Disclaimer de siempre. Y gracias a Francia, ¡que te mejores pronto!
bunny1986: No te preocupes ;)
vicu-malfoy: No lo hace de cobarde, lo hace porque quiere estar con sus padres. Supongo que Snape no sospechaba lo que iba a hacer, y con el sueño no se le ocurrió dejar a un elfo. Si, Amanda va a intervenir. Jajaja, supongo que ella vendría a ser la "oveja negra" de la familia :D.
Joyce Granger: ¡No te deprimas! Harry no morirá... todavía jajajaja (broma).
Naiko: Pues si, Draco y Harry otra vez juntos en este capítulo. Sirius y Remus tendrán que esperar para aparecer. ¡Pero una lechuza va en camino! Voldemort no tiene escrúpulos... Amanda es lista para la adivinación, si. Pero por la ley de las compensaciones, alguna des-habilidad tendrá que tener ^_^
arabella black: El gato de Draco es absolutamente muggle, y cero pedigrí :- D Snape se dará cuenta justo a tiempo, en este capítulo.
Duende: ¡Que bueno que te guste! No publico seguido porque a veces tengo problemas para poder escribir. Este capítulo, por ejemplo, lo tuve que escribir en papel (el 50%), y buscar el momento para poder pasarlo a un archivo. Tu duda sobre los sueños de Harry con sus padres es muy lógica: la mayoría de los sueños de Harry con ellos fueron sacados de sus propios recuerdos, guardados en su subconsciente. Voldemort manipuló esas imágenes, para crear un par de personajes a través de los cuales convencer a Harry. Digamos que usó las imágenes de Lily y James como títeres. Harry fue feliz en sus sueños, porque volvió a vivir el año más feliz de su vida, hasta ahora. Se intenta suicidar con la esperanza de vivir eso para siempre. Es un deseo muy poderoso.
Arwen: ¡Gracias! Compadécete de ambos, será algo terrible para Harry, pero también para Snape.
kathy: ¡Gracias! Nadie lo detendrá. Pero se salvará, justo a tiempo, como en las películas jajaja. No, no lo puedo matar. Aunque... muahahahaha XD
¡Gracias por sus reviews! ¡Y por favor disculpen la larga espera! Espero que este capítulo, al ser un poco más largo, compense los días que me demoré. Si alguien quiere que le mande un email cuando suba los próximos capítulos, puede mandarme un email a: vero_jijiji_menez@yahoo.com para tener su dirección. Prometo mandarles un aviso apenas lo suba, a todos los que quieran.
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Capítulo 30 Volviendo
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Amanda caminaba de un lado a otro de su cuarto. Su madre estaba furiosa. Ahora debía quedarse todo el resto del día encerrada ahí. Pero no era eso lo que la inquietaba. Era Harry. Algo le ocurría, estaba segura. Como cuando había visto a Nube (una rata completamente blanca que había tenido años atrás) flotando inmóvil en algo en la bola de cristal. A las pocas horas había muerto, y la habían encontrado, efectivamente, inmóvil. Se había caído en un balde con agua al que se había trepado para beber. Y no había podido salir.
Antes de que su madre la sacara a tirones del desván, había alcanzado a ver a Harry, inmóvil, acostado.
Miró inquieta la hora. Eran pasadas las cuatro de la tarde. Lo que más quería era salir corriendo e ir a Hogwarts, a ver si Harry estaba bien. Conocía el camino, lo había hecho varias veces con su tía Minerva. Pero ahora, con lo del castigo, estaba frita. ¿Y si iba a buscar a su tía y le contaba todo? Negó con la cabeza. Ella no la entendería. Siempre le había dicho que mirar en la bola era una tontería, y que solo le traería desgracias. Era muy improbable que se lo tomara en serio.
Caminó a la ventana, y miró hacia abajo. No había nadie en el jardín. Podía salir por ahí, caminar por el techo hasta el abedul, y bajar por ahí. Y luego correr hacia Hogwarts.
Dos fuerzas peleaban dentro de su mente. La primera, era la certeza de que si hacía lo que estaba pensando en hacer, su madre se enojaría mucho más de lo que ya estaba. La segunda, era la convicción de que algo le ocurría a Harry. Algo malo.
Era la furia de su madre, contra la posible desgracia de su amigo.
-Bueno, al menos mi mamá no me va a matar -murmuró Amanda. Y tras eso abrió decidida la ventana.
~ * ~
Harry se encontraba sentado en el piso de la mazmorra inferior, con sus rodillas abrazadas, mirando el caldero que se enfriaba frente a él. Se sentía algo extraño. Tenía una pelota en el cuello que no se lograba tragar. Se paró por enésima vez a ver si la poción ya estaba a una temperatura que no lo quemara. Comprobó que si.
Había querido escribirle una nota a su padrino. Pero no sabía muy bien qué decirle. No quería quedar como un cobarde. Tampoco quería escribirles a Ron y Hermione, ni a Draco, ni a Dumbledore, ni a Remus, ni menos a Snape (aunque le cayera mal, pensaba que hubiera sido lo correcto después de las veces que lo había salvado). No lo hizo por la misma razón. Era tan simple como "quiero estar con mis padres", y a la vez tan complicado. Ellos no sabían lo de sus sueños. Nadie sabía. Y no quería que lo tomaran por un cobarde. Y no quería entrar a dar más explicaciones. Lo único que quería era acabar rápido con todo eso. Mientras antes se la bebiera, antes estaría con sus padres. Y los demás ya se acostumbrarían a la idea, con nota o sin ella.
Llenó un gran frasco con la poción y caminó a su cama. Se sentó y contempló la poción por unos segundos. Se sentía inseguro, por lo que cerró los ojos y de un trago se la tomó. Dejó el frasco en el suelo. No sintió nada al principio, pero al cabo de unos segundos comenzó a sentir sueño. En un último arrebato tomó pergamino y pluma de su mesita de noche, y le escribió una breve nota a su padrino.
Querido Sirius,
Espero que me puedas perdonar por lo que hice. Quiero estar con mis padres. Te quiero mucho.
Harry
Harry apenas pudo terminar con la nota. La dobló, y en sus últimos segundos de lucidez escribió "Sirius" afuera. La dejó sobre la mesita a su lado. Se tendió en su cama, y cerró los ojos.
~ * ~
Draco, y Silvester que se encontraba en su regazo, se sobresaltaron al escuchar el sonido de la puerta del departamento al abrirse. Draco tuvo, por unos segundos, el impulso de ir a esconderse. Pero no lo hizo. Simplemente se quedó petrificado en el sillón en el que se encontraba recostado viendo la televisión. Suspiró de alivio al ver que se trataba simplemente de su prima, llegando a una hora inusual. Nunca llegaba de día, y menos a las cuatro de la tarde...
Draco dejó al gato sobre el sillón. Este simplemente se hizo ovillo y tras bostezar se quedó dormido. Era solamente la chica esa que vivía con su nuevo amo, nada que mereciera su sagrada atención.
-Hola Lau. ¿Ocurre algo? -le dijo Draco aproximándose.
-Si Draco. Me mandaron en misión, no sé por cuantos días -lo miró con un poco de compasión-. Lo siento mucho, pero te voy a tener que llevar de vuelta, por unos días, al colegio. No sé donde más te podría dejar que sea seguro.
-¿Por cuantos días será? -respondió Draco con un poco de angustia que no pudo disimular.
-No sé. Espero que pocos. Pero no me atrevo a dejarte aquí sólo por más de un día.
-¿Me voy a tener que quedar con Snape?
-Con él, o con quién sea que se encuentre ahí. Me acaban de avisar que me esperan en dos horas, por lo que ni siquiera he podido enviar una lechuza. Pero cuando lleguemos les explico. Albus Dumbledore me dijo que si tenía alguna clase de emergencia como esta, que no dudara en llevarte.
-Bueno. Voy a ir a buscar mis cosas.
-Eso. Te quiero listo en diez minutos.
-No hay problema, tengo muy pocas cosas que guardar -se rió Draco mientras entraba en su dormitorio.
-Eso me recuerda una cosa, Draco. Te tengo que llevar a comprar algunas cosas más en algún momento, cuando regrese. No tuve problemas para comprarte los libros, con al lista que me dio Dumbledore, pero necesitarás otra varita, y esa no te la puedo comprar yo. Y también necesitarás más ropa, de invierno sobre todo, y tu uniforme.
-¿Y cuándo me llevarás? -dijo Draco con entusiasmo, sacando la cabeza por la puerta.
-Va a tener que ser cuando regrese. Y espero que eso sea pronto.
-hhhh... ¿Prima? -preguntó Draco inseguro.
-¿Qué pasa?
-¿Me dejarán quedarme en el colegio con Silvester?
Laure suspiró. Había olvidado ese peludo detalle.
-Esperemos que si. Aquí solo no se puede quedar. En todo caso, si no te dejan guardarlo adentro, puedes dejarlo afuera.
-¡Pero no conoce allá! Se va a perder en el bosque. Y alguna criatura se lo va a comer -exclamó Draco con disgusto.
-Bueno, esperemos que te dejen guardarlo.
-¡Yo no me quedo en el colegio si no es con Silvester!
-No te pongas problemático, y termina de guardar tus cosas.
Draco se fue a regañadientes a guardar sus cosas, mientras seguía protestando.
-Te lo digo en serio Lau, si echan a la calle a Silvester, yo me voy también.
~ * ~
Amanda corría por el acampado camino. Tenía calor, y le dolía el costado. La sombra de los árboles al borde del camino se veía muy atractiva, y tenía mucha sed. Pero no podía detenerse. La sensación de que algo malo ocurría la perseguía, obligándola a correr cada vez que se detenía para recuperar el aliento.
