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Tenía que admitirse que, cuando se dio cuenta de lo que sentía, se asustó bastante. Sobre todo porque Kannon se lo había dicho en varias ocasiones, porque como guardián del templo de Géminis tenía obligaciones que cumplir y poco tiempo para jugar o que perder en cosas como aquellas, pero principalmente porque no era correcto.
—Shaka está destinado a convertirse en el protector de la casa de Virgo.- había comentado Shion en una ocasión, cuando él y Aioros, quien jugaba (igual que siempre) con el pequeño Shura, habían ido a tomar el té con él. –Cuando cumpla 10 años será enviado lejos de aquí, porque si bien ha sido traído hasta éste lugar desde un principio como parte de su entrenamiento, pronto tendrá que retomar sus anteriores métodos y a final de cuentas demostrarnos que, si es el indicado, la armadura de la Virgen se entregará finalmente a él.
Los dos años que todavía faltaban por transcurrir serían tan cortos que Saga no quiso ni siquiera pensar en aquello. Y tal vez lo hubiese logrado si, volviéndose, no hubiese visto a Shaka entrar en el templo de Géminis, tratando de correr a trompicones y con una gran sonrisa dibujada en los labios, mientras en una de sus manos sostenía el trozo de sandía que insistía en guardar siempre para él y en la otra, cerrada en un puño, algo que no pudo alcanzar a ver a lo lejos.
—¡Saga!
Agradecía a quien tuviese que agradecer porque los ojos del niño estuviesen todo el tiempo cerrados, porque no quería ni pensar lo que hubiese pasado si le hubiese llegado a ver mirándole de aquél modo.
Entonces la pequeña palma se extendió, dejando en libertad a la mariposa que, aunque con ambos ojos cerrados, Shaka siguió con la mirada, riendo y riendo de un modo que Saga no pudo soportar.
Así que se inclinó entonces, retirando de los deditos infantiles la fracción de fruta con su propia mano mientras que, con la otra, cogía al chiquillo del mentón.
—Shaka...
El cuerpo del futuro guardián de Virgo se estremeció en aquél momento, cuando sintió cómo la respiración de Saga golpeaba su rostro, pero no le dijo nada.
Y Saga, quien se había contentado con poder besar su mejilla en un falso gesto de agradecimiento, se sintió más asustado que nunca.
Porque Shaka de Virgo todavía tenía 8 años cuando Saga de Géminis, de 16, descubrió que se había enamorado de él.
