Notas de la autora: Hola!. Muchas gracias a los que dejaron reviews, es por ustedes que subo el segundo cap! (aunque me tomé mi tiempo, je, je. No estaba inspirada).
Las advertencias son las mismas que las del cap uno.
Ah!. Y este capitulo contiene lemon e incesto!. Están advertidos.
El tercer cap es el último!.
Dos vidas conmigo
By: Nadesiko Takase
Capítulo dos:
Nostalgia
- Te dejo darme un beso... Pero quiero algo a cambio. – le dijo la chica, con una media sonrisa. Hao la observó con recelo. Sabía que estaba bromeando, pero le seguiría el juego.
- Lo que quieras. – de cualquier manera, no pensaba cumplir con nada. Samara también lo sabía. En ese momento se leían el uno al otro sin tanta dificultad.
- ¿No estás molesto de que me meta constantemente en tus planes?. – desvió la conversación. Hao le volvió a sonreír de manera tranquila.
- Tú no representas un obstáculo para mí. – Ups, respuesta equivocada. El poco progreso que había logrado, lo destruyó con una frase. Samara se había puesto muy seria y se notaba molesta por sus palabras.
Le gustaba verla así. Luchando contra sus emociones para mantener esa expresión de frialdad en sus hermosos ojos castaños.
- La verdad, te quiero solo para satisfacer mis deseos. Después de todo, esa era tu función en nuestra vida pasada, ¿recuerdas?. – añadió, con suma tranquilidad que hizo a la shaman estremecer de furia. Hao trató de reprimir una sonrisa al notarlo.
Se veía tan hermosa así, dominada por la ira.
Al oír estas palabras, Samara tomó una firme resolución.
- Retírate del Torneo, Hao, o yo misma me encargaré de ti.
Hao permaneció en silencio unos instantes mientras volvía a revisar mentalmente las últimas palabras que le había dicho la oficial del Torneo. Sin duda era de personalidad difícil. Pero si mal no lo recordaba, así había sido en su vida pasada.
- ¿Y bien?- apremió ella, con las crudas palabras del chico repitiéndose en su cabeza una y otra vez.
- ¿Qué quieres que te diga? - jugó al desentendido. Ella lo miró visiblemente irritada, pero contuvo la rabia que palpitaba en su interior.
- Respuesta equivocada. Lo siento, se te acabó el tiempo. Tendré que matarte.
Sin más, sacó una ballesta y apuntó derecho al corazón del shaman. Debido a la sorpresa, Hao se demoró unos segundos en saltar y desviar la letal flecha. De haber tardado unas milésimas de segundos más, estaría muerto. Observó con asombro oculto la flecha que penetró un viejo tronco. Ese pudo haber sido él.
Samara esperaba que Hao se enfureciera y reaccionara, así ella tendría una excusa para matarlo; o al menos intentarlo. Dudaba si sus poderes eran equiparables. Sorpresivamente, se encontró con una sonrisa en el rostro del joven.
- Estás completamente loca, Samarita. ¿Lo sabías?.
- Púdrete. - espetó, sin darle el gusto de que la frustración se reflejase en su rostro. Soltó un suspiro. - Hablo en serio, Hao. Retírate del Torneo y olvida tus planes.
Hao se sentó en el tronco de un árbol caído, sin apartar sus ojos escrutadores de ella. Era exactamente como la recordaba. La mujer que más amó de todas sus vidas, y a la que hizo reencarnar para poder tenerla a su lado nuevamente. Aunque las cosas no eran exactamente como lo habían sido en su vida pasada. Pero él se encargaría de eso. Ella también lo amaba, él lo sabía; lo había hecho en su vida pasada y fueron muy felices juntos. El shaman más fuerte y la hechicera más poderosa. Una alianza sin igual.
- ¿Qué pasará si no lo hago?. - preguntó con un dejo de burla que la hizo vibrar de ira cada uno de sus nervios, en conjunción con su orgullo herido por tan crueles palabras.
- Te mataré...
Hao borró la sonrisa burlona del rostro y se puso serio. Se miraron con rivalidad largo rato, hasta que el muchacho rompió el silencio.
- Supongamos que me retire del Torneo... Cosa que NUNCA haría. ¿Qué ganaría a cambio?.
- Permanecer vivo.
- No, en serio. - insistió Hao, desestimando la oferta con un movimiento de mano.
