Que te quedaras conmigo una vida entera, que contigo adiós invierno

solo primavera. Que las olas son de magia y no de agua salada,
yo te creo todo y tú no me das nada… tú no me das nada.
Que si sigo tu camino llegaré hasta el cielo, tú me mientes

en la cara y yo me vuelve ciego.
Yo me trago tus palabras y tú juegas un juego,
y me brilla el mundo cuando dices luego,
cuando dices luego.

Sintió el agua correr por su cuerpo; por lo menos algo de paz le brindaba a su cansino corazón. ¿Cómo era posible que aquel ser que ella idealizaba fuera tan desalmado?...

Más aún; ¿cómo era posible que ella, la estudiante más brillante de la escuela, fuera tan estúpida como para haberse enamorado perdidamente de él?

Le hubiese encantado haberle creído cada palabra, cada coma, cada punto de la carta que Draco le había enviado; pero creía conocerlo demasiado como para fiarse ciegamente. Después de todo; lo había visto con Parkinson, había visto desprecio en su mirada también.

Aún así, le parecía imposible quitárselo de la mente, cuerpo y corazón… Pero tenía decidido hacerlo de alguna u otra forma.

Cuando hubo terminado su baño, alcanzó la toalla más cercana y comenzó a alistarse para, la que seguro, sería la peor navidad de su vida. Escogió unos pantalones negros, combinados con una chaquetilla negra también; no tenía ganar siquiera de darle colorido a su vestimenta. Quería representar de pies a cabezas como se sentía: de luto. Uno de los motivos era lo sucedido en la mañana; el otro, el motivo por el cual Draco había ido a pasar las fiestas a su casa.

-¡Herms!- gritó Ron a sus espaldas, mientras trataba desayunar desganadamente en el Gran Comedor, sin aún haber comido nada.

La aludida volteó, encontrándose con un alegre pelirrojo y un examinador moreno.

-Hola, Ron…- dijo casi en susurro. Ni siquiera fuerzas para hablar le quedaban. El Weasley, se acercó temerosamente, para luego brindarle un tímido beso en los labios.

El antes vigilante moreno, se impactó ante aquella acción. Y más aún, viendo que Hermione ni siquiera chistaba.

-Eh… ¿Me he perdido de algo?- preguntó Harry, mirando preocupadamente a Hermione.

La chica lo miró con expresión neutra, mientras que a Ron se le subían todos los colores; pareciendo un verdadero arcoiris.

-Lo que debía de pasar nada más, Harry.- respondió Ron, mientras el aludido miraba sorprendidamente y asentía forzando una sonrisa.

Si bien, Harry sabía que Ron amaba como a nadie a Hermione; sabía que su amiga no le correspondía. Y eso, lo hacía dudar de cómo terminarían las cosas a futuro.

Después de comer silenciosamente, cada uno sumido en sus propios pensamientos, Ron zanjó el silencio:

-¿Herms?- le preguntó, intentando llamar la atención de la muchacha, que en todo el rato, no había probado ningún bocado. -¿Te gustó el regalo?-

La Gryffindor sonrió tristemente.

-¿Ron?- preguntó ella ahora. –Están realmente preciosos. Pero, ¿nunca te habías dado cuenta de que yo no uso pendientes?-

Innatamente, tanto Harry como Ron miraron las orejas de Hermione, encontrándose efectivamente, sin perforaciones. Hermione pudo notar como Ron tragaba saliva, mientras sus orejas se enrojecían.

-Eh…- comenzó a decir, intentando buscar una buena excusa. "¡Diablos!... ¿Cómo no me había dado cuenta?". -¡Por eso mismo, Herms!... Amor, ¿cómo crees que yo no notaría algo así?- mintió, mientras le daba un beso en la mejilla. –Es para que comiences a usarlo. Digo, Ginny conoce el hechizo para perforar. Así que, si quieres, esta misma tarde le podemos pedir que te haga perforaciones para que los uses.-

Hermione asintió sin ganas; los pendientes de Ron eran hermosos, pero no le interesaba en lo absoluto seguir una moda. Ella era así, sin tatuajes ni pendientes, ni tampoco el cabello de color rosa o verde; ella era Hermione Granger, tal y cual estaba.

