¡¡¡¡Hola!!!!
El ritual acostumbrado: gracias a Ghi y Francia por su cooperación.
PiRRa: ¡Bienvenida de vuelta! Me agrada que encuentres mi fic "maravillosisimo" ^_^ ¡Guau! Me siento de lo más estimulada a seguir. Espero que este capítulo te deje tan intrigada como el anterior muahahaha :D
Aniston: Gracias por tu review. Escribo siempre cuando puedo, pero no puedo tan seguido como quisiera :-( Snape no va a ser tan duro con Harry. En realidad sus intenciones no son malas. Piensa que la inactividad le hace mal a "Potter", y que el chico puede ayudar en algo mientras se mantiene ocupado. Por ahora no he pensado en un ataque a Hogwarts, pero Voldemort interviene en este capítulo. Espero que los disfrutes ^_^
Capítulo 12 Pesadillas, Pig, y un día de trabajo.
En un oscuro salón, varias figuras oscuras y enmascaradas se encontraban reunidas. Observaban a Voldemort, que hablaba con un hombre, una mujer y un joven (el hijo de ambos) que también estaban vestidos de negro. Pero ellos no tenían máscaras.
-Este será tu gran día, -le decía Voldemort a al joven, sonriendo-. Si pasas esta prueba serás admitido como uno más entre ellos -dijo indicando con un gesto el grupo de mortifagos-. Tendrás el honor de servirme.
El joven sonrió. Este era el día que había estado esperando toda su vida. Sus padres estarían orgullosos de él, aunque no pudieran demostrárselo delante de su señor. En efecto, ellos observaban la escena, sin expresión alguna.
-Haré todo lo que usted me indique, mi señor -dijo el joven acercándose a él, arrodillándose y besando el borde de su túnica-.
-¡Crucio!
El joven comenzó a retorcerse de dolor en el suelo, ante la mirada indiferente de todos los presentes, incluidos sus padres. A los pocos segundos, Voldemort detuvo la maldición. El joven se paró lo más rápido que pudo, y miró a sus padres buscando apoyo. Pero estos no le dirigieron la mirada. Como los demás, tenían puestos los ojos en su señor, y permanecían en silencio.
-No hables a menos que yo te lo ordene -le dijo Voldemort simplemente.
El joven no se atrevió a contestar. Era primera vez en su vida que le lanzaban una maldición imperdonable. Había visto antes a sus padres y a otros mortifagos hacerlo, pero nunca había sido él el blanco.
-¿Entiendes lo que te digo? -le preguntó Voldemort.
-Si mi señor. No volverá a ocurrir -le contestó.
-Eso espero. Ahora, quiero que lances la maldición cruciatus sobre... -Voldemort buscó con la mirada entre los asistentes. De pronto, se detuvo frente a los padres del joven y una sonrisa cubrió su rostro- ...Narcisa.
Nadie entre los asistentes expresó sorpresa alguna. Ni siquiera Narcisa, la madre del joven.
El joven caminó lentamente para enfrentarse a su madre, quién permaneció inmóvil, si ningún sentimiento expresado en su rostro. Le pesaban los pies, y todavía le dolían todos los músculos de su cuerpo. Le tembló la mano cuando levantó su varita. Tenía que hacerlo, no podía fallar ahora. Miró los ojos de su mamá, pero los de ella estaban puestos en su señor, no en él. Miró a su padre, en busca del apoyo que necesitaba en ese momento, pero los ojos de él también se encontraban sobre su señor. Respiró profundo. No podía cerrar los ojos, pero trató de concentrarse en un punto lejano cercano a la cara de su madre. Sería más fácil si no la miraba.
-C...C... -Fue lo único que salió de su boca. Solo ese sonido, casi murmurado, conseguía pronunciar.
No podía. Y estaba seguro de que no podría. ¿Por qué había tenido que escoger a su madre? No tenía ninguna razón para hacerle daño a ella. Y sentía que jamás podría hacerle eso, ahora que sabía lo que se sentía estar bajo la maldición cruciatus. Se dio por vencido, y junto con la vista bajó también su varita. No podía mirar a su señor, ni a sus padres, ni a los demás mortifagos.
-¡Crucio!
Vio con espanto cómo su señor le lanzaba la maldición cruciatus a su madre, bajo la mirada imperturbable de su padre. Vio como en una pesadilla, el cuerpo de su madre retorciéndose en el suelo, y la risa cruel, satisfecha y poderosa de Voldemort. Sintió calor en su cabeza. Ya no se sentía bajo el control de su cuerpo. Su cuerpo parecía actuar por él. Alzó su varita, apuntó a Voldemort.
-¡Crucio! -lanzó el joven en dirección a su señor. No entendía porqué lo estaba haciendo. Algo en su interior le decía que era una locura, que no tenía ninguna posibilidad contra ÉL. Pero ya no dominaba ni su cuerpo ni su voluntad. Todo en él parecía obedecer a una fuerza que no era capaz de manejar.
Pero la maldición que lanzó no llegó a tocar a Voldemort. Antes de que el rayo alcanzara al ser con ojos de serpiente, éste alzó una de sus manos y un escudo surgió de ella. El rayo rebotó en el escudo y se devolvió, golpeando en el pecho al joven. El rayo se mantuvo, pegado al joven, como si se estuviera electrocutando. Voldemort sonreía satisfecho, mientras mantenía su escudo sin esfuerzo aparente. Los demás continuaban mirando a su señor, sin expresar nada. Solo el padre del joven miró a su hijo por unos segundos, con una expresión de odio en la cara.
Por su parte, el joven sentía que todo su cuerpo ardía. Sentía que toda su energía se vaciaba a través de su varita, escapando en aquél rayo, y volviendo hacia él para causarle dolor. Y lo peor era que no era capaz de parar la maldición que él mismo había lanzado. El rayo permanecía pegado a su varita y a su pecho, impidiendo todo movimiento voluntario, quitándole toda la energía que le quedaba, y haciendo de su cuerpo un infierno. No supo cuanto tiempo permaneció así. De pronto sus ojos se nublaron y lo último de lo que estuvo consciente fue del suelo frío sobre el que cayó.
Harry se despertó sobresaltado. Le dolía la cicatriz y todo su cuerpo se encontraba agotado y cubierto de sudor. Se demoró en recordar donde se encontraba.
Se sentó sobre la cama y se puso las gafas. Todavía era de noche, pero no tenía idea qué hora era. Lo último que recordaba era a Snape y la señora Pomfrey entrando al despacho de ella. Se llevó las manos a la cabeza, sentía que algo le palpitaba bajo la cicatriz, como si una sierra tratara de partirle la cabeza a partir de ese punto. Se preguntó si Draco estaría vivo. No podía creer haber soñado con Draco, haber visto su "iniciación".
Se fue al baño y se mojó la cara. La cicatriz le seguía doliendo, a pesar de que el agua fría le traía algún alivio. Llenó el lavabo con agua y metió su cara completa en él. Permaneció así hasta que tuvo que volver a sacarla para respirar. Repitió lo mismo unas veces y luego volvió a su cama. Como le hubiera gustado en ese momento que su padrino estuviera ahí, o Ron, o Hermione, o Dumbledore, o Lupin. Pero estaba solo, como siempre lo había estado. Podía ir a donde la señora Pomfrey, pero ¿qué le diría? 'Despierte señora Pomfrey, me duele la cicatriz' no le parecía adecuado. Despertarla era una mala idea, sobre todo si consideraba que ella ya estaba enojada con él.
Se dio vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño. Llegó el alba, y escuchó muchos pájaros cantar. Deseó que Pig volviera. Finalmente, se quedó dormido mirando la ventana.
Cuando la señora Pomfrey lo despertó, se sintió como si un elefante estuviera sentado sobre él. Parecía que cada parte de su cuerpo le pesaba mucho más de lo habitual.
-Despierta -insistía la señora Pomfrey moviéndole uno de los hombros-. Ya son las nueve y media, tienes que levantarte.
