Todo esto pertenece a J.K. Rowling.
Advertencia: contiene SPOILERS del HBP.
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Capítulo X.
La victoria del ave.
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6:03 A.M.
Llevaban casi una hora recorriendo los pasillos. Era el tercer pasillo que revisaba minuciosamente. Sus lacayos, una maestra con tres costillas rotas y una joven maga le seguían de vista, a pocos metros, por petición del maniaco, que no se alejaran, vigilen mis espaldas, los mortífagos podrían estar aquí. Es la exploración operativa, había dicho Flitgüino. Estoy harto de saber que esas alimañas siguen entrando a Hogwarts, están en todas partes. Habrá una formas de detenerlos, desde su raíz, así que el truco es saber dónde está su comandante, los organizados al extremo, quiero decir, y detenerlos. Estoy dispuesto a buscarlo planta por planta, salón por salón, despacho a despacho buscando a otros que se nos unan también. En esta clase de transas, cuando uno tiene prisa lo rápido es caminar despacio.
— ¿Se le ha ocurrido que tal vez ya se hayan ido del casillo?
Hermione apoyaba a la profesora por encima de su costado.
— Profesora, escuche alrededor, es imposible que se hayan ido —aspiró una cañada de humo helado de rocío que se elevaba junto con el sol, escondido tras unas gigantescas nubes grises.
— No sea indiscreta, Minerva.
— Profesor.
Llegaron al cuarto nivel, doblando cerca de las antesalas que se usaban de reserva de cubiertos y herramientas que con los años se iban amontonado, prohibido estrictamente a los alumnos incluirse en ellos. Golpeó la puerta como anteriormente lo había hecho, teniendo la ligera imagen del salón para calderos clandestinos mágicamente gigante, que ayudaban a las columnas en su centro que soportaban desde hacia siglos el peso de la torre. No creyó que una araña grande arriba de la puerta, con un nidillo en uno de los calderos le servirían de mucho, así que cerró, camino a la puerta justo enfrente. Tocó con la varita la perilla dos veces, y se dispuso abrirla pero esta no cedió.
Dio un blinquillo imperceptible, mirando la puerta con aprensión. Esta es, decían sus ojos, mientras que con un encantamiento más fuerte la golpeaba de lleno, haciéndola brincar sobre sus goznes. Chillido agudo, grito de susto, exclamación sorpresiva, fueron suprimidos como si alguien hubiese tapado la boca al emisor del dicho sonido.
— Señor, ¿qué hace? Están ahí —Hermione observaba como el enano corría a la puerta contraría con entusiasmo, aventando contra las paredes los calderos para hacerse paso hasta las columnas. Minerva sintió un frío en su espina dorsal, concentrándose en los huesos cortados, soltando un gritó agudo de advertencia que no tenía sujeto fijo sobre quién.
— Hacerlos salir de una manera rápida, Granger —dicho esto, golpeó las columnas y todo tembló.
Se escuchó un coro de gritos desde el Cuartel de los Profesores S. A.
— ¡Se va a caer la torre!
— ¡Señor Flitwick, no haga eso!
— ¡Salgan, salgan, salgan! —canturreaba evitando con rapidez los gigantescos escombros que caían del techo, empezando a reír, sin dejar de apuntar con su varita.
Más gritos desesperados cuando el piso se rompió en dos. Una sonora patada resonó, como si unos cascos, semejantes a la de un caballo, tumbaron la puerta medio volcada, teniendo encima a un licántropo todavía atontado, pero consiente, sí, en parte, cuando el centauro resbaló peligrosamente con el piso quebradizo, seguido de una torda enorme de maestros y estudiantes –cuerdos– que chillaban como loco, saltando las grietas, aunque los menos desafortunados cayeron, hacia pisos inferiores.
Flitwick dejó a un lado su varita rompiendo en encantamiento contra las frágiles columnas, volviendo un tanto a la tranquilidad, pero no podría decir lo mismo de la muchedumbre histérica.
— Harry... —murmuró Hermione cuando el moreno, lleno de hollín y cemento sobre su vestido le pintaba de blanco el pelo. Se levantó (McTúbela se había caído por si sola al suelo, gimiendo incoherencias) y le abrazó como no lo hacía en mucho tiempo, escondiendo su cara en su hombro.
Harry se congeló.
— ¡Deja eso! —gritó cuando ella vio de soslayo a Neville, que miraba asustado alrededor.