El silencio cayó nuevamente; a excepción por el molesto sonido que emitía Ron al beber jugo de calabazas para no atorarse con la comida.

-¿Hermione?... ¿Ningún regalo en especial?. ¿Algo fuera de lo común?- le preguntó Harry, mirándola inquisitivamente.

"Ok. Harry es el chico súper maravilla, pero… ¿ahora es vidente?."

-No, ninguno.- mintió, aún perdida en su plato, que cada vez perdía más alimentos gracias al chico pelirrojo que tenía al lado.

-¿Segura?- insistió el chico de ojos verdes.

Lo miró desafiante; si quería decir que sabía sobre el regalo de cierto Slytherin, que lo dijera de una vez y no anduviera jugando a los espías y ladrones. ¿Cuán molestoso podía ser Harry en momentos como aquellos?. A ella siempre le cuestionaban sobre su modo de ser: siempre queriendo obrar correctamente, sin quebrantar ninguna ley. Aún así, sus amigos no la obedecían. Pero cuando Harry decía algo, todo el mundo lo oía a oídos sordos. Inclusive ella también; ¿Por qué haberle creído todo lo que decía de Malfoy, sin siquiera darle una oportunidad a él de defenderse?.

"Porque, Hermione, él te mintió."

Cuando dices siento, siento que eres todo.
Cuando dices vida yo estaré contigo,
tomas de mi mano y por dentro lloro.
Aunque sea mentira me hace sentir vivo,
aunque es falso el aire siente que respiro.

Mientes tan bien, que me sabe a verdad todo lo que me das,
y ya te estoy amando.
Mientes tan bien,
que he llegado a imaginar que en mi amor llenas tu piel,
y aunque todo es de papel… mientes tan bien.

-¿Sabes, Harry?- le decía, ya harta de esa acusadora mirada que tenía en ella. –Si quieres decir algo… ¡Dilo!. ¡Odio cuando te comportas así, intentado ser un caza misterios.-

-No es para que te pongas así, Hermione.- le reprochó. –Sólo… me parecía curioso; hoy en la mañana, mientras Ron tomaba un baño, me fue a visitar Dobby. Ya sabes; para entregarme un calcetín y contarme algunas cosas…- remató, volviendo a intimidarla y hartarla con esa mirada acusadora.

-¿Qge tge cgongtó?-

-¡Dios, Ron!... No se te entiende nada.- se contuvo de decirle alguna pesadez, puesto que ya estaba harta de oírlo comer. Luego, se volteó hacia Harry. –Mira, Harry. Ya te lo dije; si tienes algo que decirme, ¡hazlo! Y déjate de tus rodeos.-

-No, Herms. Solo quería que me lo contaras tú…-

-¿Qué te sucede, Draco?-

El aludido, quitó su vista de la ventana. Iba mirando el paisaje, mientras la limusina se dirigía a la mansión. Iba admirando cada metro de pasto y tierra, cada animalejo que encontrara en su camino… ¿Desde cuando lo hacía?. No sabía; solo lo hacía cuando era un niño, que añoraba que su hogar tuviese aquellos interminables árboles rodeados de aquellos caballos que corrían felices y libres por los montes.

-¿Qué te hizo la lunática esa?- volvió a preguntar Blaise; y Draco, sin siquiera saber por qué, se molestó al oír como su amigo llamaba a aquella rubicunda que lo había serenado.

-Su nombre es Luna, ¿de acuerdo?- le espetó, mientras que Pansy y Blaise lo miraban extrañados. –Y no me hizo nada. Sólo… conversamos y punto.-

Nadie habló durante el resto del viaje; Draco porque quería observar el tranquilo paisaje que tenía en frente, y sus amigos, por temor a éste, que al final de su última frase había denotado molestia. Y, Draco Malfoy molesto, era de temer.

