Todos los personajes de esta historia pertenecen a J.K. Rowling. No gano
dinero con esto!
La escribo mientras sigo y sigo esperando el libro 5...
Capítulo 3 Penas y Planes
En la casa reinaba el habitual olor a repollo pero Harry no comentó nada.
-Ya me he enterado de la desaparición de tu primo -Dijo la vieja señora-. Que cosa tan terrible.
La Sra. Figg movía la cabeza de lado a lado con cara de desconcierto. Harry no supo que contestar. Debía parecer un poco tonto al no decir nada.
-¿Puedo encender la televisión? -preguntó Harry. No deseaba hablar con la vecina.
-Claro querido -le respondió la señora-. Te dejaré un momento solo, estoy cocinando. Espero no te importe.
-No, vaya tranquila -le respondió Harry pensando 'como caído del cielo'-.
La Sra. Figg acarició a Harry en la cabeza maternalmente y luego se fue a la cocina. Harry pensó que eso era extraño ya que, aunque la Sra. Figg siempre había sido amable con él, nunca había sido tan amable. Pero, después de todo, ella debía haber notado su cara de preocupación. Se preguntó como se habría enterado de lo sucedido tan rápido. No recordaba haber oído el nombre de los Dursley en el noticiero y de todos modos la Sra. Figg no parecía haber estado viendo la televisión antes de que él llegara. Pensó que lo más lógico era que sus propios tíos le hubieran contado al pedirle que lo cuidara.
Al abrir y cerrarse la puerta de la cocina el olor a repollo se había hecho insoportable. Harry fue hacia la ventana y la abrió. Notó que una lechuza café volaba hacia su casa y se metía por su ventana. Lamentó no poder estar ahí. Debería esperar quien sabe hasta que hora para ver de que se trataba. Se resignó y decidió prender la televisión para pasar el rato. Pero cuando se alejaba de la ventana notó que la lechuza café salía de su ventana y se dirigía a casa de la Sra. Figg. Aparentemente quería entregarle algo personalmente. Harry se alegró por una parte, ya que deseaba leer lo que la lechuza le trajera, pero se preocupó por lo que podría pensar la vecina si veía entrar una lechuza por la ventana de su sala. Pero no alcanzó a hacer nada ya que antes de que terminara de pensar en esto la lechuza se hallaba parada en el marco de la ventana, frente a él. Harry vio que tenía una nota en la pata y se la sacó.
-No tengo nada que darte -le dijo a la lechuza-. Será mejor que te vayas.
En ese momento pasaron varias cosas: la lechuza salió volando y Harry escuchó la puerta de la cocina que se abría y se guardó rápidamente la carta en el bolsillo. Apareció la Sra. Figg en el umbral con una bandeja en la mano. Harry se preguntaba si se habría dado cuenta de algo. Puso su mejor cara de inocencia.
-Lástima, parece que se asustó -dijo la Sra. Figg posando la bandeja sobre una mesa-.
Antes de que Harry alcanzara a reponerse de su asombro y a responder algo ella continuó hablando.
-Me gustan las lechuzas. Son animales muy bonitos y me recuerdan a los gatos. Hice galletas, ¿quieres? -dijo indicando la bandeja-.
Aparentemente, aunque había visto la lechuza, no se había dado cuenta de que le había traído a Harry una carta.
-Claro -respondió Harry acercándose a la bandeja. No tenía ganas de comer galletas, sobre todo con el olor a repollo que había todavía en el aire a pesar de que había abierto la ventana. Pero tampoco quería ofender a la Sra. Figg así que probó una. 'No está tan mal', pensó. Por un corto instante había temido que la galleta tuviera sabor a repollo. Se la comió en silencio, no sabiendo que decir para no despertar sospechas. Deseaba saber si ella había visto algo "extraño", pero no se atrevió a preguntar nada. Comieron en silencio un momento y fue ella quien interrumpió el silencio.
-Pensé que estarías viendo la televisión -dijo. No parecía ser una pregunta. Como Harry no respondía (estaba comiendo y de todos modos no sabía que responder) ella no insistió.
-¿Te gustan las lechuzas? -preguntó ella-.
-Si, -respondió Harry. Se sentía un poco tonto. Le hubiera gustado decirle que tenía una, pero a la vecina le podría haber parecido un poco extraño. Ella pareció leerle los pensamientos porque continuó.
-Por acá se ven lechuzas de vez en cuando. Hay una blanca muy bonita que suele volar por esta zona. Me recuerda a un gato que tuve cuando niña. Era completamente blanco y tenía los ojos verdes...
La Sra. Figg continuó hablando por un rato. Había tocado su tema preferido. Por una parte Harry estaba contento ya que así él no debería hablar. Además ya estaba seguro que la Sra. Figg no debía haber visto la carta, ya que le habría extrañado y habría hablado de ello. Ella continuó contándole a Harry sobre los gatos que había tenido y sobre lechuzas que había visto y que le habían recordado a otros gatos. Harry se limitaba a asentir de vez en cuando para no dejarla hablando sola. Después de un rato Harry estaba aburrido de la conversación. Le entraron ganas de leer la carta que tenía en el bolsillo y las galletas le habían dado sed. Pero la Sra. Figg seguía hablando imperturbable. De repente se empezó a sentir olor a quemado y la Sra. Figg se paró y se fue corriendo a la cocina. Salió humo por la puerta cuando desapareció tras ella. Era la oportunidad que Harry estaba esperando.
Se paró y se fue al baño. Cerró la puerta, tomó agua y se miró en el espejo. Tenía ojeras y se sentía cansado. Deseaba estar en Hogwarts, dormir tranquilo y sentirse seguro. Estaba preocupado por su primo y se sintió culpable. Recordó la carta y sacándola del bolsillo se sentó a leerla. Para su sorpresa era de Dumbledore.
Querido Harry,
Ya me he enterado de lo de tu primo. Mis fuentes me han dicho que está en manos de Voldemort. Te lo cuento porque prefiero que sepas la verdad y que entiendas la gravedad del asunto y el porqué de lo que te tengo que pedir. Creemos que Voldemort lo usará de señuelo para atraerte a una trampa. No debes alejarte de la casa de tus tíos BAJO NINGUN PRETEXTO. ¿Me comprendes? No importa lo que pase, debes permanecer ahí. De tu primo nos encargaremos nosotros, tenemos un plan. Sé que esto es muy difícil para ti, pero debes prometerme que esta vez no intentarás hacer nada.
Albus Dumbledore.
Harry dobló la carta y se la volvió a guardar en el bolsillo. Dumbledore ya sabía y haría algo. Eso lo tranquilizaba bastante, aunque era muy angustiante por una parte saber que Voldemort estaba nuevamente tras él, y por otra parte saber que Dudley estaba en peligro y estar de brazos atados sin poder hacer nada. Pero decidió que haría caso a Dumbledore. Él sabía lo que hacía y si ya tenían un plan, eso era mejor a tratar de hacer algo solo sin uno. En ese momento sintió que tocaban la puerta del baño.