~ * ~
Harry caminaba en medio de la oscuridad. Se sentía confuso. ¿Qué hacía en aquel lugar? No recordaba nada, pero tenía la sensación de que se encontraba soñando. Buscaba algo, pero no podía recordar qué era. ¿Hace cuanto que se encontraba ahí? Si alguien le hubiera hecho esa pregunta hubiera respondido "desde siempre". No comprendía nada. Simplemente caminaba, desorientado y angustiado, en medio de la nada.
En otro lugar, inalcanzable desde ahí, Hedwig volaba desorientada y desconsolada. Traía una carta de Hermione atada a la pata. Pero casi no percibía a su amo. Y no sabía hacia dónde volar. Después de algunas vueltas, decidió volver a la casa de la chica.
~ * ~
Amanda llegó ante el cerco de Hogwarts. Ahora que estaba sola, la reja le parecía más alta e imponente que antes, cuando había entrado de la mano de su tía Minerva. Los cerdos alados parecían mirarla fijamente, dispuestos a tirársele encima en cualquier instante. Cerró los ojos, y cruzó la reja corriendo. No volvió a abrirlos hasta que hubo corrido varios metros. Había sentido el zumbido de siempre al atravesar el portal, pero el paso le había sido permitido. Por un momento había temido que el acceso le fuera negado al no venir con su tía, profesora del colegio. Pero por lo que pudo comprobar, a ella por si sola también le estaba permitido el paso.
El camino hacia las puertas del castillo fueron fáciles, pero una vez adentro Amanda tuvo que detenerse a pensar un momento. Y ahora, ¿cómo encontraba a Harry? La última vez que lo había visto estaba en las mazmorras, en compañía de ese profesor enojón, Snape. Cerró los ojos y trató de volver a encontrar el camino recorrido por ella y su tía, mentalmente. Había que bajar por esas escaleras que se encontraban en el vestíbulo, luego un largo corredor oscuro. Habían doblado a la izquierda frente a aquella armadura que silbaba. 'Si, creo que recuerdo el camino', pensó con alivio. Y se echó a correr.
~ * ~
Snape abrió de pronto los ojos. Unos gritos y ¿llantos? (¿Acaso había oído bien?) se escuchaban viniendo desde el lado de la entrada de su estancia. Saltó fuera de su cama y miró la hora. Ya iban a ser las cinco de la tarde... Verificó que tenía su varita y salió rápidamente de su dormitorio. Se sorprendió al no ver a Potter en la sala y se preocupó, pero los gritos lo distrajeron y pensó que el chico debía estar en el baño. Por ahora debía ver quien estaba haciendo ese escándalo en su puerta.
-¡Ya le dije testaruda señorita que el amo está durmiendo y no puedo dejar entrar a nadie! -decía el enano mientras sujetaba a una alteradísima Amanda.
-¡Pero es que necesito ver a Harry! -suplicaba Amanda llorando, mientras trataba infructuosamente de llagar a la puerta-. Necesito ver si está bien. Estoy segura de que algo anda mal con él.
-¿Y qué se supone que anda mal con Potter, si me lo puede usted decir señorita... ? -preguntó Snape (no recordó el apellido de la niña) cruzándose de brazos y con voz altiva, sorprendiendo tanto al enano como a la chica, mientras escrutaba disimuladamente el pasillo en busca de la tía de la niña, o de quién la hubiese traído.
-Señor Profesor Snape -comenzó a explicar rápidamente Amanda-, vine a ver a Harry. Algo malo le va a pasar, señor. Estoy segura, lo vi esta tarde en la bola de...
-¿De qué esta hablando? -le preguntó Snape sin comprender-. ¿Y dónde esta Minerva?
Amanda miró incómoda hacia otra parte.
-Ella... ella no vino.
-¿Y quién vino contigo? -preguntó Snape comenzando a preocuparse.
-Yo... bueno...
-¿Acaso viniste sola? -preguntó Snape con su voz impasible, pero sin atreverse a creerlo.
-Pues... la verdad es que... -Amanda tragó saliva. Esto no era lo que ella esperaba. Ella había venido porque su amigo Harry necesitaba ayuda. Pero la conversación estaba tomando otro rumbo-. Si, vine sola -aceptó finalmente Amanda. Pero antes de que el brujo comenzara a sermonearla, comenzó a explicar-. Tenía que hacerlo, ¡ALGO LE VA A PASAR A HARRY!
Las palabras gritadas al final por la niña tuvieron el efecto deseado en el brujo. Pareció perder el interés en llamarle la atención a la niña y en vez de eso se volvió rápidamente hacia la sala. En el comedor estaban esparcidos los libros de Potter, al igual que montones de pergaminos. Se acercó a la mesa. No pudo dejar de notar que el tintero estaba cerrado, y que la pluma estaba completamente seca. Rápidamente caminó hacia el baño, y tocó la puerta. No hubo respuesta. Comenzó a preocuparse de verdad.
Amanda mientras tanto lo había seguido en silencio, tras haber cerrado la puerta. El enano había dejado de molestarla, al ver a su amo despierto y hablando con la chica.
Snape abrió la puerta del baño, varita en mano, y entró. Estaba vacío.
Se dirigió con pasos agigantados hacia la alfombra, y de un gesto brusco corrió la esquina que ocultaba la puerta trampa. Bajó, seguido de cerca por una silenciosa Amanda, que aunque estaba asombrada de ver al brujo ceñudo atravesar el piso, no lo manifestó.
Snape apretó la varita con furia, al ver a Potter durmiendo tranquilamente en su cama. Tanto desvelo para protegerlo, para que el muy... hijo de su padre... se viniera a dormir siesta al primer descuido. Con fuertes pisadas se acercó a la cama, y tomó bruscamente la mano del chico.
-¡DESPIERTA POTTER! - le gritó mientras jalaba la mano con brusquedad, obligándolo a sentarse en la cama. Un grito de Amanda, a su espalda, lo hizo soltar la mano del chico, al mismo tiempo que el pánico se apoderaba de él. Potter no había despertado. Al jalarlo, su cabeza había colgado hacia atrás, inerte. Y al soltarlo había caído como un cuerpo inanimado...
-¡Está muerto! -gritó Amanda llorando, al borde de la histeria, mientras corría hacia su amigo. Snape se quedó unos segundos helado, bloqueado. Reaccionó al ver a la niña arrodillada junto a la cama, gritándole en el oído del chico, mientras el movía el pecho con violencia.
-¡HARRY! ¡HARRY! NO TE MUERAS, HARRY.
Snape reaccionó. Hizo a un lado a la niña y acercó su oído a la cara del chico. Respiró aliviado. Harry respiraba débilmente. Tomó su mano y cerró los ojos dando gracias a cualquier Dios que pudiera existir. Estaba vivo. Harry estaba vivo. Trató de despertarlo. Le gritó, le dio palmaditas en la cara, sin éxito. Ni siquiera el hechizo "Enervate" logró despertarlo. No tuvo entonces la menor duda. Esto era la obra de Voldemort... Levitó el inanimado cuerpo del chico y comenzó a avanzar con él hacia la escalera.
-Acompáñame Amanda -le dijo son volverse. No obtuvo respuesta-. Amanda -repitió fastidiado volviéndose. Se paró en seco, sorprendido. La niña tenía un pergamino en la mano, frente a sus ojos, que estaban llenos de lágrimas. La niña levantó la vista y miró al brujo, tratando de que algún sonido saliera de su boca.
-¿Q... q... quién es Sirius? -preguntó casi sin voz cuando algún sonido trató de salir de su boca. Snape la quedó mirando, casi sin entender. Caminó, con Potter levitando, hacia la niña.
-Es el padrino de Potter. ¿Qué es eso? -preguntó haciendo un gesto en dirección al pergamino que Amanda tenía en sus manos. La niña se lo tendió, llorando.
-Estaba en su velador. Es para su padrino, pero estaba abierto. Creo que Harry se... se... -hipó varias veces, incapaz de seguir.
Snape layó la breve nota que, con escritura insegura, Potter había hecho para Black. Respiró hondo. No podía creer que Harry Potter se hubiera tratado de suicidar. ¿Tenía eso que ver con Voldemort? ¿O era sólo coincidencia? ¿Cómo lo había hecho Potter? Fue entonces cuando le tendió el frasco vacío, pero con los evidentes restos de una poción adentro. Acababa de encontrarlo en el suelo, junto a la cama.
-Creo que debió tomarse esto -comentó llorando-. ¿Se va a morir señor profesor Snape?
-No si podemos impedirlo. Pero necesitamos saber qué fue lo que tomó. Voy a necesitar ayuda, agregó depositando nuevamente a Potter en la cama-. Tenemos que hacerlo reaccionar.
Snape tomó su varita, y transformó el tintero que había sobre la mesita de noche en un jarro con agua, y se lo pasó a Amanda.
-Toma este jarro y vierte constantemente agua sobre su cara. Asegúrate de que se despierte, y manténlo sin que se pueda volver a dormir. Así mira -agregó tomando nuevamente él el jarro y vertiendo agua generosamente en la cara del chico.
Pero para su desilusión, nada ocurrió. Sintió que su corazón se le iba a parar, a la vez que Amanda volvía a estallar en llanto. Snape no perdió la cabeza, y rápidamente hizo aparecer una llama en la punta de su varita. La acercó a la mano de Potter.
-¡PARE! -le gritó Amanda, tirándose sobre él para quitarle la varita-. ¡Lo va a quemar!
Pero Snape fue más rápido y la sujetó.
Si, lo quemaré un poco. Necesitamos que reaccione. Quédate quieta -agregó obligándola a pararse a un lado.
Snape tocó la mano de Harry con el fuego de la varita. Al instante el chico abrió los ojos, con mirada demente. Miró alrededor con expresión perdida, sin reconocer nada ni nadie, y al instante volvió a cerrarlos. Snape volvió a acercar la varita a su mano, con lo que Harry volvió a abrir los ojos.
