Capítulo 54 Consuelo y Esperanza

La clase de pociones estuvo diferente para Harry. Snape le había permitido que se volviera a sentar en la parte de atrás de la sala, con Hermione y con Ron. Además, era su primera clase de pociones en mucho tiempo sin tener que entrar con el dichoso casco–burbuja. Una mejora que lo hubiera alegrado mucho, si no fuera por lo amargado que se sentía. Ron y Hermione estaban muy amables con él, pero no se sentía de ánimo para ellos. De hecho, se sentía un poco culpable, porque lo que más deseaba era que lo dejaran en paz.

Harry notó extrañado que sus amigos le hablaron en clases en varias oportunidades, e Snape no les dijo nada. Era inusual, porque el profesor de pociones no permitía que nadie conversara en clases.

No estaba concentrado en lo que estaba haciendo, por lo que se limitó a imitar a Hermione en cada cosa que hacía. La chica lo notó, pero lo dejó. Al final de la clase, gracias a eso, su poción impermeabilizante estaba como el libro describía que tenía que estar, y la embotelló con alivio. Menos mal, un problema menos. Estaba guardando sus cosas para irse cuando Snape pasó cerca de ellos y le dijo:

–Potter, tú quédate.

–¿¡Pero por qué? –preguntó Harry, fastidiado–. Son recién las cuatro. ¡Se supone que no estoy castigado sino hasta las cinco!

Snape se quedó mirándolo. Iba a responderle algo pesado, pero sólo dijo.

–No es por lo de tu castigo.

Y, después de decir eso, se alejó a verificar que dejaban todo en orden en los otros mesones.

–¿Cómo es eso que te castigaron? –preguntó Ron.

–Es por que falté a clases en la mañana –explicó Harry encogiéndose de hombros–. También tengo castigo mañana y pasado. Pero no se preocupen. A mi no me preocupa.

Hermione lo miró con algo de pena.

–¿Con Snape?

–Por lo menos el de hoy, si. No me dijeron si mañana o pasado también. Pero ya les dije que no me importa.

–Te vamos a esperar afuera –dijo Ron.

–Como quieran –respondió Harry, sentándose–. Pero no sé cuan largo sea lo que Snape quiera hablar conmigo. Y, de todos modos, tengo que estar aquí de nuevo a las cinco. Así que si quieren mejor se van a otra parte. Es inútil que pierdan la tarde entera por esperarme a mi.

Hermione y Ron quedaron finalmente de verlo en la torre. Harry se sintió mejor. No quería estar toda la tarde sintiéndose culpable por hacer que sus amigos perdieran la tarde esperándolo afuera.

La sala quedó finalmente vacía. Snape cerró la puerta. Harry se iba a parar para acercarse a su escritorio, pero Snape se fue a sentar a su lado. Harry lo quedó mirando, y se volvió a sentar en el puesto que había usado.

–¿Qué pasa? –preguntó extrañado.

–¿Cómo te sientes? –preguntó Snape.

Harry lo quedó mirando, extrañado. Ese no era Snape.

–¿Cómo quiere que me sienta?

Snape lo quedó mirando. Esa era precisamente la reacción que había estado temiendo que el chico tendría si se acercaba a hablar con él. Pero tenía que hablar con él. En algún momento tenía que hacerlo.

–Harry… ¿Te acuerdas de que tu padrino, antes de morir, me pidió que cuidara de ti? –preguntó, forzándose a mantenerse amable (e intentando olvidar que estaba enfrente de un POTTER).

Harry lo quedó mirando, todavía más extrañado. Si, se acordaba. Pero no se le había pasado por la mente la idea de que Snape pudiera tomarlo en serio. Para él, Snape le había contestado a su padrino lo que su padrino necesitaba oír en ese momento crítico. Nada más.

–No es necesario –respondió finalmente–. Sirius no está. Yo nunca he necesitado de usted. Y no veo por qué tendría que comenzar a necesitarlo ahora.

–Te entiendo –respondió Snape–. Y no voy a obligarte a nada. Sin embargo, quiero que consideres lo que te voy a decir. Tu padrino, antes de morir, había conseguido tu custodia. Pero, ahora que ha muerto, es muy probable que vuelvan a llevarte con tus tíos. Sin embargo, dado que Sirius expresó su voluntad antes de morir de que yo lo reemplazara, también es posible que me entreguen tu custodia a mi.

