Disclaimer habitual… nada es mío pero, que divertido es usarlo ^^ Gracias a Francia por su ayuda :D
Enya: Gracias, si por ahora sigue la incógnita ;) Yo también opino que Snape tuvo demasiada paciencia con los "engendros". Hubiese sido divertido verlo perdiéndola VERDADERAMENTE jajajaja. Bueno, tal vez haya tiempo cuando comiencen las clases y los "engendros" se muevan con más libertad muahahaha X)
…
Carolix_: Tu sugerencia se cumplirá en este capítulo, en cierta medida. ¿Harry sentar cabeza? ¡No en esta ff! A ellos tampoco los entusiasma, pero hay una sorpresa al final del capítulo ;) ¿Profesor de DADA? ¡A quién le importa, están de vacaciones! (broma) Buen punto… Vamos a tener que poner un aviso en el Profeta cuanto antes… ¡Yo ya leí más de la mitad del libro! Llevaba 3 cuartas partes, porque estaba leyendo una versión, supuestamente falsa, que encontré en Internet… Y cuando me llegó el libro de verdad, descubrí que era VERDAD lo que había estado leyendo como fanfiction :-( Así que me lo comencé a leer de nuevo, en papel, para disfrutarlo como Dios manda ^_^
nai-ara: ¿Sirius? Si, se enterará… Snape volverá, "si pero no". En fin. El desearía volver… pero no siempre se puede. ¡Lee y verás!
V1rUs p@()La: Buena pregunta… ¿Tal vez el perdón de San Dumbly caiga sobre ellos? Si se portan bien, claro… O si no, ya se encontrarán reemplazantes por la vía regular. Pobrecitos… Lo del melodrama lo decía en sentido IRONICO, jajaja. No hay melodrama… bueno si, tal vez un poco. Espero que lo soportes, muahahaha. ¿Su reacción? Brrrrrrrrrrr… Si, Sirius es medio de temer cuando se altera :-S Jajaja, como dice el título de este capítulo "Nada es tan malo como parece"…
Synn: Yo también me lo estoy leyendo con calma, ahora que ya me llegó, para que me dure :) Pero cuando se me acabe, seguiré leyendo fanfictions, que también son divertidas. Adictos… si pobrecitos. Se metieron en un problema con eso. Snape no es tan confiado, pero vio a Draco tranquilo y con voluntad "cooperadora", y pensó que Harry estaba con demasiada depresión como para buscarse problemas. No se imaginó que Harry superaría TAN rápido lo de sus sueños. Ninguno de los chicos, por si solos, se habría metido en más líos. Pero juntos… se potenciaron. Sino mira a Fred y George :D … Yo me divertí mucho escribiendo la escena con Trelawney ^_^ La forma animágica de Snape me dio algunos dolores de cabeza. Estuve a punto de ponerlo como serpiente, pero no era algo de lo que pudiera avergonzarse. Aunque tenía la ventaja de ponerlo como "entendedor de parsel"… Pero una mosca… me pareció muy divertido, y sobre todo, un golpe para su inmenso orgullo. Pobrecito… ¡Aunque su forma es muy útil! Creo que, en el momento, se sintió superado por la situación. Era eso, o amarrarlos y encerrarlos hasta el fin de las vacaciones. Supongo que tomó la decisión que, en el momento, le pareció correcta. Sobre escaparse mientras están con Sybill, supongo que querrán (malditas setas…), aunque no les será tan fácil muahahahaha. Vamos a ver que pasa... Sobre Sirius enojado… estarás servida ^^. Voy a ver si lo hago enojarse nuevamente… aunque tal vez hagan perder la paciencia a otra persona, muahahahaha (Jejeje).
Joyce Granger: Y me demoré horrores de nuevo :-( ¿uno de tus favoritos? ¡Guau! Ojalá que este te guste tanto como el 35 ^^
Mizao-Ul-Copt y Filia-Mak: Si, a mi tampoco me gustaría quedarme con Trelawney O.ô Pero nada es tan malo como parece…
Eyes: ¿Me lo cagué demasiado? Pobrecito… No se me había ocurrido ponerlo de murciélago… En todo caso, celebro la risa que te causé :D
Kitiara: Si, suena feo… pero sobrevivirá ;-)
Flaca Potter: Pobre Severus… ese hombre no tiene descanso. Si, creo que los chicos no dimensionaron el medio problema en que se estaban metiendo con lo de los hongos :-/
mike granger: ortografía es un karma para mi :-( Aunque la práctica hace al maestro :-) Ahora hago menos errores que cuando escribí el capítulo 1 ^_^
Agradezco los muchos reviews que me dejaron, a pesar del tiempo que me demoro. Y gracias también por las sugerencias :-D ¡Son bienvenidas!
Capítulo 36 Nada es tan malo como parece.
No llevaban caminando ni dos minutos, cuando Harry notó que no iban en dirección a la torre norte. Extrañado se volvió hacia Dumbledore, que caminaba detrás de ellos.
–¿Adonde vamos? –preguntó.
–A mi escritorio. Necesito hablar con ustedes primero, y aclarar un par de cosas –respondió sin sonreír. Draco y Harry se miraron, preocupados.
–¡Arroz con Leche! –dijo Dumbledore, cuando llegaron al pié de la escalera que subía a su despacho. La gárgola se movió al instante–. ¡Suban! –agregó.
Los chicos subieron sin protestar. Harry tenía la secreta esperanza de no ir a parar donde Trelawney después de todo.
