Hola a todos. Lamento haberles hecho esperar tanto. No voy a responder reviews ahora, porque tengo mucho, pero MUCHO, sueño... Por lo mismo, perdonen si encuentran mucho errores. Pero quiero subir esto de una vez, porque ya está demasiado largo. Espero que lo disfruten, a pesar de que me quedó medio sangriento. El que no quiere ver sangre, que mejor no lo lea.

Capítulo 48 Navidad, navidad...

Esa noche, en su dormitorio, Harry se sentó en su escritorio para escribir la carta para Snape. No quería dejar pasar más tiempo. Además, Snape ya no iba a pensar que lo hacía para librarse del reto, o del castigo. Ya se había aguantado calladito el sermón, y había aceptado la sentencia sin chistar.

Estuvo casi dos horas, hasta que produjo un resultado medianamente aceptable (después de varios pergaminos arrugados).

Profesor Snape,

Le escribo porque estuve pensando en todo lo que le he hecho, y dicho, y creo que tiene toda la razón en estar enojado conmigo. Nunca debí haberme metido en sus cosas. Y no fue correcto de mi parte faltarle al respeto sólo porque no aceptó ayudarme. Yo estaba equivocado, y es por eso que le escribo para que me perdone.

Le agradezco todo lo que hizo por mí en el verano, y lamento que haya pasado unas malas vacaciones por mi causa. Le pido perdón también por todas las veces en que no hice lo que me dijo, o por las que hice lo que me dijo que no hiciera, y por cooperar tan poco en general.

Le prometo que no me volveré e meter en sus cosas, y que voy a pensar mejor lo que voy a decir, cuando hable con usted.

Si le interesa saber lo que yo he averiguado de lo que usted sabe, se lo diré cuando usted quiera. Por favor no piense que le estoy pidiendo que haga algo por mí a cambio, no es así esta vez. Y no se preocupe, que no le contaré nada de lo que usted sabe, a quién usted sabe.

Atentamente,

Harry Potter

Harry leyó tres veces la carta. No le gustaba mucho más que las anteriores, pero estaba cansado y ésta parecía aceptable. Al menos decía lo que suponía que tenía que decir. Y el último párrafo era una clara bandera blanca. ¿Qué mejor demostración de buena voluntad, que compartir con Snape lo que había averiguado por su parte? ¿Y gratis?

Harry selló el pergamino y abrió la jaula de Hedwig. Ésta lo miró con algo de odio, ya que su dueño no la había dejado salir de noche, como lo hacía en general.

-Lo siento Hedwig, pero esta noche te necesitaba –se disculpó, cuando la lechuza le mordió un dedo un poco más fuerte que cuando lo hacía de cariño-. Necesito que lleves esto a Snape.

La lechuza salió volando, y Harry decidió irse a dormir. Era poco probable que Snape le respondiera, y menos de inmediato.

(corte)

Harry se acercó con temor el lunes en la tarde a la clase de pociones. Cualquiera fuera el efecto que su carta hubiera tenido, ahora lo sabría.

Ron y Hermione estaban a su lado, y miraban a Malfoy extrañados. Cuando esa mañana le habían contado que la noche anterior Draco Malfoy lo había andado buscando, Harry terminó contándoles algo de lo que pasó el verano. No les dijo gran cosa, salvo que el chico también había ido a parar ahí en las vacaciones, y que desde entonces se soportaban mucho más que antes. No reconoció, en ningún caso, que fueran amigos.

Finalmente Snape abrió la puerta, y Harry tragó saliva. El profesor tenía la cara de siempre (de desagrado total), y no lo miró ni más ni menos que al resto, ni más mal ni mejor que las clases anteriores. Fue tanto así que, durante la clase, Harry llegó a temer que la carta no le hubiera llegado. Pero eso era casi imposible. Hedwig era muy confiable, y no digamos que el viaje para entregar la carta fuera largo.

Ya casi iba a terminar la doble clase de pociones, y Harry ya había desistido de tratar de averiguar por su cara lo que había pensado de su carta, cuando Snape dejó de dar vueltas por entre las mesas para verificar lo que los alumnos estaban haciendo. Se fue a sentar un momento a su escritorio, que estaba justo frente al de Harry, y se quedó mirándolo fijamente.

Es difícil ignorar a alguien que a uno lo mira fijamente, sobre todo cuando esa persona se encuentra sentada a escasos dos metros. Harry no pudo dejar de levantar la vista, y ambos se quedaron mirando por unos segundos. Nadie en la clase parecía notarlo, porque estaban todos apurados tratando de terminar a tiempo la poción de ese día (una crema que, aplicada en la piel, servía para protegerse del fuego).

Snape dejó de mirar al chico, y se puso nuevamente de pie para ordenarle a sus alumnos que embotellaran las pociones y las marcaran con sus nombres. Y que-dejaran-todo-limpio-o-nadie-salía.

Harry rápidamente hizo lo que le decían, a pesar de que su poción no estaba del color cristalino que suponía debía estar, ni tenía la consistencia de mermelada que debía tener. La suya era aguachenta, y de un color celeste claro medio turbio. Debía reconocer que había estado bastante distraído durante la clase.

Snape se dio unas vueltas por la clase, como siempre lo hacía, para verificar que nadie hiciera trampa embotellando la poción de un compañero que la hubiera hecho mejor. Finalmente volvió al frente de la clase, y miró con desprecio dentro del caldero de Harry.

-¿Qué se supone que estamos estudiando aquí, Potter? –comenzó a preguntarle, con el claro propósito de dejarlo en ridículo, como la hacía la mayoría de las clases.

-Pociones –respondió Harry, obligándose a permanecer educado.

-¿Qué clase de pociones? Recuérdamelo, Potter.

Harry notó que la mayoría de la clase se había quedado en silencio, y lo miraba.

-Pociones a base de líquenes –respondió.

-¿Y me puedes decir entonces, Potter, de qué líquenes y en cuanta cantidad le agregaste a tu poción?

Harry trató de recordar, y de pronto cayó en cuenta del error que había cometido en la preparación de la poción. En ningún momento le había agregado los líquenes molidos que se suponía debía agregarle. De hecho: el frasco con ellos se encontraba en su escritorio, cerrado y sellado como cuando lo fue a buscar al armario de los ingredientes.

