Disclaimer... como siempre nada, es mío, y blah blah blah.
Gracias a Francia :)
Respuestas a los poquitos (snif snif sniiiiiif... ¡buahhhhhhhhhhh!) reviews que me enviaron:
Enya: Me alegro de que te guste. Ya verás como sigue jajaja. Hay algo de eso en este capítulo ^_^. Por cierto, me gustó tu fic "Claroscuro".
eva: Ahhhhh, misterio misterio: buscó establecer contacto con la mente de Harry, por medio de subterfugios de magia oscurísima (para... ¡ya lo verás! Muahahaha. ¡Es TAN malo!). Y luego hizo una prueba de sintonización (con lo de Sirius, ¿recuerdas?).
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Capítulo 27 Preocupaciones
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Los siguientes tres días transcurrieron con la misma rutina. Una lucha silenciosa se había establecido, con Harry tratando de pasar el mayor número posible de horas durmiendo, y Snape intentando que no superara las nueve horas diarias de sueño. Todavía no entendía por qué se esmeraba tanto en eso, hubiera sido mucho más fácil dejar a Potter dormir hasta que se le pegaran los párpados si quería. Pero su sexto sentido le decía que había algo de anormal en eso.
Por otra parte, había notado que el chico, lejos de contarle lo que le pasaba, se estaba mostrando cada día más taciturno y reservado (todavía más...). Cuando había tratado de llevar el tema del sueño al tapete, el chico había respondido con evasivas, cambiando el tema, o manteniendo un cortés silencio. Además, lo había notado varias veces con la mirada perdida, por varios minutos.
Pensó varias veces en escribirle a Dumbledore, pero se contuvo. No podía estar haciendo que viniera continuamente. Pensó incluso en escribirle a Black, pero descartó de plano la idea apenas esta atravesó su mente. Tampoco estaba tan desesperado.
La noche del miércoles 17, a eso de las nueve de la noche, encontró a Harry ya dormido y a Snape mirando la foto de aquel chico, alumno de Hogwarts hacía tantos años, que en ese momento parecía dormido. Dio vuelta la foto, y suspiró. Lo único que sabía de ese hombre era que el 2 de junio de 1948 era alumno de Hogwarts, y que alguien le había sacado una foto. Volvió a darla vuelta, y el retrato le frunció el ceño, se había despertado con tanto bamboleo y lo fulminaba con la mirada.
Snape apartó la foto, reconociéndose. Le desesperaba ver a alguien parecido a él, y no saber quien era. Y más aun, le desesperaba ver que ese mismo alguien era parecido a Black. A su ... hermano. Sonaba extraño. Él nunca había imaginado que pudiera tener un hermano. La idea le gustaba, pero ¿por qué tenía que ser PRECISAMENTE Black?
Volvió a mirar la foto. El chico había vuelto a dormirse, apoyado contra el borde. 'Si se le alcanzara a ver la insignia, sabría al menos de que casa era...' pensó Snape. Pero no se alcanzaba a ver.
Pensó en sus padres. Ellos le habían contado una vez que había venido al mundo en el hospital mágico de La Gloria. Nunca había dudado de eso. ¿Por qué tendría que haberlo hecho? Ahora se preguntaba si sería verdad. Ya no tenía como saber si esos eran o no sus padres. O los padres de Black y de él. Habían muerto, y se habían llevado el secreto a la tumba.
Snape se agarró la cabeza, y apoyó los codos en sus piernas. Todo le resultaba tan extraño, tan confuso. Respiró profundamente y levantó la cabeza. Miró el fuego de la chimenea. Black era su hermano, eso era un hecho, las pociones no mienten. Y de ahí había tres posibilidades. O bien ambos eran hijos de su madre y su padre, o bien ambos eran hijos de los padres de Black, o bien ambos eran hijos de una tercera pareja. ¿Cómo saberlo? O sea: tenía un 66% de probabilidad de ser adoptado. Soltó una carcajada. Por alguna razón todo eso le parecía demasiado ridículo. ¿Qué importancia tenía al fin y al cabo? Podría vivir el resto de su vida obviando el hecho, y dejar de hacerse preguntas que no podía responder. Y sin embargo... la duda lo carcomía.
Volvió a mirar la fotografía. ¿Y si aquel tipo era su padre? Podía serlo... Si en la foto tuviera unos 17 años, entonces habría tenido alrededor de unos 30 cuando él nació. Era perfectamente posible. Y habría estado en Hogwarts durante los años cuarenta. De pronto, un escalofrío le recorrió la espalda. Voldemort había sido alumno de Hogwarts por esa misma época, algo antes. ¿Y si hubiera conocido a aquel chico de la foto?
Pero no podía ir a preguntárselo al señor tenebroso, eso era seguro. Jamás se atrevería a hablarle de algo tan personal. Jamás.
-¿Tal vez Albus lo recuerde? -se dijo Snape-. Me podría decir al menos el nombre, ya sería un punto de partida para comenzar a investigar.
Recordó de pronto cuando había estado mirando los archivos de ingreso al colegio de esos años. No había encontrado ningún Snape, ni tampoco un Black... Si ese tipo era su padre biológico, entonces no había sido ni su padre, ni el de Black. Pero, ¿Y si no era su padre biológico, sino algún otro pariente? Que quebradero de cabeza... Preguntarle a Dumbledore sería una buena idea.
-¿Por qué los archivos de Hogwarts no podrán incluir fotografía? -se preguntó con disgusto. Tal vez podría comenzar a implementarse, ahora que iba a comenzar a funcionar el taller de fotografía.
