Capítulo 50 Días de Paz
Cuando Harry abrió sus ojos, no lo podía creer. ¡No había sido un sueño! El dormitorio, aunque sin sus compañeros, estaba ahí. Saltó de su cama y bajó corriendo la escalera, solo para constatar que la sala común seguía ahí. No se divisaba ninguno de los tres chicos, pero a Harry le daba igual. Atravesó la sala corriendo, y de un salto aterrizó en el más cómodo de los sillones, frente a la chimenea.
–No lo puedo creer –murmuró.
La noche anterior todo había estado ahí, por supuesto, pero había subido muy deprisa a su dormitorio y, una vez ahí, se había dejado caer estrepitosamente sobre su cama… y debió de haberse quedado dormido después de eso, porque no recordaba nada más.
Ahora que lo pensaba, era bastante normal: la noche anterior casi no había dormido, y el día de ayer había sido bastante extenuante.
Se preguntó qué haría ese día. Moría de ganas de escribirles a Ron y a Hermione para contarles la noticia, por lo que tomó nota de ir a la pajarera. Se regocijó ante la perspectiva de su nueva libertad. ¡Podía ir y venir a gusto por el castillo! ¡Ya no estaba a la merced de Lupin! Lo que le recordó que le debía al menos una visita… claro que tenía que verificar si la luna llena ya había sido, o iba a ser. Probablemente ya había sido, dado que Lupin no estaba presente en la cena la noche anterior.
Se puso de pie, y decidió ir a desayunar de inmediato aprovechando de que era muy temprano. Así, se evitaba el desagrado de llegar cuando el trío de enanos ya estuviera instalado, y se volvieran a hacer a un lado al verlo llegar.
(corte)
El gran comedor estaba vacío cuando llegó, pero en cierto modo prefería que fuera así: no había que preocuparse por miradas de reojo. Se sentó, y esperó. Se sobresaltó un poco cuando en vez del desayuno apareció Dobby.
–Hola señor Harry Potter. Dobby está encantado de ver bien al señor Harry –le dijo con entusiasmo.
–Hola Dobby –lo saludó Harry–. ¿Qué pasa con el desayuno?
–Nadie toma desayuno antes de las siete y media de la mañana en vacaciones, señor Harry Potter, pero Dobby traerá algo de inmediato –respondió el elfo, y desapareció.
Harry miró por la ventana y se sintió un poco tonto al constatar que efectivamente era muy temprano. En su entusiasmo al despertar no lo había notado. Afuera, la nieve brillaba con un color dorado, casi anaranjado. El día se anunciaba hermoso.
Harry ya se sentía muy afortunado en ese momento. Y se sintió todavía más afortunado cuando apareció el mismísimo Draco en la puerta, un rato más tarde. Draco se sorprendió al ver que Harry ya estaba ahí, tan temprano en la mañana, y titubeó un poco sobre la dirección a tomar. Finalmente se encogió de hombros y se encaminó a donde estaba Harry y se sentó frente a él.
–Hola –lo saludó–. Parece que somos los más madrugadores…
–Hola, así parece, –le respondió el Harry alegremente, acercándole las tostadas–. Una feliz coincidencia si me lo preguntas.
–Si… ¡Coincide que somos los únicos imbéciles madrugando en vacaciones!
–Mejor así –respondió Harry encogiéndose de hombros–. De ese modo nos podemos sentar juntos sin que Snape se ponga a amenazarme.
Cuando dijo esto, notó que Draco se ponía nervioso y miraba furtivamente hacia la puerta, como temiendo que apareciera alguien en cualquier momento. Harry lo miró con cara de interrogación.
–Es que… no se que diría Snape si me ve sentado aquí. Después de lo que te dijo anoche, se me hace que puede considerar que le estoy tomando el pelo al venirme a sentar yo acá.
–Pero Snape no está aquí –respondió Harry restándole importancia–. A propósito, ¿qué quería contigo anoche?