-Amanda, necesito que tú sigas haciendo esto, mientras yo trato de encontrar qué fue lo que Potter tomó. NO PERMITAS QUE SE DUERMA. Debes procurar que mantenga los ojos abiertos. ¿Podrás? -preguntó poniendo su varita en las manos de la niña, y obligándola a tomarla.
-Si, creo que si -agregó insegura, temblando.
-Cuando esto haya pasado, le daremos una poción para las quemaduras. No te preocupes por eso. Pero por ahora manténlo despierto. ¡AHORA! -le gritó para que dejara de mirarlo con los ojos abiertos y se moviera.
Amanda se sentó junto a Harry, le tomó la mano, y continuó acercando el fuego de la varita cada vez que volvía a cerrar los ojos. Trató de hablarle, pero no parecía escucharla ni reconocerla. Miraba alrededor, con la respiración agitada. Tampoco parecía entender donde se encontraba, ni lo que estaba pasando.
Snape mientras tanto no había perdido ni un segundo. Registró la mesita de noche y el baúl con las cosas del chico. Notó que el caldero de Potter, que había visto el día en que Dobby había traído sus cosas, no estaba. Tragó saliva. ¿Qué era lo que había preparado? Comenzó a recorrer la mazmorra, y no tardó en dar con el caldero, al igual que algunos utensilios y frascos con productos que reconoció como propios, de su despacho. Apretó los puños.
-¿Qué hiciste, Potter? -murmuró enojado, con los dientes apretados. En su despacho guardaba cosas verdaderamente peligrosas. ¿Cómo diablos había logrado abrir sus armarios sin que se diera cuenta? ¿Por qué no habían funcionado ni los seguros ni la alarma? Pero en ese momento no había tiempo de preocuparse por eso. Vio un pergamino arrugado a la sombra de un pilar. Rápidamente lo tomó y lo leyó. Tragó saliva nuevamente.
-¿Qué demonios hiciste, Harry? -murmuró. Pero esta vez no tenía los dientes apretados. ¿De donde había podido sacar Potter una fórmula como aquella? Ahora si no le cabía ninguna duda. Voldemort debía estar detrás de todo eso. Era magia negra. Tenía muy poco tiempo si quería salvarlo.
~ * ~
Draco, con una mochila de aspecto muggle (pero hechizada para aumentar su capacidad) en un brazo, y su gato colgando del otro, salió detrás de Lau del departamento. Cuando se encontraron en la escalera, Lau recogió una colilla de cigarro que estaba prácticamente escondida debajo de un guardapolvos. Tras mirar la hora en su reloj de pulsera le dijo:
-Todavía nos quedan tres minutos. Toma el otro extremo de la colilla, y sentémonos a esperar.
Draco, que había utilizado trasladores muchas veces en su vida, no se extrañó.
-¿Adonde nos llevará?
-Lo programé para aparecernos en Hogsmeade, en Las Tres Escobas. A Rosmerta no le molestará.
-Esta bien.
Ambos esperaron en silencio, pero Silvester parecía aburrido de permanecer inmóvil en los brazos de su amo. No era un gato acostumbrado a la inactividad.
-Quédate quieto, Silvester -murmuró Draco mientras le rascaba la parte trasera de la oreja izquierda. Eso dejó quieto al gato, que se puso a ronronear. ESO era más fuerte que él. ESO, era su talón de Aquiles. O su oreja de Silvester en este caso...
Finalmente el traslador se puso en funcionamiento y sintieron el tirón en el estómago. Tras unos segundos de confusión y luces aparecieron en un baño. Draco miró alrededor, y tragó saliva. Ese no era el baño de hombres.
-¿No podrías haberlo programado para aparecer en otra parte? -preguntó enojado acercándose a la puerta.
Pero no alcanzó a abrirla, ni Laure a contestar, porque en ese momento una bruja abrió la puerta y entró. Se quedó mirando a Draco.
-¿Qué...? -comenzó a preguntar, pero no alcanzó a decir nada más porque Lau, rápida como un rayo había sacado su varita y le apuntaba a la cabeza.
-¡Desmaius!
La bruja iba a caer al suelo, pero Draco alcanzó a sostenerla. Laure rápidamente cerró nuevamente la puerta del baño, y luego apuntó con su varita a la nuca de la bruja vieja.
-¡Obliviate! -murmuró-. ¡Rápido Draco! Que pronto va a despertar. Siéntala ahí y larguémonos.
Draco hizo como le pedía, y se volvió hacia su prima, que le pasó una cadenita.
-Póntela -le dijo-. Te hará invisible. No quiero que nadie te vea por aquí y le vaya con el cuento a tus padres o a quién tu sabes. Mientras más se demoren en enterarse que estás en Hogwarts, mejor.
Draco se puso el anillo y miró al espejo. Había desaparecido, junto con su gato y su mochila.
-¡Guau! -exclamó divertido. Eso podía serle muy útil. Recordó esa vez, en tercer año, en que Potter... Harry... le había tirado barro en la casa de los gritos-. ¿Me puedo quedar con él, Lau? ¡Por favor!
-Ni lo pienses. Forma parte de mi equipo de trabajo. Por lo demás, estoy segura de que si te lo dejara terminaría arrepintiéndome.
-Parece que no confías en mi -comentó Draco con fingido resentimiento.
-Exacto. Sé muy bien de lo que es capaz un chico de 15 años. Ahora camina.
Ambos salieron del baño. Draco caminó con cuidado, para no hacer ruido ni chocar con nadie ni con nada. Tras un breve saludo a Rosmerta (que no parecía sorprendida de verla) por parte de Lau salieron a la calle y caminaron en dirección a Hogwarts, sin hablar para no llamar la atención de los transeúntes. Pero el silencio de Draco sólo duró hasta que pasaron frente a Honeydukes.
-Lau -murmuró Draco bajito, deteniéndose frente a la vitrina donde se lucían las más diversas golosinas-. Cómprame algo. ¡Por favor!
-Está bien, pero cállate -murmuró Lau casi sin mover los labios.
Por suerte la confitería no estaba llena, por lo que no tuvieron mayor inconveniente. Laure compró algunos chocolates, babosas de gelatina, Grageas de Bertie Bott, y una novedad que era un spray cuyo sabor y color dependía de la temperatura ambiente. Así, el color iría de un rojo oscuro a unos 35ºC, con un intenso sabor a cereza, hasta un refrescante sabor a menta, a -20ºC, pasando por sabores como limón, caramelo, dulce de leche y hasta nuez, a la agradable temperatura de 21ºC, según lo que la vendedora le había explicado.
Finalmente salieron, con un Draco muy satisfecho por la compra de su prima.
-Gracias prima -murmuró a su oído.
Silvester, que se había quedado dormido en sus brazos, escogió ese momento para despertarse, y tras estirarse como pudo en esa incómoda posición, maulló su desagrado. Por suerte en ese momento no había nadie en los alrededores cercanos que pudiera oírlo.
-Haz callar a ese gato, y camina -murmuró Lau-. No voy a estar tranquila hasta que lleguemos a Hogwarts.
~ * ~
Amanda, Snape y Harry se encontraban ahora en el despacho del segundo. Mientras Amanda continuaba manteniendo despierto a Harry, que seguía sin saber ni quién era ni dónde estaba, Snape se afanaba en la preparación de una poción. Estaba nervioso. Conocía los ingredientes de la poción que había preparado Potter, y se imaginó por la fórmula como debía funcionar. Después de algunos cálculos y de la consulta a algunos manuales logró crear un antídoto. Esperaba que funcionaría. Según sus cálculos, debería. Pero estaba inseguro, pues era primera vez que se enfrentaba a aquella poción.
Amanda lloraba callada, secándose ocasionalmente la cara con la manga. Snape tomó nota mental: apenas Potter estuviera fuera de peligro, debía avisar a casa de la niña, decirles que se encontraba con él. Debían estar como locos buscándola. También tendría que mandarle una lechuza a Black. Era el padrino de Potter después de todo. Y a Dumbledore, que continuaba sin contestarle su lechuza anterior. Supuso que debía encontrarse muy lejos. Pero necesitaba informarle de esto, estuviera donde estuviera.
De pronto se apareció Dobby en el despacho.
-¿Qué ocurre? -preguntó Snape sin dejar de revolver el caldero que humeaba frente a él. Lo último que quería en ese momento era que le vinieran con más problemas.
-Señor Profesor Snape, lo buscan en la entrada -informó Dobby.
-¿Quién me busca? -preguntó Snape.
-Una señorita que se identificó como Laure Walters, y el niño Draco Malfoy, señor Profesor Snape.
Snape echó una maldición mental. Más problemas. Como si no le bastara con Potter.
-Está bien, acompáñalos hasta acá.
-Si, señor Profesor Snape. De inmediato señor -se apresuró a decir Dobby, y tras esto desapareció con un "plop".
Draco y Laure llegaron algunos minutos después al despacho, y se quedaron mirando con espanto a Harry (tenía cara de ido, y no reconocía a nadie).
-Hola profesor Snape -saludó Laure acercándose al brujo.
-Hola señorita Walters -contestó Snape con brusquedad-. Como puede observar, su visita no es pertinente. Estoy, en este momento, sumamente ocupado.
-Si ya veo -comentó Laure sin alterarse-. ¿Qué le ocurre al chico?
-Se va a morir si no logro terminar esta poción a tiempo -respondió sarcásticamente Snape (estaba muy nervioso, y alterado)-. Así que le ruego vaya directo al grano y dígame a qué vino.
-Tengo que viajar, y quería dejar a Draco aquí mientras tanto -respondió Laure obligándose a permanecer civil, a pesar de que tenía deseos de insultar a ese brujo tan pesado.
-¿Y no tiene otro lugar donde llevarlo? -preguntó Snape tomándole la temperatura a su poción.
-No. Ninguno que sea seguro.
-¿Y por cuantos días sería? -preguntó Snape con un suspiro.
-No lo sé todavía. Espero que pocos.
