Mil
y una historias me he inventado, para estar aquí, aquí
a tu lado.
Y no te das cuenta que, yo no encuentro ya qué
hacer.
Sé
que piensas que no he sido sincero, sé que piensas que ya no
tengo remedio.
Pero quién me iba a decir, que sin ti no sé
vivir.
Era sábado; aquel sábado que tanto había deseado que no llegase nunca. Aquel frío día sábado 24 de diciembre...
No había podido dormir en toda la noche; aunque la verdad no había querido dormir. Se desveló intentando que el reloj detuviera el tiempo para no tener que llegar a aquella mañana que estaba viviendo.
Eran las nueve de la mañana, y aún conservaba la misma posición que había adoptado cuando se había acostado la noche anterior tardísimo, dado que había tenido que hacer algo muy importante antes de acostarse. Tenía la cabeza acomodada en la almohada; la cual ya no desprendía el olor a vainilla que tanto extrañaba. Sus brazos yacían al lado de su cuerpo; que por algún motivo extraño no se movían. Y sus piernas, las cuales tampoco respondían, seguían a lo largo de su cama a medio flexionar.
Durante toda la noche había estado destapado, esperando dos opciones: la primera, morir de hipotermia. Y la segunda, esperar a que aquello le ayudara a que su fiebre bajara.
-Draco...¿estás listo?- oyó como Blaise le preguntaba. Lentamente intento voltear su cabeza; pero solo pudo girar sus pupilas para observarlo. Él ya se encontraba de pie, vestido y con su maleta lista. Le llamó la atención la sombría expresión que llevaba.
-Creo…- comenzó a articular dificultosamente, dado que su mandíbula no había querido reaccionar normal. –Que; o estoy muerto o se me quedó dormido el cuerpo entero.-
El moreno rió cansinamente; acercándose poco a poco a él.
-Ni se te ocurra tocarme, Zabini.- le espetó adivinando lo que el chico tenía en mente. –Aún no se desarrolla mi lado homosexual, así que aléjate que me despertaré solo.-
Volvió a reír. Le intrigaba la forma en que Draco ocultaba sus penas; trataba de ser gracioso, pero realmente lo que causaba era lástima.
-Como quieras, Malfoy. Pero procura prepararte luego, mira que en media hora salen los carruajes.- le advirtió. –Voy a ver si Pansy está lista.-
Lentamente comenzó a intentar moverse; a medida que soltaba pequeñas risas mezcladas con dolor. Odiaba ese sentimiento; siempre que se le dormía alguna parte del cuerpo, cuando trataba de despertarla, le producía unas cosquillas que ranciamente se transformaban en molestia.
Después de unos minutos, su cuerpo podía ser manejado a su antojo. Se tocó la frente para verificar si la fiebre había bajado. Y sí que había bajado; puesto que ahora estaba congelada.
Miró el reloj; aún quedaban veinte minutos para la partida. ¿Y si no llegaba a los carruajes?... ¿Y si se escondía para que no lo encontraran?
No, era una idiotez pensar en eso. Tarde o temprano su padre lo encontraría y lo obligaría a casarse.
-Eres un Malfoy; debes mantener el prestigio que el apellido conlleva.- se bufó imitando a Lucius Malfoy, su padre.
Odiaba las largas charlas que su padre le daba sobre su apellido, su familia, su linaje… Aquel maldito linaje de sangre pura.
Antes de alistarse, buscó un baúl desocupado e introdujo un par de sus pertenencias; parte de su ropa, algunos libros y quehaceres, los regalos que le habían llegado ese día, incluyendo también el gran listado que Mcgonagall le había mandado, de parte de Hermione claro, sobre lo que debía hacer para el baile de San Valentín.
Y
ahora que no estás aquí, me doy cuenta cuanta falta me
haces…
Si
te he fallado te pido perdón de la única forma que
sé:
Abriendo las puertas de mi corazón para cuando
decidas volver;
Porque nunca habrá nadie que pueda llenar
el vacío que dejaste en mí.
Has
cambiando mi vida, me has hecho crecer.
Es que no soy el mismo de
ayer.
Le parecía increíble lo exagerada que podía llegar a ser aquella muchacha; hasta de las ropas de los elfos se había preocupado. "Pero…¿Para qué?. ¡Si ellos no salen de la cocina!"
Aún así, le parecía adorable la manera en que se preocupaba hasta de los seres más inferiores que pisaran el castillo.
