Hola
:) Bueno, este es un capítulo especial. En primer lugar, es el
más largo de todos (la mayoría corresponde a 4 hojas
Word, y éste a 8)…. Y segundo; es la primera vez que escribo
algo "subidito de tono", pero traté de hacerlo lo más hermoso posible,
no recayendo en lo obseno pero si tratando de describir bien cada
sentimiento que se provocaba en los personajes. Así que, como no es
"fuerte" no le pienso subir la advertencia... Por lo menos, no todavía.
Quizás, cuando ya tenga más experiencia sobre esos descenlascesss...
sea distinto xD Así que, los que esperaban lujos y detalles... Lo
siento xD Para mi esta pareja es amor, no calentura :B
Y bueno, como siempre, les agradezco de corazón por sus rvws… En serio, son bellísimos.
"Si el amor toca tu puerta; no lo dejes pasar inmediatamente…. Primero mira por la rendija"
Atte. Agatha Black Malfoy :I
Yo siento que me provocas,
aunque no quieras hacerlo.
Está grabado en tu boca,
a rojo vivo el deseo.
-¡Esto es inaceptable!- vociferaba Snape a los cuatro muchachos que tenía enfrente de él.
La rubia Slytherin se encontraba llorando; le escocía demasiado sus ensangrentadas y rasguñadas mejillas, mientras que se quitaba los mechones de cabello que Hermione le había arrancado.
Por otro lado; la Gryffindor sostenía un mohín radiante. Estaba bastante satisfecha luego de la pelea, tan así, que no le importaba que la herida de su labio inferior volviese a sangrar, o que los primeros botones de su blusa hubiesen desaparecido.
Draco se estaba sobando la mandíbula; en un momento desprevenido, el pelirrojo le había asentado un combo provocando que su mandíbula casi se dislocara. Se maldecía por lo bajo; Weasley lo había pillado de sorpresa, por lo que en esta ocasión había sido él el que había salido triunfante. Sí, podía ver como el Gryffindor no sangraba, no lloraba, ni siquiera se sobaba. Sí, y podía ver como le dedicaba una mirada altanera mientras él dejaba de sobarse su mandíbula para comenzar a hacerlo en sus costillas.
"Esta, Weasley, me la pagas con sangre."
Después de estar oyendo como Snape refunfuñaba contra los alumnos, más bien dicho, contra los Gryffindors; la puerta se abrió de par en par.
Si verla normalmente, intimidaba; si haberla visto esa noche sorprendida, atemorizaba; si haberla visto aquella mañana, amilanaba; verla ahora no tenía comparación alguna con el sentimiento que recorrió a los cuatro estudiantes.
Minerva Mcgonagall entraba fieramente al despacho del profesor de Pociones; estaba realmente enfadada. Ni siquiera se le veían los ojos de lo cerrados que los tenía, pero sí pudieron notar como empuñaba sus manos a los lados de su propio cuerpo.
Se paró junto a Snape y golpeó la mesa.
-¡Esto ya es el colmo!- chilló fulminando con su mirada a los chicos. -¡No lo puedo creer¡Menos de ustedes dos!- apuntó a Hermione y a Draco. -¡Por Merlín, son Premios Anuales!
Después de oír un menudo sermón dado por ambos profesores, la bruja anciana declaró:
-Pero, no crean que este será un castigo como cualquier otro… ¡NO! Parkinson: no podrá salir del castillo para las fiestas. Ya he pedido autorización a Dumbledore, y éste ha mandado una lechuza a sus padres para explicarles el motivo. Y, conociéndolos, sé que aceptarán, dado que son rigurosos con su educación, señorita.-
Draco miró a Pansy esperando un reclamo o algún tipo de alegato, ya que en esas fechas sería la formalización de su compromiso. Pero, no. Se sorprendió al ver que una pequeña sonrisa se dibujaba en su futura esposa.
