una vez… pero ahora no. No os molestéis.

Y dirigiéndoles a todos una mirada dura, da media vuelta y sale del salón andando a paso rápido. Harry y Hermione se quedan mirando el punto donde ella ha desaparecido, mientras Draco bufa despectivamente y coloca el libro en la estantería.

- Voy tras ella – dice, con el ceño fruncido y claramente molesto – No nos podemos permitir que decida no regresar.

Harry asiente levemente con la cabeza, y Draco, sin esperar otra señal, sale del salón y sube las escaleras de dos en dos. Harry se vuelve a su izquierda y se encuentra con la mirada de Hermione fija en él.

- ¿Crees que lo conseguirá? – le pregunta, en voz baja, cruzando las manos sobre su regazo con aire preocupado.

Él se encoge de hombros y niega con la cabeza.

- No lo sé. Ginny siempre ha sido una persona muy testaruda.

Hermione inclina ligeramente la cabeza y se muerde un labio.

- Draco también lo es.

Harry bosteza ruidosamente y se echa hacia atrás en el sofá, cerrando los ojos un segundo.

- Esperemos que más que ella.

- Creo que voy a subir, tal vez haga falta alguien que ejerza de árbitro – el tono de Hermione es dubitativo, y no parece muy segura de que hacer aquello sea lo mejor – Draco tiene razón. Si Ginny decide no volver, se acabó. Draco no puede regresar solo, se descubriría todo y correría peligro – suspira y se masajea las sienes, con aire ausente – Me pregunto si es estrictamente necesario que las cosas sean tan difíciles.

- Creo que sí – responde él, con una pequeña sonrisa – Me parece que lo llaman vida.

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Oye abrirse la puerta y no necesita volverse para saber que es él. Permanece ahí, totalmente quieto, durante unos segundos, y tampoco necesita mirarle para saber que está enfadado, porque es como si su irritación llegara hasta ella en ondas de intenso calor, y finalmente, sin poder soportar ni un instante más esa situación, se gira hacia él.

- Eres una egoísta – son las primeras palabras que salen de su boca, y Ginny se siente tan sorprendida y dolida por ellas que al principio no puede ni reaccionar.

- ¿Egoísta? – la acidez en su voz es evidente, y avanza hasta él, apretando los labios con fuerza antes de volver a hablar – Habla el rey de la palabra. Si crees que insultándome llegarás a alguna parte, estás muy equivocado.

Draco ladea la cabeza y la mira una furia evidente en sus ojos grises.

- No te insulto, simplemente me limito a decir la realidad. ¿Acaso no te das cuenta de lo que se puede perder si te quedas aquí? Eso es de estúpidos, Ginny, y seguro que en el fondo lo sabes.

- ¡Es mi hermano! – sabe que ha gritado pero no le importa. Todo su cuerpo tiembla, no sabe si de frío o de otra cosa, y cruza los brazos sobre el pecho, creando una débil barrera entre ellos - ¿Qué puede haber más importante que esto ahora mismo?

- ¡La vida de cientos de personas que también son hermanos e hijos de alguien! – replica Draco en el mismo tono. Se acerca a ella en dos zancadas, quedándose a tan sólo medio metro de distancia - ¿Por qué no te paras a pensar un segundo en lo que vas a hacer¡Echarás todo a perder!

- ¡No me importa! – su voz sube otra octava más, y piensa que no debe quedar nadie en todo el Reino Unido que todavía no les haya oído gritar - ¡Estoy harta de esto¡Cansada de que la gente a la que quiero se juegue la vida por una causa sin sentido!

- ¿Por qué no dejas que sean ellos los que decidan qué hacer con su vida¿O acaso crees que el que tú lo dejes supondrá alguna diferencia? –baja la voz hasta casi recuperar su tono normal – La elección de vivir o morir por algo que consideran más grande que ellos mismos es suya. No puedes tomar sus decisiones.

- ¡Se trata de mi familia! Ahora mismo, la vida de Ron es más importante que cualquier otra cosa, Draco. ¡Quiero estar a su lado¡Maldita sea, necesito estar a su lado!

Él aprieta los ojos con fuerza durante un instante y en un par de pasos elimina la distancia que les separa. Le coge la cara entre las manos y dice quedamente, con cansancio marcando cada una de las sílabas:

- Está bien. No vuelvas. Quédate aquí, con tu familia, si eso es lo que quieres – La suelta y se aleja unos pasos, sin apartar la mirada de su rostro – Que tengas suerte, Ginevra. Saludaré a Ivana de tu parte.

Se da media vuelta y Ginny, antes de pensar en lo que hace, se adelante y le coge de una manga, obligándole a mirarla.

- ¿Qué quieres decir? – pregunta, sin estar muy segura de si ha entendido totalmente - ¿Vas a volver?

Él se suelta y la mira con los ojos entornados, colocándose la arrugada túnica.

- Por supuesto. ¿Qué esperas que haga¿Que me quede aquí a esperar a que Milos se pregunte por qué no hemos regresado? Sólo tendrá que sumar dos más dos, y hasta él puede hacer esa simple cuenta. Sabrá la verdad enseguida.

- No me hagas esto – Ginny se escucha decir, casi suplicante – No utilices esta… psicología barata conmigo. Juégate la vida si quieres, pero no pretendas hacer que me sienta culpable sólo porque quiero permanecer al lado de alguien que me necesita mucho más que tú.