-Olvidé agregarle los líquenes molidos –reconoció Harry.

Snape sonrió con desprecio y se dirigió al resto de la clase.

-Pueden irse –dijo.

Todos se miraron, extrañados de que Snape los dejara irse un poco antes, y sobre todo sin dejar limpio primero. Cuando volvió a abrir la boca, para dirigirse a Harry, todos entendieron que el profesor no se estaba volviendo loco, sino que estaba molestando a Potter, como era su costumbre.

-Potter va a limpiar esta mazmorra hoy, para ver si esta cabeza –dijo burlonamente, tocando el casco-burbuja que envolvía la cabeza del chico, como quien toca cuando llama a la puerta (produciendo un sonido de "toc toc" que hizo reír a varios Slytherin)- aprende a poner más atención a lo que está haciendo.

Harry comenzó a ordenar sus cosas, mirando con envidia a los compañeros que se iban. Draco por una parte, y Ron y Hermione por la otra, le dirigieron miradas de empatía.

Snape se fue a sentar a su escritorio, y se cruzó de brazos viendo como Potter terminaba de guardar ingredientes, lavaba calderos, morteros, cucharas y otras cosas, los secaba, los guardaba, y evanecía los restos de ingredientes que quedaban sobre las mesas.

Harry trabajó callado, obligándose a no provocar al brujo, que lo observaba sin decir una palabra. Esperó en todo momento que hiciera una alusión a la carta que le había enviado, pero el brujo no decía nada. Finalmente, cuando Harry terminó de limpiar y se acercó a su mesa a buscar sus cosas, ya no aguantó más y preguntó:

-Anoche le escribí una carta –explicó-. ¿La recibió?

-Si Potter.

Harry lo quedó mirando, esperando una reacción. Cómo esta no venía, decidió ser más explícito.

-¿Y? ¿Me perdona?

-No –respondió Snape.

Harry sintió como si se acabara de tragar una piedra grandota, y le pesara en el estómago.

-No por ahora, al menos. Si ya terminaste, puedes irte –le dijo Snape, dejando en claro que la conversación había terminado.

(corte)

Llegó finalmente el viernes, último día de clases antes de las vacaciones de fin de año. Ron y Hermione hicieron sus maletas con desgano, luego de que Dumbledore se negara a dejarlos ir a quedarse con Harry a la torre del profesor Lupin, y se negara también a dejar a Harry pasar las vacaciones en la torre de Gryffindor.

Harry les dijo que no importaba, que no se preocuparan, que estaría bien. Pero se le apretó la garganta el sábado por la mañana, cuando vio el montón de alumnos del colegio que se alejaba del castillo para reunirse con sus familias, a través de las ventanas que estaba limpiando esa mañana. En un ataque de impotencia pateó el balde con agua que tenía a su lado, derramando el contenido por varios metros de pasillo. Casi de inmediato llegó Filch, que comenzó a increparlo mientras lo obligaba a limpiar la embarrada que había dejado.

Ninguno de los dos vio que McGonagall los observaba, desde una puerta abierta no lejos de ahí. La bruja tenía la expresión triste, y se dirigió rumbo a la oficina del director.

(corte)

Dumbledore se encontraba sentado junto al fuego, tarareando un villancico mientras recortaba una guirnalda en un papel dorado, cuando Minerva McGonagall llamó a la puerta.

-Pasa Minerva –dijo el anciano, que había reconocido la forma de tocar la puerta de su subdirectora.

La bruja entró con aire preocupado, y pareció molestarse ligeramente al ver al director haciendo guirnaldas.

-¿Qué pasa Minerva? –le preguntó el anciano, mientras le indicaba un sofá junto al de él.

-Estoy preocupada por Potter.

-Si yo también –aceptó en brujo pensativo.

-Si, supongo –respondió la bruja en forma algo irónica, mirando la guirnaldas que habían estado manteniendo ocupado al director hasta antes que ella llegara.

-Es un tema complicado –aceptó el anciano.

-Creo que hay que dejarlo volver con sus compañeros –lanzó la bruja, para ir al grano-. No podemos expulsarlo, pero no lo podemos dejar eternamente aislado. No es correcto.

-Yo también estuve pensando en eso –respondió Dumbledore-. Además hay otro problema. Varios de los alumnos han comentado a sus padres lo ocurrido, y he recibido varias lechuzas pidiendo explicaciones. Algunos parecen molestos por la irregularidad de no expulsar a un alumno, y otros por mantenerlo aislado y fuera del sistema de casas.

-¿Te han hablado de eso en el consejo escolar?

-Si. Piden que regularice la situación. Que o lo expulse, o lo reintegre, o lo suspenda. Piden que me atenga al reglamento, en resumen.

-¿Y? ¿Qué piensas hacer?

-Expulsarlo, no. Harry necesitará lo que aprende aquí. Pensé en suspenderlo, pero no quiero que pierda clases en el año en que pasa los TIMOS. Lo que no me deja más opción que reintegrarlo. Pero tengo un pequeño problema...

-Severus Snape –murmuró la bruja.

-En efecto. No creo que sea correcto ofrecerle un borrón y cuenta nueva a Harry, dando por olvidado lo que le hizo.

-¿Le comentaste a Severus lo que te solicitó el consejo?

-No todavía. Estaba esperando las vacaciones para resolver este tema con tranquilidad.

-Los alumnos que se iban ya dejaron el castillo. Severus debe estar en su oficina ahora. ¿Lo voy a buscar? –se ofreció McGonagall.

-Si, gracias. Mejor resolver este problema lo antes posible.

(corte)

Draco Malfoy era otro habitante del castillo que no se había ido a pasar las vacaciones a otra parte. No podía ir dónde sus padres, y su prima no lo vendría a buscar sino hasta el lunes, cuando volvía de Tasmania.

El chico iba caminando por los pasillos, sin nada mejor que hacer, cuando se topó con su amigo Harry, que seguía limpiando ventanas.

-Hola Cabeza Rajada –lo saludó, y se paró a su lado. Luego miró uno de los vidrios que Harry ya había limpiado-. Aquí te quedó una mancha –agregó, indicando un puntito en el vidrio.

