Muchas gracias a Francia, por su valiosa cooperación. Debo decir que ella
encontró el título justo para este capítulo, y son de ellas algunas ideas.
Tan creativa esta jovencita ;D
amhy potter: ¡Gracias por tu review! El misterio de aquella foto comenzará a esclarecerse en este capítulo. Gracias por tus sugerencias. Tienes toda la razón, Draco se acaparó los capítulos pasados. Traté de poner mas "Harry" en este, aunque la trama para los próximos capítulos incluye a Draco bastante. Pero Harry participará también, no te preocupes ^_^ Fuiste profética con lo de Voldemort @_@, tenía planeado eso para este capítulo jejeje (lee y verás...). ¡Claro que Voldemort se molestará! Sirius volverá pronto, al igual que varios otros personajes. De hecho, Sirius TIENE que volver, como te darás cuenta en este capítulo. Snape lo necesitará ;-)
N/A: Aunque ya tengo el punteo de lo que pasará en los próximos capítulos, me gustaría preguntarle algo a la audiencia: ¿están aburridos de que este fic se haya malfoy-izado y snape-izado? Me encantaría conocer vuestra opinión. Aunque si no quieren opinar, igual lo voy a seguir (según lo que tengo planeado).
Capítulo 18 Árboles y Semillas
Apenas se quedaron solos, Harry y Draco se miraron.
-Vaya lugar... -comentó Draco, resumiendo los sentimientos de ambos.
-No sabía que en Hogwarts hubiera un lugar así -comentó Harry mirando alrededor. De pronto su mirada se detuvo en la única puerta (aparte de la puerta trampa que daba a la salita de Snape)-. ¿Qué crees que puede haber detrás de esa puerta?
-No sé, ni pienso averiguar -contestó Draco.
-Yo tampoco -contestó Harry. Sentía curiosidad, pero no estaba loco-. ¿Qué hora es?
-Las una de la mañana, con treinta y cuatro minutos -contestó Draco mirando la hora.
-Me da escalofríos dormir aquí -comentó Harry.
-¿Tienes miedo, Potter? -le preguntó burlonamente Draco.
-¡No! -contestó Harry picado. Luego se dio vuelta en la cama y dándole la espalda agregó-: Buenas noches.
Draco miró a su alrededor con preocupación. A él también le daba escalofríos dormir ahí, al medio de la nada. Se arrepentía por haberse enojado con Potter. No era una buena idea estar enemistado con la única persona que había en el lugar, sobre todo si esa persona tenía una varita y él no. Tenía que arreglar la convivencia, de alguna manera. ¿Tal vez si se mostraba amistoso?
-Buenas noches... Harry -contestó Draco. Harry se dio vuelta y lo quedó mirando.
-¿Qué dijiste?
-Dije: buenas noches HARRY -respondió Draco forzándose a sonreír. Luego agregó-: A mi también me da escalofríos dormir aquí abajo.
-Ah... -contestó Harry. ¿Acaso Malfoy estaba tratando de ser amable? Bueno, no era tan mala idea si ambos tendrían que pasar una noche, y quizá más, en semejante lugar-. Buenas noches... Draco -contestó finalmente.
Ambos chicos se quedaron mirando el techo en silencio. Ninguno de los dos sabía qué decir. Finalmente Draco rompió el silencio.
-Harry... ¿por qué estás acá en Hogwarts?
-Mi familia se fue de vacaciones sin mi -contestó simplemente. Draco lo miró extrañado.
-¿Cómo así?
-Salí un día de la casa de mis tíos, porque tenía unos asuntos que resolver. Y cuando iba a volver a la casa, me enteré de que se habían ido. Como no tenía donde ir, Dumbledore me dejó aquí, con la señora Pomfrey.
-Ah... -contestó Draco sin entender mucho esa extraña historia-. ¿Y que tiene que ver Dumbledore? ¿Cómo supo él que tus tíos se habían ido sin ti?
Harry cerró los ojos un momento. Había sido especialmente vago al contarle su historia. No quería entrar en detalles frente a Draco Malfoy precisamente. Pero el chico se estaba mostrando civil, y después de todo lo que le había pasado, no era muy probable que le fuera con el cuento a Voldemort. Tal vez no habría tanto problema si le contaba todo lo que había pasado, siempre que tuviera cuidado de omitir a su padrino.
-Verás, yo estaba pasando las vacaciones con mis tíos y mi primo, como todos los veranos. Pero mi primo fue secuestrado por quien-tú-sabes -Draco sintió una ligera incomodidad en el estómago al escuchar eso-. Como mis tíos son muggles, no tenían idea de lo que de verdad había pasado, y por ende no tenían ninguna posibilidad de encontrar a mi primo. Entonces decidí buscarlo yo. De hecho, creo que esa era precisamente la intención de quien- tú-sabes. Finalmente me atraparon a mi también, pero mi primo y yo logramos escapar con la ayuda de Dumbledore. Después de modificarle la memoria a mi primo, Dumbledore lo dejó volver a casa de mis tíos y a mi me trajeron a Hogwarts. Pero cuando iba a volver a casa de mis tíos, me enteré de que se habían ido de vacaciones con mi primo. Entonces me tuve que quedar aquí, con la señora Pomfrey.
Draco se quedó mirándolo. Sospechaba que no le había contado todo, y algo en su historia no tenía sentido.
-Pero hay algo que no comprendo. ¿Por qué no volviste junto con tu primo a casa de tus tíos?
Harry se mordió un labio pensando. Él había querido volver con Dudley, pero su padrino no lo había dejado. No podía decirle eso a Draco, tenía que inventar algo. 'Por suerte que ya se pasó el efecto del Veritaserum' pensó.
-Porque si volvía con él, tendría que explicarles lo que había ocurrido. Era preferible hacer volver a mi primo creyendo que se había "perdido", y luego yo volvería contando alguna otra historia -contestó Harry, feliz de haber encontrado una explicación lógica.
-Ah, ya comprendo -contestó Draco no muy convencido. Pero algo le decía que Harry no le contaría más detalles. Y prefería no echar a perder el ambiente amistoso que había logrado tratando de que le dijera cosas que no quería contar.
-¿Y tú? -le preguntó Harry a pesar de que ya conocía su historia-. ¿Por qué viniste a parar a Hogwarts?
Draco miró hacia otra parte, incómodo. Debió haber sospechado que el otro también preguntaría. Pero no quería hablar de eso, no se sentía como para contar todo... y menos delante de Harry Potter precisamente. Pero algo tendría que decirle.
-Me pelee con mis padres y me echaron de la casa -respondió simplemente encogiéndose de hombros. Harry lo quedó mirando. No se decidía si debía tratar de que hablara del incidente, o dejarlo tranquilo para que hablara de eso cuando se sintiera capaz. Pero había un problema: si no le preguntaba nada, pensaría que no le interesaba.
-¿Y por qué te peleaste con ellos? ¡Debió ser algo muy grave para que hayan tratado de matarte enviándote una trampa con veneno! -insistió Harry.
Draco miró el techo, con visible incomodidad. No podía contarle a Harry que había intentado ser un mortifago, y que había fallado en el rito de iniciación. Tendría que contarle que sus padres eran mortifagos, y eso no era una buena idea. ¿O lo era? Después de todo, ellos querían su cabeza, así que ya no les debía lealtad. Pero no, no quería confesar que había tratado de ser un mortifago.
-Cometí un error que ellos no me perdonaron -contestó Draco sin entrar en detalles, esperando que Harry tuviera el tino de no insistir.
-Ah, ok... -contestó Harry-. ¿Y por qué te trajeron a Hogwarts mojado e inconsciente?
Draco deseó no haberle hecho tantas preguntas él mismo. Ahora sentía que tenía que responderle, o perder esa pseudo amistad que había logrado.
-Es que cuando me fui de la casa de mis padres, me caí en un río y casi me ahogo. No me acuerdo muy bien, pero recuerdo que un perro me sacó, y luego me desperté en la enfermería.
-Ah -contestó Harry. Draco no le iba a contar, y era mejor no insistir. En ese momento Draco bostezó.
-¿Qué crees que pasará mañana? -preguntó Draco, cambiando de tema. Y como bostezar es contagioso, Harry también se puso a bostezar.
-No séeeee -contestó Harry-. Supongo que Snape nos pedirá que hagamos algo desagradable como castigo.
-Ojalá sea seguir con lo de las foootooos -comentó Draco bostezando nuevamente.
-Ojalá -contestó Harry. Aunque tratándose de Snape, seguro que inventaría algo más desagradable. Además, ya sabía lo de la foto, y no querría dejarlos solos ahí nuevamente-. Pero igual sería bastante desagradable caminar con los pies así ¿no te parece?.
