Titulo: Harry Potter y la villa amurallada.

Autora: MiRuG

Summary: Harry Potter, nuestro querido héroe, se despierta un día encima de hierba húmeda, delante de una gran muralla. ¿Cómo reaccionara al enterarse que estará mas de diez años en aquel lugar? ¿Y que no puede contactar con sus amigos? Entra y descubre las nuevas aventuras de HP.

Disclaimer: Nada mío.... Todo de Rowling y de quien ella quiera...

Spoilers: Si.

Notas de la Autora: Emmm.... Haber un fic que supongo iré escribiendo a medida que mi mentecilla quiera, no pienso seguir un ritmo de actualización (para los que ya hayáis leído algún fic míos ya sabéis como funciono) y este de momento va tras el de sexto curso, a no ser que cambie de idea, cosa poco probable pero no imposible... Y bueno ya sé, ya sé, ¿Esta tía esta publicando un fic nuevo y tiene dos hay a medias? Ya lo siento, pero es que esta es una idea nueva y tenía que escribirla... No me matéis, por favor...

Pequeña mención: Las descripciones, son descripciones de una ciudad que existe, así como el escudo de la villa. Las descripciones generales de la ciudad (no los edificios por dentro, ni ciertas cosas generales de la villa.... pero aun así....), en su mayoría son adaptadas de diferentes textos que he leído, así que puede que no peguen en exceso con mi manera de escribir.


- ---] Harry Potter y la Villa Amurallada [--- -

By MiRuG

Capitulo I: De villas y maravillas.

Se encontraba solo, como no y para variar estaba confinado en su habitación. Sus ojos carecían de vida. Bueno como todo su ser. Antes de las vacaciones por lo menos hacia el esfuerzo de levantarse y de intentar sonreír por sus amigos. ¿Pero ahora? ¿Por qué, para que? Para nada, en definitiva. Ya no tenia familia. Y bueno sus amigos, que ejercían de familia, en fin, prefería no acercarse mucho a ellos tampoco, no quería que muriesen por una causa injustificada. No. Por su culpa.

Llevaba ya mas de una semana en casa de sus tíos y la verdad era que su ya grande depresión, parecía hacerse cada vez mas grande, como si se tratase de un agujero negro que envolvía poco a poco, sin prisa pero sin pausa, cada recóndita parte de su ser.

Intento relajarse y dejar de pensar, pensar en la familia que podía haber tenido y que no tenia, en sus padres, en Cedric, en Sirius, en sus amigos que a partir de ahora tendría que mantener lejos de él. Dejar de pensar en el estado en el que se encontraba o en todo lo que tenía que ver con Voldemort o su catastrófica vida.

Miro a su alrededor, y bueno era un espectáculo muy poco acogedor, la verdad es que no le parecía estar ni siquiera de visita en aquella casa. Aquel año, solo se había tomado la molestia de sacar su pijama, nada mas había salido del baúl, parecía que todos los objetos le traían recuerdos.

Volvió a intentar relajarse a la vez que cerraba los ojos. No lo consiguió y una vez mas cayo en un intranquilo sueño en el que todos sus malos recuerdos tomaban vida y venían atormentarlo una y otra vez, sin cesar.

Sintió como una especie de tirón, justo antes de caer en un campo de hierba, ligeramente mojada a causa de la humedad de la noche, por ello dedujo que no debían de ser mas de las 6 de la mañana.

Abrió los ojos en un afán de saber donde se encontraba, para quedarse aun mas perplejo que estando a oscuras. Se encontraba delante de una gran muralla, en buen estado de conservación y que medía aproximadamente 30 metros de alto.

La verdad era que Harry se encontraba delante de una ciudad amurallada, rodeada de un foso de unos cuantos metros de profundidad. La villa amurallada tenia tres puertas:
- Puerta de Santa Maria, al Sur, que daba acceso a la Calle Mayor.
- Puerta de San Nicolás, al Oeste, por la que se accedía al paseo de ronda y a la calle con el nombre del mismo santo.
- Puerta de la Magdalena, al Norte.

