Disclaimer habitual. Y Gracias, como siempre, a Francia que caza cocodrilos en mi historia!!!

Poca Muchacha Del Conejito: Que bueno que te guste ^_^. ¡Este capítulo salió más rápido que lo habitual!

Asimov: si, lo estoy pensando. Draco y Harry se divertirán un poco en lo que queda de las vacaciones. No, no soy barman :D

Enya: Si, pobre SS. Tal vez le pida unos días libres a Albus... sería una buena idea que se desconectara un poco antes de que lleguen los angelitos al castillo. Tengo pensado que Harry y Draco se diviertan un poco... lo que le debería (creo) sacar algunas canas más. Probablemente Silvester intervenga :)

kathy: ¡Gracias! Si, tengo pensado seguirla cuando terminen las vacaciones, pues hay cosas que tienen que pasar cuando los amigos de Harry regresen. Lo que no estoy segura es si va o no a abarcar todo el año, no tengo todo eso planeado. Pero supongo que escribiendo se me van a seguir ocurriendo cosas muahahahaha O.o

Joyce Granger: No te deprimas!!! Harry no es tan cobarde... hasta los más valientes se caen :) Tuvo mucho que ver el encierro en su decisión (además de sus sueños, claro). Probablemente, si hubiese podido conversar con alguien (aparte de Snape...) lo hubiese pensado dos veces antes.

Moryn: Si, alguien tendrá que hablar con él.

Advertencia: Este capítulo contiene un poco de violencia.

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Capítulo 31 Déjame en paz

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Hermione levantó la vista del libro que estaba leyendo, distraída por el sonido que venía de la ventana de su cuarto. La figura de una lechuza blanca se recortaba contra el cielo oscuro. Era Hedwig.

-¿¡¿Tan pronto?!? -preguntó extrañada la chica, levantándose de la cama para ir a abrir la ventana.

Un escalofrío le recorrió la espalda cuando el frío aire nocturno entró en su habitación. Dejó entrar a Hedwig, que se puso a ulular como nunca Hermione la había visto.

-¿Dónde estará Harry? -se preguntó extrañada. Debía estar cerca, para que Hedwig le hubiera podido entregar su carta, y traer la respuesta el mismo día.

Hermione desató la nota que traía en la pata y casi la deja caer cuando vio que era la misma nota que ella había escrito esa mañana.

-¿Por qué no se la entregaste, Hedwig? -preguntó preocupada, mientras le acariciaba la cabeza. Hedwig ululó, incapaz de explicar en el lenguaje de los hombres que había sido incapaz de dar con su amo. Se sentía insegura, ya que hace un rato, cuando estaba por llegar a casa de Hermione, logró percibir nuevamente a Harry, a lo lejos. Pero ya se encontraba ahí, tan cerca de la casa de la niña, que siguió adelante.

Crookshanks saltó de la cama de Hermione, y se acercó a la lechuza. La miró fijo, y Hedwig se puso a ulularle algo. El gato la escuchó, cerrando los ojos ocasionalmente, y luego miró a su ama. Hermione los miraba admirada, pues parecían estarse contando algo.

-¿Tu entendiste lo que está diciendo Hedwig, Crookshanks? -le preguntó.

-Wrauuuuuuuuur -le respondió Crookshanks cerrando los ojos.

-Ojalá supieran hablar -exclamó Hermione preocupada, y suspiró.

Hedwig dio vuelta su cara hacia la ventana, en dirección al norte. Estaba segura de que ahora si percibía a Harry, y sería capaz de llevarle la carta. Se volvió hacia Hermione, y levantó la pata.

-¿Quieres que vuelva a atar mi carta? -preguntó Hermione sin entender. La lechuza ululó.

-No sé... si por lo menos estuviera Svilen, lo enviaría a él. Pero ahora debe estar camino a Bulgaria. ¿Estás segura de que la entregarás esta vez, Hedwig? -preguntó Hermione, con su carta en la mano, insegura. La lechuza volvió a ulular, levantando la pata con mayor insistencia.

-Está bien, si insistes -respondió Hermione volviéndole a atar la carta a la pata. Abrió la ventana nuevamente, y Hedwig salió volando rumbo al norte. Hermione se quedó contemplando el punto blanco que desaparecía en la noche. Luego recordó lo frío que estaba, y cerró la ventana.

-Vamos, Crookshanks. Volvamos a la cama.