Pero Harry no obtuvo respuesta. Extrañado miró a Draco, y sonrió. Se había quedado dormido. Se quedó un rato pensando en la nueva situación. Las cosas no habían parado de cambiar en los últimos días. Había estado con la señora Pomfrey, ahora con Snape. Pero eso último era solo una situación transitoria. ¿Con quien tendría que quedarse luego? ¿Volvería la señora Pomfrey? Lo que más le gustaría es que le permitieran quedarse en Hogwarts, pero con su padrino. O que los Wealsey volvieran a La Madriguera, y que lo invitaran. ¡Eso sería fantástico! Pero Dumbledore no quería. ¿Por qué no quería? Para no poner en peligro a esa familia, seguro. Parecía que su presencia traía problemas adonde quiera que fuera. Si solo Voldemort se pudiera morir... ¿No podía darle cáncer o algo así? Lo de los padres de Draco le había dado una idea. Tal vez era muy difícil matar a Voldemort con magia, pero un ataque "a lo muggle" podría tomarlo por sorpresa. Podría matarlo con un arma química, o un arma biológica, como esas que se usan en las guerras muggles. Podría enviarle alguna bacteria o virus letal mediante una lechuza. Podría caerle un rayo encima. Podría tropezar con una canica, y quebrarse el cuello al caer sobre el canto de una mesa.
Harry se quedó finalmente dormido, riéndose de las muchas formas en que Voldemort podría morirse.
Estaba en la mismo oscuro lugar. Solo la luz de una vela iluminaba aquella cara de serpiente, y la mesa sobre la que trabajaba. Un mantel rojo sangre estaba dispuesto bajo unas cartas con diversos dibujos. Aquel tétrico rostro se inclinaba sobre esas cartas, con una expresión de máxima concentración. De pronto salió del trance en el que estaba y sus ojos se encendieron con odio.
-Está vivo -murmuró con rabia. Ya verán...- ¡Colagusano!, ven acá -gritó.
Al cabo de unos segundos, unos pasos se acercaron y su sirviente apareció en el umbral de la puerta.
-¿Me llamó mi señor? -preguntó inclinándose, mientras temblaba. Su amo estaba alterado, y eso no era nada bueno.
-Acércate.
Peter Petigrew caminó hacia él, temblando.
-Tu brazo -le dijo Voldemort indicándole con la mano que se lo acercara. Tragando saliva, el sirviente puso su antebrazo izquierdo sobre la mano huesuda de su amo, y cerró los ojos, pues sabía lo que vendría.
Voldemort puso su dedo sobre la marca tatuada en el antebrazo, concentrándose en el par que quería convocar, y sonrió al ver la cara de dolor del hombrecillo frente a él. Al poco rato, una pareja de encapuchados se presentó frente a él, con sumisas inclinaciones.
-Nos llamó, mi señor -habló uno de ellos.
-Fallaron... -les respondió con aparente calma- ...nuevamente.
Ambos encapuchados comenzaron a temblar. Eso solo podía significar una cosa: el hijo de ambos no había muerto.
-¡Crucio!
La señora Malfoy se retorció de dolor en el suelo, durante casi un minuto. Un largo minuto en que su esposo no se atrevió ni a respirar. Luego fue su turno de revolcarse en el suelo, bajo la impotente mirada de su esposa. Finalmente, Voldemort los dejó a ambos recuperarse.
-Ustedes me han decepcionado, pero estoy dispuesto a darles otra oportunidad.
-Gracias -contestó el encapuchado arrodillándose y besándole el borde de la túnica.
-Quiero que recuperen al chico, y que me lo traigan.
-¿Pero cómo mi señor? Está muy bien guardado, ¡en Hogwarts!.
-Lo sé, pero ustedes son sus padres ¿no? ¡Pídanlo de vuelta legalmente! Tienes influencia en el ministerio, Malfoy.
-Como usted ordene, mi señor -contestó Lucius Malfoy con una inclinación. Voldemort sonrió cruelmente.
-Así me gusta, Malfoy. La próxima vez no seré tan benevolente. Y para que no se les olvide -agregó levantando su varita y apuntando hacia la pareja- ¡Crucio!
Harry se despertó gritando y agarrándose la cabeza. Sentía un cuchillo ardiente enterrado en la cicatriz. ¿Dónde se encontraba? Tardó unos segundos en reconocer ese tétrico lugar. Miró a Draco, temiendo haberlo despertado. Pero el chico seguía dormido, aunque se agitaba nerviosamente. ¿Qué le pasaba? Por un momento Harry tuvo la ocurrencia de que estaba tenido la misma pesadilla que él. Pero eso hubiera sido imposible. ¿O no? Si así fuera, sería mejor despertarlo.
Se levantó, y al apoyar uno se sus pies, recordó que lo tenía herido. Comenzó a dolerle mucho. Al parecer, el efecto de la poción para el dolor que Snape les había dado ya había pasado. Saltando en el pié que tenía sano se acercó a la cama de Draco y se sentó en ella. Comenzó a zamarrearlo suavemente para despertarlo.
-¡Draco! Despierta, es solo una pesadilla -le murmuró.
Pero el chico no se despertaba. Entonces Harry notó que estaba colorado y, al tocarle la cara, que tenía la piel hirviendo. Tenía fiebre. Suponía que tendría que avisarle a Snape. ¿Pero qué hora era? Miró el reloj de Draco. Eran pasadas las 4 de la mañana.
Harry no tenía ninguna gana de ir saltando en un pie hacia la escalera, subirla, saltar hasta el dormitorio de Snape, y despertarlo a esa hora para explicarle que Draco tenía fiebre. Pero sentía que eso era lo correcto. Por otra parte, también podía volver a la cama, y tratar de seguir durmiendo. Después de todo, si no hubiera tenido esa pesadilla, no se habría despertado, no se habría dado cuenta de que tenía fiebre, y Draco hubiera tenido que esperar hasta la mañana de todos modos. Y no hubiera sido su culpa.
Pero el problema era que SI se había despertado, y que SI se había dado cuenta de que tenía fiebre. Y había un segundo problema: la pesadilla. Aunque no era asunto suyo, tendría que contarle a Dumbledore, o en éste caso a Snape, lo que había visto y escuchado. Los padres de Draco recurrirían a la justicia para obligarlos a entregar a Draco, y de ahí se lo entregarían a Voldemort, que de seguro lo mataría. No podía guardarse eso, no era correcto. Y al contarle a Snape su pesadilla, supondría que se había despertado, y resultaría obvio que TENIA que haber notado que Draco estaba con fiebre. Y le preguntaría por qué no le avisó. Y entonces estaría en problemas.
Harry llegó finalmente a la conclusión que ir a avisar a Snape era no solo lo correcto, sino lo que menos problemas le causaría. Además, quería contarle a alguien la pesadilla, y no tenía ganas de volver a la cama y dormir. Incluso, con un poco de suerte, Snape le daría más poción para el dolor del pie y el alivio se extendería hasta la cabeza. Si, dejar de sentir dolor en ambos extremos de su cuerpo sería MUY bienvenido.
-Ya vuelvo, Draco -le murmuró, aunque estaba seguro de que no podría oírlo.
Saltando en un pie se dirigió hacia la escalera. Subirla resultó más fácil de lo que había creído, aunque tuvo que sujetarse con las manos que también comenzaron a dolerle. Finalmente llegó arriba y atravesó el piso, encontrándose con la alfombra. La levantó y se encontró con la sala oscura, iluminada solamente por la pequeña ventana. Se sentó en el suelo para descansar unos segundos, y prendió luz con su varita.
Miró las tres puertas. Dos ya las conocía: una era la del baño, y la otra debía ser la de su lugar de trabajo. Por descarte la tercera puerta debía ser la de su dormitorio. Se puso de pie y se fue saltando hacia esa. Su corazón latía con fuerza cuando se encontró frente a la puerta, y estuvo tentado de volver y tratar de dormir. Pero ya había llegado hasta ahí. Además, se suponía que Dumbledore se los había encargado a Snape, así que Snape no podía decirle nada por simplemente avisarle que Draco estaba enfermo.
Tragó saliva, contuvo la respiración unos segundos, y tocó la puerta. Esperó. Nada ocurrió. Tocó la puerta un poco más fuerte. ¿Y si ese no era el dormitorio? ¿Y si Snape no estaba en Hogwarts? Un escalofrío le recorrió la espalda al imaginarse que se encontraban solos. ¿Por qué tenía tanto miedo? No podía creer que temiera que Snape no estuviera, y se rió de si mismo.
Finalmente, como nadie contestaba, abrió la puerta ligeramente y miró al interior. Distinguió una gran cama y una figura durmiendo en ella. No se había equivocado, ese era el dormitorio de Snape. Le extrañó que no hubiera ningún hechizo que le hubiera impedido abrir la puerta. Titubeó unos instantes y finalmente entró. Saltó hacia la cama de Snape, que no se despertó. Al parecer era de sueño pesado. Titubeó de nuevo, parado junto a la cama. Miró el velador, había un libro, una vela apagada, un reloj y un frasco. Harry miró el libro y frunció el ceño. ¿Desde cuando a Snape le interesaba la adivinación? Pero no era el momento de preguntarse esas cosas. Sería mejor despertarlo él, antes de que Snape se despertara solo y lo descubriera ahí, mirando sus cosas.
-S...S...Señor -le murmuró. No obtuvo resultado-. Señor -insistió más fuerte mientras le zamarreaba el hombro.
