Todo esto pertenece a J.K. Rowling.
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Capítulo VIII.
El día D.
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Domingo.
3:20 A.M.
En el cuartel general de la Orden del Fénix, ubicada en el número 12 de Grimmauld Place, Londres, la puerta de la entrada daba un chirrido mientras se abría con dificultad gracias al fuerte del viento y a la lluvia. La figura alta y venerable que pasó enseguida, escoltada por otro, cerró la entrada de un portazo, sacudiendo sus túnica empapada como si así fuese posible quitarse algo del frío calado hasta los huesos.
El segundo, no hizo lo mismo, ya que sacó una varita, secando al instante las ropas.
— Gracias, Alastor.
Caminaron lentamente por el pasillo, hasta llegar al vestíbulo que comunicaba a cinco direcciones diferentes, caminando sin miramientos al frente, una habitación enorme y cómoda, que estaba teñida de un precioso rojo carmesí por la chimenea encendida.
— No puedo creer lo perdidos que siguen esas personas. Yo confió de que Rufus hará mejor trabajo que Fudge, tiene más calaña para eso, pero que pueda hacer algo como dar seguridad real y alejarse de ser un chupador como los anteriores, lo dudo.
— Scrimgeour no me cae bien —gruñó Ojoloco.
— Lo sé —dijo, con un tinte de obvio—, pero tuve que declinar por quinta vez. Ya tengo más trabajo del que necesito para mi edad.
Nymphadora Tonks estaba acurrucada en el sillón más próxima al fuego, durmiendo tan placidamente que se permitió tirar un gran vaso lleno de jugo de toronja que cuyo líquido ahora estaba extendiéndose lentamente entre los tejidos de la alfombra tinta. Ojoloco gruñó con fiereza al ver que la cuidadora del cuartel estaba tirando la pata, despreocupada, y de colmo la chimenea prendida. Menuda niña torpe. Pero Albus le tranquilizó que estaba bien. Lo que ahora se ocupan en estos momentos escasos de paz es relajación y una buena siesta. No podría ni debía culparla; era una bendición cuando las cosas están así en tiempo de crisis. Dumbledore le invitó una cena ligera que aceptó. Luego de dos días sin tener tiempo propios en el Ministerio lo habían dejado sumamente hambriento y cansado.
Sólo encontraron un asado a medio cocer en el congelador, varios pollos y pudín de tapioca, que Ojoloco miró muy sospechosamente con su ojito mágico, eso y a los vinos añejos de más de 50 años en la caleta de los Black, al fondo de casa.
— Delicioso —murmuró el gran mago mientras calentaba todo con su varita. Se sentó frente a su viejo amigo, que había los codos en la mesa, observando al pollo como si este en algún momento cobrase vida propia.
Algo que no haya visto.
— Está libre de magia oscura, te lo aseguro.
Gruñido.
— ¿Cómo lo sabes?
— No chilló cuando lo agarré —se metió algo de asado en la boca.
— Puede tener algo, como una bomba, igual que el pollo del '84.
— Eso fue una broma de Eleanore, supéralo.
— ¡No te tomes ese vino!
Dumbledore puso ojos en blando, dejando la copa frente a él. Esperó a que la revisara con su ojo mágico. Nada. Se la llevó a los labios con una sonrisa burlona. Deja de ser tan descomfiado, le dijo, o un día de estos realmente veras algo grave pero nadie te va a creer. Alastor le miró mal pero no le contestó, ya que se encargó de picar el pollo con violencia y se llevaba el trozo a la boca. Sí, tenía qué comer. Aunque aun se imaginaba la imagen clara de un gran pavo, decorado, suculento... que hacia BOOM al cortarlo con unas pinzas y un cuchillo. Eleanore Branstone no salió ilesa de su travesura. Estuvo en la enfermería de San Mungo las siguientes dos semanas. Salvaje, le había dicho en broma Edgar Bones.
— ¡Buenas noches, Tonks! Me alegro de que hayas despertado.
— Hola —bostezo— Albus. Qué onda, Ojoloco —siguió risueña, todavía tallándose los ojos. Se sentó en una silla, tomando deliberadamente una copa de vino, siendo mal visto de nuevo por el aludido. Gruñó, alejándose un asiento.
— Así que, Albus —siguió Tonks—, ¿cómo te fue en el Ministerio?
— Como siempre, Tonks, como siempre...
— Je, pensaba que te ibas ir directo a Hogwarts —siguió, apoyando su cabeza sobre su mano.
— Tenía pensado ir allí, para dormir y todo, ya que acá las camas no sirven...