— ¡Harry, es un maldito mortífago!
— ¡Tiene razón! —graznó Sibyll apareciendo por atrás, bola neblinosa, voz esotérica.
— ¡Arg! Hermione ¡No...!
Soltó un rayo negrusco que chocó contra Madame Pomfrey, que se precipitó hacia la fisura del suelo. Hermione había reconocido que era la enfermera, así que corrió hacia ella. Suspiró. Quedó prensada desde su ropa de una estatua, inmóvil, pero a salvo.
— ¡Amo, mire, es el mesero! Oiga, aun no me trae mi refresco ¡Lo quiero ya o no hay propina!
Lupin se palpó los bolsillos.
— Severus tiene mi varita... —pensó, ante la mente en blanco.
— ... ¿Profesor Lupin? —Hermione entornó los ojos al hombre con traje amarillo.
— ¡Aaaahhhhh! —Pomona chilló llevándose de paso a la ignorante de Sibyll al desconocido, junto con una slytherin de tercero al pasillo más cercano que había en forma de fuga cuando Filius asomó su linda cabecita por la puerta semi destruida del salón de calderos clandestinos.
McGonagall, rezagada, hubiera huido de buena manera junto con la gorda y los otros dos, en vez de quedarse con los tres alumnos y sus DIZQUE tres profesores. Gimió audiblemente, negando con la cabeza ¡No quería estar ahí!
Neville aprovechó el momento para quitarse la máscara, dejando cuadrada a la gryffindor que estaba a punto de aventarle un feo, feo maleficio.
— ¿Eres un mortífago? —escupió indignada.
— ¬¬
— ¡Hombre Chocolate, justo al que buscaba!
— No sé dónde esté Snape —se apresuró a decir el licántropo, recargado en el centauro que seguía dictando una lista de menú.
— Oh, si ya sé que no sabe.
— Te juro, Flitwick, que no tengo nada que ver.
— ¿Con qué?
— Ya sabes. Con nada.
Flitgüino inclinó un poco la cabeza —seguía frente de la puerta—, considerando la cuestión. Él, en efecto, lo sabía muy bien. Por eso estaba allí, en ver de estar buscando por todo el castillo algún rastro de SNAPEMAN. Directo y eficaz, la que menores problemas tenía.
— Necesito de tus servicios, Hombre Chocolate.
— ¡Aléjate! —abrazó de un costado inconscientemente a Firenze. Este se puso como burro en primavera.
— ¡Miiiiii amoooooo!
— ¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh!
— Potter, Longbotton, Granger, váyanse de aquí —murmuró McGonagall, con toda la sangre fría que fue capaz de reunir.
— ¿Por qué? —interrogó Hermione poniéndose aun lado de Flitgüino, el cual sonreía divertido de la visión de las dos bestias— a estas alturas, ya no me sorprendo de que Remus sea zoofílico, quiero decir —se apresuró a corregir ella a la mirada asesina del aludido—, noches luna llena, cierto animago... me entiende, ¿verdad? ... ¡Y hablando de Firenze! Pues es medio-animal, me parece, así que no sería zoofilia, sino algo natural, en el sentido de que es animal... pero también humano, o no sé... —ojos espantados, empezando un ataque de histeria peligrosa— jamás lo leí en un libro, y ¿es normal ese actitud de un centauro? O tal vez... No sé... ¡Merlín... no sé!
— Hermione...
— ¡CÁLLATE, MORTÍFAGO!
— ¡SOY ERIK DESTLER!
— ¿Tan avergonzado que te cambiaste de nombre? —ladró ella, sin dejar de apuntarle con la varita. Flitgüino lanzaba miradas de ella a Longbotton, encantado de tal cosa, junto a Harry, que por cierto, se había alejado un par de metros de ellos. Lanzó una risotada ¡Qué maravilloso! Qué se mataran y él en las gradas, como si observara un buen partido de baseball. Fue ahí cuando, al observar alrededor para burlarse en cara del licántropo, este, el centauro y la maestra habían desaparecido. Se le heló la sangre. Estúpido. Cómo pudiste entretenerte con esos críos. Corrió hacia las escaleras movedizas, el único lugar a donde ir, atropellando a un Harry Potter de paso, el cual estaba metido en otro problema como, no sé, tal vez evitar que Neville y Hermione se mataran mutuamente.
Se puso entre ellos.