Se metió en la cama, y Crookshanks se hizo ovillo a sus pies. Tomó el libro que estaba leyendo y lo abrió. Trató de leer, pero le fue imposible concentrarse. Volvió a cerrarlo, y miró en dirección a la ventana. ¿Qué le había ocurrido a la lechuza de su amigo? ¿Por qué no había entregado al carta en primera instancia? ¿Estaría todo bien con Harry? Suspiró. No podía hacer nada desde su casa. Y, si estaba en Hogwarts, Harry debía estar bien cuidado. No le quedaba otra alternativa que esperar que le contestara la lechuza.

~ * ~

Un perro negro se encontraba en un solitario, oscuro y sucio callejón, con su poderoso oído canino pegado a un muro. Escuchaba atentamente la conversación que se estaba llevando a cabo del otro lado del muro, en un Pub. Tomaba nota mental de cada cosa que se decía. De pronto una lechuza se posó junto a él, sobre un tarro de basura. '¿Qué demonios...?', fue lo primero que se le pasó por la cabeza al ver al inoportuno visitante. La lechuza le tendió la pata, para que tomara la nota que traía atada.

Sirius miró para todos lados, no había nadie que pudiera verlo. Volvió a su forma humana y desató la nota. La lechuza espero, para ver si habría contestación que llevar de vuelta.

Sirius leyó la carta y comprendió que era de Snape, a pesar de que no estaba firmada (habían convenido en escribir siempre en clave). 'El pastel se quemó casi entero' sólo podía significar una cosa: algo le había ocurrido a Harry. Algo grave. Olvidó la conversación que estaba espiando (de todos modos no serviría para mucho). Su ahijado era más importante.

-No hay respuesta que llevar -le dijo a la lechuza-. Voy a ir en persona.

La lechuza salió volando, y segundos después un perro negro salía corriendo del callejón. Sirius decidió que primero le pediría a Remus que lo acompañara, inseguro por lo que encontraría al llegar a Hogwarts. Su amigo se encontraba trabajando no lejos de ahí de todos modos.

~ * ~

Amanda lloraba, acariciando distraídamente a Silvester. Draco se encontraba sentado a su lado, en el mismo banco. Ambos se encontraban en la sala que estaba al lado del despacho de Snape, esperando. El brujo les había pedido que esperaran ahí, cuando Minerva y McGonagall y su hermana habían tocado la puerta del despacho.

Snape mientras tanto conversaba con la mamá de la niña, en el despacho. Le explicaba los acontecimientos de ese día, lo vital que había sido la intervención de su hija para salvar la vida de Harry, y de cómo ella, valientemente, lo había ayudado en todo el proceso.

La mujer, que al principio había llegado enojada, parecía algo más dispuesta al diálogo con su hija.

-Miranda, yo tampoco apruebo que Amanda use la bola de cristal -explicaba Minerva a su hermana-, pero en este caso, creo que deberías hacer una excepción. Después de todo, gracias a eso le salvó la vida a alguien.

-Si -suspiró Miranda cansada-. Pero me gustaría poder hacerla volar en mil pedazos.

-¡MIRANDA! -exclamó Minerva asustada, con los ojos abiertos como platos detrás de sus anteojos cuadrados-. ¡Cómo puedes decir eso!

-Me refiero a la bola, Minerva, a la BOLA -respondió su hermana fastidiada- . ¿Cómo se te ocurre que le voy a querer hacer eso a mi Amandita.

-Bueno -interrumpió Snape divertido, aunque sin manifestarlo-. Ya es tarde y la niña debe estar cansada...

-Si, nos vamos. ¿Dónde está?

-Aquí al lado.

Minerva fue a abrir la puerta, y se quedó por unos segundos mirando la escena. El chico Malfoy estaba también ahí, sentado junto a su sobrina, con un brazo sobre sus hombros. Y la niña tenía en sus manos un gato espantoso. Miró a Snape con cara de pregunta, quién la miró con expresión neutra.

-Malfoy estará aquí unos días -respondió simplemente, antes de que ella formulara la pregunta.

Los chicos levantaron entonces la vista. No habían escuchado la puerta abrirse, ni la conversación que había habido antes del otro lado (un hechizo insonorizante había sido puesto). Pero ahora habían oído la voz de Snape.

-Tía... lo siento -dijo simplemente Amanda-. Tenía que hacerlo.

-Buenas noches Profesora McGonagall -saludó Draco sintiéndose un poco "de más".

-Buenas noches señor Malfoy -lo saludó McGonagall. Luego se dirigió a su sobrina con una sonrisa-. Si sé, querida. No te preocupes. Ven.