-Estoy muy cansado -le respondió Harry en un murmullo, dándose vuelta hacia el otro lado, sin siquiera abrir los ojos.
-¡Eso te pasa por andar vagando por el castillo de noche, en vez de dormir -le respondió ella sin un asomo de piedad en su voz-. Ahora levántate. Voy a contar hasta tres... 'UNO'...
-Solo una hora más, ¡por favor! -murmuró Harry que todavía no habría los ojos.
-...DOS...
-Anoche tuve una pesadilla y...
-¡TRES!
Harry sintió que agua helada caía sobre su cara y abrió los ojos. Se puso las gafas y se encontró con la señora Pomfrey, que lo miraba con el ceño fruncido, con un vaso vacío en la mano. Ella no esperó a que saliera de su estupor.
-Esta mañana te vas a quedar con el profesor Snape -le anunció.
-Con... ¿Snape? -Harry no podía creer su mala suerte. Recordó los sucesos de la noche y se llevó la mano a la cara. Ya no le dolía la cicatriz, pero sentía que la cabeza se le iba a partir.
-Estará aquí en menos de media hora. Y ahí está tu desayuno -dijo la señora Pomfrey apuntando una bandeja sobre la mesa con ruedas que había al final de su cama-. Y ya les envié lechuzas al director y a tu padrino.
'Por lo menos', pensó Harry aliviado. En este momento hubiera saltado en los brazos de su padrino, aunque después de eso tuviera que aguantar el sermón. Esperaba que las lechuzas llegaran rápido a destino, y que su padrino viniera en vez de enviar su respuesta.
La señora Pomfrey se fue a su despacho y cerró la puerta. Harry se levantó y se vistió. Luego se sentó a tomar desayuno. Miró la ventana, Pig seguía sin aparecer. 'Espero que no haya vuelto a La Madriguera', pensó Harry tristemente. Parecía poco probable que pudiera ir a buscarla a la pajarera, al menos esa mañana. Entonces recordó que Snape debía estar por llegar y se apuró en terminar de comer.
De pronto, volvió la señora Pomfrey a buscar la bandeja. Comenzó a recordarle lo decepcionada que estaba de él después de lo de ayer y lo de la otra noche. 'Así que Snape finalmente abrió la boca' pensó Harry. Estaba en medio del sermón cuando llegó Snape.
Harry siguió a Snape bostezando lo más disimuladamente que podía. Tenía mucho sueño y tenía frente a él lo que probablemente sería una larga y tediosa mañana. Caminó en silencio junto al profesor de pociones, que tampoco decía nada. De pronto se dio cuenta de que iban en dirección a la pajarera, y eso lo animó un poco.
Snape rompió el silencio, cuando llegaron a la pajarera.
-¿Cuál es la lechuza de tu amigo? -le preguntó.
Casi al mismo tiempo, Pig bajó soñolienta a revolotear en torno a la cabeza de Harry. A pesar de su cansancio, Harry logró atraparla y sonrió. Una gran felicidad lo invadió cuando desataba el pergamino de la diminuta pata de la lechuza.
Pero su alegría desapareció a medida que leyó la carta. Ron le contaba que una tía que vivía en Islandia se había enfermado, que probablemente moriría, y que habían ido todos a verla. Se quedarían ahí por ahora, y no sabía cuando volverían a la madriguera. Los únicos que no habían ido eran Percy y el señor Weasley, que tenían que trabajar en el ministerio y todavía no pedían vacaciones.
A Harry se le vino el alma al suelo. Había deseado tanto que llagara la respuesta de Ron, había esperado con impaciencia para poder leer esa carta. ¡Había soñado tanto con irse a La Madriguera! Se guardó la carta en el bolsillo y miró a Pig, que seguía dado vuelta feliz. Parecía completamente despierta ahora. Harry la tomó y la llevó a una de las ventanas.
-Vuelve con Ron -le dijo simplemente. No tenía deseos de contestar, y de todos modos no había traído nada para escribir. La lechuza lo miró extrañada, pero viendo que Harry insistía en dejarla ir, emprendió el vuelo y se alejó.
-Vamos -le dijo Snape cuando vio que el asunto con la dichosa lechuza había concluido. Al menos ahora Potter no tenía motivos para volver a escaparse por la noche. Sentía que si se lo volvía a topar una tercera noche de corrido, terminaría llevándoselo él mismo a Voldemort. Luego apartó ese pensamiento de su mente con violencia. 'Como puedes decir algo así' se dijo a si mismo enojado, con el recuerdo de la noche anterior todavía fresco en su mente...
Caminaron en silencio nuevamente, y pronto llegaron a un largo corredor sin ventanas. Harry reconoció el pasillo de la noche anterior, aunque ahora había antorchas prendidas en los muros. Siguió a Snape a través del muro.
Adentro, todo permanecía igual. Snape caminó hacia el muro de la izquierda y, ante el asombro de Harry, también lo atravesó. ¿Acaso ese lugar no tenía puertas? Ahora comprendía como Snape había aparecido de la nada cuando estaba mirando aquella foto. Se preguntó si la foto estaría todavía ahí. Avanzó unos pasos y comprobó que estaba todo tal cual como estaba la vez anterior. De pronto, una voz lo sobresaltó. La cabeza de Snape apareció a través del muro que acababa de atravesar.
-¡Potter!
Harry se apresuró en atravesar el muro, y se sorprendió desagradablemente ante el espectáculo que se ofrecía ante él. Estaban en una gran sala, muy parecida a una bodega. Había muchas estanterías en los muros. El suelo estaba cubierto de libros en desorden, mezclados con montones y montones de fotografías. El lugar parecía haber estado abandonado por años. La voz de Snape lo volvió a sacar de su contemplación.
-Lo que tienes que hacer, Potter, es ordenar aquí -le dijo simplemente, no haciendo caso a la cara de horror de Harry.
-¿Ordenar ESTO? -le preguntó Harry incrédulo mostrándole los cerros de fotografías.
-Exactamente. Ordenarás todas estas fotografías en sus correspondientes libros. Están por años, ¿ves? -le explicó tomando uno de los libros del suelo, que estaba vacío. En el lomo decía '1328'-. Lo que me recuerda que necesitarás...
Snape volvió a desaparecer a través del muro, como recordando algo. Harry recogió una de las fotografías del suelo. Era de un árbol y parecía muy antigua. Harry la dio vuelta y vio que no decía nada. ¿Cómo diablos iba a ordenar todo eso por años, si las fotos ni siquiera tenían fecha?. Se estaba preguntando eso cuando Snape volvió con la respuesta. Traía en sus manos un aparato que Harry nunca había visto en su vida. También traía una pluma, un tintero y un pergamino.
-Este es un fotodatador -explicó antes de que Harry alcanzara a preguntar, poniendo el aparato y lo demás sobre una pequeña mesa pegada a la pared, al lado de donde estaba la "puerta". Le movió algunos brazos articulados y Harry pudo ver que aparecían una serie de cristales como piedras de forma irregular, en el extremo de los brazos. Snape estaba poniéndolos con cuidado, concentrado en la posición de los cristales. Al cabo de unos segundos pareció satisfecho. Sacó de uno de sus bolsillos una fotografía (que mostraba unos cerros), y del otro bolsillo un par de varitas. Entonces pareció recordar algo.
-Tu varita -le dijo simplemente entregándole su varita a Harry. El joven la tomó en silencio y se la guardó. Snape tocó el aparato con su varita y una luz salió de un punto, atravesando una pantalla transparente y el conjunto de cristales, para finalmente caer en otra pantalla, totalmente negra. Esta última tenía una serie de líneas en su superficie, algo más brillantes, que formaban un diseño de entramado hexagonal sobre su superficie. Snape puso la fotografía en la primera pantalla, y Harry observó que el rayo de luz atravesaba la fotografía, luego los cristales, y llegaba a la pantalla negra. Entonces notó que, debajo de la pantalla negra, una serie de relojes se movieron. Cada uno tenía un solo puntero, y diez números del cero al nueve. El puntero del primer reloj a la derecha se detuvo frente a un número '7', mientras que el puntero de los otros frente al cero.
