Mira
en mis ojos; y verás, que siento por ti.
Explora en tu ser;
me hallarás, no buscarás más.
Dime que
sientes mi calor, y que correspondes mi amor.
Sabes que sí;
todo lo que hago, lo hago por ti.
-¡GRANGER!- vociferaba Draco a medida que salía del despacho de, una ya de pie, Mcgonagall.
Pero nada. Era como si la tierra se la hubiese tragado; ya no ni siquiera su fragancia a vainillina se podía sentir. Aquella fragancia que sintió al tan solo abrir la puerta del despacho cuando entró, pero que había creído que había sido otra de sus fantasías tan recurrentes que se le presentaban.
Siguió indagando, mientras tomaba la decisión de qué camino seguir en busca de su amada muchacha; pero unas manos que lo empujaban lo sacó de sus pensamientos.
-¡Draco, por fin te encuentro a solas!-
-¿Luna?- preguntó, ya que la chica lo había llevado a empujones a un aula vacía y completamente a oscuras.
-Lumos…- susurró la pequeña muchacha. Draco comprobó sus suposiciones al ver como Luna Lovegood se presentaba ante él, manteniendo su varita en alto. –Sí, Draco. ¡Merlín!... ¿Por qué no respondiste mis cartas?-
-Simplemente no pude.-
-¿Tú padre te lo prohibió?... ¿Ya… ya…?- dudó un momento. -¿Ya eres un mortífago?-
Al muchacho se le paralizó el corazón inminentemente. ¿Es que acaso aquella muchacha no paraba de darle sorpresas?...
-¿Quién te lo dijo?- le espetó duramente.
-No era necesario que alguien me lo dijera, Draco. Recuerda que debes saber mirar más allá de lo que las acciones demuestran… O de lo que tus ojos se limitan a ver.- le dijo preocupadamente; no por su frase, si no que porque confirmaba sus sospechas sobre su amigo. -¿Alguien de tu familia tiene alguna lechuza pequeña color gris con negro?-
-¿Qué?- le preguntó con consternación. "¿Para qué demonios me trae acá para hablar de pájaros?"
-¡Dime!-
-Eh… Sí, creo que mi padre tiene un ave de ese color.-
-¡Dios!- exclamó Luna, llevando una de sus manos a su corazón. Sí, había confirmado sus más temidos pensamientos.
-¿Qué sucede?-
-¡No, no, no!- decía la chica, mientras se llevaba ambas manos a la cabeza, intentando encontrar alguna solución.
-¡Pero dime pues, Luna!- le reprochó Draco, mientras la tomaba por los brazos para ponerla frente a él.
-¡ES RON!... ¡Ron se ha estado escribiendo con tu padre desde hace un tiempo!- le decía. -¡Y todo ha sido mi culpa!-
-¿CÓMO QUE TU CULPA?- le gritaba, mientras la zamarreaba.
-¡SÍ!... ¡Probablemente se enteró de la fatídica ruptura de Hermione con Ron por las cartas que yo te enviaba!... ¡Y quizás aprovechó el despecho de Ron para congraciarse con él y utilizarlo para alguno de sus planes!...-
-¡Hijo de…!- era ahora el rubicundo quien se tomaba la cabeza; intentando asimilar toda la información que su pequeña amiga le estaba proporcionando, mientras le contaba todo lo acontecido entre la castaña y el pelirrojo durante su ausencia.
-¡LO VOY A MATAR!- gritó Draco, luego de oír que Ron había sido el causante de los moretones de Hermione, aunque claro, no de los recientes, ya que la castaña no se lo había comentado a nadie. Pero al Slytherin no le costó asimilar las contusiones de ahora; ya que si lo había hecho una vez, probablemente lo había hecho de nuevo.
-¡No, Draco, espera!- suplicaba Luna, mientras detenía con su escuálido cuerpo al rubicundo que pretendía salir del salón. -¿Qué ganas con eso?... ¿Qué tu padre se entere de que sabemos todo?. ¡NO!... Ahora, necesito que me cuentes todo lo que programaste tú para el baile.-
-¿Y para qué?- le preguntó, ya más calmado, aunque sentía hervir la sangre de ira aún.