Finalmente, el durmiente abrió un ojo y frunció el ceño. ¿Qué clase de pesadilla era esa? ¿Qué demonios hacía un chico en pijamas, despertándolo a mitad de la noche? ¡¿¡Y POTTER nada menos!?! Cerró los ojos unos segundos y volvió a abrirlos. No era una pesadilla, Potter seguía ahí, en pijama, y mirándolo con cara de circunstancia. Entonces recordó el día anterior, y suspiró. Se obligó a si mismo a pensar en qué haría Albus en su lugar, en vez de ceder a la tentación de gritarle que se fuera a la cama y lo dejara dormir.
-Que pasa, Potter -preguntó tratando de controlarse.
-Disculpe por haberlo despertado -contestó Harry temblando-. Es que Draco tiene fiebre, y no puedo despertarlo.
Snape miró la hora en su velador. Eran las cuatro veinte de la mañana.
-¿Estás seguro de que tiene fiebre?
-Si, o sea, creo -contestó Harry inseguro-. Lo toqué, y tenía la frente muy caliente. Además, se agitaba en su cama, y no se despertaba.
-Ok -contestó Snape resignado. Tendría que levantarse. Que maldición, esperaba que Albus encontrara pronto una solución. Decidió que le escribiría apenas pudiera-. Vamos.
Snape se levantó y, mientras se ponía unas pantuflas, observó como Harry avanzaba dando saltitos en un pie hacia la puerta. Suspirando tomó su varita y lo levitó.
-Espérame, Potter.
Harry miraba desde su cama, tratando de ver a Draco. Pero Snape le tapaba.
Después de que lo había dejado sobre la cama, había tocado a Draco, se había ido y había vuelto al rato, con un frasco con una poción que supuso sería para la fiebre. Ahora se encontraba sentado en la cama de Draco, y le tocaba la frente de tanto en tanto.
-¿Qué le pasa? -preguntó Harry mostrando a Draco.
-Tomó mucho frío en el muelle subterráneo, supongo -le contestó Snape-. Ahora duérmete, Potter.
-Es que... -le contestó Harry. Deseaba contarle lo de la pesadilla, pero no se atrevía.
-¿Es que qué, Potter? -le preguntó Snape, mirándolo con impaciencia.
-Tuve otro sueño.
-¿Otro... de "esos"? -le preguntó Snape con interés. Harry movió la cabeza en señal de sí-. Cuéntame.
-Vi a Voldemort, mirando unas cartas con unos dibujos. Creo que por ellas adivinó que Draco seguía vivo...
-¿Draco? -lo interrumpió Snape.
-Si, Draco -respondió Harry extrañado-. ¿Qué tiene de raro que Voldemort...?
-No me refería a eso -lo interrumpió Snape-. ¿Desde cuando lo llamas Draco?
-Ah... -le contestó Harry poniéndose colorado-. Desde anoche.
-Ok, continua.
-Bueno -continuó Harry-, luego llamó a Colagusano...
-¿Colagusano? -preguntó Snape extrañado.
-Si... ese que traicionó a mis padres -le respondió Harry molesto. ¿Por qué lo interrumpía tanto?
-Ok, continua -le dijo Snape. Había olvidado todo lo que el chico sabía...
-Pues llegó -continuó Harry-, y Voldemort le tocó el brazo. Entonces Colagusano puso cara de dolor y al rato llegaron los padres de Draco. Les dijo que estaba molesto con ellos, porque le habían fallado nuevamente. Los torturó un rato, y luego les dijo que les daría otra oportunidad. Les ordenó que recuperaran a Draco legalmente, usando sus influencias en el ministerio y el hecho de que eran los padres, y que luego se lo llevaran. Ellos aceptaron y él los torturó de nuevo. Y me desperté.
-¿Recuerdas algo más? -le preguntó Snape preocupado, mientras le tocaba la frente a Draco por enésima vez.
-No, lo siento -respondió Harry.
-Está bien.
Se quedaron en silencio un rato, hasta que Snape consideró que Draco tenía una temperatura normal. Se paró y se quedó mirando a Harry, que seguía despierto y con una mano se tocaba la cicatriz.
-¿Te duele?
Harry hizo "sí" con la cabeza.
-¿Quieres una poción para el dolor?
-Bueno -le contestó Harry no creyendo su buena suerte.
-Te traeré una -dijo Snape mientras se iba. Volvió al rato con dos frascos, y se los pasó.
-¿Para qué es la otra? -preguntó Harry extrañado.
-Una es para el dolor, y la otra para dormir.
-Gracias -le respondió Harry, y se las tomó. Encontró muy irónico estarse tomando, por voluntad propia, algo que Snape le estaba dando. Algo extraño, dentro de la extraña situación.
-De nada. Que duermas bien -le dijo Snape mientras subía.
-También usted.
Harry se dio vuelta en la cama, mientras comenzaba a sentir que los ojos se le cerraban. Ya no le dolía ni la cabeza, ni el pie, ni las manos, y se sentía mucho más liviano después de haber contado aquella pesadilla.
Snape entró en su despacho y buscó pergamino. Tomó la pluma y se detuvo a pensar unos segundos antes de comenzar a escribir. No podía darse el lujo de decir mucho, por si la carta caía en manos equivocadas.
Necesito que vengas apenas puedas. Al canario casi se lo come el gato, y el otro tuvo una inquietante pesadilla.
Con eso bastaría. Albus estaba acostumbrado a sus mensajes en clave.
El sol iluminaba el parque, y el calamar gigante asomaba sus tentáculos feliz. Pero nada de esto se veía desde las mazmorras subterráneas de Hogwarts, donde una hombre con ojeras (y que había amanecido temprano y de un humor particularmente irritable ese día) y una elfa domestica (que cargaba un par de bandejas y miraba al hombre con cara de preocupación) despertaban a dos chicos.
Esa mañana, Severus Snape había tenido mucho de que preocuparse. Debía enfrentar al par de jóvenes que tenía a su cuidado. Tenía que seguir curándole las heridas, preocuparse del resfrío agravado de Draco Malfoy, asegurarse de que pasaran el día sin meterse en más problemas, y preferentemente en cama (sobre todo Malfoy). Eso sin mencionar que tenía que buscar un castigo por lo del día anterior...
Se había levantado temprano, para preparar una poción para el sistema inmune de Malfoy, y un ungüento para las manos de Potter, que había notado particularmente mal esa madrugada, cuando lo había ido a despertar. Por más que le desagradara aquel chico, no podía permitir que le pasara algo, sobre todo estando bajo su cuidado.
Mientras trabajaba en su laboratorio, decidió matar dos pájaros de un tiro. El castigo sería quedarse en la cama todo el día. Esa era la mejor solución sin lugar a dudas, aunque implicara dejarlos todo el día en aquella mazmorra.
Pero todavía quedaba el problema de las heridas de Potter, y la poción de Draco. La noche anterior había tenido muchos problemas para lograr curarlos, y no se sentía de animo para otra lucha de poderes. Por otra parte, ambas sustancias tendrían mayor efecto en personas que se encontraran relajadas al momento de la aplicación del tratamiento, o al menos lo menos tensas que fuera posible.
Bueno, ya se le ocurriría algo más tarde. Ojalá supiera algo de esa técnica muggle llamada hipnosis. La maldición imperius también funcionaría, pero esa solución estaba categóricamente al margen por supuesto.
Ahora se encontraba en la mazmorra, delante de los dos chicos profundamente dormidos.
-Malfoy, Potter, Despierten -les dijo con una voz que no admitía réplicas. Los chicos abrieron los ojos y miraron alrededor. Uno de ellos parecía especialmente perdido.
-¿Qué pasa? -preguntó Draco. De pronto miró a aquel hombre que lo miraba con el ceño fruncido, y recordó, como un balde de agua fría, el día anterior.
-Pasa que es hora de que se despierten -contestó Snape de mal humor. Esperó a que ambos jóvenes lo estuvieran mirando y, apenas tuvo su total atención, continuó-: Pasarán el día en la cama, en silencio, pensando en todo lo que hicieron. Winky se quedará con ustedes. Ambos chicos abrieron grande los ojos.
-¿Todo el día? -preguntó Draco.
-¿En silencio? -preguntó Harry.
-¿Están sordos? -les preguntó Snape.
-No -contestó Harry con rabia-. ¿No cree que está exagerando?
-Potter -contestó Snape en un murmuro amenazante-, si dices una palabra más te vas a arrepentir.
-Pero... -interrumpió Draco.
-Lo mismo corre para ti, Malfoy.
-¡No puede mantenernos aquí abajo como si fuéramos prisioneros! -le gritó Harry.
-No digas que no te lo advertí, Potter -le dijo Snape. De pronto tuvo una idea, y salió rápidamente del lugar (feliz, ya que nuevamente mataría dos pájaros de un tiro).
Los dos chicos lo miraron preocupados mientras desaparecía, y se preocuparon todavía más cuando lo vieron volver con una sonrisa. Traía una caja con él.
-Aquí hay unas semillas -explicó Snape-. Al final de este día las quiero todas peladas y contadas, y sin magia. ¿Entendido Potter?
Harry lo miró con odio y no le respondió. ¿Acaso no le había prohibido que hablara? Pues se podía esperar sentado a que le contestara.
-Te hice una pregunta, Potter.