Pero eso no le solucionaría el problema que tenía. ¿Quién era ese hombre? ¿Qué relación tenía con Black y con él? Eran preguntas que no lograría responder. No solo al menos. Nada sacaba con quebrarse la cabeza.
Se paró y se fue a dormir. Era lo mejor que podía hacer.
~ * ~
Sirius Black volvió a su forma humana y se estiró. Había sido un día agotador, y tenía una terrible jaqueca desde que había tenido que pasar varias horas al sol. Remus Lupin entró en ese instante a la cocina en la que se encontraba.
-Hasta que llegaste, me estaba preocupando ¿Qué tal te fue? -le preguntó Remus. Sirius gruñó.
-Mal, no conseguí nada que valga la pena. ¿Queda poción para el dolor de cabeza?
-Si voy a traerte -dijo el hombre lobo saliendo de la cocina.
Sirius Black se sentó en la mesa que había al centro de la cocina. Hizo a un lado unos papeles que estaban sobre la mesa, y puso su mano sobre ella, vuelta hacia arriba. Como hacía casi todas las noches desde hace algún tiempo, tomó su varita y apuntó a su mano pronunciando un hechizo de su invención. Unas líneas oscuras aparecieron, formando un mapa. Reconoció la zona de las mazmorras donde dormía Harry. Sonrió al ver el puntito (que decía pelícano) quieto. Harry ya debía estar durmiendo. Nunca estaba de más verificar.
~ * ~
Harry se despertó, al sentir un beso sobre su frente. Abrió los ojos, y vio a su madre. Pero ya sabía que era ella. Reconocía su olor. Sintió con placer como lo tomaba en sus brazos. Le resultaba extraño, pero placentero. Mucha luz entraba por una ventana, que se encontraba entreabierta. La silueta de un móvil se recortaba contra el rectángulo de luz. Se movía, producto de la brisa que entraba de tanto en tanto, produciendo un suave tintineo. Su padre apareció de pronto en el umbral de la puerta. Sintió como pasaba de los brazos de su madre a los de su padre, y un abrazo. Sintió el meneo al ser trasladado de un lugar a otro, y los saltitos al bajar la escalera. Soltó una carcajada. Le causaba una inmensa risa esa sensación. Oyó la risa de su padre en su oído, y un "te amo Harry". Su corazón estaba lleno.
~ * ~
Voldemort miraba el fuego con rabia. Las imágenes que pasaban por la mente del chico Potter le producían una sensación de odio profundo. Muy en el fondo, sentía envidia. Envidia al ver que ese niño había sido amado por su padre, como él mismo nunca lo había sido.
Tenía muchos planes. Pero lo primero era lo primero. Tenía que eliminar al único que podía echarlos a perder. Y cuando ya estuviera muerto, nada podría detenerlo. Tener el mundo en sus manos sólo sería cuestión de tiempo. Había fallado una vez. Dos veces. Había cometido el error de tratar de eliminarlo él mismo, por orgullo. Pero ahora nada podía salir mal. Nada.
-Ya basta de ensueño, Harry Potter -murmuró Voldemort. Caminó hacia un baúl que había cerca. Lo abrió, y tomó una botella color acero y la quedó mirando, extasiado-. Vas a conocer el PODER de Lord Voldemort.
Abrió la botella con perverso placer, y dejó caer el líquido oscuro que contenía sobre la hoguera. Una nube de humo verde subió desde el fuego, formando siniestros remolinos. Voldemort sacó su varita, y la apuntó hacia ellos. Cerró los ojos y comenzó con una larga letanía compuesta por él mismo, sacada de sus amplísimos conocimientos de artes oscuras, aprendidos en los más recónditos lugares. Poco a poco, el humo se arremolinó formando una bola sobre el fuego. Voldemort abrió los ojos, y sonrió satisfecho. Levantó una mano, y la metió dentro de la esfera. Sintió un escalofrío momentáneo, y su cuerpo completo adquirió un brillo verdoso.
~ * ~
-¡El hospital! -se dijo Snape de pronto de pronto al despertar-. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡En el hospital La Gloria, donde supuestamente nací, debe haber quedado algún registro!
Se levantó rápidamente. Llamaría a Minerva, para que cuidara de Potter. Pero primero, debía despertar a Potter.
~ * ~
Harry se encontraba ahora en el comedor de aquella casa. Su casa. Su madre se encontraba sentada frente a él, y su padre entre ambos. Ella le tomó la mano derecha, sobre la mesa. Lo miró a los ojos. Su padre le puso la mano en el hombro.
-Harry, querido -comenzó su Madre-. Tu sabes que te amamos. Nosotros... -en eso miró a su marido en busca de apoyo. Él asintió con la mirada para que continuara- nosotros tenemos que...
-¡DESPIERTA POTTER! -dijo Snape a su lado. Lo movió hasta obligarlo a sentarse en la cama. Harry abrió los ojos y se puso los anteojos. Lo miró con odio. ¿Por qué tenía que venir y despertarlo JUSTO en ese momento?
-¡YA! -le dijo, molesto-. Si ya me desperté.
~ * ~
Voldemort miró irritado la esfera verde. ¿Qué diablos estaba haciendo Snape? ¿Para que tenía que irlo a despertar justo en ese momento? Tendría que hablar urgentemente con él... Estaba echando todo a perder, no dejándolo dormir. Estaba bien que lo tratara mal, pero tenía que advertirle que no lo despertara más. Sacó la mano de la esfera verde, que permaneció inmutable sobre la hoguera, y salió de aquella mazmorra.