-Porque encontré un pedazo de pergamino de las cartas… En el cual citaba que en el Baile Ron recibiría su recompensa.-
-¡No lo sé, Luna!... ¡No lo sé!...- le reprochó nerviosamente. -¡Mi padre fue el que organizó todo!... ¡Era él el que le enviaba a Mcgonagall las lechuzas, no yo!. ¡Si no pude recibir ninguna carta!... ¡Todo este mes estuve con Blaise en un calabozo!... ¡Y solo salíamos para recibir azotes, que eran parte del entrenamiento!... ¡Si ni siquiera aún soy un mortífago hecho y derecho, estoy en pleno aprendizaje!.- finalizó, mientras la chica ahogaba un grito.
-Entonces debemos ir a contárselo todo a Dumbledore…-
-¡NO!...- le negó Draco furibundo. -¿QUÉ NO ENTIENDES?... ¡SI ALGO NO LLEGA A SALIR COMO LUCIUS LO TIENE PLANEADO… MATARÁ A GRANGER!... ¡ÉL ME LO DIJO!.- le espetó, dudando si contarle lo que su padre le había encargado hacer para aquella noche de febrero que pronto se acercaba.
Ya tan solo quedaba unas horas para el tan esperado baile. Después de aquella declaración que Draco le había hecho, ambos optaron por mantener silencio. Sí, era mejor no contárselo ni siquiera a Harry; después de todo, seguramente él iría corriendo a contárselo al director… Y si algo llegaba a salir mal, sería Hermione la que sufriría las consecuencias.
Pero claro, obviamente, ambos también habían llegado al acuerdo de mantener vigilados siempre a Ron y a Hermione. Por un lado, Luna se encargaba de mantenerlo bajo su mirada. Y cuando no podía, le pedía a Harry que lo hiciera "para ver si hace algo extraño" como excusa. Mientras, gracias a que Dumbledore lo había librado de sus asuntos escolares, Draco vigilaba escondidamente a la castaña; la cual, solía pasar la mayoría de su tiempo en su recámara. Sí; inocentemente se lo había preguntado a una chica de primero, quien no dudó en responderle por temor. Pero él siempre estaba ahí; escondido en un lugar en el que pudiera tener una vista clara para saber quien entraba y salía por el retrato de la Sra. Gorda.
Mira
en mis ojos; y sabrás que nada te ocultan.
Soy como tú
ves.
Tómame quisiera poder, poderte lograr.
Dime que
sientes mi calor.
Nada quiero más que tu amor.
Sabes que
sí; todo lo que hago, lo hago por ti.
Hermione se encontraba en su habitación, mientras que Parvati y Lavender la animaban para que se colocara su disfraz.
-¡Vamos, Herms!... ¡Es precioso!-
-Lav tiene razón. ¡Serás la envidia de esta noche!- decía Parvati, intentando, sin resultados óptimos, que la Premio Anual comenzara a alistarse.
-Chicas, en serio… Vayan a arreglarse ustedes; yo luego me pondré mi disfraz. Si total, quedan dos horas aún.- les decía.
Después de un rato negándose, y asegurándoles que si no comenzaban a prepararse ahora no serían las más bellas de la noche, las chicas tomaron el consejo de Hermione, y comenzaron con sus preparativos.
No era que la castaña no tuviese deseos de ir; después de todo, ella había sido parte de la organización y quería estar presente. Pero el tan solo saber que pasaría toda la velada junto a Draco Malfoy, la atemorizaba. ¿Y si tenían que bailar?... ¿Y si él quería besarla?... ¿Y si quería llevársela a su recámara?.
"O peor aún… ¿Si me ignora?"
No. Ella se encargaría de que no la ignorara; por lo que rápidamente se levantó y comenzó a alistarse también, pidiéndole ayuda a sus dos amigas.
Caminaba impacientemente de un una esquina de la habitación hacia la otra, sin desviar la ruta que había marcado con sus lujosos zapatos.