Draco mientras tanto se encontraba parado. Se sentía incómodo y asustado. Ahí estaba Potter, con cara de loco, y con Snape diciendo que se podía morir. Y ahí estaba su prima, que debía irse lo más rápido posible y no podía llevarlo, y Snape, que claramente no deseaba que se quedara ahí con él. Se sintió de pronto un poco guacho, y deseó tener un lugar para él, donde esconderse con su gato sin molestar a nadie.
Se acercó a Amanda, tratando de no seguir escuchando la conversación de los adultos. Le hacía daño.
-Hola Amanda. ¿Qué pasó? -le murmuró a la niña indicando a Harry.
-Se tomó una poción que lo dejó así -contestó Amanda bajito, llorando-. El señor Profesor Snape le está preparando un antídoto. Harry trató de matarse.
Draco miró callado a la niña, que se había puesto a llorar más fuerte. No sabiendo mucho que hacer le pasó un brazo por los hombros.
-Ya... deja de llorar... seguro que el antídoto de Snape lo salva -le dijo tratando de calmarla, a pesar de que lo que acababa de oír también le tenía el cuello apretado. Una mano en el hombro lo hizo saltar. Era Lau.
-Yo me tengo que ir, Draco. Te quedarás con el profesor Snape. POR FAVOR pórtate bien, y no le causes problemas.
-Si -respondió Draco con el cuello todavía más apretado-. Trata de volver pronto.
-Te lo prometo -le respondió su prima dándole un beso en la frente un abrazo-. Cuídate mucho.
Y tras decir esto se fue rápidamente. Draco miró de reojo a Snape, que no le prestó la más mínima atención. Se sintió un poco de más. Snape estaba preparando la poción, y Amanda se estaba encargando de Harry. Deseó poder hacer algo también. Decidido se acercó al profesor de pociones.
-¿Puedo ayudar en algo? -preguntó bajito cuando se encontró frente al caldero. Snape se quedó mirándolo un instante, sin entender, hasta que reaccionó.
-Si, Malfoy. Revuelve esto del modo que lo estoy haciendo, mientras escribo un par de cartas.
-Si -respondió Draco, haciendo de inmediato lo que le pedían.
Snape escribió breves notas a Dumbledore y Black, explicándole a grandes rasgos y en clave lo que había ocurrido. No quiso entrar en detalles, por temor a que algún agente de Voldemort pudiera interceptar el correo, y las hechizó para que cualquiera que no fuera ellos viera nada más que tinta invisible, aunque sabía que esos hechizos eran fácilmente deshechos por magos suficientemente entrenados. Luego se las tendió a Draco, y comenzó él mismo a revolver el caldero nuevamente.
-Anda a la pajarera, y manda estas cartas -le pidió.
Draco miró ambas cartas, y miró al brujo extrañado.
-¡Pero no escribió el destinatario!
-Tú solo átalas a la pata de un par de lechuzas y mándalas -le respondió Snape fastidiado. A las lechuzas les daba lo mismo que el destinatario estuviera escrito en tinta invisible. Esa era parte de la magia, bastaba con que la carta estuviera destinada a alguien, estuviera escrita como estuviera escrita la carta. Las lechuzas SENTÍAN para quién estaba destinada la correspondencia.
-Está bien -murmuró Draco, bajando la vista. Él sólo quería ayudar.
Cuando Draco volvió, Snape le hizo signo para que se acercara.
-Ahora necesito que tomes polvos flu, y llames a casa de... -miró a Amanda- ¿Amanda, como se llama tu mamá?
Amanda lo miró, y se puso a llorar más fuerte.
-No llame a mi mamá, por favor -respondió bajito.
-Tienes que avisarle que estás aquí. Debe estar muy preocupada buscándote. No le dijiste que venía para acá, ¿verdad?
Amanda negó con la cabeza.
-Bueno, llamaremos a Minerva entonces. Draco, llama a Minerva McGonagall, y dile que su sobrina Amanda está en Hogwarts, conmigo. Que venga a buscarla. Los polvos están en esa caja de ahí -dijo apuntando una repisa sobre la chimenea, en la que había una caja de madera.
Draco lanzó un poco de Polvos Flu sobre el fuego de la chimenea, que al instante se volvieron verdes. Metió la cabeza y llamó, pronunciando lo mejor que pudo:
-¡MINERVA McGONAGALL!
Al cabo de unos segundos Draco pudo ver la sala de una casa. Una mujer que no conocía estaba ahí. Era la mamá de Amanda, aunque eso Draco no tenía como saberlo.
-¿Si? -preguntó extrañada la mamá de Amanda, sin saber quién era ese adolescente. Draco puso ver que había estado llorando.
-Busco a la señora Minerva McGonagall -explicó.
-La buscas en un mal momento, estamos en medio de una emergencia familiar. Llámala más tarde.
-Es de parte del Profesor Snape, de Hogwarts -comenzó a explicar Draco, suponiendo de qué se trataba la dichosa emergencia familiar-. Amanda se encuentra aquí, con él. Ella está bien. Dice también que vengan a buscarla.
La mamá de Amanda suspiró aliviada.
-Gracias...
-Draco -se apresuró en decir Draco.
-Gracias Draco. Dile al profesor Snape que vamos de inmediato a buscarla.
-Está bien. Adiós.
-Adiós, y gracias.
Draco sacó la cabeza del fuego.
-Ya avisé. Dijeron que vienen a buscarla.
-Está bien, gracias -respondió Snape, mientras apagaba el fuego para dejar que la poción se enfriara.
Draco se sentó junto a Amanda, y la relevó. La niña ya tenía el brazo acalambrado, y seguía llorando.
-Para de llorar, que te vas a secar -le dijo Draco tratando de animarla.
-Es que tengo miedo de que Harry se muera, y tengo miedo de mi mamá.
-¿Por qué viniste para acá sin avisar? -le preguntó de pronto Draco, con curiosidad.
-Es que vi en la bola de cristal a Harry, y vi que algo malo le iba a pasar. Pero me tuve que salir sin permiso para poder venir a prevenirlo. Y no sirvió de nada, porque llegué demasiado tarde -dijo echándose a llorar nuevamente.
-No llegaste demasiado tarde, Amanda -interrumpió Snape que se había acercado con una gran copa, que humeaba pues el antídoto estaba todavía caliente-. Lo importante es que gracias a ti lo encontramos cuando todavía estaba vivo. Si no lo hubiéramos reanimado pronto, ya no hubiéramos podido hacer nada por él.
Draco miró extrañado al profesor de pociones. Sonaba extraño escucharlo intentando animar a alguien.
-Pero ahora mi mamá me va a matar -agregó Amanda, aunque estaba algo más tranquila.
-Yo hablaré con ella -le aseguró Snape-. No creo que no se enoje contigo, pero al menos la haré entender la importancia que tuvo lo que hiciste. Aunque de todos modos creo que debiste haber avisado.
-¿No les dejaste una nota diciendo adonde ibas? -preguntó Draco.
-No. Mi mamá no cree en la bola de cristal. Si le hubiera avisado no me hubieran traído, y si les hubiera dejado la nota hubiera corrido el riesgo de que me alcanzaran antes de llegar aquí, y me hubieran llevado de vuelta a la casa.
En ese momento la mochila de Draco comenzó a agitarse violentamente.
-Ups... olvidé a Silvester -exclamó Draco pasándole nuevamente la varita a Amanda, y corriendo a liberar a su gato, que había escondido dentro de la mochila para evitar dar tantas explicaciones al llegar.
Silvester saltó irritado de dentro de la mochila, y al no reconocer el lugar corrió a esconderse sobre el armario más cercano que encontró.
-¿QUÉ ES ESO, MALFOY? -le gritó Snape, mientras protegía la copa que tenía en sus manos y el contenido, por si a esa... cosa... se le ocurría saltar y derramar el precioso contenido.
-Es mi gato -contestó Draco algo incómodo, mientras acercaba una silla al armario. Quería alcanzar al furioso animal, que bufaba lanzando arañazos en su dirección. Laure le había lanzado un hechizo de aturdimiento cuando llegaron, para que Draco pudiera guardarlo en la mochila. Pero el efecto se había pasado, y al gato no le había hecho ninguna gracia despertarse prisionero dentro de una mochila cerrada, con solo una pequeña abertura para respirar.
-Pues no lo quiero aquí adentro -murmuró Snape amenazante.
-¿Y dónde lo puedo dejar? -preguntó Draco, parado sobre la silla sosteniendo al gato, que lo arañaba sin ninguna compasión tratando de liberarse.
Snape suspiró. Estaba cansado. Había sido un día agotador, a pesar de las horas dormidas.
-Déjalo por mientras en la sala de clases, aquí al lado. Y cierra la puerta. Más tarde veremos donde lo ponemos.
-Bueno -contestó Draco aliviado, llevándose al gato al cuarto de al lado.
Snape midió la temperatura del contenido de la copa, y suspiró satisfecho. Ya estaba a una temperatura en que se la podían dar a Potter. Amanda lo ayudó a mantenerle la boca abierta, mientras él le vaciaba el antídoto. Draco volvió, y se sentó junto a ellos.
Los tres se quedaron mirando a Harry, que acababa de abrir los ojos y respiraba jadeando, sentado en el suelo, como si no hubiera respirado en mucho tiempo. Miraba para todos lados, como perdido. De pronto sus ojos se detuvieron en los de los presentes, y frunció el ceño, tratando de comprender qué estaba pasando. De pronto pareció recordar algo, y su cara se ensombreció. Se acostó en el suelo, hecho ovillo, y comenzó a llorar.
-¿Harry? -murmuró Draco tomándole la mano.
-Déjenme sólo -murmuró Harry, sin levantar la vista. Ahora recordaba todo. Y sus padres no lo habían estado esperando como habían dicho, y su plan no había funcionado. Cerró los ojos, y deseó poder desaparecer en ese instante.