-Weasley…- prosiguió sin dejar de amedrentarlo con su cruel mirada. – ¡No formará, durante lo que queda de su último año, parte del equipo de Quidditch de Gryffindor!- le espetó con un cierto dejo de pesadumbre. Sí, debía reconocerlo; le dolía que Ron dejase de formar parte del equipo de su propia casa, siendo que junto con Wood habían sido los mejores porteros que Gryffindor había tenido.
Pero lo que no se imaginaba, era que aquello que acababa de comunicarle al chico pelirrojo era como clavarle un puñal en el centro del pecho.
-¡Pero, profesora… yo!-
-¡Sin peros, señor Weasley!- dijo Snape rebosando alegría.
Ron sentía como la sangre, de un momento a otro, estaba ardiendo. Apretó los dientes y los puños para no lanzarse sobre los dos profesores.
-Y ustedes dos… Dejan de ser los premios anuales ahora mismo.-
-¿QUÉ?- dijeron al unísono el rubio y la castaña.
A Draco no le importaba el ser premio anual o no; lo que sí le importaba era lo que significaba aquello. "¡No, maldición!". Sí, aquello quería decir que nunca más vería a solas a Hermione en la sala común de Premios Anuales... Nunca más.
El día iba pasando rápidamente, más veloz de lo que ella hubiese querido. "¡Merlín, ya son las nueve!".
Había faltado a todas las clases que restaban del día, con la excusa de que sentía malestares por la pelea con Parkinson, para no toparse con el príncipe de Slytherin. Pero no, de ésta no podía librarse. No, sabía que en tan solo una hora más tendría que pasar más de lo que quería a solas con él.
Pensó en tirarse un rato a la cama, puesto que tenía que guardar fuerzas para poder batallar a todo lo que él le dijera. Pero se retractó inmediatamente al observar el atuendo que llevaba puesto. Sí, como siempre, su uniforme. Aquel uniforme que la hacía ver con un kilitos demás, puesto que le gustaba usarlo suelto. Aquel uniforme que ni siquiera despertaba el más mínimo deseo en Crookshanks, el cual se había ido a los brazos de su amiga Parvati.
-Hermione...¿nos contarás a qué se debió el show de hoy?- le preguntó Lavender, mientras se sentaba junto a Parvati, comenzando a acariciar a Crookshanks.
-Ya saben… Parkinson no pierde oportunidad de molestarme.- cortó secamente.
Las chicas se miraron entre sí, y sonrieron mientras negaban con la cabeza y ponían los ojos en blanco.
-¡Vamos, Herms! Desde hace tiempo intuíamos que algo te traías con Malfoy. Digo, las miraditas en el Gran Salón y en clases. Claro, sin recordar que los días de semana llegabas tardísimo y los fines de semana ¡Ni siquiera llegabas! Somos tus amigas¿sabes? Y preferiríamos que nos lo contaras tú, a tener que inventarnos un melodrama digno de película.- inquirió la gemela Patil.
Hermione las miró ceñudamente y luego sonrió.
-Si realmente son mis amigas, necesito que me hagan un favor… Mejor dicho, dos.-
Draco caminaba en un vaivén sin siquiera notarlo; recorriendo siempre el mismo camino.
"¿Qué demonios hago?. ¿La trato bien?... ¿La trato mal?...¿La ignoro?...¡Argh!"
Todo estaba dado; podía ser una noche perfecta o simplemente ser la noche más desastrosa. Después de todo, ya nada los unía. Con lo sucedido el sábado por la noche y ese mismo día en la mañana, Draco, al llegar a Aritmancia, fue comunicado que desde ese día en adelante haría pareja junto a Padma Patil. "Claro, la chismosa de Mcgonagall…". Ahora, con lo sucedido, habían dejado de ser Premios Anuales. Ya no tenían una sala en común. Aunque tuviesen las mismas asignaturas, muy bien sabía que ella no se le sentaría cerca ni porsiacaso.
Definitivamente, lo único que los unía era aquel castigo que se efectuaría un media hora más. Aquel castigo podría ser un nuevo comenzar o el final para toda la vida.