Harry se echó a reír.

–Si claro… –se burló–. ¡No me salga ahora con que quiere mi custodia!

Snape lo quedó mirando, y todo lo que había estado pensando desde esa mañana le pareció de pronto sumamente estúpido. Había decidido darle a Harry la posibilidad de que, si quería, se quedara con él. Pero ahora se daba cuenta de que era ridículo: Potter preferiría irse a vivir con el calamar gigante antes que con él. ¿En que momento de locura se le había pasado por la mente que el chico podría ser como su sobrino, siendo el ahijado de su hermano?

Harry dejó de pronto de reírse. Snape se había quedado callado. ¿Acaso hablaba en serio? ¿Snape estaba dispuesto a reclamar su custodia, en base a la última voluntad de Sirius? ¡Era el mundo al revés!

–Eh… ¿Está hablando en serio? –preguntó Harry.

–Yo siempre hablo en serio –respondió Snape.

–¿Pero quién decide si me voy con usted, o con los Dursley?

–Normalmente sería un tribunal. Pero, en este caso, tienes la posibilidad de escoger. Yo no he dicho nada de la voluntad de tu padrino. Así que todavía puedes volver con tus tíos si quieres. Pero, si lo prefieres, puedo dar a conocer su última voluntad. Y, en ese caso, es casi seguro de que te quedarías conmigo. El profesor Lupin puede dar testimonio también.

Harry lo quedó mirando, y sonrió. A pesar de lo irracional de la propuesta, sintió una sensación agradable en el estómago. Alguien quería quedarse con él. Aunque se tratara de Snape, de todos modos podría no haber querido. Y, sin embargo, le estaba dando la posibilidad. Y no necesitaba preguntarse qué pensarían los Dursley. Estarían furiosos de tenerlo de vuelta después de haber creído que se habían liberado de él para siempre. Pero la propuesta seguía siendo extraña. Extraña, viniendo de Snape…

–¿Pero para qué querría usted quedarse conmigo? –preguntó Harry, intentando entender–. Nunca le he caído bien. Usted odiaba a mi padre. Además, recuerde el verano. A mi me quedan dos años todavía para ser mayor de edad. ¿Se imagina esos días en las vacaciones, pero extendiéndose por dos años?

–¿Te imaginaste por un momento que te diría todo esto sin haberlo pensado? –le preguntó Snape, alfo fastidiado.

–No lo tome a mal –explicó Harry–. Pero tiene que entender que suena todo muy extraño, viniendo de usted. No lo voy a engañar: detesto a mis tíos. Y estaba feliz de haberme librado de ellos, cuando Sirius quedó libre. Pero no por eso voy a creer a ojos cerrados que usted desee quedarse conmigo.

Harry lo quedó mirando, expectante. Acababa de decirle, disimuladamente, que estaba dispuesto a quedarse con él, siempre que Snape deseara de verdad quedarse con él.

–¿Debo entender que decides que yo reclame tu custodia? –preguntó Snape en tono neutral.

–No. Lo que quise decir es que si usted quiere quedarse conmigo, por mi está bien –aclaró Harry–. Me cuesta creer que usted se quiera hacer cargo de mi. Y no quiero que lo haga si no quiere. Si ese es el caso, mejor deje que me lleven de vuelta donde mis tíos.

Snape no contestó. Realmente, no estaba seguro si quería o no. Por eso había preferido que el chico escogiera. Pero ahora resulta que Harry se las había arreglado para invertir la situación, obligándolo a él a escoger.

Y tenía que reconocer que la idea no le era tan desagradable. En cierto modo, a pesar de lo que el chico lo sacaba de sus casillas, le había cogido un poco de afecto. Lo había notado en el verano, cuando se había ido enojado con Dumbledore. Más tarde se había arrepentido de haberlos dejado. Si hay algo que tenía que reconocer, era que tanto Draco como Harry ya no le eran del todo indiferente. A veces quería estrangularlos, si. Pero le importaban, eso era innegable.

–Entonces hablaré con Remus Lupin, para que sea mi testigo –respondió finalmente Snape–. Te mantendré informado.