Draco soltó una risa sarcástica.
–¿Y tú qué crees? ¿Acaso McGonagall a ti no te dijo nada?
–No –respondió Harry tranquilo, aunque comenzó a ponerse nervioso ante la perspectiva de que le tuviera algo reservado.
–Bueno, básicamente, Snape quería saber qué demonios habíamos hecho, para que el director mismo se haya ausentado casi todo el día por culpa de nosotros. O sea: sabía lo del ataque, pero quería saber como diablos nos las habíamos ingeniado para vernos involucrados. ¡Debiste de ver la cara que puso cuando le dije que el tipo que casi había despachado a Pettigrew al otro mundo eras tú!
Harry escupió parte de la leche que tenía en la boca, y Draco desapareció con un gesto de su varita lo escupido, como quién seca una manchita con una servilleta.
–Contrólate cabeza rajada… aprende a comer –le dijo para molestarlo.
–O sea –concluyó Harry limpiándose el mismo con una servilleta–, te llamó de puro copuchento.
–Más o menos. Igual… después estuvo un buen rato diciéndome que no siguiera haciendo estupideces, que tenía que cuidarme, y blah blah blah. Tú sabes.
–Bueno, supongo que McGonagall me va a decir más o menos lo mismo en algún momento… pero Dumbledore ya me adelantó algo en casa de tu prima, ayer.
–¿Así que de eso hablaban?
–Bueno, de todos modos no importa. Lo único que necesito es mantener un bajo perfil. No meterme en problemas en lo que queda del año, y listo.
–¿Bajo perfil, TÚ? ¡Si ganaste en Torneo de los Tres Magos el año pasado! Sin mencionar que el año anterior andaban todos revolucionados porque Sirius Black te quería matar, y que el anterior mataste un basilisco, y antes te las arreglaste para arrebatarle la piedra filosofal a Quirrel… No seas hipócrita pretendiendo que eres CAPAZ siquiera de lograr un bajo perfil.
Harry se quedó mirando al vacío un momento, sintiendo que tenía un nido de serpientes en el estómago. Draco se lo quedó mirando, preocupado.
–¿Harry? ¿Qué demonios te pasa?
–Sirius… se me había olvidado…
Draco lo miró intrigado, y Harry finalmente lo quedó mirando.
–A Pettigrew ya lo curaron. Y probablemente en el ministerio ya lo deben haber interrogado por lo de las muertes por las que culparon a mi padrino. Es probable que quede libre. ¿Te das cuenta? No se va a tener que esconder más.
–Eso quiere decir que te vas a tener que esconder tú –se rió Draco–. Me pareció más bien un tipo malas pulgas en el verano. Pero igual, supongo que estás feliz.
–Si… claro que estoy feliz –respondió Harry, aunque su voz denotaba cierto nerviosismo.
Harry continuó comiendo en silencio, con cara de ponderar mil cosas en su cabeza, y Draco prefirió respetar su silencio.
(corte)
Los chicos pasaron una excelente mañana al aire libre. A Harry le habían devuelto su capa y su escoba, y le dio buen uso a ésta última volando por horas con Draco. A eso del mediodía ya estaban nuevamente muertos del hambre, y entraron felices al castillo. Draco se asomó al gran comedor, y vio que todavía no llegaba nadie.
–Mira Harry, no ha llegado nadie todavía. Podríamos aprovechar para almorzar solos, sin que nos queden mirando.
–Pero es que me quiero cambiar de ropa, y quiero guardar la escoba.
–¿Y para qué? ¿no sería mejor que comamos rápido, juntos, y que después volvamos afuera?
Harry, a pesar de estar cansado, entró con Draco. Ambos se volvieron a sentar donde habían tomado desayuno. Nuevamente, no aparecieron los platos sino un elfo.
–Los señores Draco Malfoy y Harry Potter deberán esperar. El almuerzo estará listo a partir de las doce y media.