-¡Colagusano! -gritó una vez afuera. Su fiel sirviente apareció de inmediato.
-¿Amo? -dijo con la voz más sumisa que pudo poner, mientras se inclinaba temblando de miedo. Voldemort parecía haber amanecido de malas pulgas.
-Tu brazo -le respondió simplemente.
~ * ~
Snape (que se había quedado abajo hasta asegurarse que Potter se levantaba) estaba subiendo la escalera cuando sintió que la marca del antebrazo le quemaba. Por unos segundos se quedó inmóvil, incapaz de mover el brazo. Por la intensidad con la que sentía el dolor, el llamado debía ser urgente. Ni siquiera tendría tiempo para mandar una lechuza McGonagall. Si se demoraba demasiado podía resultar fatal para él.
Harry lo quedó mirando, comprendiendo rápidamente.
-Profesor...
-Cállate Potter, y escúchame -lo interrumpió él-. Debo irme. Vete a la cocina, y dile a un elfo que envíe una lechuza a la profesora McGonagall para que venga. NO SALGAS TÚ, TE LO PROHIBO. Espera en la cocina hasta que ella llegue. ¿ENTENDISTE POTTER?
-Si -respondió Harry, algo nervioso. Snape lo quedó mirando a los ojos.
-Por una vez en tu vida, obedece Potter.
Ambos salieron corriendo de la mazmorra. En el vestíbulo se separaron. Snape se fue, no sin antes lanzarle una última mirada de advertencia.
Harry miró como la negra silueta de Snape desaparecía tras la gran puerta. Se quedó unos segundos parado. Estaba solo. Se sentía extraño. Tenía ante si dos posibilidades: hacer lo que Snape le decía, o hacer lo que se le diera la gana. La vez anterior que lo habían convocado no había obedecido, y eso le había salvado la vida. Pensaba en eso cuando vio a Winky que entraba por la puerta del vestíbulo, y lo quedaba mirando con el ceño fruncido.
-¿El señor Harry Potter no debería haber bajado a la cocina? -le preguntó. Aparentemente afuera se había encontrado con el profesor de pociones.
-Si, ya bajaba Winky -se apresuró en responder Harry. Al parecer, el rato de libertad se había ido al diablo.
La elfina lo acompañó hasta la cocina, y tras decirle a un elfo que fuera a mandar una lechuza a la señora profesora McGonagall para que viniera, se sentó frente a Harry. 'No lo pierda de vista', le había dicho el señor profesor Snape, 'Y no deje que salga, bajo ningún pretexto, hasta que ella llegue'.
Harry se quedó mirando a la elfina. Sus intenciones le parecían más que claras. Suspiró, y se puso a hacer barquitos con unas servilletas que había dobladas sobre la mesa.
~ * ~
-Amo -dijo Colagusano inclinándose hasta casi tocar el suelo con la frente- , Snape a llegado.
-Que pase -gruñó Voldemort, mientras apretaba su varita con la mano. Colagusano se estremeció, contento de no estar en el lugar del recién llegado. Salió rápidamente. A los pocos segundos entró Snape, vestido a lo mortifago. Siempre andaba trayendo el atuendo, máscara incluida, encogido en un bolsillo. Tenía esa precaución, entre otras muchas, producto de los años de espía que tenía. Se hincó frente a Voldemort y le besó el borde de la túnica.
-Vine apenas me llamó, Milord. Estoy a su entera disposición.
-Más te vale -le respondió Voldemort-. Me has dado un disgusto muy grande.
-¿Cual? -preguntó Snape sin levantar la cabeza.
-¡Crucio! -Voldemort mantuvo la maldición por algunos segundos, mientras observaba con placer como su mortifago se retorcía-. No me interrumpas cuando te estoy hablando.
-Lo siento Milord -respondió Snape, mientras silenciosamente trataba de recuperarse del espantoso dolor.
-Párate para que pueda verte la cara -murmuró el otro guardándose la varita. Snape se paró, y se sacó la máscara-. He notado que has estado impidiendo que el chico duerma -comentó Voldemort, sin necesidad de especificar a quién se refería. Ambos lo sabían perfectamente-. ¿Por qué?
-Ordenes del director -respondió simplemente Snape.
-Como sea... de ahora en adelante déjalo dormir. Es parte del plan. No tienes nada que temer, nadie sospechará de ti.
Snape sintió un escalofrío de terror, aunque no lo manifestó de ninguna forma. Ni siquiera sus pupilas se dilataron. Entonces él había tenido razón, había algo raro en aquel súbito ataque de sueño de Potter. Tenía que tratar de averiguar lo más posible...
-Me parece excelente, Milord -respondió simplemente-. ¿Desea que le de alguna poción para dormir? ¿Hay algo con lo que pueda hacer que su plan sea un éxito?
-¡Crucio! -gritó irritado Voldemort mientras lo apuntaba con su varita. Nuevamente Snape sintió el peso de la maldición imperdonable. Finalmente paró la tortura, y esperó que el mortifago se volviera a poner de pie-. Mi plan SERÁ un éxito. ¿Acaso dudas de tu Amo, Snape?
-Nunca, Milord.
-Entonces, simplemente, procura hacer lo que te digo. Déjalo que duerma, que yo me ocuparé del resto.
-Si, Milord.