-Si viniste a molestar, mejor te largas Malfoy –le respondió Harry. Ya era desagradable pasarse el sábado por la mañana limpiando ventanas, para que viniera el otro a encontrarlo mal hecho. ¿Qué diablos le importaba?

-¡Era una broma! –se defendió Draco, riendo-. Diablos... veo que estás de mal humor.

Harry no respondió, y continuó refregando el vidrio.

-¿Te vas que quedar todas las vacaciones en el colegio? –le preguntó Draco para cambiar de tema.

-¿Y tú que crees? –le respondió el otro sin mirarlo.

-Ya veo.

Se quedaron en silencio unos momentos. Harry se bajó del piso en el que estaba, y lo corrió un par de metros hacia el lado que le faltaba por limpiar. Draco tomó el cubo con agua, y lo llevó dos metros más allá, para ayudar.

-Gracias –murmuró Harry-. ¿Y tú? ¿Clavado aquí también?

-Si, pero sólo hasta el lunes. Laure vendrá a buscarme ese día.

-Suerte la tuya –murmuró Harry.

Draco se quedó mirando por la ventana, pensando en lo divertido que resultaría invitar a Harry a casa de su prima. A ella seguramente no le importaría. El asunto difícil era conseguir que le dieran permiso a su amigo. ¿A lo mejor si hablaba con el director él mismo?

-Nos vemos más tarde, Harry –se despidió Draco. Iría a hablar con el director ahora mismo. Pero no le diría nada a su amigo, hasta que el viejo hubiera dicho que bueno. Con Laure hablaría luego. Ella seguro que no se opondría a que llevara a un amigo.

-Nos vemos –se despidió Harry sin mirarlo. Pero, apenas Draco desapareció por una esquina, Harry tiró el paño al cubo y apoyó la frente en el vidrio. Todos se iban. Hasta Draco, con todos los problemas que tenía con Voldemort y sus padres, igual podía irse a pasar la navidad a otra parte, con su prima. Pero a él en cambio, no lo dejaban ir a ninguna parte. Remus no lo había dejado ir a pasar las vacaciones con su padrino, por temor a que el ministerio le siguiera la pista y diera con Sirius. Y los Weasley ni siquiera se habían molestado en invitarlo este año. Y más encima se tendría que quedar encerrado en la torre por varios días, por culpa de la luna llena. Remus no lo dejaba salir esos días en que él no podía estar con él.

-¡Deja de auto-compadecerte, estúpido! –se gritó a si mismo, dándole con el puño al vidrio que tenía frente a él. Éste se quebró, y le hizo una herida en la mano, que comenzó a sangrar.

Harry rápidamente sacó la varita, y con la mano izquierda intentó reparar el vidrio antes de que apareciera Filch. Le costó tres intentos, pero finalmente lo logró. Dejó todo ahí, para seguir luego, y se fue a la enfermería. La mano no se la podía arreglar él.

(corte)

Mientras tanto, Draco se encontraba parado frente a la gárgola de piedra, preguntándose cual sería la contraseña para subir a ver al director. Estaba en eso cuando aparecieron McGonagall y el jefe de su casa.

-¿Qué quiere, señor Malfoy? –le preguntó la bruja, con algo de impaciencia.

-Hablar con el director.

-Ahora está ocupado. Vuelve a la tarde –le respondió ella con un tono que daba por terminada la conversación.

-¿Te puedo ayudar yo? –le ofreció Snape.

-Ojalá... -murmuró Draco-. Pero no, necesito hablar con él.

-¿Y qué necesitas hablar con él? –preguntó McGonagall molesta, porque quería subir a ver a director pero no quería decir la contraseña frente a un alumno.

-Es que quiero invitar a Potter a mi casa a pasar las vacaciones. Y le quería preguntar si se podía. No sé a quién más preguntarle. ¿Debo hablar con el profesor Lupin?

-Tú vives con una pariente, ¿verdad? ¿Está ella de acuerdo? –preguntó McGonagall.

-Si, vivo con mi prima. Ella está de acuerdo –mintió Draco-, siempre que a Harry le den permiso.

Snape se quedó mirándolo en silencio. No era asunto suyo, lo sabía, pero conocía al par de chicos. Si Dumbledore le daba permiso a Potter, que los Dioses se apiadaran de Laure Walters...

McGonagall en cambio estaba pensando que no era mala idea. Tal vez Harry Potter llevaba demasiados meses encerrado, y un cambio de aire podría ser exactamente lo que estuviera necesitando. Se paró frente a la gárgola y dijo la contraseña (lolypop). Luego le hizo señas a Draco para que subiera.

Dumbledore se quedó mirando a los que entraron, extrañado de que Draco Malfoy viniera con ellos.

-El señor Malfoy quiere invitar a Harry a casa de su prima a pasar las vacaciones –explicó McGonagall-. Ella está de acuerdo.

Dumbledore se quedó pensando. No le gustaba la idea de dejar que Harry se fuera a casa de extraños. Aunque confiaba en Laure y en Draco, prefería mandarlo a casa de sus tíos. Estaba indeciso. Miró a su subdirectora, que tenía cara de "yo que tú lo dejo".

-No lo podemos tener encerrado en Hogwarts para siempre. Y sus tíos jamás lo han querido recibir para las vacaciones de navidad. Creo que, tomando algunas medidas de seguridad, no tendría que haber problemas –continuó McGonagall.

-¿Y tú que piensas? –le preguntó Dumbledore a Snape, todavía no muy convencido.

Snape se sorprendió de que le preguntaran a él de si el mocoso podía irse pero, como era su costumbre, su cara permaneció neutral.

-Por mi puede mandarlo a la luna si quiere, señor director –respondió en un tono frío-. Con solamente pasaje de ida.

Dumbledore lo quedó mirando unos segundos, algo triste, y se volvió hacia McGonagall, y luego hacia Draco.

-Está bien, por mi puede ir. Pero dile a Harry que para otra vez venga él mismo a hablar conmigo. Y dile también que quiero hablar con él antes de que se vayan.

-Está bien –respondió Draco con entusiasmo. Se alejó hacia la puerta, y antes de salir se volvió, y agegó:- ¡gracias!