- Ésa es otra diferencia entre tú y yo, Ginny – Draco la mira con el ceño fruncido y una expresión oscura en sus ojos grises – Tú dejas que te guíe el corazón. Yo, por suerte, me muevo por cerebro. Y si lo pensaras un poco más, te darías cuenta de que tengo toda la razón del mundo. Tal como yo lo veo, tenemos dos buenas opciones: volver los dos para continuar con la charada o no volver ninguno y rezar para que Milos no nos encuentre. Y ya que, al parecer, ni uno ni otro estamos dispuestos a ceder, habrá que tomar el camino de en medio. Así que no me acuses de utilizar psicología barata, o chantajearte, o utilizarte. Tú y sólo tú eres la causante de esta situación, y en el fondo sólo lo haces porque buscas de alguna manera calmar tu conciencia culpable. Yo que tú, me plantearía si el riesgo compensa lo que vas a conseguir.

A Ginny le tiemblan las manos y tiene que respirar profundamente para controlarse.

- No te atrevas a cuestionarme – siente la rabia latir en su interior como si tuviera vida propia y tiene que hacer auténticos esfuerzos para aislarla – No eres quién para hacerlo. Tal vez a ti sea el cerebro el que te mueva, y no el corazón, pero no siempre es lo mejor. Eso acaba... deshumanizando a las personas. Te toca decidir si eso es lo que quieres.

Se calla y cruza los brazos sobre el pecho, esperando su respuesta. Durante unos instantes imposiblemente largos, Draco no dice nada, ni se mueve, ni tan siquiera parece respirar. Cuando el silencio empieza a resultar incómodo, él habla, con un tono de voz firme mezclado con un cierto desafío:

- Bien. Vamos a hacerlo de otra manera – se mete las manos en los bolsillos y camina hasta ella, quedándose a menos de medio metro, y la mira entre los mechones de pelo que le tapan la cara – Te lo pido por favor. Necesito que vengas conmigo.

Eso le resulta totalmente inesperado. Algo se remueve en su interior y abre y cierra la boca, como un pez fuera del agua, y está tan aturdida que ni siquiera se da cuenta de que la puerta de la habitación está abierta y que Hermione, mordiéndose un labio pensativamente, observa la escena con atención, retirándose en un silencio absoluto unos instantes después.

Draco espera pacientemente su respuesta, pero cuando parece evidente que ella no va a contestar, prosigue:

- No voy a pedirte por favor otra vez, Ginny. Pero necesito tu ayuda. No puedo hacer esto solo.

Ginny aprieta los párpados con fuerza y respira entrecortadamente. Mucho antes de contestarle se odia a sí misma porque, otra vez, ha conseguido manipularla. Y ella lo ha vuelto a permitir.

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Hermione entra en la cocina con paso lento, dándole vueltas en su mente a lo que ha presenciado en el cuarto de Ginny. Harry la saluda con una pequeña sonrisa y ella se deja caer en la silla que hay junto a la suya con aire pensativo.

- ¿Hablaste con Ginny? – le pregunta, tomando un sorbo de su té.

- Bueno... no exactamente – contesta Hermione, dubitativa, clavando la mirada en él – Draco todavía estaba hablando con ella. Bueno, más bien... discutían.

Harry emite un suspiro cansado y se frota los ojos con la mano derecha por debajo de las gafas.

- No podemos decir que eso sea precisamente una novedad¿no crees? – gruñe, con un levísimo tono de impaciencia en la voz – Espera, creo que me equivoco. Sí que es una novedad. Antes ni se hablaban.

- La verdad es que... – Hermione clava la mirada en él antes de continuar, dubitativa, mientras piensa en todo lo que ha visto desde que Draco y Ginny regresaron de Praga – Cuando he subido y les he visto discutiendo... Harry, creo que las cosas sí que han cambiado.

Él arquea las cejas, escéptico.

- ¿Ah, sí?

- Sí – replica ella, con firmeza - ¿Acaso no te has fijado? – ante la mirada interrogante de Harry, prosigue:- En cómo se miran. En cómo se hablan. Pero sobre todo en cómo se tocan.

- ¿Hay algo en lo que me tenga que fijar? – dice Harry, desconcertado.

Hermione se contiene a duras penas para no poner los ojos en blanco y exclama:

- De verdad, Harry... Sabes que te quiero, pero tengo que decir que para algunas cosas eres lastimosamente lento – le ve llevarse la taza a la boca, con el ceño fruncido en una mueca de incomprensión, y entonces suelta la bomba: - Creo que se acuestan.

Harry se atraganta con el té. Se pone totalmente rojo y, después de unos instantes, arranca a toser. Cuando puede volver a tragar saliva de manera normal la mira con expresión acusadora.

- Gracias, Hermione. Pero no necesitaba esa imagen mental. Además, no creo que éste sea el día más adecuado para gastar bromas – al fijarse en su rostro inusualmente serio prosigue, con tono vacilante: - Porque me estabas tomando el pelo¿no?

Ella suspira y no puede evitar esbozar una pequeña sonrisa.

- La verdad es que no.

Harry la mira fijamente unos instantes y después se echa hacia atrás en su silla, tamborileando suavemente con las yemas de los dedos sobre la superficie de la mesa.