-Tomé esta fotografía hace una semana -explicó Snape-. Como puedes observar, el fotodatador dice que la fotografía tiene siete días. Lo que hace es determinar cuan vieja es la sustancia que forma la imagen sobre el papel. Entonces, si sabes qué día es hoy, y le restas lo que te indica el fotodatador, sabrás que día fue fabricada esa fotografía.
Snape sacó la fotografía de la pantalla del aparato y escribió la fecha en que fue tomada detrás. Luego sacó otra fotografía de su bolsillo (un perro que se perseguía la cola).
-Ahora tú -le dijo, pasándole la fotografía.
Harry puso la fotografía en la pantalla transparente, y observó los relojes. Cuando se detuvieron, el primero a la derecha indicaba '0', el siguiente indicaba '2', el tercero '4', y el resto hacia la izquierda '0'. No estaba completamente seguro de qué significaba eso.
-¿Y? ¿Cuántos días tiene? -preguntó Snape.
-Tiene... -Harry no estaba seguro- ...¿420 días?
-Exactamente. Entonces, ¿cuando fue hecha?
Harry no supo qué contestar. ¿Cómo esperaba que supiera? Ni siquiera tenía un calendario.
-Fue hecha hace como un año y ... dos meses -respondió Harry.
-Está correcto, aunque no es muy preciso -le respondió tomando el pergamino que había traído. Estaba en blanco, pero cuando lo tocó con su varita, apareció la fecha de ese día en la parte superior. Luego tomó la pluma y escribió '420' en medio de la hoja. La tinta desapareció y reapareció, formando una fecha.
-¿Ese día? -preguntó Harry.
-Si.
-Ah.
-Ahora, hazlo con todas estas -le respondió Snape indicándole la sala. Tomó sus dos fotografías y desapareció a través del muro.
Harry, aunque estaba asombrado y entusiasmado con todo lo que había visto, se daba cuenta de lo tedioso que sería eso. Tomó una fotografía del piso y repitió el procedimiento. La fotografía había sido tomada el 24 de septiembre de 1552. Escribió la fecha detrás y se preguntó donde diablos estaría el álbum de ese año. 'Esto no va a resultar', se dijo sin entusiasmo. Bostezó, que sueño tenía...
Después de pensar unos minutos, y bostezar unas cuentas veces, pensó que lo primero que tenía que hacer era recuperar los álbumes, y ordenarlos en las repisas. Luego les pondría fechas a las fotografías y las guardaría. Comenzó a recuperar del suelo los álbumes, tratando de no pisar las fotografía. Para eso hizo montones con ellas, dejando libre pequeñas sendas para caminar entre las estanterías.
El trabajo resultó lento, ya que eran muchos libros. Todavía no había recuperado todos los libros cuando apareció nuevamente Snape. Se quedó mirando el trabajo que había hecho Harry pero no dijo nada al respecto.
-Seguirás en la tarde, ahora anda a almorzar.
Snape acompañó a Harry a la enfermería y lo dejó con la señora Pomfrey, que lo estaba esperando. Después de lavarse (estaba cubierto de polvo y telas de araña) almorzó con ella. Le contó en qué consistía lo que tenía que hacer. Luego bajó a descansar un rato. Pero acababa de apoyar la cabeza en la almohada y volvió a aparecer Snape.
Durante la tarde, terminó finalmente de poner todos los álbumes en las estanterías. Se sentó en el suelo, unos instantes, a descansar. Lo único que quería en ese momento era darse un baño y acostarse a dormir... Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el muro (no era donde estaba la "puerta"). Descansaría unos minutos antes de comenzar con las fotografías. Solo unos minutos...
Una figura oscura se encontraba junto a una mesa, en una habitación en semi penumbra. Se encontraba solo, frente a una bola de cristal. Sus ojos de serpiente miraban en ella, y su cara expresaba odio. En la bola, se veía un joven que dormía en una cama. Junto a él, dos figuras discutían. Finalmente, el joven se despertaba. Casi se podía entender lo que sus padres le decían. Ya no querían saber nada más de él. Debía irse, y no volver. Nunca más sería bienvenido en esa casa.
-Así que no me lo vas a traer, Malfoy -murmuró la figura frente a su bola de cristal-. Ya verás, traidor...
Mientras tanto, el joven se había subido a una escoba, y desaparecía por la ventana. Tras una última mirada a la que había sido su casa, se alejó volando, la cara cubierta de lágrimas.
-Y tu también verás lo que te ocurre, hijo de traidor -murmuró con una sonrisa cruel la figura, frente a la visión que le ofrecía la bola.
El joven ya no se encontraba sobre su escoba. Estaba lavándose la cara y bebiendo en el agua de un río. Se paraba y caminaba en la dirección del agua. Llegaba a un precipicio, donde el rió se transformaba en catarata, para ir a caer muchos metros más abajo en una laguna turbulenta.
La figura dejó escapar una risa cruel. Cerró sus ojos de serpiente, puso una mano sobre la bola y murmuró:
-Tírate.
Luego abrió los ojos para ver al joven que caía a la laguna y desaparecía bajo el agua.
Se volvió, y con una carcajada siniestra dijo:
-Ahora te toca a ti, Lucius Malfoy.
Y se alejó, sin ver un perro negro que se encontraba al borde de la laguna, y que se precipitaba en ella.
Harry se despertó sobresaltado. Le dolía la cicatriz y vio que no se encontraba solo. Snape lo miraba extrañado.
-¿Qué te pasa? -le preguntó.
-Me quedé dormido -le respondió Harry poniéndose de pié. No tenía idea cuanto tiempo había estado durmiendo. Esa sala no tenía ventanas, y él no tenía reloj.
-Será mejor que dediques las noches a dormir entonces -le respondió Snape burlonamente-. Es hora de que vuelvas a la enfermería. Pero vendrás aquí cuantos días sean necesarios, hasta que termines esto -agregó mostrando las estanterías.
Harry gruñó como respuesta y se llevó una mano a la cabeza. Le dolía mucho la cicatriz, y el sueño lo había dejado perturbado. Snape pareció darse cuenta. La preocupación reemplazo a la burla en su cara.
-¿Qué te pasa? -le preguntó nuevamente.
Harry no sabía que responder. Acababa de ver a Draco cometiendo suicidio, después de haber sido expulsado de su casa. Había visto a Voldemort observando todo esto y empujándolo a matarse. Tal vez debería contárselo a Snape. Después de todo, Draco estaba en Slytherin, su casa. Tal vez sería buena idea contarle también la pesadilla que había tenido en la noche, sobre la fallida iniciación de Draco. Pero por otra parte, tal vez era mejor no meterse. No tenía ganas de contarle sus problemas a Snape.
-Te hice una pregunta -le dijo Snape, sacándolo de sus pensamientos. Harry lo miró a los ojos y, viendo que ya no tenía su expresión de burla ni agresividad en la cara, se decidió.
-Acabo de tener una pesadilla, y anoche tuve otra. Draco... -Harry no sabía como continuar. ¿Cómo se lo decía?
-¿Anoche? ¿Draco? -Snape parecía sorprendido. Anoche había sido convocado por Voldemort. Había presenciado la iniciación del joven. Había visto como había fallado en su prueba y como sus padres se lo habían llevado inconsciente, prometiéndole a Voldemort que se lo traerían apenas volviera en si para que hiciera con el lo que quisiera. ¿Acaso Harry había visto eso?
-Si... -respondió Harry inseguro-. Voldemort quería que le hiciera la maldición cruciatus a su madre. Pero Draco no pudo y... y... no sé que pasó luego porque me desperté. Y casi no pude dormir anoche.
-Está bien -le respondió Snape confirmando sus sospechas. No entendía como... De pronto recordó que el niño frente a él acaba de tener otra pesadilla.
-¿Y que soñaste ahora? -le preguntó.