Amanda devolvió Silvester a los brazos de su amo, y siguió a su tía. Sintió alivió cuando su mamá le pasó un pañuelo y le tomó la mano.

-Bueno, nos vamos -dijo más tranquila, al sentir la mano de su niñita en la de ella.

Se despidieron, y cuando las brujas se hubieron ido, Snape se dirigió al sofá de su despacho. Estaba frente a la chimenea, que estaba encendida, y Harry se encontraba acurrucado en él, de tal modo que era imposible verlo si uno no se paraba frente a él. Miraba fijamente el fuego, y no levantó la vista al aproximarse el brujo.

-Potter, mírame -dijo Snape. Pero el chico ni siquiera pestañeó.

-Déjeme en paz -murmuró sin apartar la vista del fuego.

Snape suspiró, y se paró entre Harry y la chimenea. Se acuclilló frente a él de modo que sus vistas se cruzaran.

-¿Por qué Harry? ¿Qué fue lo que pasó?

-¡DÉJEME EN PAZ! -gritó Harry tapándose los oídos y cerrando los ojos.

Draco, desde el umbral de la puerta, acariciaba a Silvester preguntándose si su presencia no sería inoportuna.

~ * ~

Voldemort caminaba tarareando, contento, junto a su serpiente Nagini. Estaba de un humor espectacular. Había pasado el día afuera, había ocasionado la muerte de veintisiete muggles (haciéndolo aparecer como un accidente automovilístico), y ese molesto chico Potter ya debía estar muerto a la hora que era.

Matar a esos muggles solo había constituido para él un divertimento. Había salido para distraerse, y no quedarse mirando la esfera verde con ansiedad. Como un niño que esperaba su fiesta de cumpleaños, necesitaba hacer que el tiempo pasara rápido.

Colagusano se quedó mirando a su amo cuando llegó. Supuso que mucha gente debía haber muerto, si había vuelto tan contento. Eso siempre era bueno. Suspiró aliviado. Pero la calma duró muy poco. Su amo había bajado al sótano, y al minuto un gritó furioso había roto el silencio.

-¡COLAGUSAAAAAAAAAAAAAAAAAANO! VEN AQUÍ DE INMEDIATO...

Colagusano bajó las escaleras temblando, preguntándose qué cosa podría haber hecho que pusiera a su amo tan enojado.

~ * ~

Snape miraba al chico frente a él, que seguía con las orejas tapadas y los ojos cerrados, y no había vuelto a decir una sola palabra. Snape ya no sabía qué más decirle. Se sentía impotente, y no tenía la más remota idea de cómo lidiar con esto. Deseaba que Dumbledore respondiera pronto, y que alguien lo relevara. Y más encima estaba Malfoy... Las cosas no podían estar peor.

De pronto la marca de su antebrazo comenzó a arderle. Maldijo en silencio, recordando que las cosas SIEMPRE pueden estar peor. No había tiempo para llamar a McGonagall. Hizo un gesto con la varita, y Winky apareció frente a él.

-¿Necesita algo el Señor Profesor Snape? -preguntó rápido, impaciente por ayudar en lo que fuera.

-Si, Winky. Quédate con el señor Malfoy y el señor Potter. Yo tengo que salir con urgencia. Llama a otro elfo... -miró a Malfoy- ...llama a Dobby, para que te ayude.

-Si Señor Profesor Snape. De inmediato Señor -respondió rápidamente la elfina.

-No sé cuanto me tarde. Si dentro de dos horas no he vuelto, envíen una lechuza a la profesora McGonagall para que venga. ¿Entendido?

-Si Señor Profesor Snape. Como usted diga, Señor.

-Malfoy...

-¿Si señor? -respondió Draco acercándose.

-No hagas ninguna tontería, y que tu gato tampoco la haga. Y por cualquier cosa, mejor ten tú la varita de Potter. Ayuda a vigilarlo. Si fuera necesario lo inmovilizas, y esperas que yo llegue. ¿Entendido?

-Si, Señor. Vaya rápido mejor -respondió tomando la varita de Harry. Sabía, de ver a sus padres, que no era buena idea dejar al Señor Tenebroso esperando mucho tiempo.

~ * ~

Snape se inclinó frente a Voldemort.

-Estoy a sus órdenes Milord.

-¿Qué demonios pasó, Snape? -preguntó malhumorado Voldemort. Snape no necesitó preguntar a qué se refería. Era obvio, y hacerse el tonto solo le hubiera ocasionado una maldición cruciatus de varios minutos.

