Siempre
hay un último beso.
Una última caricia de amor, una
última noche.
Donde estuvo la pasión,
siempre un último verso, que salió del corazón.
"Me tientas a contarle todo a tu padre".
Aquella frase rondaba en su cabeza. "¿Sería capaz?". Sí, era capaz. Y capaz de mucho más; muy bien le había dicho "En la guerra y en el amor todo vale, Draco."
Un repentino escalofrío recorrió su cuerpo. Debía hacerlo, sin duda alguna. Por más que su cuerpo le dijera lo contrario, debía terminar todo con Hermione. Si bien él no le tenía miedo a su padre, temía por la vida de ella.
"¿Por qué me importa tanto?" pensó. Para después engañarse bajo la respuesta "Ah, claro. No quiero cargar con un muerto en mi conciencia. Sí, eso." Muy bien sabía que como actor era un fraude.
Se levantó de la camilla, aunque la enfermera lo iba a dar de alta al día siguiente. No podía dejar pasar esta oportunidad, debía acabar con todo sentimiento esa misma noche. Las sospechas de Pansy cada vez se hacían más certeras, por lo que temía que luego supiera la verdad.
Se puso la bata, ya que había sido lo único que había llevado, y se entremezcló con los alumnos para escabullirse.
Estaba a centímetros de salir por la puerta, cuando algo llamó su atención. Harry no estaba en la camilla, pero aún se encontraba su vestimenta. Y también estaba la capa de Hermione. Su Hermione.
No le dio mucha importancia, puesto que debía apresurarse lo máximo posible para salir de ahí y llegar a su cuarto.
Bajo la mirada de alumnos curiosos y algunas chicas intrigadas, se dirigió raudo y veloz a su habitación. En el trayecto se encontró con pocos compañeros que cuestionaban su atuendo; pero gracias a Dios no se había topado ni con Pansy, ni con ella.
Aunque lo que más quería era tener a la Gryffindor junto a él, sabía que no podía. Debía esperar a la noche, así tendría tiempo para planear qué le iba a decir. "Me corrijo. A mentir".
Hermione no podía lucir peor. Iba del brazo de Harry (el cual llevaba solo un batín) y se dirigían a la torre Gryffindor. Pasaron por el retrato de la sra. Gorda, quien inmediatamente se percató del malestar de la chica, comenzando a cuestionarla.
Silencio. Silencio obtuvo como respuesta.
Afortunadamente la sala común estaba casi vacía, ya que a esa hora todos los alumnos disfrutaban de una fría tarde de sábado en los terrenos de Hogwarts. Estaba casi vacía, ya que frente a la chimenea se encontraba un pelirrojo muy bien conocidos por ambos.
-¡Ron!- se sobresaltó Harry.
El chico inmediatamente se volteó, mirando a su amigo.
-Estuve buscando a Hermione por todos lados, habíamos acordado ir a verte temprano hoy.- dijo inspeccionando a la chica. –Herms, ¿estás llorando?- le preguntó.
Harry abrió los ojos, intentando que su amigo captara la indirecta de que no debía ni siquiera hablar. Pero lo meditó, quizás era hora que Ron también se enterara de todo lo ocurrido. Así, a lo mejor, juntos idearían una venganza.
-Hermione, creo que Ron también debería saber lo sucedido.- dijo mientras la chica estrangulaba su brazo. -¡Ouch! ¡Pero, Herms! ¡Nosotros no tenemos secretos entre los tres!- espetó resentido.
-¡¿Qué pasó!- se exaltó el pelirrojo. Odiaba ver llorar a las mujeres, y más aún, a aquella mujer. La mujer que amaba.
Hermione le cedió el discurso a Harry, ella no podía hablar. En realidad, no se le entendía. Se ahogaba en llantos desesperados.
Se acercaba la hora. En unos minutos más, como siempre, bajaría a la cena. Después, como de costumbre, la miraría. Y luego, como todos los fines de semanas, la esperaría cerca de las mazmorras.
Esta noche debía ser especial. Sí, debía serlo. Tenía que dejar por siempre impregnada su presencia en ella, para que no lo olvidara nunca. Eso debía hacer, porque él no la olvidaría jamás.