-Draco... sus padres lo echaron de su casa. Voldemort vio todo a través de una bola de cristal. Se enojó porque no se lo habían llevado. Luego Draco se fue volando y... -Harry tragó saliva- se suicidó.
-¿¿¿QUÉ??? -gritó Snape. Harry se sobresaltó. No recordaba haber escuchado a Snape gritando.
-No estoy seguro -respondió Harry rápidamente-. Estaba al borde de un precipicio, mirando una catarata. De pronto Voldemort dijo 'Tírate' tocando su bola de cristal y vi a través de la bola de cristal que Draco se tiró.
Al ver la cara de alarma en la cara de Snape agregó:
-No estoy seguro, pero creo que vi a un perro negro al borde de la laguna que se formaba en la base de la catarata. Se lanzaba al agua. Tal vez...
Harry pensaba que aquel perro negro podía ser su padrino, pero no estaba completamente seguro así que prefirió omitir ese detalle. Vio que Snape parecía preocupado, y hasta triste.
-Está bien, vamos -le dijo Snape.
Volvieron a la enfermería sin decir una palabra. Cuando llegaron allá los esperaba una sorpresa. Estaban Sirius y Dumbledore, ambos mojados. Sobre una cama se encontraba Draco, con los ojos cerrados, inmóvil. La señora Pomfrey estaba cambiándole la ropa mojada por un pijama seco que Harry reconoció como uno de los que su padrino le había dejado. Sintió un poco de rabia pero no dijo nada.
-¡Harry! -Lo saludó su padrino dándole un abrazo.
Harry quedó un poco mojado también después del abrazo. Junto con el polvo que tenía encima quedó bastante sucio. Dumbledore también lo saludó, pero luego se fue a ayudar a la señora Pomfrey. Snape y Sirius se saludaron con una breve inclinación de cabeza y luego Snape se acercó a Dumbledore a preguntarle que ocurría, a pesar de que ya sabía bastante bien después de lo que Harry le había contado.
-Que bueno que volviste, Sirius -le respondió Harry-. Ya no aguanto más aquí. Sirius dejó de sonreír.
-Lo siento Harry, pero solo vinimos a traerlo -dijo indicando a Draco-. Nos vamos enseguida.
-Pero, ¿qué pasará conmigo? -le preguntó Harry decepcionado. Sirius suspiró, le puso un brazo en el hombro y lo llevó afuera de la enfermería. Cuando estuvieron afuera, le respondió:
-Lo siento Harry, pero creo que tendrás que pasar el resto de las vacaciones aquí. Estamos todos muy ocupados, y aquí estarás seguro. Trata de entender.
Harry estuvo a punto de echarse a llorar, pero se contuvo. Sirius lo abrazó nuevamente y permanecieron así por algunos minutos. Luego Harry le contó la pesadilla de la noche y la que acababa de tener.
-Si, era yo -le dijo Sirius. Ese niño ¿Draco me dijiste que se llamaba? tuvo mucha suerte de que estuviéramos reunidos ahí cerca...
-¿Qué pasará con él? -preguntó Harry temiendo la respuesta. No tenía deseos de que Draco se quedara también en Hogwarts. Las cosas eran bastante desagradables así como estaban, para que más encima le trajeran a Draco para completar el cuadro.
-No lo sé -le respondió Sirius-. Eso lo decidirá Dumbledore supongo.
Harry suspiró, y en ese momento salió Snape de la enfermería. Se quedó unos segundos mirando el abrazo entre Sirius y Harry. Luego dijo simplemente:
-Adiós, Black -luego miró a Harry y se despidió con un 'pasaré mañana a la misma hora'.
Sirius se quedó mirando la espalda de Snape que se alejaba. Cuando ya había desaparecido rompió el silencio.
-Lamento que tengas que pasar las vacaciones en compañía de ese... ese... ¡ESE! -exclamó. Harry suspiró.
-La señora Pomfrey nos ha enviado una lechuza -le dijo pasando a un tono algo más autoritario-. ¿Cómo es eso de que te escapas por las noches?
Harry suspiró.
-Necesitaba unos libros para pasar el tiempo y quería ir a la pajarera a buscar la lechuza que Ron me había enviado -respondió. Luego recordó algo-: ¿Me has traído mis cosas de Privet Drive?
-No, no he tenido tiempo de ir allá todavía. Pero estuve en Londres y recuperé esto -le dijo sacando un anillo del bolsillo. Era el anillo de piedra que le había dado de regalo de cumpleaños-. Póntelo.
Harry tomó el anillo y se lo puso. Sirius tomó su varita y la mano de Harry. Tocó con su varita el anillo y murmuró algo. Harry trató de oír pero no pudo entender bien lo que decía. Lo distrajo una sensación de calor en el dedo en el que tenía puesto el anillo. Por unos segundos sintió que el anillo le quemaba. Dejó escapar un grito de dolor y quitó su mano de la de su tío.
-¿Qué has hecho? -le preguntó enojado sobándose el dedo, a pesar de que ya no le dolía.
-Un pequeño hechizo para asegurarme de que no te sacarás el anillo esta vez -le respondió Sirius.
-¿Y que pasará si alguien te quita el mapa? -le preguntó Harry más enojado todavía.
-No tienes de que preocuparte, ya arreglé ese asunto -le respondió Sirius- . Vamos, no te enojes. Es solo una medida de seguridad. Así me quedo más tranquilo. Cada vez que quiera saber de ti veré que estás aquí y me sentiré mejor. ¿No te alegra eso?.
-Si -le respondió Harry. Entendía a su padrino, y lamentaba haber reaccionado así-. Disculpa por haberte gritado de ese modo.
-Está bien -le respondió su padrino abrazándolo nuevamente.
En ese momento salió Dumbledore.
-Es hora de que volvamos con los demás, Sirius.
Sirius soltó a Harry. Dumbledore se dirigió al muchacho.
-Adiós Harry. Le dije a la señora Pomfrey que no le causarías más problemas. Espero que no se repita nada de lo que nos ha contado.
-Esta bien -le respondió Harry tristemente. Luego recordó el motivo por el que habían venido-. ¿Qué pasará con Draco?
-Por lo que Severus me contó, no necesito explicarte lo que ha ocurrido -le respondió Dumbledore. Ante el gesto afirmativo de Harry continuó-: por ahora se quedará aquí. Necesita reponerse y no podemos llevarlo con sus padres.
Dumbledore se quedó mirando a Harry unos momentos y agregó mirándolo fijamente a los ojos:
-Necesita reposo y tranquilidad. Así que no quiero peleas.
-No lo molestaré si él no me molesta a mi -le respondió Harry encogiéndose de hombros.
Dumbledore suspiró. Dejar a Harry y Draco juntos no era la mejor de las ideas, pero no le quedaba otra opción.
-Será mejor que vayas a lavarte y te cambies eso -le dijo a Harry indicándole la ropa que estaba húmeda y llena de polvo-. Luego comes y te acuestas a DORMIR.
-Si señor -le respondió Harry de un modo algo más desagradable de lo que había pretendido. Dumbledore no le respondió, pero suspiró y se dirigió a Sirius.
-Vamos.
Harry entró a la enfermería y antes de cerrar la puerta vio que su padrino le sonreía, como para darle ánimo.
En la enfermería se encontraba Draco durmiendo en una cama, y la señora Pomfrey que ponía una bandeja en la mesa con ruedas.
-Quiero que te laves rápido.
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry.
-Luego comes y te acuestas. ¿Entendido?
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry.
-Y si pensabas salir esta noche, olvídalo. Pondré un hechizo de alarma en torno a tu cama.
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry con un suspiro.
-Y pobre de ti que despiertes a Draco. ¿Entendiste?
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry nuevamente, como quién está recitando.
-¡Y deja de responder de ese modo! -le agregó irritada.
-¡Si señora Pomfrey! -Le dijo Harry riéndose, mientras corría a refugiarse en el baño antes de que ella alcanzara a reaccionar.
La señora Pomfrey lo miró desaparecer tras la puerta del baño y suspiró. Al menos el chico parecía estar de buen humor.