–Siéntense –dijo Dumbledore, haciendo aparecer una segunda silla frente a su escritorio, y sentándose el mismo en su sillón del otro lado–. ¿Y bien? –preguntó cuando los tres estuvieron sentados.
Draco y Harry se miraron, desconcertados. ¿Qué esperaba que le dijeran?
–¿Qué pasa? –preguntó Harry. Dumbledore frunció el ceño.
–¿Qué hicieron, que pusieron al profesor Snape en ese estado? –aclaró el anciano con voz seria.
Draco miró a Harry, como preguntando si hablaba él o no. Harry decidió comenzar a explicar él mejor.
–Queríamos salir un rato –comenzó, fijando su vista en un artefacto brillante que estaba sobre el escritorio–. Pero el profesor Snape no parecía querer llevarnos afuera...
–¿Se lo preguntaron acaso? –lo interrumpió Dumbledore con un poco de rudeza. Los chicos se miraron. En realidad no se les había ocurrido. Aunque tampoco hubieran querido compartir lo de la cueva con el profesor de pociones.
–En realidad no... –admitió Harry.
–¿Y como es que el profesor Snape los encontró en una cueva?
–La encontramos... –comenzó a inventar Harry. No iba a admitir que su padrino se la había mostrado. Si Dumbledore le contaba a Sirius, su padrino sabría que no le había hecho caso–. Nos fuimos caminando, cuando de pronto la encontramos. Y decidimos entrar a echar una mirada.
–Cuando de pronto... la encontraron –repitió el brujo como asimilando una información muy interesante–. ¿Y dónde está esa cueva? –preguntó–. Draco y Harry se miraron nuevamente.
–Por ahí... no nos fijamos bien –respondió Harry vagamente. Dumbledore soltó parte del aire que tenía en los pulmones ruidosamente, en un gesto exasperado.
–¿DÓNDE HARRY? –preguntó nuevamente el anciano, tan fuerte que los chicos saltaron.
–En... en el bosque –admitió Harry.
–¿Y qué fueron a hacer al bosque, si se puede saber?
–Paseábamos... –insistió Harry. Sabía que la historia no tenía mucha lógica. Pero mientras menos información diera, en menos problemas se metería. Si no estaba Snape para echarlo al agua acerca del lugar en el que se encontraban, no sería tan tonto de auto delatarse.
Dumbledore, por su lado, comprendió que Harry intentaba ocultar algo. Algo que había logrado sacar de sus casillas a Severus Snape. Pero el brujo, antes de partir, había sido todavía más vago que Harry. 'Si quiere que esos dos sobrevivan hasta el 1º de septiembre, amárrelos y enciérrelos en una habitación sin ventanas...', esa había sido, textualmente, su sugerencia. ¿Tenía algún sentido insistir? Si debía tomar alguna medida para que no se repitiera, sin hacer lo que Severus le había sugerido, sí. Suspiró. Esa iba a ser una larga noche.
~ * ~
Voldemort se encontraba leyendo, cuando Colagusano se acercó, haciendo una inclinación pronunciada.
–Crabbe pide verlo, amo.
–¿Crabbe? –preguntó el señor tenebroso interesado, dejando el libro que leía a un lado. Se suponía que ese tenía que vigilar los alrededores de Hogwarts. Algo debía haber pasado–. Que pase –agregó con una sonrisa expectante.
Colagusano se alejó, haciendo un par más de reverencias antes de salir. A los pocos segundos entró un mortifago, que hizo una profunda inclinación.
–Amo, le traigo una...
No alcanzó a decir más, cuando lo golpeó la maldición cruciatus. Pero Voldemort, impaciente como estaba por saber qué información traía, sólo la mantuvo unos pocos segundos.
–Yo hablo aquí primero –dijo fríamente apenas bajó la varita–. Te escucho Crabbe.
–Los siento Milord –se disculpó el mortifago, jadeando y poniéndose nuevamente de pié–. Pero vi salir del castillo a Snape. Vine a avisarle de inmediato.
–¿Snape? ¿Iba sólo?
–Si Milord. Iba sólo, y con capa de viaje.
Voldemort se quedó pensando. ¿Estaría su espía dejando el castillo sin avisarle? De ser así, lo pagaría caro.
–¿Llevaba equipaje? –preguntó apretando la varita, en sus manos.
–No Amo, aunque podía llevarlo comprimido.
Voldemort le lanzó otra maldición cruciatus.
–YA SÉ QUE PODÍA LLEVAR SU EQUIPAJE COMPRIMIDO, CRABBE –le gritó cuando soltó la maldición–. LIMÍTATE A RESPONDER A MIS PREGUNTAS.
–Si, Milord.
–¿Algo más que informar?
–No, Milord.
–Entonces vuelve a tu puesto –le gruñó Voldemort, con sus ojos rojos encendidos por la ira. Iba a matar a Snape. Eran sus ojos dentro del castillo. ¿Cómo se le podía ocurrir dejar Hogwarts, y no avisarle? Lo iba a matar, pero no sin antes...
Pero Voldemort no tuvo ocasión de seguir planeando lo que le haría a Snape, porque en ese preciso instante tocaron a la puerta, cuando Crabbe estaba por abrirla para salir.
–¿QUIÉN ES? –preguntó Voldemort irritado.
–Pettigrew, Milord –respondió Crabbe que acababa de abrir la puerta.
–Justo cuando lo necesito. Que pase.
Colagusano entró, e hizo una inclinada reverencia.