- ¿Qué podría desear el gran Hao?. - preguntó ella, cruzándose de brazos y mirándolo con suspicacia. Algo tramaba. - Tienes todo lo que quieres.
- En una situación hipotética; si yo dejara el Torneo (cosa que no pasará), ¿serías mi compañera?.
Samara lo miró con ojos sorprendidos por lo directa de la propuesta. Parecía que no se daría por vencido sin importar cuánto lo rechazase. Tardó unos instantes en responder.
- Como nunca dejarás el Torneo, nunca lo sabremos, ¿no?. - contestó al fin. Era su turno de ser la burlona.
- Ya, en serio, Samarita. - insistió él, sintiendo que ella bajaba las defensas.
La joven guardó silencio unos instantes. Hao pensó que no contestaría la pregunta… Pero finalmente los labios femeninos se separaron. Samara se inclinó hacia él, y le contestó en un susurro:
- Ni en un millón de años.
Hao comenzó a reír. Era definitivamente ella… nuevamente la que fue una vez...
- Está bien, ahora vete. - le ordenó con un gesto de mano. - Estoy cansado. Continuaremos con esta conversación la próxima vez que nos veamos.
- No hay nada más que decir. NUNCA me quedaría a tu lado.
- Samarita, ambos sabemos que te quedarás conmigo, que es donde debes estar. - rebatió él, sin sombra de duda. Se puso de pie. - La cuestión es cuándo…
Los ojos de la mujer centellearon. La arrogancia de Hao la sacaba de quicio. Simplemente dio un salto hacia una de las ramas de un árbol cercano y luego desapareció, dejando al muchacho solo con sus recuerdos.
oOo
Se teletransportó hasta el lugar en el que estaba su campamento en el desierto. Prefería mil veces el aire libre, las estrellas, el calor, la arena a el asqueroso cuartucho que se le designaba a los competidores. Se sentó en la cima de unas piedras y permaneció contemplando el infinito cielo abierto bañado en estrellas tirititantes mientras evocaba recuerdos agradables
En una de sus vidas pasadas, cuando era jefe del clan Asakura, una comunidad de gitanos pasó por su feudo. Los extranjeros tenían a todos asombrados y curiosos debido a sus extrañas vestimentas, comportamiento y costumbres. Al parecer, no tenían idea de las normas japonesas y cometieron el grave perjurio de atacar a un Asakura, no solo dueño de la tierra y japonés, sino también un daimío poderoso y un hatamoto, lo cual era castigado con la muerte.
Hao fue furioso con su séquito de espadachines a saldar cuentas con los extranjeros. Cuando llegaron, los familiares de los involucrados imploraron por la vida de su ser querido. A cambio le ofrecieron una mujer.
- Yo ya tengo una esposa. - contestó Hao, muy sereno.
Según la costumbre japonesa, debía permitir a su primo, quien fue agredido por los gitanos, que matase a su agresor para borrar la vergüenza y deshonra. Era perfectamente comprensible y natural. Es más, era honorable. No había otra forma de manejar la situación.
Los gitanos insistieron, diciendo que era una esposa perfecta para un hombre importante como él, una mujer de grandes poderes.
- ¿Qué clase de poderes?. - les preguntó, con cierta curiosidad.
- Puede traerle poder, riqueza, lo que usted desee… Además, posee otros grandes dotes.
Hao no estaba interesado en adquirir más poderes. Ya era el shaman más poderoso que había. No necesitaba la ayuda de una mujer. Pero la gitana despertó la curiosidad del gran daimío. Aceptó ver a la mujer.
Ante su asombro, le trajeron a una muchacha de penetrantes ojos oscuros, piel clara y una llamativa melena castaña, larga y rebelde. Las facciones de su rostro eran finas y delicadas, aunque se notaba que ella era fogosa e imponente. A Hao le pareció una mujer muy especial. Salvaje, como su gente, y poco femenina. Él estaba acostumbrado a las mujeres japonesas y nunca había visto una muchacha semejante.
También se percató que físicamente, no parecía una gitana, y pronto se enteró por qué.
Le contaron que encontraron a Samira cuando era muy pequeña, mientras la comunidad vagaba por tierras lejanas. Creían que sus padres habían muerto en la guerra en la que se veía sumido el país en ese momento. No sabían su nombre, no sabían de donde procedía… No sabían nada de ella, pero aún así la acogieron como uno más de ellos, y la llamaron "Samira", que quiere decir Princesa.
