Disclaimer habitual. Y gracias a Francia, que me deja pasmada con su memoria O_O y su conocimiento de escritura ^_^. ¡¡¡Qué haría sin ti!!!

Synn: ¡Que idea más graciosa :D! Harry prefirió contarle a Draco, para comprometer su silencio al respecto. Si Draco lo averiguaba por su cuenta, no tenía como exigirle quedarse callado.

Moryn: Y no pararán ahí, muahahaha X)

selene snape: Si, lo harán. Creo que esos dos, después de divertirse un rato, le van a agarrar el gusto ;). Tu pregunta se responde, parcialmente, en este capítulo.

bunny1986: Pues no, este fic no es slash.

Joyce Granger: ¡Continuarán divirtiéndose juntos!

_LILY_: No dejaré el suspenso :). A veces me demoro en actualizar, pero no lo voy a dejar inconcluso.

V!rU§ P@()LÅ: Pues... algo les va a pasar en este capítulo, afuera. ¡Pero no adelanto más! XD *vero se esconde, por si a viruspaola no le gusta* O_O.

Rosemary Black: Si... si la voy a seguir. Que me demore no significa que me haya olvidado ;)

Mizao Ul_Copt y Filia Mak: Me alegro de que les guste. Espero que este capítulo les guste también ;-)

¡¡¡Gracias a todos los que me dejaron review!!!

Capítulo 34 En la cueva

Laure miró por la ventana, y se rascó la cabeza. Hace mucho que no veía una tormenta así.

Había querido mandarle una lechuza a Draco, pero le habían dicho que sería una locura con semejante tormenta. No le quedaba más remedio que esperar a que el cielo se calmara.

Comenzó a pasearse preocupada. La investigación en la que estaba participando parecía trabajo para, largamente, más de una semana. Había pedido que mandaran a otro en su lugar, para poder volver. Pero, no pudiendo explicar sus motivos (El hecho de que Draco viviera con ella se había mantenido en el más absoluto secreto, por seguridad), no se lo permitieron. Ella, por ser soltera y sin hijos, calificaba perfectamente para misiones prolongadas en terreno.

–¿Y qué le voy a decir a Draco? –se preguntó preocupada.

~ * ~

–¿Me puede dar una poción para no tener sueños? –preguntó Harry, inseguro, cuando llegó el momento de irse a dormir.

Snape se quedó en silencio un momento. Si le daba lo que pedía, Voldemort se daría cuenta. Por otra parte, era mejor que enfrentara su sueño cuanto antes, para que fuera capaz de no hacerle caso.

–Podría Potter, pero no lo voy a hacer.

–¿Por qué? Por favor... ¡No quiero volver a tener esos sueños!

–No puedes tomar esa poción todas las noches, de todos modos. Así que mejor enfrenta el problema, ahora. Ten esos sueños, y aprende a decir que no al despertarte.

Harry finalmente se resignó. Se tardó casi una hora en quedarse dormido, pero finalmente lo logró.

Snape, que se había sentado a montar guardia junto a los chicos, se preparó para otra noche de desvelo. Aunque Potter había estado normal todo el día, quería estar seguro de que no se despertaría en mitad de la noche, para intentar algo desesperado.

~ * ~

Algunas horas más tarde (una hermosa mañana de domingo), Draco, Harry y Snape estaban en el despacho del último. Los chicos no estaban nada de entusiasmados con la idea de pasar el día desempolvando las estanterías, y frascos de insumos, del profesor de pociones. Pero el plan que tenían los animaba bastante. Snape, por su parte, tampoco estaba contento. Hubiera sido el hombre más feliz del mundo, si hubiese podido irse a dormir. Estaba muy cansado. Pero, a pesar de no haber dormido durante la noche, no podía arriesgarse a dejar a los chicos en su despacho, donde había tanta sustancia peligrosa, bajo la única supervisión de un elfo. Suspiró interiormente, y sacó su varita. Se dirigió al primero de sus armarios. Harry, que lo había seguido, se hizo a un lado, para que Snape pudiera abrirlo.

–Ya está –le dijo Snape, guardando su varita–. Cuando acabes con éste, te abro el siguiente. Quiero todo impecable. ¿Te quedó claro?

–Sí, Señor –murmuró Harry.

–¿Draco?

–¿Sí señor? –se acercó el muchacho.

–¿Y? ¿Vas a ayudarlo? –preguntó Snape, a pesar de que había notado que el chico no había traído nada para hacer, por lo que supuso que esa era su intención.

–Sí.