"¿Por qué quiero volver a estar con ella?. ¿Por qué extraño sus miradas, su aroma, su calor, sus besos?. ¿POR QUÉ?...¿Por qué siento que no podré vivir sin ella?"
-¡Ronnie!-
El Weasley se volteó, topándose frente a frente con la persona que menos creería que lo llamase así una vez más: Lavender Brown.
La chica lo miraba sonriente, tal cual lo hacía durante ese tiempo escaso que estuvieron saliendo en sexto año.
-¿Qué sucede, Brown?- ¿Desde cuando le decía Brown? "Sí, desde que la encontré con Dean en la cama de él"
Poco a poco la muchacha se le fue acercando, mientras movía sus caderas al perfecto ritmo en que movía sus hombros.
-¿Qué te sucede?- le espetó comenzando a alejarse.
-Nada, Ronnie. Solo pensé que… podríamos salir a tomar aire un rato.- le dijo, mientras con su índice enrollaba un mechón de su oscuro cabello.
-¡Olvídalo! Por nada en el mundo saldría contigo a tomar aire una vez más…- ¿era desprecio? Sí, era desprecio lo que sus pupilas azules derrochaban. –Además, hoy tengo castigo que cumplir y estoy esperando a que Hermione baje para ir con ella…-
-¡Oh! Se me olvidó decirte… Herms, me pidió que te dijera que ella ya se había ido porque primero iría al despacho de Sinistra para ponerse al día con sus deberes. Dijo que te vería acá a las doce, cuando acabara el castigo.-
Ron le estudió por un momento; hasta que recordó que Hermione había faltado a su clase de aritmancia.
-De acuerdo… Gracias.- agradeció y se marchó sin siquiera despedirse.
-Sí. Si no soy profesora de Adivinación, seré actriz.- meditó la chica una vez que el pelirrojo estuviese fuera de alcance para oírlo.
El rubicundo ya se encontraba en los calabozos, lugar donde se hallaba una nota proveniente de la profesora Mcgonagall.
Srta. Granger y Sr. Malfoy:
Les recuerdo que están en detención, por lo que al terminar el castigo, quiero encontrar los calabozos como nuevos. Espero que de una vez por todas se comporten como los adultos que son, y se dejen de las berrinchadas a las cuales se están acostumbrando últimamente.
Sé que todo lo que has sucedido es por algún problema que hay entre ustedes dos; recuerden que más sabe el diablo por viejo, que por diablo.
A la media noche retírense, y mañana en la mañana les comunicaré si han logrado los objetivos que espero. Si no es así, deberé imponerles otra detención.
Atte. Minerva Mcgonagall, Profesora de Transformaciones.
"¡Vieja de….!".
Unos pasos interrumpieron sus pensamientos. Sabiendo quien era, y reconociendo de quien provenían esas pisadas, rápidamente se volteó.
Y
casi puedo tocarte,
como una fruta madura.
Presiento que voy
amarte,
más allá de la locura.
No tenía palabra alguna para describir la divinidad que tenía en frente. Aquella muchacha vestía unos pantalones de jeans ajustadísimos, que a parte de ir a la cadera, tenía descocido o roto (pensó Draco) varias partes en las piernas. Pensó en que había sido atacada, pero no. Se deshizo de aquella idea al mirar su tronco; llevaba una pequeña blusa de tela, color negro, que no le tapaba más allá de la copa de sus pechos. Tenía los ojos pintados suavemente azabaches, mientras que su cabello iba recogido desordenadamente. ¡Y para qué hablar de sus labios! "Apetecibles, tentadores... Excitantes" pensó el chico que miraba atento cada centímetro del cuerpo que tenía en frente. Los labios de Hermione estaban suavemente delineados con rojo, mientras que a la vez brillaban intensamente. El chico sonrió al ver que la herida que él le había propiciado aún se podía observar.