Las Murallas cerraban totalmente el recinto, de tal forma que para salir o entrar a la ciudad solo podía hacerse por una de las tres puertas señaladas. Eran lienzos de muro de impresionante grosor y altura, interrumpidos por baluartes estratégicamente colocados.

El Baluarte de la Reina se hallaba al Suroeste presentaba la "forma de punta de diamante con dos breves flancos y poseía una aspillera (=abertura larga y estrecha en un muro para disparar por ella) abocinada y dos huecos de medio punto con bóveda de cañón a prueba de bombas, para comunicación de las fortificaciones"
El Cubo de la Magdalena, en la parte Norte, se hallaba cerca de la puerta con el mismo nombre de la santa. Desde aquí hasta la altura de la iglesia la muralla tenia como foso natural el río y el mar. El Baluarte de Santiago, al Este, se estaba junto al ábside de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. El Baluarte de San Felipe, al Sureste, se encontraba no lejos de la Puerta de Santa Maria.

Varias aspilleras invertidas (=es más ancha por la parte exterior que por la interior del muro o pared) se encontraban a lo largo de toda la muralla, junto con unas cuantas troneras.

Harry se sintió impulsado a entrar a la villa, por inercia se dirigió hacia un lado del castillo en el que se encontró con un puente levadizo de belleza increíble, era todo de madera negra, con miles de motivos en plata forjada por encima. El puente se abrió dejándole paso. Con cuidado se adelanto al tiempo que el rastrillo (= verja o puerta de hierro móvil que defiende la entrada de un castillo) que estaba impecable se levantaba con suavidad.

Entro en la Calle Mayor. Muchas eran las calles, llenas de interés y embrujo que tenía la ciudad. Pero quizá la más emblemática fuese la Calle Mayor. En ella estaban los singulares, edificios que constituyen toda una muestra de la casa urbana, del estilo del siglo XVII. El chico se detuvo a admirar los balcones. Eran de hierro forjado. Todo estaba hecho a mano. Miro y descubrió los juegos con la "C" o con la "S". Esos hierros eran una auténtica obra de arte. Como obra de arte, también eran, los aleros, la mayoría dobles, en los que los canecillos habían sido labrados por algún carpintero-artista. Los dibujos eran todos distintos. Detenerse a descubrirlos era otro de los pasatiempos que le brindaba la Villa, pese a que Harry solo le prestó una mínima atención demasiado ocupado en el encanto y la belleza del conjunto.

Se paro delante de una casa, en la que pudo observar un gran escudo. Tenía cuatro cuarteles y un escudete. En el primero, en campo de oro, podía verse un ángel que tenía un una lleve en la mano derecha. En el segundo, en campo de plata, había un león rampante de color natural. En el tercero, un navío envergado sobre ondas verdes en las que había una ballena arponada. En el cuarto, también sobre ondas verdes, una sirena que en su mano izquierda sostenía un espejo y un tritón que sustentaba una granada en la mano derecha. En el centro: Un escudete con un castillo de plata, sobre campo azul de ondas y dos estrellas de oro en los cantones superiores. Ornamentándolo todo había doce banderas y estandartes blancos y varios tambores y cañones como trofeos.

El escudo era realmente magnifico. Harry se quedo contemplándolo unos segundos mas, antes de continuar andando y entro en la plaza de Armas, era grande, de suelo de piedra en su totalidad. Había varios bancos de hierro en mitad de la plaza. Harry se sentó en uno de ellos para poder observar mejor el lugar. Detrás de las casas blancas con las contraventanas pintadas de varios colores que eran muy del estilo a todas las vistas en la Calle Mayor, vio una torre, presumiblemente un campanario de una iglesia. Miro delante suyo y se topo con un castillo que mantenía la estructura de auténtica fortaleza medieval. Su aspecto defensivo, con gruesos muros, escondía un interior de ensueño. Giro un poco la vista y decidió que la ciudad era, por lo que divisaba, costera.

Se levanto y se dirigió a descubrir el interior de aquel castillo. Las puertas cedieron bajo un poco de presión, y contrariamente a lo esperado no produjeron ningún tipo de chirrió. Hermosos rincones, espacios adornados con arcos, forjados y molduras le envolvieron en una atmósfera de indescriptible belleza. Lanzas, cañones y armaduras integraban la decoración, única, aportando un aire de elegancia en el entorno.