-Harry, querido, estas ahí? -Preguntó la Sra. Figg.
-Si, salgo en un momento.
-¿Estás bien?
-Si, no se preocupe.
Harry tiró la cadena para disimular y se lavó las manos. Salió del baño y volvió a la sala. La Sra. Figg había abierto todas las ventanas y ya no había humo. Lo miró a los ojos con cara preocupada, pero no dijo nada. Fue a la cocina y volvió con una botella de jugo y unos vasos.
-¿Tienes sed? -preguntó ella-. Preparé jugo de naranja.
Sin esperar la respuesta le sirvió jugo y le tendió el vaso. Harry lo tomó y comenzó a beber.
-Sé que debe ser muy difícil para ti, que estás preocupado por tu primo. Estoy segura de que pronto aparecerá -dijo sonriéndole.
-Ayer estaba muy mal -dijo Harry tratando de mantener la conversación-. Estaba muy alterado porque su perro se había comido unas cosas que eran de él. No comprendo eso si porqué mis tíos lo llevaron al hospital.
-Había notado que tenían un perro. ¿A Dudley no le gusta? -preguntó la Sra. Figg.
-No mucho. -Mintió Harry. Sabía que Dudley no quería al perro, que sus tíos lo habían traído sin preguntarle. Pero no quería hablar mal de su primo delante de la Sra. Figg, sobre todo ahora que se hallaba desaparecido.
-¿Y a ti? -le preguntó la señora.
La pregunta sorprendió a Harry.
-Si -mintió nuevamente Harry. No es que odiara al perro, pero tampoco le tenía gran aprecio. Le tenía lástima más que nada. Tuvo una idea repentina y decidió aprovechar la ocasión.
-Verá, Dudley esta a dieta y tenía unos pasteles escondidos en su cuarto. El perro los descubrió y se los comió. Dudley casi lo mata y ahora el perro está oculto en mi cuarto. Mis tíos lo creen muerto. -Harry contó todo esto esperando que la Sra. Figg sintiera pena por el perro-. Después del escándalo de anoche, no creo que mis tíos lo quieran en la casa cuando descubran que está vivo. ¿Le gustaría quedarse con él? -Harry agregó esto en un tono suplicante.
-No puedo, no se llevaría bien con mi gato, estoy segura -respondió ella. Parecía que de verdad lamentaba decirle que no.
En ese momento llamaron a la puerta y la Sra. Figg se paró para ir a abrir la puerta. Era tío Vernon.
-Buenas tardes -saludó a la vecina. Espero que el chico no le halla causado muchos problemas.
-No, ninguno. ¿Qué han sabido de Dudley? -preguntó con cara de preocupación.
A tío Vernon se le ensombreció la cara. Parecía realmente triste y preocupado.
-Casi nada. Al menos ya descartaron que mi hijo haya provocado la explosión. Ahora creen que huyó asustado por ella.
Al decir esto Harry sintió lástima por su tío. Pero no alcanzó a sentirla mucho tiempo.
-Vamos -le gruñó tío Vernon a Harry-. Adiós Sra. Figg y nuevamente gracias por quedarse con él. -Agregó en un tono mucho más suave a su vecina.
-Adiós Sra. Figg -se despidió Harry.
-Adiós, querido.
Salieron de la casa y caminaron en silencio. El auto de tío Vernon ya se encontraba estacionado en la casa. Harry se preguntó hace cuanto rato habrían vuelto y le molestó saber que no lo habían pasado a buscar inmediatamente. Aunque lo pensó mejor y recordó que no lo había pasado tan mal después de todo.
Entraron en la cocina donde tía Petunia terminaba de preparar el almuerzo. Harry notó que no había preparado la típica comida para conejo que estaba siendo habitual. Tenía muy mal aspecto, al igual que tío Vernon, y parecía haber estado llorando mucho. Harry deseó acercarse a ella pero se contuvo. No estaba seguro de que aún en esta situación su tía lo hubiera acogido. Se sentaron y comieron en silencio por unos minutos. Harry se sentía extraño. Era la primera vez que estaba solo con sus tíos. Decidió intentar conversar con ellos.
-¿Qué han sabido de Dudley? -preguntó Harry. Miró a sus tíos para captar su reacción.
Sus tíos no lo miraron y continuaron comiendo en silencio, aunque se notaba un ambiente tenso. Cuando Harry ya pensaba que no le responderían y había seguido comiendo escuchó la voz de su tío.
-Nada -dijo simplemente. Pero sus ojos se enrojecieron.
En ese momento su tía comenzó a llorar, se levantó rápidamente y se fue corriendo. Se escuchó que subía la escalera y que cerraba la puerta de su cuarto. Tío Vernon se levantó y se fue sin decir una palabra. Harry escuchó como subía y comenzaba a hablar con su esposa. Miró su plato. Ya no tenía hambre. No sabía que hacer. También estaba preocupado por Dudley pero no podía hacer nada. Se lo había prometido a si mismo en casa de la Sra. Figg. Dumbledore se lo había pedido y esta vez le haría caso.
-No puedo hacer nada. Debo esperar. Ellos tienen un plan -se dijo en voz alta a si mismo como autoconvenciéndose.
Pero seguía sintiendo un peso en el estómago a causa de su primo y de sus tíos. Después de todo era su culpa, Voldemort lo quería a él. Si él no estuviera en casa de sus tíos Voldemort no habría raptado a Dudley y sus tíos no estarían pasando por esto. Se le hizo un nudo en la garganta. La desgracia parecía perseguirlo desde que podía recordar. Cuando vivía con sus padres, ellos habían muerto. En Hogwarts, Cedric había muerto por su causa, y ahora Dudley... . No había podido hacer nada por sus padres, no había podido salvar a Cedric, y ahora le pedían que no hiciera nada pos su primo. Por otra parte la nueva situación con sus tíos le resultaba bastante incómoda. Antes sus tíos llevaban una vida normal con su hijo y Harry era un espectador en ella. Pero ahora que Dudley no estaba y que sus tíos casi no le hablaban el ambiente era tenso.
Se levantó y comenzó a ordenar la cocina. Lavó la loza y recordando a Devorador le llevó comida. Al pasar frente al cuarto de sus tíos (la puerta estaba cerrada) escuchó llorar a su tía y nuevamente sintió un nudo en la garganta. Entró en su cuarto y encontró a Devorador bastante repuesto, mordiendo uno de sus calcetines. El olor en el ambiente le recordó que el perro llevaba horas sin salir. Rápidamente cerró la puerta de su cuarto. Prefería que aquel olor no llegara más allá de su cuarto en la casa. Pensó en sacarlo al jardín un rato, más tarde. De hecho, le haría bien salir al jardín un rato a él también. Estaba tenso y necesitaba aire. Se acercó a Devorador que había dejado de morder el calcetín y lo observaba.