-Aprovechando que estás aquí, toma asiento y dame tu informe -agregó Voldemort sentándose el mismo en una silla, y apuntando con su varita una segunda silla que vino inmediatamente a posarse junto a Snape, quién de inmediato tomó asiento.
-Dumbledore sigue buscando aliados, pero sin gran éxito -comenzó a decir con una mueca de burla al decir lo último-. Ya casi no para en Hogwarts.
-¿Tienes nuevos nombres? -preguntó Voldemort secamente.
-Por desgracia no, Milord -se excusó Snape. Apretó la mandíbula, sabiendo lo que vendría luego.
-¡Crucio! -murmuró Voldemort apuntándolo nuevamente con su varita. Snape se retorció unos instantes en el piso, hasta que el otro paró la maldición. Esperó a que se hubiera incorporado y continuó-: La próxima vez quiero nombres. No lo olvides. Ahora vete antes de que me arrepienta y no espere una próxima vez.
-Si Milord -dijo Snape inclinándose, y saliendo rápidamente por la puerta.
~ * ~
Harry miraba interesado como la profesora McGonagall daba órdenes a una cuadrilla de magos albañiles, que hacían algunos arreglos en una gran sala ubicada en la torre Norte del castillo, algunos pisos más abajo que la sala de adivinación. Era una parte de la torre que tenía una base más amplia, por lo que cabrían, por lo menos, unas nueve salas como la de la profesora Trelawney.
La profesora había llegado casi de inmediato al llamado, en parte porque ya tenía planes previos de ir a Hogwarts ese día. Además, había traído a Amanda que se encontraba en ese momento jugando con unos recortes de tablas, un martillo, y unos clavos. Aparentemente, trataba de construir algo que sólo ella entendía.
-¿Me ayudas, Harry? -le preguntó Amanda haciéndolo saltar. En ese momento se encontraba de lo más interesado en la forma como una huincha medía sola en el piso, bajo la supervisión de uno de los magos.
-¿Qué quieres? -preguntó Harry fastidiado.
-Que me ayudes -repitió Amanda sin inmutarse por el tono en el que le había respondido. Harry se volvió hacia ella, resignado.
-¿Y en qué quieres que te ayude?
-Necesito que me sostengas esto, mientras yo clavo este clavo -explicó la niña tendiéndole el mamarracho de tablas y clavos que tenía en la mano.
-¿Y qué se supone que es? -preguntó Harry curioso. Amanda lo miró algo ofendida, con cara de "¿Pero si está claro, ¿no?".
-Un barco.
-Un... ¿barco? -preguntó Harry tratando de aguantar la risa, mientras daba vuelta el armatoste en sus manos tratando de encontrarle la forma de barco.
-Si, un barco -le respondió Amanda fastidiada.
-Está bien, dime como lo sostengo -le respondió Harry más serio, para no ofenderla.
-Agárralo así -le comenzó a indicar Amanda-. Para que yo clave esto acá...
-Bueno.
Estaban en eso, cuando de pronto la silueta del profesor de pociones se dibujó contra el umbral de la puerta. Se acercó a los chicos silenciosamente.
-Potter... -dijo desde la espalda del chico.
En ese momento, Harry se sobresaltó y se volvió, moviendo algunos centímetros el barco de madera de Amanda. Pero la mala suerte quiso que Amanda no alcanzara a detener el movimiento del martillo.
-¡¡¡AUCH!!! -gritó el muchacho cuando sintió el golpe del martillo contra el pulgar de su mano izquierda. De inmediato soltó el aparato de madera y se llevó a la boca dicho pulgar.
-Hay que ver que torpe que eres... -comenzó a quejarse Amanda mientras recogía su barco. Lo examinó por algunos segundos-. Menos mal que no se ha estropeado... -De pronto pareció darse cuenta de la presencia de aquel profesor de ceño fruncido-. Buenos días profesor Sna... -Snape la miró fijo a los ojos, ella sonrió inocentemente- ...pe.
Harry la fulminó con la mirada. Al menos podría haber dicho que lo sentía, o mostrar alguna preocupación por su dedo accidentado.
En condiciones normales, Snape se hubiera reído de la torpeza del chico. Pero en ese instante preocupaciones más urgentes llenaban su mente.
-Potter, despídete de la profesora McGonagall, y sígueme.
Harry miró la expresión que tenía, y se preguntó que diablos podía haber pasado en su encuentro con Voldemort.
-Si señor.
En ese instante se acercó la mencionada profesora, habiéndose dado cuenta de la llegada de su colega.
-Buenos días, Severus -lo saludó seria. Amanda, al escuchar el nombre del brujo, soltó una carcajada que logró muy mal disimular. Los otros tres la quedaron mirando, y ella se alejó con la cara toda colorada y murmurando algo que nadie entendió, pero que sonaba como una disculpa. Minerva trató de fingir que nada había pasado, y continuó hablando-. Bueno... vine apenas recibí la lechuza. Veo que te tardaste poco.
-Si. Me voy a llevar a Potter de inmediato, si no tienes inconveniente.
-No, ninguno -respondió la profesora, mientras lo miraba extrañada, y preocupada-. ¿Algún problema?
-No, ninguno -mintió Snape-. Gracias por cuidarlo.-Luego se volvió y caminó hacia la puerta-. Vamos Potter.
Harry se despidió rápidamente de la profesora, y le hizo señas con la mano a Amanda, que se encontraba todavía riendo en un rincón. Luego corrió para alcanzar al brujo, preguntándose que diablos pasaría, y chupándose su accidentado dedo.