En la cima de una oscura, pero enorme, colina se encontraba una casona de ladrillos. Pero no eran los típicos ladrillos rojizos, no. Eran color gris, mientras que estaba cercada por altísimos barrotes de acero pintados negros, los cuales en la cima tenían una filuda punta. De lejos, tenía la similitud a un castillo de la época medieval; pero a medida que se acercaban, dejaba relucir una casona de tres pisos, elegante y costosa… La Mansión Malfoy.

Cualquiera que no la conociera, se imaginaría que la casa de un Malfoy estaría llena de lujos y cosas de las más modernas (aunque claro, nada muggle). Pero no era así; el alrededor de la casa se alejaba mucho de aquellas suposiciones: estaba rodeada por un arcaico herbaje sin cuidar, en el cual no habitaba ni siquiera la más mínima flor. Un poco más distante había un pequeño lago, el cual, seguramente, no era apto para bañar debido a lo mohoso que estaba. Todo parecía muerto; inclusive los dueños de aquella mansión.

-Draco.- saludó su padre, sin siquiera mostrar un dejo de aprecio hacia su único hijo. –Pansy, Blaise.- siguió, haciendo un ademán con la dorada cabellera.

¡Cómo odiaba a ese hombre que se hacía llamar padre!. Para Draco, un padre no era quien engendraba. No, un padre era aquel que enseñaba buenos principios; aquel que enseñaba que una sonrisa valía más que mil palabras; aquel que enseñaba a no temer a la oscuridad; aquel que daba amor… Pero, Lucius Malfoy nunca había tenido alguno de esos detalles con su propio hijo.

Se tiró a su fría cama; la cual era lo bastante grande como para que varios elfos durmieran en ella, pero a la vez tan fría como el corazón de sus padres.

"…Granger…"

Hubiese dado hasta su vida por sentir aquel calor que ella le dejaba cada noche que compartían juntos. Necesitaba tanto ese calor ahora…

-Weasley…- susurró lleno de ira; comenzando a sentir calor. Aunque claro, no era el calor que había estado deseando hace un momento. No. Ese calor se debía al imaginárselos juntos; y sobre todo, a Weasley viendo aquellas características que Draco pensaba, que era el único que conocía.

"Ayer le pidió que fuera su novia y ella aceptó"

Recordó las palabras que Luna le había confesado en el tren; y maldijo a Hermione y a todos sus ancestros.

Cuando dices siento, siento que eres todo.
Cuando dices vida yo estaré contigo,
tomas de mi mano y por dentro lloro.
Aunque sea mentira me hace sentir vivo,
aunque es falso el aire siente que respiro.

¿Cómo lo había olvidado tan rápido?... Después de todo, no veía el por qué Luna le mentiría; creyó que ella no tendría necesidad de hacerlo, aún cuando fuera algo más que amiga de Potter.

Luna, Luna, Luna… No sabía por qué, pero, aunque no hubiesen pasado más de dos horas, necesitaba escribirle. Así, se quitaría unas cuantas dudas de su cabeza. Hurgó entre sus pensamientos, tomando lo necesario para comenzar a escribir.

Cuando hubo terminado, llamó con un pequeño y elegante silbido a su lechuza, la cual a los segundos comenzaba a hacer su recorrido por los aires.

-¿Le habrá gustado el regalo?- pensó, meditando aún sobre la castaña.

-¿A quién, hijo?-

Draco se incorporó al lado de su cama, súbitamente del susto. Su padre se encontraba en la entrada de su habitación, observándolo con desprecio como siempre.

-Eh… A mi madre. ¿Sabes si le gustó el vestido de París que le regalé?- mintió.