A medida que crecía, se percataron que la niña poseía ciertos dones, y con el pasar de los años, vieron como fue convirtiéndose en una hechicera que aprendía el arte de la magia, primero en su comunidad y luego en el bajo mundo. Fue perfeccionándose hasta que no hubo nadie que pudiera enseñarle nada sobre la magia. Había superado a todos.
Como era gitana y viajaba constantemente, se ganaba la vida al igual que muchas mujeres de la comunidad; realizando pócimas, hechizos, conjuros, leyendo el futuro, las cartas, etc. O como las demás jovencitas; bailando, cantando o tocando algún instrumento.
En la comunidad, Samira no tenía una familia. Era hija de todos. Todos eran sus padres y hermanos. A parte de la sensación de libertad que le brindaba el hecho de ser una nómada, era libre porque no tenía que rendir cuentas a nadie. Ella hacía su destino, ella se conseguía el pan de cada día.
Algo en ella lo cautivó. No era la esposa perfecta para ningún japonés, ni si quiera para un pescador. Carecía del carácter sumiso, de la clase y elegancia que se espera de una mujer, de la capacidad de pasar desapercibida. Ni si quiera serviría como compañera de almohada.
Pero lo atrapó, en un instante y para siempre. Quedó extasiado ante semejante espécimen. Había algo en ella que lo atraía enormemente y no podía contenerlo. Lo intrigaba. Llamaba su atención poderosamente.
Decidió que la quería. Se la llevaría. No porque necesitara de sus poderes; en absoluto. Sino porque había quedado hechizado por ella.
Su primo se enfureció. Había sido deshonrado y Hao no le dio la oportunidad de limpiar su honor. Había sido enormemente humillado por ese sucio gitano y por su propio primo, a quién le importaba mas revolcarse con una gitana mugrosa que el orgullo de su familia.
Ese fue el punto de inicio para los problemas que mas tarde tuvieron un final catastrófico en la familia Asakura.
Hao se llevó su nueva adquisición a la mansión de los Asakura. Hubieron disputas en la familia por unos días. Luego, el primo de Hao cometió el harakiri, pues no soportaba vivir con la vergüenza de haber sido deshonrado por un gitano.
El amo y líder del clan de los Asakura conversaba mucho con la gitana, luego de haberla ignorado por un buen tiempo. Comenzaron con conversaciones de almohada, pero fueron aumentando gradualmente, aunque él siempre trataba de no revelarle demasiado sobre sí mismo. Aún así, Samira sabía que Hao era un gran shaman, el más poderoso en mucho tiempo, y que tenía grandes ambiciones… demasiado grandes en opinión de su familia. Ella podía ver mas allá de las palabras, de las apariencias… Mucho mas allá.
Eso fue lo primero que el amo notó. Y a medida que iban interactuando, notaba cada vez más cosas en ella que no había notado el día que la adquirió. Como por ejemplo, que también veía espíritus, y que tenía una fuerte presencia.
- No lo notaste porque te hechicé. - le confesó ella, luego de unos meses de pasar a ser una adquisición de la familia, y unas pocas noches juntos.
- Ya lo sé. Pero no sé por qué. – asintió él, muy sereno.
Samira se puso de pie y salió al balcón sin darle una respuesta. La luz
de la luna bañaba su figura desnuda curvilínea, tan distinta a la de las demás mujeres japonesas con las que había estado.
Curiosamente, no estaba molesto. Samira no volvió a hechizarlo nunca más. No necesitó hacerlo.
Nunca le dio una respuesta. Al principio, Hao creyó que era para dejar la vida de vaga y tener una vida glamorosa como amante de un daimío. Pero a medida que la fue conociendo, descubrió que amaba la libertad y no estar atada a ningún lugar ni a nadie.
Lo descubrió cuando le dio permiso de ir al mercado y volvió dos meses después. Él no se molestó. Por alguna razón, cuando se trataba de ella, aprendía a resignarse. Sentía que no tenía necesidad de luchar, no tenía necesidad de imponerse; una inmensa seguridad se apoderó de su interior.
La segunda teoría de Hao era que tal vez, Samira tenía ansias de poder. Ella podía ver a través de las personas y vió lo poderoso que sería él, y tal vez quería sacarle provecho a eso. Pero luego descubrió que ella no era ambiciosa, pues no explotaba sus propios poderes para su beneficio, como lo hacía él con los suyos.