–¿Qué pasa? –preguntó Voldemort.
–Snape lo busca, mi señor.
–Que pase –gruñó Voldemort.
Colagusano abrió la puerta, y Snape entró al instante. Se inclinó, y esperó a que el otro hablara.
–Habla –le dijo simplemente Voldemort, cuando Pettigrew hubo cerrado la puerta por fuera.
–Milord, tenía que venir a informarle que Dumbledore decidió que debía salir de vacaciones. Vine a avisarle de inmediato, estoy a sus órdenes.
–¿Y no pudiste encontrar una buena excusa para quedarte? –preguntó Voldemort, algo alterado.
–Lo intenté Milord, pero...
Snape no alcanzó a terminar su frase, pues en ese instante Voldemort le lanzó la maldición cruciatus.
–"LO INTENTÉ" NO ME SIRVE, IDIOTA, SINO "LO LOGRÉ" –le gritó.
–Si Milord.
–¿Te dio alguna información?
–Si Milord. Planeaba dejarlos con otro miembro del personal del colegio.
–¿En el castillo?
–Si, Milord.
–¿Qué miembro?
Snape pensó por unos instantes. Voldemort no pareció sorprendido de verlo llegar, por lo que ya debía haber sabido que él había dejado el castillo. Eso quería decir que tenía el lugar vigilado, y entonces sabría que Sybill Trelawney había regresado. Sería una locura intentar negarlo.
–Presumiblemente Sybill Trelawney, Milord.
–Tiene lógica –murmuró Voldemort con una sonrisa cruel–. Y eso nos puede ser de gran utilidad. ¿Notaste algún cambio en el chico Potter desde tu último informe?
–Si, Milord. No ha vuelto a intentar preparar la poción. Aunque yo le di todas las facilidades para que consiguiera lo que necesitaba, obligándolo a limpiar mis armarios personales.
–¿Y ni así?
–No, Milord. Nunca entenderé como la comunidad mágica puede tener como héroe a semejante idiota –afirmó Snape con cara de incredulidad.
–Tendrán mucho tiempo para arrepentirse... mucho. Pero las noticias que me has traído me han dado una idea... –murmuró Voldemort más para si mismo que para su mortifago.
Snape comenzó a preocuparse, y a lamentar haberse dejado llevar por la rabia horas antes. Lamentó no haberse quedado con los chicos. Permitir que se quedaran con Trelawney le pareció una locura. Deseó, con todas sus fuerzas, que Albus Dumbledore se hubiese quedado él mismo con ellos. O hubiese encontrado a otra persona más apta para protegerlos. Pero ahora no tenía como saberlo... Tendría que averiguar lo más posible sobre esa "idea" del señor oscuro, y comunicarse con el director cuanto antes.
–¿Puedo ayudarlo en algo señor?
–No... ¿Estás seguro de que Dumbledore los dejó con ella?
–Esa era su intención, hasta el momento en el que dejé el castillo, Milord. Pero puedo volver, con alguna excusa, y averiguar más.
–Sería bueno, si –contestó complacido Voldemort–. Pero, hagas lo que hagas, no permitas que sospechen de ti. Recuerda que si te descubren...
Acabará conmigo, completó la frase Snape, en su mente. Como con todos los que ya no le sirven de nada. Como se tira una varita quebrada.
–Si, Milord.
–Entonces, ve. Y quiero tu informe cuanto antes. Y cuando vuelvas, quiero que aproveches de revisar una información que uno de mis espías encontró. Creo que puede ser de gran utilidad para llevar a cabo mis planes.
–Saldré de inmediato, Milord –respondió Snape con una inclinación, y salió rápidamente del lugar, con su capa de viaje ondeando detrás de él. Era una suerte poder volver, y dar la alerta, sin despertar sospechas. Aunque también era una lástima que Voldemort no hubiese compartido sus planes con él. Hubiese sido más fácil tomar las providencias del caso.
~ * ~
Sirius bostezó, y se sentó en la cama. Miró la hora, nuevamente se había despertado de noche. Las diez de la noche, y ya no tenía sueño. ¿Qué diablos haría toda la noche, si todavía no podía mover el pié?
Como un gesto rutinario, tomó su varita y la apunto a su mano. Un plano comenzó a formarse en su mano. Miró extrañado. ¿Qué diablos hacía Harry, a esa hora, en la oficina de Dumbledore?
En ese instante, sintió pasos en la escalera, y reconoció el paso de su amigo lunático.
–¡Remus! –gritó preocupado–. ¡Ven de inmediato, por favor.
Escuchó como los pasos se acercaban rápido a su cuarto, y la figura de re amigo apareció en el umbral.
–¿Cómo te sientes? –le preguntó preocupado.
–Mejor –gruñó Sirius–. ¿Ha pasado algo con Harry?
–¿Harry? –preguntó Remus preocupado, acercándose–. No, no que yo sepa. ¿Por qué? ¿Dónde se encuentra?
–En el despacho de Dumbledore –murmuró Sirius, mordiéndose un labio con nerviosismo.
–Que extraño –murmuró Remus, acercándose a mirar la mano para verificar que su amigo se encontraba en lo correcto–. Puedo ir a averiguar, si quieres.
–Mejor usa la chimenea. Si Dumbledore está con él, podrás acceder. Si no puedes acceder, sabremos de inmediato que NO está con él.