-¿Desde cuando acá tan interesado en tu madre, Draco?- ni siquiera le dio tiempo para responder, cuando él volvía a tomar la palabra. –Lamentablemente para ti, ya tenía ese vestido en su colección. Pero en fin, no he venido para charlar sobre vestidos contigo. Creo que es hora…-

"¿Hora?"… Pensó, esperando que su padre terminara la frase. "¿Hora de comer, dormir, morir?... ¡Habla ya, imbécil". ¡Cuánto le hubiese gritado a viva voz sus pensamientos!.

-…Es hora, hijo mío, que te comiences a preparar para ser un verdadero hombre.-

Draco esperaba que no se refiriera a ese "que te hagas hombres" que la gente solía considerar; puesto que él se había hecho hombre hacia mucho tiempo ya, al mismo tiempo que aprendía por primera vez a amar.

-Es tiempo que comiencen a emprender tu futuro, a seguir mis pasos y ser tan exitoso y respetado como yo, Draco…-

"¡No!"… Aunque sus cuerdas vocales no emitieron ningún sonido, sentía como su voz se quebraba. Su blanquecina piel empalideció aún más, mientras que sus grises ojos comenzaban a dilatarse.

Si bien su padre mantenía aquel inexpresivo rostro; Draco muy bien podía ver aquel brillo de maldad y superioridad que sus ojos acentuaban aún más.

-¿Herms?-

La chica miró los azules ojos que la cuestionaban.

-¿Qué te sucede?- preguntó Ron.

-Nada.- mintió. –Solo… extraño a mis padres.- volvió a mentir.

Si bien extrañaba algo, no eran sus padres. Eran los besos de una persona que le podían hacer perder toda la cordura que tenía; aquella forma de llamarla que solo una persona podía emitir con su fría voz, y aún así, hacer estremecer hasta el último recóndito de su cuerpo; extrañaba a Draco, Draco Malfoy, su mayor pesadilla y tortura.

¿Es que acaso así de masoquista era?.

Sintió como los brazos de Ron la rodeaban, estrechándola en un cálido abrazo. Por lo menos, cálido para él. Si bien Hermione quería a Ron, sus abrazos o sus besos, hasta sus palabras, no surgían ningún efecto en ella. Bueno, ningún efecto que el pelirrojo quisiera.

-¿Herms?-

¡Hasta eso la hartaba!... ¿Es que Ron no podía ser más valiente y preguntar de una vez sin pedirle permiso?. No, definitivamente él no podía. No era como aquel rubio muchacho que no pedía; él exigía.

"¡Merlín, qué masoquista soy!... Me gusta sufrir y que me ordenen!"

Pero, ¿le gustaría que cualquiera le ordenara qué hacer?... ¿Le gustaría acaso sufrir por cualquier pelafustán?... Seguramente no; lo más probable es que fuese uno solo.

-¿Si, Ron?-

-No sabes lo feliz que me haces…- comenzaba a sincerarse, mientras miraba el escarchado lago que tenía enfrente. –Ayer fue el día más feliz de mi vida.- Hermione sentía caer una lágrima, que seguramente, Ron tomaría como de felicidad. Pero, la castaña estaba segurísima que era por nostalgia y despecho; por no tener a su lado, y diciéndole aquellas palabras al Slytherin que tanto anhelaba. –Nunca… Y óyeme bien, Hermione Jane Granger. Nunca nadie te separará de mí.-

Mientes tan bien,
que me sabe a verdad todo lo que me das,
y ya te estoy amando.
Mientes tan bien,
que he llegado a imaginar que en mi amor llenas tu piel,
y aunque todo es de papel…
mientes tan bien.

Si bien sabía que algún día ese momento llegaría; las palabras de su padre lo habían dejado sin aliento, siquiera.

Su padre le había permitido pasar todo el día en su habitación; para así alistarse cuando el momento llegara. Ni siquiera había pensado en sus dos amigos que tenía como huéspedes. No… su mente solo daba para pensar una cosa. En realidad, dos. Lo que su padre le había dicho y lo que ello condescendía en su situación con Granger.