Se sentó en el borde de su litera, mientras que pensaba en aquella muchacha que solía rondar sus sueños cada noche; haciéndole recordar las maravillosas aventuras que habían vivido, y alimentándolo de falsas ilusiones. Muy bien recordaba el sueño que había tenido hace dos noches: él, nerviosamente parado frente a un tumulto de personas. Ella; entrando lentamente, acompañada de Potter, mientras vestía un hermoso traje blanco, el cual todos los presentes admiraban. Ella y él en el día de su boda. Recordó como ese día se despertó con una lágrima en la mejilla; pero no una lágrima de nostalgia o tristeza. Al momento en que el sacerdote les decía "los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe", se había puesto a llorar de felicidad en su sueño; y la sorpresa aumentó al percatarse que aquella emoción había traspasado a la realidad.
Un día es un siglo sin ti...
Miró nuevamente el reloj que tenía en su muñeca izquierda.
-¡Demonios!- maldijo, mientras a zancadas corría hacia el baño, dejando rastros de su pijama por todo su camino recorrido.
Tan solo le quedaban diez minutos; por lo cual ignoró las miradas que le dirigían, tanto chicas como chicos, cuando lo veían pasar corriendo mientras quedaba tal cual como había llegado al mundo.
Estaba estremeciéndose entre sus sábanas; quizás habían sido pequeños espasmos provenientes de la nada. Prefirió mantener sus ojos cerrados, intentando recuperar las horas de sueño que había perdido dado a la conversación con su amigo.
-Hermioneeeeee…- sentía un leve bisbiseo muy a lo lejos, mientras aquellos estremecimientos volvían a tener lugar en su cuerpo.
Curiosa por lo experimentado abrió lentamente su ojo derecho, intentando investigar quien demonios le estaba quitando horas de descanso.
-¡Por fin despiertas, mujer!-
Dio un brinco; ¿era necesario que tanto Parvati, como Lavender, estuvieran encima de su cara intentando despertarla?. Bueno, no eran chicas feas; pero a esa hora y con esa apariencia… cualquiera asustaba.
Parvati llevaba el cabello tomado con dos colas, mientras que tenía un montón de pepinos ocultando su rostro. Por otro lado, Lavender tenía el cabello enmarañado, incluso más que ella, lo cual era decir mucho. Por el olor que expedía, Hermione pudo constatar que se lo había untado con miel. Y su cara… ¡Dios que espanto!. Estaba cubierta por… ¿palta?.
-Y¿ustedes?- preguntó, mezclando una expresión de rareza y asco. Más que mal, a esas horas de la mañana la combinación de palta, miel y pepinos no era muy apetecible. -¿Qué rayos tienen puesto?-
Las chicas sonrieron, mientras sentaban a Hermione y comenzaban a untarle menjurjes tan extraños como los que ellas llevaban. La pobre chica ni tiempo para reaccionar había tenido.
-¿Qué no sabes qué día es hoy, Herms?- preguntó la gemela Patil, al mismo tiempo en que, afanadamente, le colocaba un extraño amasijo; el cual tenía un aroma vomitivo. -¡Es navidad!- chilló, provocándole un molestoso piteo en los oídos.
-¡Correcto!- empezaba a gritar emocionadamente Lavender ahora, mientras le colocaba un poco de palta en el cabello. –Y hay que arreglarse, nunca se sabe qué nos tiene Santa Claus...¿no?-
Hermione miró extrañada; juró haber visto una mirada de complicidad entre sus amigas cuando Lavender había mencionado a Santa Claus.
-¡Listo!- dijo al haber acabado su labor. -¿Has visto tus regalos, Herms?- aquella ojeada de confabulación volvió a cruzarse entre ambas Gryffindors.
"Algo se traen..."
Para
descubrir qué era; se encaminó hacia los pies de su
cama, lugar donde se apilaban todos los presentes que le habían
llegado.
Comenzó a abrirlos; sintiéndose incómoda por la presencia de las chicas, las cuales no dejaban de mirar una pequeña caja que traía consigo un pergamino.
Abrió el paquete azul sabiendo de qué se trataba: aquel chaleco de cuello cerrado color violeta con una letra H en el centro… Todos los años recibía aquel regalo tan significativo; adoraba el esfuerzo que hacía la Sra. Weasley. Pensó en colocárselo inmediatamente, como lo hacía todos los años; pero se retractó al recordar que su pelo estaba fundido en palta. Siguió abriendo los demás: las grajeas por parte de Ginny; un abultado libro sobre magia oscura por parte de Harry; un prendedor de plata con forma de nutria por parte de Lupin y Tonks; un traje de gala por parte de sus padres (el cual sus amigas admiraban con fervor); una foto en la cual salía el trío de oro, en la cual a Harry le salían cuernos, a Ron orejas de burro y a ella aquellos dientes de castor que tuvo alguna vez, de parte de los gemelos Weasley; un "vale otro" de Dumbledore (¡Dios!... ¿Quién entendía el humor de ese hombre?); una falda cortísima, pero muy bonita, de parte de Parvati; una chaqueta que le hacía juego a la falda de parte de Lavender; una caja de chocolates muggle por parte de Neville, que tenía una nota de agradecimiento por ayudarlo en las tareas; una agenda mágica, que tenía voz propia para recordar los asuntos importantes, de parte de la profesora Mcgonagall (sus amigas la miraban con recelo, dado que en todos los años que llevaban ahí, nunca un profesor les había obsequiado algo); un intento de pastel por parte de Hagrid, lo cual alivianó la envidia de sus amigas, cambiándolas por súbitas carcajadas…
Tan solo quedaban dos regalos: la caja que tanto miraban sus amigas y un pequeño paquete que estaba envuelto en un papel rodeado de corazones que suspiraban.