PiRRa: ¡Bienvenida de vuelta! Me agrada que encuentres mi fic "maravillosisimo" ^_^ ¡Guau! Me siento de lo más estimulada a seguir. Espero que este capítulo te deje tan intrigada como el anterior muahahaha :D
Aniston: Gracias por tu review. Escribo siempre cuando puedo, pero no puedo tan seguido como quisiera :-( Snape no va a ser tan duro con Harry. En realidad sus intenciones no son malas. Piensa que la inactividad le hace mal a "Potter", y que el chico puede ayudar en algo mientras se mantiene ocupado. Por ahora no he pensado en un ataque a Hogwarts, pero Voldemort interviene en este capítulo. Espero que los disfrutes ^_^
Capítulo 12 Pesadillas, Pig, y un día de trabajo.
En un oscuro salón, varias figuras oscuras y enmascaradas se encontraban reunidas. Observaban a Voldemort, que hablaba con un hombre, una mujer y un joven (el hijo de ambos) que también estaban vestidos de negro. Pero ellos no tenían máscaras.
-Este será tu gran día, -le decía Voldemort a al joven, sonriendo-. Si pasas esta prueba serás admitido como uno más entre ellos -dijo indicando con un gesto el grupo de mortifagos-. Tendrás el honor de servirme.
El joven sonrió. Este era el día que había estado esperando toda su vida. Sus padres estarían orgullosos de él, aunque no pudieran demostrárselo delante de su señor. En efecto, ellos observaban la escena, sin expresión alguna.
-Haré todo lo que usted me indique, mi señor -dijo el joven acercándose a él, arrodillándose y besando el borde de su túnica-.
-¡Crucio!
El joven comenzó a retorcerse de dolor en el suelo, ante la mirada indiferente de todos los presentes, incluidos sus padres. A los pocos segundos, Voldemort detuvo la maldición. El joven se paró lo más rápido que pudo, y miró a sus padres buscando apoyo. Pero estos no le dirigieron la mirada. Como los demás, tenían puestos los ojos en su señor, y permanecían en silencio.
-No hables a menos que yo te lo ordene -le dijo Voldemort simplemente.
El joven no se atrevió a contestar. Era primera vez en su vida que le lanzaban una maldición imperdonable. Había visto antes a sus padres y a otros mortifagos hacerlo, pero nunca había sido él el blanco.
-¿Entiendes lo que te digo? -le preguntó Voldemort.
-Si mi señor. No volverá a ocurrir -le contestó.
-Eso espero. Ahora, quiero que lances la maldición cruciatus sobre... -Voldemort buscó con la mirada entre los asistentes. De pronto, se detuvo frente a los padres del joven y una sonrisa cubrió su rostro- ...Narcisa.
Nadie entre los asistentes expresó sorpresa alguna. Ni siquiera Narcisa, la madre del joven.
El joven caminó lentamente para enfrentarse a su madre, quién permaneció inmóvil, si ningún sentimiento expresado en su rostro. Le pesaban los pies, y todavía le dolían todos los músculos de su cuerpo. Le tembló la mano cuando levantó su varita. Tenía que hacerlo, no podía fallar ahora. Miró los ojos de su mamá, pero los de ella estaban puestos en su señor, no en él. Miró a su padre, en busca del apoyo que necesitaba en ese momento, pero los ojos de él también se encontraban sobre su señor. Respiró profundo. No podía cerrar los ojos, pero trató de concentrarse en un punto lejano cercano a la cara de su madre. Sería más fácil si no la miraba.
-C...C... -Fue lo único que salió de su boca. Solo ese sonido, casi murmurado, conseguía pronunciar.
No podía. Y estaba seguro de que no podría. ¿Por qué había tenido que escoger a su madre? No tenía ninguna razón para hacerle daño a ella. Y sentía que jamás podría hacerle eso, ahora que sabía lo que se sentía estar bajo la maldición cruciatus. Se dio por vencido, y junto con la vista bajó también su varita. No podía mirar a su señor, ni a sus padres, ni a los demás mortifagos.
-¡Crucio!
Vio con espanto cómo su señor le lanzaba la maldición cruciatus a su madre, bajo la mirada imperturbable de su padre. Vio como en una pesadilla, el cuerpo de su madre retorciéndose en el suelo, y la risa cruel, satisfecha y poderosa de Voldemort. Sintió calor en su cabeza. Ya no se sentía bajo el control de su cuerpo. Su cuerpo parecía actuar por él. Alzó su varita, apuntó a Voldemort.
-¡Crucio! -lanzó el joven en dirección a su señor. No entendía porqué lo estaba haciendo. Algo en su interior le decía que era una locura, que no tenía ninguna posibilidad contra ÉL. Pero ya no dominaba ni su cuerpo ni su voluntad. Todo en él parecía obedecer a una fuerza que no era capaz de manejar.
Pero la maldición que lanzó no llegó a tocar a Voldemort. Antes de que el rayo alcanzara al ser con ojos de serpiente, éste alzó una de sus manos y un escudo surgió de ella. El rayo rebotó en el escudo y se devolvió, golpeando en el pecho al joven. El rayo se mantuvo, pegado al joven, como si se estuviera electrocutando. Voldemort sonreía satisfecho, mientras mantenía su escudo sin esfuerzo aparente. Los demás continuaban mirando a su señor, sin expresar nada. Solo el padre del joven miró a su hijo por unos segundos, con una expresión de odio en la cara.
Por su parte, el joven sentía que todo su cuerpo ardía. Sentía que toda su energía se vaciaba a través de su varita, escapando en aquél rayo, y volviendo hacia él para causarle dolor. Y lo peor era que no era capaz de parar la maldición que él mismo había lanzado. El rayo permanecía pegado a su varita y a su pecho, impidiendo todo movimiento voluntario, quitándole toda la energía que le quedaba, y haciendo de su cuerpo un infierno. No supo cuanto tiempo permaneció así. De pronto sus ojos se nublaron y lo último de lo que estuvo consciente fue del suelo frío sobre el que cayó.
Harry se despertó sobresaltado. Le dolía la cicatriz y todo su cuerpo se encontraba agotado y cubierto de sudor. Se demoró en recordar donde se encontraba.
Se sentó sobre la cama y se puso las gafas. Todavía era de noche, pero no tenía idea qué hora era. Lo último que recordaba era a Snape y la señora Pomfrey entrando al despacho de ella. Se llevó las manos a la cabeza, sentía que algo le palpitaba bajo la cicatriz, como si una sierra tratara de partirle la cabeza a partir de ese punto. Se preguntó si Draco estaría vivo. No podía creer haber soñado con Draco, haber visto su "iniciación".
Se fue al baño y se mojó la cara. La cicatriz le seguía doliendo, a pesar de que el agua fría le traía algún alivio. Llenó el lavabo con agua y metió su cara completa en él. Permaneció así hasta que tuvo que volver a sacarla para respirar. Repitió lo mismo unas veces y luego volvió a su cama. Como le hubiera gustado en ese momento que su padrino estuviera ahí, o Ron, o Hermione, o Dumbledore, o Lupin. Pero estaba solo, como siempre lo había estado. Podía ir a donde la señora Pomfrey, pero ¿qué le diría? 'Despierte señora Pomfrey, me duele la cicatriz' no le parecía adecuado. Despertarla era una mala idea, sobre todo si consideraba que ella ya estaba enojada con él.
Se dio vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño. Llegó el alba, y escuchó muchos pájaros cantar. Deseó que Pig volviera. Finalmente, se quedó dormido mirando la ventana.
Cuando la señora Pomfrey lo despertó, se sintió como si un elefante estuviera sentado sobre él. Parecía que cada parte de su cuerpo le pesaba mucho más de lo habitual.
-Despierta -insistía la señora Pomfrey moviéndole uno de los hombros-. Ya son las nueve y media, tienes que levantarte.
-Estoy muy cansado -le respondió Harry en un murmullo, dándose vuelta hacia el otro lado, sin siquiera abrir los ojos.