- ¿Estás segura? – pregunta por fin, tras unos instantes de silencio.

Hermione se echa hacia delante y apoya los brazos en la mesa, jugueteando con la cucharilla dentro de la vacía taza de té de Harry.

- Todo lo segura que puedo estar sin haber hablado directamente con ninguno de los dos – dice, clavando la mirada en algún punto indeterminado de la pared – Pero la verdad es que creo que no me equivoco. La forma en la que se estaban hablando en la habitación... No sé. Pero no me parece que dos personas que son totalmente indiferentes el uno al otro se traten así. Aunque bueno, supongo que tendrás la prueba definitiva si Draco consigue convencerla de que regrese a Praga.

- Cosa que espero que haga – murmura, con un cansancio visible – Explícamelo, Hermione. ¿Cómo pasan estas cosas?

- No lo sé – sonríe abiertamente – Supongo que la gente cambia.

- ¿Y cuál de los dos ha cambiado?

Ella ladea la cabeza y le mira con los ojos entrecerrados.

- Tal vez los dos.

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Hermione entra en la habitación de Ginny y cierra cuidadosamente la puerta tras ella. En un primer momento no la ve, pero entonces percibe un movimiento al otro lado de la cama y se acerca hasta allí.

Ginny está sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en el borde del colchón y los ojos cerrados. Tiene las rodillas dobladas frente a ella y se las rodea con los brazos, lo que, en cierta manera, la hace parecer mucho más joven. Hermione se sienta a su lado con las piernas cruzadas y está a punto de hablar cuando la oye decir:

- Hermione, dime que hago bien volviendo a Praga.

Hermione clava sus ojos marrones en ella y contesta con firmeza.

- Haces bien. Hay poco o nada que puedas hacer aquí. Ron está en las mejores manos, y estoy segura de que Draco te necesita mucho más en Praga.

Se muerde la lengua al decir esto último y suspira. Ginny esboza una media sonrisa totalmente carente de humor y abre los ojos.

- Bueno, me alegro de que haya alguien que piense que estoy haciendo lo correcto – se levanta y se sacude el polvo acumulado en los pantalones, luego se dirige hacia la cómoda y abre el primer cajón.

Y Hermione decide preguntar.

- Ginny... – empieza, tentativamente - ¿Qué… qué hay entre tú y Draco?

Se queda totalmente inmóvil. Durante tanto tiempo que Hermione se empieza a preocupar seriamente y ya se va a levantar cuando Ginny se vuelve y la mira. Sus labios están fruncidos en una especie de mueca y hay un brillo pensativo en sus ojos.

- ¿Tanto se nota? – pregunta suavemente, apoyándose en el borde de la cómoda.

Hermione la mira, fijamente, durante unos segundos. Por algún motivo, había esperado que ella lo negara, y esa colocación la descoloca por completo.

- No – dice, levantándose y acercándose hasta ella – Son sólo pequeños detalles.

- No tan pequeños, según parece – murmura Ginny, llevándose las manos al rostro y masajeándose las sienes con gesto cansado – No lo sé. Hay… algo. Simplemente no sé lo qué.

- ¿Cuánto tiempo lleva ocurriendo esto? – pregunta Hermione lentamente, sin saber muy bien si debería estar haciendo esas peguntas.

- Unas dos semanas – es la respuesta que le llega en un susurro. Ginny se deja caer pesadamente en una silla y se inclina hacia delante, apoyando los codos en las rodillas – Hazlo, Hermione, adelante.

Su amiga parpadea, confusa.

- ¿Que haga el qué?

- Decirme que esto es una locura. Que me estoy metiendo en la boca del lobo. Que voy a acabar mal.

- Desde luego que no voy a hacer eso – replica Hermione firmemente, poniéndose en cuclillas a su lado y mirándola con fijeza – No soy nadie para cuestionarte¿me oyes? Y no quiero que pienses ni por un momento que lo voy a hacer. Ahora mismo, sólo me preocupa cómo estás tú.

- Cómo estoy yo – repite Ginny lentamente, como digiriendo las palabras – Supongo que ésa es la pregunta del millón. No tengo ni la menor idea.

Hermione se pone en pie y apoya una mano en su hombro, en un gesto de ánimo.

- Sólo cuida de ti¿de acuerdo? – le dice dulcemente – En este tipo de cosas hay que ser egoísta. De todos modos… de verdad creo que ahora mismo Draco no te haría daño. Al menos, no intencionadamente. En el fondo, supongo que no es un mal hombre.

- Sí que lo es – replica Ginny, con una pequeña sonrisa que no alcanza sus ojos – Quizás sea eso lo que me atrae. Tal vez tengo una… predisposición genética a mezclarme con mortífagos.

La sonrisa que se empezaba a formar en el rostro de Hermione se congela de repente. Ginny la mira, con una expresión de tranquilidad y aceptación que Hermione no esperaba, y luego dice:

- Draco me contó lo de Colin. Lo hizo obligado por las circunstancias, pero lo hizo. He tenido tres meses para acostumbrarme a la idea… pero hay veces que aún duele. Mucho.

Hermione siente un nudo en la garganta y los ojos le empiezan a picar repentinamente.