Snape le abrió otro armario, en el lugar opuesto del despacho, y se fue a su escritorio. Apenas dejó de mirarlos, Draco le guiñó un ojo a Harry, quien le guiñó un ojo de vuelta. Esperaría su señal: cuando Draco hubiera dado con la solución que buscaba, tocaría la pata del armario con el pie izquierdo, como si se hubiera tropezado. Entonces, debía tener el "accidente".

Trabajaron así, quitando polvo a las estanterías y frascos, por algún tiempo. Cuando Draco estaba limpiando su tercer armario, dio con lo que quería: veneno de vipera somnus, una serpiente cuyo veneno ocasionaba un sueño instantáneo. Bastaba una ínfima cantidad, en contacto con la sangre, para que la persona durmiera por varias horas. Le quitó el polvo al frasco, y dio la señal.

Al instante sintió a sus espaldas el ruido de un frasco al caer, y el grito de dolor de Harry al tomar uno de los pedazos de cristal del suelo.

–¿Pero qué crees que estás haciendo, Potter? –murmuró Snape enojado, mientras se acercaba al chico con paso apresurado. Draco, apenas Snape le dio la espalda para ver la mano de Harry, se guardó el frasquito y se acercó a mirar.

–Se me cayó –se defendió Harry, mientras se tomaba su mano herida, con la otra.

–Eres muy tonto, Potter –murmuró Snape, después de hacer, con su varita, que todos los pedazos del frasco se unieran nuevamente en la forma del frasco original. Luego hizo que las plumas que contenía se fueran volando al interior del frasco. Lo tapó, y lo puso en su lugar en la estantería–. ¿Quién te mandaba recoger los pedazos de vidrio con la mano?

Harry tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no sonreír, cuando Draco le guiñó un ojo, parado detrás de Snape.

~ * ~

El resto del día transcurrió sin incidentes. Harry tuvo que usar guantes para no ensuciar el pequeño vendaje que le cubría la herida, y, antes de la cena, todos los armarios del despacho de Snape estaban limpios.

Llegada la noche, el profesor de Pociones se encontraba agotado. Decidió dormir. Además, hubiera sido un abuso pedirle a un elfo que pasara toda la noche vigilando. Miró a las chicos, que acababan de acostarse.

–Potter.

–¿Sí? –murmuró Harry volviéndose hacia él.

–¿Puedo confiar en que no harás una tontería, si no me quedo aquí? –preguntó sin apartar la vista de sus ojos. Harry miró para otra parte, algo incómodo.

–Sí. No se preocupe.

–Si te despiertas después de uno de esos sueños –intentó explicar Snape–, y... no sabes qué hacer... me despiertas.

–O me despiertas a mi –agregó Draco.

–Eso –confirmó el brujo–. Ante la duda, despiertas a quien sea. Y tú, Draco –agregó dirigiéndose al otro chico–, no dudes en subir a despertarme.

–Sí, señor.

–Buenas noches entonces.

Snape se fue. Los chicos esperaron unos segundos, por seguridad, y luego soltaron la risa.

–¿Lo conseguiste? –murmuró Harry, riendo.

–Sí –respondió Draco, sacando la botellita de un bolsillo, y mostrándosela a Harry como si fuera un valioso trofeo–. Y eso no es todo... Mira –agregó sacando una segunda botella del bolsillo de su ropa.

–¿Qué es? –preguntó Harry con curiosidad.

–Veneno de una serpiente. Un poco de esto en un dardo, Harry –exclamó dándose importancia–, y la víctima dormirá por varias horas, sin recordar nada. La otra ya la conoces.

Harry lo miró con creciente curiosidad.

–La tentación fue mucha, Harry. Estaba en la misma estantería... Le acababa de quitar el polvo apenas un minuto o dos antes. Es esa poción que Snape usó, al hacer el agujero invisible, para bajar hasta aquí. ¿Recuerdas?

–Sí. ¿Pero cómo la reconociste?

–Leí sobre ella en un libro de mi prima, en su departamento. ¡Tuve mucho tiempo para registrar todo! Para tu información, se le conoce como solución perforia.

–¿Estás seguro de que funcionan? –preguntó Harry con inquietud.

–Más que seguro. El veneno, es el mismo que mi madre usaba para dormir. Todas las noches se pinchaba un dedo con una aguja con esto –dijo agitando la botellita–, y dormía toda la noche. Decía que las pociones para dormir le daban dolor de cabeza, por eso prefería este método.

–Pero... ¿Funcionará con un elfo?