"¿No piensa cerrar su bocota?"
"¿Por qué demonios viene vestida así?"
Draco sonrió internamente; no había necesidad de hacerse esa pregunta. Conocía la respuesta; él mismo se había vestido especialmente para la ocasión.
Se había puesto unos pantalones negros, tal como a ella le gustaban, pero ahora eran de jeans, al igual que los de ella.
"¿Él usando jeans?"
Se había puesto una camiseta de algodón color gris, para así hacerle juego con sus ojos. En realidad, era una camiseta bien ajustada, para que así, además, resaltara su esbelta y casi perfecta figura. Su pelo iba libre, dándole la opción de escoger la posición que quisiera.
-Granger…- dijo casi en susurro; un susurro que Hermione oyó un tanto amenazador y sensual. ¿Es que acaso sólo de sus cuerdas vocales su propio apellido podía hacerla estremecer?
"¡Merlín!". ¿Por qué no podía dejar de admirarla?. ¿Por qué no podía dejar de sentir esa necesidad de tomarla entre sus brazos y hacerla suya sin importar el mañana?
-Malfoy…- simplemente esta noche ella no se iba a dejar intimidar. Si esta noche había pedido la ayuda de sus dos amigas; no iba a ser solamente para que Malfoy disfrutara un momento. No. Esta noche sería ella la que pondría las reglas.
Se miraron fijamente, durante segundos. Ambos desearon que aquellos segundos no acabasen jamás; eran los únicos momentos en que no debían fingir un odio que no sentían, los únicos momentos en que con tan solo mirarse podían reflejar lo que realmente sentían.
Hermione sentía como si el mundo se fuese a terminar ahí mismo; pero aún así no le importaba. Si así iba a acabar, no había mejor final.
Draco sentía como sus piernas perdían su fortaleza poco a poco; no podía aguantar las ganas que tenía de tocarla, besarla y decirle que la necesitaba más que respirar. No, no podía…
-Toma.- le dijo, antes de que sus piernas no soportasen más su propio peso.
La leona le arrebató el pergamino que tenía en su mano, y lo comenzó a leer con ahínco.
Pero no, no era una nota del Slytherin, como esperaba.
-Bien- comenzó a decir sin mirarlo a los ojos. –Yo por la derecha y tú por la izquierda.-
Comenzó a avanzar hacia su lugar, cuando una voz le dijo:
-¿Qué te hace pensar que te obedeceré, Granger? Acá si alguien da órdenes, soy yo.-
Había caído; Hermione le había dicho eso a propósito, sabiendo que el Gran Draco Malfoy nunca dejaría que alguien le dictaminara algo.
Giró sobre sus talones suavemente, y acentuó su mirada en el chico que la miraba penetrantemente con las manos en los bolsillos y forzando una sonrisa.
-Está bien, Malfoy. Yo por la izquierda y tú por la derecha.- bufó aparentando aburrimiento; pero no. Le encantaba tener ese enfrentamiento de poder con él.
-¿La ruda Granger está cediendo?- inquirió alzando una ceja.
Hermione rió y comenzó a negar con la cabeza.
-Malfoy, Malfoy… Entiende, quiero terminar la detención lo antes posible. Verás, mi novio me estará esperando.-
El chico sintió calor, pero un calor que venía acompañado de malos sentimientos.
-¿Y para qué?...¿Te irás a revolcar con él?-
Draco ni cuenta se dio cuando Hermione estaba a su lado, y menos se percató cuando la chica le había asentado un bofetón.
La miró a los ojos; bien podía ver que sus pupilas destellaban un brillo que pocas veces había visto: sus ojos brillaban de dolor, ira y odio.
Hermione estaba esperando que éste la tomara de las muñecas y que la amenazara, o que por último le dijera un rosario digno del diablo; pero no. Solamente la miraba… No a los ojos, no su pelo, no su cuerpo… La miraba directamente a los labios.