-¡Diablos, Draco, me mareas!-
-¡No molestes, Blaise!... ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?- le reprochó mirándolo directamente, pero sin dejar de hacer su monótono recorrido.
-No es que esté tranquilo… Pero, es lo que tengo que hacer. Tu padre me lo advirtió: tu lealtad hacia el Señor de las Tinieblas o la vida de Pansy…-
-Lo sé, lo sé…- le recriminó perturbado, puesto que él tenía la misma advertencia, pero con Hermione claro. -¿Pero no crees que nuestros trajes llaman demasiado la atención?-
-Puede ser, pero quizás varios sangres suc… Digo, hijos de no magos...- se retractó al ver que el rubicundo lo amenazaba con la mirada.-Han visto la película. Y después de todo¿quién en la escuela no sabía que terminaríamos siendo mortífagos?-
Draco acertaba; sus trajes, si bien no tenían nada especial, llamaban mucho la atención. Iban vestidos con un traje anchísimo de color negro; el mismísimo traje que usaban los mortífagos. Mientras que con una blanca máscara, que tenía la expresión de un fantasma gritando, se cubrían los rostros.
-Tienes razón.- aprobó el muchacho que ya había cesado su vaivén en el cuarto. -¿Dónde llevarás oculta la máscara?-
-La llevaré puesta, pero encima me pondré la del disfraz. Si la escondo en algún otro lugar de mi traje, corro el riesgo de que se me caiga. ¿Te imaginas?... ¡Todos se espantarían!.-
-Buen punto… Creo que haré lo mismo.- dijo, mientras miraba el reloj en forma de serpiente que colgaba de la pared. –Vamos, Zabini. Es hora de matar a Potter.-
Hermione se dirigía velozmente hacia el despacho de la profesora Mcgonagall, ignorando las miradas masculinas que se volteaban a verla.
Sí, se había arreglado bastante, quizás exageradamente. Pero no era para cualquiera; era solo para él. Parvati la había maquillado recargadamente rojo en los párpados y los labios; mientras que Lavender había tomado su cabello con unas pinzas, pero dejando caer unos cuantos mechones libremente. Iba con un vestido de seda blanco muy ceñido, que dejaba ver un gran escote, y por supuesto, sus larguísimas y delgadas piernas. En su espalda, un par de alas blancas con manchas rojas caían descuidadamente, como si hubiese sufrido la peor de las batallas. Se había puesto unos zapatos, con un poco de taco, color blanco también. Pero lo que más llamaba la atención era su pecho: en el lado izquierdo, a la altura del corazón, se encontraba la punta de una flecha, que a su alrededor tenía manchas rojas, asimiladas a sangre. Y, por la parte de atrás, en lugar de las alas (que se encontraban alicaídas), se encontraba el resto del cuerpo de la flecha.
Draco sintió que el aire le faltaba para recuperar el aliento perdido al verla entrar. No sabía si estaba soñando, si era una pesadilla o era la triste pero hermosa realidad. Hermione, su Hermione, no se había disfrazado. No. Se veía tal cual verdaderamente era: un ángel herido por la crueldad del amor.
-¡Vaya, señorita Granger, luce muy bella esta noche!- exclamaba el director de la escuela: Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.
-Gracias…- respondió modestamente mientras sus mejillas se sonrojaban, sintiéndose incómoda ante la atosigadora mirada de los profesores, especialmente, de Severus Snape.
Miró de reojo donde se encontraba la persona que quería ver; y tuvo que reprimir su asombro al ver el atuendo del Slytherin. Si bien le causaba temor por el traje y la máscara, aún así le parecía una hermosura caída del mismísimo cielo.
-De acuerdo, creo que estamos todos.- dijo Dumbledore, mientras miraba a cada uno de los presentes, confirmando que no faltara nadie. –Hoy es la gran noche; que gracias a nuestros dos premios anuales, es posible.-
Los profesores irrumpieron en un silencioso aplauso; pero que sentían que los chicos verdaderamente se merecían.