–Está bien –le respondió Harry. Luego miró a Draco con cara de "te lo dije".
Los chicos iban de salida cuando Harry observó que Draco se acercaba a la chimenea, que estaba encendida, y ponía su cara en el humo.
–¡No seas estúpido! –susurró Harry–. Cualquiera te puede ver…
–Si aquí no hay nadie –respondió Draco encogiéndose de hombros y volviendo junto a Harry–. De todos modos no hemos hecho nada malo.
–Es que no sólo hay que "no hacer nada", Draco. También hay que PARECER que no haces nada… –respondió Harry como si fuera lo más obvio del mundo.
(corte)
Remus Lupin entró contento a su casa, y calló de espaldas bajo el peso de su amigo Sirius, que se abalanzó sobre él.
–¡LUNÁTICO! ¿Qué demonios está pasando? Harry no ha parado de cambiar de lugar en los últimos dos días…
–Bájate de encima, Sirius, o te juro que te muerdo –le respondió el otro fingiendo estar enojado. Aunque le sonrió para tranquilizarlo. Después de todo, él no tenía cómo enterarse de todo lo que había pasado.
–No te atreverías –gruñó Sirius, aunque le permitió ponerse de pie de todos modos.
–Siéntate… que tengo miles de cosas que contarte –lo urgió Remus.
–¿Está bien? ¿Harry está bien?
–Si, hombre, si… –lo tranquilizó Remus.
–¿Qué pasó? Harry estuvo fuera del colegio todo un día, cambió de lugar sin parar, día y noche. ¡Y tú que ni viniste! Anda suelta… ¿En qué se volvió a meter mi ahijado? –dijo Sirius, hablando muy rápido.
–RELÁJATE –le urgió su amigo–. No vine antes, porque hubo LUNA LLENA.
–Ah… discúlpame, lo olvidé. Pero Harry…
–Si. Pasaron algunas cosas… –reconoció Remus, sonriendo de inmediato para tranquilizar a Sirius, que parecía al borde del ataque de nervios–. Pero Harry está bien. Todo está bien… De hecho, todo está MUY bien.
–PARA DE INTRODUCCIONES, LUNÁTICO, Y HABLA DE UNA VEZ –le gritó Sirius.
–Bueno. Primero lo mejor: capturaron a Pettigrew.
Remus miró cómo Sirius se quedaba sin habla, procesando la noticia que por años había esperado.
–En serio, créelo –continuó–. Y cuando Dumbledore me lo contó, me dijo que lo harían público dentro de poco, para que dejaras de esconderte. Parece que te van a indemnizar y todo eso.
–No… no… por fin… Harry… ¿Lo sabe Harry? ¿Cuándo puedo ir a buscarlo?
–Eh… espérate un poco. Supongo que puedes ir apenas se haga todo esto público, y puedas asomarte sin que te caigan todos los aurores encima.
–¿Pero Harry, lo sabe ya Harry?
–Si… De hecho, fue él mismo quién lo atrapó.
–¿Harry atrapó a la rata?
–Si. O sea: Harry se lo encontró, y casi lo mata. Pero fueron los del ministerio los que lo atraparon, y le salvaron la vida. ¿Recuerdas que Dumbledore no dejó que Harry viniera a pasar la navidad contigo, por miedo a que delatara tu paradero?
–Cómo no me voy a acordar –gruñó Sirius con amargura.
–Bueno, al final lo mandaron a casa del chico ese que salvaste en el verano. Estando allá, ambos salieron y se toparon con Colagusano. Por lo que entiendo él iba a atacarlos, pero Harry reaccionó más rápido. Luego el chico Malfoy y él escaparon, y los del ministerio encontraron a Peter casi muerto. Lo llevaron a San Mungo, donde lograron recomponerlo lo suficiente para que hablara.
–¿O sea, que él estuvo a punto de atrapar a Harry?