Draco estaba hipnotizado; si el brillo de sus ojos era encandilador, el de sus labios lo estaban dejando ciego. Podía sentir como el calor de su aliento lo estaba llamando, como sus labios estaban clamando los suyos…
Lo único que la chica pudo sentir fue como unos labios colisionaban con los suyos, mientras unas frías manos agarraban sus mejillas para forzar aquel beso. "¿Forzar?... ¡Que va! Hermione, quítatelo de encima"
Si bien su conciencia le estaba dictando hacer lo correcto, su cuerpo solo respondía a las miles de descargas eléctricas que el chico estaba produciendo en ella.
Voy
a comerte el corazón a besos,
a recorrer sin límites
tu cuerpo.
Pero¿cómo iba a rechazar aquello con lo que había estado soñando desde el sábado en la noche?. ¿Cómo negar aquello que la alimentaba diariamente, aunque en los últimos días solo por los recuerdos?
Draco, para sorpresa y gusto, sintió como las manos de Hermione se abrían camino entre los brazos de él, para aposentarse alrededor de su cuello.
Inmediatamente él llevó sus manos a la cintura de la chica, mientras su lengua luchaba con los labios de Hermione para poder entrar. Fueron solo unos segundos los que necesitó para llevar a cabo su cometido. ¡Cuántas horas había estado esperando por volver a besar aquellos labios! Era un martirio por las noches; cuando fundía su cabeza en la almohada, la cual aún expelía el característico olor a vainilla de ella… Y sí, maldecía a los mil y un Dioses por no poder tenerla a su lado. Pero no, ahora ella estaba ahí, ella estaba junto a él, y Draco no la dejaría ir esta vez. No, no había un San Potter que la rescatara, o un Weasley que apareciera como el príncipe azul. No, Hermione no tenía un príncipe azul; su príncipe era plata y verde.
Lenta y temerosamente, las manos de Draco comenzaron a bajar de la cintura de la chica, para apaciguarse en sus caderas. "Draco, contrólate." se decía, pero sabía que tarde o temprano no podría tener autocontrol frente a aquella pitonisa que tenía entre sus brazos.
Hermione podía sentir que volaba; aquellos labios eran tan suaves, que le hacían pensar que estaba besando los pétalos de una rosa. Y su aliento… Su aliento mentolado la embriagaba. Pero aún así, preferiría morir de cirrosis antes de morir sola sin volverlos a besar jamás.
Si bien el suelo estaba casi escarchado debido al frío, el calor que inundaba el calabozo era suficiente. Estaban recostados en el piso, el chico con la mitad del cuerpo encima de la chica, mientras sus labios no dejaban ni un centímetro sin explorar del otro. Hermione entrelazó sus dedos en el cabello del chico, y luego atrajo la cabeza del rubicundo hacia la de ella, profundizando ese beso que ambos habían estado deseando desde tanto tiempo. Draco retiró una mano de la cadera de la chica y comenzó a subirla, mientras hacía un camino en el cuerpo de ella, hasta llevarla a su mentón. Finalizó el beso, bajo la mirada de asombro de Hermione, y le elevó la cabeza para comenzar a succionar su labio inferior.
Hermione gritó levemente; si bien le producía un placer gratificante, a la vez le dolía debido a la herida.
-Malfoy, detente…- dijo entre susurro suplicante y gemido.
Draco omitió la súplica excitante de la muchacha, mientras que comenzaba a sentir como un saber metaloide regaba cada cavidad de su boca.
-No puedo, Granger, soy adicto a ti.-
Aquellas palabras quitaron cualquier dolor que Hermione sintiese en ese momento; pero sí le hicieron sentir el deseo de querer probar también. Tal como el Slytherin, comenzó a succionar el labio del chico, el cual comenzaba a respirar con una oscilación cada vez más violenta.
-Granger, eres mía…- decía entre suspiros que intentaba retener. "No, no puedo flaquear".
Hermione estuvo a milésimas de reafirmar lo que el chico decía, pero optó por el silencio.