- Ginny…

- No, Hermione – la corta ella, amable pero firmemente – No necesito oír tus disculpas. Cuando… cuando acabe lo de Praga hablaremos de muchas cosas. Pero éste no es el momento.

Hermione toma esas palabras como una despedida, y con una cierta tristeza contenida se da media vuelta para salir de la habitación. Ya había puesto la mano en el picaporte cuando la voz de Ginny la detiene.

- Hermione.

Se vuelve hacia ella y espera en silencio. Ginny se levanta y mete las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros, luego alza la mirada.

- ¿Estabas enamorada de él?

Supone que la pregunta debería sorprenderla pero en realidad no lo hace. Clava la vista en la piedra gris del suelo, meditando la mejor manera de responder. Luego la mira.

- Ha pasado mucho tiempo. Y es ese tiempo, y la experiencia que conlleva lo que me dice que sí, que probablemente sí lo estaba – exhala un pequeño suspiro – Supongo que no eres la única a la que le atraen los chicos malos, Ginny.

- No – responde ella, con el agradecimiento escrito en su rostro – Supongo que no.

Hermione esboza una sonrisa sincera.

- Parece que Draco te ha contado muchas cosas.

La expresión de Ginny se nubla unos instantes durante los que Hermione puede apreciar una tormenta tras sus ojos marrones, pero cuando responde, está tan compuesta como siempre.

- Eso parece.

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La despedida es tan corta que a un observador despistado jamás se le ocurriría pensar que esas personas no se van a ver al día siguiente. Ginny permanece en silencio, mirando al suelo mientras los demás comentan unos detalles de última hora, cuestionándose una y otra vez por la decisión que ha tomado, maldiciéndose por el poder que Draco parece tener sobre ella.

Cuando Draco la mira y le hace un pequeño gesto de asentimiento, ella no se lo piensa dos veces. Cierra los ojos y tras sentir la desagradable sensación que siempre conlleva aparecerse, los vuelve a abrir para encontrarse en un callejón, el punto de Aparición más cercano a la mansión. Está lloviendo con intensidad, y las ropas de Ginny se empapan inmediatamente, aunque ella ni tan siquiera se molesta en buscar refugio. Cuando oye el ruido de Draco apareciéndose a su lado, si molestarse en decir nada, da media vuelta y empieza a andar, ignorando los grandes charcos de agua.

Le siente correr tras ella y de inmediato una mano se posa en su brazo.

- ¿Por qué tengo la impresión de que me paso la vida haciendo lo mismo? – le escucha murmurar. Se libra de él sacudiendo el brazo con violencia y continúa caminando, sin molestarse en contestar - ¿Se puede saber qué haces?

- Pensé que se notaba – dice ella, apretando los dientes y hablando por encima del sonido de la intensa lluvia – Camino delante de ti para no tener que caminar a tu lado. Me parece una buena idea.

- ¿Así que ahora estás de mal humor porque has tenido que aceptar que yo tenía razón y tú no? Vale, muy bien, como quieras. Si eso te hace feliz, por mí estupendo. Pero deja de hacerte la víctima.

- ¡TENGO TODOS LOS MOTIVOS DEL MUNDO PARA HACERME LA VÍCTIMA! – ni siquiera se ha dado cuenta de que ha gritado. Las palabras han salido de su garganta inesperadamente, y tiene que cerrar los ojos con fuerza cuando su mente es asaltada por imágenes de Ron en una cama de San Mungo.

- ¿Quieres pegarme, Ginny¿Atacarme¿Culparme por lo que ha ocurrido? Si eso te hace sentir mejor, adelante. ¡Pero no va a cambiar nada!

- ¡Cállate!

Se da cuenta de que ha gritado. Y mucho antes siquiera de pensar en lo que está haciendo, ha cogido la varita del bolsillo interior de la túnica y se ha dado la vuelta, empuñándola con dedos temblorosos y apuntándole con ella. Y se encuentra con la varita de Draco a unos centímetros de su rostro.

Él la mira, con una expresión oscura y un brillo extraño en los ojos, y da unos pasos hacia atrás, sin mover ni un ápice la mano con la que sostiene la varita. Se apuntan mutuamente.

- Hazlo, Ginny – su voz tiene un tono peligroso y ni la más leve vacilación se cuela entre sus palabras – Llevas tiempo queriendo hacerlo¿no? Es tan buen momento como cualquier otro.

- Basta – su voz tiembla y ante su horror siente que sus ojos se llenan de lágrimas. Su mano aferra fuertemente la varita y apenas se siente capaz de articular las siguientes palabras -: Ya basta. Te lo pido por favor.

- No – Draco da otro paso más hacia atrás – Ya es hora de que lo dejes salir. Atácame. Hazlo. Pero que sepas que me defenderé.

Ginny aprieta los párpados con fuerza durante un instante y lucha contra las náuseas. Da un paso hacia atrás, percibiendo más que viendo el alto muro del callejón a menos de dos metros a su espalda. La expresión de Draco es firme y sus ojos nunca se han parecido tanto a la piedra gris como en ese mismo momento.

- Tienes muchas cosas por las que odiarme, Ginny – prosigue, en un tono de voz inflexible - ¿Necesitas que te las recuerde?

Ella murmura un angustiado "No" que de ninguna manera Draco ha podido oír y en un gesto que sabe infantil pero que no puede evitar se tapa las manos con los oídos y aprieta los párpados con fuerza. Pero, inevitablemente, su voz se cuela entre sus dedos, hiriéndola una y otra vez, con palabras más afiladas que un cuchillo.

