Capítulo 52 Más Sorpresas

Harry, mientras tanto, se encontraba mirando el techo de su nuevo cuarto. Su padrino había querido pintarlo todo azul cielo, y con un hechizo había hecho aparecer una Quaffle, dos Bludgers y una Snitch, que revoloteaban por muros y techo sin parar.

Pero todo eso hace rato que ya no captaba la atención de Harry. No conseguía quedarse dormido. Por alguna razón, el asunto de los Eses y del Hospital La Gloria le daba vueltas y vueltas por su cabeza. Era un revoltijo de curiosidad y sentimiento de culpa. Se sentía mal de que su padrino no supiera nada, y de él saberlo y no contarle. Se imaginaba a cada instante a su padrino enterándose, y mirándolo a la cara con cara de decepción. Se lo imaginaba recriminándole "tú lo supiste todo este tiempo, y no me dijiste nada".

Por otra parte, le daba vuelta el asunto ese de los vecinos magos de los que sus padres adoptivos le habían hablado a Sirius. La teoría de que aquellos vecinos pudieran haber sido los padres adoptivos de Snape no paraba de aparecer frente a sus ojos. Tendría lógica. A lo mejor, las madres de Snape y Sirius habían sido vecinas. Ambas estaban esperando hijos. Ambas fueron a dar a luz al hospital más cercano, el de Santa Gloria. Ambas, tristemente, pierden a sus hijos. Y ambas adoptan a Sirius y a Snape. ¿A lo mejor los Snape se fueron de la región con su recién adoptado bebé para alejarse de todo lo que había pasado¿A lo mejor, no querían que su hijo se llegara a enterar de todo? Quién sabe…

En eso, Harry se sentó en la cama. ¿Cómo podría averiguar qué familia de magos había vivido en la vecindad? Sirius parecía no saberlo. Y tampoco parecía interesado en el tema. ¡Y tampoco parecía muy interesado en sacar a Harry de la casa!

Harry miró por la ventana, los árboles cubiertos de nieve. Hacia la derecha, en lo que calculaba sería el sur, o sur–este, se divisaban las luces de Santa Gloria. Deseó ir a visitar el pueblo. O la Ciudad, como la llamaba su padrino.

Suspiró. Tenía muchos deseos de salir a explorar. Pero tenía miedo de decepcionar a su padrino. No quería comenzar esta nueva vida de ese modo, sacando de sus casillas a Sirius. ¿Qué tal si se arrepentía de todo y decidía mandarlo de vuelta al colegio¿O peor: a casa de sus tíos, considerando que era más seguro?

–¡No seas estúpido! –se dijo a si mismo–. Sirius NUNCA haría eso.

Miró la escoba que se encontraba apoyada en una esquina de su nuevo cuarto. ¿Qué daño habría si salía a echar un vistazo?

Harry se volvió a costar en la cama, y se tapó hasta las orejas para resistir la tentación. No. No la embarraría más. La última vez que había desobedecido, todo termino en tragedia. ¡Casi había matado a alguien! Sin embargo, eso tampoco había sido una completa tragedia… ¿Acaso estaría ahí, acostado en esa cama, si a Draco y a él no se les hubiera ocurrido escaparse esa noche? No. Sirius no sería un hombre libre. Y Harry no se habría podido ir a vivir con él.

Harry suspiró nuevamente. ¡Era todo tan complicado! Portarse bien era complicado. Obedecer era difícil. ¡La tentación era tanta! Y, por otra parte, las consecuencias a largo plazo no siempre eran malas.

Se había hecho amigo de Draco, cuando ambos le habían desobedecido a Snape. Y esa escapada les había salvado la vida, de paso. Había descubierto lo de los eses, también desobedeciendo. Otro par de buenos ejemplos. Su vida, un nuevo amigo, el conocimiento de una verdad, la libertad de Sirius… habían sido todas consecuencias de decisiones que los adultos alrededor de él habían considerado incorrectas en su momento dado.

