Nunca te abandonaré
III.
- Ya era hora, Hanamichi! – le saludó Kouta cuando entró en el aula – Ya pensé que habías dejado la carrera! – bromeó.
- Ha despertado! – pensó que nunca se cansaría de decirlo.
- Quién…? – inmediatamente Kouta cayó en la cuenta – Tu amigo? Tu amigo ha despertado!
- Síiii! – casi gritó Sakuragi.
- Me alegro mucho por ti y por él – se oyó una voz detrás de ellos.
- Gracias, señor Ishizuka.
El señor Ishizuka no sólo era su profesor, también era su tutor desde segundo, y estaba más que enterado de las razones que impulsaron a uno de sus mejores alumnos a estudiar Medicina.
- Lamento haberme saltado las clases de esta semana – añadió el pelirrojo.
- No te preocupes, tenías un buen motivo. Pero ahora intenta concentrarte lo más que puedas en los exámenes. Seguro que terminas la carrera este año.
- Gracias. Haré todo lo que pueda.
El profesor le sonrió y se dirigió a su mesa tranquilamente. Todavía faltaban un par de minutos para que comenzara la clase.
- El señor Ishizuka ya lo sabía? – preguntó Kouta.
- Le llamé al día siguiente para explicarle por qué faltaría a clase.
- Cuanta confianza, no? Eres un enchufado!
- Imbécil! – exclamó Sakuragi entre risas – Lo que pasa es que soy un alumno genial y él lo reconoce!
Ambos se pusieron a reír de buena gana.
Kouta nunca había visto a Hanamichi tan feliz.
xXx
- Buenas tar… des?
Paseó la vista por la sala 4 de rehabilitación pero no estaban ni Rukawa ni Natsuya. Estaba vacía. Salió de nuevo al pasillo y entró en la siguiente sala, donde encontró a Natsuya con una paciente. La mujer estaba tumbada boca arriba en una camilla y Natsuya le movía una pierna haciendo movimientos circulares, como si montara en una bicicleta fantasma. A pesar de estudiar Medicina y no Fisioterapia, Sakuragi había ayudado muchas veces durante las vacaciones a hacerle lo mismo a Rukawa para mejorar la circulación de sus piernas.
- Buenas tardes! – saludó Natsuya al verle entrar.
- Hola Sakuragi – dijo la mujer.
El pelirrojo no se sorprendió porque la mujer también le saludara. Había pasado tanto tiempo en esa clínica que casi todos los pacientes le conocían. De hecho él sabía que esa mujer sufría una parálisis por un accidente de coche, pero ahora no recordaba su nombre.
- Buenas tardes. Y Rukawa?
El gesto casi siempre risueño de Natsuya cambió a preocupado.
- Está en su habitación. Esta mañana la sesión ha sido dura, quería que se pusiera de pie sin apoyos, pero se ha caído todas las veces y creo que se ha deprimido. Se ha negado a realizar la sesión de esta tarde.
Sakuragi no quiso escuchar más y salió de la sala furioso en busca del kitsune. Natsuya le alcanzó en el pasillo.
- Hanamichi! – el fisioterapeuta le agarró del hombro y le obligó a detenerse.
- Qué? – preguntó impaciente.
- No seas muy duro con él. Hoy hemos hablado, y creo que ya está comprendiendo la realidad de su situación.
- Entiendo… - murmuró el pelirrojo un poco más calmado.
Encontró a Rukawa en la cama, mirando hacia la ventana. Ni siquiera perdió el tiempo en saludarle.
- Qué haces aquí? Deberías estar con Natsuya realizando…!
- Y tú? – preguntó Rukawa interrumpiéndole.
- Cómo?
- Qué haces tú aquí, do'aho?
- A que te refieres?
Rukawa suspiró y se dio la vuelta en la cama para mirarle.
- Me he enterado… de que desde hace cinco años eres la única visita que tengo. Y quiero saber por qué.
Sakuragi se mordió los labios, nervioso. Imaginaba que para Rukawa no era fácil el saber que la única persona que se había preocupado por él en todo ese tiempo había sido el que se declaró como su enemigo. Cómo explicarle que las cosas cambiaron ya antes del accidente? Cómo explicarle que no lo hizo por compasión, sino porque le amaba?
- No hay ninguna razón en concreto – murmuró finalmente – No podía dejarte aquí solo y punto.