Poco a poco fue descubriendo salas, salones, aposentos, despachos, todas las estancias de una planta baja que, parecía, era, inmensa. Hasta que solo le quedo una. Como en las anteriores ocasiones, la puerta, que parecía estar bastante mas elaborada que las otras, y eso era mucho decir, se abrió con suma facilidad.

Ante los ojos esmeralda del niño que vivió se presentó una sala de belleza singular. Había varios escalones, de piedra, para acceder a ella, Harry no tardo en subirlos. La sala era inmensa, toda ella de piedra donde destacaban los impresionantes arcos cruzados a 20 m. de altura, en forma de bóveda. Unos enormes ventanales con bellísimas vidrieras se encargaban, al igual que las numerosas lámparas de techo con colgantes en forma de lagrima de cristal hechas de oro puro. (N/A: Espero que me entendáis, son las magnificas lámparas que cuelgan con un montón de lagrimas... es que no encuentro la palabra y llevo mas de media hora buscándola) Detalles ornamentales como armaduras, tapices y artesanados de madera decoraban el resto de la estancia, dándole un aire elegante y distinguido, indescriptible. Varios tapices, conteniendo imágenes de batallas, de animales y de personas, adornaban los fríos y perfectos muros. El suelo gris, estaba protegido por varias alfombras persas de increíble belleza, en unos tonos rojizos y granates que con juntaban con el resto de la estancia, que había sido decorada en esos mismos tonos y en verdes cobrizos oscuros. Muebles góticos, habían sido instalados en la sala, siendo varias vitrinas, llenas de trofeos y armas, unas cuantas mesas y unos cuantos sillones hechos en roble los que la llenaban.

Al fondo, en frente a una inmensa chimenea de mármol grisáceo, se encontraba sentado en uno de los mullidos sillones un hombre. Harry no se percato hasta que estuvo a escasos tres metros del sujeto en cuestión y no pudo evitar dejar escapar un gritó ahogado.

- Buenos días. Encantado de recibirle Señor Potter, le esperaba.- dijo el hombre que se levanto, dejando ver su rostro.

Tenía un rostro joven, de expresión severa, nariz recta y bastante pronunciada, pómulos de forma tirando a cuadrada y unos labios de tamaño normal. El hombre en cuestión parecía ser bastante moreno, producto de largas tardes debajo del sol. Sus ojos eran de un azul cautivador y su mirada era penetrante, parecía leer hasta en el mas recóndito lugar de tu mente. Su pelo era castaño claro tirando a rubio y le caía dócilmente hasta mas o menos las orejas.

Medía aproximadamente el metro noventa y vestía impecablemente, con un traje negro. Se podía adivinar un chaleco gris perla, al lado de la corbata del mismo tono sobre una camisa negra, colgando en un lado se podía ver una cadena de platino, que llegaba hasta un pequeño bolsillo dentro del cual seguramente se encontraba un reloj. Una capa aterciopelada negra terminaba el conjunto, impresionante.

- Bu...Buenos días.- balbuceo impresionado Harry después de unos minutos.

- Bien, me llamo Samuel Nereus Sofper. Puedes llamarme Samuel si lo deseas.

- De acuerdo.- dijo Harry que no salía aun de su asombro.- Puede llamarme Harry.

- Ahora que nos conocemos te diré unas reglas básicas de convivencia conmigo: Primero, siempre escucha y presta atención a lo que te digo. Segundo, nunca me mientas. Tercero, nunca salgas de las murallas sin avisar o dejar una nota. Cuarto, respeta las tres ultimas leyes como si tu vida fuera en ello.

- Supongo que podré hacerlo.- dijo Potter ofuscado.

- Bien pues ahora te voy a enseñar esto. Sígueme.