-Bien, que sea lo que Merlín quiera… ¡Vamos a disfrutar!-
El Gran Comedor estaba irreconocible. Las mesas, que solo hacía unas horas (para la cena) se encontraban ahí, ya no estaban. El vejete director había puesto como hora de inicio del baile la medianoche; ya que así se celebraría el día adecuado, pudiendo calmar un poco de los reclamos del cuerpo estudiantil femenino. Hermione había decidido decorar el lugar poniendo el piso y las murallas color negro, para que así, cuando el evento se volviera más romántico y las luces bajaran su intensidad, el reflejo de la luna iluminara el lugar. De las paredes, en vez de globos colgaban corazones que suspiraban, y otros tantos, estaban partidos por la mitad. Unas cándidas velas rojas iluminaban el lugar, mientras que unos mesones que agarrotaban en las esquinas para ofrecer todo tipo de bebidas; exceptuando las alcohólicas, obviamente.
El lugar estaba plagado de alumnos, quienes hablaban emocionadamente comentando los trajes que sus compañeros llevaban: se podían ver princesas, príncipes, vampiros, cupidos, sirenas, animales, egipcios… ¡Hasta William Shakespeare representado por Neville Longbottom!
Un poco más apartados se encontraban los miembros del Ministerio de Magia, quienes estaban sorprendidos por tal esplendoroso lugar y los tan emocionados muchachos.
-¡Luna!... ¿Dónde estabas?- le preguntó a la alegre cíngara que llegaba agitadamente, un elegante Harry que iba vestido como un caballero medieval.
-¡Harry, mira!- le dijo, indicándole con el dedo índice hacia donde se encontraba un muchacho vestido de negro con una máscara blanca.
-¡Qué poco original es Zabini!... ¡Malfoy anda vestido igual!-
-¡No, Harry!... ¡Ese no es Blaise, es Ron!- le dijo, para luego indicarle hacia donde se encontraba un solitario muchacho vestido igual. -¡Ese es el amigo de Malfoy!-
Rápidamente, Hermione se acercó a Arthur Weasley, que, como miembro del comité del Ministerio, se encontraba ahí.
-¡Hermione, querida!... ¡Que linda te ves!-
-Gracias, señor Weasley. Usted se ve…- ¿Qué podía decirle si el hombre iba vestido como normalmente se vestía un… muggle de centro América?. -…Encantador.-
-¿Tú crees?- le preguntó, a lo cual, falsamente la chica asintió. Definitivamente aquel atuendo caribeño no iba con el patriarca de los pelirrojos. –Pues, eres la primera que me lo dice.-
-¿Ha visto a Ron?- cambió de tema, puesto que no quería seguir adulándolo cínicamente.
-No. Pero algo extraño pasa con él; Ginny nos contó que ni siquiera le habla, y tampoco ha respondido las cartas que Molly le ha enviado… ¿Tú no sabes nada, Hermione?-
-No.- mintió. -¿Me disculpa?... Tengo que ir a verificar que todo ande bien.- falseó otra vez, escapando del papá de Ron.
Harry y Luna estaban inquietos hurgando por el salón: solo veían a dos de los enmascarados muchachos. Pero era una pérdida de tiempo seguir buscándolo, puesto que la escasa luz que había, y el oscuro atuendo que llevaba, no les favorecían en lo absoluto.
-Luna, tú quédate aquí que yo iré a buscar a Ron…-
-Harry…- lo llamó antes de que se alejara, a lo cual el muchacho retornó junto a ella. –Llevas tu varita¿cierto?-
-Eh… La perdí. Cuando fui a bañarme, la dejé con mis pertenencias y cuando salí ya no estaba.-
-Las cosas ya están comenzando a ponerse extrañas. Toma.- le dijo mientras le extendía su varita. –Lleva la mía… Probablemente la necesitarás.-
-¡Por ningún motivo, Luna!- le espetó devolviéndosela. –Tú corres tanto peligro como yo.-
-Pero…-
-¡Pero nada!... Con esto me será suficiente.- le dijo, para luego, juntar sus labios con el de la muchacha en un cándido y tierno beso.