–Está bien –murmuró Remus prendiendo la chimenea del dormitorio con su varita. Tomó un poco de polvos flu del pote junto a la chimenea, y los lanzó a las llamas, que se volvieron verdes de inmediato–. HOGWARTS, OFICINA DEL DIRECTOR.
~ * ~
Dumbledore se terminó el té que un elfo acababa de traerle, y dejó la taza sobre su escritorio, donde las tazas de Harry y Draco permanecían, intactas. Los chicos finalmente habían confesado. Habían admitido haber sacado dos pociones del despacho de Snape, haber drogado al elfo Dobby en dos ocasiones, y haber salido a una cueva que Harry ya conocía. Al principio había sido difícil, pero se habían ido enredando tanto que finalmente se habían dado por vencidos y habían contado la verdad.
–¿Qué pasará con nosotros? –se atrevió a preguntar Harry después de mas de un minuto de incómodo silencio, en que Dumbledore había terminado su té, pensativo.
Dumbledore no respondió. Esa era la pregunta que él mismo se hacía. ¿Qué haría con ellos? Dejarlos con Sybill era la opción más fácil, pero arriesgada. No era que desconfiara de ella, al contrario. La sabía leal. Pero, en caso de un ataque, tampoco parecía estar muy preparada para enfrentarlo. Todo iría bien, siempre y cuando Voldemort no se enterara... Pero no tenía ninguna garantía de que no se enteraría. Y en una semana, podían pasar muchas cosas. La otra posibilidad era hacer lo que Severus le había sugerido, en broma. Pero su naturaleza no se lo permitía. Simplemente, no podría dejarlos encerrados, ni menos amarrados. Aunque resultaba una decisión segura, no era correcta. Él mismo no podía darse el lujo de quedarse una semana entera en el castillo, vigilándolos. Mucho dependía de lo que él hiciera, y la rapidez con que lo hiciera. Si solo pudiera estar seguro de que los chicos no harían más estupideces...
En ese momento las llamas de su chimenea se volvieron verdes. Decididamente las noticias volaban, alguien ya debía saber que él se encontraba en Hogwarts. Aunque tal vez era Severus...
La cabeza de Remus Lupin apareció, haciendo saltar a los tres.
–¿Remus? ¿Pasó algo? –preguntó Dumbledore, preocupado.
Remus miró de reojo a Harry, y a al chico Malfoy. Respiró aliviado al ver que estaban con Dumbledore, y que todo parecía en orden.
–No, nada. Solo queríamos saber de Harry. Nos extrañó...
–Si, entiendo –lo interrumpió Dumbledore–. Tuvimos algunos... inconvenientes –murmuró mirando de reojo a los chicos (que se hundieron más en sus asientos, incómodos).
En ese instante una segunda cabeza apareció en la chimenea, y Remus al instante lo obligó a retroceder. No iba a permitir que su amigo fuera visto nuevamente por el chico Malfoy. Terminaría reconociéndolo. Pero Harry alcanzó a reconocer a su padrino, y comprendió el dilema de Lupin.
–No hay problema –dijo a la chimenea–. Draco ya sabe.
Dumbledore y Remus lo miraron, enojados.
–Le tuve que contar –comenzó a disculparse Harry, incómodo–. Resultó demasiado evidente después de lo del otro día.
–Bueno –suspiró Dumbledore, cuando la cabeza de Sirius reapareció–. ¿Cómo te has sentido? Veo que ya te paraste de la cama.
–Mejor. Pero me extrañó ver a Harry en tu despacho –contestó Sirius, paseando su vista entre su ahijado y el anciano–. ¿Ocurre algo?
Harry miró a Dumbledore con ojos suplicantes. 'No le cuente, por lo que más quiera', repitió en su mente. Pero, a pesar de sus intentos, Dumbledore suspiró.
–Creo que deberías dejar de tentar a Harry con tus antiguas historias de colegio, Sirius –murmuró Dumbledore. Sirius fijó su mirada en Harry, con una ceja levantada de un modo que a Harry le recordó horrorosamente a Snape–. Harry estuvo en gran peligro hoy, visitando cierta cueva que, por lo que entiendo, tú le mostraste.
Las cejas de Sirius se juntaron, y Harry tragó saliva. Lamentó haberle contado todo a Dumbledore, y no haber sido capaz de inventar una historia creíble. Draco, parecía petrificado. Probablemente, le costaba sacarse de la cabeza que Sirius Black era un asesino, ahora que lo veía con esa cara.
–¿Qué pasó? –preguntó Sirius a Dumbledore, sin apartar la vista de su ahijado.
Harry volvió a mirar a Dumbledore suplicante, pero el anciano no hizo caso.
–Será mejor que él mismo te lo cuente. Y me encantaría que tú pudieras hacerlo entrar en razón.
Sirius hizo ademanes de entrar por la chimenea. Remus, viéndolo, lo atajó tomándolo de un hombro.
–Espera. Recuerda todo lo que hemos hablado –lo previno el hombre lobo.
–Puedes acompañarme si quieres –le respondió Sirius.
Finalmente, Remus y Sirius (quien cojeaba espantosamente) entraron en el despacho. Harry, inconscientemente, comenzó a retroceder. Sirius, al verlo, se detuvo.
–Bueno, los dejo para que conversen. Tengo que ir a hablar con Sybill, y mientras antes, mejor.
–¿Sybill Trelawney? –preguntaron Remus y Sirius al mismo tiempo.
–Si. Severus Snape tuvo otros asuntos que atender... y ella es la única que actualmente se encuentra viviendo en el castillo, aparte de los elfos.