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Respuestas a los poquitos (snif snif sniiiiiif... ¡buahhhhhhhhhhh!) reviews que me enviaron:
Enya: Me alegro de que te guste. Ya verás como sigue jajaja. Hay algo de eso en este capítulo ^_^. Por cierto, me gustó tu fic "Claroscuro".
eva: Ahhhhh, misterio misterio: buscó establecer contacto con la mente de Harry, por medio de subterfugios de magia oscurísima (para... ¡ya lo verás! Muahahaha. ¡Es TAN malo!). Y luego hizo una prueba de sintonización (con lo de Sirius, ¿recuerdas?).
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Capítulo 27 Preocupaciones
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Los siguientes tres días transcurrieron con la misma rutina. Una lucha silenciosa se había establecido, con Harry tratando de pasar el mayor número posible de horas durmiendo, y Snape intentando que no superara las nueve horas diarias de sueño. Todavía no entendía por qué se esmeraba tanto en eso, hubiera sido mucho más fácil dejar a Potter dormir hasta que se le pegaran los párpados si quería. Pero su sexto sentido le decía que había algo de anormal en eso.
Por otra parte, había notado que el chico, lejos de contarle lo que le pasaba, se estaba mostrando cada día más taciturno y reservado (todavía más...). Cuando había tratado de llevar el tema del sueño al tapete, el chico había respondido con evasivas, cambiando el tema, o manteniendo un cortés silencio. Además, lo había notado varias veces con la mirada perdida, por varios minutos.
Pensó varias veces en escribirle a Dumbledore, pero se contuvo. No podía estar haciendo que viniera continuamente. Pensó incluso en escribirle a Black, pero descartó de plano la idea apenas esta atravesó su mente. Tampoco estaba tan desesperado.
La noche del miércoles 17, a eso de las nueve de la noche, encontró a Harry ya dormido y a Snape mirando la foto de aquel chico, alumno de Hogwarts hacía tantos años, que en ese momento parecía dormido. Dio vuelta la foto, y suspiró. Lo único que sabía de ese hombre era que el 2 de junio de 1948 era alumno de Hogwarts, y que alguien le había sacado una foto. Volvió a darla vuelta, y el retrato le frunció el ceño, se había despertado con tanto bamboleo y lo fulminaba con la mirada.
Snape apartó la foto, reconociéndose. Le desesperaba ver a alguien parecido a él, y no saber quien era. Y más aun, le desesperaba ver que ese mismo alguien era parecido a Black. A su ... hermano. Sonaba extraño. Él nunca había imaginado que pudiera tener un hermano. La idea le gustaba, pero ¿por qué tenía que ser PRECISAMENTE Black?
Volvió a mirar la foto. El chico había vuelto a dormirse, apoyado contra el borde. 'Si se le alcanzara a ver la insignia, sabría al menos de que casa era...' pensó Snape. Pero no se alcanzaba a ver.
Pensó en sus padres. Ellos le habían contado una vez que había venido al mundo en el hospital mágico de La Gloria. Nunca había dudado de eso. ¿Por qué tendría que haberlo hecho? Ahora se preguntaba si sería verdad. Ya no tenía como saber si esos eran o no sus padres. O los padres de Black y de él. Habían muerto, y se habían llevado el secreto a la tumba.
Snape se agarró la cabeza, y apoyó los codos en sus piernas. Todo le resultaba tan extraño, tan confuso. Respiró profundamente y levantó la cabeza. Miró el fuego de la chimenea. Black era su hermano, eso era un hecho, las pociones no mienten. Y de ahí había tres posibilidades. O bien ambos eran hijos de su madre y su padre, o bien ambos eran hijos de los padres de Black, o bien ambos eran hijos de una tercera pareja. ¿Cómo saberlo? O sea: tenía un 66% de probabilidad de ser adoptado. Soltó una carcajada. Por alguna razón todo eso le parecía demasiado ridículo. ¿Qué importancia tenía al fin y al cabo? Podría vivir el resto de su vida obviando el hecho, y dejar de hacerse preguntas que no podía responder. Y sin embargo... la duda lo carcomía.
Volvió a mirar la fotografía. ¿Y si aquel tipo era su padre? Podía serlo... Si en la foto tuviera unos 17 años, entonces habría tenido alrededor de unos 30 cuando él nació. Era perfectamente posible. Y habría estado en Hogwarts durante los años cuarenta. De pronto, un escalofrío le recorrió la espalda. Voldemort había sido alumno de Hogwarts por esa misma época, algo antes. ¿Y si hubiera conocido a aquel chico de la foto?
Pero no podía ir a preguntárselo al señor tenebroso, eso era seguro. Jamás se atrevería a hablarle de algo tan personal. Jamás.
-¿Tal vez Albus lo recuerde? -se dijo Snape-. Me podría decir al menos el nombre, ya sería un punto de partida para comenzar a investigar.
Recordó de pronto cuando había estado mirando los archivos de ingreso al colegio de esos años. No había encontrado ningún Snape, ni tampoco un Black... Si ese tipo era su padre biológico, entonces no había sido ni su padre, ni el de Black. Pero, ¿Y si no era su padre biológico, sino algún otro pariente? Que quebradero de cabeza... Preguntarle a Dumbledore sería una buena idea.
-¿Por qué los archivos de Hogwarts no podrán incluir fotografía? -se preguntó con disgusto. Tal vez podría comenzar a implementarse, ahora que iba a comenzar a funcionar el taller de fotografía.