~ * ~
bunny1986: No te preocupes ;)
vicu-malfoy: No lo hace de cobarde, lo hace porque quiere estar con sus padres. Supongo que Snape no sospechaba lo que iba a hacer, y con el sueño no se le ocurrió dejar a un elfo. Si, Amanda va a intervenir. Jajaja, supongo que ella vendría a ser la "oveja negra" de la familia :D.
Joyce Granger: ¡No te deprimas! Harry no morirá... todavía jajajaja (broma).
Naiko: Pues si, Draco y Harry otra vez juntos en este capítulo. Sirius y Remus tendrán que esperar para aparecer. ¡Pero una lechuza va en camino! Voldemort no tiene escrúpulos... Amanda es lista para la adivinación, si. Pero por la ley de las compensaciones, alguna des-habilidad tendrá que tener ^_^
arabella black: El gato de Draco es absolutamente muggle, y cero pedigrí :- D Snape se dará cuenta justo a tiempo, en este capítulo.
Duende: ¡Que bueno que te guste! No publico seguido porque a veces tengo problemas para poder escribir. Este capítulo, por ejemplo, lo tuve que escribir en papel (el 50%), y buscar el momento para poder pasarlo a un archivo. Tu duda sobre los sueños de Harry con sus padres es muy lógica: la mayoría de los sueños de Harry con ellos fueron sacados de sus propios recuerdos, guardados en su subconsciente. Voldemort manipuló esas imágenes, para crear un par de personajes a través de los cuales convencer a Harry. Digamos que usó las imágenes de Lily y James como títeres. Harry fue feliz en sus sueños, porque volvió a vivir el año más feliz de su vida, hasta ahora. Se intenta suicidar con la esperanza de vivir eso para siempre. Es un deseo muy poderoso.
Arwen: ¡Gracias! Compadécete de ambos, será algo terrible para Harry, pero también para Snape.
kathy: ¡Gracias! Nadie lo detendrá. Pero se salvará, justo a tiempo, como en las películas jajaja. No, no lo puedo matar. Aunque... muahahahaha XD
¡Gracias por sus reviews! ¡Y por favor disculpen la larga espera! Espero que este capítulo, al ser un poco más largo, compense los días que me demoré. Si alguien quiere que le mande un email cuando suba los próximos capítulos, puede mandarme un email a: vero_jijiji_menez@yahoo.com para tener su dirección. Prometo mandarles un aviso apenas lo suba, a todos los que quieran.
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Capítulo 30 Volviendo
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Amanda caminaba de un lado a otro de su cuarto. Su madre estaba furiosa. Ahora debía quedarse todo el resto del día encerrada ahí. Pero no era eso lo que la inquietaba. Era Harry. Algo le ocurría, estaba segura. Como cuando había visto a Nube (una rata completamente blanca que había tenido años atrás) flotando inmóvil en algo en la bola de cristal. A las pocas horas había muerto, y la habían encontrado, efectivamente, inmóvil. Se había caído en un balde con agua al que se había trepado para beber. Y no había podido salir.
Antes de que su madre la sacara a tirones del desván, había alcanzado a ver a Harry, inmóvil, acostado.
Miró inquieta la hora. Eran pasadas las cuatro de la tarde. Lo que más quería era salir corriendo e ir a Hogwarts, a ver si Harry estaba bien. Conocía el camino, lo había hecho varias veces con su tía Minerva. Pero ahora, con lo del castigo, estaba frita. ¿Y si iba a buscar a su tía y le contaba todo? Negó con la cabeza. Ella no la entendería. Siempre le había dicho que mirar en la bola era una tontería, y que solo le traería desgracias. Era muy improbable que se lo tomara en serio.
Caminó a la ventana, y miró hacia abajo. No había nadie en el jardín. Podía salir por ahí, caminar por el techo hasta el abedul, y bajar por ahí. Y luego correr hacia Hogwarts.
Dos fuerzas peleaban dentro de su mente. La primera, era la certeza de que si hacía lo que estaba pensando en hacer, su madre se enojaría mucho más de lo que ya estaba. La segunda, era la convicción de que algo le ocurría a Harry. Algo malo.
Era la furia de su madre, contra la posible desgracia de su amigo.
-Bueno, al menos mi mamá no me va a matar -murmuró Amanda. Y tras eso abrió decidida la ventana.
~ * ~
Harry se encontraba sentado en el piso de la mazmorra inferior, con sus rodillas abrazadas, mirando el caldero que se enfriaba frente a él. Se sentía algo extraño. Tenía una pelota en el cuello que no se lograba tragar. Se paró por enésima vez a ver si la poción ya estaba a una temperatura que no lo quemara. Comprobó que si.
Había querido escribirle una nota a su padrino. Pero no sabía muy bien qué decirle. No quería quedar como un cobarde. Tampoco quería escribirles a Ron y Hermione, ni a Draco, ni a Dumbledore, ni a Remus, ni menos a Snape (aunque le cayera mal, pensaba que hubiera sido lo correcto después de las veces que lo había salvado). No lo hizo por la misma razón. Era tan simple como "quiero estar con mis padres", y a la vez tan complicado. Ellos no sabían lo de sus sueños. Nadie sabía. Y no quería que lo tomaran por un cobarde. Y no quería entrar a dar más explicaciones. Lo único que quería era acabar rápido con todo eso. Mientras antes se la bebiera, antes estaría con sus padres. Y los demás ya se acostumbrarían a la idea, con nota o sin ella.
Llenó un gran frasco con la poción y caminó a su cama. Se sentó y contempló la poción por unos segundos. Se sentía inseguro, por lo que cerró los ojos y de un trago se la tomó. Dejó el frasco en el suelo. No sintió nada al principio, pero al cabo de unos segundos comenzó a sentir sueño. En un último arrebato tomó pergamino y pluma de su mesita de noche, y le escribió una breve nota a su padrino.
Querido Sirius,
Espero que me puedas perdonar por lo que hice. Quiero estar con mis padres. Te quiero mucho.
Harry
Harry apenas pudo terminar con la nota. La dobló, y en sus últimos segundos de lucidez escribió "Sirius" afuera. La dejó sobre la mesita a su lado. Se tendió en su cama, y cerró los ojos.
~ * ~
Draco, y Silvester que se encontraba en su regazo, se sobresaltaron al escuchar el sonido de la puerta del departamento al abrirse. Draco tuvo, por unos segundos, el impulso de ir a esconderse. Pero no lo hizo. Simplemente se quedó petrificado en el sillón en el que se encontraba recostado viendo la televisión. Suspiró de alivio al ver que se trataba simplemente de su prima, llegando a una hora inusual. Nunca llegaba de día, y menos a las cuatro de la tarde...
Draco dejó al gato sobre el sillón. Este simplemente se hizo ovillo y tras bostezar se quedó dormido. Era solamente la chica esa que vivía con su nuevo amo, nada que mereciera su sagrada atención.
-Hola Lau. ¿Ocurre algo? -le dijo Draco aproximándose.
-Si Draco. Me mandaron en misión, no sé por cuantos días -lo miró con un poco de compasión-. Lo siento mucho, pero te voy a tener que llevar de vuelta, por unos días, al colegio. No sé donde más te podría dejar que sea seguro.
-¿Por cuantos días será? -respondió Draco con un poco de angustia que no pudo disimular.
-No sé. Espero que pocos. Pero no me atrevo a dejarte aquí sólo por más de un día.
-¿Me voy a tener que quedar con Snape?
-Con él, o con quién sea que se encuentre ahí. Me acaban de avisar que me esperan en dos horas, por lo que ni siquiera he podido enviar una lechuza. Pero cuando lleguemos les explico. Albus Dumbledore me dijo que si tenía alguna clase de emergencia como esta, que no dudara en llevarte.
-Bueno. Voy a ir a buscar mis cosas.
-Eso. Te quiero listo en diez minutos.
-No hay problema, tengo muy pocas cosas que guardar -se rió Draco mientras entraba en su dormitorio.
-Eso me recuerda una cosa, Draco. Te tengo que llevar a comprar algunas cosas más en algún momento, cuando regrese. No tuve problemas para comprarte los libros, con al lista que me dio Dumbledore, pero necesitarás otra varita, y esa no te la puedo comprar yo. Y también necesitarás más ropa, de invierno sobre todo, y tu uniforme.
-¿Y cuándo me llevarás? -dijo Draco con entusiasmo, sacando la cabeza por la puerta.
-Va a tener que ser cuando regrese. Y espero que eso sea pronto.
-hhhh... ¿Prima? -preguntó Draco inseguro.
-¿Qué pasa?
-¿Me dejarán quedarme en el colegio con Silvester?
Laure suspiró. Había olvidado ese peludo detalle.
-Esperemos que si. Aquí solo no se puede quedar. En todo caso, si no te dejan guardarlo adentro, puedes dejarlo afuera.
-¡Pero no conoce allá! Se va a perder en el bosque. Y alguna criatura se lo va a comer -exclamó Draco con disgusto.
-Bueno, esperemos que te dejen guardarlo.
-¡Yo no me quedo en el colegio si no es con Silvester!
-No te pongas problemático, y termina de guardar tus cosas.
Draco se fue a regañadientes a guardar sus cosas, mientras seguía protestando.
-Te lo digo en serio Lau, si echan a la calle a Silvester, yo me voy también.
~ * ~
Amanda corría por el acampado camino. Tenía calor, y le dolía el costado. La sombra de los árboles al borde del camino se veía muy atractiva, y tenía mucha sed. Pero no podía detenerse. La sensación de que algo malo ocurría la perseguía, obligándola a correr cada vez que se detenía para recuperar el aliento.