¿Qué nueva oportunidad le podría ofrecer la vida si seguía su instinto, y se pegaba una escapadita uno de esos días? Recordó a su padrino, cuando acababan de llegar, que le había recriminado por su "falta de curiosidad". ¿Podía enojarse tanto con él, entonces, si se pegaba una escapadita? Había tres escenarios posibles: salir y que nadie se enterara. Ese era el mejor, por supuesto. Otro escenario era salir, y que las consecuencias no fueran malas, o muy enojosas. Ese tampoco era un mal escenario. Y estaba el tercer escenario, más preocupante: pegarse una escapadita, y que las cosas salieran mal.

–Bueno, son dos contra una… –se dijo a si mismo. Sonrió.

(corte)

Algo más tarde, Severus Snape se encontraba también acostado mirando un techo nuevo para él. Su tía abuela Helena había insistido en que se quedara a dormir en la casa. "¿Cómo se te ocurre mi niño que te vas a ir a dormir lejos de mi ahora que por fin estás en casa?" le había dicho, sin dejar lugar a contradicciones.

La señora Helena Hartmann resultó ser una viejita bastante enérgica y llevada a sus ideas. Esa era la opinión de Severus Snape (o de "mi niño", como insistía en llamarlo ella). Snape se sentía un poco fuera de foco. ¿Cómo se las habían arreglado la anciana y su dama de compañía para tratarlo de "tonto" y de "niño" en tan poco tiempo? Suponía que no habría problema, mientras ninguno de sus colegas, compañeros o alumnos se enterara. Si todo quedaba "en familia", estaba dispuesto a soportarlo.

–Tengo familia… –se dijo a si mismo para saborear como sonaba.

Helena le había comunicado que era posible que tuviera otros parientes por parte de su cuñada Michelle Batisse, la difunta esposa de su difunto hermano. Pero ella era de Francia, y no tenía idea de su familia. "Nunca nos llevamos bien ella y yo¿sabes?" le había confesado la anciana. También le contó que tenía una prima viva, Lucía Hartmann, que se había ido a vivir a España cuando joven. Los padres de ambas eran hermanos. Pero le confesó que con ella jamás se había llevado bien tampoco, y que ignoraba si se habría casado, o habría tenido hijos.

La anciana le contó también que nadie de la familia Hartmann había nacido mago, salvo su hermano Solon, y posteriormente su hijo Solon. Su cuñada en cambio era bruja, y por lo que sabía era de familia de brujos. Su hermano la había conocido en Francia, cuando fue de intercambio para aprender francés.

Snape contempló el cuarto en el que estaba. Le daba escalofrío pensar que en esa misma cama había dormido su padre. Recordó a su madre, enterrada en ese bosque y olvidada de todos. Decidió que para algo él era un mago. Usaría la magia para algo útil: trasladaría los restos de su madre (algo debía quedar, o eso esperaba) y los dejaría junto a los de su padre. Aunque no los hubiese conocido, sentía que era lo mínimo que podía hacer por ellos. Helena le había ofrecido llevarlo al cementerio, a la tumba de su padre y de su abuelo, al día siguiente. Reconocería él lugar. Y de ahí haría el traslado sólo. No deseaba escandalizar a su tía abuela con asuntos de cadáveres y tumbas. Ese era un problema que sólo le concernía a él. "Y a tu hermano", le dijo una pequeña voz en su conciencia, pero optó por ignorarla.

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Voldemort miró el mapa que tenía estirado sobre una mesa, y clavó un alfiler sobre un puntito que decía "Santa Gloria".

–Estoy satisfecho contigo, Avery. Buen trabajo. Pero no dejes que esto se te suba a la cabeza.

El mortifago se inclinó hasta que parecía un tapete gordo sobre el polvoriento suelo de piedra.

–Mi deseo más grande es servirlo a usted. Me honra permitiendo contribuir en su noble…

–Sí, sí, sí, ya. Puedes irte –le dijo el innombrable con un dejo de impaciencia en su voz.

El mortifago se alejó haciendo continuas reverencias, hasta que se cerró la puerta.

–Ahora si que te tengo, Potter… –murmuró el brujo relamiéndose los labios.

(corte)

Harry se despertó sobresaltado, con un fuerte ruido en el techo. Parecía una estruendosa pelea de gatos, justo encima de su cabeza. De pronto vio pasar, a través de la ventana que estaba junto a su cama, una pesada bola peluda que se contorsionaba. Se asomó de inmediato a la ventana, y alcanzó a ver dos gatos que se alejaban por la nieve persiguiéndose.