Draco se rió.

–Te voy a contar un secreto, Potter. Cuando yo era niño, varias veces me escapé de este modo. Mis padres tenían una elfina, que me seguía para todas partes, para mi seguridad. Llegó un momento en que eso comenzó a desesperarme. Quería intimidad. Fue entonces cuando vi a mi madre usar este veneno. Le robé un poco, y lo usé para escaparme de la supervisión de la elfina, por algunas horas. Con pergamino, y unas agujas, me fabriqué una cerbatana y unos dardos. Me las arreglaba para dispararle uno, aprovechando algún momento en que me diera la espalda. Por eso sé que funciona.

Harry se quedó mirándolo, con los ojos muy abiertos por la impresión. Ese chico, si cuando niño hacía eso, era verdaderamente capaz de todo...

–Tenemos pergamino –comentó Harry, olvidando la impresión inicial que esa confesión le había producido–. Pero, ¿de dónde sacaremos una aguja?

–Usaremos esto –respondió Draco, sacando, de su bolsillo, una ramita–. La encontré enganchada en mi ropa, ayer. Tiene unas pequeñas espinas, ¿ves? Creo que podrán servir.

Harry miró las espinas, dudoso.

–No creo que estas cositas se entierren en la piel de un elfo...

–¿Harry?

–¿Qué?

–¿Haz, alguna vez en tu vida, tocado un elfo?

Harry se quedó pensando.

–Sí, varias veces, en segundo. ¿Por qué? –respondió confundido.

–Los elfos tienen la piel de la cabeza muy blandita, sobre todo en la zona de la nuca.

–¿En serio? –preguntó Harry, llevándose la mano a su propia nuca. Recordaba haber sujetado a Dobby en algunas ocasiones, para que no se golpeara, pero no recordaba haberle tocado la nuca.

–Sí, mucho más que tú, o yo. No te preocupes. Tengo todo planeado. Funcionará. Y una vez que estemos afuera, será tu turno de dirigir la operación, hasta que lleguemos a la cueva. Una vez allá, exploramos juntos. Y la solución perforia podría llegar a servirnos también, para salir del castillo sin que nos vean, y luego volver a entrar, o para ocultarnos donde sea, si algo saliera mal.

–Falta un detalle, Draco. ¿Qué haremos si el elfo despierta, y no nos ve? ¿Has pensado en como se va a poner Snape si nos descubre? –preguntó Harry tragando saliva.

–No despertará. Nosotros lo despertaremos al volver, estaremos "extrañados de encontrarlo dormido" –explicó Draco, poniendo especial énfasis en las últimas palabras–. Y si el elfo no quiere que lo acusemos, se quedará callado. Los elfos son, en general, excelentes guardando secretos.

–¿Y si no nos vigila un elfo, sino Snape? –recordó Harry–. No creo que duerma de día, ahora que va a dormir de noche...

–Es una buena observación –comentó Draco, pensativo. Ambos chicos se quedaron en silencio un momento.

–Bueno –respondió Harry, finalmente, a su propia pregunta–. Lo haremos apenas Snape NO nos esté vigilando él. ¡No va a poder estar todo el día con nosotros! ¿Verdad?

Draco se encogió de hombros, y asintió.

–Ahora solo nos queda fabricar la cerbatana, y los dardos –dijo.

Y tras decir eso, los chicos se pusieron manos a la obra.

~ * ~

La ocasión, para alegría de Draco y Harry, llegó al otro día. Snape los llevó, en la mañana, a trabajar a la bodega del laboratorio de fotografía. Los dejó con Dobby, que para ese entonces, ya se estaba tomado muy en serio su rol de "guardián" de los chicos.

Ambos se dividieron estratégicamente, de modo que el elfo sólo pudiera mirar a uno, o al otro. Trabajaron por casi media hora, afanosamente. De pronto, Draco asomó la cabeza hacia el laboratorio de fotografía, con la excusa de preguntar algo a Snape sobre el fotodatador. Pero, en realidad, quería ver si el brujo se encontraba ahí.

Snape no estaba. Sonrió feliz, y volvió a entrar a la bodega.

–Snape no está –comentó como no dándole importancia–. Le preguntaré más tarde.

Harry captó la indirecta, y con el brazo ocasionó la caída de unos archivadores vacíos. Dobby, de inmediato, volvió toda su atención hacia él, y Draco, rápidamente, sacó los implementos preparados la noche anterior. En unos segundos, Dobby yacía boca abajo, en el suelo.