~ * ~
Harry caminaba en medio de la oscuridad. Se sentía confuso. ¿Qué hacía en aquel lugar? No recordaba nada, pero tenía la sensación de que se encontraba soñando. Buscaba algo, pero no podía recordar qué era. ¿Hace cuanto que se encontraba ahí? Si alguien le hubiera hecho esa pregunta hubiera respondido "desde siempre". No comprendía nada. Simplemente caminaba, desorientado y angustiado, en medio de la nada.
En otro lugar, inalcanzable desde ahí, Hedwig volaba desorientada y desconsolada. Traía una carta de Hermione atada a la pata. Pero casi no percibía a su amo. Y no sabía hacia dónde volar. Después de algunas vueltas, decidió volver a la casa de la chica.
~ * ~
Amanda llegó ante el cerco de Hogwarts. Ahora que estaba sola, la reja le parecía más alta e imponente que antes, cuando había entrado de la mano de su tía Minerva. Los cerdos alados parecían mirarla fijamente, dispuestos a tirársele encima en cualquier instante. Cerró los ojos, y cruzó la reja corriendo. No volvió a abrirlos hasta que hubo corrido varios metros. Había sentido el zumbido de siempre al atravesar el portal, pero el paso le había sido permitido. Por un momento había temido que el acceso le fuera negado al no venir con su tía, profesora del colegio. Pero por lo que pudo comprobar, a ella por si sola también le estaba permitido el paso.
El camino hacia las puertas del castillo fueron fáciles, pero una vez adentro Amanda tuvo que detenerse a pensar un momento. Y ahora, ¿cómo encontraba a Harry? La última vez que lo había visto estaba en las mazmorras, en compañía de ese profesor enojón, Snape. Cerró los ojos y trató de volver a encontrar el camino recorrido por ella y su tía, mentalmente. Había que bajar por esas escaleras que se encontraban en el vestíbulo, luego un largo corredor oscuro. Habían doblado a la izquierda frente a aquella armadura que silbaba. 'Si, creo que recuerdo el camino', pensó con alivio. Y se echó a correr.
~ * ~
Snape abrió de pronto los ojos. Unos gritos y ¿llantos? (¿Acaso había oído bien?) se escuchaban viniendo desde el lado de la entrada de su estancia. Saltó fuera de su cama y miró la hora. Ya iban a ser las cinco de la tarde... Verificó que tenía su varita y salió rápidamente de su dormitorio. Se sorprendió al no ver a Potter en la sala y se preocupó, pero los gritos lo distrajeron y pensó que el chico debía estar en el baño. Por ahora debía ver quien estaba haciendo ese escándalo en su puerta.
-¡Ya le dije testaruda señorita que el amo está durmiendo y no puedo dejar entrar a nadie! -decía el enano mientras sujetaba a una alteradísima Amanda.
-¡Pero es que necesito ver a Harry! -suplicaba Amanda llorando, mientras trataba infructuosamente de llagar a la puerta-. Necesito ver si está bien. Estoy segura de que algo anda mal con él.
-¿Y qué se supone que anda mal con Potter, si me lo puede usted decir señorita... ? -preguntó Snape (no recordó el apellido de la niña) cruzándose de brazos y con voz altiva, sorprendiendo tanto al enano como a la chica, mientras escrutaba disimuladamente el pasillo en busca de la tía de la niña, o de quién la hubiese traído.
-Señor Profesor Snape -comenzó a explicar rápidamente Amanda-, vine a ver a Harry. Algo malo le va a pasar, señor. Estoy segura, lo vi esta tarde en la bola de...
-¿De qué esta hablando? -le preguntó Snape sin comprender-. ¿Y dónde esta Minerva?
Amanda miró incómoda hacia otra parte.
-Ella... ella no vino.
-¿Y quién vino contigo? -preguntó Snape comenzando a preocuparse.
-Yo... bueno...
-¿Acaso viniste sola? -preguntó Snape con su voz impasible, pero sin atreverse a creerlo.
-Pues... la verdad es que... -Amanda tragó saliva. Esto no era lo que ella esperaba. Ella había venido porque su amigo Harry necesitaba ayuda. Pero la conversación estaba tomando otro rumbo-. Si, vine sola -aceptó finalmente Amanda. Pero antes de que el brujo comenzara a sermonearla, comenzó a explicar-. Tenía que hacerlo, ¡ALGO LE VA A PASAR A HARRY!
Las palabras gritadas al final por la niña tuvieron el efecto deseado en el brujo. Pareció perder el interés en llamarle la atención a la niña y en vez de eso se volvió rápidamente hacia la sala. En el comedor estaban esparcidos los libros de Potter, al igual que montones de pergaminos. Se acercó a la mesa. No pudo dejar de notar que el tintero estaba cerrado, y que la pluma estaba completamente seca. Rápidamente caminó hacia el baño, y tocó la puerta. No hubo respuesta. Comenzó a preocuparse de verdad.
Amanda mientras tanto lo había seguido en silencio, tras haber cerrado la puerta. El enano había dejado de molestarla, al ver a su amo despierto y hablando con la chica.
Snape abrió la puerta del baño, varita en mano, y entró. Estaba vacío.
Se dirigió con pasos agigantados hacia la alfombra, y de un gesto brusco corrió la esquina que ocultaba la puerta trampa. Bajó, seguido de cerca por una silenciosa Amanda, que aunque estaba asombrada de ver al brujo ceñudo atravesar el piso, no lo manifestó.
Snape apretó la varita con furia, al ver a Potter durmiendo tranquilamente en su cama. Tanto desvelo para protegerlo, para que el muy... hijo de su padre... se viniera a dormir siesta al primer descuido. Con fuertes pisadas se acercó a la cama, y tomó bruscamente la mano del chico.
-¡DESPIERTA POTTER! - le gritó mientras jalaba la mano con brusquedad, obligándolo a sentarse en la cama. Un grito de Amanda, a su espalda, lo hizo soltar la mano del chico, al mismo tiempo que el pánico se apoderaba de él. Potter no había despertado. Al jalarlo, su cabeza había colgado hacia atrás, inerte. Y al soltarlo había caído como un cuerpo inanimado...
-¡Está muerto! -gritó Amanda llorando, al borde de la histeria, mientras corría hacia su amigo. Snape se quedó unos segundos helado, bloqueado. Reaccionó al ver a la niña arrodillada junto a la cama, gritándole en el oído del chico, mientras el movía el pecho con violencia.
-¡HARRY! ¡HARRY! NO TE MUERAS, HARRY.
Snape reaccionó. Hizo a un lado a la niña y acercó su oído a la cara del chico. Respiró aliviado. Harry respiraba débilmente. Tomó su mano y cerró los ojos dando gracias a cualquier Dios que pudiera existir. Estaba vivo. Harry estaba vivo. Trató de despertarlo. Le gritó, le dio palmaditas en la cara, sin éxito. Ni siquiera el hechizo "Enervate" logró despertarlo. No tuvo entonces la menor duda. Esto era la obra de Voldemort... Levitó el inanimado cuerpo del chico y comenzó a avanzar con él hacia la escalera.
-Acompáñame Amanda -le dijo son volverse. No obtuvo respuesta-. Amanda -repitió fastidiado volviéndose. Se paró en seco, sorprendido. La niña tenía un pergamino en la mano, frente a sus ojos, que estaban llenos de lágrimas. La niña levantó la vista y miró al brujo, tratando de que algún sonido saliera de su boca.
-¿Q... q... quién es Sirius? -preguntó casi sin voz cuando algún sonido trató de salir de su boca. Snape la quedó mirando, casi sin entender. Caminó, con Potter levitando, hacia la niña.
-Es el padrino de Potter. ¿Qué es eso? -preguntó haciendo un gesto en dirección al pergamino que Amanda tenía en sus manos. La niña se lo tendió, llorando.
-Estaba en su velador. Es para su padrino, pero estaba abierto. Creo que Harry se... se... -hipó varias veces, incapaz de seguir.
Snape layó la breve nota que, con escritura insegura, Potter había hecho para Black. Respiró hondo. No podía creer que Harry Potter se hubiera tratado de suicidar. ¿Tenía eso que ver con Voldemort? ¿O era sólo coincidencia? ¿Cómo lo había hecho Potter? Fue entonces cuando le tendió el frasco vacío, pero con los evidentes restos de una poción adentro. Acababa de encontrarlo en el suelo, junto a la cama.
-Creo que debió tomarse esto -comentó llorando-. ¿Se va a morir señor profesor Snape?
-No si podemos impedirlo. Pero necesitamos saber qué fue lo que tomó. Voy a necesitar ayuda, agregó depositando nuevamente a Potter en la cama-. Tenemos que hacerlo reaccionar.
Snape tomó su varita, y transformó el tintero que había sobre la mesita de noche en un jarro con agua, y se lo pasó a Amanda.
-Toma este jarro y vierte constantemente agua sobre su cara. Asegúrate de que se despierte, y manténlo sin que se pueda volver a dormir. Así mira -agregó tomando nuevamente él el jarro y vertiendo agua generosamente en la cara del chico.
Pero para su desilusión, nada ocurrió. Sintió que su corazón se le iba a parar, a la vez que Amanda volvía a estallar en llanto. Snape no perdió la cabeza, y rápidamente hizo aparecer una llama en la punta de su varita. La acercó a la mano de Potter.
-¡PARE! -le gritó Amanda, tirándose sobre él para quitarle la varita-. ¡Lo va a quemar!
Pero Snape fue más rápido y la sujetó.
Si, lo quemaré un poco. Necesitamos que reaccione. Quédate quieta -agregó obligándola a pararse a un lado.
Snape tocó la mano de Harry con el fuego de la varita. Al instante el chico abrió los ojos, con mirada demente. Miró alrededor con expresión perdida, sin reconocer nada ni nadie, y al instante volvió a cerrarlos. Snape volvió a acercar la varita a su mano, con lo que Harry volvió a abrir los ojos.