Salieron del castillo y bajaron por una callejuela, hecha de piedra también, con las ya típicas casas. Hasta llegar a una hermosa plaza. Era igual o mas grande que la anterior. Con el suelo empedrado, al igual que el resto de la villa, de hecho. Alrededor de ésta se encontraban numerosas casas con balcones magníficos y debajo de estos, formando un cuadrado, ya que el mismo hecho se producía en todas las casas, se encontraba un pequeño pasaje, hecho de madera, en forma de arco con numerosos escudos, todos ellos finamente trabajados. Pero en lo mas alto de una de las casas, de nuevo, trabajado en mármol y diferentes metales, se encontraba aquel gran escudo que había podido contemplar Harry, hacia un tiempo. Harry se paro a observar cada escudo poco a poco uno a uno. Eran todos magníficos, leones rugiendo, árboles enormes, mares en calma, pero con el que mas tiempo se quedo fue con el gran escudo que ya había visto.

- Si que es bonito.- comento Samuel fijándose en Potter.- Es el escudo de la villa. Ésta es la Plaza de los Escudos. Si, ya lo sé no es un nombre muy perspicaz, pero supongo que darle nombre a todos los monumentos y calles de la villa no es algo fácil. Todos los escudos son de gente que ha seguido aquí una educación. El mío, el de mi familia es el primero de aquella casa.

Harry miro donde Samuel le indicaba y vio uno de los escudos mas grandes presentes allí. Representaba, un gran navío de color oro, sobre un fondo azul. Había tres estrellas sobre el. Y encima de todo se encontraba una corona dorada. El bello conjunto inspiraba respeto y fuerza.

Parecía que iba a decir algo mas, abrió la boca y la cerro de repente. Finalmente Samuel volvió a abrir la boca para decir:

- Vamos. Te voy a enseñar la casa de curación, la biblioteca y bueno todo lo que nos queda.

Harry le siguió por unas callejuelas hasta que llegaron a un edificio, solitario. Samuel entró seguido por Harry y empezó a decir:

- Estamos en la casa de curación, siempre que estés mal dirígete aquí y acomódate en una de las camas del primer piso. Te curaras. Y si necesitas alguna poción elaborada también están aquí, en el segundo piso. Bien, continuemos.

Salieron de allí y subieron hasta la altura del castillo y entraron en una de las casas de la plaza. Harry no pudo mas que quedarse sorprendido. Era una sola habitación, pero que habitación. No había visto tantos libros juntos en su vida. La casa era toda de madera, con bonitas vigas talladas yendo de un lado para el otro, la habitación había sido agrandada mágicamente. Le habían dado la forma de un cilindro enorme. En el centro había una mesa circular, de madera también con unas cuantas sillas de aspecto cómodo. Una inmensa escalera podía desplazarse por todas las estanterías gracias a unos rieles que la sujetaban. Era simplemente increíble.

- La biblioteca, hay unos cuantos miles de libros, ni yo mismo se te decir cuantos. Todo cuanto busques lo encontraras. Hay tomos que tienen mas de 4 milenios. Te pido que los trates con cuidado, no son demasiado frágiles pero aun así... Vamos, te voy a mostrar mas cosas.

Salieron de la biblioteca para entrar en la casa adjunta. Entraron en un gran hall todo de piedra, con una alfombra roja preciosa, y dos pequeñas ventanas arriba que iluminaban la puerta de acceso a otra sala. La abrieron y se encontraron con una gran habitación, llena de todos los tipos de armas que existían, de hecho había varias armas que Harry no había visto en su vida.

- La Armería, me sigue fascinando. Hay unas cuantas armas como puedes ver. Esto aproximadamente como las varitas, un arma te escoge a ti, y no tu al arma. Llegado el momento posiblemente tengamos que venir aquí. Sígueme.

Pasaron por toda la sala hasta llegar a una puerta. La habitación, estaba totalmente acolchada, suelo, techo y paredes estaban recubiertas de una especie de gran colchoneta de color blanco. La parte del suelo era menos blanda que las demás, por razones obvias : mantener el equilibrio. Al final se podía ver una escalera de caracol.

- Sala de entrenamiento, no creo que tenga que hacer ningún comentario. Ahora vamos arriba.

Subieron por al antes mencionada escalera de caracol, para encontrarse con una sala, con varias dianas, muñecos de entrenamiento, un armario lleno de municiones para armas de fuego y un amplio surtido de explosivos en una gran vitrina, al lado de una espaciosa mesa.