- En tu primer año en Hogwarts, mi padre metió el diario de Riddle en tu caldero. Puedes culparme por eso si quieres – da un paso adelante. Ginny retrocede – Ódiame porque me encantaba humillar a tu familia y a tus amigos. Por ser un mortífago. Por alejarte de tu hermano cuando más necesitas estar con él. Pero, sobre todo – vuelve a avanzar y la espalda de Ginny choca brutalmente contra el muro – ódiame porque fue Creevey el traidor, y no yo.

Y Ginny aprieta los labios con fuerza, y cierra los ojos, y quiere gritar hasta quedarse sin voz. Y en ese momento, verdaderamente y con intensidad, le odia. Le odia por obligarla a recordar cosas que le gustaría aislar en un rincón de su memoria. Y le odia porque la conoce demasiado bien, y porque sabe cómo manipularla, y porque la está haciendo sufrir. Entonces, de repente, se da cuenta de que sólo hay una manera de acabar con esto, y le odia aún más, porque él lo sabe perfectamente.

Aprieta firmemente la varita en su mano derecha y alza el brazo. Apenas tiempo de vislumbrar la expresión de oscura satisfacción en su rostro antes de gritar:

- ¡Expelliarmus!

Él estaba esperando el ataque y se mueve rápidamente hacia un lado, con lo que el encantamiento de desarme ni siquiera le roza. Murmura algo y de la punta de su varita surge un rayo de luz anaranjada, que Ginny esquiva por centímetros. Se aparta del muro y camina hacia delante, con la rabia latiendo en su interior como si tuviera vida propia, y grita:

- ¿ES ESTO LO QUE QUIERES?

Su grito se pierde entre las paredes del callejón y el sonido de la lluvia, que cae incesante. Draco clava la mirada en ella, sin dejar de apuntarla con la varita ni un solo instante. Su pelo chorrea agua y se limpia los ojos con la mano que tiene libre para aclarar su visión antes de hablar:

- ¡Hago esto para que te saques esos… sentimientos de dentro de una maldita vez y te concentres en nuestra misión!

Ante estas palabras una cólera irracional se apodera de Ginny. Guarda la varita y se aproxima a él, con el rostro enrojecido y la mirada furibunda.

- ¡La misión¡Eso es todo lo que te importa¡Ni siquiera pareces darte cuenta de que hay algo más aparte de estas mascaradas sin sentido y estos juegos de poder¡No te preocupa nada ni nadie!

- ¡AHORA MISMO NO! – ruge él, irguiéndose totalmente frente a ella y apretando la varita en su mano izquierda con tanta fuerza que los nudillos se le ponen blancos. Ginny no puede evitar pensar que nunca le había visto tan enfadado - ¡Y SI NO ERES CAPAZ DE COMPRENDER QUE A VECES HAY QUE HACER SACRIFICIOS, TAL VEZ NO DEBERÍAS HABERTE UNIDO A LOS AURORES!

Algo se rompe en el interior de Ginny al oírle decir eso y sin pensar en lo que hace se abalanza hacia delante, golpeando sólidamente el cuerpo de Draco. Él se ve sorprendido por el súbito movimiento y su varita cae al suelo. En el callejón resuena un sonido metálico cuando su brazo golpea violentamente con un canalón de la cercana pared. Draco emite una exclamación ahogada y le sujeta los brazos por los codos, mientras ella se revuelve con fiereza, intentando liberarse.

- ¡YA BASTA! – grita, mientras siente que las fuerzas la van abandonando, probablemente debido a la preocupación y al agotamiento acumulados y a la tensión de los últimos minutos - ¡DEJA DE HACERME ESTO!

- ¡LO HARÉ CUANDO COMPRENDAS DE UNA MALDITA VEZ!

- ¿Y QUÉ ES LO QUE TENGO QUE COMPRENDER, DRACO?

- ¡Algo tan sencillo como que hay veces que la decisión no está en nuestras manos!

Durante toda su vida Ginny se ha esforzado tanto en controlar todo lo que le rodea que no está acostumbrada a que alguien no le permita tomar sus propias decisiones. Que le quiten el control sobre sus actos es lo peor que le pueden hacer porque siente que es ese mismo control el que la define, y durante estos últimos meses la sensación de verse arrastrada por las circunstancias en vez de ser ella la que las domine ha sido tan intensa y prolongada que siente que ha perdido parte de su identidad.

Tal vez por eso deja de luchar contra Draco y da un pequeño paso, eliminando la poca distancia que les separaba. Ni siquiera se molesta en intentar que él la suelte, aunque le duelen los brazos por la fuerza con la que la sujeta, y muy probablemente mañana tendrá en la piel marcas de sus dedos. Tal vez por eso no tiene más remedio que elevar el rostro y buscar sus labios.

Porque, por una vez, quiere ser ella la que tenga el control.

Presiona su boca contra la de Draco y le roza el labio inferior con la punta de la lengua. Una, dos, tres veces. Jugando con él.

Nunca ataques a un animal herido, Draco.