-Amanda, necesito que tú sigas haciendo esto, mientras yo trato de encontrar qué fue lo que Potter tomó. NO PERMITAS QUE SE DUERMA. Debes procurar que mantenga los ojos abiertos. ¿Podrás? -preguntó poniendo su varita en las manos de la niña, y obligándola a tomarla.
-Si, creo que si -agregó insegura, temblando.
-Cuando esto haya pasado, le daremos una poción para las quemaduras. No te preocupes por eso. Pero por ahora manténlo despierto. ¡AHORA! -le gritó para que dejara de mirarlo con los ojos abiertos y se moviera.
Amanda se sentó junto a Harry, le tomó la mano, y continuó acercando el fuego de la varita cada vez que volvía a cerrar los ojos. Trató de hablarle, pero no parecía escucharla ni reconocerla. Miraba alrededor, con la respiración agitada. Tampoco parecía entender donde se encontraba, ni lo que estaba pasando.
Snape mientras tanto no había perdido ni un segundo. Registró la mesita de noche y el baúl con las cosas del chico. Notó que el caldero de Potter, que había visto el día en que Dobby había traído sus cosas, no estaba. Tragó saliva. ¿Qué era lo que había preparado? Comenzó a recorrer la mazmorra, y no tardó en dar con el caldero, al igual que algunos utensilios y frascos con productos que reconoció como propios, de su despacho. Apretó los puños.
-¿Qué hiciste, Potter? -murmuró enojado, con los dientes apretados. En su despacho guardaba cosas verdaderamente peligrosas. ¿Cómo diablos había logrado abrir sus armarios sin que se diera cuenta? ¿Por qué no habían funcionado ni los seguros ni la alarma? Pero en ese momento no había tiempo de preocuparse por eso. Vio un pergamino arrugado a la sombra de un pilar. Rápidamente lo tomó y lo leyó. Tragó saliva nuevamente.
-¿Qué demonios hiciste, Harry? -murmuró. Pero esta vez no tenía los dientes apretados. ¿De donde había podido sacar Potter una fórmula como aquella? Ahora si no le cabía ninguna duda. Voldemort debía estar detrás de todo eso. Era magia negra. Tenía muy poco tiempo si quería salvarlo.
~ * ~
Draco, con una mochila de aspecto muggle (pero hechizada para aumentar su capacidad) en un brazo, y su gato colgando del otro, salió detrás de Lau del departamento. Cuando se encontraron en la escalera, Lau recogió una colilla de cigarro que estaba prácticamente escondida debajo de un guardapolvos. Tras mirar la hora en su reloj de pulsera le dijo:
-Todavía nos quedan tres minutos. Toma el otro extremo de la colilla, y sentémonos a esperar.
Draco, que había utilizado trasladores muchas veces en su vida, no se extrañó.
-¿Adonde nos llevará?
-Lo programé para aparecernos en Hogsmeade, en Las Tres Escobas. A Rosmerta no le molestará.
-Esta bien.
Ambos esperaron en silencio, pero Silvester parecía aburrido de permanecer inmóvil en los brazos de su amo. No era un gato acostumbrado a la inactividad.
-Quédate quieto, Silvester -murmuró Draco mientras le rascaba la parte trasera de la oreja izquierda. Eso dejó quieto al gato, que se puso a ronronear. ESO era más fuerte que él. ESO, era su talón de Aquiles. O su oreja de Silvester en este caso...
Finalmente el traslador se puso en funcionamiento y sintieron el tirón en el estómago. Tras unos segundos de confusión y luces aparecieron en un baño. Draco miró alrededor, y tragó saliva. Ese no era el baño de hombres.
-¿No podrías haberlo programado para aparecer en otra parte? -preguntó enojado acercándose a la puerta.
Pero no alcanzó a abrirla, ni Laure a contestar, porque en ese momento una bruja abrió la puerta y entró. Se quedó mirando a Draco.
-¿Qué...? -comenzó a preguntar, pero no alcanzó a decir nada más porque Lau, rápida como un rayo había sacado su varita y le apuntaba a la cabeza.
-¡Desmaius!
La bruja iba a caer al suelo, pero Draco alcanzó a sostenerla. Laure rápidamente cerró nuevamente la puerta del baño, y luego apuntó con su varita a la nuca de la bruja vieja.
-¡Obliviate! -murmuró-. ¡Rápido Draco! Que pronto va a despertar. Siéntala ahí y larguémonos.
Draco hizo como le pedía, y se volvió hacia su prima, que le pasó una cadenita.
-Póntela -le dijo-. Te hará invisible. No quiero que nadie te vea por aquí y le vaya con el cuento a tus padres o a quién tu sabes. Mientras más se demoren en enterarse que estás en Hogwarts, mejor.
Draco se puso el anillo y miró al espejo. Había desaparecido, junto con su gato y su mochila.
-¡Guau! -exclamó divertido. Eso podía serle muy útil. Recordó esa vez, en tercer año, en que Potter... Harry... le había tirado barro en la casa de los gritos-. ¿Me puedo quedar con él, Lau? ¡Por favor!
-Ni lo pienses. Forma parte de mi equipo de trabajo. Por lo demás, estoy segura de que si te lo dejara terminaría arrepintiéndome.
-Parece que no confías en mi -comentó Draco con fingido resentimiento.
-Exacto. Sé muy bien de lo que es capaz un chico de 15 años. Ahora camina.
Ambos salieron del baño. Draco caminó con cuidado, para no hacer ruido ni chocar con nadie ni con nada. Tras un breve saludo a Rosmerta (que no parecía sorprendida de verla) por parte de Lau salieron a la calle y caminaron en dirección a Hogwarts, sin hablar para no llamar la atención de los transeúntes. Pero el silencio de Draco sólo duró hasta que pasaron frente a Honeydukes.
-Lau -murmuró Draco bajito, deteniéndose frente a la vitrina donde se lucían las más diversas golosinas-. Cómprame algo. ¡Por favor!
-Está bien, pero cállate -murmuró Lau casi sin mover los labios.
Por suerte la confitería no estaba llena, por lo que no tuvieron mayor inconveniente. Laure compró algunos chocolates, babosas de gelatina, Grageas de Bertie Bott, y una novedad que era un spray cuyo sabor y color dependía de la temperatura ambiente. Así, el color iría de un rojo oscuro a unos 35ºC, con un intenso sabor a cereza, hasta un refrescante sabor a menta, a -20ºC, pasando por sabores como limón, caramelo, dulce de leche y hasta nuez, a la agradable temperatura de 21ºC, según lo que la vendedora le había explicado.
Finalmente salieron, con un Draco muy satisfecho por la compra de su prima.
-Gracias prima -murmuró a su oído.
Silvester, que se había quedado dormido en sus brazos, escogió ese momento para despertarse, y tras estirarse como pudo en esa incómoda posición, maulló su desagrado. Por suerte en ese momento no había nadie en los alrededores cercanos que pudiera oírlo.
-Haz callar a ese gato, y camina -murmuró Lau-. No voy a estar tranquila hasta que lleguemos a Hogwarts.
~ * ~
Amanda, Snape y Harry se encontraban ahora en el despacho del segundo. Mientras Amanda continuaba manteniendo despierto a Harry, que seguía sin saber ni quién era ni dónde estaba, Snape se afanaba en la preparación de una poción. Estaba nervioso. Conocía los ingredientes de la poción que había preparado Potter, y se imaginó por la fórmula como debía funcionar. Después de algunos cálculos y de la consulta a algunos manuales logró crear un antídoto. Esperaba que funcionaría. Según sus cálculos, debería. Pero estaba inseguro, pues era primera vez que se enfrentaba a aquella poción.
Amanda lloraba callada, secándose ocasionalmente la cara con la manga. Snape tomó nota mental: apenas Potter estuviera fuera de peligro, debía avisar a casa de la niña, decirles que se encontraba con él. Debían estar como locos buscándola. También tendría que mandarle una lechuza a Black. Era el padrino de Potter después de todo. Y a Dumbledore, que continuaba sin contestarle su lechuza anterior. Supuso que debía encontrarse muy lejos. Pero necesitaba informarle de esto, estuviera donde estuviera.
De pronto se apareció Dobby en el despacho.
-¿Qué ocurre? -preguntó Snape sin dejar de revolver el caldero que humeaba frente a él. Lo último que quería en ese momento era que le vinieran con más problemas.
-Señor Profesor Snape, lo buscan en la entrada -informó Dobby.
-¿Quién me busca? -preguntó Snape.
-Una señorita que se identificó como Laure Walters, y el niño Draco Malfoy, señor Profesor Snape.
Snape echó una maldición mental. Más problemas. Como si no le bastara con Potter.
-Está bien, acompáñalos hasta acá.
-Si, señor Profesor Snape. De inmediato señor -se apresuró a decir Dobby, y tras esto desapareció con un "plop".
Draco y Laure llegaron algunos minutos después al despacho, y se quedaron mirando con espanto a Harry (tenía cara de ido, y no reconocía a nadie).
-Hola profesor Snape -saludó Laure acercándose al brujo.
-Hola señorita Walters -contestó Snape con brusquedad-. Como puede observar, su visita no es pertinente. Estoy, en este momento, sumamente ocupado.
-Si ya veo -comentó Laure sin alterarse-. ¿Qué le ocurre al chico?
-Se va a morir si no logro terminar esta poción a tiempo -respondió sarcásticamente Snape (estaba muy nervioso, y alterado)-. Así que le ruego vaya directo al grano y dígame a qué vino.
-Tengo que viajar, y quería dejar a Draco aquí mientras tanto -respondió Laure obligándose a permanecer civil, a pesar de que tenía deseos de insultar a ese brujo tan pesado.
-¿Y no tiene otro lugar donde llevarlo? -preguntó Snape tomándole la temperatura a su poción.
-No. Ninguno que sea seguro.
-¿Y por cuantos días sería? -preguntó Snape con un suspiro.
-No lo sé todavía. Espero que pocos.