"No, no puedo desistir. Este es mi juego."
Cuando por fin Hermione pudo sentir el sabor de la sangre de Draco, selló aquel momento especial con un apasionado beso, dejando rastros de sangre en los labios de ambos; que no se podía distinguir cuál era de Hermione o cual era de Draco: compartían la misma sangre.
Mientras aquel beso seguía su curso, Hermione llevó sus manos a la cintura del chico, comenzando a forcejear con su camiseta, que estaba por debajo del pantalón, para hacerla desaparecer. Sí, estaba obstaculizando aquella unión total que pronto se efectuaría.
Cuando por fin pudo lidiar con aquella ardua tarea, tocó aquellos pectorales perfectos; sintiendo como aquello provocaba efecto en el muchacho. En un salto suave y ágil, Draco puso toda su humanidad sobre el cuerpo de la chica, mientras que segundos después comenzaba a desabotonar su blusa. Luego, le quitó el sujetador.
Y
por el suelo nuestra ropa,
suave gota a gota,
voy a
emborracharte de pasión.
Voy a comerte el corazón a
besos,
a recorrer sin límites tu cuerpo.
Voy a dejar por
tus rincones,
pájaros y flores,
como una semilla de
pasión.
Adoraba tenerla así, sintiendo el calor de su cuerpo, sintiendo como ella también podía sentir el calor de él. Puso sus manos bajo los omóplatos de Hermione, mientras seguía besándola con pasión descontrolada. Suavemente, comenzó a friccionar sus caderas contra las de ella, oyendo como emitía pequeños sonidos, mientras él trataba de no emitirlos.
"Draco, te amo."
"Hermione…"
Aunque Mcgonagall hubiese llegado en ese instante para supervisarlos, no les importaba; no se hubiesen detenido aunque el mundo se estuviera abriendo. Necesitaban estar ahí, juntos, a escasos centímetros de unirse para ser uno solo. Necesitaban demostrarle el uno al otro cuánto se extrañaban, cuanto se anhelaban…
Draco comenzó a frotar rápidamente, quería escucharla… Escucharla clamar como sabía que nunca nadie le haría sentir aquello. Y lo lograba, a medida que frotaba, el pecho de Hermione comenzaba a arquearse, mientras que su respiración se agitaba y era acompañada por gemidos apasionantes. La dejó tendida un momento, mientras se enderezaba lo suficiente como para desabrochar los pantalones de la muchacha. Al llegar al cierre, la miró esperando su aprobación. Al ver que no se oponía, continuó con lo que quería y se los quitó delicadamente junto con sus zapatillas.
Antes de volver a situarse sobre ella, se levantó para hacer lo mismo que le había hecho. Torpemente trató de desabotonar su pantalón, al cual maldijo por no obedecer.
Hermione rió por lo bajo; y se incorporó para ayudarlo. No, no debería haberlo hecho. Draco entrecerró los ojos y sus deseos aumentaron violentamente.
Al parecer, estaba atascado, lo cual enfureció al chico que de un solo tirón hizo que el botón volara por los aires.
Estaban los dos de pie, a una considerada distancia. Pero no les importaba, querían grabar en la retina la semidesnuda figura que tenían al frente. Ambos sabían que no podrían gozar por toda la eternidad de aquello, por lo que querían grabársela a fuego si era necesario, para recordarla en sus noches solitarias, o en las noches que estuvieran junto a otra persona, imaginándose que estarían con la persona que tenían delante.
Draco miraba con devoción aquel cabello tomado que esperaba ver caer sobre esos suaves hombros; mientras los ojos de la chica brillaban de deseo, deseo por él. Podía ver sus pechos erguidos, que daban paso a un abdomen perfecto.
Hermione estaba hipnotizada frente a aquel cabello desordenado, que topaban con las largas pestañas, que cubrían aquellas pupilas que brillaban por ella. Miraba aquellos labios, que de ensangrentados casi nada quedaba, mientras más abajo podía ver aquel torso adonis que subía y bajaba raudamente.