-¿Y no era que Harry no podía hablar? -Le dijo Draco burlonamente, entendiendo lo que pasaba por su cabeza. Acababa de decirlo cuando se dio cuenta de su error. Él tampoco podía hablar. Snape lo miró levantando una ceja y, con un movimiento de su varita hizo aparecer otra caja (que ya tenía preparada a la intención de Draco, por cierto).
-Tú te encargarás de esta otra, Malfoy -le respondió Snape con cara de triunfo. Luego se dio vuelta hacia la elfa-. Winky, ya entendiste las instrucciones. Cualquier cosa que ocurra, mandas a otro elfo a llamarme. No quiero que les saques los ojos de encima. Y si no te hacen caso, -hizo aparecer una tercera caja- les metes otro puñado de estas a sus cajas. ¿Entendido?
-Si señor -le respondió la elfa, tratando se ocultar su desagrado-. ¿Y donde quiere que pongan las semillas peladas?
Snape se quedó mirando a la elfa. Lo práctico de la pregunta los sorprendió, y le hizo olvidar por unos segundos su mal humor. Con otro movimiento de su varita hizo aparecer un par de grandes frascos de vidrio y un par de cajas.
-Las semillas en los frascos, las cáscaras en las cajas -le respondió, y luego se fue.
La elfa, que seguía con el par de bandejas en sus manos, se acercó a los chicos y se las pasó.
-Tomen desayuno primero, después hacen lo de las semillas -les dijo. Luego hizo aparecer una silla entre ambas camas y se sentó a mirarlos.
Harry y Draco comieron en silencio y con rabia. No podían creer esa injusticia. ¿Cómo podía dejarlos allí abajo todo el día? ¿Y prohibiéndoles hablar más encima? Ambos se esperaban alguna clase de represalia por lo del día anterior, pero encontraban aquello una exageración.
Cuando terminaron de comer y abrieron las cajas, lo poco de humor que les pudo haber quedado desapareció. Aquellas semillas eran muy pequeñas, no más grandes que granos de arroz. Pero al menos resultaron fáciles de pelar.
Harry adoptó una forma de contarlas, a fin de no perder la cuenta. Draco se quedó mirándolo para entender. Al verlo, Harry le explicó su método lo mejor que pudo, con gestos. Winky se quedó mirándolos y sonrió. No pensaba decirles nada por eso, el señor profesor Snape había prohibido que hablaran, pero no que hicieran gestos.
El método consistía en juntar grupitos de veinte semillas, y echarlas al frasco dejando una cascarita sobre la cama por cada una de ellas. Y por cada cinco cascaritas, dejaba una semilla aparte, que contaría al final, además de las cien que representaba.
La explicación por medio de señas resultó muy divertida, y dio a lugar a que los dos chicos y la elfa (que observaba muy divertida la escena) se rieran mucho. Continuaron pelando y contando semillas, interrumpiendo de repente para hacer alguna mueca, como tomar una semilla y tratar de estrangularla, o como retar con señas a una semilla cuando se caía.
Cuando llevaba un par de cientos, Harry le hizo señas a Draco para que le dijera la hora. Draco miró su reloj y le indicó: uno, luego cero, luego dos, luego uno. 'Deben ser las diez veintiuno', concluyó Harry. Este sería un largo día...
Snape mientras tanto se encontraba en su despacho, con la foto que le había quitado a Malfoy la noche anterior sobre su escritorio. Por fin tenía tranquilidad para pensar en eso, con esos dos bien guardados y vigilados.
No le había hecho mucha gracia dejarlos ahí encerrados, pero tenía que dejarlos en alguna parte, y en cama. Draco parecía mejor que como lo había visto en la noche, pero no podía arriesgarse a que alguno se le enfermara, o a que se hicieran más daño en los pies. Había considerado dejarlos en la enfermería, que ya debía estar suficientemente ventilada. Pero ese lugar tenía ventanas, y no quería correr riesgos. Tampoco tenía deseos de buscar otro lugar sin ventanas, para poner las dos camas y volver a instalarlos. ¿Para qué molestarse? Si de todos modos tendría que volver a llevarlos a la mazmorra llegada la noche. Salvo que Albus llegara con otra solución, claro. De hecho: esperaba que llegara pronto, después de la lechuza que le había enviado en la madrugada.
Al menos había encontrado una solución para la poción de Malfoy, y el ungüento de Potter. Ambas sustancias habían sido esparcidas sobre la superficie de la cáscara de aquellas semillas mediante un hechizo. Así, las semillas de la caja de Potter (que estaban cubiertas del ungüento) le curarían las manos, y la poción para mejorar el sistema inmune (que cubría las semillas de la caja de Malfoy) podría ser absorbida a través de su piel. Y Winky estaba ahí para impedir que se intercambiaran las cajas, o al menos eso esperaba.
Pero todos esos pensamientos lo estaba desviando de su problema actual, que era aquella fotografía.
¿Quién podía ser? En realidad podía ser cualquier persona, que haya tenido unos 16 o 17 años en junio de 1948. ¿O tal vez menos?
Tomó la foto y la miró. El rostro le devolvió la mirada y le frunció el ceño. Apartó la foto de su vista con un gesto de espanto, reconociéndose. ¿Quién diablos era aquel muchacho? No recordaba haberlo visto en ninguna de sus fotos familiares. ¿Qué edad tendría ahora? Tomó una pluma y comenzó a sacar cuentas en un pergamino. Suponiendo que en la foto tuviera 17 años, eso querría decir que había nacido entre junio de 1930, y junio de 1931. Y ahora tendría... 63 o 64 años. Y si en chico de la foto tenía 16, entonces 62 o 63 años. En resumen, quien quiera que esa persona fuera, ahora tenía más de sesenta años, y de seguro que su aspecto tenía que ser diferente. Tomó nuevamente la foto y la miró, tratando de "envejecer" aquellos rasgos. Pero era muy difícil imaginar viejo a alguien que solo se ha visto en una fotografía, siendo adolescente.
De pronto tuvo una idea: si ese hombre era pariente suyo, o del idiota de Black, podría tener el apellido "Snape" o "Black" en los registros de ingreso a Hogwarts. ¿En que año habría entrado? En junio de 1948 debía estar al final de su 6º o 7º año. Tal vez hasta 5º. Entonces debería revisar los nombres de los ingresados en septiembre de 1941, 1942 y 1943.
Salió de su oficina con un paso decidido, rumbo al registro de alumnos. Buscó en los envejecidos pergaminos del archivo, hasta que dio con los ingresos de aquellos años. Buscó en la lista de 1941, sin encontrar ni Black, ni Snape, ni el apellido de su madre. Miró la lista de 1942, y luego la de 1943, sin encontrar nada. Miró incluso las de 1944 y 1945. Nada. Al menos no es pariente, pensó. Sin embargo... su rostro le resultaba demasiado parecido al de Black y al suyo propio.
Caminó de vuelta a su despacho, buscando inspiración. Si al menos sus padres estuvieran vivos, podría preguntarles. Pero no tenía ni siquiera tíos, o hermanos a los que preguntarles (tanto él como sus padres habían sido hijos únicos). ¿Tal vez Albus supiera? Era posible que recordara a aquel alumno, de la época en que él hacía clases en Hogwarts.
De pronto tuvo otra idea. Si de alguna manera Black y él estaban emparentados, podía descubrirlo. Recordaba haber leído, en alguna parte, de una poción para reconocer grados de parentesco. Era algo relacionado con la cercanía en el árbol genealógico. Corrió a su despacho y comenzó a buscar en sus libros con frenesí. ¿En donde era que lo había visto?
Dos horas más tarde un elfo se apareció frente a él.
-¿Les ocurrió algo? -preguntó preocupado al elfo, recordando de pronto a los chicos.
-No lo sé, señor -respondió el elfo-. Solo vine a preguntarle si el señor iba a querer almorzar.
-Si, claro -contestó Snape. Se le había pasado la hora.
-¿Y quiere el señor algo en particular?
-No, lo que tengan está bien -contestó Snape distraído por el libro que tenía en la mano, pues acababa de encontrar lo que estaba buscando. Ni siquiera se dio cuenta cuando el elfo desapareció, y volvió a los minutos con una bandeja. Estaba concentrado en la lectura.
-¿Dónde pongo la bandeja, señor? -le preguntó el elfo.
-Sobre el escritorio -respondió Snape sin mirar, haciendo un vago gesto en dirección a la mesa. De pronto miró en aquella dirección, y vio que la superficie de su escritorio estaba llena de libros. Así que los sacó y los dejó en el suelo. El elfo puso la bandeja sobre la superficie despejada y desapareció.