- Sala de entrenamientos parte dos.- dijo Samuel recargándose en la pared y dándole tiempo a Potter para observarlo todo.

Samuel se puso derecho y hizo que Harry lo siguiera hasta unas escaleras que Potter ni siquiera había visto. Subieron al ultimo piso para encontrarse con un gimnasio muy bien equipado, las maquinas eran impresionantes, versiones de las maquinas muggles en aparatos mágicos.

- Bien, ahora que has visto esto. Vamos.

Volvieron a salir y llegaron hasta una casa en la que se encontraron con una aula bastante grande, con a penas dos mesas, bueno una mesa grande y un pupitre. Toda la habitación era de madera, con dos grandes ventanales que tenían dos vidrieras realmente exclusivas. En la imagen central de una de las vidrieras se encontraba un hombre, que poco a poco se iba trasformando en un gato y en la otra, se encontraba el mismo hombre que hacía que una moneda se transformaba en una serpiente.

- Casa de Transformaciones. El aula para las practicas está arriba, ya habrá tiempo de verla.

Salieron y se dirigieron a otra de las tantas casas de la villa. Entraron en una espaciosa mazmorra que serviría de aula de pociones, la verdad era que el sitio era realmente tétrico y que hacia bastante mas frió que en la mazmorra de Hogwarts, con lo que Harry no pudo evitar temblar.

Siguieron visitando unas cuantas casas mas, en las que Harry descubrió varias aulas mas y casas dedicadas a diferentes materias. Finalmente se dirigieron a un gran jardín en el centro del cual se había instalado dos mesas anchas, en el centro de un pequeño cobertizo de cristal.

Después se dirigieron hacía uno de los extremos de la ciudadela, que se encontraba en el borde de un acantilado. Harry, que no había visto el mar, estaba encantado ante la vista, el aire fresco y aquella ligera humedad que aportaba el romper de las olas contra las rocas. El Gryffindor se quedo varios minutos observando el horizonte creado por el mar, el paisaje era tranquilizador. Este se giro para buscar al hombre mayor y se dio cuenta de que este esperaba recostado en una de las puertas. Se acerco hasta allí y los dos entraron.

El antiguo palacio del Alba estaba adosado a las murallas y se alzaba con un impresionante mirador sobre el océano. Contaba con estancias imponentes y elegantes en las que abundaban los elementos decorativos de otras épocas. Salones señoriales muchos de ellas con espléndidas vistas sobre el mar. Destacaban igualmente el jardín, repleto de flores exóticas en tonos claros y vivos y el magnífico patio acristalado.

- El palacio del Alba. Es uno de los edificios que mas me gustan del recinto, por lo que representa y por su belleza evidente. Esta dedicado a todas las ramas que predicen el futuro y descubren y enseñan el pasado, también lo está a la Alquimia. Digamos que Adivinación con las Premoniciones y los diferentes dones, las runas antiguas, los idiomas y escrituras antiguos (Griego, Hebreo, Latín, Runas Antiguas...), la arqueología, Aritmancia... En fin y todas las que quedan. Ya vendremos otro día.

- Sabes, Samuel, me estoy dando cuenta de que hablas como si yo me fuera a quedar aquí una temporada.

El hombre mayor se quedó atónito ante las palabras del chico. Segundos después se recupero y dijo:

- Es verdad. Todavía no te he explicado. Bueno da igual. Ahora dame la mano, vamos a visitar otro sitio y la verdad es que me da pereza ir andando.

Fue el turno de Harry para quedarse pasmado. Aun así le tendió la mano al hombre mayor.

El chico no sintió el típico tirón debajo del ombligo, si no que pareció estar volando unos segundos dentro de un remolino de colores, antes de tocar suelo firme y encontrarse delante de un templo, al borde de un acantilado, desde el cual se podía divisar la ciudadela, que seguía solemne y fuerte abajo.

Era del estilo helénico, tenía columnas muy parecidas a las cariátides, para sostener un techo. Unas cuantas escaleras llevaban a la entrada. La puerta era de hierro, con varias figuras forjadas. Las puertas se abrieron con facilidad. El mayor invito al joven a pasar. La estancia era divina. Mas grande de lo que cualquiera podría adivinar, agrandada mágicamente, por supuesto. Estaba hecha toda ella de mármol blanco, grandes columnas estaban puestas en los dos laterales y había varios ventanales. Cerca de cada columna estaban puestas estatuas, hechas entre el oro, el platino y el mármol. Era algo digno de ver.