— ¡Si sirven! —dijo a la defensiva. Habían hecho una limpieza exhausta Molly y toda su familia y otros para dejarla habitable. Dumbledore asintió.
— Qué bien. Duermo unas horas y parto al colegio en la tarde, o no sé... tengo libre este día, total, me esperan el lunes... hace meses que no tengo ningún día para mi, y no estoy de humor para el ambiente monótono del colegio.
Mientras decía eso, paralelamente, una torre el colegio estaba apunto de colapsar, pero por suerte no fue así. Sólo se destrozó aquélla sección y la puerta principal.
— Sí... me pregunto cómo estará Remus en este momento... debe de estar durmiendo muy placenteramente en su cómoda habitación...
Mientras decía eso, paralelamente, cierto licántropo domesticado era arrojado inconsciente a la habitación del Cuartel de la Orden de Profesores Aun Cuerdos, entre el pasillo del cuarto piso de las escaleras movedizas y el despacho extra de calderos clandestinos.
— ¡Para a mi que hay una guerra en lo que no estamos!
Ehm... sí... así es...
— Ehm... no... no creo...
— ¡ALERTA PERMANENTE!
— Mira, te lo demuestro. Cuando lleguemos no habrá nada ¡Apuesto!
Ojoloco levantó una ceja.
— Está bien. ¿Qué?
— 500 galeones —sonrisa triunfante de la mujer que cambiada el cabello entre un tono indefinido del amarillo al azul. No iba a perder, total.
Menuda niña torpe...
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Domingo.
2:30 A.M
Eso ocurría cuando Flitgüino se habría paso entre la multitud. La guerra pasajera y simplista del Gran Comedor se había convertido en una tremenda bronca que el comedor estaba, literalmente, abandonado. Todas las largas cortinas de los colores de las casas en las paredes estaban arrancadas, unas quemándose y varias simplemente hechas jirones. Todos los estudiantes eran unas bombas enardecidas, que se tiraban madrazos a diestra y siniestra, los más grandes y corpulentos, por supuesto, o corpulentos pero no tan grande. Otros estaban heridos (¡nada grave! Cortadas, hendiduras en el cuerpo... normal, si es una pelea entre uno de 11 a otro de 17...) e inconscientes, debajo de armaduras que lloraban por sus miembros al otro lado de la sala y parece que una de Ravenclaw se cayó al vacío de las escaleras movedizas. Ese lugar comunicaba a una pila de colchones como 50 metros más abajo, en un lugar desconocido del colegio, por las mazmorras.
Je... ni el Barón Sanguinario debía saber que existía...
Hablando de él... ¿ya he dicho que los 500 fantasmas del colegio hacían una ardua pelea contra los de quinto? Estaban parejos, eso creían los de quinto de las cuatro casas, hombres y mujeres, cuando se dieron cuenta de que no les podían dañar a ellos, pero ellos sí.
Los Fantasmas gobernaban los techos. Los estudiantes los suelos. Ya había perdidas. Ander McTrone, Gryffindor, cayó de un tercer piso, fracturándose las piernas. Hizo un Auch.
Flitgüino, como he dicho, se habría paso a la fuerza. McGonagall, ya nada de McTúbela (se le había pasado la resaca aunque estaba como tomate por su traje) e HieSprout estaban a sus talones, por la ruda petición.
Mandaba hechizos a diestra y siniestra, dejándolos noqueados al golpear con tal salvajismo contra los muros, que daban porras a sus alumnos favoritos. McGonagall y Pomona estaban horrorizadas. Cuando un niño de slytherin, enclenque, pálido y solitario pasaba corriendo por el pasillo de enfrente, Flitgüino levantó la varita formando chispitas moradas, lanzando un particular hechizo poderoso al pequeño sorprendido. Pero Minerva había corrido como escudo entre el ataque y el slytherin, perdiendo el aire al chocar con la pared, varios metros atrás. El niño no recibió daño alguno, pero aprovechó para huir de ahí, luego de recibir una mirada cínica del enano.
Minerva se había roto unas cuantas costillas, pero nada grave, para su suerte. Pomona corrió para que Flitgüino no cometiera otra atrocidad, pero este sólo se les quedó viendo, con una sonrisa de alguien que pierde el sentido de la realidad.
— Vamos... las dos.
— Pero... —empezó Pomona, recordando como hace unos minutos, Filius le quitó la varita con un experdiamus, cuando intentó noquearle por la espalda.
— ¡Dije las dos! —amenazó con la varita. Minerva, adolorida, puso sola su brazo sobre los hombros de ella, haciendo empuje para pararse. Así, ahora enfrente de él, que por suerte ya no había muchos alumnos camino a las mazmorras (predecible, jeje...), las dos estaban a la fuerza para ser sus compañeras.