Snape comenzó a comer y a pensar en lo que acababa de leer. No era una poción complicada, y tenía lo que necesitaba, salvo por uno de los ingredientes: sangre de Sirius Black. Aquella poción necesitaba sangre de las dos personas cuyo grado de parentesco se quería determinar. Se supone que, según el color del que se tornaba la poción al agregar ambas sangres, se podía saber si las personas eran padre-hijo, hermano-hermano, medio- hermanos, primos, etc. Había un diagrama que explicaba el cambio de color, mediante distancias en un árbol genealógico. No era complicado, pero ¿cómo diablos conseguiría sangre de Black?
amhy potter: ¡Gracias por tu review! El misterio de aquella foto comenzará a esclarecerse en este capítulo. Gracias por tus sugerencias. Tienes toda la razón, Draco se acaparó los capítulos pasados. Traté de poner mas "Harry" en este, aunque la trama para los próximos capítulos incluye a Draco bastante. Pero Harry participará también, no te preocupes ^_^ Fuiste profética con lo de Voldemort @_@, tenía planeado eso para este capítulo jejeje (lee y verás...). ¡Claro que Voldemort se molestará! Sirius volverá pronto, al igual que varios otros personajes. De hecho, Sirius TIENE que volver, como te darás cuenta en este capítulo. Snape lo necesitará ;-)
N/A: Aunque ya tengo el punteo de lo que pasará en los próximos capítulos, me gustaría preguntarle algo a la audiencia: ¿están aburridos de que este fic se haya malfoy-izado y snape-izado? Me encantaría conocer vuestra opinión. Aunque si no quieren opinar, igual lo voy a seguir (según lo que tengo planeado).
Capítulo 18 Árboles y Semillas
Apenas se quedaron solos, Harry y Draco se miraron.
-Vaya lugar... -comentó Draco, resumiendo los sentimientos de ambos.
-No sabía que en Hogwarts hubiera un lugar así -comentó Harry mirando alrededor. De pronto su mirada se detuvo en la única puerta (aparte de la puerta trampa que daba a la salita de Snape)-. ¿Qué crees que puede haber detrás de esa puerta?
-No sé, ni pienso averiguar -contestó Draco.
-Yo tampoco -contestó Harry. Sentía curiosidad, pero no estaba loco-. ¿Qué hora es?
-Las una de la mañana, con treinta y cuatro minutos -contestó Draco mirando la hora.
-Me da escalofríos dormir aquí -comentó Harry.
-¿Tienes miedo, Potter? -le preguntó burlonamente Draco.
-¡No! -contestó Harry picado. Luego se dio vuelta en la cama y dándole la espalda agregó-: Buenas noches.
Draco miró a su alrededor con preocupación. A él también le daba escalofríos dormir ahí, al medio de la nada. Se arrepentía por haberse enojado con Potter. No era una buena idea estar enemistado con la única persona que había en el lugar, sobre todo si esa persona tenía una varita y él no. Tenía que arreglar la convivencia, de alguna manera. ¿Tal vez si se mostraba amistoso?
-Buenas noches... Harry -contestó Draco. Harry se dio vuelta y lo quedó mirando.
-¿Qué dijiste?
-Dije: buenas noches HARRY -respondió Draco forzándose a sonreír. Luego agregó-: A mi también me da escalofríos dormir aquí abajo.
-Ah... -contestó Harry. ¿Acaso Malfoy estaba tratando de ser amable? Bueno, no era tan mala idea si ambos tendrían que pasar una noche, y quizá más, en semejante lugar-. Buenas noches... Draco -contestó finalmente.
Ambos chicos se quedaron mirando el techo en silencio. Ninguno de los dos sabía qué decir. Finalmente Draco rompió el silencio.
-Harry... ¿por qué estás acá en Hogwarts?
-Mi familia se fue de vacaciones sin mi -contestó simplemente. Draco lo miró extrañado.
-¿Cómo así?
-Salí un día de la casa de mis tíos, porque tenía unos asuntos que resolver. Y cuando iba a volver a la casa, me enteré de que se habían ido. Como no tenía donde ir, Dumbledore me dejó aquí, con la señora Pomfrey.
-Ah... -contestó Draco sin entender mucho esa extraña historia-. ¿Y que tiene que ver Dumbledore? ¿Cómo supo él que tus tíos se habían ido sin ti?
Harry cerró los ojos un momento. Había sido especialmente vago al contarle su historia. No quería entrar en detalles frente a Draco Malfoy precisamente. Pero el chico se estaba mostrando civil, y después de todo lo que le había pasado, no era muy probable que le fuera con el cuento a Voldemort. Tal vez no habría tanto problema si le contaba todo lo que había pasado, siempre que tuviera cuidado de omitir a su padrino.
-Verás, yo estaba pasando las vacaciones con mis tíos y mi primo, como todos los veranos. Pero mi primo fue secuestrado por quien-tú-sabes -Draco sintió una ligera incomodidad en el estómago al escuchar eso-. Como mis tíos son muggles, no tenían idea de lo que de verdad había pasado, y por ende no tenían ninguna posibilidad de encontrar a mi primo. Entonces decidí buscarlo yo. De hecho, creo que esa era precisamente la intención de quien- tú-sabes. Finalmente me atraparon a mi también, pero mi primo y yo logramos escapar con la ayuda de Dumbledore. Después de modificarle la memoria a mi primo, Dumbledore lo dejó volver a casa de mis tíos y a mi me trajeron a Hogwarts. Pero cuando iba a volver a casa de mis tíos, me enteré de que se habían ido de vacaciones con mi primo. Entonces me tuve que quedar aquí, con la señora Pomfrey.
Draco se quedó mirándolo. Sospechaba que no le había contado todo, y algo en su historia no tenía sentido.
-Pero hay algo que no comprendo. ¿Por qué no volviste junto con tu primo a casa de tus tíos?
Harry se mordió un labio pensando. Él había querido volver con Dudley, pero su padrino no lo había dejado. No podía decirle eso a Draco, tenía que inventar algo. 'Por suerte que ya se pasó el efecto del Veritaserum' pensó.
-Porque si volvía con él, tendría que explicarles lo que había ocurrido. Era preferible hacer volver a mi primo creyendo que se había "perdido", y luego yo volvería contando alguna otra historia -contestó Harry, feliz de haber encontrado una explicación lógica.
-Ah, ya comprendo -contestó Draco no muy convencido. Pero algo le decía que Harry no le contaría más detalles. Y prefería no echar a perder el ambiente amistoso que había logrado tratando de que le dijera cosas que no quería contar.
-¿Y tú? -le preguntó Harry a pesar de que ya conocía su historia-. ¿Por qué viniste a parar a Hogwarts?
Draco miró hacia otra parte, incómodo. Debió haber sospechado que el otro también preguntaría. Pero no quería hablar de eso, no se sentía como para contar todo... y menos delante de Harry Potter precisamente. Pero algo tendría que decirle.
-Me pelee con mis padres y me echaron de la casa -respondió simplemente encogiéndose de hombros. Harry lo quedó mirando. No se decidía si debía tratar de que hablara del incidente, o dejarlo tranquilo para que hablara de eso cuando se sintiera capaz. Pero había un problema: si no le preguntaba nada, pensaría que no le interesaba.
-¿Y por qué te peleaste con ellos? ¡Debió ser algo muy grave para que hayan tratado de matarte enviándote una trampa con veneno! -insistió Harry.
Draco miró el techo, con visible incomodidad. No podía contarle a Harry que había intentado ser un mortifago, y que había fallado en el rito de iniciación. Tendría que contarle que sus padres eran mortifagos, y eso no era una buena idea. ¿O lo era? Después de todo, ellos querían su cabeza, así que ya no les debía lealtad. Pero no, no quería confesar que había tratado de ser un mortifago.
-Cometí un error que ellos no me perdonaron -contestó Draco sin entrar en detalles, esperando que Harry tuviera el tino de no insistir.
-Ah, ok... -contestó Harry-. ¿Y por qué te trajeron a Hogwarts mojado e inconsciente?
Draco deseó no haberle hecho tantas preguntas él mismo. Ahora sentía que tenía que responderle, o perder esa pseudo amistad que había logrado.
-Es que cuando me fui de la casa de mis padres, me caí en un río y casi me ahogo. No me acuerdo muy bien, pero recuerdo que un perro me sacó, y luego me desperté en la enfermería.
-Ah -contestó Harry. Draco no le iba a contar, y era mejor no insistir. En ese momento Draco bostezó.
-¿Qué crees que pasará mañana? -preguntó Draco, cambiando de tema. Y como bostezar es contagioso, Harry también se puso a bostezar.
-No séeeee -contestó Harry-. Supongo que Snape nos pedirá que hagamos algo desagradable como castigo.
-Ojalá sea seguir con lo de las foootooos -comentó Draco bostezando nuevamente.
-Ojalá -contestó Harry. Aunque tratándose de Snape, seguro que inventaría algo más desagradable. Además, ya sabía lo de la foto, y no querría dejarlos solos ahí nuevamente-. Pero igual sería bastante desagradable caminar con los pies así ¿no te parece?.