–Creo que no… Por lo que Albus me dijo, Colagusano ni siquiera supo que era Harry, porque estaba bajo el efecto de la poción multijugos. De hecho, casi ataca a Harry porque se parecía a un conocido de él, un tipo que ya está murto pero con el que tenía algunas cuentas pendientes.
–Rata asquerosa… Pudo haber matado a Harry. ¿Y qué diablos hacía Harry? ¿Por qué tenía que irse a meter…?
–Si, si, no sigas. Te aseguro de que ya le dijeron a Harry todo eso que te gustaría decirle. Mejor míralo por el lado positivo: dentro de poco serás libre.
–No puedo esperar… No hallo la hora… Quiero ver a Harry, llevarlo a vivir conmigo.
–Me alegro tanto… –respondió Remus con una gran sonrisa–. ¡Aunque debo reconocer que te voy a extrañar mucho!
(corte)
Pasaron algunos días. Draco y Harry se divirtieron mucho. No intentaron encontrar hongos, porque sintieron que las cosas estaban bien, y no querían perder eso. Draco continuó comiendo en la mesa de los Gryffindor, a pesar de la exasperación de Snape, que terminó optando por ignorarlos (cosa que parecía divertir mucho a sus colegas).
Harry se despertó el día de Navidad, con algo de nostalgia. Estaba sólo en su dormitorio, y se preguntó cómo estaría Ron.
Se puso a desenvolver sus regalos. Se sorprendió agradablemente al ver que la señora Weasley le envió un nuevo sweater, azul oscuro con una escoba. Había temido que no lo quisieran más después de la suspensión de Ron por su culpa, y de que no lo hubieran invitado este año a pasar la navidad en La Madriguera.
Dobby le había enviado un muñequito en forma de elfo que, sin ser bonito, resultaba por lo menos gracioso. Ron y Hermione le habían enviado diversas cosas de Honeydukes. Draco le había regalado un juego de cartas.
Harry estaba a punto de levantarse, cuando vio un sobre que no había visto debajo del montón de regalos. Decía Harry, y reconoció la letra de Sirius.
Se preguntó si ya lo habrían liberado. Normalmente, era Remus el que le pasaba las cartas de su padrino, en persona.
La carta era breve, solamente decía: espérame frente a la chimenea de la sala común, a las diez de la mañana. Cariños, Tu Padrino.
Harry miró la hora. ¡Eran recién las ocho!
Sin nada mejor que hacer se vistió y se fue a tomar desayuno. Luego intentaría hablar con Remus, ya que desde que había vuelto de casa de Draco no lo había encontrado ni una sola vez. Al parecer, los únicos profesores del colegio que se habían quedado para las vacaciones eran los jefes de casa. Harry se había sentido un poco decepcionado de que el hombre lobo se hubiese ido así, sin decirle nada. Sobre todo en esos días en que habían pasado tantas cosas, y necesitaba saber de su padrino.
Draco ya se encontraba en el gran comedor cuando llegó, y notó que algo andaba mal cuando éste levantó los ojos. Estaba en su propia mesa, y se notaba que había estado llorando.
Harry decidió que le daba lo mismo lo que dijera Snape si llegaba, y se fue a sentar frente a él.
–¿Qué te pasa? –le preguntó Harry preocupado. Notó que los pocos presentes los quedaban mirando, pero no le importó.
–No pasa nada, no te preocupes –respondió Draco algo avergonzado, sin levantar la vista.
–¿Por qué estás llorando entonces?
–¡No estoy llorando!
–Bueno –respondió Harry con un poco de impaciencia–. ¿Por qué tienes los ojos rojos?
–Es que es solo una tontería… te vas a reír.
–No, te prometo que no me voy a reír –le respondió Harry con seriedad.
–Es que es primera vez que no recibo ningún regalo de navidad. ¡Ni siquiera de Lau!
–Espérate… ¿Cómo que no recibiste nada? ¿Y el libro que te mandé yo no te lo dejaron en tu cama?
–¿Qué libro? –preguntó Draco.