Tenían que pederlo a la primera oportunidad...
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Domingo
2:50 AM.
SNAPEMAN estaba preocupado. Sí, SNAPEMAN, nada de Snapeman ¡Tiene que exclamarlo! MAYÚSCULAS. Algo así como "¡El súper héroe: SNAPEMAN!", igualito a la revista de un hombre con traje ridículo, barba partida y cabello de ñoño, que usaba lentes en su disfraz y era medio reportero, enamorado de su compañera, una mujer loca y excéntrica, mujer estereotipo que tenía que ser salvada.
Menudo fiambre.
¡Él era MEJOR! Lo era ¡Claro que sí! No por nada todos le tenían miedo/respeto. Para empezar, sin él, nada de esto seria posible, ¿o no? Qué se sería si jamás le hubiera pasado... eso que no recuerda... y ver su superheroico interior?
Él era el mejor.
O eso parecía.
Su mazmorra/cueva fue destruida. Como si una horda frenética de Gryffindors con Hufflepuff y Ravenclaw hubiesen invadido, destruyendo todo a su paso. Estaba recargado de mala gana en la excusa de sillón detrás de la excusa de escritorio, que estaba reducida al tamaño de una mesita de noche pero más tosca y sin patas. Habían vaciado sus pociones por todo el suelo, que ya ni era apto para expertos de venenos jubilados; sin armas y sin ganchos, ya que en cierta parte del camino un centauro/caballo se las había comido (¿Es paja? -chomp-) y ni loco erguiría su varita.
Era el equivalente de un Batman con pistola.
¡Sandeces!
Lo máximo que tenía eran sus SNAPEMAN-BOTAS-CON-RESORTES, que eran muy útiles entre vigas y seguramente en Torres de Astronomía, pero rebuscaba y rebuscaba cosas aun servibles en el mugrero aquél, cuando se cansó y sacó la tira e revistas que había cogido de Longbotton cuando entró a la Torre de los Leones. Y ahora pensaba en su Mano Izquierda.
Él sujeto.
Ése sujeto.
El que estaba como de luto desparramado en un sillón, mirando al suelo.
Ni hablaba, y ahora que se detenía a respirar pensó por unos instantes que ni respiraba, suerte que Firenze aun estaba a sus pies, mientras le picaba con su varita (¡Palito! Tirado, amigo de mi Amo! Guaf!) y soltaba algo así entre el gemido y el gruñido, demasiado deformado para tenerle un término propio.
Hojeó la revista que decía "BASADO EN LA PELÍCULA DE BURTON: BATMAN RETURNS, EDITORIAL VALPARAÍSO SA. DE C.A". Interesante... decía que su amiga/enemiga era una mujer gato (McTúbela), un millonario excéntrico que se vestía de Rey en una fiesta de Disfraces y un hombre deforme, semejante a un pingüino.
Interesante...
¿Acaso iba a pelear con ellos? O tenía que hacerlo?
Realmente no le interesaba en lo absoluto si tenía que enfrentar a alguien o no, con una madre. Tenía ya suficientes preocupaciones en su colapsada mente privada de razón, que no fijó mucho cuando un estruendoso ruido, sospechosamente parecido a una estatua desparramándose por las escaleras de las mazmorras.
Sin embargo, frunció el ceño, ¿quién se atrevía a invadir el espacio privado del héroe justiciero?
Se levantó, y furioso como si nunca hubiese estado tan enojado en su vida asomó amenazadoramente por el hueco donde debía de existir una puerta.
El hechizo que se incrustó como bala al alfeizar de la puerta lo evitó por unos cuantos centímetros.
Quedó quieto, descansando su mirada en la madera destrozada. Curioso, dijo, lanzando su visión a un hombre que caminaba con demasiada tranquilidad hacia él. Tenía trae de smoking y se ladeaba divertido de lado a lado, susurrando una risilla sin nombre entre los dientes. Detrás suyo, dos mujeres estaban asustadas, mientras que una, la gorda en harapos verdes cargaba casi en su totalidad a una mujer delgada, que se veía adolorida, a pesar de ese estrechoso traje de látex.
Firenze trotó hacia la puerta, y lanzó su mirada primero al enano, y luego en las dos profesoras.
— ¡Mira, un camarero!
— Así que tú... eres el famoso SNAPEMAN que todo mundo comenta —dijo Flitgüino, ignorando el comentario del centauro.
— Sí, soy él— afirmó SNAPEMAN, con un dejo de alegría magistralmente oculta en su voz, por el halago.