Chico suicida.
Miró a la pelo enmarañado.
— ¡Él no es un maldito mortífago!
— ¿¡Qué idiotez es esa! ... ¡Harry, te va atacar!
— Es Neville ¡Con un demonio! Ni aunque se lo proponga podría...
— ¡Repudio!
Kaboom.
Los tres, que habían volado hasta la pared más cercana y rota —Harry se atoró en la fisura— miraron confusos al final del pasillo, donde Lord Voldemort se acercaba a ellos con paso lento y minucioso, la sonrisa en su rostro.
A su lado, Lucius Malfoy, y al otro, Bellatrix Lestrade.
— Y yo que pensaba que era una broma... —susurró Lord Voldemort, mirando al trío.
— ¡Te dije que valía la pena llegar hasta acá, Malfoy!
— Acá no está...
Neville estaba paralizado tanto como Hermione, que estaba loca, los ojos abiertos en par en par como un pescado.
— ¡Les dije que había mortífagos! —gimió, intentado de coger su varita que cayó a dos metros.
Pero Harry tenía el ceño fruncido, como presa de una mala broma.
— ¡Ese no es Voldemort! —gritó, y el aludido le miró— ¡Joder, es una vil máscara de cuero que Zacharias Smith se puso, comprada de la tienda de los Gemelos! Y esa —apuntó a Bellatrix— es Akasha de Lioncourt, séptimo de Slyhterin y ese... joder —casi grita, sin aire— ... ese sí es Lucius Malfoy...
— Vengo a recoger a mi hijo —se defendió, como quien no quiere la cosa. Su capa estaba arruinada, como si alguien se hubiese jalado de ella, o la hubiesen mordido o si capa con hombre incluido hubiera terminado nadando en un traste de sopa de la comida de ese día, o la comida que estaba hecha.
— ¡Yo soy El-Quién-No-Debe-Ser-Nombrado, Malfoy, así que hable si sólo le doy permiso! —gritó Zacharias, peor este le ignoro, mirando a Potter.
— ¿Has visto a Draco?
— Ehm... ¿no está por el Gran Comedor?
— De ahí vengo, Potter —dijo, un tanto mosqueado.
— Uhm... se nota.
Todos intercambiaron miradas. Hermione chilló algo así de que no debería interactuar con el enemigo, Akasha ni madres tocaba a Malfoy, pero lo conocía a él y por eso de igual manera a la hermana esposa de él; y Zacharias... dizque que era el líder, pero sólo seguía a un proscripto mortífago que estaba ahí sólo por petición de su esposa, pues quería ver a Draco por el fin de semana.
Menuda suerte para el rubio, ¿no? Sin darse cuenta del caos del colegio pues entró hace un par de media hora por la entrada principal (todavía completa) y cruzó el gran salón, mirando con una ceja arriba al semi gigante que ahora vestía un traje de topo blanco toscamente cosido corriendo por ahí.
— ¡Hay una fiesta de disfraces! —le advirtió, pero le ignoró de la fregada.
De haber sido calmado, respetuoso y de tomar las consideraciones o el aviso que le trasmitió de buena gana el semi gigante, probablemente nada de lo siguiente le hubiera pasado.
Pero Lucius Malfoy no son de esa clase de hombres.
Son de los que se sorprenden al ver una especie de revolución interna a madrazos provenientes de un número mayor a 400 estudiantes, entre ellos y entre los fantasmas, que levitaban cosas, estrellándolas en sus nucas. Lucius parpadeó en el umbral del comedor, sin saber qué enfocar entre toda la chusca. Serían las 6 se la mañana, no estaba seguro, pues el manchón de gris del cielo tapeteaba todo el cielo, bloqueando el sol como a la vez las mentes sicóticas de aquellos jóvenes. Fue ahí, que sintió un jalón brusco de su capa, perdiendo el equilibrio con un pequeño grito.
Un chico—lamentablemente—conocido con cabello rojo se le montó sobre el estómago, requetelindo.
Lucius se le quedó viendo. Al reconocer quién (o qué) era intentó tumbarlo de un zarpazo, pero este jamás llegó pues una chica de rubia cabellera y ojos anormalmente grandes se lo detuvo a pleno vuelo.
Se movió de forma brusca como un gato cuando estira, lográndose librar de los dos engendros, sostenido de su bastón.