Pero Harry no obtuvo respuesta. Extrañado miró a Draco, y sonrió. Se había quedado dormido. Se quedó un rato pensando en la nueva situación. Las cosas no habían parado de cambiar en los últimos días. Había estado con la señora Pomfrey, ahora con Snape. Pero eso último era solo una situación transitoria. ¿Con quien tendría que quedarse luego? ¿Volvería la señora Pomfrey? Lo que más le gustaría es que le permitieran quedarse en Hogwarts, pero con su padrino. O que los Wealsey volvieran a La Madriguera, y que lo invitaran. ¡Eso sería fantástico! Pero Dumbledore no quería. ¿Por qué no quería? Para no poner en peligro a esa familia, seguro. Parecía que su presencia traía problemas adonde quiera que fuera. Si solo Voldemort se pudiera morir... ¿No podía darle cáncer o algo así? Lo de los padres de Draco le había dado una idea. Tal vez era muy difícil matar a Voldemort con magia, pero un ataque "a lo muggle" podría tomarlo por sorpresa. Podría matarlo con un arma química, o un arma biológica, como esas que se usan en las guerras muggles. Podría enviarle alguna bacteria o virus letal mediante una lechuza. Podría caerle un rayo encima. Podría tropezar con una canica, y quebrarse el cuello al caer sobre el canto de una mesa.
Harry se quedó finalmente dormido, riéndose de las muchas formas en que Voldemort podría morirse.
Estaba en la mismo oscuro lugar. Solo la luz de una vela iluminaba aquella cara de serpiente, y la mesa sobre la que trabajaba. Un mantel rojo sangre estaba dispuesto bajo unas cartas con diversos dibujos. Aquel tétrico rostro se inclinaba sobre esas cartas, con una expresión de máxima concentración. De pronto salió del trance en el que estaba y sus ojos se encendieron con odio.
-Está vivo -murmuró con rabia. Ya verán...- ¡Colagusano!, ven acá -gritó.
Al cabo de unos segundos, unos pasos se acercaron y su sirviente apareció en el umbral de la puerta.
-¿Me llamó mi señor? -preguntó inclinándose, mientras temblaba. Su amo estaba alterado, y eso no era nada bueno.
-Acércate.
Peter Petigrew caminó hacia él, temblando.
-Tu brazo -le dijo Voldemort indicándole con la mano que se lo acercara. Tragando saliva, el sirviente puso su antebrazo izquierdo sobre la mano huesuda de su amo, y cerró los ojos, pues sabía lo que vendría.
Voldemort puso su dedo sobre la marca tatuada en el antebrazo, concentrándose en el par que quería convocar, y sonrió al ver la cara de dolor del hombrecillo frente a él. Al poco rato, una pareja de encapuchados se presentó frente a él, con sumisas inclinaciones.
-Nos llamó, mi señor -habló uno de ellos.
-Fallaron... -les respondió con aparente calma- ...nuevamente.
Ambos encapuchados comenzaron a temblar. Eso solo podía significar una cosa: el hijo de ambos no había muerto.
-¡Crucio!
La señora Malfoy se retorció de dolor en el suelo, durante casi un minuto. Un largo minuto en que su esposo no se atrevió ni a respirar. Luego fue su turno de revolcarse en el suelo, bajo la impotente mirada de su esposa. Finalmente, Voldemort los dejó a ambos recuperarse.
-Ustedes me han decepcionado, pero estoy dispuesto a darles otra oportunidad.
-Gracias -contestó el encapuchado arrodillándose y besándole el borde de la túnica.
-Quiero que recuperen al chico, y que me lo traigan.
-¿Pero cómo mi señor? Está muy bien guardado, ¡en Hogwarts!.
-Lo sé, pero ustedes son sus padres ¿no? ¡Pídanlo de vuelta legalmente! Tienes influencia en el ministerio, Malfoy.
-Como usted ordene, mi señor -contestó Lucius Malfoy con una inclinación. Voldemort sonrió cruelmente.
-Así me gusta, Malfoy. La próxima vez no seré tan benevolente. Y para que no se les olvide -agregó levantando su varita y apuntando hacia la pareja- ¡Crucio!
Harry se despertó gritando y agarrándose la cabeza. Sentía un cuchillo ardiente enterrado en la cicatriz. ¿Dónde se encontraba? Tardó unos segundos en reconocer ese tétrico lugar. Miró a Draco, temiendo haberlo despertado. Pero el chico seguía dormido, aunque se agitaba nerviosamente. ¿Qué le pasaba? Por un momento Harry tuvo la ocurrencia de que estaba tenido la misma pesadilla que él. Pero eso hubiera sido imposible. ¿O no? Si así fuera, sería mejor despertarlo.
Se levantó, y al apoyar uno se sus pies, recordó que lo tenía herido. Comenzó a dolerle mucho. Al parecer, el efecto de la poción para el dolor que Snape les había dado ya había pasado. Saltando en el pié que tenía sano se acercó a la cama de Draco y se sentó en ella. Comenzó a zamarrearlo suavemente para despertarlo.
-¡Draco! Despierta, es solo una pesadilla -le murmuró.
Pero el chico no se despertaba. Entonces Harry notó que estaba colorado y, al tocarle la cara, que tenía la piel hirviendo. Tenía fiebre. Suponía que tendría que avisarle a Snape. ¿Pero qué hora era? Miró el reloj de Draco. Eran pasadas las 4 de la mañana.
Harry no tenía ninguna gana de ir saltando en un pie hacia la escalera, subirla, saltar hasta el dormitorio de Snape, y despertarlo a esa hora para explicarle que Draco tenía fiebre. Pero sentía que eso era lo correcto. Por otra parte, también podía volver a la cama, y tratar de seguir durmiendo. Después de todo, si no hubiera tenido esa pesadilla, no se habría despertado, no se habría dado cuenta de que tenía fiebre, y Draco hubiera tenido que esperar hasta la mañana de todos modos. Y no hubiera sido su culpa.
Pero el problema era que SI se había despertado, y que SI se había dado cuenta de que tenía fiebre. Y había un segundo problema: la pesadilla. Aunque no era asunto suyo, tendría que contarle a Dumbledore, o en éste caso a Snape, lo que había visto y escuchado. Los padres de Draco recurrirían a la justicia para obligarlos a entregar a Draco, y de ahí se lo entregarían a Voldemort, que de seguro lo mataría. No podía guardarse eso, no era correcto. Y al contarle a Snape su pesadilla, supondría que se había despertado, y resultaría obvio que TENIA que haber notado que Draco estaba con fiebre. Y le preguntaría por qué no le avisó. Y entonces estaría en problemas.
Harry llegó finalmente a la conclusión que ir a avisar a Snape era no solo lo correcto, sino lo que menos problemas le causaría. Además, quería contarle a alguien la pesadilla, y no tenía ganas de volver a la cama y dormir. Incluso, con un poco de suerte, Snape le daría más poción para el dolor del pie y el alivio se extendería hasta la cabeza. Si, dejar de sentir dolor en ambos extremos de su cuerpo sería MUY bienvenido.
-Ya vuelvo, Draco -le murmuró, aunque estaba seguro de que no podría oírlo.
Saltando en un pie se dirigió hacia la escalera. Subirla resultó más fácil de lo que había creído, aunque tuvo que sujetarse con las manos que también comenzaron a dolerle. Finalmente llegó arriba y atravesó el piso, encontrándose con la alfombra. La levantó y se encontró con la sala oscura, iluminada solamente por la pequeña ventana. Se sentó en el suelo para descansar unos segundos, y prendió luz con su varita.
Miró las tres puertas. Dos ya las conocía: una era la del baño, y la otra debía ser la de su lugar de trabajo. Por descarte la tercera puerta debía ser la de su dormitorio. Se puso de pie y se fue saltando hacia esa. Su corazón latía con fuerza cuando se encontró frente a la puerta, y estuvo tentado de volver y tratar de dormir. Pero ya había llegado hasta ahí. Además, se suponía que Dumbledore se los había encargado a Snape, así que Snape no podía decirle nada por simplemente avisarle que Draco estaba enfermo.
Tragó saliva, contuvo la respiración unos segundos, y tocó la puerta. Esperó. Nada ocurrió. Tocó la puerta un poco más fuerte. ¿Y si ese no era el dormitorio? ¿Y si Snape no estaba en Hogwarts? Un escalofrío le recorrió la espalda al imaginarse que se encontraban solos. ¿Por qué tenía tanto miedo? No podía creer que temiera que Snape no estuviera, y se rió de si mismo.
Finalmente, como nadie contestaba, abrió la puerta ligeramente y miró al interior. Distinguió una gran cama y una figura durmiendo en ella. No se había equivocado, ese era el dormitorio de Snape. Le extrañó que no hubiera ningún hechizo que le hubiera impedido abrir la puerta. Titubeó unos instantes y finalmente entró. Saltó hacia la cama de Snape, que no se despertó. Al parecer era de sueño pesado. Titubeó de nuevo, parado junto a la cama. Miró el velador, había un libro, una vela apagada, un reloj y un frasco. Harry miró el libro y frunció el ceño. ¿Desde cuando a Snape le interesaba la adivinación? Pero no era el momento de preguntarse esas cosas. Sería mejor despertarlo él, antes de que Snape se despertara solo y lo descubriera ahí, mirando sus cosas.
-S...S...Señor -le murmuró. No obtuvo resultado-. Señor -insistió más fuerte mientras le zamarreaba el hombro.