Al igual que Samira, Hao podía ver a través de las personas, pero por algún motivo no podía hacerlo con ella. Al principio ésto hizo que desconfiara de la gitana, pero con el pasar del tiempo fue aprendiendo que no tenía nada que temer.
La sensación de satisfacción y completa seguridad que Samira le hizo sentir, hicieron que se volviese adicto a ella, y mas tarde, hicieron que se enamorara.
- Le dije a Yakumo que la acompañaría a comprar seda. - le comentó Samira, una noche que quedaría grabada en la mente de Hao, aún siglos después.
Ya no debía pedir autorización para nada. Hacía un buen tiempo que estaba como concubina de Hao, y éste le daba muchos privilegios, algo muy inusual que se hiciera con una esclava.
Para su sorpresa, Hao agitó la cabeza en sentido negativo. Conocía a Samira, sus salidas al mercado y demás raramente era tan solo eso. La mayoría de las veces sentía el impulso de irse, y lo hacía. Volvía días, semanas y a veces hasta meses después. Nadie entendía por qué el señor Hao le daba tanta libertad y tantos privilegios a una esclava, en lugar de azotarle como se merecía.
Tampoco comprendían qué veía en ella, si no era delicada ni elegante como las geishas, y tenía un cuerpo muy raro, demasiado voluptuoso y vigoroso. Eso no era para nada femenino.
Samira lo miró sin comprender la repentina negativa, tan inusual.
- Tus salidas duran semanas. No quiero que te vayas… - le dijo. - por ahora. - añadió para no parecer demasiado obvio.
Ya no quería que ella se fuese de su lado, pero tampoco podía tenerla de la manera que él deseaba sin confesarle sus sentimientos. No podría retenerla a su lado por mucho tiempo sin confesarse y tampoco deseaba hacerlo a la fuerza Compartir el lecho ya no era suficiente. Él quería todo de ella, y quería dárselo todo. Hao encontraba este súbito sentimiento descubierto bastante extraño y poco conveniente.
Samira aceptó la negativa sin resentimientos, y se lo demostró cuando comenzó a besarlo en los labios, con ternura. Con la mano le acariciaba la mejilla y luego sus cabellos, llenándose con el aroma masculino, mirándolo con una infinita ternura que Hao nunca había visto en los ojos de nadie al mirarlo
Samira cubrió su rostro con suaves besos, pero al alcanzar sus labios, lo besó con mayor intensidad, con hambre; como si con ese beso se le fuese la vida. Sus manos bajaban lentamente hasta alcanzar el firme pecho masculino, que subía y bajaba relativamente rápido a causa de la respiración que empezaba a agitarse.
Una mano continuó el recorrido hasta alcanzar la entrepierna del shaman, que soltó un gemido de placer, mientras que la otra mano se entrelazaba con la mano de Hao.
Esa noche tuvieron relaciones por tercera vez, pero de manera más suave y delicada; no con las ansias, el hambre y el salvajismo que normalmente caracterizaban sus encuentros. Hao tenía gran resistencia y no la dejaba descansar hasta que él estuviese satisfecho, cosa que a veces podía llevar toda la noche.
Al culminar el acto, Samira se recostó en el pecho de Hao, algo poco usual para los japoneses. Con la mano recorría su pecho y su torso contorneado los músculos definidos mientras tarareaba una canción. Hao la contemplaba divertido. Era muy ocurrente.
- Hao-sama… - su voz, serena y aterciopelada hicieron que el shaman se estremeciera interiormente.
Impulsivo, la tomó por el rostro y unió sus labios en un apasionado beso para descargar la pasión que ella encendía. El beso se prolongó un buen rato mientras jugaban sus lenguas. Él recorría su suave piel con las manos, con cada curva se deleitaba y la hacía deleitarse.
- Hao…- volvió a llamarlo mientras él la besaba entera en un frenesí desesperado. Acababa de llenarla, pero toda su pasión resurgía al instante con solo verla, y deseaba tenerla de nuevo, una y otra vez con violencia hasta que no diesen más, hasta que ella le gritase que se detuviera.
- ¿Mmm?.
Su tío solicitó mi compañía mas tarde. - le avisó como siempre, mientras acariciaba sus cabellos. Hao se detuvo abruptamente. - ¿Qué sucede?. - inquirió con una sonrisa inquisidora, mirándolo extrañada.