Queriendo no darle el gusto a las entrometidas que tenía detrás, abrió el pequeño paquete. Al abrirlo, un par de pendientes en forma de corazón cayeron. Eran realmente hermosos, pero algo la entristeció. Le parecía curioso, y a la vez le entristecía, que durante los años que se conocían, Ron no supiese que ella nunca había usado pendientes. Más aún, no tenía las perforaciones. Y, aunque eso se podía arreglar de forma muggle o con ayuda de la varita, le apenaba.
Finalmente, quedaba aquella extraña caja que tenía a sus amigas al borde del éxtasis. Dudó si el que la había mandado no se había equivocado, dado que ya había abierto todos los regalos de sus cercanos.
Mil
y una historias me he inventado,
para demostrarte que he
cambiado.
Ya lo que pasó, pasó; rescatemos lo que
nos unió.
Que
todos aprendemos de nuestros errores,
solo yo te pido que ahora me
perdones.
Pero quién me iba a decir, qué difícil
es vivir…
Y ahora que no estás aquí, me doy cuenta cuanta falta me haces…
Dejó el pergamino de lado y la abrió delicadamente, mientras una suave melodía comenzaba a sonar. Hurgó dentro de ella y retiró lo que había, elevándolo para examinarlo.
Era una gargantilla, surtida de oro y plata. Bajó la vista para seguir observándola…
"¿Qué demo…?"
No pudo siquiera continuar con sus pensamientos. Si la forma en que la habían despertado la había perturbado; si las extrañas mezclas que tenía en su cabeza y en su rostro la desconcertaban; si las insistentes miradas de Parvati y Lavender la incomodaban; aquello la descolocaba por completo.
Era un colgajo, que por el lado derecho era color plata y por el izquierdo de oro; mientras que la figura era…
"¿Una serpiente y un león entrelazados?"
No cabía duda alguna; sabía muy bien de quién se trataba aquel obsequio. Un molestoso nudo comenzó a formarse en su estómago, el cual violentamente comenzó a subir para liberarse por su boca, estrangulándola en un grito desesperado.
-¿QUÉ ESPERAS PARA LEER LA CARTA DE DRACO?- gritó Parvati, indicándole lo mismo que su cerebro le decía, pero que sus músculos se rehusaban a hacer.
-Un momento…- logró decir forzosamente. -¿Cómo sabes que es de Dra… Malfoy?-
Ambas chicas tornaron sus mejillas a un furioso color rojo, casi tanto como el cabello de los Weasley. Sin esperar respuesta alguna, puesto que ya la sabía, cogió el pergamino y lo abrió torpemente.
Mi querida princesita de oro:
No tengo el valor para entregarte esto personalmente; y menos para decirte lo que me ha llevado a escribirte estas líneas. ¿Sabes? Es primera vez que me sucede algo así; por lo que espero que me comprendas que no me es fácil contarte lo que luego haré.
Lo más probable es que al momento de saber quién soy quemes este papel y botes a la basura mi presente, pero te entiendo. Sé que mi forma de ser, desde un principio, ha sido extremadamente fastidiosa. Pero tú misma lograste descubrir que, detrás de esta máscara que tengo, hay un ser humano que quiere liberarse de las cadenas que lo atan. Sé que esto no lo sabías; pero creo que era hora de que lo supieras…
Después de todo, por ti fue que aprendí que a la oscuridad de la noche no hay que temerle; todo lo contrario, hay que agradecerle por ser testigo de aquello tan hermoso que nos profesamos tiempo atrás. Fue por ti que descubrí que con tan solo el roce de dos cuerpos puede producir la tranquilidad más serena que el mismísimo cielo puede otorgar; gracias a ti comprendí que el llorar no significa ser débil. No. Me enseñaste que derramar lágrimas significaba ser valiente, valiente por expresar lo que uno siente sin temor al qué dirán los demás. Por ti descubrí lo triste que podía ser mirar a un costado en cada amanecer y no verte ahí…
Entendí que te necesito, puesto que tú me enseñaste a amar.