Finalmente, el durmiente abrió un ojo y frunció el ceño. ¿Qué clase de pesadilla era esa? ¿Qué demonios hacía un chico en pijamas, despertándolo a mitad de la noche? ¡¿¡Y POTTER nada menos!?! Cerró los ojos unos segundos y volvió a abrirlos. No era una pesadilla, Potter seguía ahí, en pijama, y mirándolo con cara de circunstancia. Entonces recordó el día anterior, y suspiró. Se obligó a si mismo a pensar en qué haría Albus en su lugar, en vez de ceder a la tentación de gritarle que se fuera a la cama y lo dejara dormir.
-Que pasa, Potter -preguntó tratando de controlarse.
-Disculpe por haberlo despertado -contestó Harry temblando-. Es que Draco tiene fiebre, y no puedo despertarlo.
Snape miró la hora en su velador. Eran las cuatro veinte de la mañana.
-¿Estás seguro de que tiene fiebre?
-Si, o sea, creo -contestó Harry inseguro-. Lo toqué, y tenía la frente muy caliente. Además, se agitaba en su cama, y no se despertaba.
-Ok -contestó Snape resignado. Tendría que levantarse. Que maldición, esperaba que Albus encontrara pronto una solución. Decidió que le escribiría apenas pudiera-. Vamos.
Snape se levantó y, mientras se ponía unas pantuflas, observó como Harry avanzaba dando saltitos en un pie hacia la puerta. Suspirando tomó su varita y lo levitó.
-Espérame, Potter.
Harry miraba desde su cama, tratando de ver a Draco. Pero Snape le tapaba.
Después de que lo había dejado sobre la cama, había tocado a Draco, se había ido y había vuelto al rato, con un frasco con una poción que supuso sería para la fiebre. Ahora se encontraba sentado en la cama de Draco, y le tocaba la frente de tanto en tanto.
-¿Qué le pasa? -preguntó Harry mostrando a Draco.
-Tomó mucho frío en el muelle subterráneo, supongo -le contestó Snape-. Ahora duérmete, Potter.
-Es que... -le contestó Harry. Deseaba contarle lo de la pesadilla, pero no se atrevía.
-¿Es que qué, Potter? -le preguntó Snape, mirándolo con impaciencia.
-Tuve otro sueño.
-¿Otro... de "esos"? -le preguntó Snape con interés. Harry movió la cabeza en señal de sí-. Cuéntame.
-Vi a Voldemort, mirando unas cartas con unos dibujos. Creo que por ellas adivinó que Draco seguía vivo...
-¿Draco? -lo interrumpió Snape.
-Si, Draco -respondió Harry extrañado-. ¿Qué tiene de raro que Voldemort...?
-No me refería a eso -lo interrumpió Snape-. ¿Desde cuando lo llamas Draco?
-Ah... -le contestó Harry poniéndose colorado-. Desde anoche.
-Ok, continua.
-Bueno -continuó Harry-, luego llamó a Colagusano...
-¿Colagusano? -preguntó Snape extrañado.
-Si... ese que traicionó a mis padres -le respondió Harry molesto. ¿Por qué lo interrumpía tanto?
-Ok, continua -le dijo Snape. Había olvidado todo lo que el chico sabía...
-Pues llegó -continuó Harry-, y Voldemort le tocó el brazo. Entonces Colagusano puso cara de dolor y al rato llegaron los padres de Draco. Les dijo que estaba molesto con ellos, porque le habían fallado nuevamente. Los torturó un rato, y luego les dijo que les daría otra oportunidad. Les ordenó que recuperaran a Draco legalmente, usando sus influencias en el ministerio y el hecho de que eran los padres, y que luego se lo llevaran. Ellos aceptaron y él los torturó de nuevo. Y me desperté.
-¿Recuerdas algo más? -le preguntó Snape preocupado, mientras le tocaba la frente a Draco por enésima vez.
-No, lo siento -respondió Harry.
-Está bien.
Se quedaron en silencio un rato, hasta que Snape consideró que Draco tenía una temperatura normal. Se paró y se quedó mirando a Harry, que seguía despierto y con una mano se tocaba la cicatriz.
-¿Te duele?
Harry hizo "sí" con la cabeza.
-¿Quieres una poción para el dolor?
-Bueno -le contestó Harry no creyendo su buena suerte.
-Te traeré una -dijo Snape mientras se iba. Volvió al rato con dos frascos, y se los pasó.
-¿Para qué es la otra? -preguntó Harry extrañado.
-Una es para el dolor, y la otra para dormir.
-Gracias -le respondió Harry, y se las tomó. Encontró muy irónico estarse tomando, por voluntad propia, algo que Snape le estaba dando. Algo extraño, dentro de la extraña situación.
-De nada. Que duermas bien -le dijo Snape mientras subía.
-También usted.
Harry se dio vuelta en la cama, mientras comenzaba a sentir que los ojos se le cerraban. Ya no le dolía ni la cabeza, ni el pie, ni las manos, y se sentía mucho más liviano después de haber contado aquella pesadilla.
Snape entró en su despacho y buscó pergamino. Tomó la pluma y se detuvo a pensar unos segundos antes de comenzar a escribir. No podía darse el lujo de decir mucho, por si la carta caía en manos equivocadas.
Necesito que vengas apenas puedas. Al canario casi se lo come el gato, y el otro tuvo una inquietante pesadilla.
Con eso bastaría. Albus estaba acostumbrado a sus mensajes en clave.
El sol iluminaba el parque, y el calamar gigante asomaba sus tentáculos feliz. Pero nada de esto se veía desde las mazmorras subterráneas de Hogwarts, donde una hombre con ojeras (y que había amanecido temprano y de un humor particularmente irritable ese día) y una elfa domestica (que cargaba un par de bandejas y miraba al hombre con cara de preocupación) despertaban a dos chicos.
Esa mañana, Severus Snape había tenido mucho de que preocuparse. Debía enfrentar al par de jóvenes que tenía a su cuidado. Tenía que seguir curándole las heridas, preocuparse del resfrío agravado de Draco Malfoy, asegurarse de que pasaran el día sin meterse en más problemas, y preferentemente en cama (sobre todo Malfoy). Eso sin mencionar que tenía que buscar un castigo por lo del día anterior...
Se había levantado temprano, para preparar una poción para el sistema inmune de Malfoy, y un ungüento para las manos de Potter, que había notado particularmente mal esa madrugada, cuando lo había ido a despertar. Por más que le desagradara aquel chico, no podía permitir que le pasara algo, sobre todo estando bajo su cuidado.
Mientras trabajaba en su laboratorio, decidió matar dos pájaros de un tiro. El castigo sería quedarse en la cama todo el día. Esa era la mejor solución sin lugar a dudas, aunque implicara dejarlos todo el día en aquella mazmorra.
Pero todavía quedaba el problema de las heridas de Potter, y la poción de Draco. La noche anterior había tenido muchos problemas para lograr curarlos, y no se sentía de animo para otra lucha de poderes. Por otra parte, ambas sustancias tendrían mayor efecto en personas que se encontraran relajadas al momento de la aplicación del tratamiento, o al menos lo menos tensas que fuera posible.
Bueno, ya se le ocurriría algo más tarde. Ojalá supiera algo de esa técnica muggle llamada hipnosis. La maldición imperius también funcionaría, pero esa solución estaba categóricamente al margen por supuesto.
Ahora se encontraba en la mazmorra, delante de los dos chicos profundamente dormidos.
-Malfoy, Potter, Despierten -les dijo con una voz que no admitía réplicas. Los chicos abrieron los ojos y miraron alrededor. Uno de ellos parecía especialmente perdido.
-¿Qué pasa? -preguntó Draco. De pronto miró a aquel hombre que lo miraba con el ceño fruncido, y recordó, como un balde de agua fría, el día anterior.
-Pasa que es hora de que se despierten -contestó Snape de mal humor. Esperó a que ambos jóvenes lo estuvieran mirando y, apenas tuvo su total atención, continuó-: Pasarán el día en la cama, en silencio, pensando en todo lo que hicieron. Winky se quedará con ustedes. Ambos chicos abrieron grande los ojos.
-¿Todo el día? -preguntó Draco.
-¿En silencio? -preguntó Harry.
-¿Están sordos? -les preguntó Snape.
-No -contestó Harry con rabia-. ¿No cree que está exagerando?
-Potter -contestó Snape en un murmuro amenazante-, si dices una palabra más te vas a arrepentir.
-Pero... -interrumpió Draco.
-Lo mismo corre para ti, Malfoy.
-¡No puede mantenernos aquí abajo como si fuéramos prisioneros! -le gritó Harry.
-No digas que no te lo advertí, Potter -le dijo Snape. De pronto tuvo una idea, y salió rápidamente del lugar (feliz, ya que nuevamente mataría dos pájaros de un tiro).
Los dos chicos lo miraron preocupados mientras desaparecía, y se preocuparon todavía más cuando lo vieron volver con una sonrisa. Traía una caja con él.
-Aquí hay unas semillas -explicó Snape-. Al final de este día las quiero todas peladas y contadas, y sin magia. ¿Entendido Potter?
Harry lo miró con odio y no le respondió. ¿Acaso no le había prohibido que hablara? Pues se podía esperar sentado a que le contestara.
-Te hice una pregunta, Potter.