–Uno que encargué por correo. Uno de viajes, en el que salían bares de muchas partes del mundo. Se lo entregué a Dobby para que lo pusiera a los pies de tu cama.
–No había nada a los pies de mi cama, Harry…
–Que extraño. ¡Dobby! –llamó Harry algo exasperado.
Al instante apareció Dobby, secándose las manos con un delantal de la cocina.
–¡Feliz navidad señor Harry Potter! ¡Feliz navidad señor Draco! ¿Le ha gustado al señor Harry Potter mi regalo?
–Si muy bonito, gracias. ¿Qué hiciste con el regalo que te entregué para Draco?
–Lo puse a los pies de su cama, como el señor Harry Potter me lo ordenó –respondió Dobby algo asustado–. ¿Hizo Dobby algo mal?
–Que extraño –respondió Harry pensativo. Al instante tuvo que detener al elfo que ya había tomado un cucharón de la mesa y se estaba golpeando la cabeza con él.
Estaban ambos chicos tratando de detener al elfo, que enseguida había empezado a golpearse contra la mesa, cuando apareció Snape. Cargaba unos paquetes, y miró feo a todos los del comedor que se quedaron mirándolo como si no pudieran creerlo. ¿Era acaso ese Severus Snape? ¿Cargando regalos en la mañana de Navidad?
Hasta Dobby se quedó mirándolo, y desapareció al ver que se acercaba a ellos. Los chicos se pusieron algo nerviosos cuando lo vieron acercarse.
–Esto es tuyo –dijo Snape a Draco, poniendo los paquetes que traía al lado de la mantequilla–. Y tú, Potter, vuelve a tu mesa.
–¿Qué hacía usted con mis regalos? –le preguntó Draco.
Harry, que se había puesto de pie, se detuvo para escuchar.
–Revisando que fueran seguros, Draco. ¿Qué te dije Potter?
Harry se alejó para no provocarlo, y al instante Draco le lanzó al profesor de pociones una mirada fulminante. Tomó sus paquetes y se fue detrás de su amigo.
Snape gruñó, y continuó hacia la mesa de los profesores.
(corte)
Harry se encontraba ansioso, frente a la chimenea de la sala común, esperando que su padrino apareciera. De pronto, se abrió la puerta del retrato de la dama gorda, y era Lupin. Detrás de él, venía Sirius.
–¡Sirius! –gritó Harry sorprendido, corriendo hacia él. Te esperaba en la chimenea ¿Supiste lo de Pettigrew?
–Si, mi niño. De hecho, desde ayer que he vuelto a ser un hombre libre.
–Hola Harry –saludó Remus, que se había hecho a un lado inicialmente para permitirles saludarse como correspondía.
–Hola Remus –respondió Harry, soltando parcialmente a su padrino–. Te busqué después de la Luna Llena ¿Estás bien?
–Si, no te preocupes. Estaba… ocupado. ¡Manteniendo en la tierra a este perro loco! –dijo sonriendo, mientras le pasaba una mano por el hombro a su amigo. Harry se rió.
–¿Ya me puedo ir a vivir contigo? –preguntó Harry a su padrino.
–¡Si! La casa de mis padres nos está esperando, de hecho…
Al escucharlo decir "mis padres", Harry recordó el secreto de Snape. Se sintió un poco culpable de que Sirius todavía no lo supiera. Algo debió notársele en la cara, ya que Sirius lo miró extrañado.
–¿Qué te pasa? ¿No quieres irte conmigo?
–¡Si! ¡Claro que quiero!
Ambos subieron al dormitorio para que Harry armara su baúl. Remus se quedó en la sala común, mirando como se alejaban.
Algo le pasaba a Harry. A Remus no lo engañaba. No en vano había vivido dos meses con el chico. Se preguntó si acaso continuaba teniéndole un poco de miedo a su padrino, después de lo del verano. Pero descarto la idea: Harry pareció auténticamente feliz cuando lo vio llegar.