Pero eso no le solucionaría el problema que tenía. ¿Quién era ese hombre? ¿Qué relación tenía con Black y con él? Eran preguntas que no lograría responder. No solo al menos. Nada sacaba con quebrarse la cabeza.
Se paró y se fue a dormir. Era lo mejor que podía hacer.
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Sirius Black volvió a su forma humana y se estiró. Había sido un día agotador, y tenía una terrible jaqueca desde que había tenido que pasar varias horas al sol. Remus Lupin entró en ese instante a la cocina en la que se encontraba.
-Hasta que llegaste, me estaba preocupando ¿Qué tal te fue? -le preguntó Remus. Sirius gruñó.
-Mal, no conseguí nada que valga la pena. ¿Queda poción para el dolor de cabeza?
-Si voy a traerte -dijo el hombre lobo saliendo de la cocina.
Sirius Black se sentó en la mesa que había al centro de la cocina. Hizo a un lado unos papeles que estaban sobre la mesa, y puso su mano sobre ella, vuelta hacia arriba. Como hacía casi todas las noches desde hace algún tiempo, tomó su varita y apuntó a su mano pronunciando un hechizo de su invención. Unas líneas oscuras aparecieron, formando un mapa. Reconoció la zona de las mazmorras donde dormía Harry. Sonrió al ver el puntito (que decía pelícano) quieto. Harry ya debía estar durmiendo. Nunca estaba de más verificar.
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Harry se despertó, al sentir un beso sobre su frente. Abrió los ojos, y vio a su madre. Pero ya sabía que era ella. Reconocía su olor. Sintió con placer como lo tomaba en sus brazos. Le resultaba extraño, pero placentero. Mucha luz entraba por una ventana, que se encontraba entreabierta. La silueta de un móvil se recortaba contra el rectángulo de luz. Se movía, producto de la brisa que entraba de tanto en tanto, produciendo un suave tintineo. Su padre apareció de pronto en el umbral de la puerta. Sintió como pasaba de los brazos de su madre a los de su padre, y un abrazo. Sintió el meneo al ser trasladado de un lugar a otro, y los saltitos al bajar la escalera. Soltó una carcajada. Le causaba una inmensa risa esa sensación. Oyó la risa de su padre en su oído, y un "te amo Harry". Su corazón estaba lleno.
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Voldemort miraba el fuego con rabia. Las imágenes que pasaban por la mente del chico Potter le producían una sensación de odio profundo. Muy en el fondo, sentía envidia. Envidia al ver que ese niño había sido amado por su padre, como él mismo nunca lo había sido.
Tenía muchos planes. Pero lo primero era lo primero. Tenía que eliminar al único que podía echarlos a perder. Y cuando ya estuviera muerto, nada podría detenerlo. Tener el mundo en sus manos sólo sería cuestión de tiempo. Había fallado una vez. Dos veces. Había cometido el error de tratar de eliminarlo él mismo, por orgullo. Pero ahora nada podía salir mal. Nada.
-Ya basta de ensueño, Harry Potter -murmuró Voldemort. Caminó hacia un baúl que había cerca. Lo abrió, y tomó una botella color acero y la quedó mirando, extasiado-. Vas a conocer el PODER de Lord Voldemort.
Abrió la botella con perverso placer, y dejó caer el líquido oscuro que contenía sobre la hoguera. Una nube de humo verde subió desde el fuego, formando siniestros remolinos. Voldemort sacó su varita, y la apuntó hacia ellos. Cerró los ojos y comenzó con una larga letanía compuesta por él mismo, sacada de sus amplísimos conocimientos de artes oscuras, aprendidos en los más recónditos lugares. Poco a poco, el humo se arremolinó formando una bola sobre el fuego. Voldemort abrió los ojos, y sonrió satisfecho. Levantó una mano, y la metió dentro de la esfera. Sintió un escalofrío momentáneo, y su cuerpo completo adquirió un brillo verdoso.
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-¡El hospital! -se dijo Snape de pronto de pronto al despertar-. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡En el hospital La Gloria, donde supuestamente nací, debe haber quedado algún registro!
Se levantó rápidamente. Llamaría a Minerva, para que cuidara de Potter. Pero primero, debía despertar a Potter.
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Harry se encontraba ahora en el comedor de aquella casa. Su casa. Su madre se encontraba sentada frente a él, y su padre entre ambos. Ella le tomó la mano derecha, sobre la mesa. Lo miró a los ojos. Su padre le puso la mano en el hombro.
-Harry, querido -comenzó su Madre-. Tu sabes que te amamos. Nosotros... -en eso miró a su marido en busca de apoyo. Él asintió con la mirada para que continuara- nosotros tenemos que...
-¡DESPIERTA POTTER! -dijo Snape a su lado. Lo movió hasta obligarlo a sentarse en la cama. Harry abrió los ojos y se puso los anteojos. Lo miró con odio. ¿Por qué tenía que venir y despertarlo JUSTO en ese momento?
-¡YA! -le dijo, molesto-. Si ya me desperté.
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Voldemort miró irritado la esfera verde. ¿Qué diablos estaba haciendo Snape? ¿Para que tenía que irlo a despertar justo en ese momento? Tendría que hablar urgentemente con él... Estaba echando todo a perder, no dejándolo dormir. Estaba bien que lo tratara mal, pero tenía que advertirle que no lo despertara más. Sacó la mano de la esfera verde, que permaneció inmutable sobre la hoguera, y salió de aquella mazmorra.