Quizás no fui el mejor alumno en tu clase; a lo mejor puedo ser el que peor calificaciones obtuvo, pero de lo que sí estoy seguro: es que de todos, ninguno te ama tanto como yo lo estoy haciendo en este momento; como yo lo estoy viviendo en cada rincón de mi cuerpo, el cual suplica porque regreses a él una vez más…
Extraño¿no?. ¿Quién iba a imaginarlo?... Yo hablando de amor. Pero¿sabes? No es tan raro como parece… Porque siempre hablé de amor sin siquiera saberlo: cada vez que decía tu nombre, ya lo estaba nombrando. En cada beso que te di te lo estaba demostrando; en cada abrazo desesperado lo estaba aprendiendo; en cada mirada te lo estaba diciendo…
¿Que acaso nunca lo notaste?; ¿te digo algo?... Yo tampoco lo sabía hasta el día en que todo lo maravilloso que viví junto a ti tuvo su final. Después de todo, como dicen por ahí "Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes"… Y así es; al momento en que te perdí, me di cuenta de que sin ti me falta el aire… Sin ti, no encuentro alguna razón para seguir viviendo.
Ni siquiera entiendo por qué te estoy contando todo esto; si después de todo el destino está escrito. Y aunque trate de modificarlo, no puedo. No puedo y no debo. Sé que algún día quizás me comprenderás…
¡Ni te imaginas las veces que he soñado con que estamos en el campo, sentados en una hamaca viendo el atardecer, mientras nuestros nietos revolotean por el jardín persiguiendo al pequeño Tim, nuestro hermoso cocker inglés!
¿Crees que soy patético?... No. Patético fui ayer, cuando después de escribir esta carta, prácticamente le tuve que rogar al elfo que estaba en mi casa antes, ese que se llama Dobby, para que te dejara esta carta mientras dormías. ¡Dios mío! Estuve apunto de asesinarlo… "Lo siento, pero usted no es amigo del señor Harry Potter. No le puedo ayudar"… ¿Es que Potter hasta en la sopa me sale?. Después de tratar de convencerlo durante una hora, le tuve que decir que era una carta del Ministerio, que incluía unas nuevas leyes en defensa de los elfos y su libertad. Me miró horrible y me dio tremendo sermón de que los elfos estaban para servir y bla bla bla… Me podrías haber dicho que él era masoquista¿no crees?. Finalmente le tuve que decir que había sido Potter el que te lo estaba enviando, pero que no había podido ir él a entregarlo porque le prohibían deambular por el castillo a esas horas, dado que el Señor de la Oscuridad lo andaba buscando. ¡Hubieses visto la cara que puso cuando lo nombré!
Hoy… Este maldito día se formaliza mi compromiso con Parkinson; para futuramente hacerla mi esposa. Pero ten seguro que mientras esté con ella, pensaré que eres tú la que ocupa su lugar… Quizás así algún día pueda morir en paz.
Bueno mi bella durmiente (¡Merlín, tú sí que sabes lo que es roncar!) comienzo a despedirme, y aunque me duela admitirlo… Para siempre. Quizás algún día sabrás mis motivos, a lo mejor no. Pero créeme, todo lo que he hecho y todo lo que haré, será por ti… Será porque este amor inmenso que siento por ti me dicta que es lo correcto. Tan correcto y acertado como cuando mi corazón decidió abrirte las puertas para hacerme sentir este amor, que aunque no tiene un futuro, si no que un final… Es lo más hermoso que me ha pasado en la vida.
Siempre tuyo y de nadie más…
Tú príncipe de plata.
P.D.1¡TE AMO HERMIONE!
P.D.2: El colgante somos tú y yo; unidos como tantas veces estuvimos.
P.D.3¿Te queda claro cuánto te amo?
P.D.4: Para que, después de esta carta (porque parece increíble), no quepa duda alguna…
Sí, soy yo. Draco Malfoy…
P.D.5¿Por qué no puedo dejar de decir que te amo?
P.D.6: La última vez; ¡TE AMO!
Si
te he fallado te pido perdón, de la única forma que
sé:
Abriendo las puertas de mi corazón, para cuando
decidas volver.
Porque nunca habrá nadie que pueda llenar
el vacío que dejaste en mí.
Has
cambiado mi vida, me has hecho crecer:
es que no soy el mismo de
ayer.
Un
día es un siglo sin ti...
Hola
n.n Seeeh, el chap de hoy lo subí temprano puesto que hoy tengo clases
desde las 6 hasta las 20:15... y cuando vuelva, debo estudiar para
mañana X.x ... Dios... ¡QUIERO VACACIONES! xDDD (Y eso que hace menos
de un mes estaba de vacaciones xD)... En fin, este capítulo me gustó "algo"... xD
Como mañana es viernes, mañana responderé los reviews... Os quiero un montón; gracias por los reviews... Son maravillosos.
Atte. Agatha Black Malfoy.