-Aquí te traje comida. Espero que te guste. Es mejor que los calcetines. -Harry puso el plato en el suelo y se sentó en la cama mientras lo veía comer. Debía estar hambriento porque dejó el calcetín apenas vio el plato en el suelo. Harry sintió que alguien lo observaba. Entonces notó que Hedwig estaba despierta y lo miraba. Salió de la jaula y se posó en sus rodillas. Harry le acarició la cabeza.
-¿Fuiste tú quien le dijo a la lechuza de Dumbledore que estaba donde la Sra. Figg? -preguntó Harry a su lechuza. La lechuza lo miró y emitió un ruidito que Harry interpretó como un si.
-Parece que la vecina te ha estado observando últimamente. Me comentó que le gustaba mucho una lechuza blanca que volaba por esta zona -ante esto Hedwig se hinchó de orgullo y ululó feliz-. Debes tener cuidado de no llamar tanto la atención, vanidosa.
El niño siguió acariciando a su lechuza hasta que Devorador hubo terminado de comer. Dejó a Hedwig en la jaula, recogió el plato y se fue a la cocina. Lavó el plato y subió con lo necesario para limpiar lo que devorador había dejado en su cuarto a lo largo de las horas. Al pasar frente al cuarto de sus tíos, notó que nada había cambiado. Solo se escuchaban los llantos de su tía.
Harry limpió su pieza y salió con Devorador al jardín. Lo dejó suelto y se sentó a la sombra de un árbol observando al perro, pensando. ¿Qué ocurriría si el plan de Dumbledore fallaba? Se ordenó a si mismo no pensar más en eso. De nada servía ya que de todos modos él no podía hacer nada. ¿O si podía? Miró la ventana del cuarto de sus tíos y sintió una puntada en el corazón. Si él buscaba a Voldemort tal vez lograría que devolviera Dudley a sus tíos. Fue entonces cuando vio a tío Vernon asomarse a la ventana y mirar el horizonte. Parecía no haber visto a Harry en el jardín. Tenía los ojos rojos y la mirada perdida. Harry notó que lloraba, en silencio. De repente bajó la vista y vio al perro, y vio también a Harry, que lo miraba. Desapareció tras la ventana y a los pocos minutos lo vio salir por la puerta. Caminó hacia donde Harry estaba y para gran asombro de Harry se sentó a su lado.
-¿Como lo encontraste? -preguntó tío Vernon indicando el perro. No parecía enojado, por lo que Harry no vio razón para no decirle la verdad.
-Lo encontré ayer en el jardín. Al principio creí que estaba muerto, y lo iba a enterrar. Pero luego vi que estaba vivo así que lo llevé adentro y lo dejé en mi cuarto para cuidarlo. Después de que ... -Harry se detuvo unos instantes, iba a decir "Dudley desapareciera", pero pensó que su tío no necesitaba que se lo recordaran-. Después de lo de anoche, olvidé decírselos.
Harry miró a su tío esperando ver su reacción. Pero tío Vernon no dijo nada, seguía mirando a Devorador que olía unos rosales con interés, ignorante a la conversación que se estaba llevando a cabo sobre él. A juzgar por su actitud, no parecía recordar lo mal que se había encontrado la noche anterior.
-Lo devolveremos al criadero de Marge mañana -dijo sin ninguna emoción. Se paró y volvió a entra a la casa.
Harry se quedó solo mirando al perro. Por una parte se sentía aliviado de que el problema "Devorador" ya estuviera solucionado. Pero por otro lado le estaba empezando a tomar cariño al animal, le estaba permitiendo tener otra cosa en que pensar. 'Pero es mejor para él', pensó. Tampoco podía culpar a tío Vernon por su decisión. Probablemente el perro le hacía pensar en la discusión que tuvieron con su hijo la última vez que este estuvo en su casa. La angustia nuevamente se apoderó de Harry. Al parecer ese día no podría pensar en otra cosa. Se obligó a mirar al perro y tratar de pensar en otra cosa. El perro era bonito, tenía la cara negra y dos manchas blancas alrededor de los ojos. Parecía una máscara. Le hizo recordar a los mortifagos de Voldemort. Se enojó consigo mismo. ¿Cómo no voy a poder pensar en algo que no tenga que ver con ese monstruo?, pensó. Decidió subir a responder la carta de su padrino. Miró el anillo que aún conservaba puesto. Era tal liviano que había olvidado que lo tenía. Dejó al perro en el jardín pues ya no tenía sentido esconderlo en su cuarto y entró a la casa. Se encontró con su tía que le hizo signos de que se acercara.
-Necesito que vayas a comprar unas cosas -le dijo su tía entregándole una lista y el dinero.
Harry recordó la recomendación de Dumbledore pero no se atrevió a decir que no a su tía. Salió a la calle pensando que Voldemort no tenía como enterarse de que su tía le pediría que fuera a comprar y ese pensamiento lo tranquilizó. Aunque la cara del director de su colegio parecía seguirlo a cada paso. Hizo las compras lo más rápido que pudo y cuando volvía el corazón le latía con violencia. Recorrió los últimos metros corriendo. Sabía que era estúpido, que ya no le ocurriría nada en la proximidad de la casa, pero sentía como si acabara de faltar a una promesa.
Al entrar a la casa, su tía se quedó mirándolo. Seguramente no se esperaba a que volviera tan pronto. Le dio las gracias sin comentar nada y Harry subió a escribirle a su padrino. Cuando entró a su cuarto notó que había una lechuza en su escritorio. Le sacó la carta, sacó una galleta del escondite debajo de su cama y comenzó a leer la carta. Para su gran sorpresa era de su padrino.
Harry,
¿Porqué no haces caso? Dumbledore te dijo que no te alejaras de casa de tus tíos. No hagas estupideces, no necesitas demostrar nada. Si los muggles te piden que salgas, inventas una excusa y no sales. Espero no tener que volver a decírtelo.
Sirius.
A Harry le dio una puntada en el corazón leer la carta de su padrino. Decididamente ese no era su día. No entendía porqué Sirius usaba ese tono con él. No lo había hecho a propósito. No había podido evitarlo. Tampoco entendía como diablos se había enterado que había salido. Solo se había tardado una media hora. Miró por la ventana como esperando ver a su padrino detrás de un árbol, espiándolo. Pero la calle estaba vacía salvo una que otra persona ocupándose de sus propios asuntos.