Le besa. Pero no es un beso tímido. No es una caricia temerosa. Hunde la lengua en su boca y la recorre con avidez. Tocando, probando. Reclamando. Le besa con rabia contenida y cuando él empieza a responderle sus lenguas se enzarzan en una batalla que no es tanto una batalla como una conquista. Un juego de poder. Quizá estaba equivocada y al final todo se reduce a eso.

A ver quién es más fuerte.

Repentinamente Draco la suelta, y antes de que se dé cuenta sus manos están en su cintura, y la estrecha contra él, con fuerza, hasta que entre sus cuerpos no queda espacio ni para la lluvia, con una especie de desesperación que no cuadra nada con su imperturbable personalidad. Y en un lejano rincón de su mente se siente remotamente satisfecha. Porque, por una vez, es él perdiendo el control.

Algo la impulsa a abandonar el calor de su boca y a recorrer con sus labios la empapada piel de su rostro. A morder suavemente el lugar donde late su pulso. A trazar con la lengua el contorno de su nuez. A recorrer con besos húmedos la suave curva de su cuello. Y sus manos adquieren vida propia y se cuelan por la apertura de su túnica y por debajo de su jersey, y reptan por su pecho, acariciando los tensos músculos con dolorosa lentitud, para luego volver a bajar y meterse por debajo del borde del pantalón, rozando suavemente las formas angulosas de los huesos de las caderas. Él emite un jadeo ahogado y las yemas de sus dedos se clavan con más fuerza en su cintura y hunde el rostro en su cuello y la vuelve a besar. Y es un beso de desesperación y hambre; un beso de labios y lenguas y dientes, pero también de manos y piel empapada.

Se saborean mutuamente unos instantes que parecen alargarse infinitamente en el tiempo y, después de lo que parece una eternidad, Ginny se separa. Agacha el rostro y apoya la frente en su pecho unos segundos, intentando recuperar el aliento y, finalmente, deja caer los brazos y se aparta totalmente de él.

Luego alza la vista y le mira. Y se fija en sus labios enrojecidos e hinchados, en su respiración agitada. Y en sus ojos. Porque, por una vez, Draco no intenta esconderse. Por una vez no se oculta tras una máscara de aparente indiferencia. Y le devuelve la mirada, y en sus ojos grises aprecia tan claramente un deseo tan desnudo e intenso que siente que tiene que apartar la mirada para no quemarse.

Le vuelve a mirar cuando se siente suficientemente fuerte para enfrentarle, y en un tono de voz que no es totalmente suyo dice en voz baja:

- Sácame de aquí.

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La casa le parece fría. Más que de costumbre. Quizá porque el temblor de todo su cuerpo parece tener su origen en las turbulentas emociones que bullen en su interior tras lo ocurrido en el callejón y no en la combinación de la baja temperatura y la ropa empapada.

Sin molestarse siquiera en quitarse el abrigo, entra en la biblioteca, dejando húmedas huellas tras de sí, y se deja caer de golpe en el sofá, cerrando los ojos y hundiéndose todo lo posible en los mullidos cojines. Se frota los párpados, sintiéndose repentinamente invadida por un cansancio extremo, y echa la cabeza hacia atrás, justo cuando escucha sus pisadas parándose al lado de la chimenea.

- Lo siento – dice en voz baja, sin moverse.

Casi puede verle dándose la vuelta y mirándola con una expresión entre sorprendida e intrigada, y cuando abre los ojos descubre que es eso exactamente lo que estaba haciendo. Esboza una media sonrisa que no alcanza sus ojos y le hace un gesto con la mano para que se vaya a sentar a su lado. Él clava la mirada un momento en su rostro y, sin decir nada, rodea la mesita y se deja caer en el sofá, junto a ella, observándola en silencio. Ginny vuelve el rostro para mirarle.

- No fue justo lo que te dije en el callejón – dice finalmente, después de unos instantes de un tenso silencio – Lo de que no te importaba nada; ni siquiera creo que sea verdad. Es sólo que… - aprieta los puños con fuerza, clavándose las uñas en las palmas de las manos – Estaba frustrada. Me habría gustado quedarme con Ron; después de todo, llevamos aquí más de dos meses y no hemos llegado a nada. Él me necesitaba más… y yo también le necesitaba más a él.

Se calla y suspira, intentando ordenar sus ideas. Cuando abre la boca para continuar, Draco se le adelanta.

- Te dije que lo comprendía, y no te mentí – parece cansado. Está más pálido que de costumbre; sus ojos no tienen su habitual brillo y de su voz ha desaparecido el tono sarcástico al que ella ya se había acostumbrado – Pero tampoco te mentí cuando te dije que era necesario que entendieras que a veces hay que hacer sacrificios. Aunque no sea fácil. Incluso aunque no nos guste – esboza una sonrisa que es más bien una mueca y se lleva la mano al rostro, para apartarse un húmedo mechón de cabello que le cae sobre la frente – Así es como funciona el mundo. Nadie dijo que fuera justo.

Un silencio que ya no es incómodo les envuelve los instantes siguientes. Ginny vuelve el rostro hacia él, y se dispone a volver a hablar cuando se fija en una mancha oscura en la manga izquierda de la arruinada túnica de Draco. Frunce el ceño y la toca suavemente con las yemas de los dedos, que aparecen manchados de rojo.

- No me habías dicho que te habías herido.