No. Era mejor no interrumpir aquella hermosa escena que protagonizaban Harry y Luna. Giró sus tobillos; en busca de algún conocido que no estuviera tan ocupado como para hacerle compañía. Después de esa pequeña plática que había sostenido con el señor Weasley, se había marchado dispuesta a reunirse con Draco y aclarar todo de una vez por todas. Decirle cuánto lo necesitaba y cuánto lo amaba… Decirle tantas cosas que ciertos malentendidos no dejaron que fluyeran en su momento adecuado. Pero no; tampoco lo había encontrado.
Miró por los ventanales; una inmensa luna lucía extraña, puesto que en vez de estar blanca y radiante, tenía un color rojizo. Clavó su vista en la entrada del salón, intentando buscar compañía… Compañía que sintió repentinamente.
-¿Malfoy?- preguntó a un muchacho vestido de negro con una máscara blanca, al cual no le podía ver los ojos, puesto que estaba hacia la ventana, haciendo que la luz de la luna brillara a sus espaldas, encandilándola a ella. –Necesito hablar contigo…- le dijo, mientras sentía como su corazón palpitaba fieramente.
Pero su Draco no le respondió, si no que le tendió una mano, dispuesto a que ella la tomara. Y así lo hizo, mientras el encapuchado la llevaba fuera del lugar donde se realizaba el baile. Aunque no estaba muy segura; en ese momento confió ciegamente en él. Después de todo, aquello era por lo que rezaba cada día; que él la tomara y la hiciera suya como tantas veces atrás lo había hecho. Lo seguía; y si era necesario, lo haría hasta el fin del mundo. Pero no, en ese momento subían y subían escaleras. Muy bien sabía dónde la llevaba su adorado príncipe de plata: sí, a la sala común de los Premios Anuales.
Cuando llegaron al retrato que vigilaba la sala, Draco la puso frente a éste y la abrazó por la espalda.
-Oman taivaan tänne loin- susurró la contraseña Hermione, a lo cual el retrato les dejo libre el paso a los dos amantes, que se anhelaban más que nunca.
A medida que se adentraban al lugar, el Slytherin comenzaba a desvestir afanosamente a su ángel caído del cielo. ¡Dios, la muchacha era una hermosura de ensueño!
Primero le soltó su cabello, para que cayera libremente por aquel cuerpo que carecía ya de las alas que antes tenía, mientras que comenzaba a quitarle el blanquecino vestido.
Para no perder tiempo, puesto que como anfitriones del baile debían volver, Hermione comenzó a desvestir al muchacho también, comenzando por su negra túnica.
Pero las ansias del muchacho sobrepasaban cualquier límite; Hermione solo se encontraba en ropa interior. Para poder ver a la luz de la chimenea, el rostro angelical de Draco, la castaña llevó una de sus manos a la máscara del chico, el cual la detuvo con un manotazo.
-¡Vamos, Malfoy!... ¡Quítate esa cosa horrible!-
-Error: no soy Malfoy, sangre sucia…- le dijo, mientras él mismo se desprendía de la careta.
No
hay amor como tú, ni otro que te ame así.
No hay
lugar si tu no estas;
donde quisiera estar yo, sigo al
corazón.
Dime que tú sientes mi calor,
nada
quiero más que tu amor.
Y el luchar por ti, sufrir por
ti.
Lo haría así o morir por ti…
Sabes que sí;
todo lo que hago, lo hago por ti.
¡Merlín!... Ya terminé el penúltimo capítulo! Al fin! Me salieron 15 páginas word O.o ... Bastante en realidad :P Y ahora, estoy terminando el último U.u Les cuento: éste capítulo es el antepenúlitmo... por lo que, SOLO QUEDAN DOS! n.n ... Así que, mañana se acabará todo... O pasado xD.. En realidad, trataré de terminar el último hoy, pero si no... Mañana será :)... Y si lo acabo, mañana publico los dos últimos n.n... Y por supuesto, los reviews finales... (que, creo, serán más largos que nunca xD)...
No saben lo agradecida que estoy por sus hermosas palabras... De verdad... uds son unos ángeles caídos del cielo!
Os quiero un montón...
Atte. Agatha Black Malfoy