-Encontré al chico vomitando, se intoxicó con una poción que preparó.

-¿Vomitando? -preguntó Voldemort extrañado.

-Si, Milord. Encontré la receta que trató de preparar tirada junto a su caldero. Por los efectos que le causó la poción, creo que debió agregar el polvo caparazón de tortuga galápago al mismo tiempo que los huevos de sanguijuela, en vez de esperar que se disolvieran primero. Un error tonto, típico de su cabeza hueca si me lo pregunta.

-Maldito chico inútil... -murmuró Voldemort-. ¿Y crees que pueda prepararla bien, si vuelve a intentarlo?

-Siendo Potter, sería difícil sin ayuda, incluso si lo intentara varias veces. En pociones, es uno de los peores alumnos que he tenido. Pero puedo ayudarlo si quiere, Milord.

-No, Snape. Te necesito en Hogwarts y con las manos limpias. No me servirías más si ese viejo chiflado dejara de confiar en ti. Y sabes lo que hago yo con los que ya no me sirven. No necesito recordártelo, ¿verdad?

-No, Milord -contestó Snape sumisamente, y con una calculada expresión de terror.

-Bueno. Pero de todos modos no estaría de más que le recordaras, casualmente claro, que el polvo de caparazón de tortuga galápago nunca se mezcla con los huevos de sanguijuela si están al estado sólido. Y déjale las instancias para que vuelva a preparar esa poción, sin que se note. Pero no te vayas a poner en evidencia, porque pagarías carísimo tu error. ¿Te quedó claro?

-Si Milord.

-Entonces puedes irte, Snape.

~ * ~

-¿Harry? -murmuró Draco, acercándose al chico.

-Déjame en paz, Draco -respondió Harry sin mirarlo.

-¿Quieres chocolate? -preguntó tímidamente el otro tendiéndole una rana de chocolate. Todavía recordaba el efecto milagroso que había tenido sobre él, tiempo atrás.

-No. Déjame en paz.

Draco suspiró, y su vista se detuvo junto a Silvester, que dormía estirado cuan largo era sobre la alfombra del despacho, frente a la chimenea (era un gato, ¿dónde más iba a estar?). Fue a tomarlo, e ignoró su maullido de desacuerdo. Lo puso en el sofá, sobre Harry.

-Mira Harry. Este es Silvester, mi nuevo gato. Silvester, este es Harry. Harry, Silvester -dijo histriónicamente presentándolos mutuamente.

-Draco...

-¿Qué?

-Déjame en paz.

~ * ~

Remus miró intrigado la nota que le había pasado Sirius. Al principio no había visto nada, pero rápidamente atinó a hacer el hechizo para volver la escritura visible.

-¿Qué pudo haber pasado, Dios mío? -murmuró para si mismo más que preguntando, cuando la hubo leído.

-Quiero ir esta misma noche. ¿Me acompañarías?

-Si, por supuesto, Hocicos. ¿Lo sabe Dumbledore?

-No tengo idea. Supongo que a ese descriteriado se le habrá ocurrido mandarle una lechuza.

Sirius miró que nadie se encontrara alrededor, e hizo el hechizo sobre su mano. Se la miró ansioso cuando las líneas se formaron en su palma.

-¿Dónde está? -preguntó Remus, que estaba en conocimiento del mapa.

-Está en Hogwarts -respondió aliviado. En el despacho de Snape si no me equivoco.

~ * ~

Snape caminó hacia su despacho, temiendo lo que podría encontrar. Se preguntaba que haría con Potter. La situación lo sobrepasaba absolutamente. Probablemente el chico no dormiría en al menos un día, producto del antídoto. Lo que era una suerte. Sentía que tenía que hablar con él, pero se preguntaba como diablos lograr eso.

Llegó ante la puerta, y respiró profundamente. Tenía que relajarse. Alterándose no lograría nada. Abrió la puerta.

Draco, que se encontraba sentado con su gato junto al fuego levantó la vista (y se alegró internamente al ver que había vuelto rápido, y bien). Winky y Dobby estaban parados a ambos lados de la chimenea, con los chicos frente a ellos. Harry, no pudo saber, ya que sólo veía la parte trasera del sofá desde la puerta. Pero todo parecía en orden. Suspiró aliviado, y se acercó al sofá. Harry seguía en la misma posición, pero ya no tenía los oídos tapados, ni los ojos cerrados.

-Gracias -les dijo a los elfos-. ¿Algo que informar?