Ya se había bañado, pero aún no se vestía, estaba envuelto en su toalla verde musgo. Escogió unos pantalones y una camisa negra; sabía que a ella le encantaban. Se los puso con suma delicadeza, procurando no arrugar ni el más mínimo pedazo de tela. Se perfumó y pensó en peinarse. "No. Mejor dejo el pelo así. A ella le gusta.", se dijo y sonrió. Agarró una túnica gris, que le hacía juego con sus ojos, y salió de su cuarto en dirección al Gran Salón.
Una
última rosa, que se queda en el jarrón.
Siempre un
último abrazo, una última canción.
Una última
luna, que brilló para los dos.
Siempre un último
encuentro, de dos almas sin rencor.
Siempre un último
tiempo, cuando todo fue mejor.
-No, Ron… no puedo.- sollozaba Hermione.
-¡Claro que sí! Él tiene que pensar y sentir que fue un juego para ti. O ¿qué? ¿Quieres que se quede feliz porque jugó contigo y te ve destrozada? ¡No! Eso no te lo permitiré, Hermione.- respondía con firmeza.
-Hola, chicos. Ya llegamos, ¿qué sucede?- preguntó Lavender, que entraba junto a Parvati a la sala común.
Harry se encargó de explicarles que necesitaban que ayudaran a Hermione a vestirse y arreglarse lo más bella posible.
No había necesidad de pedírselo; ellas siempre habían querido engalanar la dejada apariencia de su amiga.
La tomaron por los brazos, una a cada lado, sin siquiera preguntarle por qué lloraba. Subieron las escaleras hasta llegar al cuarto de chicas:
-Bien, Herms. Hoy te pondrás esto.- le dijo Parvati, pasándole una pequeña minifalda negra.
-Y esto.- agregó Lavender entregándole una ceñida blusa color rosa pálido.
Luego de que la chica se puso las prendas, la sentaron en la cama y la comenzaron a maquillar, para luego peinarla.
Lentamente y sin ánimo, Hermione bajó a la sala común para encontrarse con sus dos mejores amigos.
Ron no lo podía creer. Se veía realmente hermosa. Tenía puestos unos pequeños zapatos negros, seguidos más arriba por una minifalda que dejaba ver las esculturales piernas que tenía. Arriba, llevaba puesta una blusa de gran escote y muy corta, haciéndola ver muy incitadora. Pero lo que más le llamó la atención fue su rostro: sus párpados estaban maquillados de color rosa, delineados suavemente con negro haciendo que en sus ojos resaltara el brillo. Sus labios brillaban también, haciéndolos apetecibles. Pero esa expresión de tristeza la hacía adorable. Incluso Harry notó tal hermosura, puesto que miraba directamente y mantenía su boca ligeramente abierta.
-¿Nos vamos?- les preguntó, sintiéndose incómoda ante las miradas.
-Sí, claro.- impuso el chico de la cicatriz.
-Harry, creo que primero deberías ponerte ropa. ¿No?- le sugirió, ya que aún se encontraba solo con la bata.
Una
última entrega, sin medir cuanto se da.
Una voz que se
quiebra, cuando el corazón se va.
Decir adiós, para
entrar en una nueva soledad.
"¿Por qué no aparece?". Draco empezaba a impacientarse. Estaba sentado en la mesa Slytherin, turnando su mirada entre la mesa Gryffindor y la puerta del Gran Salón. Pero no aparecía.
-¿Qué buscas, Draco?- preguntó una sonriente Pansy.
-Una solución…- bufó.
-¿Para qué?- inquirió la chica.
-Para deshacerme de ti, estúpida.- finalizó esbozando una sonrisa, al ver que su prometida se marchaba.
Ya no aguantaba más. ¿Y si no aparecía? No, él no se iba a resignar a acabar todo así. Dejó el servicio en el plato y se levantó, cuando las puertas del salón volvían a abrirse.
Y ahí aparecía ella. Irradiando hermosura por doquier. Un sentimiento de rabia se acopló en el rubicundo al ver que todas las miradas masculinas se posaban en su Hermione. Volvió a sentarse, tratando de pasar inadvertido mientras la miraba.