El suelo estaba frío, y volvió a la cama. Intentó recordar qué estaba soñando. Tenía la sensación que era algo importante. Se trató de concentrar, pero nada. La pelea de gatos lo había distraído. Volvió a cerrar los ojos, para ver si el sueño volvía, pero nada. Finalmente se volvió a quedar dormido.

(corte)

Algunas horas más tarde, Harry se despertó sobresaltado. Su padrino acababa de abrir la puerta de su cuarto.

–Harry, tengo que salir. Me acaban de llamar del ministerio. Espero no tardarme mucho. Remus me dijo que vendría, pero va a llegar en un rato más. ¡ME ESTÁS ESCUCHANDO HARRY?

Harry, que todavía tenía algo de sueño, se sentó en la cama.

–Disculpa… ¿Qué me estabas diciendo? –le preguntó estirándose.

–Que tengo que salir. Y que te tienes que quedar dentro de la casa mientras no estoy. Y que Remus va a venir en un rato más. ¿Puedo confiar en ti¿Te vas a portar bien?

Las neuronas de Harry que ya se habían conseguido despertar lo suficiente saltaron de inmediato ante la estupenda noticia. La mitad de ellas se alegraron de inmediato. ¡Si eso era justamente lo que Harry necesitaba! La otra mitad de las neuronas despiertas se dio a la tarea de hacer que el chico pudiera disimular.

Harry bostezó, para disimular la sonrisa.

–¿Puedo seguir durmiendo hasta que llegue Remus?

Sirius sonrió comprehensivamente.

–Si, mi niño. Estás de vacaciones. Duerme todo lo que quieras y pórtate bien con Remus.

Y tras esto cerró la puerta, y Harry escuchó con una risa culpable como bajaba la escalera. ¿Se aparecería o usaría la red flu? Se acercó hasta el muro de su cuarto que estaba calientito por la chimenea que estaba justo debajo, en la sala. Apoyó el oído, y alcanzó a escuchar como su padrino decía "Ministerio de la Magia".

–Red flu –dijo respondiendo a su propia pregunta.

Harry se puso de pie de inmediato y se vistió en segundos. Ordenó su cama de modo que pareciera que seguía durmiendo, por si Remus llegaba demasiado rápido. Tomó su escoba, y abrió la ventana. Nada ocurrió. Sonrió. Se puso la capa de invisibilidad de su padre, montó su escoba, y salió. Dejó la ventana ligeramente entreabierta, para poder volver a entrar por ahí. Y salió volando.

Harry no pensaba demorarse mucho. Sólo quería echar un vistazo. Subió alto sobre la casa, y constató que los árboles que rodeaban la mayor parte de la casa pertenecían a un bosque bastante grande. A lo lejos, el bosque formaba una curva que llegaba hasta Santa Gloria. Miró el camino de tierra por el cual se llegaba a la casa. Caminando, desembocaba en una carretera, y esta llegaba hasta la ciudad. No muy lejos se divisaba una casa abandonada. ¿Sería esa la casa donde habían vivido los vecinos magos de los que Sirius le había hablado?

Harry decidió que, volando, alcanzaba a ir a la ciudad y volver en menos de media hora. El aire matinal estaba agradable. ¿Por qué no? Total: era invisible. Nadie podía verlo. Contento, voló hacia Santa Gloria.

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Asombrosamente cerca de ahí, la figura de Severus Snape se apareció en el bosque de Santa Gloria. El brujo sintió que se le paraban los pelos del cuello ante la perspectiva de lo que iba a hacer. A pesar de que estaba decidido, sentía algo de cosquillas en el estómago. Bueno, era normal. No todos los días se desentierran los restos de la madre de uno¿no?

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Harry volaba cerca de los árboles, disfrutando el canto de los pajaritos y el brillo alegre de la nieve sobre las ramas, empapándose de los alrededores de su nuevo hogar. Ya estaba casi llegando a la ciudad cuando algo llamó su atención. Una figura negra, frente a un agujero en la tierra del que estaba saliendo tierra por si misma. ¿Un mago o una bruja, aquí? Harry decidió acercarse a investigar. Su padrino le había asegurado que aquella era una ciudad de muggles. ¿Qué hacía un mago haciendo hoyos en un bosque, a esa hora de la mañana?