Él baja la cabeza, vagamente sorprendido, y echa hacia atrás la manga de la túnica y del jersey, descubriendo un profundo corte que se pierde bajo la ropa y que no deja de sangrar en el antebrazo, justo encima de la Marca Tenebrosa. Se encoge de hombros y la vuelve a mirar.

- Ni siquiera me había dado cuenta. Debió ser cuando me golpeé contra el canalón, me pareció que me rocé con algo afilado – pasa los dedos por la herida y pega un respingo involuntario.

- ¿No te lo puedes curar? – pregunta Ginny, ladeando la cabeza y fijando la vista en el corte – No parece serio, pero aún así... - le sorprende la expresión ligeramente avergonzada de Draco - ¿Qué?

- Sé que suena irónico, pero nunca he sido capaz de curarme a mí mismo – sonríe de lado – Supongo que eso es lo que tiene ser autodidacta. Hay cosas que no aprendes solo.

- Está bien – Ginny se levanta y se sacude los pantalones, echando más agua al suelo – Cuando llegamos compré algunas de las cosas que los muggles usan para curar este tipo de heridas, déjame que vaya a por ello. Vete quitando la túnica y el jersey, así no perderemos tiempo.

Draco arquea una ceja, mientras se levanta y se empieza a quitar la túnica.

- Sabes que si quieres deleitarte conmigo, no hace falta que busques excusas. Sólo tienes que pedirlo.

Ginny le apunta con el dedo índice según sale de la biblioteca y le dice, sin poder evitar que la risa baile en su rostro:

- No tientes a tu suerte. Sino, puede que en vez de curarte la herida te la envenene y te tengan que cortar el brazo. ¿Qué tal estarías con una extremidad menos?

Hace grandes esfuerzos por no sonreír cuando la voz de Draco la sigue hasta el pasillo:

- ¿Seguro que no deberías haber estado en Slytherin?

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Empapa el algodón en alcohol y limpia cuidadosamente la herida. Draco no para de quejarse por lo bajo, pero está tan segura de que lo hace más para molestarla que porque le duela de verdad que ni siquiera se molesta en hacerle caso. Cuando ya no quedan rastros de sangre coge una pequeña venda a falta de algo mejor y cubre cuidadosamente la zona herida.

- Habría sido mejor tener otra cosa, un apósito o algo por el estilo – dice en tono de disculpa, mientras engancha la venda firmemente para que no se quite – Pero bueno, supongo que tampoco puedo pedir mucho más.

- Yo me fío de ti, Ginny – replica Draco, bostezando ruidosamente – Los métodos de curación muggles tienen para mí tanto misterio como las teorías del inicio del Universo, así que no me queda más remedio que esperar que sepas lo que estás haciendo.

- Sé lo que estoy haciendo – contesta ella, mirándole con una ceja levantada desde su posición más alta en el brazo del sofá – He decidido que tienes mucho mejor aspecto con dos brazos, así que tranquilo. No perderás ninguno próximamente.

Draco esboza una sonrisa divertida y menea la cabeza.

- Gracias por la cura.

Echa la cabeza ligeramente hacia atrás y le mira con una ceja levantada.

- Claro – murmura, recogiendo todo lo que ha usado – Como si no hubiera sido indirectamente culpa…

No puede acabar la frase porque Draco la coge del brazo y tira suavemente de ella hacia sí para sentarla en su regazo. Pierde el precario equilibrio que tenía y cuando apoya los brazos en su pecho para estabilizarse las vendas y el algodón caen al suelo. Ladea la cabeza y le mira con una expresión que pretende ser seria, pero sin conseguirlo.

- ¿Se puede saber…?

- Te perdono lo de la herida – sus labios están curvados en una amplia sonrisa, y los dedos de su mano derecha le hacen cosquillas en el pequeño espacio de piel de la cintura que queda visible entre el borde de su jersey y de sus pantalones vaqueros – Pero sólo porque sé que te encanta jugar a las enfermeras.

Intenta con todas sus fuerzas no reírse, pero algo se debe haber mostrado en su rostro porque los labios de Draco se curvan en un gesto de satisfacción.

- Tienes una mente sucia, pequeña Ginny. Sólo por una vez no estaba hablando con dobles sentidos.

- Ya, claro – replica ella, con un brillo divertido en sus ojos marrones – El día que eso ocurra me casaré con Hagrid.

Él alza una ceja, fingiendo alarma.

- Por Merlín. Ahora no podré quitarme esa imagen de la mente. Pero bueno… todo tiene su lado positivo. Así podrás informarme de cómo hacen los gigantes y los humanos para… uhm… ya sabes.

Ginny mira fijamente su expresión inocente y cuando entiende el significado de lo que ha dicho hace un gesto de horror y le golpea en el hombro.

- ¿Cómo voy a volver a mirar a Hagrid a la cara? Te odio, jamás te perdonaré por eso.

- Por supuesto que no me odias – el tono divertido que la conversación había mantenido hasta este momento se evapora en cuanto Draco dice eso. Ginny sonríe apenas cuando él alza una mano y le coloca tras la oreja un mechón de pelo - ¿No te aburres de tener siempre el pelo por la cara? Hay hechizos para eso, no sé si lo sabes.

Ginny alza una ceja, como si la respuesta fuera obvia.

- Si yo utilizara un hechizo, tú no necesitarías hacer eso.

