Hola a todos. Disculpen la demora. Comencé a trabajar, y ya no tengo internet en mi computador. Solo tiene mi hermana ¬.¬
Esto es corto, y descriptivo, lo sé. No creo que compense la espera. Intentaré subir más seguido, aunque sea de a pedazos cortos. Ya no sé cuando pueda volver a escribir algo largo, en un tiempo razonable :-(
Gracias a los que me dejaron reviews :-)
Capítulo 37 fin de las vacaciones
Draco y Harry pasaron un par de días encerrados, conversando y terminando juntos los deberes que les quedaban (no había mucho más que hacer, por lo que avanzaron bastante). Para gran alivio de ambos, Sibyll Trelawney sólo bajó una vez a hablar con ellos y con Remus. Venía de lo más alarmada, por un sueño que había tenido. Dijo, en su voz profunda y melodramática, que Harry debía volver de inmediato a Londres, o sufriría una horrible y prematura muerte. Pero Remus ya había sido advertido por Dumbledore de que Voldemort trataría de intervenir los sueños de ella. Snape había podido enterarse de que el señor tenebroso usaría la gran inclinación a creer en presagios de Sibyll Trelawney, para hacerla enviar prematuramente a Harry Potter a Londres, donde tendría un "comité de bienvenida" esperándolo en King's Cross. Un plan simple, pero que no contaba con que el chico en cuestión estaría no sólo con ella. Y fue así que la "gran idea" de Voldemort, en este caso, tampoco resultó.
Durante ese miércoles y ese jueves, Draco y Harry sintieron muchos deseos de volver a la cueva. Extrañaban espantosamente el aroma de las setas. Draco había intentado salir, en la madrugada del jueves (cuando el sol acababa de asomar sus primeros rallos), para ir a buscar setas. Harry había querido ir con él, pero habían llegado a la conclusión de que era mejor que uno de ellos se quedara en el castillo para poder justificar al ausente, y para preocuparse si el que iba no volvía al cabo de una hora y media. Media hora de ida, media hora de vuelta, veinte minutos en ir y venir dentro de la cueva, y diez minutos para la recolección: esos habían sido los cálculos de su planificación. Como Harry tenía mucho que perder si los descubrían, ambos decidieron que sería mejor que fuera Draco quien saliera.
Pero Draco no había podido llegar lejos, porque se encontró con una invisible muralla en la escalera que bajaba de la torre norte. Remus Lupin había salido al instante, y lo había enviado de vuelta a la cama.
Después de ese fracaso, y a pesar de los enormes deseos que tenían de quemar setas, los chicos concluyeron que era preferible esperar a que las clases hubieran comenzado. Ahí tendrían libertad de movimiento nuevamente y, después de todo, solo quedaba una semana para eso.
Más tarde, ese jueves, fueron a la biblioteca acompañados por Remus. Aprovecharon para terminar los últimos deberes que les quedaban, y que no habían podido hacer arriba en la torre norte por falta de información.
Cuando llegó el viernes, ambos se encontraban de los más aburridos. Remus los llevó nuevamente a la biblioteca, para que buscaran algo que leer, les prestó un viejo juego de ajedrez, y Sibyll les prestó un juego de cartas, para pasar el tiempo. Pero todas esas ocupaciones fueron quedando de lado, y los chicos rápidamente estuvieron tan aburridos como antes.
Y así pasaron los siguientes cuatro días: lentos, aburridos, iguales. Remus subía de vez en cuando para conversar y jugar con ellos, pero se negó rotundamente a llevarlos al campo de Quidditch. Tampoco accedió a dejarlos vagar por el castillo, aunque los acompañó en dos ocasiones a la cocina y al huerto de los elfos, dónde pudieron pasear y ver a Silvester. Esos paseos les permitieron constatar que el personal de Hogwarts ya había llegado en su mayoría, incluyendo al gruñón del señor Filch y su escuálida gata, la señora Norris (que olió con interés a los chicos que acababan de estar con el gato de Draco). Varios de los profesores miraron con curiosidad a la inusual dupla Potter – Malfoy, caminando en la inusual compañía del ex profesor de Hogwarts: Remus Lupin. Pero no hicieron comentarios, pues habían sido advertidos por el director de que se encontraban un par de alumnos en el castillo, y que el señor Lupin volvería a dar clases ese año. Para ninguno de ellos era un misterio de que NADIE, salvo Snape, quería ese puesto. Y de los profesores de los últimos cuatro años, uno estaba muerto, el otro loco, y el último se encontraba en reposo profundo, al borde del colapso. Dumbledore había considerado la posibilidad de poner a Snape en el puesto, pero el ministerio se había negado absolutamente a dejar que una persona con los antecedentes penales de Snape (¡un ex mortifago nada menos!) enseñara algo tan cercano a las artes oscuras a los inocentes y frágiles niños del colegio. Él mismo había considerado la posibilidad de suplir el puesto, por algún tiempo. Pero entre las labores de director, y las de organización y diplomacia, poco tiempo le quedaría para hacer clases. Y ante la cercanía del plazo límite, y el hecho evidente de que no llegarían postulantes al cargo, el ministerio había aceptado que volviera Lupin.