Ahora
te sueltas el pelo,
y así descalza caminas.
Voy a morder
el anzuelo,
pues quiero lo que imaginas.
Cuando se cae tu
vestido,
como una flor por el suelo.
No existe nada
prohibido,
entre la tierra y el cielo.
Como si la mirada de Draco se lo ordenase, Hermione soltó su cabello, para luego comenzar a quitarse sensualmente lo que le quedaba de ropa interior. Cuando iba a la mitad, sintió como unas blanquecinas, y ahora candentes, manos la ayudaban. Miró al chico con una sonrisa seductora, y vio como éste miraba hacia abajo, como tratando de quitar sus bragas perfectamente. No, no era eso. Estaba mirando con desesperación, sus ojos gritaban para que aquella pequeña prenda desapareciera rápidamente.
Cuando su prenda interior hubo volado a lo lejos, Draco la aferró a su cuerpo. Lentamente comenzó a besar sus hombros, mientras bajaba poco a poco hasta su clavícula izquierda, dando paso a besar sus pechos, para luego devolverse y sellar aquella hermosa escena con un beso en los labios.
Mientras aquel beso aumentaba su pasión, Hermione comenzó a quitar la molestosa ropa que tenía el chico. En cuanto lo hizo, Draco se aferró a ella nuevamente, la cual pudo sentir que podía morir en aquel instante. Si moría, moriría feliz.
Voy
a comerte el corazón a besos,
a recorrer sin límites
tu cuerpo.
Y por el suelo nuestra ropa,
suave gota a gota,
voy
a emborracharte de pasión.
Voy a comerte el corazón
a besos,
a recorrer sin límites tu cuerpo.
Voy a dejar
por tus rincones,
pájaros y flores,
como una semilla de
pasión.
Draco rompió aquella unión, y la tomó en sus brazos, tal como solía hacerlo cuando se encontraban en las mazmorras para luego dirigirse al cuarto del Slytherin.
Suavemente la recostó sobre el suelo, del cual, escarcha o frío nada quedaba. Paso seguido, volvió a situarse encima de ella. Hermione podía sentir la agitación y los pequeños temblores de él, como también podía sentir los de ella.
"Draco, te amo…"
"Hermione…"
-Malfoy, no… Mcgonagall no debe tardar.- decía entrecortadamente entre gemidos de placer, esperando que de una vez por todas lo que tenía que pasar, sucediese..
-No me importa. Esta noche, Granger, quiero que seas mía.- nada impediría que la hiciera suya otra vez.
"Draco, te amo…"
"Hermione…"
Hermione
podía sentir claramente como el corazón del chico
palpitaba sobre ella, como su cuerpo le transmitía un
calor que nadie le podía hacer sentir, como tenerlo cerca le
brindaba la protección con la que, únicamente, podía
sentirse segura. Comenzaron a besarse nuevamente, mientras sus
curiosas manos descubrían, o mejor dicho, comenzaban a
recordar cómo era el cuerpo del otro.
No.
Draco no la dejaría escapar, no esta vez. Por él,
no la dejaría escapar nunca.
Estaban a solo centímetros de fundirse el uno en el otro, dejándose mezclar con la escencia de su amante. Un poco; solo un poco...
-Draco, te a…-
-Hermione… Te amo.-
Su
corazón se paró letalmente. "¿QUÉ DIJO?" "¿QUE DIJE QUÉ?"
Una felicidad innata comenzó a recorrer cada vértebra de Hermione, aunque no estaba segura de lo que realmente había escuchado.
"Y menos aún cuando sabes que yo soy tu futura esposa."
Aquellas palabras de Pansy sonaron como un eco en su cabeza; se había dejado llevar, olvidándose de por qué se había arreglado tanto. Podía sentir como Parkinson estaba a su lado, recitándole aquella frase una y otra vez.
-¡QUÍTATE MALFOY!- le gritó en la cara.