-Bueno, señor director. Ahora que ya superamos el tema "Potter" –dijo Snape con particular desprecio en la última palabra-, ¿qué necesita hablar conmigo?

-En realidad Harry sigue siendo el tema... –comenzó a explicar Dumbledore, pero Snape lo interrumpió con un resoplido entre burlón y molesto.

-Él ÚNICO y GRAN tema de este colegio al parecer...

-No me interrumpas, Severus –le respondió Dumbledore con dureza-. Es una falta de respeto.

-El respeto debe ser mutuo, señor director –respondió Snape con frialdad.

El anciano suspiró, pero fue la bruja la que habló.

-No importa las diferencias que tengan, Severus –le dijo en tono de reproche-. Es el director, y un colega, y le debes respeto.

-¿Qué harías tú, Minerva, si Draco Malfoy, por ejemplo, entrara a tu dormitorio y te registrara tus cosas? –preguntó Snape, desafiante-. ¿Qué harías si además te faltara el respeto?

-Por favor no discutan –intervino el anciano-. El asunto que tengo que hablar contigo es delicado, Severus. Por favor siéntense...

(corte)

Draco se tardó un tiempo en dar con Harry, pero finalmente lo encontró dándole explicaciones a Filch de por qué no podía seguir limpiando ventanas, mientras le mostraba la mano que la señora Pomfrey acababa de curarle.

-¡Lo hiciste a propósito, mocoso! –le gritó Filch, mientras lo amenazaba con el escobillón que tenía en la mano-. ¡Todo para no cumplir con tu castigo!

-¡Fue un accidente! –se defendió Harry-. Y la señora Pomfrey me prohibió que usara esa mano por dos días. ¿Qué quiere que haga?

-¡Entonces desaparece! Pero el director se enterará de esto –lo amenazó Filch.

Harry y Draco se fueron rápidamente.

-¿Qué te pasó en la mano? –le preguntó Draco, una vez que estuvieron a varios pasillos de distancia de Filch.

-Se me quebró una ventana y me corté con los vidrios –explicó Harry.

-¿Te duele?

-No.

-Te tengo una muy muy muy buena noticia –le comentó Draco.

Harry lo miró con cara de interrogación.

-¡Dumbledore te acaba de autorizar para ir a pasar la navidad a mi casa, con Laure!

-¿En serio? ¿Y cómo lo convenció tu prima? –preguntó Harry extrañado, pero visiblemente exitado ante la idea.

-Eh... -Draco miró hacia ambos lados del pasillo en el que se encontraban, pero sólo había un perro chapoteando en un charco, en uno de los cuadros del muro. Al ver que nadie los estaba escuchando continuó:- Bueno, en realidad, ella todavía no lo sabe.

Harry lo miró con cara de "Esto no va a resultar".

-No te preocupes –continuó Draco-. Ella estará de acuerdo si sabe que Dumbledore te dio permiso.

-Y asumo que Dumbledore me dio permiso, porque creyó que Laure estaba de acuerdo –dijo Harry.

-En efecto.

-Bueno, no creo que resulte –respondió Harry con menos entusiasmo-. Pero igual, gracias.

-Lo pasaremos bien, no te preocupes.

(corte)

Los días hasta el lunes transcurrieron tranquilos. Harry y Draco mantuvieron un perfil bajo, para evitar meterse en problemas antes de que Laure los viniera a buscar.

A Severus Snape, por su parte, se le vió poco esos dos días. Estaba furioso. Muy furioso. Aunque entendía los motivos para que el director re-incorporara al chico Potter, no estaba contento de ver al muchacho salirse con la suya. Finalmente decidió sacarle partido al asunto: ya que el muchacho sería perdonado, sin que él pudiera evitarlo, le cobraría lo de la carta. El chico le había ofrecido contarle todo lo que sabía, a cambio de nada. Dudaba que hubiera podido averiguar mucho, pero a lo mejor Granger había conseguido algún dato con el chico Krum. Pero tendría que hablar con Potter antes de que se fuera, ya que el director le diría que podía volver a Gryffindor a la vuelta de las vacaciones...

Y fue así como el domingo en la mañana, cuando Snape ya sentía que podía tener al chico frente a él sin estrangularlo, fue a buscarlo a la estancia de Lupín, aprovechando que le tenía que llevar al hombre lobo la poción que se tenía que tomar para cada luna llena.

Harry se encontraba aburrido, sentado en su ventana (y todavía en pyjama) contemplando el paisaje, cuando sintió la voz de Snape en la salita de la estancia de Lupin. No le prestó mayor atención, ya que estaba acostumbrado a que viniera antes de cada luna llena. Se sorprendió bastante cuando Lupín abrió la puerta de su cuarto, y le anunció que el profesor de pociones quería hablar con él.

-¡Vístete de una vez, Harry! –le dijo Lupín, al ver que seguía en pyjama-. ¿Acaso te vas a pasar el día entero sin vestirte?

-Bueno... -respondió Harry bajándose de la ventana.

-No quiero que te vuelvas a subir a la ventana –continuó Lupín-. Es peligroso.

-Está bien –respondió Harry nuevamente, en tono mecánico. ¿Qué querría Snape con él?

Cuando Harry salió finalmente a la sala, ya vestido, encontró a Snape que lo esperaba con cara de fastidio.

-Buenos días Professor –lo saludó Harry con cortesía.

-Buenas tardes Potter –le respondió Snape en tono sarcástico.

Harry pensó en contestarle algo pesado, pero se contuvo. No pensaba meterse en problemas a un día de irse con Draco. Además, le había prometido a Snape que no le volvería a faltar el respeto.

-¿Quería hablar conmigo?

-Si, Potter. Pero no aquí. Acompáñame –le ordenó dirigiéndose a la puerta.

Harry se acercó al cuarto de Lupín.

-Voy a estar donde el professor Snape –le avisó Harry.

-Está bien –le respondió Lupín. Luego agregó en tono más bajo, para que sólo Harry pudiera oirlo:- Por favor compórtate...

-No te preocupes –lo tranquilizó Harry.