Harry tuvo que ahogar un grito cuando reconoció al brujo. ¿Qué DEMONIOS estaba haciendo Snape ahí? Harry se acercó lo más que pudo, sin hacer ruido. Si, no había lugar a dudas: Snape estaba haciendo un agujero. ¿Para qué diablos sería¿Querría enterrar algo?..o a alguien. Harry tuvo escalofríos de solo pensarlo. Pero no, en el lugar no había nada. Salvo que se tratara de algo invisible. O a lo mejor estaba desenterrando algo. O a lo mejor…

Harry observó que Snape dejó de hacer salir tierra con su varita, y se asomó al agujero que había hecho. vio como apuntaba su varita al fondo y de pronto…

–¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Harry no pudo evitar gritar. Snape estaba levitando algo, y ese algo parecía un cráneo.

Petrificus totalus

En un milisegundo Snape se había vuelto hacia él, y a pesar de no verlo había conseguido acertarle con el hechizo. Harry calló de su escoba, aún medio envuelto en la capa (al mismo tiempo que el levitado cráneo volvía a caer al hoyo), y al instante su escoba (ya sin jinete) calló sobre él. Observó con terror al brujo que se acercaba hacia él, y le quitaba la capa de encima.

–¿POTTER¿Qué DEMONIOS estás TÚ haciendo aquí? –le gritó enojado, aunque se notaba que él también se había llevado un buen susto.

–Yo solamente estaba paseando –se defendió Harry–. Y cuando ví a alguien haciendo magia me llamó la atención. Sólo me acerqué a mirar un poco. Y entonces ví que era usted… y que estaba levitando un… un…un cráneo.

Snape suspiró, visiblemente incómodo, y claramente indeciso de lo que debía hacer. Finalmente apuntó a Harry con la varita y canceló el hechizo.

–¿Black y tú viven por aquí? –preguntó.

–Si –respondió Harry, indicando la dirección de la casa–. Aquí al lado. No tenía idea que usted estaría aquí, se lo juro.

–Está bien, Potter –respondió Snape con otro suspiro–. ¿Y me vas a decir que el inepto de tu padrino de deja salir a volar sólo por la vida?

–Bueno… la verdad es que no –confesó Harry. Estaba conciente de que estaba en desventaja, pero de inmediato tuvo una idea.

–Profesor. Le parece que yo me devuelva a mi casa de inmediato, por donde vine, y hacemos como que esto nunca pasó. ¡Usted no me vio volando, y yo no lo ví desenterrando un cadáver!

Harry observó con placer como al profesor de pociones se le dilataban las pupilas al escuchar la palabra cadáver. Al instante el brujo apuntó hacia el montón de tierra, que volvió de golpe a tapar el hoyo. Con otro movimiento de varita quedó todo nuevamente cubierto de nieve. Harry, muerto de la curiosidad, se atrevió a preguntar.

–¿Quién era ese que estaba desenterrando?

–No es asunto tuyo, Potter –murmuró. Luego tomó la escoba de Harry y le indicó que se sentara. Luego se sentó él, detrás.

–Te voy a acompañar hasta la casa de tu padrino, y voy a aprovechar de hablar una palabrita con él.

–¿Me va a acusar? –preguntó Harry con pesar, pateando el piso para elevarse. Snape soltó un gruñido.

–No se trata de acusar, Potter. Es un asunto de responsabilidad. Un concepto que a ti te resbala.

–¡Pero yo le prometí que no le contaría a nadie lo del cadáver! –argumentó Harry, intentando llegar a un acuerdo antes de llegar a la casa de su padrino.

–¿ME ESTAS AMENAZANDO, POTTER? –le respondió Snape, claramente enojado.

–No… –respondió Harry de inmediato–. Lo siento. No se preocupe. No diré nada a nadie.

–Está bien –gruñó Snape–. ¿Es esa casa de ahí? –preguntó indicando la casa en ruinas a la que se estaban acercando.

–No. Esa debe ser de unos vecinos –respondió Harry–. La de mi padrino es la que está más allá.

En un par de minutos ambos estaban desmontando la escoba, frente a la puerta de la casa. Harry se sacó la capa de encima. Al instante salió Remus Lupin, con una poca habitual cara de histérico.