–Escondámoslo, por si Snape llegara a entrar –comentó Draco–. Creerá que nos acompañó al baño, o algo así, y eso nos podría dar tiempo de inventar alguna explicación.

–Está bien.

Ambos chicos escondieron a Dobby en un rincón, oculto por varias estanterías, y tapado por un montón de fotografías.

–¡Perfecto! –Comentó Harry–. No se ve nada.

–¿Y qué esperamos? –se rió Draco. Sacó la botella de solución perforia de su bolsillo–. Tal vez sería una buena idea que hiciéramos un agujero en esta bodega, Harry. Así podemos entrar y salir, sin pasar por el laboratorio.

–¡Buena idea! Este muro debe dar hacia el pasillo –agregó apuntando a una de las paredes.

Todo salió como planearon. La solución hizo un agujero irregular, pero por el cual pudieron pasar, sin dificultad. El pasillo estaba desierto. Comenzaron a caminar.

–Necesitaremos esto –comentó Draco, tomando una antorcha de un lugar más o menos oculto–. Ninguno de los dos tiene varita para iluminar nuestro camino una vez en la cueva.

–Tienes razón. Se me había olvidado ese detalle –se rió Harry.

–Harry Potter... Me asombra tu falta de iniciativa –se burló Draco.

–¡Hey! Fue a mi al que se le ocurrió ir a la cueva –se defendió el otro.

–Bueno... no te sulfures.

No encontraron a nadie, afortunadamente, hasta que salieron por la gran puerta de madera del vestíbulo.

Corrieron hacia el bosque, felices. ¡Lo habían conseguido!

~ * ~

Snape apoyó el libro que estaba leyendo, en su mesita de noche. Le pesaban los párpados, a pesar de haber dormido toda la noche anterior. Miró la hora. Eran recién las diez de la mañana. Podía dormir un rato. De todos modos, Dobby sabía donde encontrarlo, si algo ocurría.

~ * ~

Harry miró a su alrededor, intentando recordar el camino. Reconoció un árbol, de forma caprichosa.

–Sí, es por aquí –aseguró.

–Eso espero –comentó Draco, riendo. En todo caso, por si acaso, estaba tallando unos discretos símbolos en los troncos de algunos árboles. Para algo le tenía que servir la cortaplumas muggle, de colección, que su prima le había regalado. Así, aunque no encontraran la cueva, podrían volver.

Finalmente dieron con la cueva. Entraron.

–Gracias a Dios que se me ocurrió traer la antorcha –comentó Draco–. ¡Esto es una boca de lobo! ¿Acaso son muebles estas cosas? –agregó notando los restos de los muebles que se encontraban en el lugar.

–Sí. Mi padrino y sus amigos los trajeron, cuando eran estudiantes en Hogwarts.

–Ah.

Avanzaron con cuidado, por una de los túneles que se internaban en la montaña. El camino era irregular, y reinaba un extraño olor a humedad.

–Este olor me recuerda a los invernaderos –comentó Draco.

Habían caminado unos diez minutos, cuando llegaron a un lugar con un poco de luz natural. Era una cueva sin salida, con un pequeño agujero en el cielo, por el que entraban algunos rayos de sol. En el haz, los chicos pudieron ver que en el ambiente flotaba algo de polvo.

–¡Mira eso! –gritó de pronto Harry, al fijarse en el piso de la caverna.

Draco miró. Por todas partes habían unas setas, que crecían en pequeños conglomerados. No tenían más de tres centímetros cada una, y despedían un olor extraño. A Harry le recordaba vagamente un olor. No estaba seguro de si le recordaba más al barniz, o a la gasolina. Pero era diferente. Era un olor más... vegetal. Más húmedo.

–Tal vez sería buena idea que apagáramos la antorcha, Draco –comentó preocupado. El aludido lo miró con curiosidad–. El olor que despiden estas cosas me recuerda a algunas substancias muggles, que son inflamables, y hasta explosivas.

–¿De verdad? –preguntó Draco sin largarle la antorcha.

–Sí, en serio.

Antes de que Harry alcanzara a hacer nada, Draco había recogido una seta y la acercaba a la antorcha.

–¡NO HAGAS ESO! –LE GRITÓ Harry tratando de quitársela de las manos.

En ese instante sucedieron varias cosas. La primera, era que Draco alcanzó a darse cuenta de que la seta no era explosiva en contacto con el fuego. La segunda, fue que la antorcha calló al suelo, encima de un macizo de setas. Al instante un olor nuevo invadió la caverna, mientras las setas se consumían sin producir llama.