Harry lo quedó mirando. El corazón le latía con violencia. ¿Snape quería quedarse con él? ¿Después de todo lo que le había hecho, el brujo deseaba tenerlo a su lado? Después de haber intentado por meses que lo expulsaran, ahora resulta que quería ser su… ¿qué vendría siendo? ¿Tío? ¿Apoderado? ¿Padrino?

Snape miró la hora. Quedaba todavía media hora para que fueran las cinco.

–¿Estás de acuerdo entonces? –le preguntó.

Harry asintió con la cabeza. No se atrevía a hablar.

–¿Me quieres acompañar a hablar con el profesor Lupin?

Harry lo pensó. No, no quería hablar con él. Desde la muerte de Sirius, no se sentía cómodo a su lado. Tenía una mezcla entre rabia y culpa. Rabia, porque el brujo no había impedido que Sirius muriera. Y culpa, porque él mismo era el culpable de que la serpiente hubiera atacado a su padrino.

–No, si no le importa.

–Está bien. Quedas libre hasta las cinco. Y no se te ocurra volver a desaparecer, o estarás castigado por el resto de la semana. ¿Está claro?

–Si, señor.

(corte)

Draco había decidido esperar fuera de la clase de pociones. Notó que Weasley y Granger lo quedaban mirando feo cuando pasaron junto a él, pero le dio lo mismo. Tenía ganas de estar con Harry. Se sentó en el pasillo, apoyado en la pared frente a la puerta.

Lo que le pareció una eternidad más tarde, se abrió dicha puerta, y Harry salió con Snape. Harry lo quedó mirando, e hizo algo muy extraño: le preguntó algo al profesor al oído. El brujo se encogió de hombros, y asintió. Luego se fue.

–Hola Draco. Veo que me esperaste –lo saludó Harry, acercándose y sentándose a su lado.

–Si. ¿Qué quería Snape contigo?

–Ni te lo imaginas –se rió Harry, algo nervioso.

Draco se extrañó. Su amigo parecía feliz. Era un contraste extraño con la mañana.

–Estás medio raro. ¿Qué te pasa?

–Es que hay algo que no te conté de cuando murió mi padrino…

–¡No me digas! –lo interrumpió Draco–. ¡Te dejó una fabulosa herencia, y te vas a ir a recorrer el mundo en tu escoba!

Harry negó con la cabeza, algo exasperado.

–Pero que materialista que eres, Malfoy… No, no se trata de una herencia. ¿Me dejas terminar de contarte? Tengo menos de media hora hasta que Snape vuelva… Y tú tienes que ir a saludar a Filch, recuerda.

Draco se rió.

–¡Era una broma Potter! ¿Y desde cuando andas con secretitos con Snape?

Harry se cruzó de brazos y contestó enojado:

–¿Me vas a dejar que te cuente?

Draco se dejó de reír.

–Si, prometo solemnemente que no te voy a interrumpir. Dale, que ya me tienes muerto de la curiosidad.

–Bueno –continuó Harry–. Cuando mi padrino murió, también estaban ahí Snape y Lupin. Y mi padrino, antes de morir, le pidió a Snape que se encargara de mi. Yo no le di importancia al principio, porque jamás imaginé que Snape se pudiera tomar eso en serio.

Draco abrió grandes los ojos.

–¿Me estás tomando el pelo?

–No… Como te decía, yo mismo lo había olvidado. Pero ahora resulta que Snape me preguntó si quería volver con mis tíos, o si prefería que él me reclamara en base a la última voluntad de Sirius.

–¿Y tú aceptaste? –preguntó Draco extrañado.

Harry se puso algo colorado.

–Lo siento… –se disculpó Draco, al verle la cara a su amigo–. Es solo… que bueno… no puedes negar que suena extraño. ¡Snape tu padrino!

Harry bajó la vista. ¿Todo el mundo se iba a reír? ¿Todos iban a apuntarlo con el dedo cuando supieran? De pronto sintió que Draco lo abrazaba.

–Perdóname. ¿Quieres? Me alegro que no tengas que volver dónde tus tíos.

–Está bien. Si yo al principio también me reí –confesó Harry–. Pero Snape parecía tan serio… ¡El mismo lo propuso! Ahora fue a hablar con Lupin para pedirle que testifique a su favor.

–Bueno –dijo Draco soltándolo–. ¡Felicitaciones! No es tan fabuloso como mi prima, pero al menos es brujo igual que tú.