–¡Harry! Gracias a Dios que estás bien. Hola Severus. ¿Qué haces aquí?

–Me encontré a este irresponsable merodeando. ¿Será genético el problema? –respondió Snape en el tono más ácido que pudo encontrar. ¿Acaso Black no es capaz de tener al chico ni un solo día sin perderlo?

–Entremos mejor –indicó Remus con un suspiro.

La casa estaba agradablemente cálida, comparada con el frío que hacía afuera. Remus cerró la puerta e invitó a su ex–compañero a sentarse. Snape se sentó, y paseó la vista por la casa.

–Harry… ¿Cómo pudiste? Esto no le va a gustar nada a tu padrino. –comenzó a retarlo el hombre lobo. Harry simplemente se encogió de hombros.

–Solamente quería echar una mirada en los alrededores. Le pedí a Sirius que me llevara, pero no quiso. ¡Sólo iba a dar un paseo corto! Además tenía la capa invisible, no es que cualquiera pudiera verme…

–Pero yo si te ví, Potter –le dijo Snape en tono sarcástico–. Así que tu plan fue bastante malo.

–Bueno, es que tampoco me podía esperar encontrarme con…

Harry se detuvo justo a tiempo. Había estado a punto de decir "con un profesor del colegio desenterrando un cadáver". No quería delatar a Snape.

–¿Con un profesor del colegio? –terminó la frase Remus–. Tienes suerte de que te hayas encontrado con el profesor Snape, y no con alguien que te pudiera hacer daño, Harry.

–¡Pero si no pasó nada de malo! –insistió Harry–. Si ambos quisieran, podrían no contarle nada a mi padrino y él jamás se enteraría. ¿Qué hay de malo en que haya salido a dar una vuelta corta¿No te parece normal, cuando uno recién llega a un barrio, el hecho de salir a recorrerlo?

Snape soltó una risa burlona.

–¿Parece que no quieres entender, Potter¡Quince años en peligro y todavía el concepto no logra penetrar esa piedra que tienes de cráneo… Eres un completo CABEZADURA.

–¿Quiere que comencemos a hablar de cráneos? –respondió Harry fastidiado–. ¡PORQUE SI QUIERE QUE SAQUEMOS A COLACIÓN EL TEMA DE LOS CRÁNEOS YO NO TENGO NINGÚN PROBLEMA!

En ese instante ocurrieron varias cosas al mismo tiempo: los vidrios de las ventanas explotaron, en una clara demostración de magia involuntaria. Remus preguntó "De qué estás hablando, Harry". El fuego de la chimenea se volvió verde y apareció Sirius, preguntando qué era eso de los cráneos, y Snape se puso pálido.

–Potter… –fue lo único que dijo Snape.

–¿Y tú que haces aquí? –preguntó Sirius al ver a Snape.

Harry miró a Snape con odio. Pero fue Remus el que intervino.

–Harry salió a dar una vuelta, y Severus lo encontró y lo trajo de vuelta.

–Si, Black. Y te aconsejo que cuides mejor a tu ahijado de ahora en adelante, que él a demostrado hasta el cansancio que es incapaz de cuidarse a si mismo. Y ahora me voy –agregó acercándose a la puerta.

–¡HARRY! –le gritó Sirius enojado–. ¿NO TE PUEDO DEJAR NI UNA HORA SOLO QUE YA TE PONES A HACER ESTUPIDECES?

–¡Espere profesor! –gritó Harry a Snape sin hacerle caso a su padrino–. NO SE VAYA TAN RÁPIDO. ¿NO QUERÍA HABLAR DE CRANEOS USTED¡CREO QUE USTED TIENE BASTANTE DE QUE HABLAR, DE HECHO¿NO LE PARECE PROFESOR?

–Cállate Potter –murmuró Snape, deteniéndose.

Pero Harry no pensaba callarse. Es verdad que le había prometido a Snape que no diría nada. Es verdad que le había prometido que lo respetaría. Pero también era verdad de que estaba fastidiado. MUY fastidiado. El brujo se había burlado de él delante de Remus, y se las había arreglado para dejar muy enojado a Sirius antes de irse. Si quería guerra, que se preparara…

–¡O SE LO DICE USTED O SE LO DIGO YO!