— Perfecto. Déjeme presentarme. Mi nombre es Flitgüino, y ellas mis generosas ayudantes. HieSprout y McTúbela. Supongo de que una ya deberías de conocer...
Desde atrás, McGonagall le hacía a Snape para que huyera rápido de ahí. Que ese sujeto estaba aun más loco, que tiraba a matar. Pero este sólo frunció el ceño, y encaró a Flitgüino, poniéndose en medio del pasillo, a unos siete metros. Firenze, como fiel can al amigo de su Amo, se puso entre ellos pero pegado al pasillo, sonriendo felizmente, dé me un vaso con avena y paja, le dijo, levantando una mano.
— Vengo a aniquilarte, SNAPEMAN. Este colegio es muy chico para los dos.
— A mi me parece grande, pero eres mi enemigo como decía aquella revista así que... —saca la pata de una silla, como si fuera un garrote— ¡en guardia!
— ... ¿Acaso soy la única que no ve películas muggles? —se escuchó a Pomona por ahí.
Flitgüino se dio media vuelta, poniendo ojos en blanco. Tomó impulso, con la varita resoplando destellos naranjas. Se impactaron en el pecho del hombre, que voló varios metros a lo largo del pasillo. Hizo auch, mierda, fue lo que masculló cuando se reincorporó todo entumido del piso.
— Hey ¡Se supone que atacas con el paraguas e inteligencia, no con magia, tramposo!
— Soy el villano de esta historia, puedo hacer lo que quiera.
Le apuntó de nuevo al pecho, aprovechando su ventaja. Es como si el tiempo se hubiese detenido. Ante la vista de todos, la punta del arma empezó a emitir el mortal destello verde. ¡Severus, está tirando a matar! Escuchó que la McGonagall gritó a pulmón pelado. Sólo se paró, mirándolo muy quieto.
— ¡Avada Keda...!
Firenze golpeó el costado del enano con sus patas traseras, haciéndolo tapiz de pared. Remus levantó la cabeza, helándose la sangre cuando escuchó el grito de la maldición imperdonable. Se puso como resorte y se abalanzó afuera de la habitación, mirando de lejos la escena como si no la mirara.
— ¡Amo!
Firenze le abrazó como una pinza.
— ¡Aaahhh!
— ¡Está inconsciente! —exclamó contenta Pomona, al fin liberadas del sujeto.
— No por mucho —informó SNAPEMAN abalanzándose sobre él, totalmente furioso.
— ¡Aléjate, lo vas a matar!
— ¡Ojo por ojo! —ya iba a incrustarle su puñetazo en la narizota. Flitgüino estaba con la boca abierta, balbuceando palabrotas. Todos vieron que empezaba a mover los miembros.
Pero el Hombre Chocolate entró en acción. Le brincó a SNAPEMAN por la espalda para que no se moviese, y entre él y el centauro lo levantaron. Remus le detuvo con otro golpe, y lo tiró arriba el centauro, que lo cogió de la casaca de la ropa, inmovilizándolo. Dio un saltito, y dejó que McGonagall se sentara también.
— ¡Se está levantando!
Pomona cayó de sentón. Firenze no la podía. Cogió de un brazo a su amo y se desparramó escaleras arriba, con la bola de la jefa de Hufflepuff a sus talones, o lo más cerca posible de ellos.
— ¡Suéltenme! —gritó rabioso SNAPEMAN— ¡Lo lamentarán!
— ¡Nos está siguiendo...!
— ¡Más rápido... auch, mi costillas...!
— ¡Soy una vil bola de grasa! T0T
— ¡AAAHHH!
— ¡Llevo al amigo de mi Amo!
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Domingo
3:00 A.M.
En una torre del colegio, muy arriba de la puerta principal, pero en la misma sección, eran donde Harry y Neville habían dado vueltas y vueltas y vueltas sin ningún destino fijo. O al menos parecía que no era fijo. El ojiverde estaba muy ocupado, intentando ver por el mapa del Merodeador dónde estaba su padrino.
No estaba en ningún lado. Ninguno. Era como si ni siquiera estuviera en el colegio, a kilómetros de distancia.
Neville, quién había murmurado "Prometo solemnemente que mis intenciones no son buenas" por ser el único con varita, buscaba vagamente, observando que un conjunto de motas corrían en ilera india, dos o tres pisos justo debajo de ellos.
Entre ellos se podían leer "Remus Lupin", "Pomona Sprout", "Minerva McGonagall", "Firenze" y el más importante "Severus Snape". A ese paso, pensó, era muy probable que los encontraran al doblar la esquina.
Harry seguía buscando a su padrino.
No estaba...
¿Pero cómo era capaz de irse a un momento así?