Por la mirada de Rukawa era evidente que no le creía. Bufó y se dio la vuelta de nuevo.
- Y tampoco voy a dejarte solo a partir de ahora – continuó – Esta tarde he venido para acompañarte en tu sesión de rehabilitación.
- No pienso hacerla.
- Por qué no?
- Estoy cansado.
- Que estás… cansado?
La furia se apoderó de nuevo del pelirrojo. Destapó a Rukawa de un tirón y lo cogió en brazos.
- Pero qué…?
Rukawa, sorprendido, no reaccionó hasta que Sakuragi lo hubo sacado de la habitación; entonces comenzó a agitarse para que le soltara, pero sólo podía mover los brazos, pues aún tenía las piernas muy dormidas.
- Se puede saber qué coño haces! – gritó mientras golpeaba a Sakuragi en el pecho – Suéltame!
Sakuragi ni se inmutó. Bajó las escaleras hasta la segunda planta, donde estaban las salas de rehabilitación, y entró en la primera, que estaba vacía. Dejó a Rukawa en el suelo sin muchos miramientos, justo en medio de la sala, alejado de cualquier apoyo, y después cerró la puerta con pestillo. Cogió una silla y se sentó a unos metros de él.
- Levántate – ordenó mientras se cruzaba de brazos.
Sentado en el suelo, tal y como lo había dejado caer, Rukawa le miró furioso.
- De qué vas! – gritó – Llévame de vuelta a mi habitación ahora mismo!
- Ve tú mismo.
Los ojos azules chispeaban de ira.
- NATSUYAAA!
El potente grito de Rukawa atravesó las paredes. Al momento aparecieron tras la puerta, que era acristalada, Natsuya y una enfermera.
- Kaede? Hanamichi? Qué pasa aquí? – preguntó el fisioterapeuta intentando abrir la puerta sin éxito.
- Rukawa tiene sesión esta tarde – contestó el pelirrojo, en apariencia tranquilo.
- Abre la puerta, Hanamichi!
- No.
- Maldita sea, abre la puerta, do'aho!
- No hasta que realices tu sesión de esta tarde.
- Te he dicho que estoy cansado!
- ME IMPORTA UNA MIERDA QUE ESTÉS CANSADO! – rugió – NO ME HE PASADO SEIS AÑOS ESPERÁNDOTE PARA QUE AHORA ME VENGAS CON TONTERÍAS! LEVÁNTATE DE UNA PUTA VEZ! O AL MENOS INTÉNTALO, JODER!
Rukawa parpadeó, sorprendido, y no dijo más. Natsuya detuvo a la enfermera, quien seguía intentando abrir la puerta.
- Espera. Veamos que pasa – dijo el fisioterapeuta.
En el interior de la sala, el silencio era absoluto. Sakuragi se levantó de la silla y se acercó a Rukawa hasta quedar a un metro. Se agachó un poco y le miró fijamente.
- Sólo inténtalo. Por favor – dijo con voz suave.
- Para qué…? – musitó Rukawa bajando la vista.
- Cómo que para qué? – se sorprendió el pelirrojo.
Rukawa se mordió los labios. Sakuragi se sorprendió aún más al ver que el moreno estaba a punto de llorar.
- Para que voy a levantarme… - continuó – Para que voy a recuperarme… y salir de aquí… si afuera ya no tengo nada…
Una mano fuerte le cogió de la barbilla y le obligó a levantar el rostro.
- Baka kitsune – dijo Sakuragi – Deja de decir estupideces. Tienes toda la vida para recuperar lo que tenías.
- No, no puedo…
- Sí que puedes.
- Tú no lo entiendes… - Rukawa escondió el rostro entre sus manos y comenzó a llorar.
- Rukawa… - murmuró el pelirrojo con el corazón encogido.
- Yo no quería estudiar… - explicó entre sollozos – Yo quería ser jugador profesional de baloncesto… quería ir a los Estados Unidos… y ahora ya no puedo…
- Por qué no? Sólo tienes 22 años, todavía te quedan muchos para ser jugador profesional.
- No, no puedo! – exclamó mostrando de nuevo su rostro surcado de lágrimas – Cómo voy a hacerlo si ni siquiera puedo levantarme!
- Por eso estamos aquí…
- No se trata de eso! Es que no lo entiendes! Hace seis años que no practico, tardaría mucho en volver a recuperar la forma física! Y entonces ya no me quedará tiempo!