–¿Lo considera prudente? –preguntó Remus.
–No es lo más óptimo. Por eso necesito que Sirius haga entrar, al menos a Harry, en razón. Con uno de los dos –dijo indicando a ambos chicos– que se comporte responsablemente, podemos prevenir que les ocurra una desgracia.
–¿No hay otra posibilidad? ¿Me puedo quedar yo? –preguntó Sirius. Draco abrió los ojos desorbitados, y miró ansiosamente a Dumbledore, negando con la cabeza, como implorándole que no los fuera a dejar con Sirius Black. Harry en cambio, parecía inseguro. Miraba expectante.
–Tal vez... –murmuró Dumbledore–. Todo depende de cómo salgan las gestiones con Sybill. Remus, acompáñame. Tú también, Draco.
Los tres salieron del despacho. Draco, antes de salir, miró a Harry dándole ánimo.
Cuando la puerta se cerró, Sirius respiró profundamente, y se sentó en la silla que había ocupado Draco anteriormente. Harry, titubeante, se volvió a sentar.
–¿Te duele mucho el pié? –preguntó Harry en un murmuro.
–Si, mucho.
–¿Qué pasó?
–Pisé una trampa muggle. Pero eso no viene al caso. ¿Qué diablos hiciste que Dumbledore está tan enojado?
Harry suspiró. Tenía que contarle todo ya que, de todos modos, Dumbledore ya lo sabía y se lo diría de no hacerlo él.
–Fuiste a la cueva –agregó Sirius, dándolo por sentado. Harry bajó la vista, y asintió con la cabeza.
–Fuiste sin permiso, y te descubrieron. ¿Es eso?
–Si –murmuró Harry–. Bueno, más o menos.
–Cuéntame.
Sirius parecía tranquilo, por lo que Harry tomó aire y decidió acabar lo antes posible con todo eso. No tenía ganas de pasarse una hora entera contando la historia a pedazos, como cuando hablaron con Dumbledore.
–Estábamos aburridos, y le conté a Draco sobre esa cueva. Él se entusiasmó, bueno, yo también me entusiasmé, y decidimos ir apenas tuviéramos la ocasión. Pero Snape nos tenía todo el tiempo vigilados. O estaba él, o nos dejaba con Dobby. Por eso decidimos tratar de escaparnos cuando Dobby nos estuviera vigilando. La primera vez resultó, y volvimos sin que nadie notara nuestra ausencia. Pero la segunda caímos en un agujero, y quedamos atrapados. Temimos que nadie llegaría a buscarnos, pero finalmente Snape dio con nosotros y nos sacó. Estaba muy enojado.
–Me imagino –murmuró Sirius. Harry, que había estado mirándose las manos, levantó la vista.
–Estoy muy arrepentido, créeme. Realmente creímos que moriríamos ahí. Y, más encima, cuando volvíamos al castillo, unas arañas gigantes nos atacaron, y Snape salió herido. Cuando llegamos al castillo, Snape escribió a Dumbledore. Este apareció al poco rato, y Snape le dijo que renunciaba a seguirnos cuidando. Y luego se fue, y Dumbledore nos quiere dejar con la loca de Trelawney. Y eso fue lo que pasó.
Harry bajó la vista nuevamente, y se miró las manos nervioso. Aunque sabía que nadie lo felicitaría por lo que había hecho (salvo, tal vez, Fred y George), tenía ganas de que lo dejaran en paz de una vez. Comenzaba a estar harto de tener que estar dando tantas explicaciones. Pero no podía permitirse mandar a todos a la punta del cerro. Tenía todas las de perder, por ser todavía menor de edad. Era mejor mostrar arrepentimiento. De hecho, su padrino no parecía alterado.
–Me pones en un dilema, Harry –dijo por fin su padrino–. Por una parte, siento que eres el digno hijo de tu padre, y que las tonterías que haces las hubiera hecho él también. De hecho, yo las habría hecho con él –agregó con una sonrisa culpable–. Pero, con las actuales circunstancias, no puedo hacerme el tonto, y dejar pasar esto. Ahora soy responsable de ti. Y no sé qué hacer, para que dejes de exponerte. No te cuidas. Parece no importarte el hecho de que tus padres dieran su vida para salvar la tuya. Siento que tengo que cuidarte, pero no sé qué hacer. Dime Harry. ¿Qué hago? ¿Qué harías tú en mi lugar?
Harry se sintió peor que cuando Snape se había ido. Casi hubiera preferido que Sirius le gritara, pero no eso. Deseó tener la poción para hacer agujeros que Draco le entregó a Dumbledore, y hacer uno grande por el cual poder desaparecer.
–No sé –murmuró Harry.
–Yo tampoco sé.
–Te prometo no haré nada más –sugirió Harry.
–¿Cuántas veces me has prometido eso? ¿No me habías prometido, de hecho, que no volverías a esa cueva?
–Si.
–¿Y no me habías prometido, que te cuidarías?
–Si.
–¿Y cumpliste?
Harry no contestó.
–Respóndeme Harry.
–No. Lo siento. Pero ahora si te lo prometo.
–Me encantaría creerte –respondió Sirius con un suspiro.
–¡Bueno, y que tanto! –agregó Harry finalmente–. ¡Si me acabas de decir que mi padre y tú mismo habrían hecho lo mismo!
–¡Por eso me preocupo, Harry! ¡Porque no sé como impedir que vuelvas a meterte en problemas!