Hao se incorporó para verla a los ojos. Ella hizo lo mismo, con una mirada curiosa mientras extendía una mano para acariciar la mejilla a su señor... Aunque ella sabía que hace tiempo la situación se había invertido. Él cubrió de besos la mano femenina.
- ¿Hao-sama?. - volvió a llamarlo, muy extrañada. Esas demostraciones de afecto eran muy inusuales en él. Por la general, era frío, brusco o bien, lleno de una pasión salvaje y desenfrenada. Pero nunca cariñoso o delicado.
No volverás a acompañar a nadie más que a mí, a partir de hoy.
Samira asintió en silencio. No podía decir que estaba sorprendida; ella lo supo inclusive antes que su "señor". Hao la besó en los labios y luego hizo un camino de besos por el cuello hasta llegar al hombro. Después, la miró a los ojos.
-No quiero que estés con otra persona. Yo te proveeré de todo lo que necesites.- se confesó de manera indirecta y con toda la elocuencia que su orgullo y poca experiencia en el tema del amor le permitían, al mismo tiempo que la tomaba en sus brazos y la hacía sentarse en su regazo, mirándola convencido de que era la mujer ideal para él.
Serían felices juntos. Llevarían una buena vida el tiempo que les quedaba. Se amarían para siempre
Samira le plantó un beso en los labios.
- ¿Me amas?. – ya sabía la respuesta, tan solo quería oírla de sus labios. Necesitaba sentirlo cerca suyo, protector y vigilante. Necesitaba un lugar donde descansar después de vagar una vida entera. Alguien que la cobijarla, que le diese el cariño que tanto necesitaba, que llenara el vacío en su interior que ninguno de sus poderes había podido llenar.
- Hai. – contestó finalmente, luego de batallar brevemente con su orgullo.
Y por primera vez hicieron el amor oficialmente como una pareja de enamorados.
oOo
- ¿Hao-sama?.
Hao interrumpió sus felices recuerdos al oír una vocesilla llamarlo. Bajó la mirada y se encontró con uno de sus discípulos, un pequeño que resultaba ser su shaman más poderoso y su más leal aliado.
- ¿Se encuentra bien?. Parece aflijido.
- Todo está bien, Opacho, gracias por preguntar. - replicó educadamente, esbozando una sonrisa tranquilizadora, para contemplar el cielo nuevamente, pero esta vez preguntándose sobre su otra mitad y tratando de recordar como era sentirse "completo"
oOo
Amaneceres y anocheceres se sucedieron ante sus ojos de mil maneras desde que llegó a la Tierra Apache. Parecía que habían pasado décadas desde que dejó su hogar para ir al Torneo. Tantas cosas pasaron...
Pero la de mayor impacto entre todas fue enterarse que tenía un hermano gemelo; una mitad que le faltaba. Eso explicaba el por qué de esa sensación de no estar acabado; como si su creador lo hubiese dejado por la mitad. Las noches que pasaba despierto sintiéndose incompleto de pronto ya no le parecían tan largas e inciertas ahora que conocía la razón.
Se levantó de la dura cama, porque, como tantas veces, esa noche tampoco conciliaría el sueño. Un poco adolorido aún por su encuentro con las "amigas" de Hao, caminó en silencio atravezando la oscuridad hasta salir a la intemperie. El aire fresco y húmedo de la noche le dio la bienvenida mientras caminaba por el bosque, sin saber bien hacia donde... Tan sólo impulsado por una extraña sensación de que alguien lo llamaba.
Perdió noción del tiempo y de la distancia... Sentía que acababa de salir del cuarto, pero detrás suyo no se veía mas que la espesa maraña del bosque, sin rastros de luz.
- Vaya que te tomaste tu tiempo, Yoh. - le dijo una voz que provenía desde las penumbras en algún lugar del bosque, luego de haber caminado un buen rato.
A Yoh casi se le sale el corazón debido a la sorpresa, pero se recuperó enseguida.
- ¿Quién eres?. - preguntó, mirando hacia arriba, buscando el origen de la voz, pero no se veía mas que oscuridad debido al espeso follaje de los árboles que cubrían todo el cielo.
- Sabes bien quién soy. - aseguró Hao, apareciendo sentado en una de las ramas de un gran árbol. Las pupilas de Yoh se dilataron al verlo, al ver a su otra mitad.
- ¿Qué quieres, Hao?. - soltó de mal grado Yoh, aunque no podía negar sentir cierta alegría al verlo.
