Muchos saludos y cariños para todos los que lean esto. A los que se pregunten "¿Cómo está? ¿Sigue viva?" les responderé: estoy mejor, y vivo aún :) .

Finalmente, continué escribiendo esta fanfiction. A fin de no dejarlos esperando nuevamente, la escribí hasta el final antes de comenzar a subir capítulos. De modo que solamente me queda decirles: gracias por los reviews que me han dejado, y que disfruten los últimos 8 capítulos de "Un verano complicado".

Capítulo 49 ¿Qué hemos hecho?

Draco se despertó de pronto, poco después de haberse quedado dormido. Escuchaba claramente movimientos que venían desde el cuarto de su prima y por debajo de la puerta se colaba luz.

Recordó, como en una pesadilla, los acontecimientos de hace apenas un rato… y sintió pánico. Se preguntó si despertar a Harry, pero no lo hizo. Su amigo se podría poner nervioso, y eso delataría ante Lau que algo había pasado.

Curioso de la razón por la que su prima se encontrara levantada en medio de la noche, se puso de pie y, tras verificar en un espejo que ya no estaba bajo los efectos de la poción multijugos, se fue a verla a su cuarto.

–¿Qué haces levantado? –le preguntó ella, mientras se abrochaba los zapatos con rapidez.

–Te sentí levantada. ¿A dónde vas?

–Hay una emergencia cerca de aquí, y me solicitaron que fuera. ¿Confío en que los puedo dejar solos un rato sin que se metan en líos?

–Si, no te preocupes –respondió Draco, sintiendo un sudor frío. Disimulando su nerviosismo se atrevió a preguntar – ¿Qué pasó?

–Un ataque con magia, en un bar repleto de muggles…

Sin especificar nada más, Laure salió corriendo.

Draco tragó saliva. Estaba asustado. ¿Podrían los del ministerio descubrir de algún modo que habían sido ellos? ¿Tendrían algún modo de adivinar que Harry y él habían estado ahí esa noche?

En eso llegó Harry, frotándose los ojos de sueño.

–¿Qué fue ese portazo? ¿Qué pasa?

–Laure se tuvo que ir a trabajar, al parecer hay una emergencia ... ¿Se te ocurre dónde pudo haber sido, por casualidad? –respondió Draco con ironía.

Eso termino de despertar a Harry por completo.

–¿Al bar? ¿Tú crees que sepan… ya sabes… que nosotros estuvimos ahí?

–Laure no sospechaba nada cuando salió de aquí. ¿Crees que puedan de algún modo descubrir quién lo hizo?

Ambos chicos se miraron con miedo.

–Si llegan a hacerle el prior incantatem a mi varita –razonó Harry–, van a saber de inmediato que fui yo quién atacó a Pettigrew… Lo único que me queda esperar es que no lleguen a sospechar de mi. Tú estás salvado, no hiciste nada más que estar ahí…

–Ni tan a salvo. ¿Qué crees que va a decir mi prima si descubre que me salí de noche a beber a un bar muggle?

–Francamente, Draco, da lo mismo lo que Laure pueda pensar de nosotros por una escapadita, frente a una acusación por asesinato –respondió Harry algo exasperado.

–Ya… si sé que frente a lo del ataque, Laure no es un problema mayor. ¿Tú crees que Pettigrew haya muerto?

–Espero que si, porque por culpa de ese desgraciado murieron mis padres… –murmuró Harry con rencor. Draco lo miró preocupado.

–Harry…

–¿Qué?

–¿Por qué lo atacaste? ¿Por miedo o por venganza?

Harry se quedó pensativo unos segundos antes de responder.

–Ambos.

–Pues, si llegan a saber que fuiste tú, es mejor que omitas la venganzas y te centres en la defensa propia.

–Si. Bueno.

–De todos modos, es muy creíble: no lo atacaste apenas entró al bar, sino sólo cuando se acercó a nosotros –agregó Draco.

–Si, es verdad. En realidad no sé para qué me preocupo. Es poco probable que sospechen de mi, y aunque lo hicieran, tengo todo a mi favor: él es un mortifago. Es cosa que le vean la marca en el antebrazo ¿no?

Draco se quedó callado. Lo de los mortifagos era un tema sensible para él.

Ambos volvieron al dormitorio de Draco, y se sentaron a esperar a que Laure volviera. Se sentían incapaces de volver a dormir, pero preferían fingir cuando llegara Laure. Esperar despiertos a que volviera de su trabajo resultaría un poco sospechoso.