Un Reloj de Arena Gigante de la casa Slytherin pasó delante de ellos, estrellándose, por el impacto, con la pared.
Ah... por eso...
— ¡Harry, mira!
La mota de "Hermione Granger" estaba justo en el pasillo paralelo a ellos, pasando al lado de los puntos, que no se movían, de "Daphne Greengrass", "Terence Higgs" y "Graham Pritchard".
Embozaron una sonrisa, y se precipitaron a alcanzarla. Se detuvieron en seco. Hermione Granger acababa de dejar inconsciente al último Slytherin que se movía, murmurando "¡Vive en paz!".
— ¡Hermione!
La aludida pegó un salto al techo. Se volteó, con las pupilas agrandadas, dando resoplidos como un animal. Sus fracciones se habían suavizado un poco al notar que Harry Potter estaba sano y salvo, vivo, en la esquina del pasillo. Pero sintió un tic en el ojo, cuando la sombra de un mortífago, algo más alto que él (están en sexto, son alto de por si) se puso a su lado, con una máscara blanca que le sonreía...
Granger pegó un bramido, Harry un grito y Neville un chillido cuando vio acercársele una maldición que te convertía en piedra. Se lanzó hacia Harry, evitándolo los dos, ya que Hermione había actuado tan rápido que apuntó a la ahí se va; movieron los pies, con las suelas patinándoles con la rapidez de las zancadas, brincando en forma cómica tras una gárgola de piedra, como si de conejos se trataran.
— ¡Está loca también!
— ¡No, ella no! —chilló como loco.
— ¡DEJA A HARRY, MORTÍFAGO!
— ¡Neville, cuidado!
Hermione se había puesto a un lado de ellos, pero Harry le pateó en la zancadilla y cayó con precipitación sobre una rodilla. Le dolió hasta el alma.
— ¡Aaaaaaahhhhhhh!
— Lo siento ¡Hermione! —exclamó Harry, mientras se levantaba, pero la pelo de escobeta había golpeado a la gárgola en cuestión. Se levantaron. Suficiente: Neville sacó la varita.
— ¡Hermione, no me obligues a usarla! —avisó en alto.
— ¡Nunca me rendiré a los mortífagos! —ladró— ¡Anarpeto!
KABOOM
El Reloj de Arena de Ravenclaw, que por cierto, sepa Merlín por qué jodidos estaban ahí pero digamos que Hermione los levito para tener el placer de aventarlos por la Torre de Astronomía ("¡Wjajajaja! Y esto por abarcar todas las sillas de la biblioteca...!"), explotó, pero estaba justo detrás de Harry, así que voló y voló y se estrelló a una pared y talan, quedó inconsciente.
— ¡Mira lo que me hiciste hacer a Harry, maldito mortífago!
— ¡Pero si yo no hice nada!
— ¡Lo pagaráaaaas!
Ya atacó de improviso, lanzándole con todo y varita un conjuro con unas conocidas chispitas azules, cuando fue atropellada vilmente por un centauro.
— ¡Ups, pobre ardilla!
La ardilla gimió lastimeramente, toda volcada.
— Santo Cielo... ¡ATROPELLASTE A GRANGER, ANIMAL!
Lupin se bajó todo tembloroso, mientras veía si Hermione estaba bien, aparte del asunto del delirio. Mi amo ya me ve como un animal, exclamó Firenze, totalmente radiante. El hombre que estaba amarrado y amordazado en su espalda dio un gruñido.
Neville, el Fantasma, cayó de sentón, totalmente en shock, pero no por su aparición tan suscitada (ya los veía venir en el Mapa), si no los ropajes de esas gentes.
A comparación con el traje amarillo pollo del profesor Remus, o la excusa de ropa de Sprout y más el de McGonagall, el suyo era el mejor.
— ¡Está viva, sólo algo confundida! Hermione –avisó, acercando la cabeza para escuchar si respiraba. Puso su palma frente a su cara- ¿cuántos dedos tengo?
— Naranjas...
— ... Muy bien...
— ¿Y ese quién es? —preguntó Pomona a Minerva, mientras miraban al Fantasma.
— Me vale madres...
— ¿Neville? —Remus recordó vagamente un comentario que dio sobre su disfraz del Fantasma de la Ópera. Asintió con la cabeza. Lupin sonrió ¡Debería ser otro cuerdo! Debía DÉ. Por si las dudas... — ¿Cuánto es 2+2?
— ¿Y eso qué importa ahora?
— ¡Es uno de los nuestros! —chilló la mujer con traje de Gatúbela.
— ¡Miren, es Harry! Y... esos tres son Slyhterins...