(corte)

Harry no pudo evitar sentir un escalofrío en la espalda al verse en el despacho de Snape, sólo con él, con el castillo casi vacío. Suponía que Snape sólo quería que le contara lo que sabía sobre el parentezco entre Sirius y él, pero de todos modos sentía algo de temor, que aumentó cuando el brujo insonorizó la puerta.

Snape le hizo signos de que se sentara, y se sentó él mismo. Quedó mirando al chico unos segundos.

-Quiere que le cuente lo que he averiguado ¿verdad? –le preguntó Harry, al ver que el otro no decía nada.

-Exactamente, Potter.

-Bueno... ¿Recuerda la foto que tenía Hermione a principios de año? –comenzó Harry. Al ver que Snape asentía con la cabeza, continuó-. Pues el tipo del retrato era el novio de la hermana del abuelo de Viktor Krum. La chica junto a él era la novia. O sea, la hermana del abuelo de Viktor Krum. El cuadro había sido pintado en 1960, cuando el novio, que era inglés, había ido a pasar las vacaciones a la casa de la familia de su novia, la familia de Viktor Krum.

-¿Sabes sus nombres? –le preguntó Snape.

-El tipo se llamaba Solon Hartmann, y la novia se llamaba Syna Krum.

Snape tomó nota.

-Continúa...

-Bueno, ellos eran novios, y a los meses de que él había vuelto a Inglaterra, ella escapó de la casa de sus padres y se fue a Inglaterra detrás de él. Pero él había muerto meses antes, y ella parece murió también.

Snape lo quedó mirando.

-¿Puedes ser más específico?

-Por lo que Viktor le contó a Hermione, cuando ella le pidió que le contara sobre el retrato de la foto, Solon volvió a Inglaterra unos días después de que habían hecho el retrato. Cinco meses más tarde Syna, escapó de la casa de sus padres. Ellos lo supieron porque una elfina de la casa la había descubierto. Al principio no la buscaron, porque estaban enojados con ella, pero después comenzaron a preocuparse, porque no sabían nada de ella. Viajaron a Inglaterra para buscarla, y se enteraron que Solon había muerto meses antes, días antes de la fecha en que Syna había huido. La buscaron, pero no la encontraron. Supieron que ella había muerto, por alguna magia que hicieron, pero no dieron con su cuerpo.

Snape se quedó mirando a Harry en silencio. De pronto comprendió toda la historia. De pronto la chica que había dado a luz a mellizos en el hospital la Gloria, en 1961, tenía nombre y rostro. Se llamaba Syna Krum. Su madre se llamaba Syna Krum. Su padre se llamaba Solon Hartmann. Y probablemente el chico de la foto que Draco y Potter habían encontrado en el verano era él, su padre. Tendría que revisar el registro de alumnos nuevamente, para corroborar que había un alumno en esos años que se llamaba así...

-Yo creo que ellos pudieron ser los padres de mi padrino y de usted –se aventuró a decir Harry, al ver que el profesor no había dicho nada-. Por las fechas, todo coincidiría.

-Puedes irte, Potter –le dijo Snape.

-¿Pero, piensa usted que eso es posible? –le preguntó Harry con curiosidad.

-Eso no es algo que vaya a conversar contigo, Potter. ¿Tines algo más que contarme?

-No.

-Entonces vete.

-¿Cuándo se lo dirá a Sirius? –se atrevió a preguntar Harry.

-Eso no es asunto tuyo Potter.

-Pero él tiene derecho a saberlo...

-Vete, Potter. Y no te atrevas a entrometerte en este asunto.

-Pero...

-¡Sale que aquí, Potter! –le dijo Snape finalmente enojado, poniéndose de pie.

Harry decidió no enojar más a Snape, y salió de inmediato del despacho. No pensaba tener problemas por su culpa. Tenía más deseos de ir a pasar lo que quedaba de vacaciones con Draco, que de saber más del asunto de los Eses.

(corte)

Snape sacó de un cajón la copia que había hecho de la foto de Hermione Granger. Contempló el retrato. Un detalle en la foto. Esos eran sus padres, probablemente en los días de su concepción. Contempló a Syna Krum. Parecía feliz en el retrato. ¿Ya estaría embarazada cuando posó? Nunca lo sabría, probablemente.

Sus padres... ambos muertos jóvenes.

Snape tocó la foto y se sintió deprimido. La guardó nuevamente y se tomó la cabeza con ambas manos.

(corte)

Cuando Laure llegó, el lunes, se sorprendió de encontrar a dos chicos esperándola en vez de uno. Antes que nadie, Draco corrió por el parque a su encuentro para hablar con ella antes que los adultos.

Harry no lucía como Harry Potter. Dumbledore había considerado prudente hacerlo pasar por otra persona mientras estuviera fuera de Hogwarts. Mientras Draco corría a recibir a su prima, el anciano aprovechó de hacerle a su protegido unas últimas recomendaciones.

-No olvides tomarte un trago de poción cada una hora. ¡No se te puede olvidar! Y recuerda dormir con la cortina cerrada, y tomarte la poción primera cosa en la mañana.

-Si, no lo olvidaré. No se preocupe –prometió Harry como por enésima vez.

-Y pórtate bien –agregó Dumbledore.

-Si...

Laure se sorprendió de que Dumbledore hubiera aceptado que Harry fuera a pasar algunos días fuera del colegio, pero no se hizo mayor problema. Se enojó un poco con Draco por haber inventado que ella estaba de acuerdo. Pero, cuando entró al vestíbulo, le siguió la corriente a su primo actuando como si ella estuviera enterada de que Harry venía con ella.

Con Draco con el anillo de invisibilidad de Laure, y Harry bajo su propia capa, ambos acompañaron a Laure a Hogsmeade y a las tres escobas, desde donde el trío tomó un traslador hasta el edificio dónde vivía Laure.

El departamento estaba ordenado, y Draco se sintió contento de estar nuevamente "en casa". Le dio un rápido tour a Harry (muy rápido, ya que el departamento era diminuto: dos dormitorios, un baño, una sala-comedor, y la cocina).

-Yo tengo que volver a mi trabajo ahora, Draco –dijo Laure-. Pórtense bien mientras no estoy. No salgan del departamento. Y preferiría que no abrieran las ventanas.