No gritó nada, ni siquiera un hechizo imperdonable, pues se quedó medio estático al ver el vestido del pelirrojo y el traje de —ahora— pavo de la ojos-grandes.
Embozó una cruel sonrisa.
— Pero miren, si es un Weasley. Me pregunto por qué no te reconocí... oh, si, claro. Estaba acostumbrado a ver a gentes como tú en trajes de segunda mano, pero que vengas vestido como una compañera es algo más con clase y económico —dijo, sin quitar la ironía de su vos produciendo un delicado énfasis a la palabra "compañera".
— Lo amo —le contestó Ron.
— ... ¿Qué?
— ¡Yo tengo orgías a pensar en usted, señor! —cooperó de repente la rubia. No sabía ni su nombre.
— Ajá —logró articular más desenfocado que nunca, despacio, retrocediendo un paso. Paso que retrocedía, paso que avanzaban ellos —. Estoy ocupado, enfermos. Ando en busca de Dumbledore para llevarme a mi hijo por hoy.
— ¡El Big Brother está en el ministerio, mi ángel rubio, no estará por hoy! —dijo con voz de gemido la muchacha. Lucius cogió su bastón, preparado a todo.
— ¡Se desocupó el sábado! Es domingo, tiene que estar aquí —siseó, desconcentrado por ellos dos que por la noticia de Dumbledore.
— ¿Qué tal si lo esperamos en aquél salón?
— ¡Con tres más divertido!
— ¡Aléjense! —desenfundo la varita del bastón— ¡Protejo!
Ron rebotó en el escudo, volando muy lejos.
— ¿Cuál es su problema? —gritó dispuesto aventarle un maleficio a Luna, pero Ron se había recuperado, gritando a los sujetos más cerca (¡De cualquier clase!) a su auxilio, tenían que acabar con aquél hombre nuevo (¡Presa perfecta!) y échese encima del Malfoy una horda de mínimo 50 gentes, que Lucius, con mucho correr y uno que otro maleficio fue capaz de detener (No tan así un tazón de pudín y sopa congelada por parte de los fantasmas, resbalarse y estar a merced de muchos golpes que le mandaban los más cercano).
— ¡Repudio!
Kaboom.
Logró zafarse entre los tirados cuerpos de los niños sicópatas, huir de ese maldito salón sin rumbo por un pasillo del segundo piso hasta chocar de bruces con una asquerosa y maleducada muchacha que conocía gracias a su familia sangre fría.
Franceses.
— Oh, señor Malfoy ¡Qué grata... alegría, verlo por aquí!
— Cállate, Lioncourt —siseó amenazadoramente, aun con los dolores de los golpes sobre su cuerpo— ¿Dónde está Draco?
— ¿Me cree adivina?
— ¡Dime! —le apuntó con la varita. Lioncourt disminuyó un tanto su sonrisa, más no vaciló, bien erguida.
— ¿Por qué lo busca?
— Eso a usted no le interesa.
— Puede que no, como que no le diga dónde está.
Los Lioncourt era una descendencia tan vieja y poderosa como los Malfoy, en el extranjero, Francia. También afiliados a las filas de Lord Voldemort, que los hacía valorativos, apenas debajo de su apellido. Maldijo aquello, maldijo de que no sería muy prudente de su parte cerrarle la boca de una vez.
— Digamos que mi esposa estará susceptible los próximos cuatros días, más de lo normal por pequeños problemas familiares que tenemos en estos momentos —se forzó con una extraña mueca de entre la sonrisa y la decencia, como si lo que quisiera trasmitir en realidad serían los deseos de implantar un hechizo imperdonable sobre su piel. Creyó prudente no picar más al hombre, así que se limitó a decir:
— La última vez que vi a su hijo, señor Malfoy, fue en la sala común, antes de que saliera al clímax estudiantil de guerra. No sé más, se lo juro —cumplió solemne, con una mano en alto aun lado de su sonriente rostro.
— Poco me importa su juramento —blasfemó guardando su varita con un sonoro trick, acomodándose la capa. No es que estuviera obligado por Narcisa a buscar a ese mal agradecido de su hijo, pero se había puesto un tanto bronco y mejor llevárselo que evitar un zapatazo desde el umbral de la pared y abstenerse a tener sexo por varias semanas. Podía obligarla, por supuesto, pero los arañazos dejaban feas marcas que tardaban en quitarse aun con magia y ya no quería ni pensar en ella con moretones cuando últimamente habían tenido reuniones con el Lord, en su casa o donde sea que fuese.