Al final de la estancia se encontraba un pequeño altar, hecho de mármol también, sobre el cual estaban puestas, flotando, doce rosas rojas. Samuel se acerco al fondo y toco una de las piedras talladas, en ese mismo instante, una escalera de mármol apareció delante de Harry. Este animado por Samuel subió. Era un pequeño estudio, con una parte del techo totalmente descubierta, varios pergaminos en una esquina, unos cuantos sillones, una mesa y un escritorio y el mas impresionante de los telescopios que Harry había visto a lo largo de toda su vida.

No que fuese grande o largo. Era simplemente, hermoso. Totalmente negro con incrustaciones de platino, apoyado sobre un pie bastante alto y regulable también de platino. Era un deleite para la vista.

- El telescopio es una maravillas.-dijo Harry.

- Si, a mi también me gusta, por ello lo traje aquí. Digamos que esto será la "torre de astronomía" Tiene las mejores vistas de la zona, por eso me instale aquí. Ahora volvamos, ya habrá tiempo de volver. Agarra-te a mi.

El moreno hizo como le ordenaban y volvieron a estar en la ciudadela en menos de dos segundos.

- Ya se ha hecho tarde, vamos a comer.

Harry siguió al hombre hasta el castillo en la plaza de Armas. Pronto llegaron al sublime comedor. Una mesa enorme de cerezo se extendía en aproximadamente 20 metros, dejando todavía aproximadamente en cada lado de ella otros 15, en cada lado. Las paredes estaban pintadas en un tono azul cobalto. Varios retratos de gente importante al parecer, estaban colgados, junto con unos cuantos paisajes de montañas verdes y mares revueltos, todos ellos enmarcados en finas molduras de oro que hacían filigranas.

Las sillas eran de madera y estaban tapizadas en el mismo tono que la pared con unos motivos bordados en hilo de oro. Todas ellas estaban talladas con diferentes formas de animales mágicos y comunes y algunos de ellos que el Gryffindor no había visto en su vida. En las cabeceras se encontraban dos sillas, con respaldos mas altos, en las dos se encontraban, atrayendo toda la atención de Harry, dos enormes fénix, con las alas extendidas. Eran magnificas.

Había varios ventanales enormes que dejaban que una luz agradable entrara, iluminando la sala con la justa luz. En el fondo de la estancia se podía apreciar, como en la mayoría de las habitaciones del castillo, de echo, una enorme chimenea de mármol, con un sol de oro en el centro y unos cuantos rayos torcidos del mismo material, bajando hasta la base de la misma. En la pared cercana a esta se encontraba un minibar hecho de madera también.

- Elige donde sentarte.- casi exigió Samuel.

El chico fijo unos segundos al adulto y de seguido ando hasta aproximadamente el centro de la mesa y se sentó en una silla con un gran león tallado, con una serpiente enredad en su dos patas delanteras, que apoyaba su cabeza encima de la del fiero mamífero, encima de aquello se podía ver una magnifica estrella de cinco puntas y para rematarlo se había dispuesto en lo alto del respaldo una sublime corona.

- No era de extrañarse.- comentó Samuel antes de sentarse justo enfrente del Gryffindor.- Empecemos la comida.

En ese mismo momento, una decena de bandejas repletas de comida se plantaron entre el dúo, todo parecía exquisito. Fue entonces cuando Harry noto el hambre que tenía, se había pasado toda la mañana con un desconocido, paseando por una villa amurallada totalmente medieval y ni siquiera había desayunado.

Potter comió con avidez. Los dos estaban centrados en sus pensamientos. Harry tenía muchísimas dudas. ¿Quién demonios era aquel tipo? ¿Qué quería de el, Harry Potter? ¿Cómo parecía que le conocía desde siempre? Y mas importante: ¿Cómo había llegado hasta allí?...


Bien, espero que os haya gustado,

Gracias,

BeSoS,

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