— Mjffmfmfmfmfmfmf! —el hombre amordazado se movió febrilmente.
— ¬¬ Deja de moverte!
— MJFFMFFMFMF!
— ¡MIS COSTILLAS!
— Mjmf-mf-mf-fm-fm —se rió quedamente, expresión de maldito.
— ¡Si se que son divertidos! —volvió a exclamar Firenze—. Pero miren que bonitos!
— Sí, se aman —bufó Sprout, mirando con nerviosirmo atrás— ¡Vámonos! No creo que el piso-traga-cosas (Hermanos Weasley Derechos Reservados) lo detenga mucho tiempo...
— Tal vez... pero si ya pisó adentro... —murmuró esperanzado el Hombre Chocolate, arrastrando a Harry hasta el caballo.
Realmente estaba harto. Y muy, muy molido.
— ¿Qué le pasó a éste, Neville?
— Erm... Hermione le hizo volar cuando rompió un Reloj de Arena...
— Valla que sí es salvaje... ¡Mira ese traje! No tiene NADA ¿qué clase de fachas son esas? —la profesora Sprout sintió todas las miradas sobre ella, mientras Minerva, a su lado, se sonrojaba violentamente.
— Mjffmfmfmfmfmf —se rió el hombre amordazado.
— ¡Silencio —chilló toda convulsionada—, fuiste tú el causante de todo!
— Profesora McGonagall, no discutas porque juro que te amordazo! —exclamó el licántropo, alterado.
Pobre Hermione Granger, no tenías por qué arrolarla, centauro recelado ¿y ahora qué hacemos, el comentario de Pomona hizo oídos sordos y pensativos a todos, parando por un precioso y largo instante. Pensamientos que el Fantasma rompió de golpe: ¡Amarrarla, dejarla y huir con Harry!
— ¿Por qué?
— ¡Está loca! Estamos en guerra, según, y quiere acabar con todos nosotros por creer que somos mortífagos —un pensamiento crudo pasó por la espina de tres profesores, excluyendo a Firenze, que parloteaba, y a Snape, que se retorcía como lombriz.
— ¡Está tan loca como Flitwick!
— Pero ya lo detuvimos... por ahora.
— ¡Hey, miren, la ardilla nos está mirando!
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Domingo
3:05 A.M.
La sensación más parecida que sintió era como si infinidades de cruciatus le hubiesen cruzado su carne, estaba volcada, con la cabeza ladeada a uno de los costados y la boca semi abierta. Un zumbido perdido en los conductos auditivos la dejaban sorda, haciendo tum-tum.
Intentó moverse, totalmente indefensa. Alguien... alguien la sujetaba de la cintura. Luego la dejaban en el suelo, sintiendo que ponían su mano en el pecho, para luego sentir una respiración cerca del cuello.
Un sentimiento de pánico la invadió. Intentó moverse, hacer algo, moviendo su pecho rígido de arriba a bajo que se ahogaba. Alguien puso su mano sobre ella, murmurando algo inteligible... lo quería lejos, parecía que la querían coger, sin tener un apollo dónde comenzar... pensó frenéticamente, haciendo el inútil en mover su mano.
Suelta mis...
— Naranjas...
— ...Muy bien...
Sonó lejano, como si se aburriera ¿Qué? No, sigue, pensó con su amor propio herido.
Bastardo... ese mortífago le debía de dar asco, ¿por su sangre? Alguna otra razón? No... se alejaba... oh, no... ¿y ahora? Qué... qué pasaría... ¡no! No debía... ¿o acaso...? y sí...? no... ¡No, no!
Pero lo que temió nunca llegó. Nada de hechizos eliminadores de ropas... Avadas, o Crucios... nada. Y ahí lo notó.
Debe de creer que soy muerta.
¿O tal vez...?
Pero su mente se bloqueó. Reconoció una voz, una voz muy potente de mujer. Una voz que conocía perfectamente, como si fuese su segunda madre.
— ¡... Fuiste tú el causante de todo!
— ¡... McGonagall, no discutas porque juro que te amordazo!
¡No, su maestra de casa no! Su voz sonaba cansada, como si algo, un dolor muy fuerte, la ostigara con violencia adentro. Debía de estar herida, para estar con ellos. Claro, querrán vengarse esos malditos con los últimos que los enfrentan, los miembros de la Orden...
Harry...
Lo dejé inconsciente... no... no...
Sus gemidos de horror nadie los escuchó. Aun tenía los miembros rígidos.
— ... Estamos en guerra... —tum-tum— ...quiere acabar con todos nosotros... —tum-tum— ... mortífagos...
— ¡...Está tan loca como Flitwick...!