Harry sabía que después de esta carta tenía que escribirle a su padrino. Pero ya no deseaba hacerlo, tenía vergüenza. Su tío lo había descubierto y el tono de su carta le provocaba un nudo debajo del ombligo. Se tendió en su cama. No entendía porqué le ocurría todo esto. 'No lo hice a propósito', se repetía, aunque en su interior sabía que antes de salir si había recordado el consejo de Dumbledore. Pensando en estas cosas se quedó dormido. De repente se despertó y se le aclaró la mente. 'El anillo', pensó. Miró el anillo en su mano y recordó los GPS. ¿Y si su padrino supiera por el anillo donde estaba? Recordó el mapa del merodeador que había trazado con sus padres, Lupín y Pettigrew, en sus años en Hogwarts. Seguro que debía tener una especie de mapa donde salía la localización del anillo. Se sintió como un prisionero. No podía salir con el anillo sin que su padrino se enterara. Tampoco podía sacárselo porque su tío vería que no se mueve y entendería. Le había pedido que se lo pusiera y no se lo sacara más.
-¿Y ahora que? -se dijo en voz alta. No es que él pretendiera salir, pero ahora que sabía que no podía hacerlo le habían venido ganas de salir, de ser libre-. Maldito Voldemort, ¡me has quitado a mis padres y sigues fastidiándome!
Entonces pensó nuevamente en Dudley. Estar encerrado en casa de los Dursley era un paraíso comparado con ser prisionero de Voldemort. Y si tío solo se preocupaba por él. Sus pensamientos fueron interrumpidos por tía Petunia llamándolo a cenar. Bajó y vio a sus dos tíos con los ojos enrojecidos.
-¿Alguna novedad? -preguntó Harry esperanzado. Sabía que posiblemente ningún muggle podría dar con Dudley, pero no pudo evitar preguntarlo.
-Nada -respondió su tío.
-Siéntate y come -agregó tía Petunia, pero no en el habitual tono agresivo que reservaba para él.
Harry se sentó y comenzó a comer. Parecía que mientras Dudley no volviera se acabaría la dieta. Era una lástima que Harry tuviera el estómago apretado, porque en otras circunstancias hubiera apreciado mucho el cambio en el menú. Pero ahora sentía que su estómago era de piedra.
Sus tíos comieron en silencio, y Harry no se atrevía a hablar. De repente su tío rompió el silencio.
-¿Qué es eso que me querías decir ayer? -preguntó sin levantar la vista del plato.
Harry había olvidado completamente decirles a sus tíos lo que sabía. Después de la carta de Dumbledore no se le había pasado por la mente hablar con ellos. Ya no se sentía capaz de hacerlo. Dumbledore ya estaba en movimiento y aunque sus tíos supieran lo que realmente ocurría, no podían ayudar en nada. Y por otra parte, ellos estaban teniendo una actitud menos agresiva con él y si les contaba eso podía cambiar. Y ahora que sabía que debería pasar el resto del verano sin poder salir de los límites de la casa no quería exponerse a que le amargaran la vida.
-Te hice una pregunta. -Su tío lo estaba mirando a la cara ahora.
-Lo olvidé, tío -dijo Harry bajando la vista. No, ya no tenía sentido hablar.
Siguieron comiendo en silencio. Harry se sentía cada vez más mal, le costaba tragar. Miró a su tía y vio que ella ya no comía y se secaba los ojos. Su tío le tomó la mano sobre la mesa y ella comenzó a llorar más fuerte. Harry no pudo soportarlo más, también se puso a llorar. No soportaba esa situación. No la soportaría todo el verano. ¿Cuánto tiempo se tardarían en rescatar a Dudley? ¿Y si no lo lograban? Harry pidió permiso y subió a su cuarto. Sus tíos no lo retuvieron. Había tomado una decisión. Voldemort lo quería a él, no a Dudley. Buscaría a Voldemort y se enfrentaría a él si era necesario. Ya lo había enfrentado antes, y había sobrevivido. De todos modos no podía huir de él toda la vida y hasta ahora nadie había conseguido siquiera dañarlo un poco salvo él. Y si de todos modos iba a morir en manos de él, prefería hacerlo enfrentándolo y no atrapado después de una vida miserable, ocultándose y permitiendo que otros murieran por su causa. Pensó en el anillo y tenía un plan. Necesitaba algo que no saliera de la casa, pero que tampoco se quedara inmóvil todo el tiempo. Pensó en su tía Petunia que pasaba la aspiradora todos los días. Si escondía el anillo en el motor de la aspiradora entonces aparecería moviéndose por toda la casa, alguna vez en el día y obviamente su tía no tenía motivos para sacar la aspiradora de la casa. Salvo si se descomponía, claro. Pero esa eventualidad era poco probable y necesitaba salir de ahí sin que su padrino lo supiera. Pensó también en amarrar el anillo al cuello de Devorador, pero era muy arriesgado ya que no podría controlar si se salía de los límites del jardín de la casa, y de todos modos tío Vernon lo devolvería a tía Marge al otro día. Tampoco podía ponérselo a uno de sus tío, porque ellos salían de la casa todo el tiempo, y su padrino se enteraría y eso lo quería evitar a toda costa. Por una parte estaba seguro de que su padrino trataría de impedirle hacer algo, y muy en su interior recordaba el tono de su carta y no quería que le volviera a escribir o hablar en ese tono. Sabía que le estaba fallando, pero su padrino estaba lejos y a su tíos los vería todos los días, llorando. Y eso también le resultaba insoportable.
Harry se decidió a esperar que sus tíos se acostaran y se durmieran para ir a esconder el anillo a la aspiradora. Necesitaría un desatornillador, recordaba donde su tío los guardaba. Luego forzaría la cerradura de la alacena como Fred y George le habían enseñado y sacaría su varita. Recordó la restricción de edad para magos jóvenes pero recordó también a Dudley y a sus tíos. Pensó en lo estúpido que parecería enfrentándose al Señor Tenebroso sin varita y eso acabó de decidirlo. ¿Y luego? Pensó en que lo mejor sería llevar a Hedwig, podría ayudarle si necesitaba pedir ayuda. Por otra parte tenía la sensación de que si dejaba a Hedwig sola en casa de sus tíos, ella jamás lo perdonaría. Y no podía enviarla a casa de Ron porque su padrino se enteraría. Decidió que se llevaría a Hedwig con él. Sus tíos no representaban un problema mayor. Les dejaría una nota diciendo que habían aceptado dejarlo quedarse en el colegio durante el verano y que lo habían pasado a buscar durante la noche. Ellos no se lo contarían a ningún mago, Sirius no tendría como enterarse. Quedaba el gran problema. ¿Dónde buscar a Voldemort? No creía que estuviera todavía en aquel cementerio. Podría usar su escoba y la capa invisible, pero no sabía donde buscar. Pensó un rato en eso y concluyó que en realidad no había ningún problema en BUSCAR a Voldemort. Si salía de los límites protegidos sería ÉL quien lo encontraría. Se estremeció ante la idea. Tenía miedo, pero estaba decidido y ya tenía un plan. Ahora solo debía esperar que sus tíos se durmieran.