(corte)

–¿Al final te decidiste? –se burló Remus Lupin, aunque su voz traicionaba algo de amargura.

Snape se cruzó de brazos.

–Si. ¿Me vas a ayudar o no?

"Antes muerto" fue lo que pensó Lupin. Pero no podía contestar eso. Era lo que Sirius había querido. Y, aunque sentía envidia, estaba conciente de que jamás se lo entregarían a él. Negándose, sólo conseguiría que Harry tuviera que volver con la familia de Lily.

–Si, lo haré. Pero solamente después de haber hablado con Harry. ¡Quiero escuchar de sus propios labios que está de acuerdo!

–Ya te dije que él está de acuerdo… –murmuró Snape–. Pero habla con él, si eso te hace sentir menos miserable. ¿Sabías que le sugerí acompañarme ahora, y él no quiso?

Snape sonrió, al ver que el otro bajaba la vista.

–Eres cruel, Severus. Tengo miedo por Harry. Quiero creer que, por lo menos, vas a ser mejor que sus tíos. Pero, siendo el hijo de James…

–¿Qué te pasa? –se defendió Snape–. ¿Crees que sería capaz de reclamarlo solo para vengarme de Potter?

Remus lo miró a los ojos, preguntando con la vista "¿acaso no es así?". Snape parecía furioso. Estaba lívido.

–Jamás haría eso –murmuró.

–Bueno, te creo –concedió Lupin–. De todos modos, si Harry está de acuerdo, no se lo puedo negar. Mañana antes de almuerzo tiene clases conmigo. Después de confirmarlo con él, vamos cuando quieras al ministerio.

Snape miró la hora. Eran casi las cinco.

–Harry me está esperando abajo. ¿Por qué mejor no vienes y hablas de inmediato con él?

Lupin no respondió. Snape continuó.

–No creo que Harry cambie de idea de aquí a mañana, si eso es lo que esperas.

–Bueno, vamos –respondió Lupin, resignado.

(corte)

Draco estaba tocando la puerta del despacho de Filch, cuando notó que Snape y Lupin pasaban junto a él, rumbo a las mazmorras. Snape se veía raro, como preocupado o triste. Sus vistas se cruzaron por un breve momento. Draco le sonrió débilmente, y tubo la impresión de que el brujo le sonrió de vuelta.

En ese instante se abrió de golpe la puerta del despacho, y la cara de Filch le hizo olvidar todo lo ocurrido.

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Harry se puso de pie al ver acercarse a los brujos. Se sintió un poco incómodo al ver a Remus.

–El profesor Lupin quiere conversar contigo, Harry –le dijo Snape–. Cuando termines, entra.

Y tras esto entró a la sala, y cerró la puerta.

–¿Ya te dijo? –preguntó Harry. No sabía porqué se sentía tan incómodo.

–Si, Harry. Pero quiero estar seguro. ¿Estás de acuerdo en quedarte con el profesor Snape?

–Entre él y los Dursley… Si, lo estoy –confesó Harry.

–Pero, ¿deseas vivir con él, Harry? –insistió Remus.

–¿Existe otra opción aparte de ellos? –preguntó Harry.

–Yo quisiera… pero no se puede –confesó Remus, con amargura.

–Me lo imaginaba.

–Pero quiero estar seguro de que quieres quedarte con Severus.

–Bueno, si. Quiero. ¿Lo vas a ayudar entonces?

Remus suspiró, resignado.

–Ya que estás seguro…Si, lo haré.

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Snape observó al chico cuando entró a la sala. Miró la hora. No había habido mucho que discutir, al parecer. Parecía sentirse miserable, notó Snape, al verlo acercarse cabizbajo al escritorio.

–¿Qué tendré que hacer? –preguntó el chico, resignado, levantando la vista.

–Ordenar los armarios de ingredientes de los alumnos, y dejar todo limpio –le dijo simplemente–. Ya te dejé ahí con qué limpiar.

–Está bien –dijo el chico, dirigiéndose al armario de primero.

Snape se fue a parar al lado.

–¿Qué te dijo el profesor Lupin?

Harry se encogió de hombros.

–¿Para qué pregunta? ¿Ya lo sabe, no?

–Si, pero no esperaba que entraras tan triste.

–No me gusta sentir que lo decepcioné.

–¿Es solamente eso?