–Harry… estaba pensando en algo… –intervino Draco de pronto–. En realidad te conviene muchísimo que Pettigrew haya muerto antes de que lo encontraran. Sino podría decir que lo atacó ese tal Marcus, al cual te pareces cuando te tomas la poción multijugos que te dieron, y si más encima dice que eran dos los Marcus, el viejo Dumbledore ataría cabos al enterarse. ¿No crees?

–Tienes toda la razón Draco… ¡¡¡COMO DIABLOS ME VINE A METER EN ESTE LIO! –Gritó Harry lanzando un cojín con todas sus fuerzas al otro lado del cuarto.

–No teníamos como adivinar… –respondió Draco.

–Que ganas de quemar hongos –murmuró Harry. En ocasiones como aquellas era en las cuales más apreciaba el efecto relajante que aquel humo tenía. Se quedó mirando a Draco, que bruscamente se sentó en la cama y se llevó una mano a la frente.

–¿Cómo no me había dado cuenta antes? –exclamó con entusiasmo.

–¿De qué? –preguntó Harry igualmente entusiasmado, ante la perspectiva de que su amigo hubiera encontrado un remedio para todos sus problemas.

–¡El humo! ¿Recuerdas que el bar estaba lleno de humo?

–No creo que eso haya borrado nuestras huellas –respondió Harry encogiéndose de hombros.

–¡No estoy hablando de lo de Pettigrew, sino de los hongos! ¿Acaso no recuerdas que estuvimos todo ese rato respirando humo, y no nos pasó nada?

–De veras… Con todo lo que pasó ni me había dado cuenta. ¿Entonces podríamos volver a quemar hongos?

–Si los tuviéramos… –respondió Draco perdiendo el entusiasmo inicial.

–Bueno, si… si lográramos volver a conseguirlos. Aunque no sé… Si es que nos quitaron la maldición que nos impedía respirar humo, quiere decir que están confiando más en nosotros. Y no me gustaría perder eso. Además, no quiero meterme en más problemas de los que ya estoy.

–Si, bueno, eso también es verdad –admitió Draco.

(corte)

Cerca de ahí, el Bar Alí Babá jamás había estado más lleno de magos. Laure ayudaba a desmemorizar a los pocos muggles que todavía quedaban, mientras unidades especiales del ministerio volvían a dejar todo en orden.

Le preocupaba que hubiese habido un mortifago tan cerca de su departamento, con su sobrino y Harry Potter pasando unos días ahí. Se preguntaba quienes habrían sido esos gemelos que los testigos muggles habían visto cerca de la víctima al momento del ataque. Y lo más extraño de la historia es que aquel mortifago era el famoso Pettigrew, que se creía muerto, asesinado por Sirius Black, el padrino de Harry Potter, que continuaba prófugo. Se preguntaba si había sido Black el atacante, a pesar de que los testigos habían afirmado de que tenía a su gemelo junto a él. Y, que ella supiera, Sirius Black no tenía ningún hermano gemelo.

(corte)

Los chicos se sobresaltaron cuando ya el cielo comenzaba a aclarar, y sintieron abrirse la puerta del departamento. De inmediato se miraron y se hicieron los dormidos, como habían acordado. Escucharon la puerta del dormitorio entreabrirse, y volver a cerrarse suavemente. Luego sintieron ruidos en el dormitorio de Laure, y se sintieron a salvo para volver a abrir los ojos.

–¿Tú crees que sospeche algo? –susurró Harry preocupado.

–Yo creo que no –respondió Draco con igual cuidado–. Mejor no hablemos y tratemos de dormir.

–¿Y si nos pregunta si sabemos algo?

–No tiene cómo saber. Mejor decimos que estuvimos durmiendo todo el tiempo y que no sabemos nada. Ahora trata de dormir –lo urgió Draco.

–Ok.

(corte)

A eso de las 10 de la mañana, una Laure con ojeras entró al cuarto de Draco y despertó a los chicos.

–Draco, Harry, despierten por favor.

–¿Qué pasa Lau? –preguntó Draco incorporándose.

–Me tengo que ir a trabajar. De hecho estoy atrasada. Pero antes quería hablar de algo con ustedes.

Harry sintió como si se le hubiera hecho un nudo el estómago, y estuvo conciente de cómo palpitaba su corazón.

–¿Qué pasa? –preguntó Draco bostezando.