Listo, pensó Harry un poco asustado. La bomba estaba lanzada. Si no conseguía vengarse, al menos conseguiría desviar la atención de su padrino.

Los tres adultos se quedaron perplejos y en silencio unos segundos.

–No entiendo. ¿De qué están hablando? –preguntó Sirius extrañado (y, afortunadamente para Harry, más calmado).

–De nada Black. Tu ahijado está intentando desviar tu atención –respondió Snape volviendo al tono sarcástico–. ¿Es que acaso no te das cuenta?

–O se lo dice usted o se lo digo yo –insistió Harry, en un murmullo que pretendía ser intimidante.

–Creo, Black, que Potter no estará seguro aquí todavía –murmuró Snape–. Sugiero que vuelva conmigo al colegio mientras mejoras la seguridad de esta casa.

–¡NO! –gritó Harry, sintiendo que le estaban haciendo una encerrona–. Ni lo intente, profesor, o se lo digo todo a mi padrino.

–¡VAS A DECIRME DE UNA VES POR TODAS, HARRY, DE QUE DEMONIOS ESTAS HABLANDO! –le gritó su padrino, que claramente comenzaba a perder la paciencia.

Harry miró con odio a Snape.

–Snape es tu hermano, Sirius.

Snape apretó las mandíbulas.

–Que estupidez… –dijo Sirius simplemente–. Creo que Severus aquí tiene razón. Sería mejor que te dejara en el colegio por un par de días, mientras mejoro la seguridad para que nadie entre, y para que tampoco te salgas.

–¡Pero si es verdad! –insistió Harry fastidiado, dando una patada en el suelo de la impotencia–. Él es tu hermano, los dos son adoptados, y…

–Harry… ya cállate –Respondió Sirius fastidiado–. No quiero seguir escuchando tus estupideces. Por esta vez voy a dejar pasar el hecho que te hayas salido sin permiso. Y mejor te vas a empacar tus cosas calladito si no quieres que me arrepienta…

–Pero… –insistió Harry.

–¡Anda a buscar tus cosas, te dije! –lo interrumpió Sirius.

Remus, que se había quedado callado durante la discusión, comenzaba internamente a atacar cabos. A él, la confesión de Harry no le parecía tan descabellada. De hecho: el nerviosismo inicial de Severus Snape era una clara prueba de que Harry estaba hablando en serio.

–Espera Harry –interrumpió Remus–. ¿Sirius, no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor no te está mintiendo?

–Lunático –le respondió Sirius riendo–. No vas a creer en serio que este tipo puede ser hermano mío…

–¿Lo eres, Severus? –preguntó Remus, dirigiéndose a Snape.

Snape miró con odio a Harry, que se había quedado parado al pie de la escalera. Harry le devolvió la mirada.

–Si –respondió simplemente.

Sirius se quedó mirándolo como si le hubiera salido una segunda cabeza.

–¿Estás loco? –le preguntó–. ¿De dónde sacaste semejante brutalidad?

–No es brutalidad –intervino Harry volviendo–. Los dos son adoptados.

–Ya has dicho demasiado, Potter –intervino Snape–. Sube a buscar tus cosas.

–¡Usted no me da órdenes! –se defendió Harry–. ¡Aquí no estamos en el colegio!

–Pero yo si te dije que subieras a buscar tus cosas –gruñó su padrino.

–Pero yo no me quiero ir –respondió Harry.

–No te estoy preguntando Harry.

–Pero…

–¡Sube, o yo subo contigo! –lo amenazó su padrino–. Voy a contar hasta tres…

Harry decidió que era mejor no poner a prueba a su padrino, y subió resignado la escalera.

Los tres adultos se quedaron en un incómodo silencio unos segundos, hasta que Remus sugirió que necesitaba algo fuerte, y se fue a la cocina. Volvió a los segundos con una botella de vodka. Sirvió tres vasos. Los hermanos aceptaron. Sirius vació el suyo de golpe, y se sirvió un segundo. Se sentó. Remus se sentó también, pero Snape prefirió quedarse parado.

–¿Y bien Snape? –dijo Sirius–. Cuéntame de qué se trata todo esto.

Snape suspiró. ¿Qué sentido tenía seguir ocultándolo?