Draco mientras tanto se encontraba parado. Se sentía incómodo y asustado. Ahí estaba Potter, con cara de loco, y con Snape diciendo que se podía morir. Y ahí estaba su prima, que debía irse lo más rápido posible y no podía llevarlo, y Snape, que claramente no deseaba que se quedara ahí con él. Se sintió de pronto un poco guacho, y deseó tener un lugar para él, donde esconderse con su gato sin molestar a nadie.
Se acercó a Amanda, tratando de no seguir escuchando la conversación de los adultos. Le hacía daño.
-Hola Amanda. ¿Qué pasó? -le murmuró a la niña indicando a Harry.
-Se tomó una poción que lo dejó así -contestó Amanda bajito, llorando-. El señor Profesor Snape le está preparando un antídoto. Harry trató de matarse.
Draco miró callado a la niña, que se había puesto a llorar más fuerte. No sabiendo mucho que hacer le pasó un brazo por los hombros.
-Ya... deja de llorar... seguro que el antídoto de Snape lo salva -le dijo tratando de calmarla, a pesar de que lo que acababa de oír también le tenía el cuello apretado. Una mano en el hombro lo hizo saltar. Era Lau.
-Yo me tengo que ir, Draco. Te quedarás con el profesor Snape. POR FAVOR pórtate bien, y no le causes problemas.
-Si -respondió Draco con el cuello todavía más apretado-. Trata de volver pronto.
-Te lo prometo -le respondió su prima dándole un beso en la frente un abrazo-. Cuídate mucho.
Y tras decir esto se fue rápidamente. Draco miró de reojo a Snape, que no le prestó la más mínima atención. Se sintió un poco de más. Snape estaba preparando la poción, y Amanda se estaba encargando de Harry. Deseó poder hacer algo también. Decidido se acercó al profesor de pociones.
-¿Puedo ayudar en algo? -preguntó bajito cuando se encontró frente al caldero. Snape se quedó mirándolo un instante, sin entender, hasta que reaccionó.
-Si, Malfoy. Revuelve esto del modo que lo estoy haciendo, mientras escribo un par de cartas.
-Si -respondió Draco, haciendo de inmediato lo que le pedían.
Snape escribió breves notas a Dumbledore y Black, explicándole a grandes rasgos y en clave lo que había ocurrido. No quiso entrar en detalles, por temor a que algún agente de Voldemort pudiera interceptar el correo, y las hechizó para que cualquiera que no fuera ellos viera nada más que tinta invisible, aunque sabía que esos hechizos eran fácilmente deshechos por magos suficientemente entrenados. Luego se las tendió a Draco, y comenzó él mismo a revolver el caldero nuevamente.
-Anda a la pajarera, y manda estas cartas -le pidió.
Draco miró ambas cartas, y miró al brujo extrañado.
-¡Pero no escribió el destinatario!
-Tú solo átalas a la pata de un par de lechuzas y mándalas -le respondió Snape fastidiado. A las lechuzas les daba lo mismo que el destinatario estuviera escrito en tinta invisible. Esa era parte de la magia, bastaba con que la carta estuviera destinada a alguien, estuviera escrita como estuviera escrita la carta. Las lechuzas SENTÍAN para quién estaba destinada la correspondencia.
-Está bien -murmuró Draco, bajando la vista. Él sólo quería ayudar.
Cuando Draco volvió, Snape le hizo signo para que se acercara.
-Ahora necesito que tomes polvos flu, y llames a casa de... -miró a Amanda- ¿Amanda, como se llama tu mamá?
Amanda lo miró, y se puso a llorar más fuerte.
-No llame a mi mamá, por favor -respondió bajito.
-Tienes que avisarle que estás aquí. Debe estar muy preocupada buscándote. No le dijiste que venía para acá, ¿verdad?
Amanda negó con la cabeza.
-Bueno, llamaremos a Minerva entonces. Draco, llama a Minerva McGonagall, y dile que su sobrina Amanda está en Hogwarts, conmigo. Que venga a buscarla. Los polvos están en esa caja de ahí -dijo apuntando una repisa sobre la chimenea, en la que había una caja de madera.
Draco lanzó un poco de Polvos Flu sobre el fuego de la chimenea, que al instante se volvieron verdes. Metió la cabeza y llamó, pronunciando lo mejor que pudo:
-¡MINERVA McGONAGALL!
Al cabo de unos segundos Draco pudo ver la sala de una casa. Una mujer que no conocía estaba ahí. Era la mamá de Amanda, aunque eso Draco no tenía como saberlo.
-¿Si? -preguntó extrañada la mamá de Amanda, sin saber quién era ese adolescente. Draco puso ver que había estado llorando.
-Busco a la señora Minerva McGonagall -explicó.
-La buscas en un mal momento, estamos en medio de una emergencia familiar. Llámala más tarde.
-Es de parte del Profesor Snape, de Hogwarts -comenzó a explicar Draco, suponiendo de qué se trataba la dichosa emergencia familiar-. Amanda se encuentra aquí, con él. Ella está bien. Dice también que vengan a buscarla.
La mamá de Amanda suspiró aliviada.
-Gracias...
-Draco -se apresuró en decir Draco.
-Gracias Draco. Dile al profesor Snape que vamos de inmediato a buscarla.
-Está bien. Adiós.
-Adiós, y gracias.
Draco sacó la cabeza del fuego.
-Ya avisé. Dijeron que vienen a buscarla.
-Está bien, gracias -respondió Snape, mientras apagaba el fuego para dejar que la poción se enfriara.
Draco se sentó junto a Amanda, y la relevó. La niña ya tenía el brazo acalambrado, y seguía llorando.
-Para de llorar, que te vas a secar -le dijo Draco tratando de animarla.
-Es que tengo miedo de que Harry se muera, y tengo miedo de mi mamá.
-¿Por qué viniste para acá sin avisar? -le preguntó de pronto Draco, con curiosidad.
-Es que vi en la bola de cristal a Harry, y vi que algo malo le iba a pasar. Pero me tuve que salir sin permiso para poder venir a prevenirlo. Y no sirvió de nada, porque llegué demasiado tarde -dijo echándose a llorar nuevamente.
-No llegaste demasiado tarde, Amanda -interrumpió Snape que se había acercado con una gran copa, que humeaba pues el antídoto estaba todavía caliente-. Lo importante es que gracias a ti lo encontramos cuando todavía estaba vivo. Si no lo hubiéramos reanimado pronto, ya no hubiéramos podido hacer nada por él.
Draco miró extrañado al profesor de pociones. Sonaba extraño escucharlo intentando animar a alguien.
-Pero ahora mi mamá me va a matar -agregó Amanda, aunque estaba algo más tranquila.
-Yo hablaré con ella -le aseguró Snape-. No creo que no se enoje contigo, pero al menos la haré entender la importancia que tuvo lo que hiciste. Aunque de todos modos creo que debiste haber avisado.
-¿No les dejaste una nota diciendo adonde ibas? -preguntó Draco.
-No. Mi mamá no cree en la bola de cristal. Si le hubiera avisado no me hubieran traído, y si les hubiera dejado la nota hubiera corrido el riesgo de que me alcanzaran antes de llegar aquí, y me hubieran llevado de vuelta a la casa.
En ese momento la mochila de Draco comenzó a agitarse violentamente.
-Ups... olvidé a Silvester -exclamó Draco pasándole nuevamente la varita a Amanda, y corriendo a liberar a su gato, que había escondido dentro de la mochila para evitar dar tantas explicaciones al llegar.
Silvester saltó irritado de dentro de la mochila, y al no reconocer el lugar corrió a esconderse sobre el armario más cercano que encontró.
-¿QUÉ ES ESO, MALFOY? -le gritó Snape, mientras protegía la copa que tenía en sus manos y el contenido, por si a esa... cosa... se le ocurría saltar y derramar el precioso contenido.
-Es mi gato -contestó Draco algo incómodo, mientras acercaba una silla al armario. Quería alcanzar al furioso animal, que bufaba lanzando arañazos en su dirección. Laure le había lanzado un hechizo de aturdimiento cuando llegaron, para que Draco pudiera guardarlo en la mochila. Pero el efecto se había pasado, y al gato no le había hecho ninguna gracia despertarse prisionero dentro de una mochila cerrada, con solo una pequeña abertura para respirar.
-Pues no lo quiero aquí adentro -murmuró Snape amenazante.
-¿Y dónde lo puedo dejar? -preguntó Draco, parado sobre la silla sosteniendo al gato, que lo arañaba sin ninguna compasión tratando de liberarse.
Snape suspiró. Estaba cansado. Había sido un día agotador, a pesar de las horas dormidas.
-Déjalo por mientras en la sala de clases, aquí al lado. Y cierra la puerta. Más tarde veremos donde lo ponemos.
-Bueno -contestó Draco aliviado, llevándose al gato al cuarto de al lado.
Snape midió la temperatura del contenido de la copa, y suspiró satisfecho. Ya estaba a una temperatura en que se la podían dar a Potter. Amanda lo ayudó a mantenerle la boca abierta, mientras él le vaciaba el antídoto. Draco volvió, y se sentó junto a ellos.
Los tres se quedaron mirando a Harry, que acababa de abrir los ojos y respiraba jadeando, sentado en el suelo, como si no hubiera respirado en mucho tiempo. Miraba para todos lados, como perdido. De pronto sus ojos se detuvieron en los de los presentes, y frunció el ceño, tratando de comprender qué estaba pasando. De pronto pareció recordar algo, y su cara se ensombreció. Se acostó en el suelo, hecho ovillo, y comenzó a llorar.
-¿Harry? -murmuró Draco tomándole la mano.
-Déjenme sólo -murmuró Harry, sin levantar la vista. Ahora recordaba todo. Y sus padres no lo habían estado esperando como habían dicho, y su plan no había funcionado. Cerró los ojos, y deseó poder desaparecer en ese instante.
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