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Capítulo 3 Penas y Planes
En la casa reinaba el habitual olor a repollo pero Harry no comentó nada.
-Ya me he enterado de la desaparición de tu primo -Dijo la vieja señora-. Que cosa tan terrible.
La Sra. Figg movía la cabeza de lado a lado con cara de desconcierto. Harry no supo que contestar. Debía parecer un poco tonto al no decir nada.
-¿Puedo encender la televisión? -preguntó Harry. No deseaba hablar con la vecina.
-Claro querido -le respondió la señora-. Te dejaré un momento solo, estoy cocinando. Espero no te importe.
-No, vaya tranquila -le respondió Harry pensando 'como caído del cielo'-.
La Sra. Figg acarició a Harry en la cabeza maternalmente y luego se fue a la cocina. Harry pensó que eso era extraño ya que, aunque la Sra. Figg siempre había sido amable con él, nunca había sido tan amable. Pero, después de todo, ella debía haber notado su cara de preocupación. Se preguntó como se habría enterado de lo sucedido tan rápido. No recordaba haber oído el nombre de los Dursley en el noticiero y de todos modos la Sra. Figg no parecía haber estado viendo la televisión antes de que él llegara. Pensó que lo más lógico era que sus propios tíos le hubieran contado al pedirle que lo cuidara.
Al abrir y cerrarse la puerta de la cocina el olor a repollo se había hecho insoportable. Harry fue hacia la ventana y la abrió. Notó que una lechuza café volaba hacia su casa y se metía por su ventana. Lamentó no poder estar ahí. Debería esperar quien sabe hasta que hora para ver de que se trataba. Se resignó y decidió prender la televisión para pasar el rato. Pero cuando se alejaba de la ventana notó que la lechuza café salía de su ventana y se dirigía a casa de la Sra. Figg. Aparentemente quería entregarle algo personalmente. Harry se alegró por una parte, ya que deseaba leer lo que la lechuza le trajera, pero se preocupó por lo que podría pensar la vecina si veía entrar una lechuza por la ventana de su sala. Pero no alcanzó a hacer nada ya que antes de que terminara de pensar en esto la lechuza se hallaba parada en el marco de la ventana, frente a él. Harry vio que tenía una nota en la pata y se la sacó.
-No tengo nada que darte -le dijo a la lechuza-. Será mejor que te vayas.
En ese momento pasaron varias cosas: la lechuza salió volando y Harry escuchó la puerta de la cocina que se abría y se guardó rápidamente la carta en el bolsillo. Apareció la Sra. Figg en el umbral con una bandeja en la mano. Harry se preguntaba si se habría dado cuenta de algo. Puso su mejor cara de inocencia.
-Lástima, parece que se asustó -dijo la Sra. Figg posando la bandeja sobre una mesa-.
Antes de que Harry alcanzara a reponerse de su asombro y a responder algo ella continuó hablando.
-Me gustan las lechuzas. Son animales muy bonitos y me recuerdan a los gatos. Hice galletas, ¿quieres? -dijo indicando la bandeja-.
Aparentemente, aunque había visto la lechuza, no se había dado cuenta de que le había traído a Harry una carta.
-Claro -respondió Harry acercándose a la bandeja. No tenía ganas de comer galletas, sobre todo con el olor a repollo que había todavía en el aire a pesar de que había abierto la ventana. Pero tampoco quería ofender a la Sra. Figg así que probó una. 'No está tan mal', pensó. Por un corto instante había temido que la galleta tuviera sabor a repollo. Se la comió en silencio, no sabiendo que decir para no despertar sospechas. Deseaba saber si ella había visto algo "extraño", pero no se atrevió a preguntar nada. Comieron en silencio un momento y fue ella quien interrumpió el silencio.
-Pensé que estarías viendo la televisión -dijo. No parecía ser una pregunta. Como Harry no respondía (estaba comiendo y de todos modos no sabía que responder) ella no insistió.
-¿Te gustan las lechuzas? -preguntó ella-.
-Si, -respondió Harry. Se sentía un poco tonto. Le hubiera gustado decirle que tenía una, pero a la vecina le podría haber parecido un poco extraño. Ella pareció leerle los pensamientos porque continuó.
-Por acá se ven lechuzas de vez en cuando. Hay una blanca muy bonita que suele volar por esta zona. Me recuerda a un gato que tuve cuando niña. Era completamente blanco y tenía los ojos verdes...
La Sra. Figg continuó hablando por un rato. Había tocado su tema preferido. Por una parte Harry estaba contento ya que así él no debería hablar. Además ya estaba seguro que la Sra. Figg no debía haber visto la carta, ya que le habría extrañado y habría hablado de ello. Ella continuó contándole a Harry sobre los gatos que había tenido y sobre lechuzas que había visto y que le habían recordado a otros gatos. Harry se limitaba a asentir de vez en cuando para no dejarla hablando sola. Después de un rato Harry estaba aburrido de la conversación. Le entraron ganas de leer la carta que tenía en el bolsillo y las galletas le habían dado sed. Pero la Sra. Figg seguía hablando imperturbable. De repente se empezó a sentir olor a quemado y la Sra. Figg se paró y se fue corriendo a la cocina. Salió humo por la puerta cuando desapareció tras ella. Era la oportunidad que Harry estaba esperando.
Se paró y se fue al baño. Cerró la puerta, tomó agua y se miró en el espejo. Tenía ojeras y se sentía cansado. Deseaba estar en Hogwarts, dormir tranquilo y sentirse seguro. Estaba preocupado por su primo y se sintió culpable. Recordó la carta y sacándola del bolsillo se sentó a leerla. Para su sorpresa era de Dumbledore.
Querido Harry,
Ya me he enterado de lo de tu primo. Mis fuentes me han dicho que está en manos de Voldemort. Te lo cuento porque prefiero que sepas la verdad y que entiendas la gravedad del asunto y el porqué de lo que te tengo que pedir. Creemos que Voldemort lo usará de señuelo para atraerte a una trampa. No debes alejarte de la casa de tus tíos BAJO NINGUN PRETEXTO. ¿Me comprendes? No importa lo que pase, debes permanecer ahí. De tu primo nos encargaremos nosotros, tenemos un plan. Sé que esto es muy difícil para ti, pero debes prometerme que esta vez no intentarás hacer nada.
Albus Dumbledore.
Harry dobló la carta y se la volvió a guardar en el bolsillo. Dumbledore ya sabía y haría algo. Eso lo tranquilizaba bastante, aunque era muy angustiante por una parte saber que Voldemort estaba nuevamente tras él, y por otra parte saber que Dudley estaba en peligro y estar de brazos atados sin poder hacer nada. Pero decidió que haría caso a Dumbledore. Él sabía lo que hacía y si ya tenían un plan, eso era mejor a tratar de hacer algo solo sin uno. En ese momento sintió que tocaban la puerta del baño.