Hao sonrió y de un salto bajó del árbol para caer justo frente suyo. Yoh retrocedió unos pasos por instinto, a lo que Hao sonrió aún más.
- Eso también ya lo sabes... - contestó en casi un susurro. Yoh asintió con la cabeza gacha, sin saber que más decir. - Buen chico... - dijo la voz susurrante de Hao, acercándosele con lentitud para tomarlo con suavidad de la mejilla.
Un choque eléctrico recorrió el cuerpo de los gemelos, como respuesta al leve contacto recién producido. Un cosquilleo de anticipación los invadía.
Las manos del mayor de los Asakura lentamente se deslizó por el cuello de su hermano hasta llegar a la nuca de éste, mientras que la otra mano de Hao se posaba en la cintura del menor para acercarlo mas a su cuerpo.
Yoh no sabía como reaccionar ante el contacto; estaba confundido. Su cabeza le decía una cosa, pero su cuerpo y su corazón decían otra. No tenía caso negarlo, no podía mentir a su otra mitad. Además, le parecía ridículo negar algo que era tan obvio: Le gustaba tenerlo cerca. Su cuerpo entero clamaba por estar con él; ser uno nuevamente.
En su mente se desataba una gran disputa entre lo que era correcto y lo que él deseaba.
Mientras, Hao se aprovechaba de la indecisión de su gemelo para acercar su rostro al suyo, viendo su reflejo en los espejos castaños del otro, y besarlo en los labios, primero con suavidad, para después robarle el aire.
Una sacudida los recorrió. Sus cuerpos se reconocían mutuamente.
La mente de Yoh se nubló por completo con ese sencillo contacto, alejando todas sus dudas y protestas; acallando su conciencia.
El menor de los hermanos solo alcanzó a emitir un suave gemido de reclamo mientras la mano que antes se hallaba posada en su cintura, se deslizó cual serpiente bajo su camisa, para así permitir a Hao sentir su piel tibia y deleitarse con el contacto, mientras que con la otra sostenía a su gemelo de la nunca para profundizar mas el beso, que fue tornándose cada vez mas salvaje.
Se separaron unos instantes para recobrar el aire y mirarse intensamente, respirando con dificultad, con las mejillas rojas por el calor que sus cuerpos comenzabas a emanar.
Hao no tardó en atacar de nuevo, empujando a su hermano con brusquedad contra un árbol y acorralarlo con su cuerpo.
- Hao... - fue todo lo que emitieron los labios de la víctima, pero ninguna protesta o reclamo siguieron a esa evocación.
Hao volvió a besarlo en la boca con fiereza, queriendo tragase su alma de esa manera, quemándolo con sus labios ardientes. Yoh trató de alejarlo poniendo las manos sobre sus hombros, pero el mayor de los Asakura no se movió ni un milímetro. Prosiguió a atacar su cuello, llenándolo de besos demandantes mientras acariciaba su espalda con las manos.
Tanto habían deseado ese momento...
Yoh, sin tener conocimiento en la materia a parte de su encuentro forzado con las chicas de Hao, se dejaba hacer. Permanecía quieto, con los ojos cerrados, entregándose por completo a las emociones y sensaciones que recorrían su cuerpo, intensificándose con cada beso, cada caricia, cada susurro...
Las manos de Hao que lo recorrían, sus labios sobre su cuerpo, su respiración caliente sobre su piel, su aroma... Era toda una experiencia mística, el preámbulo de la unión de dos almas separadas.
- Hao... - susurró de nuevo Yoh a modo de protesta luego de soltar un respingo cuando las manos del mencionado comenzaron a deslizarse por su trasero, lo agarró con fuerza y luego pasó a la parte delantera, colándose entre la ropa de un Yoh desprevenido.
Tanto tiempo estando incompletos...
Mientras Hao lo masturbaba con voracidad, Yoh rodeó su cuello con sus brazos para acercarlo más, sintiendo su respiración próxima y caliente en su cuello expuesto y sensible.
Soltó un gemido ahogado en el momento en que estalló en las manos de su gemelo, para luego quedar semiinconciente, respirando agitadamente mientras Hao lo recostaba sobre el pasto húmedo y lentamente lo desvestía, acariciando con sus dedos la piel expuesta, memorizando las curvas de ese cuerpo igual al suyo, bañando con besos deseosos su superficie
Muriéndose por la falta del otro...