-¿Y no era que Harry no podía hablar? -Le dijo Draco burlonamente, entendiendo lo que pasaba por su cabeza. Acababa de decirlo cuando se dio cuenta de su error. Él tampoco podía hablar. Snape lo miró levantando una ceja y, con un movimiento de su varita hizo aparecer otra caja (que ya tenía preparada a la intención de Draco, por cierto).
-Tú te encargarás de esta otra, Malfoy -le respondió Snape con cara de triunfo. Luego se dio vuelta hacia la elfa-. Winky, ya entendiste las instrucciones. Cualquier cosa que ocurra, mandas a otro elfo a llamarme. No quiero que les saques los ojos de encima. Y si no te hacen caso, -hizo aparecer una tercera caja- les metes otro puñado de estas a sus cajas. ¿Entendido?
-Si señor -le respondió la elfa, tratando se ocultar su desagrado-. ¿Y donde quiere que pongan las semillas peladas?
Snape se quedó mirando a la elfa. Lo práctico de la pregunta los sorprendió, y le hizo olvidar por unos segundos su mal humor. Con otro movimiento de su varita hizo aparecer un par de grandes frascos de vidrio y un par de cajas.
-Las semillas en los frascos, las cáscaras en las cajas -le respondió, y luego se fue.
La elfa, que seguía con el par de bandejas en sus manos, se acercó a los chicos y se las pasó.
-Tomen desayuno primero, después hacen lo de las semillas -les dijo. Luego hizo aparecer una silla entre ambas camas y se sentó a mirarlos.
Harry y Draco comieron en silencio y con rabia. No podían creer esa injusticia. ¿Cómo podía dejarlos allí abajo todo el día? ¿Y prohibiéndoles hablar más encima? Ambos se esperaban alguna clase de represalia por lo del día anterior, pero encontraban aquello una exageración.
Cuando terminaron de comer y abrieron las cajas, lo poco de humor que les pudo haber quedado desapareció. Aquellas semillas eran muy pequeñas, no más grandes que granos de arroz. Pero al menos resultaron fáciles de pelar.
Harry adoptó una forma de contarlas, a fin de no perder la cuenta. Draco se quedó mirándolo para entender. Al verlo, Harry le explicó su método lo mejor que pudo, con gestos. Winky se quedó mirándolos y sonrió. No pensaba decirles nada por eso, el señor profesor Snape había prohibido que hablaran, pero no que hicieran gestos.
El método consistía en juntar grupitos de veinte semillas, y echarlas al frasco dejando una cascarita sobre la cama por cada una de ellas. Y por cada cinco cascaritas, dejaba una semilla aparte, que contaría al final, además de las cien que representaba.
La explicación por medio de señas resultó muy divertida, y dio a lugar a que los dos chicos y la elfa (que observaba muy divertida la escena) se rieran mucho. Continuaron pelando y contando semillas, interrumpiendo de repente para hacer alguna mueca, como tomar una semilla y tratar de estrangularla, o como retar con señas a una semilla cuando se caía.
Cuando llevaba un par de cientos, Harry le hizo señas a Draco para que le dijera la hora. Draco miró su reloj y le indicó: uno, luego cero, luego dos, luego uno. 'Deben ser las diez veintiuno', concluyó Harry. Este sería un largo día...
Snape mientras tanto se encontraba en su despacho, con la foto que le había quitado a Malfoy la noche anterior sobre su escritorio. Por fin tenía tranquilidad para pensar en eso, con esos dos bien guardados y vigilados.
No le había hecho mucha gracia dejarlos ahí encerrados, pero tenía que dejarlos en alguna parte, y en cama. Draco parecía mejor que como lo había visto en la noche, pero no podía arriesgarse a que alguno se le enfermara, o a que se hicieran más daño en los pies. Había considerado dejarlos en la enfermería, que ya debía estar suficientemente ventilada. Pero ese lugar tenía ventanas, y no quería correr riesgos. Tampoco tenía deseos de buscar otro lugar sin ventanas, para poner las dos camas y volver a instalarlos. ¿Para qué molestarse? Si de todos modos tendría que volver a llevarlos a la mazmorra llegada la noche. Salvo que Albus llegara con otra solución, claro. De hecho: esperaba que llegara pronto, después de la lechuza que le había enviado en la madrugada.
Al menos había encontrado una solución para la poción de Malfoy, y el ungüento de Potter. Ambas sustancias habían sido esparcidas sobre la superficie de la cáscara de aquellas semillas mediante un hechizo. Así, las semillas de la caja de Potter (que estaban cubiertas del ungüento) le curarían las manos, y la poción para mejorar el sistema inmune (que cubría las semillas de la caja de Malfoy) podría ser absorbida a través de su piel. Y Winky estaba ahí para impedir que se intercambiaran las cajas, o al menos eso esperaba.
Pero todos esos pensamientos lo estaba desviando de su problema actual, que era aquella fotografía.
¿Quién podía ser? En realidad podía ser cualquier persona, que haya tenido unos 16 o 17 años en junio de 1948. ¿O tal vez menos?
Tomó la foto y la miró. El rostro le devolvió la mirada y le frunció el ceño. Apartó la foto de su vista con un gesto de espanto, reconociéndose. ¿Quién diablos era aquel muchacho? No recordaba haberlo visto en ninguna de sus fotos familiares. ¿Qué edad tendría ahora? Tomó una pluma y comenzó a sacar cuentas en un pergamino. Suponiendo que en la foto tuviera 17 años, eso querría decir que había nacido entre junio de 1930, y junio de 1931. Y ahora tendría... 63 o 64 años. Y si en chico de la foto tenía 16, entonces 62 o 63 años. En resumen, quien quiera que esa persona fuera, ahora tenía más de sesenta años, y de seguro que su aspecto tenía que ser diferente. Tomó nuevamente la foto y la miró, tratando de "envejecer" aquellos rasgos. Pero era muy difícil imaginar viejo a alguien que solo se ha visto en una fotografía, siendo adolescente.
De pronto tuvo una idea: si ese hombre era pariente suyo, o del idiota de Black, podría tener el apellido "Snape" o "Black" en los registros de ingreso a Hogwarts. ¿En que año habría entrado? En junio de 1948 debía estar al final de su 6º o 7º año. Tal vez hasta 5º. Entonces debería revisar los nombres de los ingresados en septiembre de 1941, 1942 y 1943.
Salió de su oficina con un paso decidido, rumbo al registro de alumnos. Buscó en los envejecidos pergaminos del archivo, hasta que dio con los ingresos de aquellos años. Buscó en la lista de 1941, sin encontrar ni Black, ni Snape, ni el apellido de su madre. Miró la lista de 1942, y luego la de 1943, sin encontrar nada. Miró incluso las de 1944 y 1945. Nada. Al menos no es pariente, pensó. Sin embargo... su rostro le resultaba demasiado parecido al de Black y al suyo propio.
Caminó de vuelta a su despacho, buscando inspiración. Si al menos sus padres estuvieran vivos, podría preguntarles. Pero no tenía ni siquiera tíos, o hermanos a los que preguntarles (tanto él como sus padres habían sido hijos únicos). ¿Tal vez Albus supiera? Era posible que recordara a aquel alumno, de la época en que él hacía clases en Hogwarts.
De pronto tuvo otra idea. Si de alguna manera Black y él estaban emparentados, podía descubrirlo. Recordaba haber leído, en alguna parte, de una poción para reconocer grados de parentesco. Era algo relacionado con la cercanía en el árbol genealógico. Corrió a su despacho y comenzó a buscar en sus libros con frenesí. ¿En donde era que lo había visto?
Dos horas más tarde un elfo se apareció frente a él.
-¿Les ocurrió algo? -preguntó preocupado al elfo, recordando de pronto a los chicos.
-No lo sé, señor -respondió el elfo-. Solo vine a preguntarle si el señor iba a querer almorzar.
-Si, claro -contestó Snape. Se le había pasado la hora.
-¿Y quiere el señor algo en particular?
-No, lo que tengan está bien -contestó Snape distraído por el libro que tenía en la mano, pues acababa de encontrar lo que estaba buscando. Ni siquiera se dio cuenta cuando el elfo desapareció, y volvió a los minutos con una bandeja. Estaba concentrado en la lectura.
-¿Dónde pongo la bandeja, señor? -le preguntó el elfo.
-Sobre el escritorio -respondió Snape sin mirar, haciendo un vago gesto en dirección a la mesa. De pronto miró en aquella dirección, y vio que la superficie de su escritorio estaba llena de libros. Así que los sacó y los dejó en el suelo. El elfo puso la bandeja sobre la superficie despejada y desapareció.
Snape comenzó a comer y a pensar en lo que acababa de leer. No era una poción complicada, y tenía lo que necesitaba, salvo por uno de los ingredientes: sangre de Sirius Black. Aquella poción necesitaba sangre de las dos personas cuyo grado de parentesco se quería determinar. Se supone que, según el color del que se tornaba la poción al agregar ambas sangres, se podía saber si las personas eran padre-hijo, hermano-hermano, medio- hermanos, primos, etc. Había un diagrama que explicaba el cambio de color, mediante distancias en un árbol genealógico. No era complicado, pero ¿cómo diablos conseguiría sangre de Black?