-¡Eso te pasa por andar vagando por el castillo de noche, en vez de dormir -le respondió ella sin un asomo de piedad en su voz-. Ahora levántate. Voy a contar hasta tres... 'UNO'...
-Solo una hora más, ¡por favor! -murmuró Harry que todavía no habría los ojos.
-...DOS...
-Anoche tuve una pesadilla y...
-¡TRES!
Harry sintió que agua helada caía sobre su cara y abrió los ojos. Se puso las gafas y se encontró con la señora Pomfrey, que lo miraba con el ceño fruncido, con un vaso vacío en la mano. Ella no esperó a que saliera de su estupor.
-Esta mañana te vas a quedar con el profesor Snape -le anunció.
-Con... ¿Snape? -Harry no podía creer su mala suerte. Recordó los sucesos de la noche y se llevó la mano a la cara. Ya no le dolía la cicatriz, pero sentía que la cabeza se le iba a partir.
-Estará aquí en menos de media hora. Y ahí está tu desayuno -dijo la señora Pomfrey apuntando una bandeja sobre la mesa con ruedas que había al final de su cama-. Y ya les envié lechuzas al director y a tu padrino.
'Por lo menos', pensó Harry aliviado. En este momento hubiera saltado en los brazos de su padrino, aunque después de eso tuviera que aguantar el sermón. Esperaba que las lechuzas llegaran rápido a destino, y que su padrino viniera en vez de enviar su respuesta.
La señora Pomfrey se fue a su despacho y cerró la puerta. Harry se levantó y se vistió. Luego se sentó a tomar desayuno. Miró la ventana, Pig seguía sin aparecer. 'Espero que no haya vuelto a La Madriguera', pensó Harry tristemente. Parecía poco probable que pudiera ir a buscarla a la pajarera, al menos esa mañana. Entonces recordó que Snape debía estar por llegar y se apuró en terminar de comer.
De pronto, volvió la señora Pomfrey a buscar la bandeja. Comenzó a recordarle lo decepcionada que estaba de él después de lo de ayer y lo de la otra noche. 'Así que Snape finalmente abrió la boca' pensó Harry. Estaba en medio del sermón cuando llegó Snape.
Harry siguió a Snape bostezando lo más disimuladamente que podía. Tenía mucho sueño y tenía frente a él lo que probablemente sería una larga y tediosa mañana. Caminó en silencio junto al profesor de pociones, que tampoco decía nada. De pronto se dio cuenta de que iban en dirección a la pajarera, y eso lo animó un poco.
Snape rompió el silencio, cuando llegaron a la pajarera.
-¿Cuál es la lechuza de tu amigo? -le preguntó.
Casi al mismo tiempo, Pig bajó soñolienta a revolotear en torno a la cabeza de Harry. A pesar de su cansancio, Harry logró atraparla y sonrió. Una gran felicidad lo invadió cuando desataba el pergamino de la diminuta pata de la lechuza.
Pero su alegría desapareció a medida que leyó la carta. Ron le contaba que una tía que vivía en Islandia se había enfermado, que probablemente moriría, y que habían ido todos a verla. Se quedarían ahí por ahora, y no sabía cuando volverían a la madriguera. Los únicos que no habían ido eran Percy y el señor Weasley, que tenían que trabajar en el ministerio y todavía no pedían vacaciones.
A Harry se le vino el alma al suelo. Había deseado tanto que llagara la respuesta de Ron, había esperado con impaciencia para poder leer esa carta. ¡Había soñado tanto con irse a La Madriguera! Se guardó la carta en el bolsillo y miró a Pig, que seguía dado vuelta feliz. Parecía completamente despierta ahora. Harry la tomó y la llevó a una de las ventanas.
-Vuelve con Ron -le dijo simplemente. No tenía deseos de contestar, y de todos modos no había traído nada para escribir. La lechuza lo miró extrañada, pero viendo que Harry insistía en dejarla ir, emprendió el vuelo y se alejó.
-Vamos -le dijo Snape cuando vio que el asunto con la dichosa lechuza había concluido. Al menos ahora Potter no tenía motivos para volver a escaparse por la noche. Sentía que si se lo volvía a topar una tercera noche de corrido, terminaría llevándoselo él mismo a Voldemort. Luego apartó ese pensamiento de su mente con violencia. 'Como puedes decir algo así' se dijo a si mismo enojado, con el recuerdo de la noche anterior todavía fresco en su mente...
Caminaron en silencio nuevamente, y pronto llegaron a un largo corredor sin ventanas. Harry reconoció el pasillo de la noche anterior, aunque ahora había antorchas prendidas en los muros. Siguió a Snape a través del muro.
Adentro, todo permanecía igual. Snape caminó hacia el muro de la izquierda y, ante el asombro de Harry, también lo atravesó. ¿Acaso ese lugar no tenía puertas? Ahora comprendía como Snape había aparecido de la nada cuando estaba mirando aquella foto. Se preguntó si la foto estaría todavía ahí. Avanzó unos pasos y comprobó que estaba todo tal cual como estaba la vez anterior. De pronto, una voz lo sobresaltó. La cabeza de Snape apareció a través del muro que acababa de atravesar.
-¡Potter!
Harry se apresuró en atravesar el muro, y se sorprendió desagradablemente ante el espectáculo que se ofrecía ante él. Estaban en una gran sala, muy parecida a una bodega. Había muchas estanterías en los muros. El suelo estaba cubierto de libros en desorden, mezclados con montones y montones de fotografías. El lugar parecía haber estado abandonado por años. La voz de Snape lo volvió a sacar de su contemplación.
-Lo que tienes que hacer, Potter, es ordenar aquí -le dijo simplemente, no haciendo caso a la cara de horror de Harry.
-¿Ordenar ESTO? -le preguntó Harry incrédulo mostrándole los cerros de fotografías.
-Exactamente. Ordenarás todas estas fotografías en sus correspondientes libros. Están por años, ¿ves? -le explicó tomando uno de los libros del suelo, que estaba vacío. En el lomo decía '1328'-. Lo que me recuerda que necesitarás...
Snape volvió a desaparecer a través del muro, como recordando algo. Harry recogió una de las fotografías del suelo. Era de un árbol y parecía muy antigua. Harry la dio vuelta y vio que no decía nada. ¿Cómo diablos iba a ordenar todo eso por años, si las fotos ni siquiera tenían fecha?. Se estaba preguntando eso cuando Snape volvió con la respuesta. Traía en sus manos un aparato que Harry nunca había visto en su vida. También traía una pluma, un tintero y un pergamino.
-Este es un fotodatador -explicó antes de que Harry alcanzara a preguntar, poniendo el aparato y lo demás sobre una pequeña mesa pegada a la pared, al lado de donde estaba la "puerta". Le movió algunos brazos articulados y Harry pudo ver que aparecían una serie de cristales como piedras de forma irregular, en el extremo de los brazos. Snape estaba poniéndolos con cuidado, concentrado en la posición de los cristales. Al cabo de unos segundos pareció satisfecho. Sacó de uno de sus bolsillos una fotografía (que mostraba unos cerros), y del otro bolsillo un par de varitas. Entonces pareció recordar algo.
-Tu varita -le dijo simplemente entregándole su varita a Harry. El joven la tomó en silencio y se la guardó. Snape tocó el aparato con su varita y una luz salió de un punto, atravesando una pantalla transparente y el conjunto de cristales, para finalmente caer en otra pantalla, totalmente negra. Esta última tenía una serie de líneas en su superficie, algo más brillantes, que formaban un diseño de entramado hexagonal sobre su superficie. Snape puso la fotografía en la primera pantalla, y Harry observó que el rayo de luz atravesaba la fotografía, luego los cristales, y llegaba a la pantalla negra. Entonces notó que, debajo de la pantalla negra, una serie de relojes se movieron. Cada uno tenía un solo puntero, y diez números del cero al nueve. El puntero del primer reloj a la derecha se detuvo frente a un número '7', mientras que el puntero de los otros frente al cero.