-¡Colagusano! -gritó una vez afuera. Su fiel sirviente apareció de inmediato.
-¿Amo? -dijo con la voz más sumisa que pudo poner, mientras se inclinaba temblando de miedo. Voldemort parecía haber amanecido de malas pulgas.
-Tu brazo -le respondió simplemente.
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Snape (que se había quedado abajo hasta asegurarse que Potter se levantaba) estaba subiendo la escalera cuando sintió que la marca del antebrazo le quemaba. Por unos segundos se quedó inmóvil, incapaz de mover el brazo. Por la intensidad con la que sentía el dolor, el llamado debía ser urgente. Ni siquiera tendría tiempo para mandar una lechuza McGonagall. Si se demoraba demasiado podía resultar fatal para él.
Harry lo quedó mirando, comprendiendo rápidamente.
-Profesor...
-Cállate Potter, y escúchame -lo interrumpió él-. Debo irme. Vete a la cocina, y dile a un elfo que envíe una lechuza a la profesora McGonagall para que venga. NO SALGAS TÚ, TE LO PROHIBO. Espera en la cocina hasta que ella llegue. ¿ENTENDISTE POTTER?
-Si -respondió Harry, algo nervioso. Snape lo quedó mirando a los ojos.
-Por una vez en tu vida, obedece Potter.
Ambos salieron corriendo de la mazmorra. En el vestíbulo se separaron. Snape se fue, no sin antes lanzarle una última mirada de advertencia.
Harry miró como la negra silueta de Snape desaparecía tras la gran puerta. Se quedó unos segundos parado. Estaba solo. Se sentía extraño. Tenía ante si dos posibilidades: hacer lo que Snape le decía, o hacer lo que se le diera la gana. La vez anterior que lo habían convocado no había obedecido, y eso le había salvado la vida. Pensaba en eso cuando vio a Winky que entraba por la puerta del vestíbulo, y lo quedaba mirando con el ceño fruncido.
-¿El señor Harry Potter no debería haber bajado a la cocina? -le preguntó. Aparentemente afuera se había encontrado con el profesor de pociones.
-Si, ya bajaba Winky -se apresuró en responder Harry. Al parecer, el rato de libertad se había ido al diablo.
La elfina lo acompañó hasta la cocina, y tras decirle a un elfo que fuera a mandar una lechuza a la señora profesora McGonagall para que viniera, se sentó frente a Harry. 'No lo pierda de vista', le había dicho el señor profesor Snape, 'Y no deje que salga, bajo ningún pretexto, hasta que ella llegue'.
Harry se quedó mirando a la elfina. Sus intenciones le parecían más que claras. Suspiró, y se puso a hacer barquitos con unas servilletas que había dobladas sobre la mesa.
~ * ~
-Amo -dijo Colagusano inclinándose hasta casi tocar el suelo con la frente- , Snape a llegado.
-Que pase -gruñó Voldemort, mientras apretaba su varita con la mano. Colagusano se estremeció, contento de no estar en el lugar del recién llegado. Salió rápidamente. A los pocos segundos entró Snape, vestido a lo mortifago. Siempre andaba trayendo el atuendo, máscara incluida, encogido en un bolsillo. Tenía esa precaución, entre otras muchas, producto de los años de espía que tenía. Se hincó frente a Voldemort y le besó el borde de la túnica.
-Vine apenas me llamó, Milord. Estoy a su entera disposición.
-Más te vale -le respondió Voldemort-. Me has dado un disgusto muy grande.
-¿Cual? -preguntó Snape sin levantar la cabeza.
-¡Crucio! -Voldemort mantuvo la maldición por algunos segundos, mientras observaba con placer como su mortifago se retorcía-. No me interrumpas cuando te estoy hablando.
-Lo siento Milord -respondió Snape, mientras silenciosamente trataba de recuperarse del espantoso dolor.
-Párate para que pueda verte la cara -murmuró el otro guardándose la varita. Snape se paró, y se sacó la máscara-. He notado que has estado impidiendo que el chico duerma -comentó Voldemort, sin necesidad de especificar a quién se refería. Ambos lo sabían perfectamente-. ¿Por qué?
-Ordenes del director -respondió simplemente Snape.
-Como sea... de ahora en adelante déjalo dormir. Es parte del plan. No tienes nada que temer, nadie sospechará de ti.
Snape sintió un escalofrío de terror, aunque no lo manifestó de ninguna forma. Ni siquiera sus pupilas se dilataron. Entonces él había tenido razón, había algo raro en aquel súbito ataque de sueño de Potter. Tenía que tratar de averiguar lo más posible...
-Me parece excelente, Milord -respondió simplemente-. ¿Desea que le de alguna poción para dormir? ¿Hay algo con lo que pueda hacer que su plan sea un éxito?
-¡Crucio! -gritó irritado Voldemort mientras lo apuntaba con su varita. Nuevamente Snape sintió el peso de la maldición imperdonable. Finalmente paró la tortura, y esperó que el mortifago se volviera a poner de pie-. Mi plan SERÁ un éxito. ¿Acaso dudas de tu Amo, Snape?
-Nunca, Milord.
-Entonces, simplemente, procura hacer lo que te digo. Déjalo que duerma, que yo me ocuparé del resto.
-Si, Milord.