Harry se quedó callado. Esa conversación no tenía ningún sentido. ¿De qué servía mostrar buena voluntad, si su padrino se rehusaba a creerle?
–Bueno, yo ya te pedí disculpas –dijo Harry poniéndose de pié– y ya te prometí que no me metería en más líos. Ahora, si tú me crees o no, eso es asunto tuyo. Yo voy a ir a hacer algo útil, como averiguar en qué lugar tendré que pasar la noche.
Harry intentó acercarse a la puerta, pero Sirius lo agarró de un brazo y lo obligó a sentarse nuevamente.
–Tu no vas a ninguna parte, que estamos hablando. Y no te atrevas a ponerte insolente otra vez, Harry.
–¡Eres tú el que no quiere escucharme! –le dijo Harry cruzándose de brazos.
–¡Pero si eso es lo que intento hacer! ¡Escucharte!
–¿De veras? –preguntó Harry sarcásticamente–. Pues no parece. Si me estuvieras escuchando sabrías que ya te pedí disculpas, y que te prometí no volver a hacerlo.
–Recuerdo perfectamente lo que me dijiste, lo que pasa es que no te creo –respondió Sirius, igualmente sarcástico.
–Pues ese es TÚ problema, no el mío –respondió Harry poniéndose nuevamente de pié, y dirigiéndose a la puerta.
Y ese fue un gran error, como constató unos segundos más tarde, cuando era, valga la redundancia, demasiado tarde. Antes de que pudiera hacer nada, sintió que le tomaban el brazo, y unos golpes en sus partes posteriores.
–NO – TE – VAS – A – NINGUNA – PARTE – QUE – NO –HEMOS –TERMINADO –DE – HABLAR –le dijo Sirius, tras lo cual lo obligó a volver a sentarse.
–¡DÉJAME EN PAZ! –le gritó Harry, aunque se quedó sentado. Sintió calor en su cara, y se imaginó que debía estar rojo. Un par de lágrimas salieron de sus ojos, aunque trató de evitarlo. Sentía rabia, y ganas de estar a kilómetros de ahí.
Sirius se quedó callado un momento. Se sentía incómodo. Nuevamente se había dejado llevar.
–¡BUENO, HABLA! –le gritó Harry tras unos segundos de silencio–. ¿NO QUE NO HABÍAMOS TERMINADO DE HABLAR? ¡YO YA DIJE LO QUE TENÍA QUE DECIR, ASÍ QUE TE ESCUCHO!
–¡NO ME GRITES, O LO DE RECIÉN TE VA A PARECER UN CHISTE!
–Bueno, entonces habla –respondió Harry igualmente enojado, pero poniendo cuidado en no volver a gritar.
Sirius suspiró.
–Me prometiste que no volverías a hacer nada que te pusiera en peligro.
–Hasta que entendiste –respondió Harry, con ironía.
–¿Qué garantía me das? –preguntó Sirius con cara de estar negociando.
–¿Garantía? –preguntó Harry, perplejo, olvidando la ironía.
–Si, garantía –respondió Sirius, como si fuera lo más simple del mundo–. Tú afirmas que no lo vas a volver a hacer, pero, ¿qué ofreces, para que yo te crea esta vez?
Harry lo quedó mirando con los ojos abiertos como platos. ¿Por qué no le creía, simplemente?
–Tengo poderosas razones para no creerte –explicó Sirius, como adivinando sus pensamientos–. Ahora te toca a ti convencerme de que, esta vez, estás hablando en serio.
–No se me ocurre nada.
–¿Qué tal hacer válida la amenaza que te hice hace tiempo, sobre quitarte la escoba y pedir que no te permitan reintegrar el equipo este año?
–Bueno... –respondió Harry, inseguro. Dumbledore ya le había dicho que ese era un hecho. Pero su padrino parecía no saberlo. Y todavía quedaba la posibilidad de que Dumbledore lo pudiera olvidar. En ese caso, si aceptaba el trato que Sirius le proponía, se estaba él mismo arriesgando a que lo sacaran del equipo. Pero si no aceptaba, ¿qué podía proponer a cambio? Por otra parte, era poco probable que Dumbledore lo olvidara y, en ese caso, si aceptaba, Sirius podía enterarse de que intentó vender dos veces la misma vaca, y estaría en mayores aprietos. Y en cambio, si no aceptaba, Sirius terminaría enterándose igual de que Dumbledore ya había cumplido con esa amenaza, y por lo menos quedaría como un ahijado honesto.
Pero Harry no tuvo la necesidad, ni el tiempo de decidir, porque su cara de culpabilidad lo delató.
–¿Pasa algo?
–Es que Dumbledore... bueno él... me dijo que me iban a quitar la escoba, y que saldría del equipo –respondió Harry prefiriendo responder con honestidad.
–Ah –respondió Sirius con tristeza. De verdad no quería quitarle a Harry eso. Lo había propuesto nada más para asegurarse de que cumpliera.
–No lo encuentro justo para el equipo –agregó Harry–. Ellos no tienen por qué pagar el pato por lo que yo haya hecho durante las vacaciones. ¿No crees?
–Pero si ni con esa amenaza, te portaste bien con Snape, ¿Cómo quieres que te crea ahora? –preguntó Sirius.
Harry tuvo de pronto una inspiración.
–¿Qué tal si no me quitas la escoba, y convences a Dumbledore de que no me saque del equipo...? –comenzó a preguntar Harry, pero fue interrumpido por la risa sarcástica de su padrino.