Mujeres, ¿quién las entiende?
— ¿Dónde está Snape? —preguntó mientras iba rumbo a las mazmorras, por el camino más corto que fue capaz de recordar en ese momento, pero una voz (reconoció un tinte de voz temblorosa ahí) proveniente de la Lioncourt le informó que las mazmorras habían destruidas... hace casi media día.
— Y también la sala común... ¡Ah, y las escaleras que llevan allá! Y creo también que el despacho de Snape, o si no el salón de pociones...
Lucius parpadeó, a medio pasillo.
— Snape jamás dejaría eso.
— Snape, no; pero SNAPEMAN sí.
— ¿Snapequé?
— ¡SNAPEMAN, el combatidor de la Justicia!
Akasha creyó ver una especie de tic debajo del izquierdo, mientras se daba la vuelta lentamente.
— ¿Qué demonios pasa aquí?
— ¿Ya vio la guerra? —dijo, sin reír por su propio orgullo Slytherin herido. Le dijo, en 11 palabras, lo que sucedía. A lo que Lucius volvió a decir, con más profundidad:
— ¿Qué demonios pasa aquí?
Una cosa llevó a otra cosa, cuando esta parecía ser fragmento de final de una cadena. Lucius seguía digiriendo, sin creer ni madres a la mujer de séptimo que le seguía por atrás todos los sucesos que le tocaron ver. Guerra, hambruna, heridos, maestros locos con trajes de Chatman, miles de cosas inverosímiles. Los últimos alumnos en los que se detenía a preguntar sobre el paradero de su hijo estaban semi inconscientes como si fuesen anestesiados con unos mililitros más de lo necesarios, casi en coma, con todos los fantasmas cantando su santa voluntad su victoria, y los cuatros sin retratos, sabrá dónde se habrían metido.
Pudo evitar que Akasha (no se había dado cuenta, pero tenía el pelo, generalmente rojo, tinteado de un fuerte azul obscuro casi berenjena como el de Bella, y túnica de mortífago, que sería una segunda piel que le acentuaba a fregazo a la perra. Miró mal que esta le siquiera —quizá, pensó, sería lo único decente en esta jungla—, mas no dijo nada en oposición, o no dijo palabra alguna. Fue cuando, en el tercer piso, bifurcación para el cuarto, la silueta del Señor Oscuro salió de las sombras, con la varia en alto, a unos palmos de su cara.
Se congeló.
Y percató, que su marca no quemaba. De ser el verdadero Señor Oscuro había demandado, con gesto, palabra o varita que se arrodillaran, así que se quedó ahí, bien quieto, consiente de que Lioncourt estaría mirando extraña la escena, levantando la varita a la mascara del Lord.
— ¡Pero si es Malfoy! —exclamó el sujeto disfrazado de Lord.
Por supuesto. Esa no es la voz del Lord Oscuro.
— ¡Crucio!
— No tenía que hacer eso, señor —gimió Smith cuando logró levantarse. Un sangre limpia que estaba casi literalmente dentro de las filas del Lord. Lucius puso ojos en blanco, preguntando—ya perdió la cuenta—por su hijo.
— ¡Todos le han dicho que no! —Lucius gruñó cuando Lioncourt levantó manos al cielo, riendo divertida.
Hubo un temblor. Demasiado potente, que causó varias fisuras en el piso, donde la imitación barata de Bellatrix lanzó un grito agudísimo, obligándolo a gritar un CÁLLATE.
— ¡MIERDA! ¿QUÉ DEMONIOS LE PASA A TODO MUNDO? ¡Temblores, locos, guerras antes de tiempo...! ¡Ya me harte; sólo quiero llevarme a mi hijo, joder!
— La torre casi se cae... ¿será que quitaron las columnas del salón prohibido de calderos? —logró articular Akasha, mirando sorprendida al Malfoy que tenía pinta de arrancarle a alguien la cabeza de un mordisco.
— ¡No! —demandó Zacharias, levantándose— ¡Yo quería hacer eso cuando saliera!
— Me tiene sin cuidado —dijo Lucius, caminando hacía dicho cuarto. Bueno, si ahí había actividad, a lo mejor sabía alguien del perdido.
— Hey... ¡es un duelo!
— Ese es Potter... y dos amigos...