Ya era de noche, lo que anunciaba que su compromiso con Pansy tomaría lugar en el menor tiempo pensado. Pero él se vestía maquinalmente, como si hubiese estado programado para aquello.

Tan solo le faltaba engominarse el cabello, tal y como su padre ordenaba (Draco no ponía objeción, ya que únicamente no lo hacía con Hermione, dado que sabía que a ella le encantaba), cuando una sombra en la ventana llamó su atención.

-¡Luna!- exclamó excitado por la lechuza negra que se posaba en la ventana, picoteándola para entrar y escapar de los copones de nieve que caían sin clamor.

Torpemente abrió la ventana, dejando entrar a un indignado pajarraco, que ululaba enfadado al no recibir siquiera una caricia como recompensa.

Estimado Draco:

Me sorprendió haber recibido una carta tuya tan luego; pero te comprendo… el amor no tiene paciencia, ¿cierto?. La verdad, es que esperaba haberla recibido antes; pero asumo que vives lejos y te tomó tiempo escribirla.

¿Estás conciente de los problemas que me traería si te cuento lo que me pides?... Aún así, creo en tu amor ciegamente. Pero recuerda que debes ser paciente y calmado: la violencia no lleva a ningún sitio; si no, pregúntale a tu padre si es feliz.

Como ya te dije en el tren; Hermione solo ama a una persona, y esa, eres tú. Pero comprende que como se enteró de lo tuyo con Parkinson fue de la peor manera… Lo que ella está haciendo es despecho; y quizás es por lástima también, más que mal, Ronald es uno de sus mejores amigos. Pero créeme; solo lo ve como su amigo. O, ¿acaso crees que sus ojos brillan cuando lo ve, como cuando brillaban cuando te veía a ti?... Te aseguro que no; y creo que estoy en lo correcto.

Siento que intervenir en este asunto no está bien; pero a la vez sé que estoy obrando de buena manera. Por tú bien, por el de Hermione y el de Ron. Más que mal, Ron está siendo parte del cruel juego que ustedes dos empezaron. Sé que me debes estar maldiciendo por lo que dije, pero es verdad. Por un momento ponte en su lugar… ¡No, Draco!... Nada es imposible; si no piensa en lo tuyo con Hermione; esa relación no se la creería nadie que no los haya visto en algo comprometedor, ¿no?.

Me parece curioso, y muy gracioso además, que te hallas tomado en serio lo que Ron te dijo esa noche…

Yo también conozco la mancha de nacimiento de Hermione, y sé que le da cosquillas que le acaricien la columna. Y que yo sepa… aún no he tenido alguna relación más allá de amistad con ella, ¿no?. O por lo menos, no lo recuerdo.

Pero si tengo aún en la mente el verano; en el cual noté aquella mancha mientras tomábamos sol. Y lo de las cosquillas… Bueno, recuerda que son muy amigos Hermione, Harry y Ron, y no dudo que más de alguna vez hayan jugado a hacerse cosquillas. ¡Vamos! Tú conoces a Hermione, es una niña en cuerpo de mujer…

Lo único que te puedo aconsejar, Draco, es que termines de una vez la farsa que llevas a tus hombros… Termina de una vez ese ridículo compromiso con Parkinson.

Afectuosamente…..

Tu amiga, Luna Lovegood.

PD: Como vi que te agradan los post data, te escribiré algunos.

PD2: ¡Feliz Navidad!

PD3: Me debes un regalo: más que mal, hoy es navidad y desde hoy soy tu amiga, ¿no?.

Mientes tan bien, que me sabe a verdad todo lo que me das,
y ya te estoy amando.
Mientes tan bien, que he llegado a imaginar que en mi amor llenas tu piel,
y aunque todo es de papel… mientes tan bien.
Mientes tan bien,
y aunque todo es de papel, mientes…

Lo sé