Se acercó a la puerta, y de pronto recordó algo y se volvió.

-Y otra cosa: nada de hongos. ¿Está claro? –preguntó con voz amenazante.

-Si prima, ve tranquila –la tranquilizó Draco.

-Si, no se preocupe –le dijo Harry.

Cuando se hubo ido, ambos chicos se miraron.

-En realidad es una lástima que hubieran eliminado todos los hongos del colegio... -murmuró Harry.

-Igual... prefiero no andar con el trasero adolorido –aseguró Draco.

-Hace meses que no quemo un hongo –suspiró Harry.

-Si, yo tampoco –contestó Draco con pesar-. Pero, aunque tuvieramos hongos, de todos modos preferiría no quemarlos. Ya te dije: no quiero tener algo invisible golpéandome. ¿Te muestro mi colección de licores mejor? –sugirió Draco llendo hacia un mueble de la sala-. ¡Hay un montón de recetas que se me han ocurrido en los últimos meses, y no podía esperar para llegar aquí y prepararlas.

-Está bien –contestó Harry animado.

-Voy a preparar algunas fórmulas que he anotado, y tú me darás tu opinión –sugirió Draco.

(corte)

Snape entró en el registro de alumnos, y se fue directo hacia los alumnos ingresados en 1941, asumiendo que la foto que Draco y Harry habían encontrado en el verano había sido tomada a Solon Hartmann en su séptimo año (la fotografía había sido datada como junio de 1948). Efectivamente, ahora que sabía el nombre del que estaba buscando, rápidamente encontró que Solon Hartmann había ingresado al colegio en septiembre de 1941. Anotó el nombre de sus padres (¡Sus propios abuelos!), y la dirección que tenían en esa época. Era en Londres. ¿Vivirían todavía ellos? Lo dudaba. Pero algún pariente debía de quedarle... De hecho, si Viktor Krum era nieto del hermano de su madre, entonces aquel chico, estrella del Quidditch, era su sobrino.

Snape contempló el vació... ¡Tenía al menos un sobrino! Granger seguramente conoció a la mitad de sus parientes en el verano, sin saberlo, de visita en casa de Krum.

Cerró los ojos. Tenía familia. Tenía un hermano, de hecho. No le gustaba para nada, pero tenía un hemano. Y tenía un sobrino. Y podía ir a Londres y buscar a los Hartmann que quedaran vivos. Por el lado de los Snape no tenía parientes cercanos vivos. Era hijo único. Sus padres adoptivos también lo habían sido, y ambos estaban muertos. Black tenía a Harry como ahijado. Se rió pensando en la ironía... ¡Harry Potter vendría siendo algo así como un sobrino político!

De pronto se encontró terriblemente sólo. Deseó conocer a tanta familia que se había perdido por todos esos años. Deseó ir a desenterrar a su madre de aquel bosque contiguo al antiguo hospital La Gloria. Deseó conocer la tumba de Solon Hartmann, su padre. Deseó enterrar a Syna Krum junto a él.

Aunque eran las vacaciones, sus obligaciones de jefe de Slytherin no le permitían alejarse del colegio durante las vacaciones. Salvo que consiguiera que algún colega se hiciera cargo de los cuatro chicos de su casa que no se habían ido para las vacaciones. A lo mejor Albus podía hacerse cargo. Mal que mal, le debía unos cuantos favores después del perdonazo que pensaba otorgarle a Potter.

Decidido cerró el registro de alumnos y se encaminó al despacho del director.

(corte)

Algunos tragos más tarde, Draco y Harry se encontraban esperablemente ebrios. Estaban felices.

-¡Otrrrrrrrooooooo! –gritó Harry dejando su vaso en la mesa de la cocina-. Pe-pero esta vez pon... pon... le más de esa cosa roja de ahí ¿yaaaaaaaaaaa? –dijo indicando la botella de licor de guinda.

-A la o-orden –dijo Draco, y de inmediato comenzó a agregar gererosas cantidades de varias botellas a su coctelera, y la agitó con lo que el pensaba que era mucha energía (pero que a alguien sobrio le hubiera dado más bien pena).

-Que lin-linda tu p-p-prrrrima –comentó Harry entre hipos-. Me gusta m-m-nucho ¿sabes?

Draco lo quedó mirando. Dejó de agitar la coctelera y la depositó con fuerza sobre la mesa. Lo apuntó con un dedo incierto (pués veía a su amigo en triplicado).

-No... no... no te atrevas... Es MI p-p-prima. Ha-harry. ¡Te lo prohibo! ¿Me escuchas? ¡¡¡TE LO PRO-PRO-PROHIBO!!!

Harry lo miró desconcertado. ¿Por qué Draco estaba tan enojado?

-No te enoooojes, D-draco –le respondió.

-¡Es MI prima! –insistió Draco caminando con pasos inseguros hacia Harry.

-Si sé –insistió Harry algo asustado- R-r-relájate...

-Es que con mi mipra... prima... no te metes... -insistió sin escuchar a Harry.

Estaba diciendo eso cuando el chico se tropezó con un corcho, y se calló de espaldas. Su cabeza sonó "TUMB" al chocar contra el suelo, y no se movió más. Asustado, Harry se puso de pie.

-¡Draco! –le dijo tratándo de reanimarlo-. ¡Draco! ¡DRACO! ¡¡¡DRA-DRACOOOOOOOO!!!

Harry entró en pánico. Estuvo algo más conciente que unos momentos antes. Necesitaba pedir ayuda... Necesitaba ayuda. Draco parecía muerto. ¿Cómo podía ubicar a Laure? Fue al baño y se lavó la cara con mucho agua fría. Luego, con la mente más fría, pensó en alguna solución.

Se desesperó por unos minutos al no encontrarla. En el departamento no había chimenea. ¡Ni siquiera había un teléfono! ¡Pero tenía a Hedwig!

Volvió donde Draco y constató que estaba helado. Lo arrastró como pudo hacia su cama y lo tapó hasta las orejas. Cuando terminó estaba agotado.

-Tengo que escribirle a Laure para que vuelva –murmuró-. Pero le dolía mucho la cebeza, y estaba mareado.