En el mediodía del martes, Laure Walters llegó al castillo, a buscar a Draco. Como iban a ir al callejón Diagon ese día, Harry pidió a Lupin que lo dejara ir con ellos, a comprar las cosas que todavía no había podido comprar. Pero Lupin, en vez de dejarlo ir, fue él mismo. Y lo peor para Harry fue que lo dejó en la enfermería, en compañía de la recién llegada Señora Pomfrey. Trelawney había renunciado a hacerse cargo del par desde que Remus Lupin la había desautorizado, al negarse a dejar ir a Potter a Londres como ella había sugerido.
Lupin volvió ese mismo día, más tarde, a dejarle los libros y algo de dinero que Harry le había encargado que sacara de su cámara de Gringotts. También le traía una breve nota de su padrino, deseándole un feliz comienzo del año escolar, y diciéndole que Snape le devolvería su varita, su escoba, y su capa, el primero de septiembre. Le decía también, para su gran alivio, que Dumbledore había accedido a no sacarlo del equipo de Quidditch, pero que recordara su promesa.
–Ahora me tengo que ir, Harry –le dijo Lupin finalmente–. Dumbledore sugirió que te quedaras en la enfermería hasta que pasado mañana, cuando lleguen tus compañeros.
–¿Y no me puedo quedar en la torre de Gryffindor? –preguntó Harry casi en un murmuro, para que la señora Pomfrey, que estaba en su despacho, no escuchara.
–No queremos que te quedes solo, Harry. Y de todos modos vas a pasar en la torre de Gryffindor el resto del año. Solo te pido que te quedes aquí hasta la cena de pasado mañana.
–Está bien –murmuró Harry, resignado. Sólo faltaban dos días, 48 horas, para que Hermione y Ron volvieran. Y Draco... Lo que le recordaba que tenía un problema pendiente. ¿Qué haría con respecto a su nueva e inesperada amistad con él?.
–Cuídate, pórtate bien, y recuerda devolver los libros a la Señora Pince. Me dijeron que acaba de volver, pero pide a la señora Pomfrey que te acompañe.
–No veo qué podría pasarme si camino de ida y vuelta a la biblioteca –respondió Harry, no muy convencido–. De todos modos el castillo está lleno de gente, y cuando empiecen las clases podré ir y venir todo el tiempo.
–Es sólo hasta el jueves, Harry. Dos días.
–¡Han sido todas las vacaciones! –respondió Harry, burlonamente.
–Sólo hazme caso. No te quedes solo.
Harry miró el piso, y no respondió. Realmente no entendía tanta paranoia. ¿Qué diferencia había si lo dejaban ir y venir de ahí al jueves? De todos modos, después del jueves, ya no se lo podrían impedir.
–Bueno, nos vemos –respondió Lupin.
Cuando Lupin se fue, Harry se quedó con una desagradable sensación de vacío. Las vacaciones habían casi terminado. No tomaría el tren con sus amigos, como en los años anteriores. Y algo de las palabras del amigo de sus padres le quedaron dando vueltas... ¿Había dicho "nos vemos"? Bueno, sólo era una expresión de saludo después de todo.
–Estas son las vacaciones más extrañas que he pasado en mi vida –murmuró Harry.
–¿Qué dices, querido? –murmuró la sonriente y bronceada Señora Pomfrey, que acababa de salir de su despacho sin que Harry la sintiera.
–Nada, señora Pomfrey –respondió Harry–. ¿Puedo ir a dar una vuelta por el castillo?
–No. Pronto voy a pedir la cena. Así que lávate las manos.
Harry se dirigió al baño. Pero en el camino apareció, en la ventana, una lechuza negra. Harry sospechó que se trataba de Svilen, la lechuza de Hermione. Recordó de pronto a Hedwig, hace más de una semana que la había enviado con cartas para Ron y Hermione, y no la había visto desde entonces. Se reprochó a si mismo. ¿Cómo había podido olvidarla? Tendría que ir a la pajarera de las lechuzas para verificar que hubiera vuelto, y bien.
–¿Y tú quien eres? –le preguntó a la lechuza.
El negro pájaro sólo estiró la pata para que desatara un par de pergaminos que traía. Harry reconoció la letra de Hermione, y la de Ron.
–Así que tú debes ser Svilen –comentó Harry. Acercó la mano para acariciarlo, pero la lechuza le lanzó un mordisco, indignada. Harry alejó la mano de inmediato, para leer la carta de Hermione.