Sakuragi se levantó mientras dejaba escapar un suspiro.
- Mírame a mí – dijo señalándose – Estoy en el último año de Medicina. Todos se rieron cuando dije que eso era lo que quería estudiar. Y razón no les faltaba: mis notas eran pésimas. Pero ya ves. Me esforcé, puse todo mi empeño en mejorarlas, y lo conseguí.
- Estás estudiando Medicina…? – preguntó Rukawa mientras se secaba la cara con el dorso de las manos.
- Así es.
- Y el básquet…?
- Lo dejé.
Rukawa le miró aún más sorprendido que cuando le dijo que estaba estudiando Medicina.
- Por qué? Te resentiste de la lesión?
- No. Simplemente no tenía tiempo. Y mis objetivos eran otros.
Al decir esto, Sakuragi miró de una manera tan intensa a Rukawa que hizo que éste último, sin saber muy bien por qué, se ruborizara.
- En fin… - dijo el pelirrojo volviendo a su silla – Vas a intentarlo o prefieres dormir en el suelo?
- Idiota… - murmuró Rukawa, aún con las mejillas ardiendo.
Al otro lado de la puerta, Rukawa vio como Natsuya, ahora ya acompañado de dos enfermeras, le observaba sin intención alguna de forzar la puerta. Suspiró, y decidió intentar levantarse. Recordaba perfectamente lo cabezota que podía llegar a ser el do'aho, y el suelo estaba muy duro y frío como para dormir allí.
Sakuragi observó complacido como Rukawa apoyaba las manos en el suelo e iba colocando lentamente sus delgadas piernas en una posición que le permitiera incorporarse. Arrodilló una de ellas, y apoyando su peso en ella, lentamente fue levantándose. Casi lo había conseguido cuando perdió el equilibrio y cayó al piso casi de bruces.
- Mierda… - musitó mientras se arrodillaba de nuevo.
Por segunda vez el chico moreno cayó antes de conseguir levantarse del todo. Desde la silla, Sakuragi se mordía las uñas y hacía esfuerzos sobrehumanos para no ir hasta él y levantarle con un abrazo. Pero tenía que aguantarse, Rukawa tenía que hacer esto solo.
Pasaron unos cuantos minutos y más intentos fallidos. Rukawa miró a Sakuragi de reojo, quien seguía callado. El chico de ojos azules empezaba a sentirse humillado, y precisamente fue ese sentimiento el que le impulsó a intentarlo una vez más. Y esa vez, justo cuando notó que iba a perder el equilibrio, movió el pie derecho hacia un lado a tiempo y no cayó. Terminó de erguirse, y entonces se dio cuenta de que lo había conseguido. Estaba de pie sin ningún apoyo. Tembloroso, pero de pie.
- Bien! – exclamó Natsuya. Las enfermeras sonrieron.
Sakuragi tragó saliva, emocionado. Y más se emocionó cuando Rukawa dejó de mirar sus pies para mirarle a él al mismo tiempo que esbozaba una hermosa sonrisa. Fue su turno de sonrojarse.
- Ya era hora, kitsune… - murmuró intentando disimular su turbación.
Se levantó y fue de nuevo hacia él. Rukawa hizo el amago de dar un paso, pero entonces sí que perdió el equilibrio; Sakuragi se dio cuenta y apresuró el paso para cogerle antes de que cayera. Rukawa se aferró a él e intentó erguirse de nuevo.
- Mierda, casi he…
Rukawa se interrumpió al darse cuenta desconcertado de que Sakuragi no estaba intentando ayudarle a seguir de pie.
Simplemente le estaba abrazando.
- Do'aho…?
Pero Sakuragi se limitó a abrazarle aún más fuerte, sintiendo la calidez de ese cuerpo pálido y delgado y los latidos de su corazón. Con los ojos cerrados, aspiró el aroma de sus cabellos, al mismo tiempo que una lágrima recorría su mejilla. Abrió los ojos, y mirando al cielo del atardecer a través de la ventana, dio gracias a Dios de nuevo por haberle devuelto lo que más amaba.
N/A: Hola! Les traje el tercer capi, ya dije que no me tardaría mucho porque escribí el segundo y este seguidos. Ahora veremos para cuando el cuarto… Muchísimas gracias a todas por vuestros reviews!