–Escúchenme ambos. Anoche, a algunas cuadras de aquí, hubo un incidente. Un mago fue atacado por otro. La víctima no murió, pero el atacante, o los atacantes ya que se cree que no estaba sólo, se dieron a la fuga. Cómo en este sector no hay magos residentes, salvo ustedes y yo, es posible que en el ministerio quieras saber qué hicimos nosotros anoche. Así que es posible que los venga a buscar en algún momento del día, si me lo solicitan.

–¿A nosotros? –preguntó Harry nervioso–. ¿Qué podríamos tener nosotros que ver?

–Nada, Harry, no te preocupes –respondió Laure–. Se trata de una mera formalidad, cuando esta clase de incidentes ocurren en barrios en los que viven muy pocos magos.

–Laure… ¿Tiene el ataque algo que ver con, tú sabes… algún conocido de mis padres? –preguntó Draco.

Laure se quedó unos segundos en silencio, como preguntándose si hablar o no. Finalmente miró a Harry algo nerviosa y respondió.

–La víctima tenía la marca de los seguidores de Quién–Tú–Sabes. Lo más extraño… es que la víctima es un mago que se creía muerto hace muchos años. Supongo que tendrá que dar algunas explicaciones cuando en San Mungo logren curarlo.

–Pero… ¿se sabe ya quién lo atacó? –preguntó Harry.

–No. Por algunos testigos se sabe que el atacante habría sido un joven que habría estado en compañía de su hermano gemelo. Pero no se sabe todavía si serían ellos los atacantes. Ninguno de los muggles que fueron interrogados vio el ataque. Lo único que se sabe todavía es que esos gemelos estaban junto a la victima al momento del ataque, y que después salieron corriendo. Ninguno de los interrogados recordaba haberlos visto antes.

–Ah –respondió Harry con dificultad.

Laure miró su nerviosismo y, malinterpretándolo, le dirigió una sonrisa comprensiva.

–No te preocupes, no creo que vengan a atacarlos a ustedes. Lo que yo creo es que se trataría más bien de un ajuste de cuentas, algo entre la víctima y el atacante. De todos modos, por si acaso, les tengo que insistir en que no vayan a salir del departamento, que no abran la puerta ni las ventanas.

Laure se fue hacia la puerta, y antes de salir se volvió hacia ellos.

–Es muy posible que los tenga que venir a buscar en algún momento, para que les pidan su testimonio. Así que vístanse y estén listos, por si acaso. ¿Entendido?

–Si Laure –respondió Draco. Harry meramente asintió con la cabeza, pues se sentía incapaz de hablar.

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Las horas pasaron lentamente para los chicos. A eso de las dos de la tarde sintieron abrirse la puerta del departamento pero, para asombro de ambos, Laure no estaba sola, sino con el mismísimo Dumbledore. Los chicos saludaron al brujo con timidez, quien les respondió sin sus ojos alegres característicos, pasando su vista de Harry (que estaba con el aspecto de Marcus), a Draco, y viceversa.

Harry no necesitó más que una mirada a los ojos del anciano para tener la certeza de que sospechaba algo.

–Hola chicos –saludó Laure–. Como les dije en la mañana, el ministerio quiere interrogar a los magos residentes en el sector. O sea: ustedes dos y yo. El profesor Dumbledore, al enterarse de lo ocurrido, prefirió llevarse a Harry de vuelta al colegio después, por seguridad.

–Me gustaría hablar con Harry unos momentos antes de irnos. ¿Hace cuanto tiempo tomaste la poción por última vez, Harry? –preguntó Dumbledore.

–No recuerdo –respondió el chico, tratando de ocultar su nerviosismo y dándose cuenta de lo mal que lo estaba logrando–. Pero no fue recién. Yo calculo que hace más de media hora.

–Si, mucho más de media hora –corroboró Draco.

–Entonces todavía tenemos tiempo. No creo que sea prudente que Harry llegue al Ministerio no luciendo como él mismo.

Dumbledore se acercó a Harry. Draco, al verlo, se paró del sofá para dejarle el espacio junto a su amigo. El anciano se sentó y lo miró con paciencia, hasta que Draco captó la indirecta y se fue detrás de su prima, que se afanaba en la cocina.

No fue hasta que el chico desapareció, que Dumbledore habló.

–¿Estuvieron Draco y tú anoche en el bar dónde ocurrió todo? –preguntó el viejo yendo al grano.

Harry pensó inicialmente en negarlo todo, pero si el director ya sospechaba de él le sería demasiado fácil descubrirlo. Finalmente asintió con la cabeza. Dumbledore soltó parte del aire que tenía en los pulmones.