–¿Y no quieres que también te organice una fiesta de cumpleaños, para completar el premio por tu buen comportamiento?
Harry lo miró con amargura. Nunca, había tenido una fiesta de cumpleaños. Salvo tal vez cuando cumplió su primer año, pero no lo recordaba. Sirius pareció darse cuenta, porque de inmediato se puso serio.
–Lo siento. ¿Qué ibas a decir?
–¿Te importa realmente? –le preguntó Harry, con resentimiento.
–Si, claro que si. Termina tu idea.
–Bueno, te quería proponer que me ayudaras con Dumbledore, hacer un borrón y cuenta nueva, y proponerte que, si me salgo de lo que te prometí, quedarme sin ir a Hogsmeade.
Sirius lo miró dudoso.
–Eso me perjudicaría sólo a mi –agregó Harry–. Y de todos modos no ocurrirá, porque ya te dije que no haré nada que me ponga en peligro.
Sirius lo miró. Todavía se sentía incómodo por el exabrupto de hace un rato, y por haberse reído de un tema tan sensible para un chico, como el no haber tenido una fiesta de cumpleaños como Dios manda.
–Está bien. Es un trato. Pero si me entero de que has estado haciendo otra tontería, no te quejes.
–Está bien –le respondió Harry, aliviado de haber llegado por fin a un acuerdo. Al menos, si llegaba a ceder a la tentación, debía ASEGURARSE de que Sirius no se enterara...
~ * ~
Severus Snape cruzó con calma el parque. Sabía que alguien debía estar espiándolo. Pero apenas hubo cerrado la gran puerta del vestíbulo detrás de él, corrió rumbo a la torre norte.
En el camino se topó con Albus Dumbledore y, para su gran asombro (y desagrado, no podía evitarlo, era visceral), Remus Lupin.
–¿Severus? ¿Ocurre algo? –preguntó Dumbledore preocupado, al ver de vuelta tan pronto a Snape, y tan agitado.
–Intentará algo, algo nuevo –dijo simplemente.
–Contra los chicos.
–Contra Potter.
–¿Qué cosa? –preguntaron Dumbledore y Remus al unísono.
–No me dijo –respondió con pesar Snape–. Se supone que volví, con la excusa de buscar algo, para averiguar con quién los dejarás finalmente. Luego tengo que volver, algo quiere de mi.
Los tres brujos se quedaron pensativos unos segundos.
–¿Le dijiste que los dejaría con Sybill?
–Si, tuve que hacerlo. Tiene vigiladas las entradas al castillo, por lo que ya debía saber que ella era la única que había vuelto. La única disponible –agregó con algo de culpabilidad.
–Está bien, Severus –le respondió Dumbledore, amablemente–. No es tú culpa. ¿Supongo que ahora es imposible que te quedes?
Snape bajó la vista.
–Sería imposible, sin despertar sospechas.
–Entonces vuelve rápido, y confírmale que los dejaré con Sybill Trelawney –respondió Dumbledore con un suspiro.
–¡Pero va intentar algo! ¡No viste su cara cuando se lo dije!
–Vete, y confía en mi. Trata de hacer algo desde allá, sin despertar sospechas, si te enteras de lo que está planeando. Pero actúa sólo si te es posible, no quiero que te expongas.
–Si, Albus –respondió Snape de inmediato, y se alejó unos metros. Luego se devolvió, y le dijo al oído –lo siento.
–Iré a ver como está Harry –dijo Remus, y se alejó.
–Está bien –le dijo Dumbledore palmeándole la espalda, cuando Remus desapareció de vista–. Un error lo comete cualquiera.
–No debí haberme dejado llevar. Todo esto es mi culpa.
–No, Severus, no lo es. Tenías todo el derecho de enojarte. Tal vez debiste haberlos dominado, como siempre lo has hecho magistralmente con tus alumnos –dijo Dumbledore sonriendo, con el brillo característico en sus ojos–, en vez de renunciar, y arrancar. Pero no vas a ser el primero, ni el último, que lo haga. Deja de culparte por todo, e intenta descansar la semana que te queda, si Tom te deja.
–Si, Albus –respondió Snape resignado, con el eco de esas últimas palabras en su cabeza. "Si Tom te deja..."
–¡Ah! –recordó de pronto Dumbledore, sacando de sus bolsillos el par de botellas que Draco le había entregado–. Esto es tuyo, por lo que entiendo.
Snape reconoció ambas botellas al instante.
–¿Conque fue esto lo que usaron? –respondió con ironía–. Recuérdame Albus que nunca más ponga a un chico a limpiar mis armarios como castigo.
–Sabia decisión, Severus. Sabia decisión.
~ * ~
Remus encontró a Harry hablando calmadamente con Sirius, y suspiró de alivio. Aunque vio la cara de Harry (todavía tenía en su cara los rastros de haber llorado, y los ojos ligeramente hinchados), no hizo comentarios. Todo parecía bajo control.
–¿Y? –preguntó Harry medio resignado, al verlo entrar–. ¿Me tengo que quedar con la loca de Trelawney?
–Si, y te aconsejo que comiences desde ya a dejar de llamarla así. Draco ya está con ella. Voy a llevar las cosas de ambos para allá, y los ayudaré a instalarse en un lugar anexo a sus habitaciones.
–¿Anexo?
–Si, no está exactamente dentro de sus habitaciones.
–¡Menos mal! –comentó Harry–. No soportaría estar las 24 horas del día con ella.