-No, nada Señor Profesor Snape -respondieron al unísono.

-¿Necesita algo más Señor? -preguntó Dobby.

-¿Le traemos la cena, Señor? -preguntó Winky.

-Si, pero llévenla a mi casa.

-Si Señor Profesor Snape -respondieron al unísono nuevamente, desapareciendo ambos de inmediato.

-Malfoy, Potter, vamos -dijo simplemente haciendo un gesto en dirección a la puerta.

Draco se paró de inmediato, y levantó a Silvester. Harry ni siquiera se movió. Continuó mirando fijo el fuego.

-¿Estás sordo, Potter? -preguntó Snape con voz de pocos amigos.

-No, no lo estoy. Me quiero quedar aquí, mirando el fuego -respondió sin levantar la vista. Snape resopló, fastidiado, y con un movimiento de su varita apagó la chimenea.

-Párate, Potter.

-No. Déjenme en paz. No tengo hambre.

Snape se preguntó por algunos segundos qué debía hacer. No se sentía ni con la paciencia, ni de humor, para lidiar con el chico. De hecho, tenía deseos de amenazarlo con lanzarle una maldición ahí mismo si no se paraba. Refrenó sus impulsos. Era un niño todavía, y venía saliendo de un intento de suicidio. Albus probablemente no lo aprobaría.

-Vamos, Harry -intervino Draco tímidamente. Snape lo miró sorprendido. ¿Draco tímido? Decididamente ese chico había cambiado...

-¡DÉJENME EN PAZ, LES DIGO! -gritó Harry, largándose a llorar. Como le hubiera gustado poder desaparecer.

-Ya basta, Potter. Párate -le dijo Snape tomándole una mano y obligándolo a ponerse de pie. Harry trató de soltarse, y al no poder, le lanzó una patada.

-¡SUÉLTEME! ¡DÉJEME EN PAZ!

Snape se llevó la mano izquierda a su pierna adolorida por la patada, y fastidiado sacó su varita.

-¡Petrificus Totalus!

Harry quedó como petrificado en el suelo. Seguía llorando, pero era incapaz de moverse. Snape lo levitó hacia la puerta.

-Vamos, Malfoy.

Draco tomó su mochila y lo siguió en silencio, no deseando poner a prueba su paciencia.

~ * ~

-Come -insistió Snape fastidiado.

-No tengo hambre -respondió Harry, sin apartar la vista de un punto en el mantel.

-¿Quieres acaso que te de en la boca? -preguntó Snape sarcásticamente. Draco miró horrorizado, sin atreverse a intervenir. Continuó comiendo en silencio, a pesar de que no tenía nada de hambre (probablemente los dulces que se había comido en el despacho tenían algo que ver). Disimuladamente le pasaba pedazos de carne a su gato, que se encontraba sobre sus piernas, debajo de la mesa, fuera del alcance de las miradas.

-No. Déjeme en paz -respondió Harry mecánicamente.

-Dices una vez más eso, y ya no podrás comer, Potter, porque TE VOY A CERRAR LA BOCA con un hechizo que conozco.

Harry no respondió. Se sentía mal, tenía deseos de hacerles entender que lo único que quería era que lo DEJARAN EN PAZ, pero no era tan estúpido como para desafiar a Snape de esa manera. Diablos, como le hubiera gustado desaparecer... Y ya ni siquiera tenía su varita con él. Estaba indefenso.

Snape se preguntó en silencio si alguien podría criticarlo por usar la maldición imperius con Potter en ese momento. Necesitaba que no tuviera el estómago vacío. Tanto la poción que había tomado como el antídoto eran muy fuertes, y le podrían hacer daño, a la larga, si no comía nada.

Entretanto, Draco ya había terminado, y se preguntaba si pararse o no.

La voz del enano de piedra de la entrada los distrajo a los tres de sus preocupaciones. Snape se paró de la mesa a ver qué pasaba.

-Quédense aquí -dijo simplemente antes de dirigirse a la puerta.

Cuando abrió la puerta, Draco alcanzó a distinguir al Profesor Lupin y a un hombre que no conocía en la oscuridad del corredor. Pero no pudo ver más, ya que Snape salió rápidamente y cerró la puerta detrás de él. Debió ejecutar un hechizo insonorizante, porque de pronto se apagaron totalmente las voces del pasillo, y solo quedaron los dos chicos, en silencio.