El fantasma de una sonrisa planea por los labios de Draco por un instante, tan breve que Ginny cree habérselo imaginado.

- Por supuesto.

El silencio les envuelve. Ginny agacha la cabeza, de manera que su largo cabello pelirrojo roza ligeramente la mejilla de Draco, y respira profundo. Le gusta la sensación de sus manos en su cintura y el sonido de su respiración es tan hipnótico que no le importaría quedarse así durante mucho tiempo. Después de unos instantes, él se mueve. Sus mejillas se tocan en un roce efímero, y Ginny siente la imperiosa necesidad de continuar con la conversación que antes quedó interrumpida.

- ¿No desearías… a veces… que las cosas no fueran así?

Draco echa la cabeza hacia atrás y la mira, con aire interrogante.

- ¿Qué quieres decir?

Ella se muerde el labio, buscando las palabras para decir lo que se le está pasando por la mente en este momento.

- Me refiero a ser auror. A las misiones, los hechizos, a ponernos en peligro constantemente – suspira y se masajea las sienes, sintiendo los inicios de un dolor de cabeza – Es que me pregunto cómo sería vivir de otra manera. No tener que preocuparme por mortífagos ni conspiraciones ni nada por el estilo y limitarme a las tareas cotidianas que hace todo el mundo. A veces me gustaría cambiar todo eso sólo por tener un solo día de normalidad – ríe nerviosamente – Ni siquiera sé si lo que estoy diciendo tiene sentido.

- Por supuesto que lo tiene – su aliento le hace cosquillas en la mejilla, y una de sus manos trepa por su espalda, enredando los dedos en su pelo – Supongo que todos nos hemos planteado eso en algún momento. Pero, hablando por mí, no sé si podría vivir de otra manera. Supongo que es porque soy todo menos normal y cotidiano.

- Sabía que había alguna explicación para ti – murmura.

- Mira las cosas de otra manera. Si no hiciéramos lo que hacemos, supongo que no estaríamos aquí ahora mismo, no habrías jugado a las enfermeras y no habrías conocido esta maravillosa y fría ciudad. Algo has ganado.

- Sí – responde ella, con más seriedad de la que pretendía – Supongo que algo he ganado.

Sus miradas se encuentran y es en ese preciso momento, entre pliegos de ropa empapada, con el viento aullando fuera y los brazos de Draco Malfoy rodeando su cintura, cuando descubre, no sin cierta sorpresa, que no se le ocurre ningún otro sitio donde preferiría estar. Enreda un mechón de cabello rubio platino entre sus dedos, y no sabe quién se mueve antes, sólo que, donde antes sólo había aire, de repente están sus labios. Se besan lentamente, saboreándose, tomándose su tiempo, y es tan grande el contraste con los otros besos que han compartido anteriormente que Ginny siente algo encogiéndose en su interior y casi sin darse cuenta le rodea el cuello con los brazos y le estrecha con fuerza, sintiendo algo tranquilizador en la manera en que su pecho y el de Draco se mueven casi al unísono. Cuando sus bocas se separan apoya su frente contra la de él y respira quedamente, cerrando los ojos casi sin darse cuenta y recostándose contra él. Pocos segundos después Draco habla, rozándole suavemente la mejilla con el aliento.

- No es por estropear el momento... pero si te sigues moviendo así estando sentada encima de mí, no respondo de mis actos. Después de todo, soy sólo un hombre.

Capta al vuelo el tono travieso de su voz y sonríe contra su cuello.

- No tienes remedio.

Casi puede ver su expresión de fingida indignación.

- Eso duele.

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Se despierta cuando oye un fuerte ruido en la habitación. Parpadea lentamente y oculta la cara en la almohada, ahogando un gemido, y decidiendo al instante que en el mundo de los sueños se está mucho mejor.

- Ni se te ocurra volver a dormirte.

Clava en Draco lo que espera que sea una mirada furibunda y dice, con el sueño claramente impreso en cada una de sus palabras:

- ¿Era necesario que me despertaras tan pronto?

- Claro que sí - Draco, completamente vestido ya, descorre las cortinas, inundando la habitación de luz. Ginny suspira y aprieta los párpados, justo a tiempo de recibir en la cara un jersey lanzado contra ella con bastante fuerza – Vístete. Hay mucho que hacer.

- Me pongo de mal humor cuando me despiertan con agresiones – gruñe ella, dándose media vuelta en su sitio y tapándose hasta arriba.

- Me da igual. Tienes que darte prisa, hay mucho que hacer hoy. El Teatro Negro, el mercado, un concierto... y por supuesto la comida.

La sábana con la que Ginny se había tapado desaparece repentinamente y le hace soltar una maldición cuando siente el frío de la habitación.

- ¿Se puede saber que haces? – dice, incorporándose resignada.

La media sonrisa con la que Draco la recompensa es brillante.

- Darte tu día de normalidad.

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NOTITAS

En la conversación de Ginny y Hermione, la frase que Ginny dice ("No lo sé. Hay… algo. Simplemente no sé lo qué") está sacada de "Cold Comfort", el séptimo capítulo de la primera temporada de Dark Angel.

El próximo capítulo se titulará "Anima Portus" y se podría decir que es el punto central del argumento de la historia. Porque sí, aparte del Draco/Ginny, hay una historia XD

¡Gracias por leer!