~ * ~
Mientras tanto, Draco no estaba nada de aliviado. Jamás, en su permanencia en Hogwarts, se había topado con la profesora de adivinación. Ella lo miraba con aire de misterio, que le estaba poniendo los pelos de punta. Ninguno de los dos había dicho una sola palabra, después de que Dumbledore los presentara y le explicara la situación. Ella había vuelto sus cartas del tarot, que miraba con teatral misterio cada vez que no estaba mirando a Draco, asintiendo. De pronto, y sin que Draco se lo esperara, ella habló, haciéndolo saltar.
–Has estado antes en peligro mortal –dijo con aire de omnisciencia–. Y volverás a estarlo.
Draco miró impaciente la puerta, con la esperanza de que se abriera y lo sacaran de ahí. Trelawney, si lo vio, no hizo ademán de haberse percatado, y volvió su atención a las cartas.
–Veo abandono... Lejanía... Desamparo... –agregó Trelawney después de un par de minutos. Draco la miró con horror. ¿Cómo podía saber eso, si acababa de llegar hace un par de días? ¡Siempre había escuchado que, como adivina, esa profesora era un fraude!
Draco estaba a punto de preguntarle, cuando sintió que golpeaban la puerta. Soltó el aire que había estado conteniendo, mientras la Profesora Trelawney se paraba a abrir la puerta.
Dumbledore, Remus y Harry entraron. Draco miró a su amigo con cara de "quiero salir de aquí". Harry lo miró con simpatía, y le cerró un ojo. ¿Qué podía haberlo puesto tan contento, si hace tan sólo unas horas se rehusaba a quedarse con esa bruja?
–Vamos a instalarlos en el piso de abajo, Sybill –le dijo Dumbledore animadamente–. Remus Lupin se quedará también, para que no tengas que estar tú sola con ellos.
–Está bien –respondió la bruja animadamente–. Lo sabía, por eso me encontraba tranquila.
–Por supuesto, Sybill –le respondió Dumbledore, con una encantadora sonrisa, como si se tratara de su nieta predilecta.
~ * ~
Dumbledore se las arregló de algún modo, para traer los muebles de la mazmorra inferior a una sala circular, que se encontraba justo debajo de las habitaciones de la profesora Trelawney. A Harry le recordó terriblemente su dormitorio, en la casa de Gryffindor, aunque era más pequeña. La vista era hermosa, y tenía un baño.
–Remus, tú puedes quedarte en la de inmediatamente abajo.
–Si, Albus. Entiendo –respondió Remus, sonriendo. Estaba "acotando" el área de acción de los chicos, con Sybill Trelawney arriba, y él mismo, abajo.
Dumbledore hizo unos movimientos en dirección a las ventanas de la habitación, que desaparecieron de inmediato, mediante un reacomodo de piedras que a Harry le recordó mucho al de los ladrillos del muro del patio trasero del Caldero Chorreante, que se habría hacia el Callejón Diagon. La habitación se quedó de pronto a oscuras, e inmediatamente aparecieron varas antorchas en los muros.
–¿Teme que nos arranquemos volando? –preguntó Harry con sarcasmo, lamentando lo parecido a una mazmorra que había quedado, la que hasta hace unos instantes había sido una acogedora y bien iluminada habitación.
–No, no precisamente –respondió Dumbledore, sin hacer caso al tono incisivo con que lo había dicho.
–¿Es por lo de las lechuzas? –preguntó Draco cortésmente, para alivianar el ambiente.
–Si, precisamente –respondió Dumbledore con una sonrisa esta vez, lo que puso a Harry de peor humor. Estaba contento porque Remus se quedaría también, pero había tenido la esperanza de olvidar, por una semana, el efecto "mazmorra" que Snape le había dejado. Otra vez se comenzaba a sentir prisionero.
–Bueno, Acuéstense a dormir –les dijo Remus–, mientas yo voy a instalarme abajo. Más tarde volveré a ver si están bien, y si necesitan algo.
–O sea –agregó Harry sarcásticamente cuando ambos brujos hubieron salido–, subirá a ver si estamos dormidos como mandó, y no haciendo alguna tontería.
Draco se rió, y corrió hacia una de las camas.
–¡Yo quiero la cama junto a la ventana! –dijo riendo, mientras se tiraba a saltar sobre la cama que, momentos antes, había estado junto a una ventana (bueno, la otra también había estado cerca de una ventana, no tanto como esa).
–Tarado... –le dijo Harry riendo, y caminando hacia la otra. Draco tomó la almohada, y se la tiró.
–Tarada tu tía –le dijo.
–No sabe cuanta verdad hay en lo que acabas de decir –murmuró Harry, tirándole la almohada de vuelta.
~ * ~
Remus Lupin terminó de acomodar sus cosas, mientras escuchaba las risas en el piso superior. No había querido poner un hechizo insonorizante. Era preferible saber qué se traían esos dos. Además, le traía alegres recuerdos.
Era una lástima que Sirius no se hubiese quedado también. Pero Dumbledore había insistido, no sin razón, en que su presencia podía "inspirar" demasiado a su ahijado. Ya se veía con lo de la cueva... De todos modos, Dumbledore no se quería arriesgar a que Sybill Trelawney viera a Sirius, o a "Hocicos". Ya había demasiada gente que sabía de él, incluyendo al chico Malfoy.
Escuchó con atención. Las risas habían cesado, y se había escuchado la puerta del baño de ellos cerrarse. Era un buen signo.
–Les daré 20 minutos –murmuró.
~ * ~