Harry también había alcanzado a ver a los dos visitantes (y a diferencia de Draco, él los había reconocido a ambos). Se estaba preguntando qué sería mejor: si arrancar hacia la mazmorra inferior, y esconderse con la capa invisible de su padre, o encerrarse con llave en el baño y atrincherar la puerta con lo que encontrara. A este paso Snape ya le debía haber contado a su padrino y a Remus lo que había hecho, o intentado hacer, y lo que menos quería en ese momento era dar explicaciones.

Draco notó el nerviosismo de Harry.

-¿Por qué te pones nervioso? ¡Es sólo el profesor Lupin!

Harry lo miró horrorizado y no alcanzó a responder, porque en ese instante la puerta se abrió violentamente. Sirius entró, y Harry tuvo la certeza de que JAMAS lo había visto así. Una mezcla entre pánico y furia dominaba su rostro.

Draco se quedó mirando, sin entender. La cara de ese energúmeno le resultaba familiar, pero no sabía de donde. Por supuesto, Draco había visto antes fotos de Sirius Black en la prensa. Pero el aspecto físico del mago más buscado en Gran Bretaña después de Voldemort había mejorado mucho desde entonces, y aparte de sus facciones estaba irreconocible. Antes de que pudiera entender lo que estaba pasando, la voz de Snape lo hizo saltar.

-Draco, baja.

Draco no esperó a qué se lo dijeran dos veces. Tomó su gato, su mochila, y desapareció a través del piso. Harry se puso de pie, asustado. No le gustaba el modo en que su padrino lo miraba. Se preguntó si alcanzaría a esconderse en el baño. Pero antes de que lograra tomar una decisión, su padrino corrió hacia él, y lo abrazó.

-¡ESTAS BIEN! ¡GRACIAS A DIOS QUE ESTAS BIEN! ¡CUANDO SNAPE NOS DIJO TUVE TANTO MIEDO!

Sirius lloró en el hombro de su ahijado un rato, mientras lo mantenía apretado en un abrazo de oso. Harry, aunque apenas podía respirar, se sintió aliviado. Pero no le duró mucho, ya que Sirius pareció recuperarse del susto inicial y se puso serio. Soltó a Harry y lo quedó mirando.

-¿POR QUÉ HICISTE SEMEJANTE LOCURA, HARRY? -le gritó Sirius. Harry no logró articular palabra. Ese tono le recordaba al del vociferador que Ron había recibido en segundo año. Miró el piso, incómodo.

-¡RESPÓNDEME!

Harry abrió la boca, pero ningún sonido salió por ella. De pronto no aguantó más y se puso a llorar. Se sintió como un estúpido. Como le hubiera gustado desaparecer.

-Sirius, cálmate -dijo Remus interviniendo por primera vez desde que habían llegado. Estaba tan enojado con Harry como él, pero comenzaba a inquietarse del comportamiento de su amigo. ¿Hasta dónde podía llegar? Sirius era preocupántemente impulsivo, y ya en el pasado había demostrado no medir siempre las consecuencias de sus actos.

-¡Ya te voy a dar yo motivos para llorar! Eso es lo que te hace falta... -continuó el brujo sin hacerle caso a Remus. Harry, asustado, se movió para alejarse. Pero no pudo alejarse más de un metro porque su padrino lo agarró de un brazo.

Harry trató de soltarse, y si alguna vez deseó seriamente morirse fue en ese momento. Un golpe en su trasero lo hizo volver a la realidad.

-Te tienes que cuidar. Ya te vas a acordar cada vez que te sientes, cuando acabe contigo! ¡Piensa en como llorarían tus padres, que dieron su vida para salvar la tuya! ¿Acaso no pensaste en ellos? -le dijo Sirius, golpeándolo nuevamente.

Al escuchar eso último, Harry sintió como si le hubieran pateado el corazón. Lloró con más fuerza.

-¡BASTA SIRIUS! -le gritó Remus acercándose, decidido. Al ver llorar de ese modo a Harry, se asustó verdaderamente de lo que su amigo estaba haciendo. Aparentemente, Snape pensó lo mismo.

-¡Petrificus Totalus!

Antes de que lograra hacer nada, Sirius cayó al piso con los brazos pegados al cuerpo, inmóvil. Miró con odio a Snape, que había sido el que había lanzado el hechizo de inmovilización.

Harry mientras tanto se encontraba parado, sin saber qué hacer. Sintió que alguien le tomaba el brazo, menos fuerte que su padrino, y lo obligaba a moverse. Era Snape.