-Harry, querido, estas ahí? -Preguntó la Sra. Figg.
-Si, salgo en un momento.
-¿Estás bien?
-Si, no se preocupe.
Harry tiró la cadena para disimular y se lavó las manos. Salió del baño y volvió a la sala. La Sra. Figg había abierto todas las ventanas y ya no había humo. Lo miró a los ojos con cara preocupada, pero no dijo nada. Fue a la cocina y volvió con una botella de jugo y unos vasos.
-¿Tienes sed? -preguntó ella-. Preparé jugo de naranja.
Sin esperar la respuesta le sirvió jugo y le tendió el vaso. Harry lo tomó y comenzó a beber.
-Sé que debe ser muy difícil para ti, que estás preocupado por tu primo. Estoy segura de que pronto aparecerá -dijo sonriéndole.
-Ayer estaba muy mal -dijo Harry tratando de mantener la conversación-. Estaba muy alterado porque su perro se había comido unas cosas que eran de él. No comprendo eso si porqué mis tíos lo llevaron al hospital.
-Había notado que tenían un perro. ¿A Dudley no le gusta? -preguntó la Sra. Figg.
-No mucho. -Mintió Harry. Sabía que Dudley no quería al perro, que sus tíos lo habían traído sin preguntarle. Pero no quería hablar mal de su primo delante de la Sra. Figg, sobre todo ahora que se hallaba desaparecido.
-¿Y a ti? -le preguntó la señora.
La pregunta sorprendió a Harry.
-Si -mintió nuevamente Harry. No es que odiara al perro, pero tampoco le tenía gran aprecio. Le tenía lástima más que nada. Tuvo una idea repentina y decidió aprovechar la ocasión.
-Verá, Dudley esta a dieta y tenía unos pasteles escondidos en su cuarto. El perro los descubrió y se los comió. Dudley casi lo mata y ahora el perro está oculto en mi cuarto. Mis tíos lo creen muerto. -Harry contó todo esto esperando que la Sra. Figg sintiera pena por el perro-. Después del escándalo de anoche, no creo que mis tíos lo quieran en la casa cuando descubran que está vivo. ¿Le gustaría quedarse con él? -Harry agregó esto en un tono suplicante.
-No puedo, no se llevaría bien con mi gato, estoy segura -respondió ella. Parecía que de verdad lamentaba decirle que no.
En ese momento llamaron a la puerta y la Sra. Figg se paró para ir a abrir la puerta. Era tío Vernon.
-Buenas tardes -saludó a la vecina. Espero que el chico no le halla causado muchos problemas.
-No, ninguno. ¿Qué han sabido de Dudley? -preguntó con cara de preocupación.
A tío Vernon se le ensombreció la cara. Parecía realmente triste y preocupado.
-Casi nada. Al menos ya descartaron que mi hijo haya provocado la explosión. Ahora creen que huyó asustado por ella.
Al decir esto Harry sintió lástima por su tío. Pero no alcanzó a sentirla mucho tiempo.
-Vamos -le gruñó tío Vernon a Harry-. Adiós Sra. Figg y nuevamente gracias por quedarse con él. -Agregó en un tono mucho más suave a su vecina.
-Adiós Sra. Figg -se despidió Harry.
-Adiós, querido.
Salieron de la casa y caminaron en silencio. El auto de tío Vernon ya se encontraba estacionado en la casa. Harry se preguntó hace cuanto rato habrían vuelto y le molestó saber que no lo habían pasado a buscar inmediatamente. Aunque lo pensó mejor y recordó que no lo había pasado tan mal después de todo.
Entraron en la cocina donde tía Petunia terminaba de preparar el almuerzo. Harry notó que no había preparado la típica comida para conejo que estaba siendo habitual. Tenía muy mal aspecto, al igual que tío Vernon, y parecía haber estado llorando mucho. Harry deseó acercarse a ella pero se contuvo. No estaba seguro de que aún en esta situación su tía lo hubiera acogido. Se sentaron y comieron en silencio por unos minutos. Harry se sentía extraño. Era la primera vez que estaba solo con sus tíos. Decidió intentar conversar con ellos.
-¿Qué han sabido de Dudley? -preguntó Harry. Miró a sus tíos para captar su reacción.
Sus tíos no lo miraron y continuaron comiendo en silencio, aunque se notaba un ambiente tenso. Cuando Harry ya pensaba que no le responderían y había seguido comiendo escuchó la voz de su tío.
-Nada -dijo simplemente. Pero sus ojos se enrojecieron.
En ese momento su tía comenzó a llorar, se levantó rápidamente y se fue corriendo. Se escuchó que subía la escalera y que cerraba la puerta de su cuarto. Tío Vernon se levantó y se fue sin decir una palabra. Harry escuchó como subía y comenzaba a hablar con su esposa. Miró su plato. Ya no tenía hambre. No sabía que hacer. También estaba preocupado por Dudley pero no podía hacer nada. Se lo había prometido a si mismo en casa de la Sra. Figg. Dumbledore se lo había pedido y esta vez le haría caso.
-No puedo hacer nada. Debo esperar. Ellos tienen un plan -se dijo en voz alta a si mismo como autoconvenciéndose.
Pero seguía sintiendo un peso en el estómago a causa de su primo y de sus tíos. Después de todo era su culpa, Voldemort lo quería a él. Si él no estuviera en casa de sus tíos Voldemort no habría raptado a Dudley y sus tíos no estarían pasando por esto. Se le hizo un nudo en la garganta. La desgracia parecía perseguirlo desde que podía recordar. Cuando vivía con sus padres, ellos habían muerto. En Hogwarts, Cedric había muerto por su causa, y ahora Dudley... . No había podido hacer nada por sus padres, no había podido salvar a Cedric, y ahora le pedían que no hiciera nada pos su primo. Por otra parte la nueva situación con sus tíos le resultaba bastante incómoda. Antes sus tíos llevaban una vida normal con su hijo y Harry era un espectador en ella. Pero ahora que Dudley no estaba y que sus tíos casi no le hablaban el ambiente era tenso.
Se levantó y comenzó a ordenar la cocina. Lavó la loza y recordando a Devorador le llevó comida. Al pasar frente al cuarto de sus tíos (la puerta estaba cerrada) escuchó llorar a su tía y nuevamente sintió un nudo en la garganta. Entró en su cuarto y encontró a Devorador bastante repuesto, mordiendo uno de sus calcetines. El olor en el ambiente le recordó que el perro llevaba horas sin salir. Rápidamente cerró la puerta de su cuarto. Prefería que aquel olor no llegara más allá de su cuarto en la casa. Pensó en sacarlo al jardín un rato, más tarde. De hecho, le haría bien salir al jardín un rato a él también. Estaba tenso y necesitaba aire. Se acercó a Devorador que había dejado de morder el calcetín y lo observaba.