-Tomé esta fotografía hace una semana -explicó Snape-. Como puedes observar, el fotodatador dice que la fotografía tiene siete días. Lo que hace es determinar cuan vieja es la sustancia que forma la imagen sobre el papel. Entonces, si sabes qué día es hoy, y le restas lo que te indica el fotodatador, sabrás que día fue fabricada esa fotografía.
Snape sacó la fotografía de la pantalla del aparato y escribió la fecha en que fue tomada detrás. Luego sacó otra fotografía de su bolsillo (un perro que se perseguía la cola).
-Ahora tú -le dijo, pasándole la fotografía.
Harry puso la fotografía en la pantalla transparente, y observó los relojes. Cuando se detuvieron, el primero a la derecha indicaba '0', el siguiente indicaba '2', el tercero '4', y el resto hacia la izquierda '0'. No estaba completamente seguro de qué significaba eso.
-¿Y? ¿Cuántos días tiene? -preguntó Snape.
-Tiene... -Harry no estaba seguro- ...¿420 días?
-Exactamente. Entonces, ¿cuando fue hecha?
Harry no supo qué contestar. ¿Cómo esperaba que supiera? Ni siquiera tenía un calendario.
-Fue hecha hace como un año y ... dos meses -respondió Harry.
-Está correcto, aunque no es muy preciso -le respondió tomando el pergamino que había traído. Estaba en blanco, pero cuando lo tocó con su varita, apareció la fecha de ese día en la parte superior. Luego tomó la pluma y escribió '420' en medio de la hoja. La tinta desapareció y reapareció, formando una fecha.
-¿Ese día? -preguntó Harry.
-Si.
-Ah.
-Ahora, hazlo con todas estas -le respondió Snape indicándole la sala. Tomó sus dos fotografías y desapareció a través del muro.
Harry, aunque estaba asombrado y entusiasmado con todo lo que había visto, se daba cuenta de lo tedioso que sería eso. Tomó una fotografía del piso y repitió el procedimiento. La fotografía había sido tomada el 24 de septiembre de 1552. Escribió la fecha detrás y se preguntó donde diablos estaría el álbum de ese año. 'Esto no va a resultar', se dijo sin entusiasmo. Bostezó, que sueño tenía...
Después de pensar unos minutos, y bostezar unas cuentas veces, pensó que lo primero que tenía que hacer era recuperar los álbumes, y ordenarlos en las repisas. Luego les pondría fechas a las fotografías y las guardaría. Comenzó a recuperar del suelo los álbumes, tratando de no pisar las fotografía. Para eso hizo montones con ellas, dejando libre pequeñas sendas para caminar entre las estanterías.
El trabajo resultó lento, ya que eran muchos libros. Todavía no había recuperado todos los libros cuando apareció nuevamente Snape. Se quedó mirando el trabajo que había hecho Harry pero no dijo nada al respecto.
-Seguirás en la tarde, ahora anda a almorzar.
Snape acompañó a Harry a la enfermería y lo dejó con la señora Pomfrey, que lo estaba esperando. Después de lavarse (estaba cubierto de polvo y telas de araña) almorzó con ella. Le contó en qué consistía lo que tenía que hacer. Luego bajó a descansar un rato. Pero acababa de apoyar la cabeza en la almohada y volvió a aparecer Snape.
Durante la tarde, terminó finalmente de poner todos los álbumes en las estanterías. Se sentó en el suelo, unos instantes, a descansar. Lo único que quería en ese momento era darse un baño y acostarse a dormir... Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el muro (no era donde estaba la "puerta"). Descansaría unos minutos antes de comenzar con las fotografías. Solo unos minutos...
Una figura oscura se encontraba junto a una mesa, en una habitación en semi penumbra. Se encontraba solo, frente a una bola de cristal. Sus ojos de serpiente miraban en ella, y su cara expresaba odio. En la bola, se veía un joven que dormía en una cama. Junto a él, dos figuras discutían. Finalmente, el joven se despertaba. Casi se podía entender lo que sus padres le decían. Ya no querían saber nada más de él. Debía irse, y no volver. Nunca más sería bienvenido en esa casa.
-Así que no me lo vas a traer, Malfoy -murmuró la figura frente a su bola de cristal-. Ya verás, traidor...
Mientras tanto, el joven se había subido a una escoba, y desaparecía por la ventana. Tras una última mirada a la que había sido su casa, se alejó volando, la cara cubierta de lágrimas.
-Y tu también verás lo que te ocurre, hijo de traidor -murmuró con una sonrisa cruel la figura, frente a la visión que le ofrecía la bola.
El joven ya no se encontraba sobre su escoba. Estaba lavándose la cara y bebiendo en el agua de un río. Se paraba y caminaba en la dirección del agua. Llegaba a un precipicio, donde el rió se transformaba en catarata, para ir a caer muchos metros más abajo en una laguna turbulenta.
La figura dejó escapar una risa cruel. Cerró sus ojos de serpiente, puso una mano sobre la bola y murmuró:
-Tírate.
Luego abrió los ojos para ver al joven que caía a la laguna y desaparecía bajo el agua.
Se volvió, y con una carcajada siniestra dijo:
-Ahora te toca a ti, Lucius Malfoy.
Y se alejó, sin ver un perro negro que se encontraba al borde de la laguna, y que se precipitaba en ella.
Harry se despertó sobresaltado. Le dolía la cicatriz y vio que no se encontraba solo. Snape lo miraba extrañado.
-¿Qué te pasa? -le preguntó.
-Me quedé dormido -le respondió Harry poniéndose de pié. No tenía idea cuanto tiempo había estado durmiendo. Esa sala no tenía ventanas, y él no tenía reloj.
-Será mejor que dediques las noches a dormir entonces -le respondió Snape burlonamente-. Es hora de que vuelvas a la enfermería. Pero vendrás aquí cuantos días sean necesarios, hasta que termines esto -agregó mostrando las estanterías.
Harry gruñó como respuesta y se llevó una mano a la cabeza. Le dolía mucho la cicatriz, y el sueño lo había dejado perturbado. Snape pareció darse cuenta. La preocupación reemplazo a la burla en su cara.
-¿Qué te pasa? -le preguntó nuevamente.
Harry no sabía que responder. Acababa de ver a Draco cometiendo suicidio, después de haber sido expulsado de su casa. Había visto a Voldemort observando todo esto y empujándolo a matarse. Tal vez debería contárselo a Snape. Después de todo, Draco estaba en Slytherin, su casa. Tal vez sería buena idea contarle también la pesadilla que había tenido en la noche, sobre la fallida iniciación de Draco. Pero por otra parte, tal vez era mejor no meterse. No tenía ganas de contarle sus problemas a Snape.
-Te hice una pregunta -le dijo Snape, sacándolo de sus pensamientos. Harry lo miró a los ojos y, viendo que ya no tenía su expresión de burla ni agresividad en la cara, se decidió.
-Acabo de tener una pesadilla, y anoche tuve otra. Draco... -Harry no sabía como continuar. ¿Cómo se lo decía?
-¿Anoche? ¿Draco? -Snape parecía sorprendido. Anoche había sido convocado por Voldemort. Había presenciado la iniciación del joven. Había visto como había fallado en su prueba y como sus padres se lo habían llevado inconsciente, prometiéndole a Voldemort que se lo traerían apenas volviera en si para que hiciera con el lo que quisiera. ¿Acaso Harry había visto eso?
-Si... -respondió Harry inseguro-. Voldemort quería que le hiciera la maldición cruciatus a su madre. Pero Draco no pudo y... y... no sé que pasó luego porque me desperté. Y casi no pude dormir anoche.
-Está bien -le respondió Snape confirmando sus sospechas. No entendía como... De pronto recordó que el niño frente a él acaba de tener otra pesadilla.
-¿Y que soñaste ahora? -le preguntó.
-Draco... sus padres lo echaron de su casa. Voldemort vio todo a través de una bola de cristal. Se enojó porque no se lo habían llevado. Luego Draco se fue volando y... -Harry tragó saliva- se suicidó.