Vio como con elegancia se dirigía a la mesa, mientras sus dos guardaespaldas la custodiaban. Otra oleada de rabia lo recorrió… Ese era su deber. Él era el único que podía cuidar de ella. Nadie podría hacerlo mejor.
La miró, intentando encontrarse con la mirada de ella. Pero no sucedió, durante toda la cena estuvo riendo descaradamente con sus amigos.
-¡Qué bien luce esta noche, Granger! ¿No crees, Draco?-
Malfoy volteó inmediatamente, buscando al descarado que había osado decir aquello. Era su amigo, su mejor amigo, Blaise Zabini. Lo miró con desconfianza, pero después recordó que debía mantener una apariencia.
-Si tú lo dices…- rodó los ojos, tratando de aparentar que no le importaba.
De repente, vio como Hermione se levantaba. Y milagrosamente sus amigos no.
"Esta noche será perfecta. Esta noche, Granger, sabrás que me perteneces".
Hermione iba insegura. Sabía que haría algo que iba en contra de lo que sentía, algo que lamentaría después. Pero no, él había jugado con ella. Y como le había dicho Harry: Lo iba a pagar y con la misma moneda.
Draco se levantó también, disimulando su apuro. La vio salir del salón y a zancadas se apresuró.
Decir
adiós, cuando el tiempo ha terminado para amar.
Decir
adiós, y saber que ya mañana no estarás.
Decir
adiós, y partir de nuevo sin mirar atrás.
Decir
adiós, a ese tiempo que ya nunca volverá.
-Granger, me sorprendes. Hoy te ves… muy bien.- le dijo examinándola con la mirada, mientras ella estaba apoyada en la pared.
La chica fingió una sonrisa. –Me vestí así porque hoy es una noche especial.-
El
chico la miró con curiosidad. Levantó una ceja,
pronunció esa tan característica sonrisa en él
y se acercó a Hermione.
-¿A sí? ¿Puedo saber por qué?- preguntó dejando un gusto arrogante. Ese gusto arrogante que Hermione tanto adoraba.
Pero no le respondió con palabras; se acercó a él y lo besó exasperadamente. Draco correspondió aquel beso tan verdadero; lo sabía. Sabía que ella lo necesitaba tanto como él.
Hay gente que dice que una mirada puede decir más que mil palabras; pero un beso va más allá; un beso dice más que millones de palabras y demuestra más que cientos de caricias.
Fue un beso eterno; rebosante de magia, dulzura y pasión. No era ni suave ni violento, era intermedio, era perfecto. Cada vez que sus labios se juntaban, un mundo nuevo de experiencias los abarcaba; mientras intentaban explorar cada rincón del otro, millares de descargas eléctricas se aposentaban en cada milímetro de sus cuerpos. Era un encuentro en el cual las palabras sobraban, en el cual las miradas no importaban, en el cual… podían sentir cuánto se necesitaban.
Draco comenzó a besar su cuello con pasión, mientras la chica jadeaba aferrándose a él en un abrazo, un abrazo desesperado, lo que los dos sabían: el último abrazo.
"Hermione, quédate conmigo", susurraba él en silencio.
"Draco, no me dejes por favor", suplicaba ella calladamente.
Mientras Draco comenzaba a levantarla, para como de costumbre, llevarla a su recámara, Hermione recordó lo que debía hacer.
-No, Malfoy. ¡Suéltame!- le espetó.
Él la miró extrañada. Gesticulando intentó pedirle una explicación. "¿Acaso no vas estar esta noche conmigo?", se preguntó.
-Lo siento, pero esta noche es especial.- le dijo respondiéndole las dudas.
-Ya lo sé. Entonces, ¿a dónde vamos hoy?- preguntó tranquilamente, mientras ponía sus manos en los bolsillos.
-Tú a tu cuarto, asumo.-
Draco comenzaba a intranquilizarse. "¿Cómo que yo a mi cuarto? ¿Y tú?". La miró con seriedad, no le estaba gustando nada la situación.
-Lo siento, pero hoy es una noche especial…- continuó. –Hoy tengo una cita, pero no contigo.-
Decir
adiós, y saber que en el camino del amor,
todo llega a su
final, todo llega a su final.
Siempre un dulce recuerdo, una
última razón.
Para hacer un intento por ganarle al
desamor.
Decir adiós…