-Aquí te traje comida. Espero que te guste. Es mejor que los calcetines. -Harry puso el plato en el suelo y se sentó en la cama mientras lo veía comer. Debía estar hambriento porque dejó el calcetín apenas vio el plato en el suelo. Harry sintió que alguien lo observaba. Entonces notó que Hedwig estaba despierta y lo miraba. Salió de la jaula y se posó en sus rodillas. Harry le acarició la cabeza.
-¿Fuiste tú quien le dijo a la lechuza de Dumbledore que estaba donde la Sra. Figg? -preguntó Harry a su lechuza. La lechuza lo miró y emitió un ruidito que Harry interpretó como un si.
-Parece que la vecina te ha estado observando últimamente. Me comentó que le gustaba mucho una lechuza blanca que volaba por esta zona -ante esto Hedwig se hinchó de orgullo y ululó feliz-. Debes tener cuidado de no llamar tanto la atención, vanidosa.
El niño siguió acariciando a su lechuza hasta que Devorador hubo terminado de comer. Dejó a Hedwig en la jaula, recogió el plato y se fue a la cocina. Lavó el plato y subió con lo necesario para limpiar lo que devorador había dejado en su cuarto a lo largo de las horas. Al pasar frente al cuarto de sus tíos, notó que nada había cambiado. Solo se escuchaban los llantos de su tía.
Harry limpió su pieza y salió con Devorador al jardín. Lo dejó suelto y se sentó a la sombra de un árbol observando al perro, pensando. ¿Qué ocurriría si el plan de Dumbledore fallaba? Se ordenó a si mismo no pensar más en eso. De nada servía ya que de todos modos él no podía hacer nada. ¿O si podía? Miró la ventana del cuarto de sus tíos y sintió una puntada en el corazón. Si él buscaba a Voldemort tal vez lograría que devolviera Dudley a sus tíos. Fue entonces cuando vio a tío Vernon asomarse a la ventana y mirar el horizonte. Parecía no haber visto a Harry en el jardín. Tenía los ojos rojos y la mirada perdida. Harry notó que lloraba, en silencio. De repente bajó la vista y vio al perro, y vio también a Harry, que lo miraba. Desapareció tras la ventana y a los pocos minutos lo vio salir por la puerta. Caminó hacia donde Harry estaba y para gran asombro de Harry se sentó a su lado.
-¿Como lo encontraste? -preguntó tío Vernon indicando el perro. No parecía enojado, por lo que Harry no vio razón para no decirle la verdad.
-Lo encontré ayer en el jardín. Al principio creí que estaba muerto, y lo iba a enterrar. Pero luego vi que estaba vivo así que lo llevé adentro y lo dejé en mi cuarto para cuidarlo. Después de que ... -Harry se detuvo unos instantes, iba a decir "Dudley desapareciera", pero pensó que su tío no necesitaba que se lo recordaran-. Después de lo de anoche, olvidé decírselos.
Harry miró a su tío esperando ver su reacción. Pero tío Vernon no dijo nada, seguía mirando a Devorador que olía unos rosales con interés, ignorante a la conversación que se estaba llevando a cabo sobre él. A juzgar por su actitud, no parecía recordar lo mal que se había encontrado la noche anterior.
-Lo devolveremos al criadero de Marge mañana -dijo sin ninguna emoción. Se paró y volvió a entra a la casa.
Harry se quedó solo mirando al perro. Por una parte se sentía aliviado de que el problema "Devorador" ya estuviera solucionado. Pero por otro lado le estaba empezando a tomar cariño al animal, le estaba permitiendo tener otra cosa en que pensar. 'Pero es mejor para él', pensó. Tampoco podía culpar a tío Vernon por su decisión. Probablemente el perro le hacía pensar en la discusión que tuvieron con su hijo la última vez que este estuvo en su casa. La angustia nuevamente se apoderó de Harry. Al parecer ese día no podría pensar en otra cosa. Se obligó a mirar al perro y tratar de pensar en otra cosa. El perro era bonito, tenía la cara negra y dos manchas blancas alrededor de los ojos. Parecía una máscara. Le hizo recordar a los mortifagos de Voldemort. Se enojó consigo mismo. ¿Cómo no voy a poder pensar en algo que no tenga que ver con ese monstruo?, pensó. Decidió subir a responder la carta de su padrino. Miró el anillo que aún conservaba puesto. Era tal liviano que había olvidado que lo tenía. Dejó al perro en el jardín pues ya no tenía sentido esconderlo en su cuarto y entró a la casa. Se encontró con su tía que le hizo signos de que se acercara.
-Necesito que vayas a comprar unas cosas -le dijo su tía entregándole una lista y el dinero.
Harry recordó la recomendación de Dumbledore pero no se atrevió a decir que no a su tía. Salió a la calle pensando que Voldemort no tenía como enterarse de que su tía le pediría que fuera a comprar y ese pensamiento lo tranquilizó. Aunque la cara del director de su colegio parecía seguirlo a cada paso. Hizo las compras lo más rápido que pudo y cuando volvía el corazón le latía con violencia. Recorrió los últimos metros corriendo. Sabía que era estúpido, que ya no le ocurriría nada en la proximidad de la casa, pero sentía como si acabara de faltar a una promesa.
Al entrar a la casa, su tía se quedó mirándolo. Seguramente no se esperaba a que volviera tan pronto. Le dio las gracias sin comentar nada y Harry subió a escribirle a su padrino. Cuando entró a su cuarto notó que había una lechuza en su escritorio. Le sacó la carta, sacó una galleta del escondite debajo de su cama y comenzó a leer la carta. Para su gran sorpresa era de su padrino.
Harry,
¿Porqué no haces caso? Dumbledore te dijo que no te alejaras de casa de tus tíos. No hagas estupideces, no necesitas demostrar nada. Si los muggles te piden que salgas, inventas una excusa y no sales. Espero no tener que volver a decírtelo.
Sirius.
A Harry le dio una puntada en el corazón leer la carta de su padrino. Decididamente ese no era su día. No entendía porqué Sirius usaba ese tono con él. No lo había hecho a propósito. No había podido evitarlo. Tampoco entendía como diablos se había enterado que había salido. Solo se había tardado una media hora. Miró por la ventana como esperando ver a su padrino detrás de un árbol, espiándolo. Pero la calle estaba vacía salvo una que otra persona ocupándose de sus propios asuntos.