— ¿Qué? —Smith miró de Lioncourt al trío— ¡Si alguien aquí va a tener un duelo, será contra mi! —levantó su varita, rumbo al trío, frunció el ceño, no creyendo ver jamás pelear a Longbotton— Y yo que pensé que era una broma... ¡Repudio!
— ¡Te dije que valía la pena llegar hasta acá, Malfoy! —exclamó Akasha, refiriéndose más a ella misma que a él, por seguirle. Pero Lucius no le ponía atención, mirando en busca de su hijo.
— Acá no está...
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TULU-LULU-LULU-LÚ
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— ¡Alto!
— ¡Pero está detrás de nosotros!
— ¡No... no aguanto... alto!
— Pero si él... Maldición... Firenze ¡Alto!
— Santa Peregrinas, Amo —dijo entre brinquitos el centauro deteniéndose en la mitad de la últimas escaleras movedizas— ¡Ya no voy a tener mi refresco!
— Te doy mil si trotas sin que Minerva se queje...
— ¡Me duelen las costillas, muchacho mal educado, yo —se encoge, dramáticamente—... ay, me muero!
— En estos momentos es cuando pienso que estar con Severus sería lo mejor...
— ¿Y qué hay del joven Black? —masculló Minerva, ahora exasperada porque al mitad caballo pero guardián interpretó el mandato a subir escalón por escalón.
La mirada del licántropo se obscureció, evitando mirarla.
— No creo que yo ya le interese...
— ¿Por qué dice eso, Remus? —preguntó en voz baja ella, ahora sorprendida, con ojitos que, de haber visto el Hombre Chocolate, leería el chismorreo en ellos.
— ¿Se refiere porque le puso los cuernos al novio suyo por el amigo? —se le adelantó Firenze deteniéndose, con una gigantesca sonrisa infantil.
— ¿Dejaste a Sirius por Snape? —casi grita la maestra cayéndose, no sabiendo si de risa o espanto.
— ¡No! —chilló, ojos desmesurados— ¡Fue sólo un mal entendido! Se enojó y me enojé por lo idiota que es y ya no... no sé... sólo espero que no siga enojado.
— Remus... puede que no conozca a Sirius tan bien como tú, pero te aseguro que por estos instantes, ya habrá entrado en razón y de alguna manera, intente resolver todo esto.
— Minerva... hablamos de Sirius Black.
— Hombre de poca fe...
— ¡Mesero —gritó Firenze asomando su cabeza hacia los niveles inferiores—, aquí, aquí estamos, tráeme mi refresco...!
— ¡FIRENZE —chilló como una loca la animaga, paralizada— ERES UN IDIOTA!
— ¡... con hielos!
— ¡Corre, Firenze! —exclamó Remus sujetándose fuerte, pero este no se movió.
— ¡Sólo me tomo el refresco!
— ¡FIRENZE!
— ¡Mesero, aquí...!
El centauro parpadeó, cuando un par de pies le golpearon los cuartos traseros. Le dirigió una mirada demasiado significativa a la animaga, que aunque lastimaba, daba la imitación de querer montar a caballo. Arre, arre, gritaba histérica, pero Firenze no se movió, sin cambiar para nada su expresión.
— ¡MUÉVETE!
— ¡Mesero!
— ¡DIOS MIO! —Remus se bajó de un saltó del centauro que tenía pinta de correr en dirección al "mesero" psicópata, extendiendo una mano a la bruja par ayudarle.
— Amo, ¿por qué se baja? —su voz tomó un tono un tanto resentido.
— ¡NO QUIERO MORIR!
— Ay... ¿y ahora te vas a morir porque no quiero correr? Amo mío ¡Sólo tengo sed! —rectificó cuando este le miró de una forma trastornada— No he comido nada desde... ehm... el viernes!
— ... se me escapó ese detalle.
— Es verdad, yo tampoco he comido, por eso deliro tanto... —murmuró la animaga, jalándose los pelos observando el inminente asenso del profesor de encantamientos. Remus, imperceptiblemente, ocultó en lo más hondo de su ropa los chocolates que SNAPEMAN le regaló...