–No, claro que no –respondió Harry, algo exasperado–. Estoy triste porque Sirius está muerto. Porque sé que Remus quisiera poder reemplazarlo, y no puede. Porque sé que cuando mis padres murieron, y Sirius se fue a Azkaban, él también hubiera querido cuidarme.

–El profesor Lupin me manifestó su preocupación… piensa que quiero reclamarte para desquitarme de tu padre –explicó Snape, atento a la reacción del chico–. ¿Crees tú eso?

Harry levantó la vista de inmediato del frasco al que le estaba quitando el polvo.

–No –contestó de inmediato. Luego pareció dudar… – Porque no es así, ¿verdad?

–No. Y quiero que estés seguro de eso.

–Está bien.

–¿Le contaste a Draco, verdad?

–Si, usted me dijo que podía –se disculpó Harry, algo inseguro.

–No te disculpes. Puedes contárselo a quien quieras, cuando quieras. Es que me miró medio extraño cuando me lo crucé, viniendo para acá –aclaró Snape.

–Debió verle la cara cuando le conté… –se rió Harry.

Snape sonrió. Harry Potter podía tener muchos defectos (como sacarlo de sus casillas regularmente, o hacer siempre lo que se le daba la gana como lo hacía su padre). Pero sintió alivio al ver que se estaba riendo.

Snape volvió a su escritorio a corregir el montón de tareas de vacaciones que le habían entregado ese día. Y así pasó la hora. Poco antes de las siete, se volvió a acercar. Harry todavía estaba en el armario de los de cuarto, pero parecía haber hecho un buen trabajo.

–Deja eso –lo interrumpió Snape–. Mañana terminas. Y el miércoles puedes ir a hacerle compañía al señor Filch a las seis, después del taller.

–Está bien –contestó Harry, visiblemente aliviado de que su castigo no se hubiera prolongado, impidiéndole ir a cenar. Dejó el paño y se fue a lavar las manos en el lavadero del laboratorio.

–¿Qué alivio, no? –se burló Snape, aunque cualquiera se hubiera dado cuenta de que carecía de la habitual mala intención–. ¿Creíste que te obligaría a saltarte la cena? ¿Después de que no almorzaste, y que prácticamente no desayunaste tampoco?

Harry lo quedó mirando, algo molesto.

–Si, es verdad. Tengo hambre. ¿Y qué? ¿Se tiene que reír de mi también por eso?

Snape dejó de reírse.

–Lo que te quiero hacer ver, Harry, es que me importa que comas. Y que estés conciente de que si no lo haces, me voy a enterar. ¿Y no queremos que eso ocurra, verdad?

Harry lo quedó mirando, algo preocupado.

–¿Qué quiere decir? Si yo siempre como...

–Lo sé. Pero preocúpate, de ahora en adelante, de estar siempre presente en el gran comedor. Porque, si no estás, te voy a tener que salir a buscar, como hoy. Y me voy a enojar. Y tú no quieres verme enojado…

–No, claro que no... –contestó Harry, ligeramente alarmado.

Camino al gran comedor, Harry recordó algo que tenía ganas de saber desde que había hablado con Draco, en la mañana.

–Draco me dijo que Voldemort desapareció. ¿Es verdad?

Snape lo miró brevemente, y luego su vista se perdió en la distancia del corredor.

–¿Ya te llegó el rumor?

–Si. ¿Es verdad?

–Nadie lo sabe, Harry.

–¿Piensa usted que la serpiente que me atacó, y que mató a mi padrino, tenía algo que ver con él?

–Indudablemente.

–Y… –Harry se sintió un poco nervioso, al continuar–. Después de lo que les pasó a mis padres, y a mi padrino, ¿no teme usted que le pase lo mismo? ¿Por mi culpa?

Snape se detuvo. Harry se arrepintió de haber puesto el tema. Ahora si que la había embarrado. Snape lo mandaría con sus tíos.

–Esas muertes no fueron tu culpa –le dijo, enojado–. Y no: no tengo miedo de estar contigo.

Harry sintió alivio. Había malinterpretado su enojo. Snape reanudó su marcha.

–¿Y no le importa lo que digan todos, en el colegio, cuando se enteren de que me quedaré con usted? –preguntó Harry, con curiosidad.