Harry se sentía tan extenuado que decidió recostarse unos segundos antes de ir a buscar pergamino y pluma.

Y se quedó dormido.

Algunas horas más tarde, cuando Laure llegó, se sorprendió de no sentir ningún ruido. Se acercó al dormitorio de su primo y el olor a alcohol la sorprendió. Se enojó bastante al comprender que habían estado bebiendo demasiado, y se enojó todavía más cuando vió que en la cocina estaba todo tirado.

Rápidamente se fue al dormitorio de su primo y prendió la luz.

-¡Despirten! –les dijo-. ¡Y vayan a ordenar el desorden que dejaron en la cocina!

Harry abrió los ojos desconcertado, y se tardó varios segundos en recordadr dónde se encontraba. De pronto recordó que Draco se había caído, y lo miró preocupado. Pero suspiró alviado al ver que su amigo estaba despertando igual que él.

-¡Ay! –exclamó Draco llevándose la mano a la nuca-. ¡Me duele mucho la cabeza!

-¡Eso te pasa por andar bebiendo sin control! –le dijo su prima-. ¿Cómo se les ocurre hacer eso? ¡Vayan a ordenar todo lo que dejaron! ¡Y se acabó tu pasatiempo de hacer tragos, Draco! Voy a botar todas esas botellas!

-¡NO PRIMA! -¡No lo hagas por favor! –le rogó Draco saltando de la cama. Pero se mareó y se calló al suelo.

-¡Mira cómo estás de borracho! –se enojó su prima, y de un tirón lo puso de pie nuevamente-. Levántate, ordena lo que dejaste, ¡y sólo después te acuestas! ¡Y tú también Harry!

Harry miró preocupado como Draco se llevaba nuevamente la mano a la nuca, con una intensa mueca de dolor. No parecía recordar lo ocurrido. Pensó en contarle a su prima, pero al verle la cara de enojo desistió, y siguió en silencio a su amigo a la cocina.

Para cuando terminaron de limpiar la cocina ya era muy tarde. Ambos se fueron a la cama después de que Laure les dio otro discurso sobre lo irresponsables que eran. Finalmente Laure dejó de retarlos y llevó un sofá cama de la sala al dormitorio de Draco, para que Harry durmiera.

Cuando finalmente ambos estuvieron acostados, y Laure desapareció apagando la luz, se encontraron inmersos en la oscuridad e inexplicáblemente desvelados.

-Draco ¿Estás durmiendo? –le preguntó Harry en un murmuro.

-No –murmuró Draco-. No me puedo quedar dormido. Me duele mucho la cabeza. Y tengo mucha sed.

-Yo también tengo sed –murmuró Harry-. Me gustaría tomarme otro trago.

-A mi también –suspiró Draco-. Pero Laure vació todas las botellas en el lavaplatos. ¡No me dejó ni siquiera jarabe de granadina!

-Que lástima... -respondió Harry-. Lo siento.

-Si, es una lástima. ¡Una pérdida!

-Me muero de ganas de tomarme un último trago... murmuró Harry.

-Yo también –se quejó Draco.

Se quedaron en silencio unos segundos, contemplando el techo ahora que sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad.

-Se me ocurre algo... -dijo Draco de pronto.

-¿Qué cosa?

-¡Podríamos ir a un bar! Yo tengo algo de dinero muggle. Laure me lo dio en el verano.

-¿Ahora? –preguntó Harry inseguro, pero entusasmado.

-¿Y por qué no? Yo ya no siento nada de sueño. Si dormimos toda la tarde...

-Es verdad. Tu prima llegó pasadas las nueve. Y recuerdo que cuando estábamos bebiendo había luz como de las tres de la tarde.

-Por eso: es obvio que no dormiremos en toda la noche. ¿Por qué mejor no salimos? Me siento un poco encerrado aquí adentro. Quiero caminar, tomar aire fresco, y ojalá encontremos un bar y podamos beber algo.

Ambos estuvieron d acuerdo, y se levantaron. Draco abrió despacito la puerta de su dormitorio para no hacer ruido, y fue a ver a su prima. Volvió al cabo de unos segundos, tras verificar que ella dormía como un angelito.

Ambos se tragaron una dosis de la poción multijugos de Harry, y al cabo de unos segundos parecían dos hermanos gemelos. Ambos ignoraban a quién se parecían (a Harry le habían pasado la poción, pero nadie le había informado de quién era lo que habían usado).

La vida a veces es curiosa. Y hechos raros como sentarse en un montón de paja, y enterrarse la única aguja escondida en él, ocurren.

Los chicos no tardarían en averiguar a quién se parecían. Pero, cuando salieron a hurtadillas del departamento, todavía no lo sabían. Harry, en particular, no tenía idea que esa simple escapada nocturna revolucionaría bastante su vida.

Llevaban un buen rato caminando por la noche, que estaba muy helada, cuando encontraron un negocio abierto. Parecía de esos lugares en que sólo entran los hombres, muy tarde en la noche. No se veía nada para adentro, y unas luces de neón rojo y verde parpadeaban anunciando que estaban frente al Bar "Alí Babá".

-¿Qué diablos significa Alí Babá? –se preguntó Draco.

-Es el personaje principal de una historia muggle –le explicó Harry-. "Alí Babá y los cuarenta ladrones".

-¿Un libro?

-Eso creo –respondió Harry encogiéndose de hombros-. En realidad no tengo idea.

-¿Entremos? –sugirió Draco, intentando parecer casual a pesar de que se sentía bastante cohibido por el aspecto del lugar (pero no quería quedar como un gallina delante de su amigo).

-¡Claro! –respondió Harry con aparente entusiasmo (pués tampoco quería quedar como un niñito cobarde delante de Draco)-. Para eso hemos venido ¿no?

Ambos empujaron la puerta y entraron. El lugar estaba bastante oscuro y lleno de hombres. Había bastante humo y nadie los quedó mirando, como ambos habían temido al entrar. Vieron un par de asientos libres en un rincón del bar, y se fueron a sentar.

Una mujer vestida provocativamente se acercó a ellos al cabo de unos minutos.

-Buenas noches. ¿Qué van a querer?

-Eh... -murmuró Harry sin saber qué pedir.

-Vodka –respondió Draco.