-Baja y quédate con Draco -le dijo mientras lo obligaba a caminar en dirección a la puerta trampa. La mirada de Harry se cruzó con la de Remus, y finalmente logró decir algo.

-Lo siento, Remus -murmuró-. De verdad lo siento mucho.

Remus sintió que el enojo desaparecía. Lo que necesitaba ese chico era cariño...

-Está bien -le dijo con una débil sonrisa-. Ya podrán hablar cuando tu padrino se calme un poco. Ahora mejor ándate.

Snape lo llevó hasta la puerta trampa, y lo obligó a bajar. Cuando hubo desaparecido, lanzó el hechizo de insonorización por enésima vez ese día. Demonios, que cansado se encontraba. Deseaba tener un poco de paz. Por qué, se preguntaba, tenía que pasar por todo esto, SI NI SIQUIERA TENIA HIJOS. Albus estaba abusando.

Miró a los dos brujos que se encontraban en SU sala. Y precisamente ESOS dos. ¿Qué había hecho para merecer esto? ÉL, teniendo que defender al hijo de JAMES POTTER nada menos, y del idiota de SIRIUS BLACK, que además, para colmo de males, venía a ser su hermano... Había pensado por un momento que Black podría ayudarlo con el problema de Potter. Pero ahora eso parecía imposible. Si dejaba a Potter con Black, el chico podía terminar en San Mungo por lesiones (No era verdad, Sirius jamás le hubiera hecho daño a Harry. Pero eso Snape no podía saberlo). Suspiró. Tendría que continuar haciéndose cargo él. Tomó aire, y lo soltó lentamente. Mientras antes los despachara, más pronto tendría un poco de tranquilidad.

-Lupin, será mejor que te lleves a Black y que vuelvan otro día si quieren hablar con Potter -le dijo simplemente.

-Si, creo que será lo mejor. Pero antes me gustaría que me explicaras mejor lo que sucedió. ¿Cómo es eso de que Harry trató de suicidarse?

~ * ~

Draco quedó mirando a Harry, mientras bajaba por la escalera. Estaba llorando. Y no era para menos, a juzgar por el griterío que acababa de oír.

Harry se acostó en su cama, dándole la espalda a Draco. El recuerdo de lo que había hecho en esa misma cama, hace algunas horas, comenzó a perseguirlo. Una muestra de lo angustiado que estaba, era que hubiera querido cerrar los ojos, y encontrarse de vuelta en Privet Drive. Incluso sus horribles tíos le parecían preferibles a su padrino.

-¿Quieres un caramelo? -le preguntó Draco tímidamente, acercándole la caja de grageas de todos los sabores de Bertie Bott-. Mira, estoy casi seguro de que esta verde es de manzana -dijo riendo, mientras apuntaba un dulce de la caja-, aunque con estas uno nunca puede estar seguro. ¡A lo mejor es de sapo! -agregó para tratar de que se riera, y olvidara un poco los problemas.

-No quiero nada, Draco.

-¿Y una rana de chocolate? -ofreció el otro.

-No. Déjame en paz.

Draco suspiró. Harry estaba con el disco rayado, y no era para menos. Probablemente se tardaría un tiempo en volver a la normalidad. De pronto vio el spray sobresaliendo de su mochila, sobre la cama. ¿Tal vez...? Bueno, nada perdía con probar. Las cosas no podían estar peor de todos modos. Tomó el spray, lo agitó como había visto hacer a la vendedora de Honeydukes, y comenzó a hacer llover gotitas sobre Harry.

-¿QUÉ DIABLOS CREES QUE ESTÁS HACIENDO -le gritó Harry tratando de quitarle el tarro. Pero Draco fue más rápido, y se alejó corriendo. Echó un poco de spray en el aire, y abrió la boca. Saboreó, y se rió.

-¡Naranja, Potter! -le dijo riendo, y consultó la tabla impresa en la lata- . Para tu información, en esta mazmorra hacen 11ºC, tal vez 12ºC. ¿Qué frío no te parece?

Harry quedó mirando a Draco, diciendo incoherencias y con la cara cubierta de puntitos naranjas. Lo único que le faltaba, ahora que quería estar en paz.

-Vete al diablo, Malfoy -le dijo fastidiado, mientras se volvía a acostar y le daba la espalda.

Draco lo miró, y se le hizo un nudo en el estómago. Lo había vuelto a llamar Malfoy.

-Como prefieras, Potter -murmuró. Si Harry no quería ser más su amigo, él no iba a obligarlo. Aunque esperaba que se le pasara dentro de algunos días. Se acostó en su cama, dándole la espalda a la de Harry.