–¿Y Draco fue contigo, usando también la poción multijugos que te pasé?

–Si señor –respondió Harry, bajando la vista, asombrado de lo fácilmente que parecía atar cabos.

–¿Cuál de los dos fue el que atacó a Pettigrew?

–Yo fui. Pero fue porque Pettigrew se acercó a nuestra mesa, y se llevó la mano al bolsillo, como para tomar su varita.

–Entiendo.

–¿Quién es Marcus, profesor Dumbledore?

–Marcus fue un antiguo estudiante del colegio. Yo tenía un recuerdo de él, y usamos un par de pelos de él que aún tenía pegados. Lo usamos, aprovechando que Marcus ya está muerto.

–Pettigrew me reconoció, me llamó Marcus –continuó Harry con amargura, y algo de acusación en su voz–. Mala suerte que me dieran justo una poción que haría que me pareciera a alguien que un mortifago pudiera conocer…

–Si, ellos se conocían –reconoció Dumbledore–. Pero no podíamos adivinar que te encontrarías con él. De hecho, no se suponía que pudieras ver a nadie que no fuera Draco o Laure. Pero, de haber sabido que saldrías sin permiso en la primera noche fuera de Hogwarts, créeme que no te habría dejado que vinieras…

–Estoy en problemas, ¿no? –preguntó Harry con pesar, sintiéndose un poco estúpido.

–Si, lo estás –reconoció nuevamente Dumbledore–. Pero el problema judicial se puede arreglar fácilmente, pues el ministerio ya apresó a Pettigrew, y se descubrió que es un ex–mortifago. Tu declaración debería bastar para acusar legítima defensa.

Harry pareció aliviado de escuchar esas palabras saliendo de la boca del director. Sin embargo, éste continuó en un tono más grave:

–Tu irresponsabilidad, sin embargo, me obligará a admitir que te entregué poción multijugos para que te hicieras pasar por un mago ya muerto, y hará público el lugar en el cual tu amigo Draco está viviendo. ¿Te logras imaginar el peligro que correrá él ahora, cada vez que esté en este departamento?

Harry bajó la vista, deseando que los cojines del sofá se abrieran de algún modo y se lo tragaran. La había embarrado, nuevamente.

–Lo siento.

–Creo, Harry, que has estado admitiendo que "lo sientes" demasiado seguido este año…

Harry estuvo a punto de decir "lo siento" nuevamente, pero se retuvo a tiempo al darse cuenta lo tonto que sonaría. Sin nada más que decir, prefirió guardar silencio.

–No sé que hacer contigo –continuó el anciano, en tono cansado–. Me gustaría poder convencerte de que reflexionaras un poco más antes de actuar. Pero parece que este año no hay nada que hacer. Hagamos lo que hagamos, te metes en líos cada vez peores…

Harry continuó mirándose las rodillas, deseando tener un giratiempo como el de Hermione, para volver atrás en el tiempo, y arreglar el medio lío en el que se había metido.

–¿Podría usted conseguir que me prestaran un giratiempo, para arreglar las cosas como Hermione y yo las arreglamos el año antepasado? –sugirió el chico, preso de una oleada de inspiración y esperanza.

–No, de ningún modo –fue la categórica respuesta de Dumbledore–. No querría ni imaginar hasta que punto podrías complicar TODAVÍA MÁS las cosas.

Harry sintió calor en su rostro, y fue conciente de que debía haberse puesto colorado.

En eso volvieron de la cocina Draco y Laure, que traía una bandeja de emparedados.

–Estoy que me muero del hambre –declaró la joven tragándose la mitad de uno de una sola mascada.

(corte)

Las siguientes horas pasaron como en una larga pesadilla para Harry. Aunque las cosas en el ministerio no fueron tan terribles (el funcionario que tomó su declaración parecía de lo más dispuesto a creerle lo de la legítima defensa, tratándose la victima de un mago marcado por El Innombrable), sintió a cada momento las miradas de resentimiento por parte de Laure (Dumbledore le había amargado el almuerzo de emparedados poniéndola al día de las actividades de Harry y su primo la noche anterior, y su relación con los eventos) y de decepción por parte de Dumbledore. Draco en cambio, aunque parecía cohibido, tenía la suerte de acaparar mucho menos la atención, por ser menos conocido y por haber meramente observado el ataque.