— Pero ya lo detuvimos...
Fue como si todo su cuerpo se hubiese calentado, llenándose de adrenalina. Abrió los ojos, soltando una bocanada de aire. Giró su visión hacia un lado. Lo primero que distinguió fue la alta e imponente figura de Firenze. El resto de los mortífagos le daban la espalda, o simplemente no la miraban. Firenze ladeó la cabeza y le sonrió, agitando una mano. Oh...
Debía de estar bajo la maldición Imperius. Su cara era muy dulce. Sí, eso debía ser...
Observó La Situación. McGonagall estaba sobre él, agarrándose un costado con su mano. Tenía ara irritada, mirando con furia al mortífago más cerca con un ridículo traje y capa amarilla. Este ponía a Harry inconsciente sobre Firenze también.
Pero el que más le impactó, fue al ver al profesor Severus Snape en ese estado. Amarrado y amordazado a Firenze. Se movía con violencia.
Claro. Voldemort debía de quererlo para él, y sólo a él. Su espía... su traidor... por eso lo tenían amarrado. McGonagall parecía como si se hubiese roto varias costillas, aprisionadas por su traje que parecía al principio inofensivo, sin varita o lugar donde ponerla, y lo peor de todo. El salvador del mundo mágico inconsciente... por su culpa...
Tomó su varita, y apuntó a la espalda de Remus, sin saber que era él.
— ¡Hey, miren, la ardilla nos está mirando!
— ¡Desmauis!
Remus cayó sobre Neville, inconsciente.
— ¡No! —gritaron todos, menos Snape y Firenze, cuando Hermione mandó un hechizo cortador a este primero, quedando totalmente liberado. Snape no se hizo esperar. Rodó a un costado del caballo y huyo, pasando por el lado de Hermione. Neville intentó seguirlo, pero Hermione le apuntó en el pecho, parándolo.
— Señorita... Granger...
— Profesora McGonagall ¡No se preocupe, ya está libre, huya!
— Usted no entiende...
— ¡Huya!
— ¡Impedimenta!
El hechizo había venido por el final del pasillo, de donde habían venido los profesores. Flitgüino, con la ropa toda arruinada llena de 1000 cosas encima, cabello despeinado y golpeado les tiraba encantamiento. Firenze dio tal salto que tumbo en su proceso a la profesora McGonagall, que se hizo ovillo sobre el dolor de su costado.
Pomona agitó las manos, cogiendo casualmente la cola del centauro, que se lanzó hacia su Amo y el niño que había aplastado a su amo por la casaca de la ropa, saltando sobre Granger (que se agachó, por cierto), corriendo por un pasillo.
¡Sí, ya conocía al mesero! Era capaz de dañar al amigo de su Amo! Era malo, malo!
Así que se fue al único lugar que conocía dónde estaban a salvo. El cuarto piso.
Pero Hermione bajó la varita. Cansada. Miró al frente. Filius Flitwick poseía una mirada serie, si es posible decir que cínica. Se acercaba con paso dominante hacia ella.
Hermione le dirigió una sonrisa, impregnada de esperanza. No se molestó en tallarse los ojos, sintiendo que se les descosían de las lágrimas.
— ¡Profesor Flitwick! —dijo, con un tono de voz irreconocible—. ¡Está bien!
— Sí... señorita Granger —contestó, mirándola atentamente.
— Pensé que...
— ¡Oh, nada que un gran mago experto en encantamientos no pueda solucionas! —avisó, suspizas— ¿por qué los atacaste?
— Señor... ¡Eran mortífagos! Tenía qué. El colegio está en peligro.
— Sí... tienes razón...
— ¡Eso ni se pregunta!
Flitgüino miró al suelo unos instantes, para luego mirarle a los ojos.
— Me gusta como piensas... dime ¿te me quieres unir contra ellos?
— Sería un honor, señor —dijo con una leve inclinación. Abrió los ojos, posándolo por detrás del enano, el cual también volteó, con cara iluminada. McGonagall se había levantado con una mano recargada en la pared, mirando con un sentimiento extraño la escena. Negaba con la cabeza levemente. Si fueran capaz de leer mentes, habrían escuchado un No, no, no... pero Hermione se limitó a correr y abrazarla con cuidado, firme pero suave, para no lastimarla.
— ¡Profesora McGonagall, estaba tan preocupada...!
— Tranquila, señorita Granger...