–Que olor más extraño –comentó Harry, un poco asustado–. Mejor volvamos. De todos modos, llevamos ya un buen rato desaparecidos.

–Que aburrido que te pones –respondió Draco recogiendo la antorcha–. ¿Sabes? Me gusta este olor.

Harry tuvo que reconocer que, el olor, no era desagradable. Tan solo... extraño.

–Me voy a llevar algunas setas, para ver si encuentro que son en el libro de herbología –dijo Draco recogiendo y guardándose algunas setas en el bolsillo–. Por cierto... ¿hiciste el resumen para Herbología?

–Me queda un poco. Ya casi lo he terminado.

–Yo voy recién en la mitad del tercer año –comentó Draco–. ¿Podríamos terminarlo juntos? Sería menos aburrido.

–Como quieras –respondió Harry, que había comenzado a sentirse un poco mareado–. Pero salgamos. Necesito aire.

–Esta bien, vámonos –aceptó Draco, que también comenzaba a sentir una sensación extraña.

El camino de vuelta lo hicieron en el más absoluto silencio. Ambos sentían, al caminar, que las paredes de roca se alejaban, y se acercaban. Pero ninguno de los dos tuvo el valor de confesárselo al compañero. Caminaron en fila india, por un piso de roca que parecía elástico, bajo sus pies.

Al salir, ambos se sentían livianitos. Harry se sentó unos segundos en una piedra. Miró el paisaje, y no pudo dejar de notar que los árboles alrededor de él parecían bailar.

–Me siento extraño, Draco –comentó. Tuvo un escalofrío.

Draco, mientras tanto, también se sentía extraño. Escuchó la voz de su amigo, lejana, pero estaba demasiado preocupado de una mariposa, que se había empeñado en volar hacia su cara, para devorarle las cejas.

Cualquiera que los hubiera visto, hubiera pensado que estaban locos.

~ * ~

Es muy probable que los milagros existan. O, al menos, eso pensaron Draco y Harry, dos horas más tarde, cuando entraban (todavía algo confundidos) en la bodega del laboratorio de fotografía. Finalmente, habían logrado recuperarse de la extraña sensación que se había apoderado de ellos, y habían conseguido volver al castillo. Y, todo eso, sin encontrar a nadie en el camino.

Dobby continuaba durmiendo, en el rincón en el que lo habían dejado.

Draco asomó la cabeza hacia el laboratorio de fotografía. No había ni rastro de Snape.

–¡Perfecto! –exclamó entusiasmado–. Despertemos a Dobby.

Les costó trabajo mover al elfo hacia la posición inicial, ya que sentían los músculos un poco débiles. También les costó bastante despertarlo, pues el elfo estaba muy dormido. Pero, finalmente, abrió los ojos, y al ver que se había quedado dormido, se incorporó rápidamente.

–Yo... Dobby... no quería... –trató de explicar Dobby, sin saber qué decir. El señor Profesor Snape lo iba a matar. ¡Tendría que apretarse las manos en la puerta después de eso! Dormirse trabajando...

–Dobby –lo interrumpió Draco, con aires de gran seriedad–, el Profesor Snape va a estar muy decepcionado.

Harry casi interviene, ante la lástima que le causó el elfo. Al escuchar eso último, sus grandes orejas habían caído, junto con sus hombros, y parecía al borde del llanto.

–¡Dobby malo! ¡Dobby irresponsable! Dobby lo siente taaaaaaanto –comenzó a llorar el elfo, mientras se daba de cabezazos contra la estantería más próxima. Harry lo agarró rápidamente, impidiendo que se hiciera más daño.

–Dobby... cálmate –dijo Harry–. No le diremos nada al Profesor Snape.

Dobby dejó de intentar golpearse contra la estantería, y los miró con cara de incredulidad, y luego de reconocimiento.

–¿De... de... verdad? ¿De verdad los señores Malfoy y Potter no delatarán a Dobby? –preguntó sin atreverse a creerlo.

–Sí, de verdad –aseguró Draco–. Pero nos debes una.

–Esta bien, señor Malfoy. Son ustedes tan buenos con Dobby. Dobby se quemará las manos en el horno de todos modos.

–Ehr... No Dobby. No será necesario que hagas eso –aseguró Harry con desagrado–. Ya... ya te golpeaste contra el estante. ¿Recuerdas?

–¡Gracias!, señor Harry Potter –respondió el elfo, con los ojos, nuevamente, llenos de lágrimas. Pero esta vez eran de alegría, y reconocimiento.

~ * ~