Antes de salir del ministerio, Laure resolvió enviar también a Draco de vuelta al colegio, conciente de lo vulnerable que resultaba ahora su casa, sabiendo medio ministerio su dirección. La información no tardaría en filtrarse fuera del círculo de los funcionarios, y de ahí a llegar a oídos de Lucius y Narcissa Malfoy, no había más que un suspiro.

Al llegar a las puertas del colegio, Harry pensó con espanto que apenas habían alcanzado a estar afuera un día. Miró a Draco mientras atravesaban el parque: por su cara se notaba que tenía pensamientos similares…

Al llegar al hall, Harry se puso todavía más nervioso. Del gran comedor, donde parecían estar cenando, emergió la silueta de la profesora McGonagall. Por la cara que traía, Harry estuvo seguro de que ya se había enterado. Por primera vez en mucho tiempo estuvo contento de no estar en Gryffindor, y de no tener que ir a cenar al gran comedor con todos los demás. Se encaminó rápidamente rumbo a la estancia de Lupin pero, cuando iba en la mitad de la escalera, fue llamado de vuelta.

–¡Potter! –le dijo la bruja–. Vuelve acá de inmediato.

Resignado volvió a bajar la escalera.

–¿Qué pasa profesora McGonagall? –preguntó medio resignado a otro sermón. Pero fue Dumbledore el que habló por ella.

–A partir de este trimestre quedas reincorporado a la casa de Gryffindor.

Harry estuvo a punto de soltar una carcajada y a ponerse a bailar de felicidad en medio del vestíbulo, pero al ver las caras de Dumbledore y McGonagall se contuvo.

–No creas que esto es un premio, Potter –le dijo algo indignada la bruja–. Es una nueva oportunidad que se te está dando, y espero te comportes a la altura.

–Si profesora –respondió Harry intentando mantenerse serio, aunque conciente de que la cara de cumpleaños se le debía estar notando.

En el gran comedor había pocos alumnos, pero las cuatro mesas de las casas estaban ahí. La decoración, como todas las navidades anteriores, era espectacular, con inmensos pinos decorados y muchas guirnaldas. Harry sintió que hasta el enjambre de velas sobre sus cabezas, y el cielo nuboso que se veía más arriba, le daban la bienvenida.

Se encaminó contento hacia su mesa, hasta que notó que había apenas tres alumnos de su casa sentados ahí, que parecían ser todos pequeños. Cuando, encogiéndose de hombros se fue a sentar junto a ellos, los tres alejaron sus platos y sus copas los más lejos de él que pudieron, mientras lo miraban con desconfianza.

"Genial", pensó Harry, y estuvo conciente de que estaba atrayendo las miradas de los pocos presentes.

Miró a los que lo miraban, algo fastidiado, y con gesto de desafío se volvió a poner de pie con la intención de largarse de ahí. Estaba a medio camino hacia la puerta del comedor cuando se le ocurrió una idea… siniestra. ¿Querían show, eh? ¡Pues show tendrían! Se encaminó decidido hacia la mesa de Slytherin, donde Draco se encontraba sentado solo, lejos de los cuatro chicos que cenaban también en esa mesa.

Estuvo conciente de que Draco se puso colorado al verlo, y sintió como el comedor entero se había quedado en silencio. Se dejó caer con brusquedad frente a su amigo y comprobó con algo de alivio que, apenas se hubo sentado, aparecieron frente a él plato, copa y cubiertos. Por un momento había temido hacer el ridículo y que la mesa no le pusiera puesto, reconociendo que no debía estar ahí.

El silencio alrededor era espeso. Sin embargo, cuando Harry comenzó a servirse pollo con descaro, vio que Draco soltó una carcajada y, alzando su copa, se la bebió de un trago.

Harry se obligó a comer sin darse por aludido a las miradas que recibía, y en algunos minutos el murmullo de las pocas conversaciones volvió a un nivel razonable.

–Serás caradura … –le reprochó Draco, de un modo juguetón.

Harry, que por desgracia estaba en el lado de la mesa que daba la espalda al resto del comedor, le cerró un ojo y le preguntó con curiosidad:

–¿Qué cara tienen? No escuché a nadie atragantarse…

Draco barrió disimuladamente las caras de los alumnos y profesores presentes.

–La mayoría de los alumnos que miran para acá parecen entre curiosos y temerosos. A lo mejor ya saben lo de Pettigrew… Dumbledore conversa con la profesora Sprout, aunque creí distinguir hace poco que parecía divertido. El gran melenudo no para de mirarte con el ceño fruncido, y a mi me mira como a la peste. McGonagall… bueno, ella tiene cara de McGonagall, si entiendes a lo que me refiero. Los otros te miran con curiosidad, tratando de hacerse los lesos. Snape en cambio… ¡tendrías que verle la cara! Te juro que es de antología.