-Aprovechando que estás aquí, toma asiento y dame tu informe -agregó Voldemort sentándose el mismo en una silla, y apuntando con su varita una segunda silla que vino inmediatamente a posarse junto a Snape, quién de inmediato tomó asiento.
-Dumbledore sigue buscando aliados, pero sin gran éxito -comenzó a decir con una mueca de burla al decir lo último-. Ya casi no para en Hogwarts.
-¿Tienes nuevos nombres? -preguntó Voldemort secamente.
-Por desgracia no, Milord -se excusó Snape. Apretó la mandíbula, sabiendo lo que vendría luego.
-¡Crucio! -murmuró Voldemort apuntándolo nuevamente con su varita. Snape se retorció unos instantes en el piso, hasta que el otro paró la maldición. Esperó a que se hubiera incorporado y continuó-: La próxima vez quiero nombres. No lo olvides. Ahora vete antes de que me arrepienta y no espere una próxima vez.
-Si Milord -dijo Snape inclinándose, y saliendo rápidamente por la puerta.
~ * ~
Harry miraba interesado como la profesora McGonagall daba órdenes a una cuadrilla de magos albañiles, que hacían algunos arreglos en una gran sala ubicada en la torre Norte del castillo, algunos pisos más abajo que la sala de adivinación. Era una parte de la torre que tenía una base más amplia, por lo que cabrían, por lo menos, unas nueve salas como la de la profesora Trelawney.
La profesora había llegado casi de inmediato al llamado, en parte porque ya tenía planes previos de ir a Hogwarts ese día. Además, había traído a Amanda que se encontraba en ese momento jugando con unos recortes de tablas, un martillo, y unos clavos. Aparentemente, trataba de construir algo que sólo ella entendía.
-¿Me ayudas, Harry? -le preguntó Amanda haciéndolo saltar. En ese momento se encontraba de lo más interesado en la forma como una huincha medía sola en el piso, bajo la supervisión de uno de los magos.
-¿Qué quieres? -preguntó Harry fastidiado.
-Que me ayudes -repitió Amanda sin inmutarse por el tono en el que le había respondido. Harry se volvió hacia ella, resignado.
-¿Y en qué quieres que te ayude?
-Necesito que me sostengas esto, mientras yo clavo este clavo -explicó la niña tendiéndole el mamarracho de tablas y clavos que tenía en la mano.
-¿Y qué se supone que es? -preguntó Harry curioso. Amanda lo miró algo ofendida, con cara de "¿Pero si está claro, ¿no?".
-Un barco.
-Un... ¿barco? -preguntó Harry tratando de aguantar la risa, mientras daba vuelta el armatoste en sus manos tratando de encontrarle la forma de barco.
-Si, un barco -le respondió Amanda fastidiada.
-Está bien, dime como lo sostengo -le respondió Harry más serio, para no ofenderla.
-Agárralo así -le comenzó a indicar Amanda-. Para que yo clave esto acá...
-Bueno.
Estaban en eso, cuando de pronto la silueta del profesor de pociones se dibujó contra el umbral de la puerta. Se acercó a los chicos silenciosamente.
-Potter... -dijo desde la espalda del chico.
En ese momento, Harry se sobresaltó y se volvió, moviendo algunos centímetros el barco de madera de Amanda. Pero la mala suerte quiso que Amanda no alcanzara a detener el movimiento del martillo.
-¡¡¡AUCH!!! -gritó el muchacho cuando sintió el golpe del martillo contra el pulgar de su mano izquierda. De inmediato soltó el aparato de madera y se llevó a la boca dicho pulgar.
-Hay que ver que torpe que eres... -comenzó a quejarse Amanda mientras recogía su barco. Lo examinó por algunos segundos-. Menos mal que no se ha estropeado... -De pronto pareció darse cuenta de la presencia de aquel profesor de ceño fruncido-. Buenos días profesor Sna... -Snape la miró fijo a los ojos, ella sonrió inocentemente- ...pe.
Harry la fulminó con la mirada. Al menos podría haber dicho que lo sentía, o mostrar alguna preocupación por su dedo accidentado.
En condiciones normales, Snape se hubiera reído de la torpeza del chico. Pero en ese instante preocupaciones más urgentes llenaban su mente.
-Potter, despídete de la profesora McGonagall, y sígueme.
Harry miró la expresión que tenía, y se preguntó que diablos podía haber pasado en su encuentro con Voldemort.
-Si señor.
En ese instante se acercó la mencionada profesora, habiéndose dado cuenta de la llegada de su colega.
-Buenos días, Severus -lo saludó seria. Amanda, al escuchar el nombre del brujo, soltó una carcajada que logró muy mal disimular. Los otros tres la quedaron mirando, y ella se alejó con la cara toda colorada y murmurando algo que nadie entendió, pero que sonaba como una disculpa. Minerva trató de fingir que nada había pasado, y continuó hablando-. Bueno... vine apenas recibí la lechuza. Veo que te tardaste poco.
-Si. Me voy a llevar a Potter de inmediato, si no tienes inconveniente.
-No, ninguno -respondió la profesora, mientras lo miraba extrañada, y preocupada-. ¿Algún problema?
-No, ninguno -mintió Snape-. Gracias por cuidarlo.-Luego se volvió y caminó hacia la puerta-. Vamos Potter.
Harry se despidió rápidamente de la profesora, y le hizo señas con la mano a Amanda, que se encontraba todavía riendo en un rincón. Luego corrió para alcanzar al brujo, preguntándose que diablos pasaría, y chupándose su accidentado dedo.
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