Querido Harry,
Espero que estés bien. El señor Weasley nos dijo que sigues en el colegio. Estamos todos aquí, en la heladería de Florean Fortescue: Ron, Ginny y los gemelos, Sus padres y mis padres. Ron se encuentra a mi lado, escribiéndote también. Lo estamos pasando muy bien, aunque te extrañamos mucho.
Harry sintió un poco de envidia en ese punto. La vida seguía normal para todo el mundo, menos para él. ¿Por qué no podía él también haber ido a Londres a disfrutar el día con Hermione y Ron? Sintió deseos de arrugar la carta y lanzarla por la ventana. Pero la curiosidad fue más fuerte, y siguió leyendo.
El padre de Ron nos contó que te encontrabas allá por tu seguridad. ¿Qué pasó Harry? ¡No me has contado nada en tus cartas!
'Y más encima tengo que estar dando explicaciones...', se indignó Harry.
Espero con ansias que llegue el 1º de septiembre. Te he extrañado mucho. Ya nos dijeron que no tomarías el tren con nosotros, pero nos vemos en el banquete.
Hermione.
Harry dejó la carta en su bolsillo, y comenzó a leer la de Ron. Era bastante más larga.
Querido Harry,
Te mando mi pésame por tener que pasar el verano en el colegio. No tienes nada de suerte, amigo mío. Por aquí estamos todos bien. Traté de convencer a mis padres de que presionaran para que te vinieras a pasar unos días con nosotros, pero fue imposible convencerlos. No van a hacer nada contra la voluntad de Dumbledore.
Con Fred y George planeamos ir a secuestrarte. Mi padre compró una motocicleta muggle, encantada, y la tiene escondida con un hechizo de invisibilidad. Queríamos aprovechar que mamá iba a salir con él por un fin de semana, dejándonos sólo con Percy. Pero Ginny nos escuchó, y como no quisimos incluirla, fue y se lo contó todo a mamá la muy... la muy...la MUY. Por su culpa nos pasamos una semana entera encerrados en la casa, limpiando trastos. Pero que espere a cuando volvamos al colegio... y mi madre no esté cerca... No tiene idea lo que le espera.
Harry se rió, y lamentó que no lo hubiesen logrado secuestrar. Aunque, si hubiesen logrado llegar a Hogwarts sin ser vistos, igual no lo hubiesen podido encontrar y llevar en la mismísima nariz de Snape. Probablemente, los tres se habrían metido en un gran lío. Y habrían puesto en problemas al señor Weasley, de paso, por tener en su posesión semejante objeto. En realidad, había sido mejor así.
Hermione está loca. Se sigue escribiendo con ese Krum, que lo único que tiene de bueno es que juega bien al Quidditch. No sé que le ve, aparte de ser famoso, y que le puede regalar lechuzas, e invitarla a viajar. ¡Si se pasó todas las vacaciones allá! ¿Qué tanto no se dijeron que se siguen escribiendo? Y ni te cuento el colorcito del pájaro. No, no te contaré, será mejor que lo veas tú. Este pajarraco me mira con odio, como si supiera que estoy hablando de él. Su cara al observarme me recuerda a la cara con que te mira Snape. Y le ha dado con comerse los pistachos de mi helado, más encima. ¡Maldito pajarraco! En fin, supongo que mandarte esto con la lechuza de Hermione será más seguro que mandártela con Pig. Ya no te mando a Pig, pues hace algún tiempo te escribí y mi lechuza, la muy inepta, volvió al cabo de una semana totalmente desorientada. ¡Y con la carta todavía atada a su pata!
Bueno, Hermione ya terminó su carta, así que mejor termino yo también. A ver si logro comerme lo que su lechuza no se comió de mi helado.
Ron
PS: nos vemos en el banquete. Papá dijo que no tomarías el tren con nosotros. Lo siento. ¿Supiste que a Hermione la hicieron prefecto? Ahora si que no nos dejará en paz este año.
Harry miró a Svilen. ¿Qué podía contestarles? Tomó un pergamino de sus cosas y decidió ser breve. De todos modos los vería dentro de dos días.
Hermione,
Lamento mucho no haber podido ir al callejón Diagon con ustedes. Aquí me han tenido como un prisionero casi todo el verano. No puedo esperar a que comiencen las clases y volver a tener una vida normal. Estoy harto de todo, y los extraño mucho a ti y a Ron.
Cariños,
Harry
Dejó el pergamino a un lado. ¿Llevaría Svilen una carta para Ron? Probablemente no. Ya no debían estar juntos, y no era su lechuza. Mejor sería buscar a Hedwig, o esperar el principio de curso.
Envió la carta con Svilen, y cerró la ventana. Ahora sólo quedaba esperar.
~ * ~
N/A: en el próximo capítulo, comienzo altamente probable de las clases.