Harry tuvo dificultades para mantener lo que estaba por tragar dentro de la boca. Se arriesgó a mirar para al lado, lo suficiente para verle la cara a Snape y no pudo evitar soltar una carcajada.

–Seguro que está sorprendido de verme de vuelta tan pronto… –comentó Harry divertido–. ¡Además, debe estar odiándome porque Dumbledore me dejó volver a Gryffindor!

–Es que eres muy caradura, Harry… –se rió Draco–. Creo que, sin siquiera considerar el verano, le has sacado más de sus casillas que cualquier otro alumno.

Harry se encogió de hombros y se sirvió más ensalada.

–Si, voy a tener que mantener bajo el perfil –reconoció Harry–. Una lástima, considerando…

Draco se quedó mirándolo, esperando que continuara. Harry solamente lo miró divertido, y le cerró un ojo nuevamente. De pronto, Draco comprendió que debía referirse a los hongos.

–Cambiemos de tema, murmuró alarmado al ver que Snape se había puesto de pie.

Ambos comieron callados, concientes de que el mencionado profesor caminaba en dirección a ellos y se detenía detrás de Draco.

–Todo un record… Potter. ¿Cuántas horas duraste fuera del colegio?

Harry necesitó de toda su buena voluntad para no responderle con descaro, como había sido su primera intención. Había prometido al brujo que no se volvería a meter con él, y pensaba cumplirlo.

–Aunque no haya regla que te lo impida, Potter –continuó el brujo cambiando de tema–, no quiero que te vuelvas a sentar en la mesa de los alumnos de Slytherin, a menos que el director considere oportuno que vuelvas a ser seleccionado, y que yo tenga la suficiente mala suerte como para que aterrices en mi casa. Y, créeme, tú tampoco deseas eso –terminó con una sonrisa que, aunque imperceptible, resultaba bastante aterradora.

El brujo pareció satisfecho al observar que Potter parecía aterrado ante la perspectiva, y agregó:

–Draco, acompáñame.

El chico se puso de pie de inmediato y, aunque le dirigió a Harry una breve sonrisa, se notó que estaba un poco nervioso.

Harry observó como se alejaba de la mesa, sintiéndose algo estúpido ahora que estaba sólo, en esa mesa. No lo soportó por más de un minuto, se puso de pie, y salió del comedor.

El vestíbulo estaba desierto, y Harry se encaminó a la escalera con la intención de ir a reencontrarse con la Torre de Gryffindor, su sala común, su dormitorio… hasta que recordó que no tenía idea de cual era la contraseña. Se devolvió rumbo al comedor y asomó ligeramente su cabeza. Sus posibilidades de averiguarla eran: los tres alumnos de Gryffindor que se habían alejado cuando él se había acercado, y la profesora McGonagall. Ninguna de las opciones le parecía atractiva. Pero tampoco tenía ganas de tener que esperar junto al retrato de la dama gorda, hasta que alguien entrara o saliera. Estaba ponderando las posibilidades cuando Dumbledore miró en su dirección. Harry vio como se dio vuelta de la conversación que tenía con la profesora Sprout, y se dirigía a la jefa de su casa que se encontraba al otro lado de él. Al instante la bruja hizo un gesto de exasperación, negando con la cabeza. Harry sintió que se ponía colorado, al ver que la bruja levantaba la vista hacia él, y le hacía signos de que se acercara.

Llamando por enésima vez la atención de todos los presentes, Harry se acercó a la mesa de los profesores. Se le había olvidado lo largo que era el comedor. Parecía que no iba a llegar nunca. Por suerte Hagrid lo saludó de inmediato, y vio que la profesora McGonagall se ponía de pie y se acercaba hacia él.

–La contraseña es editus –dijo en tono informativo, adivinando su problema–. Tus cosas ya fueron llevadas al dormitorio de quinto. ¡Y por favor, Potter, para otra vez no hagas el ridículo y acércate a mi con normalidad, que no muerdo!

Harry no hizo comentario alguno sobre el hecho que, al decir eso último, la bruja se había parecido pavorosamente a una leona a punto de atacar. Un poco avergonzado, respondió simplemente:

–Gracias profesora, y buenas noches.

Al escucharlo, la bruja pareció ablandarse.

–Buenas noches Harry –le respondió despacio, y de un modo bastante más amable.