Firenze dio un saltó, cuando apareció Flitgüino al pie de la escalera. Firenze frunció el seño. No traía ningún refresco... Minerva estuvo que se desmayaba sobre su lomo, pero sólo cayó para atrás, sujetándose lo más fuerte que podía de su tórax humano. Lupin le dirigió una hosca mirada al centauro, el cual se puso lloroso. Escuchó un ya no me quiere. Bufó, más espantando que furioso, y le dijo que se llevara a la maestra McGonagall lejos. Firenze miró del mesero, aparentemente sereno pero con ropa mal trecha (¡Ya no parecía mesero!) a su amo, el cual le daba la espalda, pero su perfil era serio, apretando con fuerza los puños. Suspiró el pobre Firenze, no queriendo molestar más a su querido Amo enojado.
— ¿Ya está dispuesto a escuchar mi propuesta, mi querido? —dijo, esforzándose para portar un matiz amistoso. Fracaso magistral.
— ¿Tengo opción? —contestó frío.
— Me parece que no.
— Continúe —dijo, resignando, acercándosele. No tenía salida, no sin varita, y aquél poderoso mago armado.
El enano levantó la varita, sin sonreír esta vez, apuntándole en el pecho. Tal vez, pensó Remus, está impresionado por mi fácil captura. Ya estaba preparado para lo que fuera, o haría esfuerzo para enfrentar lo que él profesor de encantamientos le tenía pensado, o por qué lo quería a él, aunque de este último podría darse una idea.
Pero no logró pensar nada, cuando escuchó un hechizo de sus labios antes de chocarle hasta mandando a volar unos pocos metros hacía atrás. El mundo dio una vuelta y luego, todo negro.
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Tardé en actualizar, pero que no les sorprenda... ¡Ya estoy para el final! El siguiente cap creo que será el último, en el sentido de que TODO se resolverá, otro para atar cabos sueltos y, si todo va bien gracias a otras fuerzas, un epílogo. Tardo por que tengo otros dos proyectos apartes grandes, XD así que no se enojen.
¿La aparición de Lucius? No, no fue por sólo relleno... es una idea original que tuve mucho antes de empezar a escribir en fic, por una escena del último capi. Una escena entre él, Snape y más adelante, su hijo Draco. Whahahaha... una idea loca que pensé en delirio, hace unos meses.
Tenía pensado ponerle al capi este "Ángel rubio", peor pensando que no tiene tanto protagonismo que Flitwick, se lo cambié, y ojalá que haya quedado.
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Witchmin. We! Todavía te veo por aquí, llevas mucho tiempo! XD es un halago y me encantó la parte en que dijiste eso sobre los pergaminos y la historia de los Fundadores. No fue pensado. Tenía la idea —original— de que Sirius usara el traje de Neville. El Fantasma de la Ópera. Pero salió Neville con el traje y le puse en un rollo donde ya no me pude sacar... y ahí surgió la idea, espontánea y sin sentido. Por eso me gustó de que te gustara xD fue sin intención ¡Gracias por el review!
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Miko Dani. Soy curiosa ¿A quién se lo recomendaste? XD no contestes, ya ok! Halago ese, me hiciste sonrojar —waaa—. Bueno, como puse en la contestación del review de Witchmin, aquélla parte fue total y puramente espontánea —tonterías a lo bestia— y, no sé, ya que está ahí, puede que separe y haya otro review sobre los Fundadores (lo más probable que yo no, pero tengo la esperanza que inspire a alguien y ahí ya le escriban XDDD). Seh, todo terminará... no bien, pero aceptable XD el más dañado/traumado será Remus y seh, a Dumby le da que me dan ataques... pero no, no se va a morir así, antes lo hace Moody (cuando regrese del Caribe, al cobrar a Tonks aquellos preciadísimos y valiosos 500 galones...) bueno, ojalá dejes crítica en este y ¡Gracias por el review!
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Zara Potter–Black. Me preocupa ese detalle, cuando ya estoy al final, y no me había dado cuenta antes... parece que hay dos batallas a la vez y en diferentes lugares. La de Hermione y la de Sirius —Flitwick se cola en esta última— y haré que en siguiente se unan de una manera, cual sea, pero que se junten, si me dan ideas las tomaré muy en cuenta XD y bueno, el apodo del Hombre Chocolate lo saqué del "Candy Man" (un personaje malvado, que así le llamaban, por que fue envuelto en miel y comido por... avejas...) y le cambié un poquito xD en la idea original, seria como Lobuno o algo relacionado con su licantropía, pero nah, al final no latió, y TALÁN! Un hombre que odiará el resto de su vida ¡Gracias por el review!
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