-¿¿¿QUÉ??? -gritó Snape. Harry se sobresaltó. No recordaba haber escuchado a Snape gritando.
-No estoy seguro -respondió Harry rápidamente-. Estaba al borde de un precipicio, mirando una catarata. De pronto Voldemort dijo 'Tírate' tocando su bola de cristal y vi a través de la bola de cristal que Draco se tiró.
Al ver la cara de alarma en la cara de Snape agregó:
-No estoy seguro, pero creo que vi a un perro negro al borde de la laguna que se formaba en la base de la catarata. Se lanzaba al agua. Tal vez...
Harry pensaba que aquel perro negro podía ser su padrino, pero no estaba completamente seguro así que prefirió omitir ese detalle. Vio que Snape parecía preocupado, y hasta triste.
-Está bien, vamos -le dijo Snape.
Volvieron a la enfermería sin decir una palabra. Cuando llegaron allá los esperaba una sorpresa. Estaban Sirius y Dumbledore, ambos mojados. Sobre una cama se encontraba Draco, con los ojos cerrados, inmóvil. La señora Pomfrey estaba cambiándole la ropa mojada por un pijama seco que Harry reconoció como uno de los que su padrino le había dejado. Sintió un poco de rabia pero no dijo nada.
-¡Harry! -Lo saludó su padrino dándole un abrazo.
Harry quedó un poco mojado también después del abrazo. Junto con el polvo que tenía encima quedó bastante sucio. Dumbledore también lo saludó, pero luego se fue a ayudar a la señora Pomfrey. Snape y Sirius se saludaron con una breve inclinación de cabeza y luego Snape se acercó a Dumbledore a preguntarle que ocurría, a pesar de que ya sabía bastante bien después de lo que Harry le había contado.
-Que bueno que volviste, Sirius -le respondió Harry-. Ya no aguanto más aquí. Sirius dejó de sonreír.
-Lo siento Harry, pero solo vinimos a traerlo -dijo indicando a Draco-. Nos vamos enseguida.
-Pero, ¿qué pasará conmigo? -le preguntó Harry decepcionado. Sirius suspiró, le puso un brazo en el hombro y lo llevó afuera de la enfermería. Cuando estuvieron afuera, le respondió:
-Lo siento Harry, pero creo que tendrás que pasar el resto de las vacaciones aquí. Estamos todos muy ocupados, y aquí estarás seguro. Trata de entender.
Harry estuvo a punto de echarse a llorar, pero se contuvo. Sirius lo abrazó nuevamente y permanecieron así por algunos minutos. Luego Harry le contó la pesadilla de la noche y la que acababa de tener.
-Si, era yo -le dijo Sirius. Ese niño ¿Draco me dijiste que se llamaba? tuvo mucha suerte de que estuviéramos reunidos ahí cerca...
-¿Qué pasará con él? -preguntó Harry temiendo la respuesta. No tenía deseos de que Draco se quedara también en Hogwarts. Las cosas eran bastante desagradables así como estaban, para que más encima le trajeran a Draco para completar el cuadro.
-No lo sé -le respondió Sirius-. Eso lo decidirá Dumbledore supongo.
Harry suspiró, y en ese momento salió Snape de la enfermería. Se quedó unos segundos mirando el abrazo entre Sirius y Harry. Luego dijo simplemente:
-Adiós, Black -luego miró a Harry y se despidió con un 'pasaré mañana a la misma hora'.
Sirius se quedó mirando la espalda de Snape que se alejaba. Cuando ya había desaparecido rompió el silencio.
-Lamento que tengas que pasar las vacaciones en compañía de ese... ese... ¡ESE! -exclamó. Harry suspiró.
-La señora Pomfrey nos ha enviado una lechuza -le dijo pasando a un tono algo más autoritario-. ¿Cómo es eso de que te escapas por las noches?
Harry suspiró.
-Necesitaba unos libros para pasar el tiempo y quería ir a la pajarera a buscar la lechuza que Ron me había enviado -respondió. Luego recordó algo-: ¿Me has traído mis cosas de Privet Drive?
-No, no he tenido tiempo de ir allá todavía. Pero estuve en Londres y recuperé esto -le dijo sacando un anillo del bolsillo. Era el anillo de piedra que le había dado de regalo de cumpleaños-. Póntelo.
Harry tomó el anillo y se lo puso. Sirius tomó su varita y la mano de Harry. Tocó con su varita el anillo y murmuró algo. Harry trató de oír pero no pudo entender bien lo que decía. Lo distrajo una sensación de calor en el dedo en el que tenía puesto el anillo. Por unos segundos sintió que el anillo le quemaba. Dejó escapar un grito de dolor y quitó su mano de la de su tío.
-¿Qué has hecho? -le preguntó enojado sobándose el dedo, a pesar de que ya no le dolía.
-Un pequeño hechizo para asegurarme de que no te sacarás el anillo esta vez -le respondió Sirius.
-¿Y que pasará si alguien te quita el mapa? -le preguntó Harry más enojado todavía.
-No tienes de que preocuparte, ya arreglé ese asunto -le respondió Sirius- . Vamos, no te enojes. Es solo una medida de seguridad. Así me quedo más tranquilo. Cada vez que quiera saber de ti veré que estás aquí y me sentiré mejor. ¿No te alegra eso?.
-Si -le respondió Harry. Entendía a su padrino, y lamentaba haber reaccionado así-. Disculpa por haberte gritado de ese modo.
-Está bien -le respondió su padrino abrazándolo nuevamente.
En ese momento salió Dumbledore.
-Es hora de que volvamos con los demás, Sirius.
Sirius soltó a Harry. Dumbledore se dirigió al muchacho.
-Adiós Harry. Le dije a la señora Pomfrey que no le causarías más problemas. Espero que no se repita nada de lo que nos ha contado.
-Esta bien -le respondió Harry tristemente. Luego recordó el motivo por el que habían venido-. ¿Qué pasará con Draco?
-Por lo que Severus me contó, no necesito explicarte lo que ha ocurrido -le respondió Dumbledore. Ante el gesto afirmativo de Harry continuó-: por ahora se quedará aquí. Necesita reponerse y no podemos llevarlo con sus padres.
Dumbledore se quedó mirando a Harry unos momentos y agregó mirándolo fijamente a los ojos:
-Necesita reposo y tranquilidad. Así que no quiero peleas.
-No lo molestaré si él no me molesta a mi -le respondió Harry encogiéndose de hombros.
Dumbledore suspiró. Dejar a Harry y Draco juntos no era la mejor de las ideas, pero no le quedaba otra opción.
-Será mejor que vayas a lavarte y te cambies eso -le dijo a Harry indicándole la ropa que estaba húmeda y llena de polvo-. Luego comes y te acuestas a DORMIR.
-Si señor -le respondió Harry de un modo algo más desagradable de lo que había pretendido. Dumbledore no le respondió, pero suspiró y se dirigió a Sirius.
-Vamos.
Harry entró a la enfermería y antes de cerrar la puerta vio que su padrino le sonreía, como para darle ánimo.
En la enfermería se encontraba Draco durmiendo en una cama, y la señora Pomfrey que ponía una bandeja en la mesa con ruedas.
-Quiero que te laves rápido.
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry.
-Luego comes y te acuestas. ¿Entendido?
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry.
-Y si pensabas salir esta noche, olvídalo. Pondré un hechizo de alarma en torno a tu cama.
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry con un suspiro.
-Y pobre de ti que despiertes a Draco. ¿Entendiste?
-Si señora Pomfrey -le respondió Harry nuevamente, como quién está recitando.
-¡Y deja de responder de ese modo! -le agregó irritada.
-¡Si señora Pomfrey! -Le dijo Harry riéndose, mientras corría a refugiarse en el baño antes de que ella alcanzara a reaccionar.
La señora Pomfrey lo miró desaparecer tras la puerta del baño y suspiró. Al menos el chico parecía estar de buen humor.