Yoh permanecía recostado y mirando a Hao hacer lo suyo, abrirse paso a través de su cuerpo en medio de la oscuridad, conociendo el terreno a la perfección. Cada hendidura, cada curvatura, cada músculo, cada nervio... Lo conocía todo tan bien como se conocía a sí mismo
Finalmente serían uno...
Ahora permanecían los dos desnudos y abrazados en la oscuridad, dándose calor con sus cuerpos en la húmeda noche fresca, acariciándose, besándose, amándose...
Antes de ser uno con su gemelo, Hao echó una mirada por sobre su hombro, perfectamente consciente de que no estaban solos...
Pero en ese momento nada importaba.
Con las rodillas separó con suavidad las piernas de su hermano y se deslizó sobre él, acomodándose sobre el cuerpo sudoroso de Yoh, acariciándole el cabello.
Así, dos almas se fusionaron luego de años de permanecer alejadas, de estar incompletas, de morirse poco a poco por la falta del otro. Se hicieron uno, y una sensación indescriptible los llenó; una explosión en medio de una perfecta sincronía de almas. Un vals...
Eran uno, finalmente.
Pero sabían que pronto deberían separarse.
oOo
El tiempo transcurrió con una lentitud torturadora para Samara. Desde su último encuentro con Hao se estuvo cuestionando sobre su destino, sobre el destino de la humanidad. No podía quedarse sin hacer nada mientras veía a Hao avanzar en el Torneo, mientras lo veía acercarse cada vez más a su meta. Si pasaba lo que debía pasar, ella no podría vivir con la culpa de saber que pudo intentar algo para detenerlo; no importaba si fallaba. Solo saber que lo había intentado...
Que lo había intentado realmente...
Sonrió para sus adentros.
"Intentarlo realmente..."
Frunció el ceño contrariada y presa de una profunda inquietud. Estaba aquello dentro suyo que no le permitía...
¿Cómo luchar contra sí misma?. Sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal... Sabía que debía tratar de detenerlo... Entonces... ¿Por qué no lo deseaba?.
"Es ella...", se respondió a sí misma. "No me permite obrar con libertad... No puedo ir contra Hao."
El sentimiento de incomodidad y culpabilidad crecía en su estómago por las noches, mientras permanecía vigilando al mayor de los gemelos Asakura. Llevaba años vigilándolo, aprendiendo, redescubriéndolo; pero recién ahora se percataba de lo inmenso de su poder, del alcance que tenía y de todos los seguidores que lo apoyaban. Recién ahora que la imperante idea de hacerle frente de una vez rondaba su mente con insistencia; recién ahora, que la conciencia apremiaba una acción represiva de su parte.
"Pero no lo deseas..."
Samara trató de despejar su mente y de centrar la mirada en Hao, debía vigilarlo como siempre. Desde su posisción ésto le era permitido sin que nadie lo notase... Sin que nadie lo notase ecepto Hao. No podía ocultarle su energía por mucho tiempo...
Como muchas otras veces, lo vio alimentar a su espíritu acompañante, solo que ahora tal acto le resultaba aún mas perturbador que las centenas de veces anteriores. Los gritos, las llamas... Todo.
Debía ponerle fin...
"Hao no puede ser detenido..."
El solo hecho de pensar en hacer algo en contra de Hao removía esa parte de ella que tanto se esforzaba en mantener en las tinieblas, esa parte que ya sabía lo que sucedería, esa parte que ya vivió todo aquello; pero en otro bando. Esa parte llamada Samira.
Debía urdir un plan, y pronto. No tenía mucho tiempo antes de que Hao mandase todo al diablo y decidiese apoderarse de los Grandes Espíritus. Más aún ahora, que había recordado lo que era estar "completo".
"Muchas gracias, Yoh", gruñó para sus adentros. Pobre chico. Sería devorado por su gemelo en el final, tan lejano hace unos días, pero que ahora se hacía inminente.
El único problema era que Golda no la ayudaría para nada... Y luchar ella sola contra Hao, cuerpo a cuerpo era una idea por demás arriesgada y con muy pocas posibilidades de salir bien.
Observó detenidamente al chico que ahora permanecía sentado con tranquilidad frente al fuego, ignorando su presencia como siempre lo hacía. Ambos sabían bien quién era el cazador y quién era la presa. Hacía mucho tiempo que sus papeles se habían invertido.