-Si, yo también –dijo Harry, recordándo que lo había probado en casa de Draco.

La chica se rió, aparentemente del hecho que dos hombres exactamente iguales hubieran pedido exáctamente lo mismo. Finalmente se fue, y volvió al cabo de un rato con dos vasos.

Ambos chicos comenzaron a beber, aunque se sentían como peces fuera del agua. Gracias al humo que había en el ambiente, los dos desearon tener algunos honguitos que quemar, aunque ninguno dijo nada.

De pronto, Harry vió por el espejo de la barra una figura que conocía muy bien. Escupió el vodka que tenía en la boca, de la impresión. El hombrecito que venía entrando al bar era nada menos que Petigrew, el hombre que había traicionado a sus padres y que había ayudado a volver a Voldemort. Harry sintió pánico, al pensar que Voldemort sabía que se encontraban ahí y había mandado a uno de sus mortifagos a buscarlos. También tuvo ganas de lanzarle una maldición desde ahí mismo, ahora que por fin podía.

Draco estaba a punto de quejarse por el vodka que acababa de recibir en plena cara, cuando se le ocurrió mirar en la dirección que miraba su amigo. Se quedó petrificado donde estaba al ver que había entrado al bar al que sabía (por ser conocido de sus padres) que era un mortifago.

Ambos chicos sintieron pánico por unos segundos, hasta que recordaron que lucían como personas diferentes. Draco recordó ese hecho en voz baja, y ambos se miraron y suspiraron con algo de alivio. Sin embargo, a Harry le picaban las manos por tomar su varita. La sed de venganza se apoderó de su cerebro y de su razón. Quería matar al condenado traidor. Quería maldecirlo hasta que llegara al infierno, quería...

-¿Qué te pasa, Harry? –preguntó Draco preocupado, al ver a su amigo con esa cara.

-N... nada –murmuró Harry sin poder apartar la vista del recién llegado, que acababa de sentarse en la barra dándoles la espalda.

Sin embargo, si Petigrew acertaba mirar el espejo en la dirección correcta, podría perfectamente ver el reflejo del par de supuestos gemelos. Pero igual no podría reconocerlos, o eso suponían los chicos...

Todo sucedió en forma bastante confusa, y los chicos recordarían lo sucedido aquella noche como una extraña pesadilla.

Los chicos estaban comentando lo extraño que resultaba ver a un mago, supuestamente de sangre pura, bebiendo una bebida tan muggle como la cerveza de cebada. Y en eso estaban cuando Petigrew miró el espejo en dirección al reflejo de ellos y, para asombro de los chicos, los quedó mirando como si los conociera.

Petigrew escupió la cerveza que tenía en la boca al ver a los dos gemelos, y la chica que estaba detrás de la barra lo miró con asco. Los chicos se miraron asustados pensando que a pesar de la poción polijugo los había reconocido.

-¿Cómo es posible que nos haya reconocido? –murmuró Harry.

-No tengo idea –respondió Draco-. Lo mejor sería largarnos, pero él está más cerca de la puerta que nosotros. ¡Y ya nos vió!

-¿Es idea mía o parece asustado? –preguntó Harry.

Draco estaba encogiendose de hombros en señal de "quién sabe", cuando ambos vieron perfectamente que Petigrew se llevaba la mano al bolsillo y se pondía de pié.

Cómo uno solo, los dos chicos se llevaron la mano a sus respectivos bolsillos, por si tenían que defenderse. Petigrew caminó en dirección al baño, que estaba a solo un par de metros de los chicos, pero cuando estuvo al lado de ellos los miró y abrió la boca.

Harry no se hizo de rogar. El miedo y la sed de venganza hicieron que lo apuntara con su propia varita y lanzara un ataque antes que el otro.

cesare! –gritó Harry.

-¿Marcus? –alcanzó a preguntar Petigrew antes de que el hechizo le seccionara parte del cuello.

Petigrew calló al suelo, incapás de seguir hablando. Miraba a los chicos con autentico pánico en sus ojos.

En el bar se armó la grande. En medio de una confusión de gritos y hombres que huían despavoridos, los chicos consiguieron escapar. Corrieron cómo si los viniera persiguiendo Fluffy hambriento, hasta que llegaron al edificio. Por suerte el conserje no se encontraba, y pudieron subir al departamento sin que nadie los quedara mirando. Entraron lo más callados que pudieron, y ambos se dejaron caer en la cama de Draco para recobrar el aliento.

Después de varios minutos de respirar con dificultad lograron recomponerse un poco.

-Demonios... ¡en que lío nos hemos metido! –se lamentó Draco.

-¿Cómo diablos nos reconoció? –preguntó Harry.

-Creo que no fue a nosotros a quienes reconoció -comentó Draco-. Antes de que le cortaras el cuello nos miró a ambos y dijo "Marcus".

Fue Harry quién dijo lo que ambos estaban pensando.

-El tipo a quién nos parecemos por la poción multijugo se tiene que haber llamado Marcus.

-Y claramente era conocido de Petigrew –agregó Draco.

Los dos chicos se quedaron en silencio.

-¿Y qué voy a hacer ahora? –se lamentó Harry-. ¡Usé magia en vacaciones! ¡Y para matar a alguien más encima!

-Bueno, puedes alegar defensa propia –le sugirió Draco-. Y, de todos modos, en el bar nadie te conoce. Estaba oscuro, a lo mejor nadie siquiera recuerde nuestras caras.

-Es posible... pero de todos modos usé mi varita. ¡El ministerio sabrá que fui yo!

-Eso también es cierto –respondió Draco con pesar.

Ambos se quedaron en silencio. La cabeza de Harry funcionaba rápidamente, evaluando la situación. De pronto vió una luz de esperanza: los aurores del ministerio llegarían sin lugar a dudas al bar, y encontrarían a Petigrew. ¡Y entonces podrían saber que Sirius no lo había matado! Si no moría desangrado, a lo mejor hasta podían interrogarlo. Ese pensamiento le dio a Harry bastante más ánimo.

Al cabo de un rato, y producto del agotamiento y del alcohol, ambos chicos se quedaron dormidos con ropa y zapatos sobre la cama de Draco.

(corte)