Harry no respondió. Si lo hubiera hecho, Draco se hubiera dado cuenta de que estaba llorando.

~ * ~

Snape cerró la puerta y respiró aliviado. Había estado más de una hora tratando de hacer a Black entrar en razón, junto con Lupin. Pero el padrino de Harry se negaba escuchar razones. Sólo quería convencer a Potter, a su manera, de que no volviera a intentarlo.

Finalmente (después de una acalorada discusión), Sirius había aceptado volver otro día a hablar con su ahijado. Remus le había hecho ver que, si actuaba ahora preso de la rabia, haría algo de lo que más tarde se arrepentiría. Finalmente habían convenido que Snape lo castigaría, y Sirius consideró que eso sería suficiente. Estaba seguro de que si había alguien que no sería blando con Harry, ese sería Snape.

Tanto para Remus como para Snape había sido un alivio ver que Sirius se calmaba, y renunciaba a que le trajeran a su ahijado.

Cerró los ojos un momento, y se sentó en el sillón, frente a la chimenea. ¿Y ahora qué se supone que tenía que hacer? Temía que Potter intentara otra cosa, pero no podía estar todo el día encima de él, vigilándolo. Eso era imposible. ¿Y si Malfoy le ayudara? Descartó la idea... Malfoy era solo un chico. Era demasiada responsabilidad para él. Tal vez lo podría vigilar un rato, pero nunca relevarlo por ocho horas, mientras dormía. Y después de la experiencia de ese día, no pensaba volver a confiar en Potter. Albus no le había respondido, debía encontrarse lejos. Sirius, ni hablar. ¿Lupin? Era una posibilidad. Aunque la idea de tener que ver al hombre lobo todos los días le resultaba insoportable, aún si Lupin aceptara... También podía hablar con Minerva. Esa era una alternativa factible, pero, ¿estaría Minerva disponible todos los días? Bueno, aunque no era el trabajo de ellos, siempre quedaban los elfos domésticos. Ellos siempre estaban deseosos de ayudarlo en lo que fuera. Y si les decía que lo despertaran si ocurría algo, ellos lo harían. Y si les decía que no lo perdieran de vista, ellos -literalmente-, no le sacarían los ojos de encima. Snape abrió los ojos y miró el fuego. Se lo pediría a Dobby y a Winky, eso haría.

Se paró y caminó hacia la puerta trampa. Esa noche lo vigilaría él mismo. Total, se había despertado a las cinco de la tarde. Y en la mañana pediría el relevo.

~ * ~

Snape se quedó mirando a los chicos, cada uno en su cama. Draco dormía, con su gato a los pies de la cama. Mañana tendría que hablar con él sobre eso. Harry se encontraba tirado sobre la cama, con la vista perdida en el lado opuesto. Ni siquiera se había movido al oírlo bajar. Se acercó, y se sentó en su cama.

-Potter. No podrás conciliar el sueño por al menos un día entero.

-¿Se fue mi padrino? -preguntó Harry sin mirarlo ni prestar atención a lo que acababa de decirle.

-Si. Finalmente se calmó y se fue. Pero volverá en unos días -le respondió Snape. Esperó unos segundos, pero al ver que Harry no decía nada continuó-. Estuve con Voldemort. Todo lo que te ocurrió lo planificó él.

Snape esperó alguna reacción, pero Harry continuaba mirando obstinadamente para el otro lado.

-Necesito saber que fue exactamente lo que pasó. Sino no te puedo ayudar.

-¿Y para qué va a querer usted ayudarme? -se burló Harry. La sola idea de Snape tratando de comprenderlo le resultaba absurda.

-Porque soy el encargado de cuidarte.

-Pues vaya a "cumplir son su deber" a otra parte. No pienso tratar de matarme esta noche -se burló Harry.

Snape se paró, y caminó hacia el baúl. Harry miró de reojo, y vio como lo abría y sacaba la capa de su padre y la escoba.

-¡Saque sus manos de la capa de mi padre! -le dijo Harry sentándose en la cama. En ese instante vio su varita, que estaba en la mesita al lado de Draco. Estiró la mano para tomarla, pero Snape fue más rápido. Y de un "Accio" la tenía en la mano.

-Esta también me la llevo. Y si quieres volver a ver tus cosas, será mejor que subas. Te espero Potter -dijo Snape subiendo la escalera, llevándose la capa, la varita, y la Saeta de Fuego.

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