Pero él no hacía nada para detenerla. ¿Y para qué molestarse?. Él ya sabía el desenlace que todo aquello tendría. Hecho que la enfurecía. Tanto poder y fuerza, pero sin embargo continuaba siendo títere del destino...
Aspiró con profundidad con su resolución consolidánsose en su cabeza...
... Al menos no sería títere de Hao.
Dejó la ubicación en la que había estado las últimas horas vigilando a Hao para comenzar con un plan que tal vez... Solo tal vez, pondría una traba en el camino del ambicioso Asakura.
Al percebir que la presencia de la oficial del Torneo que lo vigilaba se desplazaba en otra dirección, Hao levantó la vista del fuego y frunció el ceño.
- ¿Qué tontería harás ahora, Samarita?.
oOo
Ana contempló a Samara alejarse con su semblante pétreo de siempre.
Una gran lucha se desataría.
Su su plan era peligroso, pero tenía mucho sentido. Nada más esperaba que Hao no se enterase antes de tiempo.
- El Portal de Babilonia... - repitió Yoh en voz baja, meditando a en el plan al igual que Ana. Osea que sí había una manera de detener a Hao después de todo...
oOo
"Hao Asakura purificará el mundo y lo devolverá a las antiguas costumbres..."
"¿Y tú qué sabes?", pensó irritada Samara. "El futuro permanece en constante cambio, todo puede ser alterado".
"¿Por qué luchar contra algo que tiene el poder para tragarse al mundo?... Se alzará con todo su poder, la tierra temblará y el cielo se partirá..."
"No quiero pensar en eso..."
"El padecimiento del mundo conocido por el nombre de "humanidad" desaparecerá de la faz de la tierra y sólo los puros sobrevivirán..."
"Basta..."
"Asakura Hao no pude ser detenido... Ni todos los hombre de la tierra... Ni todos los demonios del Infierno ... "
"Nadie puede detenerlo..."
"Eso era antes... Hoy es diferente"
Samara contempló las estrellas en víspera del gran día. Todo estaba arreglado para abrir el Portal de Babilonia, y así, ella misma lo encerraría en él... Aunque eso significase quedar atrapada también.
La buena voluntad de Hao para con esa patecidad de Torneo se estaba agotando... Sentía como la inquietud crecía en el interior del poderoso shaman. Pronto mandaría todo al diablo.
"Pero mañana será detenido"
Imágenes de destrucción, fuego, padecimiento, agonía y muerte se sucedieron violéntamente en su cabeza por fracciones de segundo cual relámpagos en una tormenta, iluminando la oscuridad, develando lo incierto.
"El futuro..."
- ¿En qué piensas?. - interrogó la sacerdotisa, interrumpiendo su discusión interna. Samara la miró, tratando de ignorar la voz en su cabeza que le recriminaba lo que hacía.
- En el mañana.- replicó alzando la vista al cielo y contando las estrellas.
- ¿El mañana que haremos?.
Samara guardó silencio.
- Si. - mintió.
Lo que había visto no fue el mañana que ellos deseaban forjar.
Una sola lágrima cristalina rodó por su mejilla sin que ella lo notase siquiera, sin que ella sintiese conciente la acongoja de su corazón.
¿Quién era la que lloraba?. ¿Ella... o Samira?.
- Yoh lo derrotará. - le aseguró con la convicción del mundo Ana, al ver la lágrima caer al suelo y fundirse con la tierra.
Samara la observó con ojos ausentes, mirándola sin ver.
"Si solo supieras..."
"Si solo supiera..."
oOo
El silencio que imperaba en el círculo fue abrúptamente roto por la maldición exclamada por Hao. La llama se intensificó y todos quedaron sorprendidos. Nunca habían visto al Hao reaccionar de esa manera tan llena de sentimiento... Tan humana.
Todas las miradas de los presentes se posaron sobre él, sorprendidas, algunas preocupadas, otras temerosas o intrigadas.
- ¿Pasa algo, señor Hao?. - le preguntó Opacho.
- ¿Desea que haga algo por usted, señor?. - se ofreció Marion.
Hao se giró hacia ellos con los ojos ardiendo con un fuego capáz de consumir vidas... El chico relajado y sereno había desaparecido y en su lugar, estaba un demonio.
Continuará...
Dejen sus coments para saber si les gusta como está yendo la historia y de paso me hacen muy feliz n.n