–Muy poco, Harry. Como te podrás haber dado cuenta, en los años que me conoces, nunca me ha importado mucho lo que digan de mi.

Habían llegado al vestíbulo. Del comedor salía un olor que a Harry le recordó lo famélico que estaba.

–Otra cosa, profesor… Gracias por dejar de llamarme "Potter" como si fuera un insulto –dijo Harry, sonriendo. Y tras eso se fue a sentar junto a sus amigos.

(corte)

Los días pasaron. Harry se sentía todavía amargado por la muerte de Sirius. Pero sentía paz, cada vez que recordaba que Snape (a pesar de todo lo que había ocurrido en el pasado), se quedaría con él. Eso fue lo que su padrino había querido. Era lo correcto. Sirius, donde quiera que estuviese, estaría tranquilo. Sentía alivio al pensar en eso, y se aferraba a ese sentimiento cada vez que el duelo lo invadía. Remus parecía haber aceptado el hecho, finalmente. Draco también había cambiado un poco desde ese lunes: admitía delante del colegio entero que Harry era su amigo, y Harry hacía otro tanto.

Ron y Hermione no estuvieron muy contentos por el cambio, pero finalmente también aceptaron a Draco. Harry se sintió nuevamente cerca de ellos, y sintió paz en eso.

Por alguna extraña razón, el colegio no parecía haberse enterado de que Snape era su nuevo apoderado. Al parecer, ni Draco, ni Ron, ni Hermione le habían contado a nadie. Era extraño, ya que en ningún momento les había pedido confidencialidad, ni mucho menos. Ron lo había mirado como si hubiera perdido la cabeza, pero se le había pasado rápido después de que considerar las opciones de su amigo. Recordó cuando lo habían tenido que ir a rescatar en las vacaciones antes de segundo, y finalmente aceptó el hecho. Se rió, y juró que si Snape llegaba a amargarle la vida demasiado, lo irían a rescatar de sus garras.

El trámite se tardó poco días. En menos de dos semanas, al final del taller de fotografía, Snape le informó a su nueva carga que, para todo los efectos, él era como su nuevo padrino, y apoderado.

–Con un poco de suerte –le dijo, con expresión de aparente enojo–, ahora conseguiré que dejes de molestarme.

Harry se había reído en su cara, conciente de que no lo decía con mala intención. A diferencia del pasado, ahora Snape no decía todo en serio. Algunas veces, muy pocas, había salido con chispas de humor bienintencionado. Era un cambio bienvenido.

–¿Y no teme que, por el contrario, le haga su vida todavía más complicada?

–Oh no, Harry –le respondió el brujo, con su cara a solo centímetros de la de él–. Ahora, más que nunca, te conviene estar en mi buen lado.

Harry tragó saliva, pero de inmediato vio que el brujo le sonreía.

–¡No me asuste de ese modo! –le reprochó.

–Estoy hablando en serio… –respondió Snape–. Ahora se tienen que acabar las faltas de respeto, y las invasiones a la propiedad privada. Ahora, o me obedeces y me respetas, o te va mal. ¿Entiendes?

Harry se lo quedó mirando, algo preocupado.

–No había pensado en eso… –respondió, sintiendo que le habían hecho trampa en un juego, o que no había la letra chica de un contrato.

Snape sonrió, con aire ganador. Pero de inmediato le hizo signo de que se acercara e hizo lo que menos esperaba Harry que hiciera: lo abrazó.

–Era solamente una advertencia. Ahora que estás a mi cargo, en forma permanente, tenía que decírtelo. Pero no es para que te asustes. Es solamente para que lo consideres, la próxima vez que se te venga a la cabeza la idea de hacer una estupidez.

–Bueno –contestó Harry, un poco inseguro–. Trataré de recordarlo.

–Te conviene recordarlo, Harry –respondió el otro–. Créeme que te conviene.

(corte)

Y pasaron los días, las semanas, los meses. La nieve cayó, y se volvió a derretir. El lago se descongeló. Los árboles se llenaron de hojas, flores y pajaritos, y la biblioteca se llenó de alumnos de quinto, estudiando desesperados para los TIMOS.