Harry sabía que después de esta carta tenía que escribirle a su padrino. Pero ya no deseaba hacerlo, tenía vergüenza. Su tío lo había descubierto y el tono de su carta le provocaba un nudo debajo del ombligo. Se tendió en su cama. No entendía porqué le ocurría todo esto. 'No lo hice a propósito', se repetía, aunque en su interior sabía que antes de salir si había recordado el consejo de Dumbledore. Pensando en estas cosas se quedó dormido. De repente se despertó y se le aclaró la mente. 'El anillo', pensó. Miró el anillo en su mano y recordó los GPS. ¿Y si su padrino supiera por el anillo donde estaba? Recordó el mapa del merodeador que había trazado con sus padres, Lupín y Pettigrew, en sus años en Hogwarts. Seguro que debía tener una especie de mapa donde salía la localización del anillo. Se sintió como un prisionero. No podía salir con el anillo sin que su padrino se enterara. Tampoco podía sacárselo porque su tío vería que no se mueve y entendería. Le había pedido que se lo pusiera y no se lo sacara más.
-¿Y ahora que? -se dijo en voz alta. No es que él pretendiera salir, pero ahora que sabía que no podía hacerlo le habían venido ganas de salir, de ser libre-. Maldito Voldemort, ¡me has quitado a mis padres y sigues fastidiándome!
Entonces pensó nuevamente en Dudley. Estar encerrado en casa de los Dursley era un paraíso comparado con ser prisionero de Voldemort. Y si tío solo se preocupaba por él. Sus pensamientos fueron interrumpidos por tía Petunia llamándolo a cenar. Bajó y vio a sus dos tíos con los ojos enrojecidos.
-¿Alguna novedad? -preguntó Harry esperanzado. Sabía que posiblemente ningún muggle podría dar con Dudley, pero no pudo evitar preguntarlo.
-Nada -respondió su tío.
-Siéntate y come -agregó tía Petunia, pero no en el habitual tono agresivo que reservaba para él.
Harry se sentó y comenzó a comer. Parecía que mientras Dudley no volviera se acabaría la dieta. Era una lástima que Harry tuviera el estómago apretado, porque en otras circunstancias hubiera apreciado mucho el cambio en el menú. Pero ahora sentía que su estómago era de piedra.
Sus tíos comieron en silencio, y Harry no se atrevía a hablar. De repente su tío rompió el silencio.
-¿Qué es eso que me querías decir ayer? -preguntó sin levantar la vista del plato.
Harry había olvidado completamente decirles a sus tíos lo que sabía. Después de la carta de Dumbledore no se le había pasado por la mente hablar con ellos. Ya no se sentía capaz de hacerlo. Dumbledore ya estaba en movimiento y aunque sus tíos supieran lo que realmente ocurría, no podían ayudar en nada. Y por otra parte, ellos estaban teniendo una actitud menos agresiva con él y si les contaba eso podía cambiar. Y ahora que sabía que debería pasar el resto del verano sin poder salir de los límites de la casa no quería exponerse a que le amargaran la vida.
-Te hice una pregunta. -Su tío lo estaba mirando a la cara ahora.
-Lo olvidé, tío -dijo Harry bajando la vista. No, ya no tenía sentido hablar.
Siguieron comiendo en silencio. Harry se sentía cada vez más mal, le costaba tragar. Miró a su tía y vio que ella ya no comía y se secaba los ojos. Su tío le tomó la mano sobre la mesa y ella comenzó a llorar más fuerte. Harry no pudo soportarlo más, también se puso a llorar. No soportaba esa situación. No la soportaría todo el verano. ¿Cuánto tiempo se tardarían en rescatar a Dudley? ¿Y si no lo lograban? Harry pidió permiso y subió a su cuarto. Sus tíos no lo retuvieron. Había tomado una decisión. Voldemort lo quería a él, no a Dudley. Buscaría a Voldemort y se enfrentaría a él si era necesario. Ya lo había enfrentado antes, y había sobrevivido. De todos modos no podía huir de él toda la vida y hasta ahora nadie había conseguido siquiera dañarlo un poco salvo él. Y si de todos modos iba a morir en manos de él, prefería hacerlo enfrentándolo y no atrapado después de una vida miserable, ocultándose y permitiendo que otros murieran por su causa. Pensó en el anillo y tenía un plan. Necesitaba algo que no saliera de la casa, pero que tampoco se quedara inmóvil todo el tiempo. Pensó en su tía Petunia que pasaba la aspiradora todos los días. Si escondía el anillo en el motor de la aspiradora entonces aparecería moviéndose por toda la casa, alguna vez en el día y obviamente su tía no tenía motivos para sacar la aspiradora de la casa. Salvo si se descomponía, claro. Pero esa eventualidad era poco probable y necesitaba salir de ahí sin que su padrino lo supiera. Pensó también en amarrar el anillo al cuello de Devorador, pero era muy arriesgado ya que no podría controlar si se salía de los límites del jardín de la casa, y de todos modos tío Vernon lo devolvería a tía Marge al otro día. Tampoco podía ponérselo a uno de sus tío, porque ellos salían de la casa todo el tiempo, y su padrino se enteraría y eso lo quería evitar a toda costa. Por una parte estaba seguro de que su padrino trataría de impedirle hacer algo, y muy en su interior recordaba el tono de su carta y no quería que le volviera a escribir o hablar en ese tono. Sabía que le estaba fallando, pero su padrino estaba lejos y a su tíos los vería todos los días, llorando. Y eso también le resultaba insoportable.
Harry se decidió a esperar que sus tíos se acostaran y se durmieran para ir a esconder el anillo a la aspiradora. Necesitaría un desatornillador, recordaba donde su tío los guardaba. Luego forzaría la cerradura de la alacena como Fred y George le habían enseñado y sacaría su varita. Recordó la restricción de edad para magos jóvenes pero recordó también a Dudley y a sus tíos. Pensó en lo estúpido que parecería enfrentándose al Señor Tenebroso sin varita y eso acabó de decidirlo. ¿Y luego? Pensó en que lo mejor sería llevar a Hedwig, podría ayudarle si necesitaba pedir ayuda. Por otra parte tenía la sensación de que si dejaba a Hedwig sola en casa de sus tíos, ella jamás lo perdonaría. Y no podía enviarla a casa de Ron porque su padrino se enteraría. Decidió que se llevaría a Hedwig con él. Sus tíos no representaban un problema mayor. Les dejaría una nota diciendo que habían aceptado dejarlo quedarse en el colegio durante el verano y que lo habían pasado a buscar durante la noche. Ellos no se lo contarían a ningún mago, Sirius no tendría como enterarse. Quedaba el gran problema. ¿Dónde buscar a Voldemort? No creía que estuviera todavía en aquel cementerio. Podría usar su escoba y la capa invisible, pero no sabía donde buscar. Pensó un rato en eso y concluyó que en realidad no había ningún problema en BUSCAR a Voldemort. Si salía de los límites protegidos sería ÉL quien lo encontraría. Se estremeció ante la idea. Tenía miedo, pero estaba decidido y ya tenía un plan. Ahora solo debía esperar que sus tíos se durmieran.
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