Le abrazó también, pero de forma protectora contra el hombre que estaba frente a ella, que la miraba con sus ojos brillantes y azules. Flitgüino había embozando aquella cínica sonrisa, mientras decía,. Con voz suave y tranquila:
— La señorita Granger estaba muy preocupada por usted —su varita, mientras hablaba el enano, se dirigía con suavidad a la espalda de Hermione, empezando a producir chispas verdes con violenta rapidez. Minerva la sujetó más fuerte— ¿verdad que va a ayudarme y no se separará de nuevo? Verdad, Minerva, que vamos a encontrar a los profesores y pelear con ellos?
— Sí, así es... —susurró. La muchacha se separaba feliz, contenta de que tenían una oportunidad en la batalla.
— ¡Perfecto! Bien, damas primero —señaló la escalera, por dónde se habían ido Firenze y los otros. Claro, irría por SNAPEMAN, pero no podía hacerlo así. No será su estilo...
Un rehén, para que fuera a su red...
Un rehén, para que cayera en redondo...
Un rehén, propio como Remus Lupin.
— Profesora, algo terrible ha pasado —exclamó Hermione, que la ayudaba a caminar por las escaleras—. A Harry se lo llevaron los mortífagos, no pude hacer nada por él, lo siento tanto...
— Está bien Hermione, no está en peligro...
— ¡Estamos hablando de mortífagos, profesora!
— Eso no es...
Se heló. Flitgüino puso la punta de su varita en su espalda. Mortífagos, Minerva, Mortífagos.
— Más rápido, señorita Granger, mientras más rápido llegaremos con ellos y rescataremos a Harry...
— ¡Pero... también ha que encontrar a Remus, a Sirius, a Ron, a Neville, Luna, Ginny... al profesor Snape!
— Te aseguro que están bien.
— Eso espero... —bajó la cabeza.
— Pronto llegará Dumbledore.
Lo dijo con súbita voz. Reconoció el sonido cuando Flitwick, no Filius, se detuvo de pronto, prosiguiendo a los pocos segundos el viaje.
Por favor, Albus, llega pronto...
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Tardé mucho, lo sé. Pero el lunes comencé la preparatoria, y con todo lo que tengo de clases me ha puesto un poco apretada, considerando de que actualizo mis fics en la noche, y salgo al colegio a las 6:30 A.M.
Bueno, como notarán, no soy muy dada a la comedia, así que es seguro que encontraron algo dramaticón el capítulo xD
Pero no todo es por culpa de eso ¡He re-actualizo mis otros fanfics que estaban abandonados! Como, por ejemplo, "Segunda Identidad", de Harry Potter. Si lo leyeron antes, les digo que está listo el cap 7 y el 8 está en construcción, y también otro fic "The Leyend of Zelda: Ocarina of Time",de Zelda, que hago, quizá el más largo con un promedio de 40 pag cada capi, y este, así que estaré algo lentita por algún tiempo ¡Pero no abandonaré el proyecto!
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MeilinSnape. ¡Jajaja! Gracias por el review. Bueno que te haya gustado el capi anterior, aunque acá se nota más lo maldito que es Flitgüino y Sprout no es la villana, en fin. Son Hermione, Flitgüino y Sirius Black (perfecto para Sevie), pero creo que es deducible su disfraz. La misma Rowena Ravenclaw lo puso en la inscripción de la puerta esa.
Bueno, lo del Calcetín, lo puedes interpretar como Dumbledore. Pobrecito ¡Pero conste que cuando todo el mundo terminó La Orden del Fénix lo querían muerto! Y ahora que lo está, apuesto que el Príncipe ya no hará oídos para complacerlos.
¡Gracias por el review!
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Miko Dani. Waaa! Gracias! XD que bueno que todos los que me han dejado review concuerden de que Hermione está loca, pero no lo está, es lo curioso, es como actuaría si en verdad el colegio estuviese siendo atacado por mortífagos, sólo que, por supuesto, está en el peor momento y hace como la imprudente. Por eso pensé que quedaría bien en pareja con Flitgüino, pero da cosa.
Seh... pero me gusta más a Sirius así, me recurda a un niño/adolescente berrinchudo ¡Lindo!
¡Gracias por el review!
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Witchmin. Flitgüino no es exactamente original, si no inspirado en el Pingüino tal cual como lo pone Burton (no sé si se parece el de la serie) y thanks por lo de Sirius y el halago de que te impresionó el cap. Ojalá este te cause también buena impresionó XD
¡Gracias por el review!
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Vanina de Lira. Sorry! XD no fue mi intención, aunque no serás la primera que cachan muriendo de risa por algo en algún lugar (ejemejem), yo no tuve nada que ver, yo ni ese libro de Dumas. Bueno, también es un tremendo halago aquello que me dices, que te haya ayudado a tener el impulso de tener mala gaña y publicar tus fics!
¡Gracias por el review!
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