A Harry no le había ido tan mal en lo que llevaba del año escolar. Pero ahora, la falta de atención que había puesto el primer trimestre le estaba pasando la cuenta. Sentía que estaba razonablemente preparado para los exámenes. Pero, cada vez que al repasar caía en una pregunta concerniente a la materia de ese período, sentía inseguridad. No es que no hubiera repasado: sabía las respuestas correctas en la mayoría de los casos. Pero siempre se sentía inseguro, no podía evitarlo.

Y fue en ese clima que llegó la Semana Santa. Harry hubiera querido relajarse esa semana, pero estaba conciente de que era su última oportunidad para recuperar el tiempo perdido entre septiembre y diciembre. Se resignó al plan de estudios de Hermione. Su amiga, para ayudarlo, le ofreció prestarle todas las notas que había tomado en ese período. Harry las rechazó, ya que ya las había copiado todas. Entre eso, y los libros, sabía que tenía lo suficiente. Pero la inseguridad lo invadía.

–Harry –le había dicho Hermione, en la cena del viernes antes de las vacaciones–. La inseguridad se te va a quitar estudiando. Créeme: sigue el plan que te hice, y vas a ver que te vas a sentir más seguro al final de las vacaciones.

Ron se asomó sobre el hombro de su amigo, para ver el horario que Hermione le había hecho.

–Pobre Harry… –murmuró sentándose a su lado.

–Tu también deberías ordenar tu horario para alcanzar a repasar todo, Ron –le recordó la chica–. ¿O quieres que se te acumule con la materia que todavía nos van a pasar?

–¿Crees, Hermione, que he ido a puro mirar el polvo a la biblioteca el último tiempo? –se defendió él.

–No. Pero te he visto: picoteas un poco de una cosa, luego otra cosa.

Ron se encogió de hombros.

–Cada uno con su método.

–A lo que me refiero, Ron, es que es mejor peinar la materia. Asegurarse de revisarlo todo. Y es ese el plan que le propuse a Harry. Así, en el tiempo que queda, se preocupará solamente de la materia nueva. ¡Y no llegará un mes antes de los exámenes, con la materia de todo el año por revisar!

–De todos modos, todo acabará después de los exámenes –intervino Harry, resignado–. Por una vez te voy a creer, Hermione… pero solamente porque estoy desesperado.

–No deberías estarlo –aseguró su amiga–. Te sabes las respuestas correctas la mayor parte del tiempo. Te falta, como dije, peinar la materia para que sientas la seguridad de que no has dejado nada de lado.

–Y después te pones a rezar –se burló Ron.

–De todos modos estaremos aquí contigo durante la semana de vacaciones –le aseguró Hermione–. Así, si tienes cualquier duda…

Harry se puso colorado. Había olvidado contarles que Snape le había dicho que lo llevaría a conocer a su familia esa semana. Y, después de que Snape había conseguido que le dieran libre esa semana, no le podía decir simplemente: ve tú solo. Además, era la primera vez que ambos pasarían un tiempo juntos. Snape podía pensar que se había arrepentido, o que tenía miedo.

–Es que… yo no voy a estar aquí la próxima semana Hermione –confesó Harry.

Sus amigos lo quedaron mirando.

–¿Snape y tú se van de vacaciones? –preguntó Ron, extrañado.

–Pero Snape es jefe de casa –razonó Hermione–. Y los jefes de casa se quedan en el colegio cuando hay alumnos.

–Si, justamente –contestó Harry–. Snape consiguió, en forma excepcional, que le dieran vacaciones por una semana. Y me pidió que lo acompañara a conocer a su familia. Y le dije que bueno. ¡No le puedo salir ahora con que prefiero quedarme en el colegio!

–¿Su familia? –preguntó Ron con curiosidad–. ¿Cuál de las dos?

–La biológica –contestó Harry–. En la otra están todos muertos. Pero vive aún la hermana de su abuelo paterno. Vive en Londres, y es una anciana. Y, por lo que Snape me contó, ha sido particularmente insistente en que lo extraña. Y parece que está interesada en conocerme a mi también.

–No me imagino a Snape "en familia" –comentó el pelirrojo, divertido.

–No empieces… –le rogó Harry. Cada vez que Ron comenzaba a burlarse, se sentía incómodo.

–¡Huy!… se me había olvidado que te molesta que se rían de tu Papi –le dijo Ron, para molestarlo.

–Cállate ignorante –contestó Harry, fastidiado–. No es mi padre. Sólo será mi guardián hasta que cumpla 17.